“Ya que estás viajando a Ayacucho no te despidas así…”, le había reclamado al fotógrafo Pedro Sánchez cuando agitó una mano. Se acercó y, mientras ambos reíamos, nos estrechamos en un abrazo “que podría ser el último”. Esa escena me martillaba la cabeza el sábado 29 de enero de 1983 alrededor de mediodía, mientras que Francisco -Paco- Landa cuidadosamente examinaba dos o tres fotos de Pedro y de Eduardo de la Pinella extendidas sobre una mesa. En medio del silencio y la crispación en todo el local por la desaparición de dos de sus integrantes, el experimentado jefe de redacción de “El Diario de Marka” se sentía obligado en pensar en la primera plana para el día siguiente.
Paco Landa estaba tan golpeado como el resto por
la noticia de la desaparición de ocho periodistas en las alturas de Ayacucho,
pero precisamente por ser periodista, estaba
pensando en que su trabajo no podía detenerse. Así se lo hubieran exigido sus
propios colegas que a esas alturas no se sabía sí estaban desaparecidos o
muertos. Había que informar todo lo que pasaba en ese convulsionado
departamento donde se había iniciado la acción terrorista de Sendero Luminoso
y, que a pesar de haber extendido sus acciones a varios departamentos de la
sierra y a la propia capital del país, continuaba siendo la zona con mayor
violencia.
AYACUCHO: DESTINO PELIGROSO
La ciudad de Ayacucho -que en quechua significa “rincón
de los muertos”- en la provincia de Huamanga se había convertido desde mediados
del año 1980 en una fuente creciente de noticias y el último año no sólo por
los atentados que seguían produciéndose sino también por denuncias sobre
excesos por parte de las fuerzas del orden. Desde hacía varios meses, los
periódicos de alcance nacional, tenían enviados especiales para que cubrieran
las noticias considerando que eran tantas que sobrepasaban la capacidad de sus
corresponsales en la ciudad.
“El
Diario de Marka”,
o “Marka” -nombre del semanario que
lo precedió- como también se le conocía, tenía a Luis Morales Ortega como
corresponsal, sin duda el más destacado de los hombres de prensa en esa ciudad.
Lo acompañaba Félix Gavilán, otro destacado periodista ayacuchano. Sin embargo,
dada la creciente complejidad para cubrir todo lo que pasaba en la región,
desde hacía varios meses los apoyaban periodistas de su sede central, enviados
que rotaban más o menos cada dos semanas. En realidad varios medios de
comunicación tenían enviados especiales a Ayacucho, además de corresponsales. Considerando
que había continuos atentados en la ciudad y gran parte del departamento y
también una actitud bastante hostil por parte del comando político militar a cargo
de la zona, viajar a Ayacucho se convertía en una misión peligrosa para los
periodistas en general y especialmente, para los del “El Diario de Marka”, periódico de clara orientación izquierdista.
Sin embargo, los periodistas de “Marka” estaban dispuestos
a viajar. Incluso De la Pinella, cada dos o tres días, solía asomarse a la
oficina de José María Salcedo, director del periódico, para preguntarle cuándo
lo enviaba a Ayacucho. Además de la desfachatez al momento de hacer las
preguntas, De la Pinella era fácilmente ubicable en las conferencias de prensa por
su pelo bastante claro, y sus 185 centímetros de estatura. Había hecho grandes
progresos en los dos años y medio que tenía en el diario. Integrante del
Partido Comunista Revolucionario, si inicialmente era un militante político
tratando de ser periodista se había convertido es un periodista que tenía
militancia política.
De la Pinella había recibido feliz la decisión de
Salcedo de enviarlo a Ayacucho. Allí encontraría con el fotógrafo Pedro Sánchez.
Viajó a esa ciudad el lunes 24.
UN PROYECTO PERIODÍSTICO INTERESANTE
“Marka” fue una revista creada por Luis Flores Lama
y Eduardo Ferrand en 1975. Su línea era de izquierda, aunque no representaba
ninguna tendencia partidaria. Aportaron como accionistas varios independientes
de izquierda, como Humberto Damonte, Antonio Meza Cuadra, Ernesto Velit o
militantes políticos a título personal como Ricardo Letts. La revista sufrió
cierres durante el gobierno del general Morales Bermúdez. Hacía el final del
gobierno militar, Flores Lama planteó convertir la revista en diario, aumentando
el capital con el aporte económico de varios de los partidos de izquierda.
“El
Diario de Marka” comenzó a circular
a fines de mayo de 1980 y constituyó en los siguientes cuatro o cinco años, un valiosísimo proyecto de prensa alternativa
hasta que se frustró por insalvables problemas internos. Cuando en septiembre
de ese mismo año se fundó Izquierda Unida (Ver crónica “Necesidad de unidad venció a la desconfianza” del 26 de mayo de 2017) fue natural que se pensara que
era el vocero de IU. Lo cierto es que no todos los partidos que integraban IU
tenían acciones en el periódico ni todos los partidos con acciones en el
periódico, eran integrantes de IU. Pero de
hecho los integrantes de IU eran mayoría y pudieron señalar la línea gruesa del
periódico en los primeros cinco años.
Para el cambio de semanario a diario, el Partido
Socialista Revolucionario, PSR no hizo ningún desembolso pero se consideró como
primer aporte partidario lo entregado por Antonio Meza Cuadra y Ernesto Velit,
fundadores y dirigentes PSR, ambos médicos, quienes habían sido invitados por
Flores para ser accionistas de la revista cinco años atrás y que habían cedido sus
acciones al partido. Como desde la fundación del PSR, estuve en la mayoría de
las relaciones y coordinaciones con otros partidos, independiente del cargo
partidario que detentaba, en varias oportunidades representé al PSR en las
reuniones del directorio de “Marka”.
En 1982 yo integraba esa instancia de decisiones y en esa condición -en alguna
de las crisis internas producto de las tensiones partidarias- había propuesto y
conseguido el nombramiento de Salcedo como director en agosto.
Este último hecho explicaba mi presencia un sábado
en el periódico. Aunque José María -Chema le decían ya muchos- había pedido
licencia a la dirección nacional del PSR a raíz de su nombramiento, yo mantenía
un estrecho contacto con él. Si antes no me resultaba raro visitar al periódico,
en los últimos meses solía hacerlo para conversar con Chema por lo menos un par
de veces por semana e incluso, para salir a tomarnos un café y que se alejara
de las tensiones que todos los días y a toda hora tenía que soportar. No se
trataba sólo de una militancia compartida sino, sobre todo, de una fuerte
amistad.
DESAPARICIÓN DE OCHO PERIODISTAS GOLPEAN A
TODOS
Ese sábado evidentemente no conversaríamos con
Chema como en otras oportunidades, ya que se encontraba absolutamente
desbordado…
Horas antes Lucho Morales desde Ayacucho había informado
la desaparición de los ocho periodistas. Habían viajado el miércoles hacia
Huaychao en las alturas de la provincia de Huamanga, donde días antes se había
producido el rechazo por parte de los campesinos de una columna senderista. Buscaban
mayor información sobre el primer enfrentamiento victorioso de los campesinos. En
el grupo, de “Marka” además de Sánchez
y De la Pinella, estaba Gavilán, asimismo Jorge Sedano de “La República”, Jorge Luis Mendívil y Willy Retto de “El Observador”, Amador García de la
revista “Oiga” y Octavio Infante de “Noticias” de Ayacucho. Debían regresar
el jueves y como no lo hicieron Morales y otros periodistas se preocuparon y
comenzaron a buscar información con las autoridades militares y policiales. En
la noche del viernes se había comenzado a hablar de desaparecidos...
Eso es lo que había trasmitido Morales en la
primera de las innumerables llamadas telefónicas que realizaría ese sábado. Conforme
se sucedían las noticias, se generaba mayor intranquilidad. En algún momento se
afirmó qué habían aparecido los cadáveres de Sánchez y Mendívil mientras los
otros seguían desaparecidos. Calculo que a partir de la una o dos de la tarde,
varias fuentes distintas confirmaron la tragedia: todos los periodistas estaban
muertos y también el guía, Juan Argumedo, medio hermano de Infante. La voz
ronca de Alfonso Grados Bertorini, ministro de Trabajo, dándole el pésame
telefónico a Chema confirmó también la muerte de todos.
SÁBADO TRISTE, VARIOS DÍAS DE DUELO
No pretendo en esta crónica referirme a los dolorosos
sucesos de Uchuraccay. El propio José María publicaría un año después el libro “Las
Tumbas de Uchuraccay”, con un detallado relato de lo que podría haber pasado,
con testimonios, antecedentes, versiones discrepantes e investigaciones sobre
los sucesos. Sólo señalaré que se trató de una masacre de hombres de prensa por
campesinos integrantes de una apartada comunidad, azuzados por un grupo militar
que aparentemente les indicaron que debían matar a cualquier extraño que se
acercara a la comunidad. Nunca se pudo precisar exactamente quiénes fueron los que
provocaron la violenta acción de los campesinos.
Por alguna razón, al retroceder hasta ese verano
treinta y ocho años atrás, es ese sábado lo que más tengo presente. Con el
silencio que se producía cuando sonaba el teléfono para mantener la esperanza o
aceptar la tragedia, con hombres maduros que no ocultaban las lágrimas, con
muchos deambulando por los pasillos y oficinas del periódico, con exclamaciones
diversas, con dirigentes partidarios ingresando y saliendo, con abrazos
sentidos a personas con las que nunca se habían hablado, en fin un velorio
colectivo en el que nadie estaba seguro que se pudieran velar a los muertos.
Los siguientes días los tengo muy borrosos. Conocerse
los hechos con dolor e indignación el domingo, recibir los cuerpos de seis -dos
quedaron en Ayacucho- en el aeropuerto, asistir a sus velorios y visitar a los
diarios que habían sufrido las pérdidas el lunes y, acompañar los entierros el martes. En esas visitas de pésame, acompañé al
general Leonidas Rodríguez Figueroa y al senador Enrique Bernales, en esos momentos
presidente y secretario general del PSR. Fueron días de un sentimiento
colectivo de pesar en el país.
RECUERDOS DE UN COMPAÑERO
En esta crónica pretendo contar cómo me sentí el
día que todos conocimos la noticia y particularmente cómo recordaba a Pedro
Sánchez Gavidia, integrante del grupo asesinado con quién me sentía identificado,
no sólo porque estaba muy vinculado al PSR, sino también porque lo había
tratado bastante los dos últimos años no sólo en el ámbito político sino
también laboral.
Alguna vez me enteré que en marzo o abril de 1978,
a punto de iniciarse la campaña electoral para la Asamblea Constituyente, Pedro
Sánchez apareció un día en una oficina que el PSR había
conseguido en préstamo en el jirón Carabaya a unos veinte metros de la Plaza
San Martín, preguntó
justamente por Salcedo. Llevaba una carpeta con una serie de fotografías de
rostros campesinos, particularmente niños. Y junto con esas fotos había otras,
también en áreas rurales, con imágenes de cinco años antes de Leonidas
Rodríguez hablando uniformado ante audiencias campesinas en ceremonias
aparentemente vinculadas a la entrega de títulos. Leonidas era fundador y
presidente del PSR y luego de ser amnistiado, estaba a punto de regresar del
exilo justamente para esa campaña donde encabezaba la lista de candidatos del
PSR.
Las fotos las había tomado mientras trabajaba para
la oficina regional de Lima e Ica del Sistema Nacional de Apoyo a la Movilización Social,
SINAMOS, unos cinco años antes. Leonidas había sido jefe de SINAMOS los años
1972 y 1973 y tanto Chema como yo habíamos trabajado en esa dependencia dos
años y medio.
Aunque a Chema le impresionaron las fotos y ambos se
entendieron muy bien desde el primer momento, la interrupción de la campaña
electoral y la persecución a la dirigencia partidaria a mediados de mayo (ver crónica “Hace 35 años fui un papá de la calle”
del 24 de mayo de 2013),
hicieron difícil que se estableciera una colaboración mayor de parte de Pedro. Creo
que algunas de sus fotos se utilizaron para algunas de nuestras publicaciones.
DE “PRACTICANTE” A GRADUADO CON HONORES
Dos años después en la campaña electoral de 1980,
cuando Leonidas encabezaba como candidato a la presidencia la fórmula de Unidad
de Izquierda, traté con Pedro que había sido enrolado por Chema para que tomara
fotos de esa campaña. Estoy casi seguro que nuestra primera conversación fue en
una gira que realizamos a la selva. El 24 de abril habíamos llegado desde
Iquitos a Pucallpa y el mitin estaba previsto para el día siguiente. A las
nueve de la noche había acabado diversas coordinaciones y estaba agobiado por
la sensación de calor. Cuando salí del local para buscar dónde tomar algo
fresco, me encontré con Pedro y nos encaminamos juntos a un kiosco que había
cerca.
Hablamos de una campaña pobre que lo obligaba al
máximo a encontrar los mejores ángulos para tratar de gastar menos rollos de
película, cuando lo normal era “quemar” mucha película para tener numerosas
tomas para escoger. Los partidos pobres tenemos que ahorrar, le dije. De alguna
manera, terminamos bromeando cuando le dije que se imaginara que era un
practicante que tenía que poner de su poco dinero para quedar mejor con el
empleador que lo debía calificar.
Terminada la campaña electoral, varias veces ese
mismo año y al año siguiente, lo encontré en DESCO -la ONG donde yo trabajaba-
cuando fue llevado por Chema para colaborar en Quehacer -importante revista
bimensual que tendría mucha importancia en la década que se iniciaba- y también
en un periódico llamado “Yunta” un interesante proyecto destinado a la
divulgación de la problemática de los pueblos jóvenes, que lamentablemente duró
sólo cinco o seis números. Cuando nos encontrábamos, siempre le preguntaba
riéndome si ya se sentía profesional o aún era practicante.
Fue a inicios de 1982 que le dije que me había
enterado que se había graduado con honores. Y ante su cara de sorpresa, sólo añadí
“la foto del paro”. Y es que Pedro, además de trabajos como los conseguidos en
DESCO, como fotógrafo independiente trataba de obtener buenas imágenes de marchas,
movilizaciones y otro tipo de manifestaciones sociales y las ofrecía a
distintas publicaciones. Y a mediados de 1981, durante un paro nacional, había
tomado una foto en el preciso momento en que un policía disparaba y mataba a un
joven manifestante en la Plaza Dos de Mayo. La llevó recién revelada a “El
Diario de Marka” y el jefe de fotografía, Severo Huaicochea, quedó muy
impresionado. La foto se publicó y algunos meses después Pedro ingresó a trabajar
reemplazando a un fotógrafo que renunció.
En el resto del año nos cruzábamos muchas
veces ya no sólo en DESCO sino también en el periódico donde se llevaba muy
bien con todos, por su sencillez y buen humor.
Había aceptado viajar a Ayacucho pese a la
preocupación de su esposa con la que meses antes había formalizado una larga
relación en un matrimonio civil en el que Salcedo había sido testigo. En medio
de una serie de decisiones sobre el traslado al día siguiente a Ayacucho y
traer los restos de los periodistas de regreso, Chema no sólo estaba golpeado
por la muerte de sus colegas y amigos, sino también debía ir a la casa de Pedro
a comunicarle personalmente a María Rosario, la muerte de su esposo…
RECUERDO DE CARCAJADAS CON PEDRO SÁNCHEZ
A las once de la noche fue la última de las tres o
cuatro veces que salía de “Marka” ese día. Había pasado varias horas recordando
el último abrazo con Pedro Sánchez y al terminar de bajar las escaleras y mirar
una de salas del primer piso retrocedí ocho meses y sonreí.
A principios de junio de 1982, hojeaba “El Diario de Marka” cuando vi un
recuadro que anunciaba la cobertura que el periódico haría del mundial de
fútbol en España y que indicaba que las fotos estarían a cargo de Pedro
Sánchez, entre otros. Días después que me crucé con él en el segundo piso del local
del periódico, lo felicité y le pregunté cuándo viajaría al mundial ya que se
acababa de inaugurar. Enigmáticamente me dije, estaré algunos días en el
mundial pero otros en Lima. Como me vio totalmente intrigado, me hizo señas
para que lo siguiera. Bajamos las escaleras y abrió la puerta de una sala.
Había un televisor y al frente una cámara fotográfica firmemente asentada sobre
un trípode. Aquí estoy en España y saliendo de esta oficina regreso a Lima, me
dijo. Ambos nos reíamos a carcajadas y Pedro añadió, recordando quizás nuestra
primera conversación, así como los partidos pobres tienen que ahorrar para
realizar sus campañas, los periódicos pobres tienen que ingeniárselas para
mantener sus ediciones.
¡Por primera vez en ese sábado, la imagen que tenía en mi mente del último abrazo con Pedro, se había reemplazado por la imagen de ambos riéndonos despreocupadamente!
¡Qué hermosa anécdota Alfredo! Todo un homenaje al humilde y al mismo tiempo grande Pedro Sánchez.
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