En los últimos meses de 1955, cuando estaba llegando a su fin el gobierno
del general Manuel A. Odría, quien había sido elegido como presidente
“constitucional” en 1950 luego que quedara como candidato único al apresar al
candidato rival, el general Ernesto Montagne, hubo reiteradas demostraciones de
oposición a Odría en varios lugares del país. Al mismo tiempo, diversos grupos
ciudadanos comenzaron a gestar nuevos movimientos políticos.
A finales de 1955 e inicios de 1956 se constituye el Frente de Juventudes
que impulsaría la candidatura del arquitecto Fernando Belaunde Terry, quien
finalmente obtuviera la segunda votación en las elecciones de junio de 1956. En
base a ese frente se fundaría luego Acción Popular, partido vigente hasta la
actualidad. También se forjó el Movimiento Social Progresista -de corta pero
significativa vida política- que reunía a intelectuales, profesionales y
técnicos destacados y el Partido Demócrata Cristiano, formalmente existente
sesenta años después pero con distintas fracciones poco significativas. El PDC,
o la Democracia Cristiana como también se le conocía, tuvo significativa importancia
en la vida política nacional por lo menos en dos etapas. Entre 1956 y 1962 con
la bancada parlamentaria quizás más importante y equilibrada de las últimas
décadas y entre 1963 y 1967 con su participación en la gestión gubernamental de
la Alianza Acción Popular-DC liderada por el presidente Fernando Belaunde.
CONGRESO FUNDACIONAL DE LA DEMOCRACIA CRISTIANA
Regresemos a la etapa final del denominado “ochenio” de Odría, por los dos
años de gobierno de facto más los seis de gobierno aparentemente
constitucional. En la segunda quincena de enero de 1956, se realizó el congreso
fundacional del PDC, a partir de grupos departamentales que se habían estado
creando en los meses anteriores. Destacaban entre las delegaciones las de
Arequipa y Lima, pero también La Libertad, Junín y Puno. Y en todas había
amplia representación de jóvenes universitarios. Tanto que dos de los
presentes, el ex presidente de la Federación Universitaria de Arequipa Róger
Cáceres de 26 años y Jorge Bolaños, de 25, que lo había sucedido, serían
diputados seis meses después.
El núcleo arequipeño lo constituían un grupo de abogados y profesores
universitarios quienes meses después estarían en el Senado y la Cámara de
Diputados, como Héctor Cornejo Chávez, Mario Polar, Jaime Rey de Castro y
Roberto Ramírez del Villar, todos ellos entre los 35 y 43 años y Javier de
Belaunde unos cuatro años mayor quien había sido elegido diputado en 1939 y
1945. Otro ex parlamentario experimentado era Julio Ernesto Portugal, médico
muy prestigiado que había sido años atrás alcalde de Arequipa. Entre los
limeños destacaban Javier Correa Elías y Luis Bedoya Reyes, así como profesores
universitarios como Antonino Espinoza y Luis Jaime Cisneros, quien con nombres
de otros camaradas o con seudónimo, dirigía el semanario “Democracia” que editaba
el novel grupo político. Cisneros tenía siete años como profesor de la
Universidad Católica y lo sería varías décadas más identificándose con la
universidad hasta su muerte en el año 2011.
PALABRAS ATREVIDAS Y ESCONDITE SORPRENDENTE
Esta será una crónica en que contaremos un episodio ya anunciado ocurrido
en esa época con Luis Jaime (Ver crónica
“Mis recuerdos del Jirón de la Unión” del 22 de enero de 2016). El congreso fundacional del PDC mencionado se clausuró el día 23 en el
Teatro Segura y Luis Jaime Cisneros fue uno de los oradores. De figura frágil,
aunque de voz muy firme, comenzó sus palabras dirigiéndose al señor Presidente
de la República, ante cuya mención hubo un silencio extrañado de los asistentes
que Luis Jaime cortó diciendo “No está…”, se dirigió entonces al señor ministro
de Gobierno y Policía para luego volver a expresar “No está…”, siguió entonces
dirigiéndose al señor director de Gobierno Interior para continuar una vez más
con otro “No está…” ante el silencio entonces ya expectante de los flamantes
demócratas cristianos allí reunidos. Carlos Neira, quien me contó el suceso,
recordaba que casi se podía escuchar el silencio que fue cortado por Luis Jaime
cuando afirmó: “En vista que aquí sólo se encuentran reunidas personas decentes
podemos comenzar a hablar...” frase que terminó en medio de una gran ovación
que retumbó todo el teatro.
Por cierto que la policía política de ese entonces, más conocida como “la
soplonería”, estaba infiltrada en el acto político y era notorio que tenían
instrucciones de no generar grescas como un mes antes había ocurrido en un acto
de otro grupo opositor en la ciudad de Arequipa. Pero todos se fijaron cómo
miraban a Luis Jaime cuando se acomodó en su asiento para escuchar las
siguientes intervenciones. Un grupo de jóvenes DC al momento de salir del
teatro lo levantaron en hombros coreando su nombre. En una foto bastante
difundida de la revista Caretas se
identifica al futuro Premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa, como uno
de sus más entusiastas cargadores.
En las afueras del teatro en el jirón Huancavelica con Luis Jaime ya en el
suelo, varios otros jóvenes lo rodearon para que pudiera desaparecer en el automóvil
del entonces estudiante de Derecho, Luis Rodríguez Mariátegui, quien once años
después sería el último ministro de Justicia que el PDC tendría ya que estando
él en el Gabinete se rompió la Alianza entre Acción Popular del presidente Belaunde
y la DC.
Rodríguez Mariátegui se encargó de conseguir dónde durmiera quien pocos
años antes había sido su profesor de Lengua. Durante el día lo dejaba en un singular
escondite: el jirón de la Unión. Luis Jaime sumamente delgado se pasaba todo el
día caminando o parándose a conversar con conocidos o entrando a algún café de
ese céntrico jirón. Cuando se enteró que los policías habían dejado de ir a
merodear su casa, seguramente porque había otra persona para la que había
prioridad en detener, el joven profesor de 34 años regresó a sus labores
habituales.
DE
PRONTO DESCUBRE QUE NO ERES DE TU PAÍS
Catorce años después -en diciembre de 1969- una noche José María Salcedo,
desde dos meses antes presidente de la Federación de Estudiantes de la
Pontificia Universidad Católica del Perú, fue detenido justamente en el jirón
de la Unión, muy cerca del local de la FEPUC -también ubicado en el jirón
Huancavelica y a menos de 150 metros del Teatro Segura- cuando encabezaba una
marcha de protesta contra alguna medida del gobierno militar. Él y cinco o seis
estudiantes fueron llevados a las dependencias de Seguridad del Estado, en la
avenida España. Luego de un par de horas y un somero interrogatorio todos
fueron dejados en libertad salvo Salcedo ¿qué había ocurrido?
José María, a quien algunos en ese entonces ya le llamaban Chema, había
nacido en Bilbao, en la lejana España para la mayoría, en el País Vasco para
los vascos, y llegado al Perú muy niño. Después su vida fue similar a la de
otros niños y luego jóvenes peruanos. Había estudiado primaria y secundaria el
Colegio Inmaculada dirigido por sacerdotes jesuitas y desde 1964 estudiaba en
la Universidad Católica, centro de estudios donde había ocupado distintos
cargos estudiantiles y donde concluiría uno o dos años después su carrera de
Derecho.
Al llegar a la mayoría de edad, entonces a los 21 años, Chema hizo los
trámites respectivos para obtener su título de nacionalización que por cierto
fue aprobado en el ministerio de Relaciones Exteriores. Por ese acto, José María
entonces no sólo se consideraba peruano, sino el Estado lo reconocía como tal.
Hubo sin embargo un detalle, Chema no había llevado tal título al Registro para
obtener su Libreta Electoral -equivalente al actual Documento Nacional de
Identidad, DNI- y por lo tanto sólo portaba un carné universitario que señalaba
España como su lugar de nacimiento.
AGITADOR EXTRANJERO PARTICIPANTE EN ACCIONES TERRORISTAS
Según informaron sus efímeros compañeros de detención, después que se
identificó los policías lo calificaron como agitador internacional y pasó la
noche en calidad de detenido. La información que durante el día se había logrado
es que sería deportado y dado que la única nacionalidad que se le reconocía era
la española, el destino sería la España de Franco, cuyo régimen no permitía la
disidencia y al cual llegaría no sólo con el rótulo de “expulsado” sino además
de agitador como participante de “actividades terroristas” como se lo señaló
algún policía que lo interrogaba y que sin duda no tenía idea de lo que decía.
Algunos de sus acompañantes acudieron a informar a los padres de Chema de
la situación y horas después, en la tarde, alguno vinculado con algún militar
de alto rango hizo llegar a la familia la información sobre la decisión del
ministerio del Interior de expulsarlo rumbo a España y que había la posibilidad
de llevarle algo de ropa a su lugar de detención, cosa que hizo muy conmovido
don José Salcedo, aunque tratando de aparentar un aplomo que no sentía para
tratar de atenuar la angustia de la madre y la abuela de Chema.
De todo eso estábamos informados algunos militantes demócratas cristianos
que nos concentramos en un local que el partido tenía en Miraflores, en la
esquina de las avenidas Diagonal y Shell. Allí estábamos más cerca de la casa
de José María por si había nuevas noticias. Todos hablando de gestiones en
curso, pero ninguno de resultados concretos. También llegaba todo tipo de
informaciones, algunas contradictorias, sobre lo que pasaría con Salcedo.
Alrededor de las nueve de la noche apareció en el local Luis Jaime
Cisneros, quien hacía más de diez años que se había apartado de la militancia
política para dedicarse exclusivamente a su vocación magisterial. Luis Jaime
acudió a preguntar por la suerte de quien había sido años antes su alumno. Yo
lo había conocido 10 años antes cuando ingresé a la Universidad Católica y
había conversado muchas veces con él en el Patio de Letras de la universidad en
la Plaza Francia. Aunque no hablaba con Luis Jaime por lo menos 8 años,
conversamos como si nos hubiésemos visto unas semanas antes.
Entre Luis Jaime y José María –lo supe después- existía una muy buena
relación desde que se conocieron en 1964. Entre ambos había 25 años de
diferencia, pero tenían en común algo que les sucedió a los cuatro años. A esa
edad los dos habían realizado un extenso viaje originado por la situación
política de los lugares de su nacimiento. Luis Jaime desde Lima hacia Buenos
Aires, junto con su madre y hermanos, acompañando al exilio a su padre el
periodista y político Luis Fernán Cisneros Bustamante. José María desde su
natal Bilbao hasta Lima, junto con sus padres y abuela, huyendo de la dura crisis
económica y la insegura situación política de un país que seguía totalmente
dividido, a pesar que ya habían pasado más de diez años de terminada la Guerra
Civil, en la cual su padre había sido combatiente del bando derrotado.
UN EXPULSADO QUE NO PARTIÓ
En medio de la creciente preocupación alguien informó que el único vuelo de
esa noche rumbo a Madrid salía a medianoche. En cinco o seis autos nos
trasladamos al Aeropuerto Internacional Jorge Chávez que en esa época de mucho
menos tránsito, nos demoró poco más de media
hora.
Recorrimos el aeropuerto, tratamos de averiguar en los mostradores de
la línea aérea Iberia, ubiqué a dos hermanos de apellido Cervantes amigos de mi familia, que
trabajaban en Inmigraciones, las quince o dieciocho personas tratamos de
conseguir información de todo lado pero nada logramos. Finalmente nos
trasladamos a la gran terraza del sector de vuelos internacionales, desde donde
se podía ver cuando salían los pasajeros hasta las escalinatas de los aviones a
tres o cuatro metros de distancia. “Por lo menos podremos gritarle buena
suerte…”, me dijo Luis Jaime. Estaba genuinamente preocupado por José María,
pero en esa oportunidad que fue en la que estuve más cerca del maestro
comprendí que para él muchos de los que habían sido sus alumnos lo serían para
siempre.
Pasó cerca de media hora hasta que aparecieron los pasajeros. Mirábamos a
todos, escudriñábamos por si desde alguna puerta medio oculta aparecía alguna
silueta de alguien siendo llevado por otra ruta hasta el avión. No sucedió
nada. Finalmente se cerraron las puertas del avión y se retiraron las
escalinatas y nada… Por si acaso esperamos inútilmente que el avión se elevara,
por si mientras avanzaba hacia la pista de despegue paraba para que subiera
otro pasajero. No sucedió ninguna maniobra rara. Salimos preguntándonos si la
expulsión de José María se había postergado o anulado.
Al día siguiente, José María fue puesto en libertad y se dirigió
rápidamente a su casa para calmar las angustias de la familia. Pocos días
después me contaría que había sido el general Arturo Valdés, abogado el Cuerpo
Jurídico del Ejército, y sub jefe del Comité de Asesoramiento de la Presidencia
de la República, COAP, quien había hecho anular la orden. Conocía a Jose María
y uno de sus hijos había participado en la campaña para su elección como
presidente de la FEPUC.
Lo que no podía imaginarme, pese a que estábamos en
las posiciones de izquierda dentro del PDC, es que Chema y yo –junto con muchos
otros- renunciaríamos al partido en junio de 1971 y que seríamos fundadores públicos
del Partido Socialista Revolucionario en noviembre de 1976, con otros 58
firmantes entre ellos justamente Arturo Valdés…
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