En los
últimos meses de 1977 realizamos una gira de presentación del Partido
Socialista Revolucionario ante varias fuerzas políticas europeas. Yo partí de
Lima para encontrarme con los generales Leonidas Rodríguez y Arturo Valdés y
con Rafael Roncagliolo, que viajaron desde México donde estaban exiliados. Los
cuatro habíamos fundado el PSR en noviembre de 1976. Al terminar noviembre,
llegamos a Madrid, donde se nos unió otro fundador, José María Salcedo, quien
se encontraba en España desde dos meses antes.
En Madrid realizamos charlas ante latinoamericanos, hubo algunas entrevistas periodísticas y, principalmente, conversaciones del más alto nivel con el Partido Socialista Popular, Partido Socialista Obrero Español, PSOE, y el Partido Comunista Español.
En Madrid realizamos charlas ante latinoamericanos, hubo algunas entrevistas periodísticas y, principalmente, conversaciones del más alto nivel con el Partido Socialista Popular, Partido Socialista Obrero Español, PSOE, y el Partido Comunista Español.
En la
capital española vivía y trabajaba Hugo Neira, uno de los grandes intelectuales
peruanos de las últimas décadas y que después de su estancia en España se
trasladaría a Francia –donde obtuvo el grado de Doctor en Ciencias Sociales- y
trabajaría como maestro universitario tanto en Paris como en Tahití por más de
20 años hasta su retiro de la enseñanza. Neira regresó al Perú alrededor del
2005 y aceptó al iniciarse el segundo gobierno de Alan García la dirección de
la Biblioteca Nacional, un encargo que cumplió con brillantez.
Neira
había laborado en SINAMOS en la época en que Leonidas era el Jefe y José María
y yo trabajábamos en el área laboral. Desde semanas antes de nuestra llegada,
José María había estado en contacto con él y organizó una comida en su
departamento para nuestra primera noche en la capital española.
UNA INESPERADA PRESENCIA: CHABUCA GRANDA
Después
de una charla en el Club de Amigos de la UNESCO, llegamos al departamento de
Neira los cinco acompañados de nuestro representante en Madrid, Germán Torres y
su esposa, quienes nos habían ayudado bastante en esa presentación. Creo que
quedaba cerca del Paseo La Castellana. Al llegar vimos que había otros dos
invitados además de Hugo y su pareja. Quedamos gratamente sorprendidos de
comprobar que estaba presente -acompañada de un guitarrista- nada menos que la
célebre compositora peruana Chabuca Granda.
Chabuca
conocía a Leonidas y estuvo muy cariñosa con él y le manifestó su sincera
preocupación por los problemas que pudiera estar pasando por estar en el
exilio. Era una mujer muy buena, pero sin mayor criterio político por lo que no
tardó en recriminarlo por el uso de las palabras socialista y revolucionario en
el nombre del partido. Si te gustan las siglas PSR, podrías haber formado el
partido social reformista, le dijo con mucha seriedad. Hasta parece que quieres
que te crean comunista, añadió. Los demás nos mirábamos incrédulos, pero
Leonidas con tranquilidad y en tono muy cordial le retrucó lo que a su juicio
era la razón de la fundación del PSR y cómo las siglas debían de ser la
consecuencia del nombre y no al revés.
Poco
después apareció otro invitado: Joan Garcés, intelectual y abogado valenciano
que había sido uno de los asesores personales más cercanos a Salvador Allende
en Chile y que había tenido que salir clandestinamente en los días posteriores
al golpe de Pinochet. Se sabía incluso que Garcés había estado conversando con
Allende en el Palacio de La Moneda muy pocas horas antes que los golpistas lo
bombardearan, es decir, había visto al presidente socialista chileno poco antes
de su muerte. Y también se conocía que desde su apresurado regreso a Europa,
Garcés venía impulsando la posibilidad que el Pinochet fuera juzgado por delito
de lesa humanidad.
Nada de
eso tenía por qué saberlo Chabuca Granda.
Tampoco
nadie de los presentes, incluido el propio Garcés sabía que 20 años después
estaría impulsando en Madrid, acompañado de un grupo de abogados e
intelectuales, el primer proceso judicial contra el exdictador, que derivó en
la orden de detención a Pinochet dictada en Londres por el juez británico Evans
a petición de su colega español Baltasar Garzón. Incluso, esa fría noche de
otoño, Garcés no tenía ni idea que en 1993, cuando Estados Unidos
desclasificara cantidad de material secreto sobre el golpe militar chileno,
cruzaría el Atlántico para revisar minuciosamente esos documentos buscando
antecedentes que le permitieran combatir a Pinochet en los tribunales.
EL
MONÓLOGO DE CHABUCA
Pero
volvamos al departamento de Hugo Neira en Madrid ese día de 1977. Al serle presentado,
Chabuca le preguntó a Garcés si conocía América Latina y éste contestó que
había vivido en Chile años atrás. ¿Desde cuándo no regresa allá?, inquirió
nuestra genial compositora. Desde setiembre del 73 en que tuve que dejar el
país, fue la respuesta precisa del español. Aunque no lo dijo, por sus palabras
y el tono en que las dijo, resultaba un sobreentendido que la respuesta
significaba que había salido de Chile a consecuencia del sangriento golpe
contra Allende.
En esos
momentos comenzó un diálogo o mejor dicho un monólogo que causó creciente
incomodidad en todos los peruanos presentes, salvo por cierto en la célebre
compositora que era la única que hablaba:
-
Debería
usted darse una vuelta por Chile…
-
¿?
-
Ahora
por fin se puede vivir con tranquilidad en Santiago…
-
¿?
-
Antes no
se podía caminar por la calles, una se topaba con marchas de protesta...
-
¿?
-
Habían
agitadores por todo lado…
-
¿?
-
Era tal
el caos que a los militares sólo les quedó intervenir para poner orden…
-
¿?
-
Estuve
hace poco en Santiago. Ya es otra la situación,
a la gente se le ve feliz…
-
¿?
-
Las
calles están ordenadas, las paredes limpias, ya no hay afiches, ni pintas…
-
¿?
-
Usted
debería volver a Santiago ahora que ya todo está en orden…
En ese
momento, intervino Hugo y cortó el monólogo. Con voz muy cariñosa, al mismo
tiempo que le hacía una seña al guitarrista para que comenzara a tocar, le dijo
a Chabuca: Por favor deja de hablar de Chile y habla de nuestro Perú en la
forma que mejor lo haces: cantando…
Chabuca
halagada comenzó a cantar, mientras todos respirábamos aliviados, Garcés –que
por cierto sabía bien quien era su interlocutora- la comenzó a escuchar con
cortesía primero y verdadero deleite después…
Al
terminar la canción todos aplaudimos satisfechos. Y Hugo sentenció: A Chabuca
no hay que entenderla sino sólo quererla…
Excelente aporte a la historia.
ResponderBorrarInteresante información, gracias.
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