sábado, 15 de diciembre de 2012

DOS POLÍTICOS AREQUIPEÑOS HABLAN POR PRIMERA VEZ (1968)

En noviembre de 1967, inmediatamente después de cerrarse las ocho horas de votación de las elecciones complementarias para cubrir la vacante del laureado escritor Ciro Alegría en la Cámara de Diputados, el Partido Demócrata Cristiano hizo pública su decisión de romper su alianza con Acción Popular. Guardando las fórmulas de respeto que hoy se sentirían demasiado anticuadas, se señaló en el comunicado respectivo que se había esperado que terminara el acto de votación para no causar ningún daño a la candidatura y se hacía pública la decisión antes de terminar el escrutinio de las ánforas para no tener ninguna vinculación con sus resultados, cualquiera que ellos fueran.

Esas elecciones se realizaron después de una brutal devaluación que en el mes de agosto había llevado el dólar de 27 a 45 soles. Con el lema “tu protesta es mi protesta”, el intelectual derechista, abogado y periodista Enrique Chirinos Soto, candidato de la Coalición del Apra con el odriísmo, resultó triunfante con el 44,9% de los votos, mientras que el educador y ex ministro Carlos Cueto Fernandini, candidato de la Alianza AP-DC, sólo lograba el 38,2% y el ex diputado Carlos Malpica Silva Santisteban, candidato de Unidad de Izquierda, alcanzaba un sorprendente 14,3%, el mejor desempeño de un candidato de izquierda hasta entonces.
 
De esta manera culminaba una alianza que había hecho posible el triunfo de Fernando Belaunde en las elecciones de 1963, al aportar la Democracia Cristiana no sólo un pequeño pero necesario porcentaje de votación, sino también sus cuadros técnicos que le dieron fundamento a la mayoría de las reformas planteadas en el Plan de Gobierno de la Alianza AP-DC. A lo largo de los casi cuatro años y medio de gobierno, la DC había puesto a sus mejores cuadros en los ministerios de Agricultura y Justicia y había cumplido un papel fundamental dentro de la bancada de la alianza en el Congreso.

NECESIDAD DE FRENTE DE CENTRO IZQUIERDA

Curiosamente, al momento de suscribirse el pacto electoral, a inicios de 1963, la percepción de muchos observadores era que AP estaba a la izquierda de la alianza, apreciación que paulatinamente fue cambiando hasta que todos los observadores terminaron por considerar a la DC a la izquierda del presidente Belaunde. Esa percepción fue más evidente cuando a fines de 1966 nació el Partido Popular Cristiano, PPC, que todos consideraron como una escisión del sector que dentro del Partido Demócrata Cristiano se situaba a la derecha.
 
En Acción Popular se venía desarrollando una sorda oposición a lo que se consideraba la “derechización” del gobierno y era el primer vicepresidente de la República, Edgardo Seoane quien encabezaba a los descontentos. Incluso en el Congreso que AP realizó en Cajamarca, Seoane fue elegido secretario general pese a la abierta oposición de todos los dirigentes cercanos al presidente Belaunde. Junto con él fueron elegidos para integrar el Plenario Nacional otros líderes de la corriente distanciada del gobierno como los diputados José Navarro Grau y Raúl Peña Cabrera y el teniente alcalde de Lima Benjamín Doig Lossio.
 
Aunque producida la ruptura, la DC se dedicó inmediatamente a reforzar sus estructuras partidarias, teniendo en perspectiva las elecciones previstas para 1969 y la posibilidad de participar sola, unos meses después se impuso la tarea de fortalecer los lazos con la nueva dirigencia de AP, considerando que habría necesidad de sumar esfuerzos, dada la proximidad con la línea política impulsada por ese nuevo núcleo dirigente populista.
 
El Comité Ejecutivo Nacional del Partido Demócrata Cristiano había sido elegido por dos años en marzo de 1967 y en ese periodo debían definirse la línea de campaña, las candidaturas y las eventuales alianzas, es decir todo lo relacionado a la estrategia electoral. En ese organismo partidario, Jaime Montoya, Alberto Péndola y yo teníamos mayor cercanía y coordinábamos permanentemente. Jaime era secretario general de la Juventud DC y su delegado al CEN del partido. Yo había tenido ambos cargos hasta marzo de 1967 y Alberto había sido delegado de la JDC al CEN cinco o seis años antes. Hacia el mes de julio, los tres planteamos que había que considerar en una eventual alianza con AP también a los sectores de Unidad de Izquierda, algo que a todos los integrantes de la dirección partidaria les pareció en principio posible, pero al mismo tiempo manifestaron que debía tomarse un tiempo para analizar mejor la propuesta.
 
El  principal líder del partido, el senador Héctor Cornejo Chávez, ex presidente de la DC en dos periodos y ex candidato presidencial en 1962, tenía una buena relación con Carlos Malpica ya que ambos habían integrado la Cámara de Diputados de 1956 a 1962. De hecho esa relación se mantuvo, más allá de diferencias políticas, durante varias décadas. Incluso, veinticinco años después, el 15 noviembre de 1993, Malpica falleció en casa de Cornejo debido al fulminante infarto que sufrió mientras estaba de visita para saludarlo cuando cumplió 75 años.
 
Al analizar el excelente desempeño electoral de Malpica en las elecciones complementarias de 1967, Alberto, Jaime y yo coincidimos en que el papel del Partido Comunista Peruano había sido determinante, incluso retirando el apoyo a la candidatura del ex secretario general de la Federación de Empleados Bancarios, José Luis Alvarado, que inicialmente impulsaba. Más allá de una eventual reunión con Malpica, considerábamos que lo importante era una reunión de alto nivel con el PCP, es decir una conversación del dirigente más caracterizado, su secretario general, Jorge del Prado con Cornejo.
 
Péndola tenía un excelente contacto para lograr esa reunión: Alfonso Barrantes Lingán, a quien incluso le había adelantado informalmente la idea para que hiciera sondeos por su parte. Alfonso había sido presidente de la Federación Universitaria de San Marcos diez años antes. Desde antes de ingresar a la universidad era militante del Partido Aprista, pero en su gestión como máximo dirigente estudiantil había roto con el Apra para posteriormente integrarse al PCP, partido del cual se desligó por el rompimiento que se produjo a inicios de 1964, como consecuencia de la división chino-soviética, ya que no quiso optar por ninguno de los dos sectores. Sin embargo, mantenía muy buenas relaciones con dirigentes del PCP, particularmente con Del Prado, y con los dirigentes del Partido Comunista del Perú, conocidos como Bandera Roja, del cual se desprenderían posteriormente los cuadros más jóvenes para formar Patria Roja. La muy buena relación personal de Barrantes con dirigentes del PCP y Patria Roja tendría mucha importancia años después, en 1980, cuando se fundó Izquierda Unida.
 
ACEPTANDO CONVERSAR SI EL OTRO LO SOLICITA
 
Pero volvamos a inicios del segundo semestre de 1968. La propuesta de un diálogo entre Cornejo Chávez y Del Prado tenía un inconveniente. A la dirigencia DC le parecía importante, pero consideraba que no debía tomar la iniciativa. Diálogo sí, pero siempre y cuando lo pida el PCP fue la conclusión de una sesión del CEN. Un par de días después de esa reunión, acompañé a Alberto a conversar con Alfonso y tuvimos una sorpresa: en el PCP tenía el mismo razonamiento que en nuestro partido. Les parecía importante hablar con el Partido Demócrata Cristiano, pero siempre y cuando les pidiera reunirse. Por ambos lados se notaba, además, que había mucha desconfianza quizá porque nunca se había producido conversaciones entre dirigentes de sus agrupaciones.
 
Como no sólo era menor que ambos, sino con bastante menos experiencia, pensé que aunque aparentemente el diálogo entre los dirigentes de ambos partidos se percibiera como difícil en esos momentos, estas dos personas con las que tomábamos un café en el Versalles, encontrarían una salida. Péndola y Barrantes, médico psiquiatra uno y abogado laboralista el otro, no sólo se conocían bastante bien desde las lides universitarias sino que -a pesar de las posiciones discrepantes que muchas veces sostuvieron- habían desarrollado una buena amistad que conservarían hasta la muerte de Alfonso, incluso en las épocas en que éste era el líder de la izquierda peruana y Alberto, sin dejar la preocupación por lo que sucedía en el país, se dedicaba exclusivamente a su profesión. No sólo habían sido hábiles dirigentes estudiantiles sino que eran particularmente sagaces para encontrar salidas políticas.
 
Siendo importante que el dialogo se produzca y que inmediatamente después se piense en incorporar a Edgardo Seoane a las conversaciones, resulta que cada uno quiere que el otro tome la iniciativa, comentábamos en tono incrédulo. Pero además, ambos partidos son conscientes que es vital la existencia de un frente amplio para las elecciones del año siguiente, añadíamos preocupados. De pronto, luego de seguir hablando sobre cómo cada organización esperaba que la iniciativa la tome el otro partido, Alfonso y Alberto se miraron, sonrieron socarronamente y asintieron con las cabezas. Prácticamente no hubo palabras, pero ya tenían decidido lo que iban a hacer.
 
Al día siguiente, Barrantes le comunicó a Del Prado que Cornejo Chávez, a través de Alberto Péndola, le había solicitado que le pidiera tener una conversación. Por su parte, Péndola le comunicó a Cornejo Chávez que Del Prado, le había pedido a través de Alfonso Barrantes, poder reunirse para conversar. Ambos consultaron con sus respectivas direcciones políticas y el encuentro fue autorizado.
 
UN ENCUENTRO PRECURSOR DE TRABAJO CONJUNTO POSTERIOR
 
Tres o cuatro días después, en la cafetería del Hotel Continental, en la esquina de los jirones Puno y Carabaya, en el centro de Lima, Del Prado y Cornejo, nacidos en Arequipa en 1910 y 1918, respectivamente, conversaron entre ellos por primera vez en su vida. En una mesa cercana, Barrantes y Péndola seguían discretamente este encuentro que pudo ser trascendente, si no fuera porque pocas semanas después se produjo el golpe militar del general Velasco y la posibilidad de elecciones quedó postergada indefinidamente.
 
Diez años después tuve ocasión de comprobar la buena relación personal y política entre Héctor Cornejo Chávez y Jorge del Prado. Hacía siete que yo había dejado la DC y había recuperado la buena relación con Cornejo, resentida lógicamente por mi alejamiento del partido. En 1971 la renuncia al PDC la habíamos realizado conjuntamente con otros camaradas, con parte de los cuales a fines de 1976 habíamos fundado el Partido Socialista Revolucionario, junto con ex militantes de otros sectores políticos y militares en retiro que habían ejercido importantes cargos en el gobierno del general Juan Velasco.
 
Al inicio del funcionamiento de la Asamblea Constituyente, una noche de agosto o setiembre de 1978, estaba con el general Leonidas Rodríguez, presidente del PSR y constituyente, en la cafetería del Congreso Nacional, cuando se acercaron y sentaron a la mesa Cornejo y del Prado, constituyentes también, que venían a coordinar algún asunto referido a la marcha de los debates. No me lo hubiera imaginado en 1968, pero diez años después los partidos de estos dirigentes del PDC y del PCP que hasta la reunión en la cafetería del Hotel Continental no habían conversado nunca, constituían junto con el PSR un solo grupo parlamentario en esa Asamblea Constituyente.

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