Las movilizaciones ciudadanas, principalmente de jóvenes, realizadas
en las últimas semanas, tuvieron como su principal escenario la Plaza San
Martín, lugar emblemático no sólo ahora sino desde hace muchos años. Conocí esa
plaza en mis primeros años, pasé con cierta frecuencia por allí en mi niñez y
prácticamente a diario en mi juventud. No me voy a referirme a las sustanciales
modificaciones en la vida política nacional que las recientes movilizaciones
propiciaron, sino recordar algunas entre las decenas de veces en que allí
estuve como manifestante o en una marcha,
entre 1960 y 1990.
Dos años después me enteré de una concentración del novísimo Partido Demócrata Cristiano en esa plaza, para iniciar una marcha por el jirón de la Unión contra el gobierno de Manuel Prado, movilización que terminó siendo violentamente reprimida por la policía (Ver crónica “Mis recuerdos del Jirón de la Unión” del 22 de enero de 2016). Las cinco cuadras de ese jirón eran el centro de Lima y la Plaza San Martín el espacio público más representativo. Hay que recordar que por esos mismos años en la misma plaza, o al comenzar las calles que allí confluyen -Colmena Derecha, Colmena Izquierda, Quilca- estaban los paraderos iniciales de tranvías, buses y colectivos a los distritos del sur y oeste de Lima y al Callao.
CAÍDA DE DOS MINISTROS ANUNCIADA EN LA PLAZA SAN MARTÍN
Fue en mayo de 1960 que asistí a mi primer mitin en la Plaza San
Martín, convocado por la Federación de Estudiantes del Perú, FEP, que exigía la
renuncia del gabinete ministerial debido a la responsabilidad política por los
vejámenes sufridos por seis universitarios detenidos días atrás en
movilizaciones estudiantiles. Inscrito yo como militante del Partido Demócrata
Cristiano, DC, desde febrero de 1959, tenía claro que la actividad gremial no
debía subordinarse a los intereses partidarios y que debía impulsarse su
desarrollo autónomo. Sin embargo, como el presidente de la FEP, Oscar Espinosa
Bedoya, era DC los militantes democristianos estábamos comprometidos en apoyar
su gestión. En esa ocasión, todos sentimos que la movilización había sido
contundente cuando Luis Gallo Porras, vicepresidente de la república -encargado
de la presidencia por viaje de Prado- se hizo presente en el mitin e informó la
renuncia de los ministros de Gobierno y Policía y de Educación, anuncio que fue
vitoreado por los miles de estudiantes reunidos (Ver crónica “Estudiantes derriban dos ministros” del 28 de agosto de 2018).
CAMPAÑA ELECTORAL DE 1962
Casi
dos años después, el 9 de febrero de 1962, se realizó el mitin de presentación en
Lima de las propuestas de la DC. Aunque no recuerdo los detalles, algunos
problemas había puesto el gobierno para realizar concentraciones en la Plaza
San Martín e incluso, había reprimido
intentos de movilizaciones. Esa sería la razón para que el candidato
presidencial DC, diputado Héctor Cornejo Chávez, afirmara al iniciar su
discurso: “Sin bravatas estridentes pero con la firme y
serena resolución de quien ejercita un legítimo derecho, el Partido Demócrata Cristiano
dijo hace unas semanas, que habría de recuperar para la vida cívica de Lima, esta plaza tradicional que parece hecha para
debatir a cielo abierto y, por eso mismo, democráticamente, los problemas de la Patria y que, sin embargo,
estuvo hasta esta noche clausurada por el argumento aparentemente
incontrastable, de las bombas y de los palos”.
Venía
yo participando en la campaña electoral desde mayo del año anterior (Ver crónica “Las campañas electorales de antaño” del 19 de febrero de 2016), viajando por varias ciudades del país y por
cierto que para el mitin de Lima había colaborado en su organización,
perifoneando desde autos acondicionados con parlantes, repartiendo volantes en
los días y realizando pintas en las noches, por lo que en esa ocasión aplaudí entusiasmado
y grité consignas permanentemente en la Plaza San Martín y, terminado el mitin
acompañé la marcha alrededor de ella del candidato en hombros de jóvenes DC.
MARCHAS Y MÍTINES DE PARTIDO DE GOBIERNO
Pero en la década del 60,
también participé en marchas en la Plaza San Martín. El 3 de julio de 1965, en
momentos en que el país se enlutaba con la muerte de soldados y guerrilleros en
el centro del país, en el local del exclusivo Club Nacional se programó
realizar un inoportuno “baile de debutantes”. En esa oportunidad con un grupo
amplio de jóvenes DC, condenando tal gesto de enorme frivolidad, organizando
una marcha de protesta con algunos carteles muy simples y el acompañamiento de
un estridente bombo. Debió ser una marcha pacífica sólo testimonio de nuestra
censura, pero el estallido de un ruidoso petardo en los alrededores hizo que la
policía arremetiera a varazos para disolver nuestra manifestación. Varios resultaron
golpeados, uno de nuestros militantes con los huesos nasales rotos y tres días
después algunos fuimos detenidos como responsables de la movilización (Ver crónica “El baile de debutantes” del 27 de noviembre de 2012).
Pasados dos años, el 21 de julio de 1967, el
APRA convocó un mitin en la Plaza San Martín para criticar duramente al
gobierno de la Alianza Acción Popular - DC, encabezado por el presidente
Fernando Belaunde. El APRA con su aliado en el Congreso y antiguo enemigo, la
Unión Nacional Odriísta, venía realizando una fuerte obstrucción parlamentaria
y hacia pocas semanas había vuelto a censurar un ministro, no recuerdo si el
octavo o noveno de los diez censurados en ese periodo. En una reunión urgente del
Comité Ejecutivo Nacional del PDC, del cual yo formaba parte, coincidimos que
no existiendo de parte de Acción Popular -en esos momentos con conflictos
internos- ninguna intención de enfrentar públicamente al APRA debíamos hacerlo
nosotros, por lo que citamos para un mitin de respuesta en la misma plaza,
cuatro días después.
Aunque he escrito sobre este mitin DC (Ver crónica “Nueva alianza no logró concretarse” del 24 de octubre de 2014) quiero sólo añadir que hasta hoy recuerdo el
nerviosismo que tuve al hablar ante decenas de miles de personas. A poco más de
un mes de haber cumplido 25 años, como representante de los jóvenes DC me
correspondió ser el primer orador. Evidentemente al estar comprometido con la
actividad política hablar en esa plaza seis u ocho minutos me emocionó, particularmente
en las tres o cuatro oportunidades que mis frases fueron cortadas por aplausos
entusiastas. Días después, al pasar por el Tívoli -una cafetería en
la Colmena Derecha a media cuadra
de la plaza- me pasó la voz un compañero de promoción de mi colegio, Edgardo
“el gringo” Maguiña, quien me felicitó porque me había escuchado y me dijo que
estaba sorprendido de mi seguridad para hablar ante tanto público. Quise
saludarte esa noche pero resultó muy difícil acercarse, me dijo. Si lo hubieras
hecho, hubieras comprobado que tu condiscípulo estaba sudando en pleno invierno
por el nerviosismo que tenía, le contesté sonriendo.
DE DIRIGENTE PERSEGUIDO A VIBRANTE ORADOR EN DOS AÑOS
Pasados
unos diez años, el centro de Lima había cambiado completamente. Cafeterías donde antes
había concurrido, estaban en decadencia. El Tívoli, como el recordado Versailles en la Plaza San Martín, el
Mario en Tacna con Colmena, el Dominó de Galerías Boza, así como el Haití o el
Atlantic ambos en la Plaza de Armas o el City en el jirón Miró Quesada, lucían
distintos. Lo pude constatar en mayo y junio de 1978 que recorrí varias veces
el centro de Lima, para hacer tiempo entre reuniones en otras zonas de Lima,
mientras vivía en clandestinidad. Para el 18 de junio estaban programadas las
elecciones de la Asamblea Constituyente. Como dirigente del Partido Socialista
Revolucionario, PSR, que habíamos fundado dieciocho meses antes, en las semanas
previas a las elecciones sufríamos la persecución que el gobierno del general
Morales Bermúdez desplegaba contra el PSR.
El general Leonidas Rodríguez Figueroa encabezaba la lista
del PSR para la Asamblea Constituyente. Recién en abril había
regresado del exilio de más de un año, junto con otros compañeros. En la
programación de la campaña electoral habíamos considerado un mitin en la Plaza San
Martín la semana anterior a las elecciones. Evidentemente no se pudo realizar,
ya que el 25 de mayo el gobierno ordenó una nueva deportación contra Leonidas, al que no habían logrado
detener, y de varios otros candidatos de izquierda. En plena campaña electoral
había represión contra los partidos de izquierda y el movimiento popular,
incluido el toque de queda. Ni siquiera habíamos comenzado a planificarlo,
cuando abandonamos definitivamente la posibilidad de realizar un mitin de
cierre de nuestra campaña en la emblemática plaza (Ver crónica “Hace 35 años fui un papá de la calle” del 24 de mayo de 2013).
Dos años después, para
las elecciones generales del 18 de mayo de 1980, después de casi trece años
tuve ocasión de observar entusiasmado desde el estrado, un exitoso mitin en la Plaza San Martín. El PSR después de algunos intentos de
avanzar hacia un frente electoral amplio, sólo logró una alianza electoral con
el Partido Comunista Peruano, PCP, llevando como candidato presidencial a Leonidas Rodríguez y Jorge del Prado,
secretario general del PCP e Isidoro Gamarra, presidente de la Confederación
General de Trabajadores del Perú, CGTP, a las vicepresidencias. La votación de
ambos partidos en la Constituyente sumaban más del 12% y al momento de acordar
la alianza que se denominó Unidad de Izquierda no nos imaginamos que juntos no
llegaríamos ni siquiera al 3%. No confiando en las cifras de las encuestas, el
12 de mayo pudimos realizar un concurrido mitin en la Plaza San Martín donde
además de la presencia de militantes y simpatizantes se notó los esfuerzos
organizativos con carteles y banderolas de grupos sindicales y vecinales. Leonidas -de regreso de su segunda deportación-
demostró su pujanza para dirigirse a concentraciones multitudinarias y ganó fervorosos
aplausos.
La campaña electoral no
tuvo mayores contratiempos, ni hubo intentos graves de represión. Para el
régimen no existía ya el peligro de una izquierda con votación significativa. El
gobierno militar exhausto se preparaba para entregar el gobierno al APRA con la
seguridad de qué le guardaría las espaldas, sin considerar qué Fernando Belaunde
podía dar una sorpresa, como finalmente sucedió al ganar la presidencia de la
república de la cual había sido echado por los militares el 3 de octubre de
1968.
APLAUSOS Y PIFIAS A
BARRANTES EN LA PLAZA SAN MARTÍN
Luego de esas
elecciones hubo muchos comentarios comparando la suma de los votos de las
cuatro listas de izquierda en la Constituyente -29%- frente a menos de la mitad
de la suma obtenida por las cinco candidaturas presidenciales -13.85%- y
señalando que mantener la división había castigado a las agrupaciones de
izquierda. Esto impulsó la formación de Izquierda Unida para las elecciones
municipales de noviembre de ese mismo año 1980 y su sorprendente resultado (Ver crónica “Necesidad de unidad venció a la desconfianza” del 26 de mayo de 2017).
En
esas elecciones municipales se consolidó el liderazgo de Alfonso Barrantes y la
Plaza San Martín fue escenario de algo inusual: un mitin celebratorio de los
perdedores. El 28 de noviembre, IU convocó en la Plaza San Martín al “Mitin de
la victoria” celebrando con entusiasmo una derrota que tenía sabor a triunfo,
ya que los resultados la catapultaban como la segunda fuerza electoral, tanto
en Lima como a nivel nacional. Allí se anunció que la alianza electoral se
convertía en un frente político con una dirección que integraban representantes
de los cuatro partidos y los dos frentes que habían asumido la unidad y que
Barrantes se convertía en Presidente de IU. A diez días de haber perdido las
elecciones, las fuerzas izquierdistas respaldaban con su presencia y aplausos
esos acuerdos unitarios. En esos momentos muy pocos sabían que el documento
mostrado por Barrantes, confirmando tales acuerdos, no estaba en esos momentos
firmado por los representantes de todos los
partidos y que se había producido más de un tenso intercambio de palabras entre
dirigentes izquierdistas al pie del estrado sólo minutos antes, que en algún
otro momento relataré.
En
los siguientes seis años, la oratoria de Barrantes cautivó varias veces a
quienes concurrían masivamente a escucharlo. Días después del 9 de noviembre de
1986 en que se realizaron las elecciones municipales, se convocó un mitin de
respaldo al triunfo de Barrantes –quien postulaba a la reelección- y rechazo al
fraude a favor del candidato aprista Jorge del Castillo. Desde el inicio de los
cómputos, los resultados estaban bastante cercanos, tanto que los organismos
electorales recién darían el resultado final con el triunfo del APRA a mediados
de enero del siguiente año. Desde el día de las elecciones hubo acusaciones de
fraude en contra de IU en distintos distritos y fuerte condenaba al apoyo del
presidente Alan García a Del Castillo, comprometiendo incluso la acción
gubernamental.
En
ese mitin de respaldo realizado en la Plaza San Martín, fui testigo de una
rechifla generalizada a Barrantes cuando condenó el fraude pero sin
encarar al APRA y a García. Hay que considerar que el día anterior, después de
coincidir al retirarse del aeropuerto, Barrantes y García se habían ido a
almorzar juntos, para disfrute de periodistas y fotógrafos en búsqueda de primicias.
Alfonso siempre pensó que, siendo el principal líder de la oposición, su
amistad personal con García corría por cuerdas separadas. En el mitin, aunque las
pifias las iniciaron sectores vinculados al Partido Unificado Mariateguista,
PUM y a la Unión
de Izquierda Revolucionaria, UNIR, luego seguidas por la gran mayoría de asistentes.
Luego de algunos momentos de indecisión, Barrantes se dedicó a fustigar al APRA
y a García y logró ser ovacionado sostenidamente por
las decenas de miles de fervorosos partidarios. Mi impresión personal es que
ese día se inició la etapa de desapego de Barrantes con la dirigencia de IU que
culminó seis meses después con su retirada de la conducción del frente (Ver crónica “Barrantes renuncia a presidencia de Izquierda Unida” del 23 de abril de 2018).
DECENAS DE MOVILIZACIONES EN LA PLAZA SAN MARTÍN
Añado
el recuerdo de otro mitin en la Plaza San Martín. Después de 20 años de haber
sido el orador que abrió un mitin en esa afamada plaza, el 20 de agosto de 1987
me tocó cerrar otro. Siendo secretario general del PSR, estaba a cargo de la
coordinación de turno de IU, que organizó una concentración de apoyo a la
estatización de la banca, donde a nombre del frente izquierdista, exigí la participación de los trabajadores en
los directorios de los bancos y rechacé la “apristización” de esas entidades
financieras. Al
natural nerviosismo por hablar a decenas de miles de manifestantes, en esta
ocasión tuve que añadir la intranquilidad suscitada luego del estallido de tres
petardos durante mi intervención.
Entre
finales de la década del 70, luego de instalada la Asamblea Constituyente y la
década del ochenta, fueron numerosas las marchas de protesta entre la Plaza Dos
de Mayo, donde se encontraba el local de la CGTP, y la Plaza Bolívar, sede del
Parlamento, y en esas marchas además de los destacamentos sindicales, marchaban
militantes de partidos de izquierda. Muchas veces, además de la dirigencia
sindical y popular, encabezaban las marchas el Comité Directivo
Nacional de IU. Suman seguramente
más de una docena las veces que pasé por la Plaza San Martín en marchas
políticas o sindicales y varias otras en las que estuve en mítines de izquierda
e incluso observando a la distancia, al borde la plaza, las movilizaciones de
otros partidos.
Como dije en otra oportunidad, en la Plaza San Martín durante
treinta años participé en decenas de mítines y marchas tanto como curioso
espectador, entusiasta participante, preocupado organizador o nervioso orador.
FUENTE
OVEJUNA
Al
finalizar estos relatos debo señalar que las
movilizaciones auto convocadas eran impensables treinta, cuarenta o cincuenta
años atrás. No existía la posibilidad de mantener comunicación en “tiempo real”
de cientos o miles de personas, no se podía pensar en conocer -y menos
observar- la represión contra alguna persona al mismo momento en que se estaba
realizando, la comunicación masiva que cada quien recibe allí donde se encuentra
era algo inimaginable. Una diferencia clara con lo que actualmente pasa es que
antes los distintos tipos de movilizaciones tenían uno o varios convocantes,
carteles que identificaban a todos los contingentes, requerían uno o varios
días de convocatoria y era difícil si se quería gran número de participantes que
se pudieran organizar en reserva y en muy poco tiempo.
Antes
podía haber un grupo pequeño o grande de dirigentes convocantes y que podían
ser responsables de las movilizaciones. Hoy pueden ser cientos o miles los
convocantes y sobre los responsables -que la torpeza de algunos no entienden-
podría encontrarse respuesta no en este siglo XXI sino en el XVII cuando Lope
de Vega escribía: “-¿Quién
es Fuenteovejuna?, -Todo el pueblo, a una".
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