Cuando
ingresé a la Democracia Cristiana, en febrero de 1959, el presidente del
partido era don Javier Correa Elías, quien pocos días después sería reelegido
por un año más. Entre 1956, que se fundó el partido y 1958, por dos periodos
consecutivos, había sido presidente el senador Mario Polar.
En esos días, muchos jóvenes iban al local los días lunes que se reunía el Comité Ejecutivo Nacional. Antes de comenzar las reuniones, había ocasión para conversar con los dirigentes nacionales, como el secretario de Política Luis Bedoya Reyes y el diputado Héctor Cornejo Chávez, ambos de 40 años recién cumplidos. Correa, en cambio, era un hombre a punto de cumplir 61 años. Los tres habían trabajado estrechamente con el presidente José Luis Bustamante y Rivero, elegido en 1945 y derrocado en 1948 por el general Odría. Correa había sido canciller, Cornejo secretario de la presidencia y Bedoya secretario de prensa en el breve gobierno democrático. Faltaban aun unos cinco años para que los diarios hablaran de las discrepancias internas en la Democracia Cristiana y se refirieran al enfrentamiento entre “cornejistas” y “bedoyistas”.
En esos días, muchos jóvenes iban al local los días lunes que se reunía el Comité Ejecutivo Nacional. Antes de comenzar las reuniones, había ocasión para conversar con los dirigentes nacionales, como el secretario de Política Luis Bedoya Reyes y el diputado Héctor Cornejo Chávez, ambos de 40 años recién cumplidos. Correa, en cambio, era un hombre a punto de cumplir 61 años. Los tres habían trabajado estrechamente con el presidente José Luis Bustamante y Rivero, elegido en 1945 y derrocado en 1948 por el general Odría. Correa había sido canciller, Cornejo secretario de la presidencia y Bedoya secretario de prensa en el breve gobierno democrático. Faltaban aun unos cinco años para que los diarios hablaran de las discrepancias internas en la Democracia Cristiana y se refirieran al enfrentamiento entre “cornejistas” y “bedoyistas”.
En uno
de esos lunes, tuve ocasión de conversar con don Javier en los pasillos del
local que quedaba en la primera cuadra de la avenida Guzmán Blanco, a menos de
una cuadra de la Plaza Bolognesi. Me enteré que mi inscripción fue consultada o
conversada con él, porque sólo tenía dieciséis años y que fui admitido por ser
ya egresado del colegio y estar postulando a la universidad.
Correa
Elías era Notario Público, en una época en que las notarías eran muy pocas, y
contaba con un eficiente equipo de trabajo en sus oficinas. Tenía ya la
satisfacción que sus hijos habían iniciado sus caminos propios, la mayoría
casados, manteniendo para ellos el cariño de toda la vida pero sin tener ya
compromisos que cubrir. Lo recuerdo como un hombre sereno, de hablar pausado
siendo un gran conversador, pero sobre todo como una persona a quienes todos
respetaban y querían.
En 1960
dejó la presidencia al senador Ismael Bielich, a quien sucedería en 1961
Cornejo Chávez, elegido en un congreso en el que se estableció que los periodos
de la dirigencia durarían dos años. Pero el fracaso en las elecciones generales
de junio de 1962, con una fórmula presidencial encabezada por el propio Cornejo
Chávez, hizo que la directiva renunciara y convocara un congreso extraordinario
para fijar los nuevos rumbos. Hay que considerar que no sólo la candidatura
presidencial apenas alcanzó el 3 %, sino que el grupo parlamentario motivo de
justificado orgullo partidario, prácticamente despareció. Ningún senador y sólo
dos diputados –uno de ellos independiente- fueron elegidos, ambos por Puno,
resultado que reflejaba más esfuerzo personal y familiar del reelecto Roger
Cáceres Velásquez que un trabajo partidario. Después de anularse las
elecciones, Cáceres, quien ya había ganado en 1956, sería elegido nuevamente
diputado en 1963, constituyente en 1978 y 1992, senador en 1980, 1985 y 1990 y
congresista en 1995.
DON
JAVIER LA SOLUCIÓN PARA UN PARTIDO CRISPADO
A ese
congreso, realizado en noviembre de 1962, el partido llegó exasperado.
Las tendencias existentes –cornejistas y anticornejistas, decía la prensa-
llevaban a una colisión. Las diferencias eran múltiples: que el mensaje de la
campaña había estado mal enfocado, que los cuadros más valiosos no habían participado
de la campaña presidencial, que nunca se debió tener candidatura propia, etc.
Pero coincidiendo todos en la necesidad de una alianza para las elecciones del
año siguiente, también sobre ese punto había diferencias. Mientras algunos
pensaban que había que ir con Acción Popular, porque era una parte de la
renovación que el país necesitaba, otros planteaban que era preferible ir con
los apristas, porque AP no era un partido con ideología y era impredecible lo
que podía hacer en el gobierno. Pero también se señalaba que era mejor trabajar
con un partido desorganizado como AP que hacerlo con el APRA que con su
organización terminaría aplastando y engullendo a la DC.
No es
objeto de estas líneas profundizar en una discusión de hace 50 años, sino
señalar que pese a las fuertes tensiones, todos sabían que había que encontrar
una persona que guiase el curso partidario en esa difícil coyuntura. Y entonces
todos los ojos se volvieron hacia don Javier y representantes de las distintas
tendencias comenzaron a buscarlo. Pocas semanas después de iniciadas las
conversaciones, se plasmó una propuesta de consenso: Javier Correa Elías a la
presidencia, Carlos Gandolfo a la vice presidencia y Federico Hurtado a la
secretaría general. Los otros cargos seis cargos correspondían al peso de las
tendencias existentes. Esa fue la lista que el congreso extraordinario eligió,
incluyendo además a una persona de cada terna presentada por las agrupaciones
de la juventud, las mujeres y los trabajadores.
A don
Javier le correspondió presidir el Comité Ejecutivo Nacional -CEN- del partido
en toda la etapa de formación, campaña y triunfo de la Alianza AP-DC. Tenía muy
buena relación personal con Fernando Belaunde Terry, candidato presidencial de
esa alianza electoral y jefe de Acción
Popular. De hecho unos ocho años después se convertiría en su suegro. Pero Correa
distinguió siempre muy bien sus relaciones personales de los intereses nacionales
y partidarios que tenía que cautelar.
En el
CEN que Correa presidió, el delegado de la Juventud DC, Federico Velarde
Valdivia, hizo muy buena relación con él. Posteriormente Francisco Guerra
García fue elegido para reemplazar a Fico Velarde quien estaba por viajar fuera
del país por un extenso periodo. Pancho también tuvo una excelente relación con
don Javier. Con ambos delegados de la JDC, Correa planificó el apoyo al trabajo
gremial universitario.
CORREA
ELÍAS PASA A LA RESERVA NO AL RETIRO
Yo fui
elegido delegado de la Juventud al Comité Ejecutivo Nacional en el Congreso de
marzo de 1965, en reemplazo de Pancho Guerra, quien meses después viajaría para
seguir un postgrado en Lovaina. En ese congreso, Correa dejó la presidencia y
fue elegido presidente nuevamente Héctor Cornejo Chávez quien encabezó la única
lista que se presentó para integrar el Ejecutivo. Se elegía también a los
delegados de cada grupo funcional: Femenino, Obrero, Empleado y Juventud que habían
realizado sus respectivos congresos días antes. Como era costumbre, si bien
había una terna decidida en cada uno de esos congresos entre los que se debía
elegir a quien sería su delegado, la lista para el CEN incluía a las personas
sobre las que había consenso para que se integraran a la dirigencia en
representación de cada grupo.
En esa
oportunidad, sin embargo, no había consenso en la juventud. La lista presidida
por Cornejo ganó, por amplísima mayoría con muy pocos votos en blanco o
viciados, salvo en el caso de su candidato a delegado por la juventud. Fue el
único de su lista que no salió, porque el congreso terminó por elegirme a mí.
Curiosamente, quizá suponiendo que pese a que hubiese algún nivel de
competencia yo perdería y para que no quedara disgustado el sector que me
apoyaba, uno de los promotores de la lista de Cornejo me ofreció integrar el
Consejo Nacional, cosa que yo rechacé.
Digo
curiosamente porque yo tenía 22 años y el Consejo Nacional era conocido
cariñosamente como el consejo de ancianos, ya que reunía a ex presidentes del
partido, ex parlamentarios y ex ministros –hay que recordar que hubo en la DC
varios ex altos funcionarios del régimen de Bustamante y Rivero- a los que se
añadían cinco elegidos por el congreso, que normalmente eran experimentados
camaradas que no podían dar mucho tiempo a la dirigencia partidaria o estaban
casi retirados. Era un órgano consultivo que se reunía muy eventualmente, quizá
una o dos veces al año.
DIÁLOGO DE
LOS LÍDERES CON LOS JÓVENES
A ese
Consejo se integró don Javier al terminar su mandato como presidente, pero su
principal actividad política fue mantener el contacto con la dirigencia juvenil
del partido y apoyar, entre otras cosas buscándole fondos, al movimiento
estudiantil que los jóvenes DC impulsaban: la Coordinadora de Frentes
Estudiantiles Social Cristianos, COFESC. Fueron muchas las reuniones que
tuvimos para conversar con él, Rafael Roncagliolo, Julio Da Silva, Carlos
Lecca, Jaime Montoya y yo, y algunos otros en menos ocasiones, entre los años 1965 y 1967.
En una
cómoda salita se desarrollaron la mayoría de esos diálogos. Allí nos alcanzaban
bebidas calientes o heladas, según la época del año. En una oportunidad, creo
que porque teníamos que examinar algunos papeles, nos sentamos alrededor de la
mesa del comedor. Un solícito empleado nos sirvió bebidas y se retiró. Pero poco
después apareció preguntándole a don Javier qué era lo que tenía que servir. Ante
la negativa de éste se retiró rápidamente, pero reapareció en la misma actitud
dos o tres veces más para recibir idéntica negativa. Pero después de la última incursión,
don Javier riéndose le dijo a Lecca que estaba sentado a su derecha: “Carlos deja
de estar pisando el timbre, porque nos van a seguir interrumpiendo”. Recién ahí
nos percatamos que en el piso, debajo de la mesa, había un discreto botón que Carlos
había estaba pisando involuntariamente varias veces.
Siempre
nuestros comentarios al dejar la casa de don Javier en la calle Octavio
Espinoza de San Isidro, no sólo eran de reconocimiento a sus gestiones de apoyo
sino de admiración a quien se conservaba al día en el desarrollo de las
corrientes más progresistas del pensamiento social cristiano en el mundo
entero. Además que cualquiera que fuera el tema que tratáramos siempre nuestro
anfitrión derrochaba talento y conocimiento, a
la vez que sencillez y sentido de humor.
Por
cierto que sabíamos que don Javier había sido canciller veinte años antes, pero
ninguno de nosotros podía suponer que Rafo Roncagliolo -en esos años de 21 a 23
años- ocuparía el mismo cargo más de 40 años después.
En esos
tiempos, en los periódicos y revistas se comenzó a hablar que la juventud DC
era cornejista e izquierdista. Muchos se hubieran admirado al conocer que no
era con Cornejo Chávez sino con Javier Correa Elías con quien los dirigentes de
la juventud DC mantenían mayor diálogo. Con él y con el diputado Alfredo García
Llosa, quien sería presidente de la DC en 1967 impulsado justamente por la JDC.
Esto no
significaba que no admiráramos o desconociéramos el valor de Cornejo Chávez, a
cuya candidatura habíamos apoyado sin reservas y de cuyo esforzado sacrificio
por darle dimensión nacional a un partido pequeño habíamos sido testigos. Todos
nos deleitábamos con su brillante oratoria, su capacidad demoledora en el
debate, su manejo fino de la ironía. Incluso, sin darnos cuenta, se nos “pegó”
a todos algo de él en nuestra forma de hablar en público como lo descubriéramos
en los siguientes años, alejados incluso ya de la Democracia Cristiana. No,
nuestros diálogos con Cornejo eran también muy fructíferos e interesantes, pero
no eran tan continuos como con Correa. Quizá por el hecho que siendo senador
estaba en la política diaria y tenía menos tiempo, pero fundamentalmente por el
carácter reservado que siempre mostraba, aun cuando en nuestras reuniones –al
igual que Correa- también hacía gala de gran sentido de humor.
El 25 de
diciembre de 1962 y en los tres o cuatro años siguientes, entre 15 o 20 jóvenes
nos encontrábamos en el óvalo de Miraflores, en la recién inaugurada cafetería
Haití, a las 11 o 12 del día algunos con cara de sueño después de haber pasado
con la familia la Nochebuena. Desde allí nos dirigíamos a las casas de Correa
Elías y Cornejo Chávez para saludar a estos dos entrañables camaradas. Era una
muestra de aprecio personal que queríamos testimoniar en ese día tan especial.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario