En abril o mayo de 1977, en la sala de un segundo piso miraflorino nos
encontrábamos Antonio Meza Cuadra, Manuel Benza, José María -Chema- Salcedo y
yo, dirigentes todos del Partido Socialista Revolucionario, PSR, fundado en
noviembre del año anterior. Esperábamos a Enrique Bernales Ballesteros quien estaba
interesado en ingresar al partido. Antonio era el secretario general del PSR y
no era casual la presencia de quienes lo acompañábamos. Los tres habíamos
renunciado seis años antes al Partido Demócrata Cristiano dentro de un amplio
grupo que también integraba Bernales.
Nos encontrábamos en la casa de Gastón -Chani- Garreaud, fundador del
PSR también y que había dejado su profesión de piloto de aviones comerciales
para dedicarse al arte, al mismo tiempo que a estudiar la vida del pionero de
la aviación peruana Jorge Chávez, cuya hazaña de cruzar los Alpes en un
monoplano estaba obsesionado en repetir. No sabíamos esa noche que lo haría en
dos oportunidades en aviones muy ligeros en 1985 y 1990, aunque no lo pudo
hacer en la réplica del avión original que el mismo Chani construyó y que se
exhibe en el aeropuerto internacional.
Comentábamos una pintura de Garreaud, con el rostro del poeta peruano César
Vallejo, que colgaba en una de las paredes, cuando llegó el integrante más
joven de la dirección nacional del PSR, Eduardo Franco Temple, quien se había
encargado de escoltar a Bernales a esa reunión.
NO SABÍA QUE SU INVITADO YA ESTABA COMPROMETIDO
Fue muy cordial el intercambio de saludos ya que todos nos conocíamos,
incluido Marcial Rubio inicialmente no considerado para esa conversación. Casi
en tono de disculpa Enrique manifestó que, apenas le confirmaron la reunión,
había insistido en que Marcial también fuera convocado porque, teniendo
coincidencias académicas y políticas con él, pensaba que eventualmente podría
también interesarse en ingresar al PSR. A ninguno nos cambió la cara al
escuchar la explicación de Enrique, quien no tenía por qué saber que Marcial no
sólo estaba ya en el PSR sino que era integrante de su dirección nacional constituida
desde por lo menos un mes antes del anuncio público de su fundación.
En los primeros meses de ese año, Eduardo Franco que había sido
incorporado a la dirección nacional poco después de la fundación del partido (Ver crónica "Nace un nuevo partido” del 21 de noviembre de 2014), nos pidió conversar a Salcedo y a mí. Lo
conocía desde 1970 como integrante de un grupo de jovencísimos universitarios que apoyaba la
gestión de Chema como presidente de la federación de estudiantes de la PUC. Nos
dijo que Enrique Bernales se sentía cercano al PSR, pero Franco pensaba que podía
comprometerse pronto de sentirse notoriamente bienvenido. Nos dijo que podría planteársele
la posibilidad de una reunión con algunos de los dirigentes. Enrique era decano
de la facultad de Ciencias Sociales de la Pontificia Universidad Católica, PUC,
y Eduardo estudiaba allí sus últimos cursos antes de culminar su carrera. Chema
y yo coincidimos con Franco y él continuó sus diálogos con Enrique y
posteriormente le planteó tener una conversación con alguno de los dirigentes
públicos.
ACADÉMICO DECIDIDO A COMPROMETERSE PARTIDARIAMENTE
A sus 36 años, Bernales había desarrollado una importante carrera
académica. Egresado de Derecho en la Universidad Católica estudió un doctorado
en Ciencia Política en Francia y regresó a finales de los años 60 como profesor
a la recién formada facultad de Ciencias Sociales de la PUC donde desde siete
años atrás era el decano.
Aprovechando un semestre sabático había regresado a Francia donde uno
de sus más respetados profesores le había aconsejado que viajara a España a
seguir de cerca la transición democrática que allí se estaba produciendo
después de la muerte del dictador Francisco Franco en noviembre de 1975. Esa
oportunidad por algunos meses -y posteriormente en viajes más cortos- sirvieron
para que Enrique no solo observara con ojos y mente de académico el proceso
español sino también se identificara con la actuación del Partido Socialista
Obrero Español en ese periodo. Tuvo oportunidad de conversar con Felipe
Gonzales, Alfonso Guerra, Luis Yáñez, Elena Flores y varios jóvenes dirigentes más
-principalmente andaluces- que encabezaban el PSOE en esa etapa decisiva.
Enrique seguía con entusiasmo los avances del PSOE en ese especial
ciclo político de España, se sentía identificado con la vocación de confluencia
del socialismo y la democracia que esa generación de jóvenes dirigentes social
demócratas propiciaba. Y por eso, la noche de nuestro encuentro en casa de
Chani, hablamos un rato sobre lo que se vivía en España considerando además que
José María también seguía con interés los cambios en España. Pero ni Chema ni
yo nos imaginábamos que a principios de diciembre de ese mismo año estaríamos
en el local del PSOE en Madrid hablando con Felipe Gonzales, Luis Yáñez y Elena
Flores (ver
crónica “Si aunque no: Leonidas en Madrid” del 23 de marzo de 2013).
Lo central de la reunión, sin embargo, fue tratar sobre nuestro
enfrentamiento al gobierno del general Morales Bermúdez, la evaluación que
podría hacerse en la Fuerza Armada sobre la salida del gobierno para evitar que
continuara el desgaste, las crecientes demandas populares, las posibilidades de
unidad entre las fuerzas de izquierda, etc. Encontramos muchas coincidencias
entre las posiciones del PSR con lo que pensaba Enrique, que fue quien más
conversó esa noche en que Marcial -Malulo- Rubio casi no abrió la boca pese a
las invitaciones de Enrique a que hablara.
NO CALCULÁBAMOS GRAN IMPORTANCIA DEL NUEVO MILITANTE
Al terminar la reunión que duró un par de horas, quedamos en que
Enrique comunicaría a Eduardo su decisión de ingresar o no al PSR. En caso de
ser su respuesta afirmativa, le informamos, sería adscrito a un GAP -grupo de
acción política- que era el canal obligatorio de participación de toda la
militancia, una célula donde se recibía información y directivas, se elaboraban
propuestas y se participaba de tareas asignadas de acuerdo a las características
de sus miembros.
Unos días después, Enrique siempre través de Franco nos trasmitió su
decisión de integrarse al PSR y poco después se le contestó que yo me
comunicaría con él para acompañarlo a su primera reunión como integrante del
GAP Camilo.
No era lo normal que los nuevos militantes fueran admitidos desde la
dirección, pero evidentemente había casos en que la importancia política de
esas adhesiones lo ameritaba. Fue el caso de Enrique como varios otros más. Sin
embargo no sería hasta tres años después que valoraríamos aún más la
importancia de aceptar su incorporación…
NO SÓLO DESTACÓ COMO SENADOR
Es que entre 1980 y 1991, Enrique aportó mucho a que el PSR fuera
reconocido. Debido a su actividad partidaria en los dos años previos, Enrique
fue incluido como el primer candidato del PSR en la lista al Senado de Unidad
de Izquierda en las elecciones de 1980. Fue elegido y antes de tener dos meses
como senador, al formarse Izquierda Unida, destacó como uno de los mejores
parlamentarios del bloque. De hecho en varias oportunidades, los periodistas
especializados lo consideraron el mejor senador de todas las bancadas. En las
elecciones de 1985 y 1990 -ya con voto preferencial- resultaría elegido senador
por el PSR, integrando las listas de Izquierda Unida e Izquierda Socialista, respectivamente
y siempre su desempeño fue brillante. Y por cierto que en esas dos
oportunidades integró como candidato a la primera vice presidencia las fórmulas
izquierdistas que encabezó Alfonso Barrantes Lingán.
Pese a que muchos ponderaban su importante desempeño en el Parlamento
como un académico, es evidente que su rol era fundamentalmente político y fue
casi natural que el Segundo Congreso Nacional del PSR realizado en marzo de
1982 lo eligiera secretario general, tarea que asumió con total responsabilidad.
Al corresponderle integrar el comité directivo nacional de Izquierda Unida, del
cual yo era miembro alterno en representación del PSR desde su fundación,
tuvimos que coordinar estrechamente. Un momento especial en que Enrique unió su
compromiso partidario, su brillantez como parlamentario y su liderazgo
político, fue cuando denunció la desaparición del dirigente campesino y del PSR
Jesús Oropeza Chonta en agosto de 1984 y no descansó hasta denunciar a los
responsables después de la aparición de su cadáver medio calcinado (Ver crónica "… de todas maneras lo haré subir a mi tierra”
del 17 de julio de 2015).
Después del Tercer Congreso Nacional del PSR, realizado en julio de
1986, cuando fui yo elegido para reemplazarlo como secretario general, seguimos
coordinando estrechamente. No obstante su evidente liderazgo, nunca mi
autoridad partidaria fue cuestionada sino incluso reforzada. Al mismo tiempo
que al ser la figura más conocida del partido su liderazgo público fue fortalecido
e impulsado. Aunque de estilos diferentes y sin duda preocupaciones distintas
fuera del ámbito político, en el quehacer partidario y político nuestro trabajo
fue siempre en equipo.
RUTAS SEPARADAS Y AMISTAD CONSERVADA
Después que en abril de 1991 cuando la mayoría de figuras públicas, fundadores
del partido y prácticamente todos sus cuadros juveniles renunciamos al PSR,
“recuperando nuestra independencia” hubo muy pocas oportunidades en que
conversamos con Enrique Bernales. Más aun cuando fue disuelto el Senado por el
“autogolpe” de Alberto Fujimori el 5 de abril de 1992. Dedicado a la vida
académica como docente y estudioso, a su labor como relator especial para el
Mercenarismo de la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, que
realizó desde 1987 hasta 2004 y dedicándole todo el tiempo libre que le quedaba
a la difusión de la ópera y el apoyo de talentos jóvenes en ese arte, hubo
varios años que sólo conversamos ocasionalmente cuando nos encontramos en
alguna actividad de la Comisión Andina de Juristas -de la que fue director
ejecutivo- a la cual me invitara o coincidíamos en reuniones sociales, alegres
como matrimonios o tristes como velorios.
Hubo dos momentos de cercanía en los últimos años a raíz de dos libros
testimoniales sobre cada uno de nosotros. En setiembre de 2012 estuvo en la
presentación del libro “¿PARA QUÉ SIRVE EL PODER? Vida, política y ética a los
setenta años de Alfredo Filomeno” (Ver crónica “Presentación de libro por mis 70 años” del 27 de
noviembre de 2012). Fue una
publicación en la que colaboró con un artículo hecho con mucho cariño y
generosidad que relataba experiencias compartidas y aludía a nuestro común origen político. Además de darle las gracias brevemente en esa oportunidad, posteriormente le hablé telefónicamente para reiterarle mi agradecimiento. Años después, en abril de 2017, me llamó para enviarme el texto de sus memorias "60 años en la PUC: una vida universitaria" para que las leyera y dada mi buena memoria le señalara alguna inexactitud. Leí todo el libro, le envié mis sugerencias para tan completo trabajo y le hice llegar un texto que pensaba incluir junto con los de otros de sus conocidos. Con ese motivo hablamos tres o cuatro veces pero sólo telefónicamente.
CONVERSACIONES SEGUIDAS EN SUS ÚLTIMOS MESES.
Pero a mediados de enero del año pasado ambos fuimos invitados a comer
por Germán Rijalba, un entrañable compañero que había trabajado incansablemente
por el PSR en los periodos en que tanto Enrique como yo ejercimos la secretaria
general del partido. Fue ocasión en que después de muchos años conversamos
largamente con la misma franqueza y confianza de las épocas en que nos reuníamos
casi a diario. Cuando quedamos en vernos en dos o tres meses, no pensé que
sería en un hospital…
Me avisaron a inicios de marzo que estaba internado justamente un día
que tenía que recoger unos medicamentos en el hospital Rebagliati por lo que,
al comprobar que aun allí se encontraba, subí a visitarlo y pude enterarme que
al día siguiente comenzaría radioterapia para combatir el cáncer que lo
afectaba.
Hablamos unas semanas después sobre el inicio de su tratamiento. Me
invitó a la presentación de sus memorias a principios de mayo pero no pude
asistir por encontrarme fuera del país. Pero desde mi regreso, a fines de ese
mes, unas tres veces más visité a Enrique en su casa de San Isidro, la que
conocía desde más de 40 años. En dos de ellas acompañado de Juan Borea, otro
entrañable compañero de la época del PSR. Pero fueron bastantes más las
conversaciones telefónicas que tuvimos con Enrique, no sólo recordando viejas
épocas sino también comentando hechos políticos sobre cuya validez jurídica no
sólo tenía opiniones sino que, a pesar de encontrarse físicamente muy
disminuido, las fundamentaba en entrevistas periodísticas e incluso en
comisiones parlamentarias.
En todas las conversaciones que tuvimos el año 2018 -que superaron en
número a las que habíamos tenido en los 25 años previos- cuando hablaba de su
enfermedad lo hacía con serenidad y trasmitía su fe en que podía superarla. La
última vez que hablamos fue el 6 de noviembre. Hasta ayer eras un año mayor que
yo, pero ahora tienes dos años más, fue lo primero que le dije, luego de
enviarle un fuerte abrazo. Nos reímos un buen rato comentando que estábamos en
una etapa en que ya nadie distingue no dos sino cuatro o seis años de
diferencia. Pregunté por el avance de su enfermedad y me dijo que estaba
peleando con ella y esperaba seguir ganándole. Antes de cortar el teléfono, quedamos
en que lo visitaría en su casa antes de fin de año...
Mi última visita a Enrique fue dieciocho días después. La hice en su
velatorio en el Salón de los Espejos de la Municipalidad de Lima en la noche del 24 de noviembre. Había fallecido poco después de la una de la
tarde.
LAS SORPRESAS DE ENRIQUE
Pero regresemos más de 40 años atrás, a 1977 la noche que Enrique se
integró orgánicamente al PSR. En esa oportunidad, lo recogí a de su casa en San
isidro y nos dirigimos en mi Volkswagen hacia Miraflores. En el trayecto de
unos quince minutos estuvimos conversando sobre amigos comunes. En un momento
le avisé que tenía que hacer una breve parada para entregar unos papeles de mi
trabajo. Llegamos a una casa en la primera cuadra del jirón Elías Aguirre. Bajo
por un par de minutos, le dije. Toqué el timbre, me abrió la puerta el dueño de
casa, intercambiamos unas pocas frases, miró hacia mi auto, saludó con la mano
y se acercó a Enrique haciendo un gesto para que bajara. Me acerqué y le indiqué
que teníamos tiempo para pasar unos diez minutos. Enrique no estaba muy
convencido. Le dijiste que íbamos a una reunión, me preguntó. Sí pero tú lo
conoces, se puede poner terco, le contesté. Bajó del auto algo contrariado y
entramos a la casa.
Al momento de cerrar la puerta de su casa, nuestro anfitrión le dijo:
bienvenido al GAP Camilo y antes que se recuperara de la sorpresa lo invitó a
pasar al escritorio para presentarle a otro integrante del GAP. Sentado en un
sofá esperaba un sonriente Marcial Rubio. Enrique no podía creer que ya estaba
en su primera reunión partidaria. Le contamos que Malulo era uno de los
fundadores del PSR y que se había decidido que no fuera uno de los dirigentes
públicos. Antes ver los puntos que nos tocaba analizar en el GAP, le dijimos que
cuando insistió en que fuera invitado a la reunión en casa de Garreaud habíamos
decidido que Malulo hablara poco porque nuestro interés era que Enrique tuviera
el principal papel.
Antes de un año, en la Primera Conferencia Nacional del PSR, realizada
en Chosica entre el 10 y 12 de marzo de 1978, Enrique participó en
representación del GAP Camilo, mientras Marcial y yo asistimos como miembros de
la dirección nacional. A partir de ese momento no sólo la dirigencia nacional
sino los dirigentes regionales conocieron de su brillantez y comenzó su carrera
política en el PSR que se concretó un mes después con su inclusión en la lista
de candidatos a la Asamblea Constituyente y su elección como miembro de la
dirección nacional en el Primer Congreso Nacional del PSR realizado en Ica a
fines de setiembre del mismo año.
En esa Conferencia de marzo, el coordinador de nuestro GAP no asistió
porque era un militante clandestino. Él había sorprendido a Enrique la
noche en que se incorporó al PSR, incluso más que encontrarse con Marcial. Fue
nuestro anfitrión en esa oportunidad, ya que nos reunimos en su casa. Fue Henry
Pease. Pero esa militancia es parte de otra historia…
Me parece que fue a finales del año 1980, no estoy seguro del año pero si de la opinión que apareció en la revista Caretas en donde se refieren a Enrique Bernales como al mejor senador y a Javier Valle Riestra como el mejor diputado. Pendiente el artículo sobre la militancia de Henry Pease en el PSR. Lo prometido es deuda.
ResponderBorrarHola Alfredo. Buenas cronicas. Juan Mendoza
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