lunes, 31 de diciembre de 2012

CHABUCA GRANDA Y CHILE DE PINOCHET (1977)

En los últimos meses de 1977 realizamos una gira de presentación del Partido Socialista Revolucionario ante varias fuerzas políticas europeas. Yo partí de Lima para encontrarme con los generales Leonidas Rodríguez y Arturo Valdés y con Rafael Roncagliolo, que viajaron desde México donde estaban exiliados. Los cuatro habíamos fundado el PSR en noviembre de 1976. Al terminar noviembre, llegamos a Madrid, donde se nos unió otro fundador, José María Salcedo, quien se encontraba en España desde dos meses antes.

En Madrid realizamos charlas ante latinoamericanos, hubo algunas entrevistas periodísticas y, principalmente, conversaciones del más alto nivel con el Partido Socialista Popular, Partido Socialista Obrero Español, PSOE, y el Partido Comunista Español.

En la capital española vivía y trabajaba Hugo Neira, uno de los grandes intelectuales peruanos de las últimas décadas y que después de su estancia en España se trasladaría a Francia –donde obtuvo el grado de Doctor en Ciencias Sociales- y trabajaría como maestro universitario tanto en Paris como en Tahití por más de 20 años hasta su retiro de la enseñanza. Neira regresó al Perú alrededor del 2005 y aceptó al iniciarse el segundo gobierno de Alan García la dirección de la Biblioteca Nacional, un encargo que cumplió con brillantez.

Neira había laborado en SINAMOS en la época en que Leonidas era el Jefe y José María y yo trabajábamos en el área laboral. Desde semanas antes de nuestra llegada, José María había estado en contacto con él y organizó una comida en su departamento para nuestra primera noche en la capital española.

UNA INESPERADA PRESENCIA: CHABUCA GRANDA

Después de una charla en el Club de Amigos de la UNESCO, llegamos al departamento de Neira los cinco acompañados de nuestro representante en Madrid, Germán Torres y su esposa, quienes nos habían ayudado bastante en esa presentación. Creo que quedaba cerca del Paseo La Castellana. Al llegar vimos que había otros dos invitados además de Hugo y su pareja. Quedamos gratamente sorprendidos de comprobar que estaba presente -acompañada de un guitarrista- nada menos que la célebre compositora peruana Chabuca Granda.

Chabuca conocía a Leonidas y estuvo muy cariñosa con él y le manifestó su sincera preocupación por los problemas que pudiera estar pasando por estar en el exilio. Era una mujer muy buena, pero sin mayor criterio político por lo que no tardó en recriminarlo por el uso de las palabras socialista y revolucionario en el nombre del partido. Si te gustan las siglas PSR, podrías haber formado el partido social reformista, le dijo con mucha seriedad. Hasta parece que quieres que te crean comunista, añadió. Los demás nos mirábamos incrédulos, pero Leonidas con tranquilidad y en tono muy cordial le retrucó lo que a su juicio era la razón de la fundación del PSR y cómo las siglas debían de ser la consecuencia del nombre y no al revés.

Poco después apareció otro invitado: Joan Garcés, intelectual y abogado valenciano que había sido uno de los asesores personales más cercanos a Salvador Allende en Chile y que había tenido que salir clandestinamente en los días posteriores al golpe de Pinochet. Se sabía incluso que Garcés había estado conversando con Allende en el Palacio de La Moneda muy pocas horas antes que los golpistas lo bombardearan, es decir, había visto al presidente socialista chileno poco antes de su muerte. Y también se conocía que desde su apresurado regreso a Europa, Garcés venía impulsando la posibilidad que el Pinochet fuera juzgado por delito de lesa humanidad.

Nada de eso tenía por qué saberlo Chabuca Granda.

Tampoco nadie de los presentes, incluido el propio Garcés sabía que 20 años después estaría impulsando en Madrid, acompañado de un grupo de abogados e intelectuales, el primer proceso judicial contra el exdictador, que derivó en la orden de detención a Pinochet dictada en Londres por el juez británico Evans a petición de su colega español Baltasar Garzón. Incluso, esa fría noche de otoño, Garcés no tenía ni idea que en 1993, cuando Estados Unidos desclasificara cantidad de material secreto sobre el golpe militar chileno, cruzaría el Atlántico para revisar minuciosamente esos documentos buscando antecedentes que le permitieran combatir a Pinochet en los tribunales.

EL MONÓLOGO DE CHABUCA

Pero volvamos al departamento de Hugo Neira en Madrid ese día de 1977. Al serle presentado, Chabuca le preguntó a Garcés si conocía América Latina y éste contestó que había vivido en Chile años atrás. ¿Desde cuándo no regresa allá?, inquirió nuestra genial compositora. Desde setiembre del 73 en que tuve que dejar el país, fue la respuesta precisa del español. Aunque no lo dijo, por sus palabras y el tono en que las dijo, resultaba un sobreentendido que la respuesta significaba que había salido de Chile a consecuencia del sangriento golpe contra Allende.

En esos momentos comenzó un diálogo o mejor dicho un monólogo que causó creciente incomodidad en todos los peruanos presentes, salvo por cierto en la célebre compositora que era la única que hablaba:

-        Debería usted darse una vuelta por Chile…
-        ¿?
-        Ahora por fin se puede vivir con tranquilidad en Santiago…
-        ¿?
-        Antes no se podía caminar por la calles, una se topaba con marchas de protesta...
-        ¿?
-        Habían agitadores por todo lado…
-        ¿?
-        Era tal el caos que a los militares sólo les quedó intervenir para poner orden…
-        ¿?
-        Estuve hace poco en Santiago. Ya es otra la situación, a la gente se le ve feliz…
-        ¿?
-        Las calles están ordenadas, las paredes limpias, ya no hay afiches, ni pintas…
-        ¿?
-        Usted debería volver a Santiago ahora que ya todo está en orden…

En ese momento, intervino Hugo y cortó el monólogo. Con voz muy cariñosa, al mismo tiempo que le hacía una seña al guitarrista para que comenzara a tocar, le dijo a Chabuca: Por favor deja de hablar de Chile y habla de nuestro Perú en la forma que mejor lo haces: cantando…

Chabuca halagada comenzó a cantar, mientras todos respirábamos aliviados, Garcés –que por cierto sabía bien quien era su interlocutora- la comenzó a escuchar con cortesía primero y verdadero deleite después…

Al terminar la canción todos aplaudimos satisfechos. Y Hugo sentenció: A Chabuca no hay que entenderla sino sólo quererla…

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