Cuando el jueves 19 de agosto de 1982, un minuto antes de las siete y media de la noche, Lima quedó totalmente a oscuras, habían pasado sólo cuatro días que en su habitual conferencia de prensa dominical el presidente Fernando Belaunde Terry había afirmado que el terrorismo “es una fábula inventada por el periodismo” por lo que podía “dormir tranquilo”.
Cinco
o seis días antes, el ministro del Interior teniente general FAP José Gagliardi,
había declarado que los actos de violencia estaban decreciendo y que quienes los
realizaban “están aniquilados”, mientras que el director superior de la Policía
de Investigaciones del Perú, señalada que en Lima “todos los casos de terrorismo han sido resueltos”.
NO ERA FABULA COMO PENSABA
BELAUNDE
Estaba en mi Volkswagen, camino a casa, cuando se
produjo el “apagón”. Me dirigía a la Urbanización La Capullana, donde vivía en
esa época y vivo hasta hoy. Poco antes, había estado en El Diario de Marka,
periódico de izquierda a cuyo directorio estaba acreditado en representación del
Partido Socialista Revolucionario, PSR. Aunque habitualmente conversaba un par
de veces por semana con su director, José María -Chema- Salcedo, integrante también
de la Dirección Nacional del PSR, en esos días hablábamos sobre las dificultades
de nuestro partido para hacer un desembolso económico que se había decidido en
el directorio. Además, por cierto, conversamos de las diferencias políticas que
había entre quienes trabajaban en el diario. Hay que tener en cuenta que no todos
los partidos integrantes de Izquierda Unida, IU, eran accionistas del periódico,
ni todos los partidos accionistas eran integrantes de IU. Nadie podía imaginar
que en menos de medio año cualquier desacuerdo sobre la línea del periódico quedaría
relegada frente a un intenso pesar compartido (Ver crónica "Sábado triste casi cuarenta años atrás" del 25 de febrero de 2021).
Esa noche estaban totalmente a oscuras los distritos
que atravesé: Jesús María, Lince, San Isidro, Surquillo y Santiago de Surco. La
falta de luz y semáforos, junto con la desesperación de transeúntes y pasajeros
de vehículos por llegar a sus destinos, hacia más caótica la situación.
Al llegar a la casa, encontré en la sala-comedor sentados
en el suelo a Ana María, mi esposa, y mis tres hijos, conversando junto a una
mesita donde estaba prendido el lamparín de querosene que teníamos para este
tipo de emergencia, así como cuatro o cinco velas. Fueron alrededor de diez
años que nos acostumbramos a tener siempre en casa una reserva de 12 o 15 velas.
No teníamos teléfono a pesar de que lo habíamos solicitado
más de nueve años antes (Ver crónica "Quince años esperando teléfono" del 19 de noviembre de 2015). Tampoco radio a pilas o batería, por lo
cual nos encontrábamos incomunicados. Sin embargo, a pesar de la falta de
información, asumimos que el “apagón” era bastante fuerte, ya que no había visto
ningún sector con luz en el trayecto. Para ver asuntos referidos a El Diario
de Marka, tenía a las 9:30 de la noche una reunión en una cafetería en el
primer piso del edificio El Dorado, en la cuadra 24 de la avenida Arequipa. Considerando
una ciudad a oscuras y seguramente las cafeterías cerradas, no fui a la reunión
con la seguridad que mi interlocutor tampoco lo haría.
EL MÁS FUERTE ATENTADO CONTRA LA CAPITAL
Por lo que leí, escuché y conversé en los días
posteriores, el apagón del jueves 19 fue el más fuerte atentado que afectó la
capital peruana hasta ese momento. Esta vez no sólo se trató de voladuras de
torres de alta tensión, sino que se hicieron simultáneamente de modo tal que, además
de dejar a Lima y el Callao a oscuras, se cuidaron que las torres que se
utilizaban de reserva también fueron afectadas.
Por cierto, que todos los comentarios y las informaciones
no dudaban en señalar la autoría de Sendero Luminoso, como se le conocía desde
su aparición a inicios de los años 70 a una fracción del Partido Comunista del
Perú que tenía como lema “por el sendero luminoso de José Carlos Mariátegui”
Debido al derribamiento de torres, quedaron además
sin luz Huancayo, la principal ciudad del centro del país, así como las
ciudades cercanas a Lima, las del norte chico y sur chico. En varios locales comerciales
del Cercado de Lima estallaron bombas caseras, así como en el Palacio de
Justicia y el ministerio de Economía y se desactivaron similares artefactos en
la cancillería y en el ministerio de Industria. Simultáneamente unos 120
menores internados en el centro correccional de Maranga aprovecharon la
confusión para fugarse luego de apoderarse de alguna de las armas de sus
custodios. Y también el centro de reclusión de Lurigancho fue atacado sin éxito
desde fuera.
No había regresado Lima a la normalidad cuando un
par de días después iniciamos una reunión de la Dirección Nacional del PSR, que
encabezaban el general Leonidas Rodríguez Figueroa y el senador Enrique
Bernales Ballesteros, presidente y secretario general del partido. En la reunión
en que participaron más de treinta dirigentes, incluyendo algunos que venían de
distintas regiones -a propósito del fuerte atentado terrorista- se planteó la
necesidad que IU fuera más rotunda en la condena al terrorismo. En esa
oportunidad -como integrante alterno del Comité Directivo Nacional de IU, CDN-IU,
desde su fundación- hice un informe sobre las diferencias entre los partidos
que la integrábamos.
SE INICIABA VERTIGINOSA ESCALADA MORTAL
Es importante antes de seguir adelante subrayar
que estábamos a mediados de 1982. Y así como el presidente Belaunde había restado
importancia al terrorismo, quienes pensábamos que esas acciones podían ir en
aumento y prolongarse por mucho tiempo no podíamos ni remotamente imaginar que
luego de más de una década de acciones terroristas en el Perú las víctimas
mortales llegarían a superar las 70 mil. Cuando dos años antes, Carlos Tapia, dirigente
del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR, refiriéndose a las acciones
iniciadas por Sendero me dijo que las víctimas podrían sumar miles no había aún
ningún muerto por el terrorismo (Ver crónica “Gonzalo se llamaba Álvaro” del 28 de septiembre
de 2021). Años después,
cuando era diputado por IU, Tapia sería calificado como “senderólogo”.
El avance de Sendero fue también tema de
conversación en las tres reuniones que tuvimos los integrantes del directorio
de El Diario de Marka antes que finalizara ese mes. En ese directorio
coincidía con Guillermo Herrera, dirigente del Partido Comunista Peruano, PCP,
y -al igual que yo- miembro alterno del CDN-IU.
Cuando conversábamos en los minutos previos a las
reuniones del CDN-IU, resultaba evidente que la percepción sobre el accionar de
Sendero de Guillermo era cercana a la que teníamos, Alfonso Barrantes, presidente
de IU, Bernales, miembro titular del CDN-IU, y yo del PSR, Carlos Tapia, también
miembro titular en representación de la Unidad Democrático Popular, UDP, que
integraba el MIR, así como Manuel Dammert, secretario general del Partido Comunista
Revolucionario, PCR, también titular del CDN-IU.
Sin embargo, Guillermo se cuidaba bastante cuando
en las reuniones hablaba en nombre de su partido. Todos sabíamos que, a
principio de año, durante el VIII Congreso Nacional Extraordinario del PCP, habían
sido dejados de lado un buen número de dirigentes, incluyendo a Raúl Acosta, subsecretario
general, calificándolos de reformistas. Y a Herrera se le identificaba con ese
sector. Trascendió que no sólo fue la lealtad -que también se les reconocía a
los que fueron marginados- sino sobre todo la gran habilidad lo que permitieron
a Herrera mantenerse como responsable de Frente Único del PCP, es decir encargado
de las relaciones con otros partidos y de representación en alianzas o frentes.
ALGUNAS AMBIGÜEDADES
Como ya lo he señalado en otras ocasiones (Ver crónica “Inicios de la violencia terrorista” del 29 de diciembre de 2019), lo cierto que en el seno de CDN-IU había ambigüedades
con relación a la lucha armada, no porque alguna de las fuerzas políticas que
la integrábamos estuviera de acuerdo con Sendero y sus acciones terroristas.
Eso nunca ocurrió. Lo que pasaba es que la mayoría había formado a los
militantes indicando la posibilidad de la lucha armada en un futuro y no
lograban interiorizar que se debía apostar por la construcción democrática del
socialismo. O como alguna vez conversábamos algunos integrantes del CDN-IU, poco
después de crear IU en septiembre de 1980, cómo condenar las acciones armadas si
hasta mayo de ese año el lema de la fórmula presidencial de uno de los
integrantes del frente era “el poder nace del fusil” …
Pero si en 1980 algunos podían pensar que había
acciones armadas, en 1982 ya se tenía que hablar de acciones terroristas que -según
el informe de la Comisión Especial de Pacificación del Senado que en 1988 presidió
Bernales- entre 1980 y 1982 llegarían a cerca de dos mil atentados. En 1980, en
el primer año de las acciones de Sendero hubo 3 víctimas mortales y 4 en 1981,
pero ese año 1982 alcanzaría a 176. En agosto de 1982 no podíamos imaginar que la
violencia seguiría diez años más y que sólo en los tres años siguientes las
cifras de los muertos serían 2807, 4319 y 1359.
En esa etapa el PCP era muy firme cuando había que
condenar el terrorismo. Sin embargo, una muestra de esas ambigüedad es el siguiente
párrafo del informe de su secretario general, el senador Jorge del Prado, al ya
mencionado VIII Congreso: “De ahí que no se pueda descartar todavía la
perspectiva electoral, tanto en cuánto a los anunciados comicios municipales de
1983 como en lo referente a las elecciones generales de 1985. De otra parte, resultaría
absurdo e infantil renunciar por propia decisión al uso de los derechos y
posibilidades que ofrece aún esta democracia formal al funcionamiento legal de
los partidos de izquierda y las organizaciones obreras y populares, y entre
ellas la tribuna parlamentaria como auxiliares de la lucha de masas. Corresponde,
por consiguiente, tomar previsiones para una participación exitosa de Izquierda
Unida en los comicios municipales del próximo año, sin renunciar por eso a la
adopción de medidas correspondientes a otro tipo de lucha”.
El propio Guillermo Herrera manifestaría en un
libro que presentó un par de décadas después que en ese informe de Del Prado “se
aprecia el tinte izquierdizante que caracterizó a ese evento y que estaba
dirigido, también, a disputarles al UNIR y al PUM la adhesión de las masas, a
las que se consideraba en un proceso de radicalización orientado al desarrollo
de la lucha armada” (Ver crónica "Izquierda Unida: testimonio de parte" del 23 de agosto de 2013).
ULLOA ENFRENTA A IU, AL APRA Y… AP
Pero ese segundo semestre de 1982 estuvo signado
por el agotamiento del gabinete que presidía Manuel Ulloa, que había superado
los dos años ya que se había instalado junto con el mandato de Belaunde el 28
de julio de 1980. En el parlamento, Ulloa había tenido problemas con muchos de
sus correligionarios de Acción Popular, AP, encabezados por Javier Alva
Orlandini, que había presidido el Senado y era el segundo vicepresidente de la república (Ver crónica "Gravísima "metida de pata" del congreso" del 28 de noviembre de 2021). El primer ministro, que además tenía a su
cargo la cartera de Economía, Finanzas y Comercio, era seriamente cuestionado
por su política económica por organizaciones sindicales y populares, así como
los partidos de izquierda y sus parlamentarios. Pero además se oponía al manejo
de la economía de Ulloa, el Partido Aprista Peruano que vivía intensamente el “salto
generacional” que significó la elección del diputado Alan García Pérez como su
secretario general a inicios de octubre de ese año.
El enfrentamiento de Ulloa con sus compañeros de partido,
en cambio tenía mucho que ver con disputas por el ejercicio del poder en distintas
instancias gubernamentales. Curiosamente, después que Alva Orlandini resultó
elegido secretario general de AP en su X Congreso Nacional realizado a fines de
junio, hubo una cierta tregua que duró hasta que Ulloa renunció en diciembre de
1982. El máximo cargo de la estructura partidaria de un partido de gobierno
obligaba a Alva a ser oficialista y, por lo tanto, forzado a no enfrentar violentamente
al primer ministro… de su gobierno.
MARCHA CONTUNDENTE Y DIALOGO CORDIAL
En los últimos meses de 1982 se realizó una masiva
marcha de repudio a la política económica implementada por Ulloa y de respaldo
a los reclamos de distintas organizaciones populares. Fue convocada por IU y
estaba encabezada por Alfonso Barrantes y dirigentes y parlamentarios de los
partidos integrantes del frente de izquierda. El largo recorrido entre la Plaza
2 de mayo y el Congreso de la República se hizo coreando consignas y cánticos y
duró más de hora y media. No hubo incidentes en el camino y al llegar a la Plaza
Bolívar los efectivos policiales indicaron que la marcha no podía llegar hasta
la puerta del congreso, pero señalaron que una delegación de dirigentes podía
pasar a entrevistarse con directivos del parlamento. Enterados de la situación,
los varios miles de manifestantes siguieron coreando y vivando.
Apenas terminamos de subir las escalinatas del
edificio, un funcionario se acercó a Barrantes que encabezaba a la veintena que
habíamos ingresado y le dijo que nos iba a guiar a la oficina de la presidencia
porque allí quería recibirnos Valentín Paniagua, presidente de la Cámara de Diputados.
No habíamos terminado de acomodarnos cuando Paniagua ingresó a la amplia
oficina, saludando a todos los que habíamos llegado al frente de la marcha.
El diálogo fue principalmente entre Barrantes y Paniagua.
Pasados más de 40 años evidentemente hoy no recuerdo detalles, sino impresiones
gruesas. Paniagua escuchó y dio algunas
respuestas que permitió que después al salir Barrantes informara de viva voz los
resultados de la conversación. Y todos salimos con la sensación que la marcha
había logrado algo de lo que se pedía, me parece que un aumento de sueldos y
salarios.
Hubo mucha cordialidad en ese encuentro. Paniagua
conocía Alfonso Barrantes, a Enrique Bernales y a Guillermo Herrera de las
luchas estudiantiles de finales de los años 50. Conmigo había compartido la dirigencia
en la Democracia Cristiana de mediados de los años 60 (Ver
crónica “Jugando fulbito con futuro presidente” del 20 de enero de 2013). A Dammert, Javier Diez Canseco y Agustín
Haya de la Torre, diputados ambos de la UDP, los conocía por las labores
parlamentarias de los últimos años.
No puedo precisar la fecha de esa marcha, pero debe
corresponder a ese segundo semestre porque era contra la política económica de
Ulloa que renunció al terminar diciembre y porque nos recibió Paniagua que presidió
su cámara desde el 27 de julio.
NO DESTRUIR CIUDAD QUE SE PRETENDÍA
MEJORAR
Alguien podría preguntarme sí es que se nos ocurrió
romper sardineles para tener contundentes proyectiles para lanzarlos a la
policía. Tendría una serie de razones para explicar nuestra negativa a ese tipo
de métodos. Prefiero contestar de otra manera. Si aspirábamos a que Barrantes
fuera el siguiente alcalde de Lima, si estábamos trabajando para que IU
triunfara en las elecciones del siguiente año, hubiésemos estado locos para
destruir la ciudad que estábamos dispuestos a embellecer cuando se iniciara una
gestión de izquierda, y por tanto más justa, más humana… O como decía Barrantes,
evocando a José Carlos Mariátegui, estábamos dispuestos a conquistar el pan y
la belleza para el pueblo…
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