sábado, 15 de diciembre de 2012

ESTÁN CON EL PRESIDENTE, ¿ES URGENTE? (1966)

En los primeros días de abril de 1966, pocos días después de ser elegidos dirigentes de la Juventud Demócrata Cristiana teníamos la necesidad de viajar a Chile, ya que la gente de la JDC de ese país había comunicado la necesidad de coordinar algunas acciones, principalmente relacionadas con la participación en diferentes foros internacionales juveniles y estudiantiles.

Decidimos que Rafael Roncagliolo y yo fuéramos a Santiago, aunque había el inconveniente de financiar el viaje. Dando vueltas al asunto, decidimos conversar con algún ejecutivo de Aerolíneas Peruanas S.A., APSA, la línea de bandera del Perú, considerando que había sido acreditada como la transportadora oficial en un evento mundial de la Democracia Cristiana a realizarse en Lima la segunda quincena de mayo. Nuestra intención era conseguir dos boletos pagaderos en 12 meses, que tendríamos que financiarlos personalmente ya que ni el partido, y mucho menos la juventud, tenía fondos.

CONVENIENTES VERDADES A MEDIAS

Al momento que llegamos a las oficinas en la plaza San Martín, nos presentamos en recepción con nuestros cargos –secretario general y sub secretario general de la JDC- y pedimos hablar con el encargado de coordinar los viajes para el congreso de mayo, ya que suponíamos que ubicaba lo que era nuestro partido y la importancia de sus contactos internacionales. Al funcionario con quien nos pusieron en contacto, le hablamos de la urgentísima necesidad de viajar a Santiago y en algún momento dijimos, entre otras cosas, que teníamos que tratar sobre la participación en eventos internacionales. Si bien era cierto, esto no tenía nada que ver con la reunión mundial en Lima, el funcionario o estaba distraído o nervioso o apurado o las tres cosas a la vez y pensó que estaba en duda la participación chilena en el congreso de mayo, que era de más de 40 personas y casi inmediatamente nos ofreció dos pasajes de cortesía para viajar 40 horas después. Por nuestra parte no se nos ocurrió, por cierto, aclararle la confusión y sólo le agradecimos.

Menos de una hora después de haber ingresado a las oficinas de APSA, Rafo y yo estábamos preparando la lista de reuniones que tendríamos en Santiago, mientras tomábamos un café en el Versalles, situado en el mismo portal de la plaza San Martín. En la noche siguiente coordinamos con el diputado Alfredo García Llosa, desde hacía unos meses secretario de asuntos parlamentarios de la ODCA, Organización Demócrata Cristiana de América Latina, quien nos pidió llevarle algunos mensajes para el secretario general de la ODCA, senador Tomás Reyes, en esos momentos presidente del Senado chileno.

Al día siguiente cerca al mediodía arribamos a Santiago. Mientras ingresábamos para pasar migraciones, dos atentos funcionarios chilenos de APSA voceaban nuestros nombres y al identificarnos no ocultaron su sorpresa. Con 21 años Rafael Roncagliolo y 23 yo, no coincidíamos seguramente con la imagen que telefónicamente les habían trasmitido desde Lima: dos altos dirigentes que iban a asegurar la participación de los DC chilenos en el congreso de mayo. Después de darnos la bienvenida nos facilitaron los trámites, la entrega de equipaje y nos llevaron a Santiago a un hotel en Alameda. En el camino nos preguntaron sobre la situación política en el Perú y les dijimos que la noche anterior se había comenzado a interpelar al ministro de Educación José Navarro Grau y que cuando dejamos el local del Parlamento era inminente la censura. En ningún momento dijimos que éramos parlamentarios, pero como hablamos sobre algunas ocurrencias en la interpelación, les quedó claro que allí habíamos estado, lo que era estrictamente cierto ya que la conversación con García Llosa la habíamos hecho al costado del hemiciclo, porque éste estaba pendiente del debate.

Al despedirnos nos preguntaron que cómo hacían para localizarnos en una urgencia y les dijimos que en la oficina del senador Tomás Reyes tendrían siempre nuestro programa diario. Al anotar el nombre la cara ya no era de sorpresa sino de sospecha.

Una vez que desapareció el auto en que nos habían trasladado, levantamos nuestro equipaje y nos dirigimos al hotel, no al que teníamos al frente que era de tres estrellas, sino a otro que estaba en la siguiente cuadra que creo que se llamaba Royal, que quizás llegaba a una estrella y al cual volvería en un par de viajes más. Era mucho más barato y tenía como particularidad que no se sabía nunca si era de día o de noche, ya que la mayoría de sus habitaciones tenían vista a oscuros patios interiores.

COMENTANDO MALENTENIDO EN SANTIAGO

Después de asearnos y cambiarnos, comenzamos a hacer contactos telefónicos desde el hotel y quedamos en ir a la oficina de Tomás Reyes en la tarde, ya que no queríamos que los encargos de García Llosa demoraran en ser entregados. Almorzamos y a las tres y media de la tarde llegamos a las oficinas del presidente del Senado. Allí nos recibió Sergio Pizarro, unos tres o cuatro años mayor que yo, joven abogado y diplomático DC que estaba a cargo de la secretaria general del Presidente del Senado. Pizarro después tendría una intensa actividad diplomática hasta 1973. Después del golpe se dedicaría al ejercicio privado de la abogacía hasta 1990 en que con la vuelta a la democracia fue elegido diputado DC por Copiapó. Concluidos los cuatro años de su mandato, Pizarro se reintegraría al servicio diplomático En 1998 era el embajador de Chile en Madrid cuando apresaron a Pinochet en Londres a pedido del juez español Baltasar Garzón.

Mientras esperábamos que nos atendiera don Tomás, conversamos animadamente con Pizarro y en algún momento le contamos lo de nuestros pasajes y la cara de los funcionarios de APSA en Santiago. Se rio mucho de cómo habíamos obtenido los boletos y de las verdades a medias que habíamos manejado hasta ahí. También le advertimos que habíamos dado de referencia la oficina que en ese momento visitamos. Inmediatamente le dijo a su secretaria que cualquier consulta telefónica sobre nosotros se la pasaran a él.

Poco después nos recibió el presidente del Senado, le trasmitimos los encargos de García Llosa y conversamos por un buen rato sobre los preparativos del congreso en Lima. Era un hombre muy simpático y que antes había sido diputado en tres ocasiones, lo que le sirvió para relacionarse con los nacientes partidos demócratas cristianos e impulsar la creación de la ODCA. Al despedirnos en la puerta de su despacho, lo hicimos con la seguridad de encontrarnos un mes después en Lima. Allí nos esperaba para acompañarnos a la salida Sergio Pizarro, quien seguía sonriendo por nuestros enredos con los funcionarios de APSA.

FIRMEZA DEL SECRETARIO GENERAL DEL SENADO NO DABA LUGAR A DUDAS

En los siguientes tres días realizamos todas las coordinaciones y reuniones que habíamos planeado tener. Dejamos el hotel después de la primera noche para trasladarnos a una casa que Fernando Panizo, camarada nuestro que estudiaba en Chile, estaba compartiendo con un estudiante chileno. Del cambio le comunicamos a Pizarro, quien poco después nos llamó para contarnos riéndose que había llamado una persona de APSA a la oficina preguntando por nosotros y que la secretaria le dijo que iba a comunicarla con el secretario general de la Presidencia del Senado.

Cuando le dijeron que tenían urgencia de comunicarse con nosotros para preguntarnos algo, Pizarro había sido sumamente cortés, pero al mismo tiempo muy contundente al contestar: “Los señores Filomeno y Roncagliolo hace un buen rato que están analizando unos problemas con el Presidente del Senado y don Tomás Reyes me ha pedido que no los interrumpa. Pero si es muy urgente….”. Antes que siguiera del otro lado de la línea, se disculparon, dijeron que creían que las consultas en realidad no eran tan urgentes y que nos dijera que si podíamos, los llamáramos a la agencia.

Al día siguiente llamamos a las oficinas de APSA para hablar con la persona que nos había tratado de contactar, quien nos indicó que lo que habían querido preguntar en realidad no era importante y nos pidió disculpas por interrumpir nuestras importantes gestiones. Aprovechamos para confirmar nuestro vuelo al día siguiente y, antes de despedirnos, el funcionario preguntó cómo nos había ido en nuestras gestiones. Y contestamos con la mayor veracidad: Muy bien, especialmente después de visitar a don Tomás Reyes quien nos ha confirmado que nos veremos en Lima en mayo cuando viaje con la delegación chilena. Por cierto que nos indicaron que un funcionario de APSA nos esperaría en el aeropuerto para facilitarnos el embarque. Y por supuesto que cumplieron.

Es seguro que esos amables funcionarios estaban convencidos que nuestra presencia había servido para garantizar la presencia de los DC chilenos en el congreso de mayo. Y aunque nunca se conversó de ese tema con don Tomás Reyes –ya nada había que hablar al respecto- lo cierto es que un mes después de nuestra visita, efectivamente llegó a Lima para participar en el congreso mundial una nutrida delegación chilena. Y la mayoría de sus integrantes lo hizo volando en APSA.

Al regresar a Lima, Rafo y yo no sospechábamos que nos volveríamos a encontrar pocos meses después con Sergio Pizarro. Este excelente diplomático -que cuando falleció 35 años después mientras ejercía el cargo de embajador ante la Unión Europea, sería calificado como el mejor embajador que había tenido Chile- visitó Lima en diciembre de ese mismo año 1966. Tenía el encargo de Tomás Reyes de preparar un informe a la ODCA sobre el pedido del recién fundado Partido Popular Cristiano para integrar la organización. Pero cuando regresamos de Santiago recién estábamos en abril y el PPC aún no existía.

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