Hubo una decisión del congreso peruano que significó un desatino en política internacional pues incluso maltrató a un país sudamericano que ya había aceptado la propuesta de un nuevo embajador del Perú. La decisión generó un conflicto entre el Poder Ejecutivo y el Legislativo. También mostró la división de la bancada del partido de gobierno. Y algo más grave, produjo el menoscabo de la figura presidencial de parte de quienes en buena medida, eran legisladores gracias a la significativa votación obtenida por el presidente.
Por cierto, cuando hablo de conflicto entre esos dos poderes del Estado no me refiero a nada del presente, sino estoy retrocediendo cuarenta años a un hecho que sucedió en los últimos meses de 1981. Y debo añadir que fue el caso de un embajador que no se hizo cargo de su destino debido a una pésima decisión del Parlamento y no por acción preventiva de la justicia.
PÉREZ DE CUÉLLAR “BALOTEADO”
Al final de la tarde del 7 de octubre de 1981, me
enteré que el nombramiento de Javier Pérez de Cuéllar como nuevo embajador del
Perú en Brasil había sido “baloteado” en el Senado. De los 42 senadores
presentes, Pérez de Cuéllar obtuvo 23 balotas blancas contra 19 negras, por lo tanto,
al no llegar a la mitad más uno -31- de los 60 que integraban esa cámara
legislativa, requisito para la ratificación, su nombramiento quedó desechado.
Al igual que en los años anteriores y los que
vendrían posteriormente, el ministerio de Relaciones Exteriores después de
decidir el nombramiento de un embajador, lo consultaba “informalmente” con el
país al cual sería destinado para obtener el “placet” -adelanto también
informal que sería aceptado- y sólo después lo hacía público con la respectiva
resolución suprema con las firmas del presidente de la república y del
Canciller. Pero a diferencia de lo que sucede desde 1993, luego se informaba al
Senado de la República para que ratificara el nombramiento. Sólo después de
producida la confirmación parlamentaria, se comunicaba oficialmente la
designación al gobierno del país al que estaba destinado el nuevo embajador.
HABIA QUE EVITAR OFENDER A LOS ALIADOS
Ese día me encontraba asistiendo a un acto
conmemorativo de la fundación del Partido Comunista Peruano, PCP, cuando me
enteré de la noticia -aunque sin mucho detalle- cuando llegó al acto un
militante que había estado en el Senado. En esa época yo integraba el comité
directivo nacional de Izquierda Unida, IU, como miembro alterno en representación
del Partido Socialista Revolucionario, PSR, , razón por la cual generalmente
asistía a las invitaciones de otros partidos, algunas veces solo y otras acompañando
a Leonidas Rodríguez o a Antonio Meza Cuadra, presidente y secretario general
del PSR en ese tiempo.
Vale la pena hacer un paréntesis para contar que en
esa fecha no sólo el PCP conmemoraba su fundación, ya que también lo hacía el
Partido Comunista del Perú - Patria Roja, que reivindicaba ser el auténtico partido
comunista. El PC del P era el principal integrante de la Unión de Izquierda
Revolucionaria, UNIR, que al igual que el PCP integraba IU desde su fundación
en septiembre de 1980. El tratar de cumplir con normas de cortesía para con los
aliados hizo que inicialmente los otros integrantes de IU tuviéramos que hacer
equilibrios para cumplir con ambas invitaciones. Sin embargo, uno o dos años después,
sin que aparentemente hubiese alguna coordinación, el PCP y el PC del P
comenzaron a celebrar en días sucesivos sus actos conmemorativos, aliviando por
cierto a sus aliados.
PREOCUPACIÓN POR LA POLÍTICA EXTERIOR
PERUANA
Volviendo a la “baloteada” en el Senado, recién
pude tener idea de la magnitud de lo ocurrido a la mañana siguiente cuando conversamos
con Enrique Bernales, senador del PSR, a quien conocía más de veinte años (Ver crónica “Enrique Bernales se enrola en el PSR del 26 de abril de 2019). No era la primera vez que conversábamos sobre la ratificación de
embajadores. En general, en el partido seguíamos muy de cerca la política
internacional del Perú que había desarrollado importantes líneas de acción
durante el gobierno del general Juan Velasco Alvarado. Días antes habíamos
tenido una reunión con un diplomático joven, que estaba todavía en los primeros
años de su carrera, para que le diera a Enrique una visión de cómo se veían las
inminentes designaciones a las embajadas por parte de los diplomáticos.
Desde la fundación del PSR cinco años antes, habíamos
tenido varios militantes que eran jóvenes diplomáticos comprometidos con el
proceso revolucionario que encabezó el general Velasco y que se sintieron identificados
con el nuevo partido e integraron algunos Grupos de Acción Política, GAPs, o
células de nuestra organización. Recuerdo que en marzo de 1979 estando en
Berlín-Este con una delegación que encabezaba Leonidas Rodríguez, en dos o tres
oportunidades nos habían dicho en el hotel que nos había buscado una persona
que se había identificado con un carnet diplomático. Leónidas -que en esos
momentos era miembro de la Asamblea Constituyente- se negó a dejar ningún
encargo de respuesta a representantes de la embajada “del gobierno del traidor
Morales Bermúdez”. Una tarde que llegábamos de regreso de alguna reunión nos
encontramos con un rostro conocido. Era el joven diplomático que nos había
buscado antes. ¡Enterado de nuestra visita a la República Democrática Alemana,
nos buscaba como militante del partido y no como miembro de la embajada...!
PROPUESTA DE LUJO
Pero regresemos a la propuesta del embajador en
Brasil. La Cancillería del Perú siempre se había preocupado de mantener muy
buenas relaciones con ese país. Al decidir que Pérez de Cuéllar fuera embajador
se había tenido en cuenta que se trataba de un brillante profesional con
variada experiencia por los distintos destinos durante su carrera, en Europa Occidental
y en Europa Oriental, en Norteamérica y en Sudamérica, así como también con
experiencia como uno de los subsecretarios generales de la organización de Naciones
Unidas, ONU, que había dejado meses atrás aunque conservando encargos concretos
en representación del secretario general, Kurt Waldheim. Además, Pérez de
Cuéllar había estado en décadas anteriores en la embajada peruana en Brasil, como
primer o segundo secretario y posteriormente como ministro o ministro
consejero. Pocos meses antes, con ocasión de la visita oficial al Perú del
presidente João Figueiredo, el presidente Fernando Belaunde había programado
una conversación entre su colega brasileño y Pérez de Cuéllar a quien
consideraba virtual embajador. Además de un desaire a la cancillería, había por
tanto una implícita descortesía al presidente brasileño ya que se le habría
presentado como futuro embajador a quién no llegaría a ocupar el cargo.
LUCHA INTERNA SIN IMPORTAR LOS COSTOS
Conversando con Bernales vimos que todas las
informaciones coincidían en que fue de Javier Alva Orlandini la iniciativa de
votar en contra secundado por buena parte de los 26 senadores acciopopulistas.
Y Alva no solamente era presidente del Senado sino además líder de un sector de
Acción Popular que se enfrentaba por el control del aparato partidario y por el
rumbo del gobierno con el “ulloísmo” sector más de derecha tipo empresarial
encabezado por el primer ministro Manuel Ulloa. En esos días el “alvismo” tenía
la presidencia de ambas cámaras: Alva en el Senado y Luis Pércovich en la Cámara
de Diputados. El “alvismo” no sólo tenía discrepancias con algunas posiciones
de Ulloa sino también con las de algunos ministros como José María de la Jara,
ministro del interior, y el canciller Javier Arias Stella, quien además era
secretario general en ejercicio de Acción Popular, el partido fundado 25 años
antes por el propio Belaunde y que tuvo desde el inicio a Javier Alva como
dirigente, ya que venía de encabezar el Frente de Juventudes que lanzó la
primera candidatura presidencial de Belaunde en 1956.
Enrique también me contó que la ratificación de
embajadores no estaba prevista en la agenda del día anterior y que Alva planteó
el tema sorpresivamente en la sesión cuando comprobó que no se encontraban
varios senadores del Partido Aprista y de Izquierda Unida. Y añadió que era evidente
que Alva quería imponer su liderazgo propinando derrotas a los rivales
partidarios… aun a costa de dañar políticas de Estado.
Rechazando el nombramiento de Pérez de Cuellar, el
sector “alvista” había vapuleado al canciller Arias Stella y por cierto también
al primer ministro Manuel Ulloa. Pero quedaba igualmente golpeado Óscar Trelles,
el anterior presidente del Senado, quien había sido secretario general de Acción
Popular durante varios años ya que, en su condición de presidente de la comisión
de Relaciones Internacionales, había recomendado la confirmación del
nombramiento de Pérez de Cuéllar como embajador.
¿COBRAR CUENTAS PENDIENTES O SÓLO GUERRA
INTERNA?
Pero más allá de estas consideraciones, lo más
grave era que la no ratificación a Pérez de Cuéllar golpeaba directamente al
presidente Fernando Belaunde Terry, quien lo había designado. Más aun, Belaunde
no era sólo el máximo dirigente de Acción Popular. Era el jefe…
Desde el primer momento trascendió que la razón de
los acciopopulistas para oponerse a la ratificación de Pérez de Cuéllar había
sido que el 3 de octubre de 1968, el diplomático en su condición de secretario
general del ministerio de Relaciones Exteriores -y por tanto el funcionario
público de mayor categoría- tomó el juramento presidencial al general Juan
Velasco Alvarado quien encabezó el golpe de Estado contra Belaunde. El
argumento, sin embargo, no era muy coherente si tomamos en cuenta que la
propuesta era del propio Belaunde Terry.
Los periódicos mostraron las contradicciones dentro
del partido de gobierno a través de declaraciones de varios senadores
acciopopulistas que con Trelles a la cabeza consideraban la posibilidad de
rectificar la votación, mientras que el propio Alva Orlandini consideró la
votación como “cosa juzgada” argumentando que los parlamentarios habían votado
“según su conciencia”. Transcurridos algunos días, resultó evidente que no
habría ninguna rectificación de la votación.
Pérez de Cuéllar tuvo claro desde el primer
momento que no habría marcha atrás por lo que solicitó su pase a la situación
de disponibilidad en el servicio diplomático negándose a “ser juguete u objeto
de maniobra de los políticos” porque “creo que es la respuesta que dicta el
decoro y la responsabilidad del servicio exterior al que pertenezco”. Por otro
lado, en la mayoría de los medios de comunicación se informó del descontento entre
el cuerpo diplomático nacional que consideraba a Pérez de Cuéllar uno de sus
más valiosos integrantes.
También trascendió que Javier Arias Stella había
presentado su renuncia a la Cancillería, pero que no fue aceptada por el
presidente Belaunde, quien juntamente con Ulloa, le ratificaron su confianza.
CUANDO HUBO SONRISAS Y CUANDO NO LAS HUBO
Unos cuatro días después como para demostrar que
no había desunión en el partido de gobierno, ni que tampoco había razones para
considerar que el liderazgo de Belaunde estaba en cuestión, la bancada
parlamentaria acciopopulista ofreció un almuerzo al presidente Belaunde. Participaron
además los integrantes del gabinete ministerial y los parlamentarios del
Partido Popular Cristiano, PPC, aliado del gobierno. No se permitió la
asistencia de periodistas y sólo al final dejaron ingresar a los fotógrafos
para que quedaran grabadas las imágenes de abrazos sonrientes entre Alva y Ulloa
o entre Alva y Arias Stella. Algunos de los hombres de prensa comentaron que
varios de los asistentes observaban desconcertados las sonrisas de los
fotografiados que querían dar entender que todos estaban unidos.
Dos meses después no hubo sonrisas entre los
senadores “alvistas” cuando se enteraron que Javier Pérez de Cuéllar había sido
recomendado por unanimidad por el Consejo de seguridad de la ONU, para ser su
nuevo secretario general. De esa manera culminó un extenso y dificultoso
proceso de selección iniciado a finales de octubre y qué pasó por 16 votaciones
y 8 reuniones de consulta. Al enterarse, Pérez de Cuéllar acudió al palacio de
Torre Tagle, sede de la Cancillería, indicando que iba a esa casa porque era la
suya. Fue recibido entre aplausos por sus colegas quienes consideraban esa designación
también como un reivindicación tácita a la carrera diplomática peruana. Poco
después el diplomático fue ratificado por aclamación en la Asamblea General de
la organización para iniciar sus funciones el primero de enero de 1982.
Javier Alva Orlandini fue candidato presidencial de
Acción Popular en las elecciones generales de 1985 y consiguió el 7.2 % de los
votos. Su partido sólo logró 5 escaños en el Senado, bastante menos de los 26
obtenidos cinco años antes y que fueron fundamentales para tomar muchas
decisiones, algunas tan desafortunadas como votar contra Pérez de Cuéllar,
quien como se sabe después de cumplir su mandato de cinco años, fue reelegido y
permaneció como secretario general de la ONU hasta el 31 de diciembre de 1991.
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