A las 9 y 30 de una noche de mayo de 1978 llegamos con Paco Moncloa a una quinta de Miraflores a una cuadra de la avenida Pardo. Integrantes del equipo de seguridad del Partido Socialista Revolucionario nos dijeron que era un refugio seguro. Sin embargo en media hora, hasta que comenzó el toque de queda, llamaron a la puerta por lo menos tres personas. Y luego un par más, cuando se suponía que nadie podía circular. Todas, reconociéndonos o intuyendo que estábamos clandestinos, nos preguntan sobre la situación política y las medidas que tomarían los partidos de izquierda. Cuando termina el desfile de visitantes, Paco me dice es como si nos hubiesen dejado en una mesa del Haití, por donde todos pasan y todos nos pueden ver.
El 19 de mayo las más importantes organizaciones gremiales convocaron un paro nacional para los días 22 y 23 contra las medidas económicas puestas en marcha por el gobierno de Morales Bermúdez, planteando la derogatoria de un decreto que ponía en riesgo la estabilidad laboral y exigiendo aumento de sueldos y salarios.
CAMPAÑA ELECTORAL SIN GARANTÍAS, CON DETENCIONES Y TOQUE DE QUEDA
Frente al anuncio del paro, el gobierno decide una seria de medidas que se conocieron en los primeros minutos del sábado 20 en televisión y horas después en los diarios, sosteniendo que las medidas económicas eran para reactivar la economía que pasaba por una grave situación. Pero además notifica la declaratoria del estado de emergencia en todo el país, la suspensión de las garantías constitucionales, la suspensión de revistas y periódicos no diarios, así como la suspensión de los espacios radiales y de televisión concedidos a los partidos que participaban del proceso electoral para la Asamblea Constituyente.
Ese mismo día trasciende la detención de varios dirigentes sindicales. Sin embargo, el paro se inicia exitosamente el 22, ante lo cual el gobierno decreta “toque de queda” en Lima y Callao entre las diez de la noche y las cinco de la mañana. Como el paro continúa con igual intensidad el 23, los noticieros de la televisión informan que el “toque de queda” se extiende a otras zonas del país. Pero también informan de un accidente de tránsito sufrido horas antes por un vehículo del Ejército y de otro accidente días antes de un vehículo de la Guardia Civil y los relaciona con la situación creado por el paro nacional. Incluso el noticiero “24 horas” culpa del clima de agitación a un partido “que se dice socialista y revolucionario”.
A menos de cuatro semanas de las elecciones de la Asamblea Constituyente que deben realizarse el 18 de junio, las condiciones de represión hacen inviable cualquier campaña electoral. El 24 nos confirman que se han producido detenciones de varios candidatos de izquierda, entre ellos José Luis Alvarado, Pepe Lucho, candidato del PSR. La dirigencia del partido decide suspender todas las actividades de la campaña electoral.
Estaba establecido quiénes debían pasar a la clandestinidad en determinados casos. Paco y yo estábamos entre quienes debían resguardarse. Aunque lo mejor era que no se juntaran dos dirigentes en el mismo sitio, en la emergencia, se nos acomodó en esa casa de Miraflores a Paco y a mí “sólo por esta noche”, indicándonos que era un lugar sumamente seguro.
Pero considerando que la casa era más bien insegura por lo concurrida, decidimos dejar el lugar al día siguiente a primera hora. Luego nos enteraríamos que era la casa donde había vivido hasta muy pocos meses antes una reconocida artista y conocida luchadora social de gran calidad humana, considerada como “ultraizquierdista” y un lugar al que más de una vez había llegado la policía tratando de sorprender la realización de alguna reunión político-sindical.
RESGUARDADA UNA ANTIGUA PERSEGUIDA
Vale como paréntesis decir que poco más de 33 años después, el sábado 30 de julio de 2011 a las siete de la mañana, mientras realizaba mi caminata matinal cerca de mi casa en la Urbanización La Capullana, vi que policías de civil se encontraba en la puerta de la casa de esa dirigente izquierdista –y en los últimos años una reconocida feminista- situada en la misma urbanización. Unos cinco efectivos –dos o tres mujeres entre ellos- estaban en un auto y una camioneta. No buscaban apresarla, sino resguardarla. Aida García Naranjo, “Mocha” para sus amigos, había juramentado dos días antes como ministra de la Mujer y Desarrollo Social, encargo que con entusiasmo y entrega –al mismo tiempo que enfrentando decididamente a sus detractores- desempeñó los casi cuatro meses y medio que duró el primer gabinete del presidente Ollanta Humala.
Pero regresemos a mayo de 1978 a la casa donde había vivido Mocha. Me cuesta dormir. Pienso en mi padre muerto hace tres años que al día siguiente, 25 de mayo, hubiese cumplido 76 años. Yo cumpliré 36 en dos semanas. Extraño a mi esposa y mis dos hijos. Uno de cuatro años y dos meses y la otra a pocos días de cumplir tres, operada de las amígdalas el mes anterior. No sabemos todavía que otra hija ya está en camino y que nacerá en menos de ocho meses.
Aunque quiero pensar que será como otras en oportunidades, un par de días fuera de la casa, presiento que esta vez puede ser más.
UNA MANO DEBAJO DE LA CAMA
En la mañana abro los ojos y lo primero que noto es una mano que sobresale debajo de la cama vecina. No llego a asustarme ya que casi inmediatamente recuerdo que comparto la habitación con Moncloa, gran persona, agudo analista político y apasionado periodista. Unos siete años antes, Paco había perdido el brazo derecho en las rotativas del diario “Expreso” del cual era sub director y desde entonces camina con una prótesis que termina en guante de goma en forma de mano y que se la quita para dormir. Salimos rápido, buscamos algún sitio discreto para tomar desayuno y leer periódicos. Previamente, de un teléfono público, llama a Irma su esposa para saber si lo han ido a buscar. En el punto de contacto que nos habían dado para las 10 de la mañana nadie nos da el encuentro, lo que significa que quedamos “descolgados”.
Felizmente sabíamos buscar alternativas por la experiencia previa, cuando recién nacido el partido no contábamos con equipo de seguridad. Lo que no sabíamos es que tal equipo había comenzado a actuar con un criterio que luego calificaríamos como fraccionalista, ya que existía un sector partidario discrepante con la mayoría de quienes integrábamos la dirección. Paco está seguro que él será el último dirigente del PSR al que el “Gaucho” Cisneros, ministro del Interior, ordenará detener. Algo me explicó la noche anterior –aunque estaba demasiado tenso para tomar atención- que con los Cisneros fueron vecinos o amigos en su juventud. Prefiero regresar a mi casa, tengo 60 años y un brazo menos, me dice. Además, aunque mi teléfono esté intervenido, puedo funcionar como central telefónica si ustedes se manejan desde teléfonos públicos, me explica. Establecimos algunos puntos de contacto y nos despedimos.
En las siguientes horas tomo algunos contactos y consigo informaciones. Además de Pepe Lucho, han detenido a dos marinos velasquistas, estrechamente vinculados al partido, que integran nuestra lista a la Asamblea Constituyente, los vice almirantes José Arce Larco y Guillermo Faura, ambos ex ministros de Marina del general Velasco. Treinta y tres años después, cuando fue acusado de haber deportado a trece personas, el general Francisco Bermúdez justificó esa acción represiva cuando ejercía la presidencia de la república en 1978 señalando que eran subversivos enemigos de la democracia. Pero los tres mencionados y la mayoría de los demás eran candidatos a una elección, es decir participaban en un evento esencialmente democrático…
Esa noche, refugiado en casa de un amigo demócrata cristiano, me entero del comunicado del gobierno que señala que ellos tres, más nueve más, entre dirigentes de izquierda, incluidos algunos otros candidatos a la Constituyente, intelectuales y dirigentes sindicales, y el periodista, más bien de derecha, Alfonso Baella Tuesta, han sido deportados a Jujuy en Argentina. La orden de deportación –señala el comunicado- incluye a los dirigentes del PSR generales Leonidas Rodríguez y Arturo Valdés pero será ejecutada cuando ambos sean ubicados. Además se sabe que hay decenas de detenidos en todo el país.
CITAS CLANDESTINAS…CON MI ESPOSA E HIJOS
Antes, alrededor de mediodía, he logrado comunicarme con Ana María en su oficina y quedado en vernos a las siete y media de la noche. Llega en el Volkswagen que mi hermana nos ha prestado para hacer intercambio de “escarabajos” considerando que el nuestro ya está demasiado identificado. En el carro hay un maletín con ropa. Conversamos mientras damos un breve paseo. Nos conocemos desde hace más de 20 años, cuando aun éramos niños, tenemos casi seis años de casados, pero nunca estuvo en nuestros sueños futuros ni el ingreso de la policía a la casa revisando el cuarto donde dormían los niños, ni las metralletas apuntando amenazantes desde nuestra azotea, ni detenciones en pleno toque de queda, ni desapariciones por varios días después de ser sacado por la policía de mi casa. Ni tampoco ausencias por uno o dos días por precaución, por si querían volverme a detener. Y ahora una etapa de clandestinidad que no se puede saber cuánto durará. Tratamos de tranquilizarnos ambos, me habla de nuestros hijos y establecemos formas de ubicarnos, recurriendo a teléfonos de amigos, ya que hace casi cinco años hemos pedido teléfono para nuestra casa pero lo instalarán todavía dentro de poco más de diez años y medio.
También me deja algo de fondos que retiró de nuestra cuenta en el banco. Faltan años para que con una tarjeta se pueda sacar de un cajero automático el dinero que otro ha depositado en un banco. Y faltan décadas para que se retire de un cajero el dinero que otro transfirió a su cuenta desde una computadora.
En los días siguientes logro verme unas cuatro veces con Ana María y un par de veces con mis hijos en distintos parques de Pueblo Libre, donde nunca habíamos estado antes y donde no regresaríamos después. Yo los veía llegar y me aseguraba que no los hubiesen seguido para acercarme y abrazarlos. Luego jugábamos como cualquier pareja con dos hijos pequeños, despreocupadamente.
También me encuentro con mi esposa el día que cumplo 36 años. Decidimos una reunión con los niños por mi cumpleaños y el de mi hija que sería dos días después. Quedamos en el domingo siguiente, por lo que el sábado en la noche me comunico con una pareja de grandes amigos, César y Eva Carmelino y les preguntó si es posible llegar a su casa a mediodía, guardar en la cochera el auto que estoy usando y esperar que lleguen Ana María y mis hijos.
CASA AJENA PERO AMIGA, NO ES AJENA…
Los Carmelino aceptaron inmediatamente darme asilo por esas horas. La idea es que si siguen el auto conducido por Ana María desde nuestra casa, crean que se trata de una visita a unos amigos o familiares, ya que después no aparecerá nadie más.
Cuando llega mi familia, hay abrazos, conversaciones, brindis entre los mayores, juegos con nuestros dos hijos por parte de los hijos de nuestros amigos –que por ser mayores entendían algo la delicada situación- almuerzo y larga sobremesa.
Mi familia se va a la cinco de la tarde. Eva despide a los tres en la puerta y aprovecha para ver que no hay movimientos extraños fuera, ni tampoco autos que los sigan. Unos minutos después saco el auto de la cochera y dejo el hogar de César, una casa que conozco desde que éramos colegiales en la Gran Unidad Escolar “Ricardo Palma” y almorzaba un par de veces al mes los platos caseros preparados por su madre, doña Hermelinda. Como en las épocas escolares salgo de una casa amiga. Y lo hago convencido que en los años siguientes, al igual que en los pasados, pese a las pequeñas o grandes diferencias que en asuntos políticos he tenido o pueda tener con César pocas o muchas veces, siempre será su casa un lugar donde me sienta seguro y en familia.
La amistad con César ya había superado antes algunas pruebas. Habiendo ingresado prácticamente al mismo tiempo al Partido Demócrata Cristiano apenas terminamos el colegio, acudíamos siempre juntos a las reuniones partidarias durante esos años y participamos en el esfuerzo que significó la campaña electoral de 1962. Durante no pocos años, por el hecho que nuestros apellidos también podían ser nombres, mucha gente del partido le decía Filomeno a él y Carmelino a mí. Pero después de coincidir en impulsar el desarrollo partidario y promover la capacitación de sus cuadros, el congreso nacional de 1971 nos puso en posiciones enfrentadas. Sin embargo, después de mi renuncia al partido, junto con decenas de militantes principalmente jóvenes en junio de ese año, no dudé a mediados de 1972 en pedirle que fuera testigo de mi matrimonio, ni él dudó en aceptarlo gustoso, ya que ambos sabíamos que nuestra amistad trascendería siempre a circunstanciales diferencias. Y por cierto, en los momentos que celebré en su casa con nuestras familias mi cumpleaños, él no tenía nada que hacer con el partido de izquierda del cual yo era dirigente.
La clandestinidad siguió en las siguientes semanas de junio y realizamos algunas actividades de gran impacto en el exterior, pero silenciadas en la prensa del Perú, como la conferencia de prensa de un clandestino Leonidas Rodríguez en el mismísimo Palacio de Gobierno, que en otro momento detallaremos. El 18 de junio fueron las elecciones a la Asamblea Constituyente y, ese día cuando intentaba votar, Leonidas fue detenido y deportado esa misma noche a Argentina. Tuvimos que esperar más de una semana para que el gobierno anunciara que todos los deportados –varios de ellos constituyentes electos- podían regresar al país. Para tener la seguridad incluso nos reunimos con un flamante ministro de Morales Bermúdez, quien nos lo corroboró. La reunión fue clandestina, porque aun estábamos perseguidos y el ministro no nos podía garantizar que no nos detuvieran, reunión que también es otra historia.
NUEVAMENTE PAPÁ DE LA CASA
En esas semanas logré encontrarme algunas veces más con mi familia, siempre en parques. Mi hija, pese a que en esos días había cumplido sólo tres años, no lo decía delante de mí, pero llegando de cada cita a la casa lloraba porque no quería “un papá de la calle” y reclamaba “un papá de la casa”. Esto último, que me conmovió mucho, recién me lo contó Ana María cuando volví a la casa luego de 38 días de estar durmiendo en tres o cuatro lugares distintos.
La noche de mi regreso a casa y las cuatro o cinco noches siguientes, mi hija se levantaba casi sin hacer ruido, iba a nuestro dormitorio y luego de asegurarse que yo estaba en la cama se regresaba a la suya para dormir con la tranquilidad de tener otra vez “un papá de la casa”.
Alfredo:
ResponderBorrarGracias por tus generosas referencias a mi esposa y a mi, pero sobre todo tu publico reconocimiento de que nuestra amistad, desde las epocas escolares, esta por encima y antes de cualquier discrepancia politica o de cualquiera otra indole. Un abrazo fraterno. Cesar.
Querido Alfredo:Agradezco tanto tus cronicas, que hacen que reviva el recuerdo de aquellos increibles e importantes momentos de nuestras vidas, Justamente ahora, seria un aniversario mas de lo acontecido......Y recuerdo que justamente yo viajaba a Lima, a darles la sorpresa de mi visita a mi familia, cuando me entere de la deportacion de mi papi, estando en Los Angeles y como logramos encontrarlo en Panama y llegue a acompaniarlo unos dias alli.
ResponderBorrarAhora que tengo oportunidad de vivir nuevamente en el Peru, puedo palpar la importante huella que ustedes dejaron en nuestra poblacion: Un sello de "orgullo de ser quienes somos" y la "seguridad de que tenemos derechos como ciudadanos peruanos", que nunca dejara de existir gracias a vuestros esfuerzos, que lograron que estos se hicieran una realidad.
Como peruana, les agradezco por siempre y no dejare de mencionar a quienes encuentre en mi camino, de la gran obra que realizaron y de la obligacion que todos tenemos de continuar luchando pacifica e inteligentemente, por un Peru mejor.
Mariela
Flaco, maestro, es siempre bueno leer tus crónicas y a partir de ello revalorar lo vivido, y sobre todo, lo hecho por un país que como el nuestro merece un futuro mejor.
ResponderBorrarCada crónica respecto al PSR me recuerda la necesidad de mantener un compromiso social, mas allá del espacio en el cual hoy podamos aportar al país.
Un entrañable abrazo,
Fernando