El viernes 21 de julio de 1967, el Partido
Aprista Peruano convocó a un mitin en la Plaza San Martín. El objetivo era
enfrentar aún más al gobierno de la Alianza Acción Popular Democracia Cristiana,
encabezado por el presidente Fernando Belaunde, al cual en los cuatro años
anteriores habían arrinconado gracias a la mayoría conseguida en el Parlamento
al aliarse con la Unión Nacional Odriísta, sus antiguos enemigos.
Pero en la reunión de la directiva DC algo que llamó la atención es que no había por parte de los sectores de Acción Popular más próximos a Belaunde ninguna intención de enfrentar la ofensiva aprista. Era una situación como de resignación a no hacer nada de la prometida renovación en la política peruana a cambio de que se le permitiera llegar al final del mandato. Pese a ser el socio menor de la alianza de gobierno, la DC decidió contestar al Apra cuatro días después, el martes 25, en la misma plaza y a la misma hora. Se quedó en anunciarlo en declaraciones a los medios inmediatamente después de terminado el mitin aprista.
Se comenzó a trabajar en los preparativos. Algo especial fueron los volantes, que se mandaron a imprimir con tal apuro que prácticamente no obedecían a ningún diseño y nadie dijo en la imprenta que consideraran el logo que tenía el papel membretado en que se escribió el texto. Por esa razón, en el único volante de convocatoria no aparecía ninguna referencia al partido y ni siquiera las siglas DC. Javier Silva Ruete quien el mes anterior había terminado su segundo periodo como ministro de Agricultura dijo que buscaría dinero con algunos amigos industriales y al día siguiente regresó con unos 30 mil soles. El dinero sirvió para alquilar un enorme estrado, equipo de luces y sonido para la Plaza, así como equipos portátiles para perifonear desde autos de algunos camaradas todo ese fin de semana. También se contrató pequeños avisos en diarios. Además por cierto, del dinero conseguido por Javier, se recurrió a algunos aportes extraordinarios de otros camaradas.
Tal como habíamos supuesto, en la noche del día 21 los oradores apristas en la nutrida concentración en la Plaza San Martín, insistieron fundamentalmente en el mal manejo económico por parte del gobierno, conocedores que era prácticamente inevitable una gran devaluación, hecho que casi dos meses antes había advertido en privado la Democracia Cristiana al presidente Belaunde (Ver crónica “El jovencito que le dice carajo al presidente, no…” del 24 de marzo de 2014). Pero lo más significativo, del mitin, tal como se preveía, fue la dureza contra el gobierno y la intención de plantearse como alternativa para las siguientes elecciones señalando lo endeble de la Alianza AP DC como gobierno.
Al momento que se anunció que la Democracia Cristiana contestaría al Apra, se señaló que los oradores serían los diputados Rafael Cubas Vinatea y Alfredo García Llosa y el senador Héctor Cornejo Chávez, así como también un representante de la Juventud DC. Los tres eran los principales líderes de la Democracia Cristiana de ese entonces, considerando que siete meses atrás habían renunciado varios otros para formar el Partido Popular Cristiano, entre ellos Luis Bedoya Reyes y Mario Polar.
En la reunión se dijo que Jaime Montoya, como secretario general de la Juventud DC, debía ser el orador pero él dijo que prefería decidirlo colectivamente. La conversación con los integrantes de la directiva de la JDC me la contaron luego, ya que yo no la integraba. Jaime no aceptó ser orador. Lo hizo por desprendimiento personal y un sentido de equipo que caracterizó a ese grupo de dirigentes jóvenes que en la década del 60 estuvimos en distintas instancias de dirección en el Partido Demócrata Cristiano, la Juventud DC y los frentes estudiantiles social cristianos. En la reunión planteó que los oradores podíamos ser Rafael Roncagliolo o yo. Por un lado, era una forma de valorar que Rafo hubiese asumido la presidencia de la Juventud Demócrata Cristiana de América Latina mes y medio antes. Por otro lado, se consideraba que yo había desarrollado amplia legitimidad partidaria y un cierto liderazgo que había trascendido a los medios por haber encabezado a la Juventud DC en el debate político con los sectores conservadores del partido que habían determinado la renuncia de éstos para formar el Partido Popular Cristiano.
La decisión fue que hablara yo. Poco después me lo comunicó Jaime. Se llegó a la decisión pragmáticamente. Como en menos de dos años debían realizarse elecciones para presidente, vicepresidentes y parlamentarios, la Juventud DC aspiraba a integrar las listas y asegurar que en Lima por lo menos uno fuera en los primeros lugares. Había consenso en que Rafo o yo podíamos estar en esa lista. Sin embargo para la fecha de las elecciones yo estaría a punto de cumplir 27 años y Rafo tendría 24 y medio. Como la edad mínima era 25, se consideró que si mi nombre podía ser la propuesta de la JDC, era importante promocionarlo ya y qué mejor ocasión que en ese mitin.
Al conocerse esta determinación no faltaron algunas voces que la cuestionaran. Debe hablar Rafo flamante presidente de la JUDCA o, en todo caso, Jaime Montoya, secretario general de la JDC y no Alfredo que si bien es miembro del CEN del partido ya no es dirigente de la JDC, murmuraban algunos pocos. El día anterior al mitin, en el local del partido algunos insistieron con el nombre de Rafo e incluso alguien lo buscó para “acusar” a la directiva de la JDC de haberse dejado utilizar para dejarlo fuera de carrera, ignorando que él había participado del acuerdo.
La noche del mitin, martes 25 de julio, hacía mucho frío y estaba lloviendo. No tengo en la memoria quiénes habían “calentando” la plaza con arengas ni quién estaba como maestro de ceremonias. En todo caso dio inicio al acto invitando a cantar el Himno Nacional. Mientras todos cantaban menos yo -aunque la música del himno es quizá la única que identifico soy absolutamente desafinado como para atreverme a cantar algo- vi subir al estrado a Rafo con abrigo con el cuello levantado. Me enteré que estaba con una bronquitis, por lo que le pregunté en voz baja qué hacia allí. “Sólo vengo a presentarte y me regreso a la cama inmediatamente”, me dijo. Y al notar en mi cara mi tácita interrogación del por qué, me respondió que era la forma de hacer evidente que éramos parte de un mismo equipo y que no valía con nosotros intentar enfrentar a unos contra otros como algunos “mierdas” querían.
Recuerdo que inicié mis palabras con la frase de Manuel Gonzáles Prada en un discurso crítico a las clases dirigentes después de perder la Guerra con Chile: “los viejos a la tumba, los jóvenes a la obra”. El pensamiento de este intelectual peruano de finales del siglo XIX e inicios del siglo XX había sido muchas veces reivindicado por el Partido Aprista. Dije algo así como que “hoy son los viejos los que van a la obra de obstrucción a cualquier reforma y son los jóvenes que militaron en el Apra los que están en la tumba”. Resalté la edad de los más caracterizados dirigentes apristas de esa época, la mayoría sobre los 60 años y la juventud de los ex apristas que murieron integrando la guerrilla del Movimiento de Izquierda Revolucionario. También contrasté la labor en favor del statu quo de los parlamentarios apristas frente a la renovación que las nuevas generaciones exigían en esa época.
Hablar en la Plaza San Martín me había inicialmente generado algún nerviosismo. Se trataba del escenario de las principales concentraciones políticas desde los años treinta y que mantendría su importancia incluso después de terminar el siglo 20. Pero ya en el estrado sólo me concentré en lo que iba a decir. Fue recién después de terminar que me fijé de cómo estaba la Plaza. Y me sorprendí gratamente. A la indudable movilización de ciudadanos por escuchar al PDC, el equipo de propaganda a cargo de Luis Michelucci había tomado una serie de medidas. Adelantar el estrado hasta el borde la plaza, cubrir con enormes banderolas tanto los huecos que generaban las grandes bancas de mármol, como las salidas de la plaza. Todo eso unido a una buena iluminación y graduación de los parlantes para que el sonido no llegara hasta las calles laterales para que quien quisiera escuchar tuviese que acercarse a la plaza misma. El resultado: un imponente mitin que nada tenía que envidiar al del Partido Aprista días antes.
Los siguientes oradores eran los tres líderes más importantes de la Democracia Cristiana. Rafael Cubas que en ese momento integraba una importantísima comisión investigadora parlamentaria –más conocida como la Comisión Vargas Haya, por los apellidos de quien la presidía- se dedicó justamente tocar el tema de los grupos económicos vinculados al contrabando y el grave daño que hacían al erario nacional. García Llosa, que en ese año había sido elegido presidente del partido, se centró en el obstruccionismo parlamentario que incluía haberle quitado fuerza a la ley de Reforma Agraria y las interpelaciones y censuras contra los distintos Gabinetes, que en esa etapa ya eran tres. Por su parte, Cornejo quien antes que senador y ex presidente del PDC era el principal líder del partido, tuvo a su cargo el discurso de fondo. En realidad en su discurso, además del ataque a los sectores derechistas, representados por la coalición Apra-Uno, se centró en poner las bases de lo que debería ser el plan de gobierno que desde 1969 profundizara las reformas del gobierno de la Alianza Acción Popular - Democracia Cristiana.
Las palabras de Cornejo Chávez en realidad representaban el inicio de lo que meses después estaría muy claro. Las banderas originales de la Alianza AP-DC estaban representadas por la DC y por el sector de Acción Popular que encabezaba el primer vicepresidente de la república, Edgardo Seoane, quien había sido elegido en febrero de 1967 secretario general de su partido en un congreso nacional realizado en Cajamarca, con la notoria oposición de los dirigentes más allegados a Palacio.
Poco más de un mes después de ese mitin, luego de la devaluación de alrededor de 40% a fines de agosto que determinó la renuncia del Gabinete Becerra de la Flor, el presidente decidió calmar el descontento popular recurriendo a la figura de Seoane para que presidiera el Consejo de Ministros. Seoane estaba asociado a las promesas iniciales de la Alianza AP-DC. Sin embargo su paso por el cargo fue fugaz, apenas un par de meses, del 6 de setiembre al 17 noviembre de 1967, fecha en que renunció después de producirse la derrota de la Alianza en las elecciones complementarias en Lima para cubrir una vacante en el Parlamento. Durante su corta gestión, Seoane no sólo tenía la oposición de la Coalición Apra - UNO sino de los círculos cercanos al presidente Belaunde. Su renuncia coincidió con el rompimiento de la Alianza por decisión de la Democracia Cristiana el mismo día de esas elecciones. Aunque después de la ruptura de la Alianza, el Partido Demócrata Cristiano comenzó a reforzar su organización no descuidó su relación con la dirigencia de Acción Popular que no sólo mantuvo autonomía del gobierno sino que cada vez tomó mayor distancia, particularmente cuando después de otro gabinete encabezado por el jurista Raúl Ferrero Rebagliati que duró poco más de seis meses, Belaunde juramentó en el 31 de mayo de 1968 un nuevo Consejo de Ministros encabezado por el médico Oswaldo Hercelles y que fue conocido como el “gabinete conversado” porque incluyó a figuras independientes y contó con el tácito beneplácito del Partido Aprista y parte de los odriístas.
Un año después del mitin en la Plaza San Martín, varios dirigentes de la Democracia Cristiana veníamos reuniéndonos con regularidad con esa dirigencia de AP enfrentada a su jefe y fundador Fernando Belaunde- -particularmente con Benjamín Doig y Raúl Peña Cabrera- y también se comenzó a conversar con sectores de la izquierda (Ver crónica “Dos políticos arequipeños hablan por primera vez” del 15 de diciembre de 2012).
El 28 de julio, en su Mensaje a la Nación, Belaunde anunció un arreglo sobre los yacimientos de Talara con la International Petroleum Company, sin especificar de qué se trataba. En las semanas siguientes se dieron toda suerte de especulaciones sobre este asunto. Desde muchos años atrás, especialmente desde fines de la década del 50 se había cuestionado los derechos de propiedad de esa empresa sobre los yacimientos de la Brea y Pariñas. Existía un amplio movimiento a favor de su nacionalización. Era un símbolo vinculado a la dignidad nacional y se conocía que sectores militares eran muy sensibles a este tema.
Cinco años antes, Belaunde en su primer mensaje había prometido que en 90 días solucionaría definitivamente este problema y desde finales de 1963 se le reclamaba cumplir con lo ofrecido. De hecho la Democracia Cristiana se lo había demandado también (Ver crónica “…sólo un loco nadaría hasta el Callao” del 20 de abril de 2013).
Estos cuestionamientos eran apoyados intensamente por el diario “El Comercio”. Y por cierto por la Democracia Cristiana y sus parlamentarios y por la directiva de Acción Popular y un grupo de sus parlamentarios. La coincidencia entre las dirigencias de dos partidos que habían sido aliados hasta diez meses atrás, hacía pensar a mediados de setiembre las posibilidades de un frente que además incluyera a fuerzas de izquierda. Los observadores señalaban que seguramente habría problemas cuando se tuviera que decidir por una candidatura presidencial: ¿Edgardo Seoane o Héctor Cornejo? Nunca hubo oportunidad de responder a esa pregunta.
Un par de semanas después se produjo el derrocamiento de Belaunde por parte de la Fuerza Armada. El 3 de octubre se instaló el Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada encabezado por el general Juan Velasco Alvarado como presidente de la república. En más de una oportunidad cuando se reunía con la prensa, Velasco tenía a su lado al Jefe de Prensa de Palacio, Augusto Zimmermann Zavala…
A dos años de las elecciones previstas para
junio de 1969, el Apra comenzaba a plantearse públicamente como alternativa
culminando su evolución que lo había llevado de partido perseguido por el
gobierno del general Manuel Odría entre 1948 y 1956 a aliado de los seguidores
del ex dictador desde 1963, pasando por el apoyo entre 1956 a 1962 a un
gobierno de “convivencia” encabezado por Manuel Prado, mandatario al que había
enfrentado por ser símbolo de la plutocracia entre 1939 y 1945.
PREPARÁNDOSE PARA ENFRENTAR AL APRA
El día anterior al mitin aprista hubo una
reunión de emergencia del Comité Ejecutivo Nacional del Partido Demócrata
Cristiano, del cual formaba parte. Se analizó la situación considerando que
seguramente sería la expresión pública del endurecimiento del enfrentamiento
del Apra con el gobierno, que ya venía expresándose en bloqueo a iniciativas
gubernamentales en el Congreso junto a sus aliados de la Unión Nacional
Odriísta, incluyendo el reiterado llamado a los ministros para ser interpelados
y en algunos casos censurados. Incluso el 15 de setiembre de 1965 el presidente
Belaunde había decidido formar un gabinete parlamentario encabezado por el
senador Daniel Becerra de la Flor para tratar de lograr una cierta tregua, pero
lo consiguió por muy poco tiempo, ya que pocos meses después, en febrero de
1966, fue censurado por el Senado el más joven parlamentario y en ese momento
ministro de Justicia, el democristiano Valentín Paniagua. Y a lo largo de ese
mismo año otros tres ministros parlamentarios fueron censurados. Y días antes,
en los primeros días de julio de 1967, se había censurado al ministro de
Gobierno y Policía, Luis Alayza Escardó aunque éste no era parlamentario sino
que había reemplazado meses atrás al censurado diputado Javier Alva Orlandini.
Pero en la reunión de la directiva DC algo que llamó la atención es que no había por parte de los sectores de Acción Popular más próximos a Belaunde ninguna intención de enfrentar la ofensiva aprista. Era una situación como de resignación a no hacer nada de la prometida renovación en la política peruana a cambio de que se le permitiera llegar al final del mandato. Pese a ser el socio menor de la alianza de gobierno, la DC decidió contestar al Apra cuatro días después, el martes 25, en la misma plaza y a la misma hora. Se quedó en anunciarlo en declaraciones a los medios inmediatamente después de terminado el mitin aprista.
Se comenzó a trabajar en los preparativos. Algo especial fueron los volantes, que se mandaron a imprimir con tal apuro que prácticamente no obedecían a ningún diseño y nadie dijo en la imprenta que consideraran el logo que tenía el papel membretado en que se escribió el texto. Por esa razón, en el único volante de convocatoria no aparecía ninguna referencia al partido y ni siquiera las siglas DC. Javier Silva Ruete quien el mes anterior había terminado su segundo periodo como ministro de Agricultura dijo que buscaría dinero con algunos amigos industriales y al día siguiente regresó con unos 30 mil soles. El dinero sirvió para alquilar un enorme estrado, equipo de luces y sonido para la Plaza, así como equipos portátiles para perifonear desde autos de algunos camaradas todo ese fin de semana. También se contrató pequeños avisos en diarios. Además por cierto, del dinero conseguido por Javier, se recurrió a algunos aportes extraordinarios de otros camaradas.
Tal como habíamos supuesto, en la noche del día 21 los oradores apristas en la nutrida concentración en la Plaza San Martín, insistieron fundamentalmente en el mal manejo económico por parte del gobierno, conocedores que era prácticamente inevitable una gran devaluación, hecho que casi dos meses antes había advertido en privado la Democracia Cristiana al presidente Belaunde (Ver crónica “El jovencito que le dice carajo al presidente, no…” del 24 de marzo de 2014). Pero lo más significativo, del mitin, tal como se preveía, fue la dureza contra el gobierno y la intención de plantearse como alternativa para las siguientes elecciones señalando lo endeble de la Alianza AP DC como gobierno.
Al momento que se anunció que la Democracia Cristiana contestaría al Apra, se señaló que los oradores serían los diputados Rafael Cubas Vinatea y Alfredo García Llosa y el senador Héctor Cornejo Chávez, así como también un representante de la Juventud DC. Los tres eran los principales líderes de la Democracia Cristiana de ese entonces, considerando que siete meses atrás habían renunciado varios otros para formar el Partido Popular Cristiano, entre ellos Luis Bedoya Reyes y Mario Polar.
SENTIDO DE EQUIPO EN LA JUVENTUD DC
En la reunión se dijo que Jaime Montoya, como secretario general de la Juventud DC, debía ser el orador pero él dijo que prefería decidirlo colectivamente. La conversación con los integrantes de la directiva de la JDC me la contaron luego, ya que yo no la integraba. Jaime no aceptó ser orador. Lo hizo por desprendimiento personal y un sentido de equipo que caracterizó a ese grupo de dirigentes jóvenes que en la década del 60 estuvimos en distintas instancias de dirección en el Partido Demócrata Cristiano, la Juventud DC y los frentes estudiantiles social cristianos. En la reunión planteó que los oradores podíamos ser Rafael Roncagliolo o yo. Por un lado, era una forma de valorar que Rafo hubiese asumido la presidencia de la Juventud Demócrata Cristiana de América Latina mes y medio antes. Por otro lado, se consideraba que yo había desarrollado amplia legitimidad partidaria y un cierto liderazgo que había trascendido a los medios por haber encabezado a la Juventud DC en el debate político con los sectores conservadores del partido que habían determinado la renuncia de éstos para formar el Partido Popular Cristiano.
La decisión fue que hablara yo. Poco después me lo comunicó Jaime. Se llegó a la decisión pragmáticamente. Como en menos de dos años debían realizarse elecciones para presidente, vicepresidentes y parlamentarios, la Juventud DC aspiraba a integrar las listas y asegurar que en Lima por lo menos uno fuera en los primeros lugares. Había consenso en que Rafo o yo podíamos estar en esa lista. Sin embargo para la fecha de las elecciones yo estaría a punto de cumplir 27 años y Rafo tendría 24 y medio. Como la edad mínima era 25, se consideró que si mi nombre podía ser la propuesta de la JDC, era importante promocionarlo ya y qué mejor ocasión que en ese mitin.
Al conocerse esta determinación no faltaron algunas voces que la cuestionaran. Debe hablar Rafo flamante presidente de la JUDCA o, en todo caso, Jaime Montoya, secretario general de la JDC y no Alfredo que si bien es miembro del CEN del partido ya no es dirigente de la JDC, murmuraban algunos pocos. El día anterior al mitin, en el local del partido algunos insistieron con el nombre de Rafo e incluso alguien lo buscó para “acusar” a la directiva de la JDC de haberse dejado utilizar para dejarlo fuera de carrera, ignorando que él había participado del acuerdo.
La noche del mitin, martes 25 de julio, hacía mucho frío y estaba lloviendo. No tengo en la memoria quiénes habían “calentando” la plaza con arengas ni quién estaba como maestro de ceremonias. En todo caso dio inicio al acto invitando a cantar el Himno Nacional. Mientras todos cantaban menos yo -aunque la música del himno es quizá la única que identifico soy absolutamente desafinado como para atreverme a cantar algo- vi subir al estrado a Rafo con abrigo con el cuello levantado. Me enteré que estaba con una bronquitis, por lo que le pregunté en voz baja qué hacia allí. “Sólo vengo a presentarte y me regreso a la cama inmediatamente”, me dijo. Y al notar en mi cara mi tácita interrogación del por qué, me respondió que era la forma de hacer evidente que éramos parte de un mismo equipo y que no valía con nosotros intentar enfrentar a unos contra otros como algunos “mierdas” querían.
HABLANDO EN LA PLAZA SAN MARTÍN
Recuerdo que inicié mis palabras con la frase de Manuel Gonzáles Prada en un discurso crítico a las clases dirigentes después de perder la Guerra con Chile: “los viejos a la tumba, los jóvenes a la obra”. El pensamiento de este intelectual peruano de finales del siglo XIX e inicios del siglo XX había sido muchas veces reivindicado por el Partido Aprista. Dije algo así como que “hoy son los viejos los que van a la obra de obstrucción a cualquier reforma y son los jóvenes que militaron en el Apra los que están en la tumba”. Resalté la edad de los más caracterizados dirigentes apristas de esa época, la mayoría sobre los 60 años y la juventud de los ex apristas que murieron integrando la guerrilla del Movimiento de Izquierda Revolucionario. También contrasté la labor en favor del statu quo de los parlamentarios apristas frente a la renovación que las nuevas generaciones exigían en esa época.
Hablar en la Plaza San Martín me había inicialmente generado algún nerviosismo. Se trataba del escenario de las principales concentraciones políticas desde los años treinta y que mantendría su importancia incluso después de terminar el siglo 20. Pero ya en el estrado sólo me concentré en lo que iba a decir. Fue recién después de terminar que me fijé de cómo estaba la Plaza. Y me sorprendí gratamente. A la indudable movilización de ciudadanos por escuchar al PDC, el equipo de propaganda a cargo de Luis Michelucci había tomado una serie de medidas. Adelantar el estrado hasta el borde la plaza, cubrir con enormes banderolas tanto los huecos que generaban las grandes bancas de mármol, como las salidas de la plaza. Todo eso unido a una buena iluminación y graduación de los parlantes para que el sonido no llegara hasta las calles laterales para que quien quisiera escuchar tuviese que acercarse a la plaza misma. El resultado: un imponente mitin que nada tenía que envidiar al del Partido Aprista días antes.
Los siguientes oradores eran los tres líderes más importantes de la Democracia Cristiana. Rafael Cubas que en ese momento integraba una importantísima comisión investigadora parlamentaria –más conocida como la Comisión Vargas Haya, por los apellidos de quien la presidía- se dedicó justamente tocar el tema de los grupos económicos vinculados al contrabando y el grave daño que hacían al erario nacional. García Llosa, que en ese año había sido elegido presidente del partido, se centró en el obstruccionismo parlamentario que incluía haberle quitado fuerza a la ley de Reforma Agraria y las interpelaciones y censuras contra los distintos Gabinetes, que en esa etapa ya eran tres. Por su parte, Cornejo quien antes que senador y ex presidente del PDC era el principal líder del partido, tuvo a su cargo el discurso de fondo. En realidad en su discurso, además del ataque a los sectores derechistas, representados por la coalición Apra-Uno, se centró en poner las bases de lo que debería ser el plan de gobierno que desde 1969 profundizara las reformas del gobierno de la Alianza Acción Popular - Democracia Cristiana.
Las palabras de Cornejo Chávez en realidad representaban el inicio de lo que meses después estaría muy claro. Las banderas originales de la Alianza AP-DC estaban representadas por la DC y por el sector de Acción Popular que encabezaba el primer vicepresidente de la república, Edgardo Seoane, quien había sido elegido en febrero de 1967 secretario general de su partido en un congreso nacional realizado en Cajamarca, con la notoria oposición de los dirigentes más allegados a Palacio.
INICIO DE UN FRENTE QUE NO PUDO SER
Poco más de un mes después de ese mitin, luego de la devaluación de alrededor de 40% a fines de agosto que determinó la renuncia del Gabinete Becerra de la Flor, el presidente decidió calmar el descontento popular recurriendo a la figura de Seoane para que presidiera el Consejo de Ministros. Seoane estaba asociado a las promesas iniciales de la Alianza AP-DC. Sin embargo su paso por el cargo fue fugaz, apenas un par de meses, del 6 de setiembre al 17 noviembre de 1967, fecha en que renunció después de producirse la derrota de la Alianza en las elecciones complementarias en Lima para cubrir una vacante en el Parlamento. Durante su corta gestión, Seoane no sólo tenía la oposición de la Coalición Apra - UNO sino de los círculos cercanos al presidente Belaunde. Su renuncia coincidió con el rompimiento de la Alianza por decisión de la Democracia Cristiana el mismo día de esas elecciones. Aunque después de la ruptura de la Alianza, el Partido Demócrata Cristiano comenzó a reforzar su organización no descuidó su relación con la dirigencia de Acción Popular que no sólo mantuvo autonomía del gobierno sino que cada vez tomó mayor distancia, particularmente cuando después de otro gabinete encabezado por el jurista Raúl Ferrero Rebagliati que duró poco más de seis meses, Belaunde juramentó en el 31 de mayo de 1968 un nuevo Consejo de Ministros encabezado por el médico Oswaldo Hercelles y que fue conocido como el “gabinete conversado” porque incluyó a figuras independientes y contó con el tácito beneplácito del Partido Aprista y parte de los odriístas.
Un año después del mitin en la Plaza San Martín, varios dirigentes de la Democracia Cristiana veníamos reuniéndonos con regularidad con esa dirigencia de AP enfrentada a su jefe y fundador Fernando Belaunde- -particularmente con Benjamín Doig y Raúl Peña Cabrera- y también se comenzó a conversar con sectores de la izquierda (Ver crónica “Dos políticos arequipeños hablan por primera vez” del 15 de diciembre de 2012).
UN GOLPE ANUNCIADO
El 28 de julio, en su Mensaje a la Nación, Belaunde anunció un arreglo sobre los yacimientos de Talara con la International Petroleum Company, sin especificar de qué se trataba. En las semanas siguientes se dieron toda suerte de especulaciones sobre este asunto. Desde muchos años atrás, especialmente desde fines de la década del 50 se había cuestionado los derechos de propiedad de esa empresa sobre los yacimientos de la Brea y Pariñas. Existía un amplio movimiento a favor de su nacionalización. Era un símbolo vinculado a la dignidad nacional y se conocía que sectores militares eran muy sensibles a este tema.
Cinco años antes, Belaunde en su primer mensaje había prometido que en 90 días solucionaría definitivamente este problema y desde finales de 1963 se le reclamaba cumplir con lo ofrecido. De hecho la Democracia Cristiana se lo había demandado también (Ver crónica “…sólo un loco nadaría hasta el Callao” del 20 de abril de 2013).
En la madrugada del 13 de agosto se firmó el
“Acta de Talara” por la cual el gobierno y la IPC convinieron en los términos
de solución del litigio, por el cual los terrenos pasaban a la Empresa
Petrolera Fiscal y la refinería quedaba en manos de la empresa norteamericana.
No es objeto de esta crónica llegar al detalle
sobre esta decisión que a la postre significaría la caída del régimen. Sí
señalaremos que el siguiente mes y medio el debate nacional se centró en este
punto. Partidos políticos, organizaciones sindicales, medios de comunicación,
gremios profesionales, se expresaron en contra de los términos del acuerdo.
Esta oposición se hizo incluso más fuerte cuando en la primera semana de
setiembre renunció el directorio de la EPF y su presidente denunció la
desaparición de la página 11 del acta, justamente allí donde estaban anotadas
condiciones a favor de la empresa estatal.
Estos cuestionamientos eran apoyados intensamente por el diario “El Comercio”. Y por cierto por la Democracia Cristiana y sus parlamentarios y por la directiva de Acción Popular y un grupo de sus parlamentarios. La coincidencia entre las dirigencias de dos partidos que habían sido aliados hasta diez meses atrás, hacía pensar a mediados de setiembre las posibilidades de un frente que además incluyera a fuerzas de izquierda. Los observadores señalaban que seguramente habría problemas cuando se tuviera que decidir por una candidatura presidencial: ¿Edgardo Seoane o Héctor Cornejo? Nunca hubo oportunidad de responder a esa pregunta.
En esos días, Seoane y Héctor Cornejo fueron
invitados a comer a casa de don Luis Miro Quesada, director de “El Comercio”,
patriarca de esa familia de periodistas e intelectuales. Con absoluta lucidez a
sus casi 88 años instó a ambos a apresurar los pasos para la constitución de un
frente, ya que -les dijo- quedaba poquísimo tiempo. Si no es así habría que
pensar en otra solución, remarcó. Don Luis tenía a su lado al jefe de la Página
Política del diario, Augusto Zimmermann Zavala.
Para Seoane y Cornejo de acuerdo a lo que
conversaban con las directivas de sus partidos había que apurarse para tener un
frente político y electoral listo por lo menos seis meses antes de las
elecciones. Algo de tiempo había todavía, seguramente pensaban. Lo que no
tenían por qué imaginarse era el sentido de la palabra “tiempo” para don Luis.
Tampoco podían imaginarse que pocos días después, el 22 de setiembre, Fernando Belaunde en su
calidad de Jefe Nato de Acción Popular destituyera de sus cargos partidarios a
Seoane y su directiva. Al rechazar esa decisión hubo varios días de escaramuzas
entre grupos partidarios por el control de los locales, particularmente el central
que quedaba en la avenida La Colmena.
Un par de semanas después se produjo el derrocamiento de Belaunde por parte de la Fuerza Armada. El 3 de octubre se instaló el Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada encabezado por el general Juan Velasco Alvarado como presidente de la república. En más de una oportunidad cuando se reunía con la prensa, Velasco tenía a su lado al Jefe de Prensa de Palacio, Augusto Zimmermann Zavala…
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