En estos meses de campaña electoral hay una serie de hechos incomprensibles
para quienes participamos en campañas décadas atrás. Entre otros, lo que
definitivamente no entiendo, está la necesidad de cuantificar en soles todo lo
que se hace. He leído o escuchado ¿cuánto cuesta cada pinta?, ¿cuánto cuesta
cada persona que volantea en tal o cual zona?, ¿cuánto cuesta participar en una
movilización?, ¿cuánto cuesta cada taxi para llevar banderas partidarias? entre
otras frases similares. Pero más aún, parece de sentido común entre quienes
hacen preguntas a candidatos o dirigentes partidarios preguntar por estos
costos.
No me llama la atención que se calcule el valor de la propaganda en televisión,
radio, periódicos o revistas. Eso siempre costó. Pero lo otro, antaño
correspondía a actividades propias de los militantes o simpatizantes de los
partidos políticos. Claro, el partido financiaba la emisión de volantes o
facilitaba –no siempre- la pintura y sólo en las extensas giras, cubría los
gastos de los activistas, quienes por cierto eran voluntarios. Salir una noche
de pintas no significaba gasto alguno y si algún café se tomaba era con fondos
propios o de los camaradas que por estar ya trabajando invitaban.
Mi experiencia entre los años 1959 a 1971 en los que milité en el Partido
Demócrata Cristiano o entre 1976 a 1991 en que lo hice en el Partido Socialista
Revolucionario, revela que la actividad política era voluntaria. E incluyo expresamente
a los activistas en campañas electorales que no eran otros que los militantes,
quienes daban las horas de su descanso a la actividad política y, más bien,
colaboraban con una cuota mensual para el sostenimiento de la organización.
Pero así como las actividades eran voluntarias, las decisiones importantes eran
colectivas. De tal manera, que aunque se podrá tocar más extensamente en otra
oportunidad, debo señalar que ambas renuncias partidarias que hice -en 1971 y
1991- no fueron producto de decisiones personales sino colectivas, es decir,
del convencimiento de un grupo importante que consideraba en determinados
momentos que ya no resultaba posible continuar en una organización. Y en ambos
casos… cuando no había ninguna elección a puertas.
CORNEJO CHÁVEZ CANDIDATO PRESIDENCIAL
Pero volvamos a las campañas electorales de antaño. Héctor Cornejo Chávez, en
ese momento un brillante diputado, fue elegido candidato presidencial del PDC
para las elecciones de 1962 en un Congreso Extraordinario a inicios de mayo de
1961. Junto a él se eligieron al también diputado y notable jurista y filósofo
Mario Alzamora Valdez, como candidato a la primera vicepresidencia y a Rafael
Cubas Vinatea, dirigente partidario en Huánuco, como aspirante a la segunda
vicepresidencia. Al momento de ser elegida la fórmula presidencial Cornejo
tenía 42 años, Alzamora 51 y Cubas 39.
El entusiasmo por la candidatura entre la militancia del partido,
principalmente entre los jóvenes, no significó olvidar que una campaña
electoral necesitaba financiarse. Bastante menos en ese entonces que
actualmente, pero requería dinero. Y en la DC eso no sobraba. El grueso de sus
fondos lo constituía el 10% del ingreso mensual de sus 17 parlamentarios, pero
también de las cuotas de los militantes que fijaban el monto voluntariamente
pero cuyo cobro se realizaba mensualmente. Yo cuando que me inscribí fijé en 20
soles mi aporte que era muy poco pero estaba acorde con mi condición de
estudiante.
Las elecciones estaban programadas para el 10 de junio de 1962, pero la
escasez de fondos obligaba también a hacer una campaña más larga, ya que no
habría traslados en avión, ni siquiera en automóviles o camionetas
especialmente preparadas. De allí que se decidió ese mismo mes de mayo iniciar
la campaña.
CAMPAÑA ELECTORAL SE INICIÓ MÁS DE UN AÑO ANTES
Manuel Odría quien había nacido en Tarma, importante ciudad del
departamento de Junín, decidió por esos días intentar su nueva elección e iniciar
sus giras de campaña por Huancayo, capital del mencionado departamento. Pero
los huancaínos se acordaban que al final de su gobierno para poder inscribir
listas parlamentarias independientes en las elecciones de 1956 tuvieron que
realizar intensas movilizaciones y soportar una fuerte represión. Por esa
razón, cuando el miércoles 17 de mayo Odría y su comitiva llegaron a la ciudad,
numerosos contra manifestantes lo esperaban a la entrada de la ciudad para
abuchearlo. De pronto una pedrada salió desde la multitud y dio en la frente,
muy cerca del ojo izquierdo del otrora férreo dictador.
Los sucesos de Huancayo, para el PDC que había sido implacable censor de la
gestión del ex dictador, definieron cuál sería el lugar de inicio de la campaña
presidencial de Cornejo: Huancayo. En esa primera gira tuve ocasión de
participar. Recuerdo que antes de salir de mi casa guardé cuidadosamente una
copia de mi partida de nacimiento porque no tenía otro documento de identidad,
considerando que en esa época la mayoría de edad se alcanzaba a los 21 años y
yo aún no cumplía los 19.
Un grupo de cuatro o cinco viajamos en un ómnibus interprovincial toda la
noche hasta llegar a Huancayo. Alguno tenía una bolsa para pagar algunos gastos
y por eso tomamos desayuno en un café que quedaba en la Plaza Constitución,
entonces casi de la mitad del tamaño que tiene hoy. A las ocho de la mañana nos
dirigimos a un depósito que la minera Cercapuquio, cuyo gerente Aurelio Miranda
había dado instrucciones al encargado de darnos alojamiento y movilidad.
Miranda, aunque cajamarquino de nacimiento había trabajado durante décadas en
minas de Junín y era el principal impulsor del Partido Demócrata Cristiano en
el departamento. En el plano profesional era un reconocido ingeniero de minas
que había presidido en dos oportunidades convenciones nacionales de sus colegas,
había dirigido el Instituto de Ingenieros de Minas y en esos momentos, era
presidente de la Sociedad de Ingenieros del Perú. Al mismo tiempo era un
ferviente impulsor de la creación del Colegio de Ingenieros del Perú y sería en
1962 su primer decano nacional. En 1963 fue elegido diputado por Junín en la
lista de la Alianza de Acción Popular con la Democracia Cristiana.
Pero regresemos a mayo de 1961, El empleado nos mostró lo que alguna vez
había sido una pequeña oficina administrativa. Tenía unas cinco o seis camas,
felizmente con ropa de cama bastante gruesa, unos cuantas repisas como para
acomodar los maletines y un medio baño. Aparentemente, no tendríamos dónde
bañarnos en los cuatro o cinco días que permaneceríamos en la ciudad… Nuestro
alojamiento quedaba en la avenida Ferrocarril y estábamos a unos diez metros de
la vía férrea. Pero un poco más allá, si seguíamos por la avenida Giráldez unas
cuatro o cinco cuadras llegábamos a la Calle Real, la principal arteria de la
ciudad.
La camioneta sí era bastante cómoda y nos serviría mucho. De día para
perifonear anunciando la llegada de Cornejo Chávez mientras lanzábamos volantes,
tanto en la ciudad como en los distritos cercanos. De noche para trasladarnos
con pintura para realizar pintas propagandísticas en cercos en la carretera o
grandes paredes en la afueras de la ciudad.
TODOS LOS MILITANTES COLABORABAN
Poco después nos encargamos de buscar a los dirigentes partidarios.
Recuerdo al secretario general del comité departamental, de apellidos Zárate
Jurado abogado que creo se acercaba a los 60 años. Y a otros dos dirigentes,
ambos de alrededor de 35 años Gonzalo Libaque y Juvenal Acuña. Nos indicaron
que teníamos contratada una pensión cercana a nuestro alojamiento -de una
familia Balbín si no me equivoco- donde contaríamos con desayuno, almuerzo y
comida. Pactamos una reunión para después de almuerzo, donde además de ellos y
algunos otros dirigentes participaron jóvenes DC como Fernando Salinas, Javier
Ríos y Ronald Espezúa, los tres estudiantes de arquitectura. Hicimos las coordinaciones
necesarias para el trabajo de los siguientes días.
Esa primera noche el operativo para preparar el primer mitin de la campaña
comenzó a caminar con el esfuerzo de todos. Decenas de militantes llegaban al
local en el segundo piso de una casona situada en la Calle Real cerca del cruce
con Giráldez, creo que en ese momento las dos avenidas más importantes de la
ciudad. Algunos indicaban que los grandes tarros de pintura los habían dejado en la
entrada. Estaba claro que todos aportaban en función a sus posibilidades y de
acuerdo a lo que antes de nuestra llegada habían planeado minuciosamente.
Cuando a las once de la noche iniciamos las pintas no éramos los cuatro o
cinco que habíamos llegado en la mañana sino unos ocho más. No teníamos sólo
una camioneta sino dos, además de un auto. Contábamos con pintura y brochas y
principalmente entusiasmo. Nos dedicamos unas cuatro horas a pintar y antes de
despedirnos del grupo invitamos un emoliente caliente en alguna esquina de la
Calle Real.
En varias oportunidades pasábamos por el restaurante “Olímpico” que estaba
en la tercera cuadra de Giráldez -aunque actualmente queda en la primera- y
sabíamos que allí se comía muy bien. El último día, como despedida a quienes
habíamos viajado desde Lima, un dirigente huancaíno –quien seguramente notó la
cara que poníamos al pasar por allí- nos invitó y comprobé que era un
restaurante excelente. Las más de veinte veces que desde entonces he estado en
la ciudad creo no haber dejado nunca de entrar allí, aunque creo que en una etapa
dejó de funcionar.
En los dos o tres días siguientes, tratábamos de alcanzar el desayuno en la
pensión, en las mañanas repartíamos volantes y perifoneábamos en distritos de
la provincia situados a ambos márgenes del río Mantaro y que estaban entre media
hora y una hora de distancia. En la tarde descansábamos algo después de
almuerzo y perifoneábamos a partir de las cinco de la tarde para seguir con las
pintas hasta cerca de la medianoche y acabar en la madrugada con emoliente, si
era más tarde, con caldo de cabeza o de mondongo que en las afueras de los
mercados comenzaban a vender desde la cuatro de la mañana cuando comenzaban a
llegar los primeros vendedores.
TRABAJO COLECTIVO, MITIN EXITOSO
La llegada de Cornejo, me parece que un sábado, se produjo seguido de una
caravana de autos con banderolas pertenecientes a militantes o conocidos de
ellos, a nadie se le ocurrió contratar vehículos. No estoy seguro si fueron diez,
doce o dieciocho autos, lo que si recuerdo es que en todos iba manejando o al
lado del chofer, un rostro que yo había visto en las reuniones en el local en
los últimos días.
El mitin resultó un éxito. El discurso del candidato presidencial fue una
demostración de la brillante oratoria que quienes habíamos llegado de Lima le
conocíamos, pero que causó la adhesión total de los militantes huancaínos y el
entusiasmo de los miles de asistentes al mitin que se realizó en la Plaza
Huamamarca.
Lo más significativo es que en la reunión partidaria que luego se organizó
todos estábamos satisfechos porque todos habíamos hecho lo que estaba a nuestro
alcance. No había dirigentes que tenían “sus” activistas, nadie estaba sacando
cuentas de cuánto había costado movilizar a los manifestantes, ya que habían
llegado con sus propios pies, interesados por escuchar a un novísimo candidato
o por curiosidad de saber cómo era. Las pocas banderolas puestas junto al
austero estrado demostraban que los lemas estaban correctamente planteados pero
ejecutados artesanalmente con calidad muy diversa.
ALGUNAS ANÉCDOTAS
Terminemos con tres anécdotas de ese viaje…
La primera sobre el ya mencionado “Olímpico”. Cerraba a las diez de la
noche y a esa hora al lado de la puerta, se encontraba una ordenada fila de
canillitas y vendedores de periódicos. Cuando salían los últimos comensales,
ingresaban a ocupar las mesas y eran atendidos por los mozos como si se tratara
de los más importantes clientes. No había nunca comida que quedara para el día
siguiente. Se decía que el dueño, Juan Garay, quien era conocido como el "padre
de los pobres" había sido canillita en su niñez. En todo caso el dueño
–bajo, grueso y calvo, en mis recuerdos- siempre estaba presente y preocupado
por la atención de los comensales. Décadas después, cuando eran los hijos los
que administraban el restaurante, la tradición de atender gratis a los niños
trabajadores se mantenía.
La segunda: sí nos pudimos bañar en Huancayo. Muy cerca del nuestro
alojamiento en la calle Cusco o la calle Puno había baños públicos. El único
problema es que agua caliente no salía de termas sino de calderos que debido a
las horas inusuales en que acudíamos, muchas
veces demoraba en calentarse o no había forma de graduar la temperatura. Por
cierto el pago de este servicio corría por cuenta de cada uno, así como también
los varios cafés que en esos días tomamos.
La tercera: una noche la policía detuvo a uno de los grupos que estaban
pintando. Mientras analizábamos qué podíamos hacer, alguien se acordó haber
visto al joven diputado DC y médico Ricardo Núñez Vidalón ingresando al Hotel
de Turistas. Hacia allí nos dirigimos, averiguamos el número de habitación y lo
despertamos a las dos de la mañana. Nos pidió que lo esperáramos en el lobby
del hotel y luego de unos minutos bajó con cara de pocos amigos que minutos
después se había esfumado. Fuimos a la comisaría, habló con los encargados y poco
después los tres o cuatro detenidos fueron dejados en libertad. Le agradecimos
la gestión, lo acompañamos hasta el hotel y nos despedimos, diciéndoles “se
acabaron los problemas” a lo que él asintió con una medio sonrisa. Apenas entró
al hotel quien había estado conversando con él durante el camino de regreso nos
dijo: “los problemas se acabaron para nosotros, pero no para él…” y ante nuestra
silenciosa expectativa añadió: “…le interrumpimos su luna de miel”.
Como se podrá ver con este relato, las campañas electorales antes eran
bastante distintas que las actuales.
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