viernes, 26 de abril de 2019

ENRIQUE BERNALES SE ENROLA EN EL PSR (1977)


En abril o mayo de 1977, en la sala de un segundo piso miraflorino nos encontrábamos Antonio Meza Cuadra, Manuel Benza, José María -Chema- Salcedo y yo, dirigentes todos del Partido Socialista Revolucionario, PSR, fundado en noviembre del año anterior. Esperábamos a Enrique Bernales Ballesteros quien estaba interesado en ingresar al partido. Antonio era el secretario general del PSR y no era casual la presencia de quienes lo acompañábamos. Los tres habíamos renunciado seis años antes al Partido Demócrata Cristiano dentro de un amplio grupo que también integraba Bernales.

Nos encontrábamos en la casa de Gastón -Chani- Garreaud, fundador del PSR también y que había dejado su profesión de piloto de aviones comerciales para dedicarse al arte, al mismo tiempo que a estudiar la vida del pionero de la aviación peruana Jorge Chávez, cuya hazaña de cruzar los Alpes en un monoplano estaba obsesionado en repetir. No sabíamos esa noche que lo haría en dos oportunidades en aviones muy ligeros en 1985 y 1990, aunque no lo pudo hacer en la réplica del avión original que el mismo Chani construyó y que se exhibe en el aeropuerto internacional.

Comentábamos una pintura de Garreaud, con el rostro del poeta peruano César Vallejo, que colgaba en una de las paredes, cuando llegó el integrante más joven de la dirección nacional del PSR, Eduardo Franco Temple, quien se había encargado de escoltar a Bernales a esa reunión.

NO SABÍA QUE SU INVITADO YA ESTABA COMPROMETIDO

Fue muy cordial el intercambio de saludos ya que todos nos conocíamos, incluido Marcial Rubio inicialmente no considerado para esa conversación. Casi en tono de disculpa Enrique manifestó que, apenas le confirmaron la reunión, había insistido en que Marcial también fuera convocado porque, teniendo coincidencias académicas y políticas con él, pensaba que eventualmente podría también interesarse en ingresar al PSR. A ninguno nos cambió la cara al escuchar la explicación de Enrique, quien no tenía por qué saber que Marcial no sólo estaba ya en el PSR sino que era integrante de su dirección nacional constituida desde por lo menos un mes antes del anuncio público de su fundación.

En los primeros meses de ese año, Eduardo Franco que había sido incorporado a la dirección nacional poco después de la fundación del partido (Ver crónica "Nace un nuevo partido” del 21 de noviembre de 2014), nos pidió conversar a Salcedo y a mí. Lo conocía desde 1970 como integrante de un grupo de jovencísimos universitarios que apoyaba la gestión de Chema como presidente de la federación de estudiantes de la PUC. Nos dijo que Enrique Bernales se sentía cercano al PSR, pero Franco pensaba que podía comprometerse pronto de sentirse notoriamente bienvenido. Nos dijo que podría planteársele la posibilidad de una reunión con algunos de los dirigentes. Enrique era decano de la facultad de Ciencias Sociales de la Pontificia Universidad Católica, PUC, y Eduardo estudiaba allí sus últimos cursos antes de culminar su carrera. Chema y yo coincidimos con Franco y él continuó sus diálogos con Enrique y posteriormente le planteó tener una conversación con alguno de los dirigentes públicos.

ACADÉMICO DECIDIDO A COMPROMETERSE PARTIDARIAMENTE

A sus 36 años, Bernales había desarrollado una importante carrera académica. Egresado de Derecho en la Universidad Católica estudió un doctorado en Ciencia Política en Francia y regresó a finales de los años 60 como profesor a la recién formada facultad de Ciencias Sociales de la PUC donde desde siete años atrás era el decano.

Aprovechando un semestre sabático había regresado a Francia donde uno de sus más respetados profesores le había aconsejado que viajara a España a seguir de cerca la transición democrática que allí se estaba produciendo después de la muerte del dictador Francisco Franco en noviembre de 1975. Esa oportunidad por algunos meses -y posteriormente en viajes más cortos- sirvieron para que Enrique no solo observara con ojos y mente de académico el proceso español sino también se identificara con la actuación del Partido Socialista Obrero Español en ese periodo. Tuvo oportunidad de conversar con Felipe Gonzales, Alfonso Guerra, Luis Yáñez, Elena Flores y varios jóvenes dirigentes más -principalmente andaluces- que encabezaban el PSOE en esa etapa decisiva.

Enrique seguía con entusiasmo los avances del PSOE en ese especial ciclo político de España, se sentía identificado con la vocación de confluencia del socialismo y la democracia que esa generación de jóvenes dirigentes social demócratas propiciaba. Y por eso, la noche de nuestro encuentro en casa de Chani, hablamos un rato sobre lo que se vivía en España considerando además que José María también seguía con interés los cambios en España. Pero ni Chema ni yo nos imaginábamos que a principios de diciembre de ese mismo año estaríamos en el local del PSOE en Madrid hablando con Felipe Gonzales, Luis Yáñez y Elena Flores (ver crónica “Si aunque no: Leonidas en Madrid” del 23 de marzo de 2013).

Lo central de la reunión, sin embargo, fue tratar sobre nuestro enfrentamiento al gobierno del general Morales Bermúdez, la evaluación que podría hacerse en la Fuerza Armada sobre la salida del gobierno para evitar que continuara el desgaste, las crecientes demandas populares, las posibilidades de unidad entre las fuerzas de izquierda, etc. Encontramos muchas coincidencias entre las posiciones del PSR con lo que pensaba Enrique, que fue quien más conversó esa noche en que Marcial -Malulo- Rubio casi no abrió la boca pese a las invitaciones de Enrique a que hablara.

NO CALCULÁBAMOS GRAN IMPORTANCIA DEL NUEVO MILITANTE

Al terminar la reunión que duró un par de horas, quedamos en que Enrique comunicaría a Eduardo su decisión de ingresar o no al PSR. En caso de ser su respuesta afirmativa, le informamos, sería adscrito a un GAP -grupo de acción política- que era el canal obligatorio de participación de toda la militancia, una célula donde se recibía información y directivas, se elaboraban propuestas y se participaba de tareas asignadas de acuerdo a las características de sus miembros.

Unos días después, Enrique siempre través de Franco nos trasmitió su decisión de integrarse al PSR y poco después se le contestó que yo me comunicaría con él para acompañarlo a su primera reunión como integrante del GAP Camilo.

No era lo normal que los nuevos militantes fueran admitidos desde la dirección, pero evidentemente había casos en que la importancia política de esas adhesiones lo ameritaba. Fue el caso de Enrique como varios otros más. Sin embargo no sería hasta tres años después que valoraríamos aún más la importancia de aceptar su incorporación…

NO SÓLO DESTACÓ COMO SENADOR

Es que entre 1980 y 1991, Enrique aportó mucho a que el PSR fuera reconocido. Debido a su actividad partidaria en los dos años previos, Enrique fue incluido como el primer candidato del PSR en la lista al Senado de Unidad de Izquierda en las elecciones de 1980. Fue elegido y antes de tener dos meses como senador, al formarse Izquierda Unida, destacó como uno de los mejores parlamentarios del bloque. De hecho en varias oportunidades, los periodistas especializados lo consideraron el mejor senador de todas las bancadas. En las elecciones de 1985 y 1990 -ya con voto preferencial- resultaría elegido senador por el PSR, integrando las listas de Izquierda Unida e Izquierda Socialista, respectivamente y siempre su desempeño fue brillante. Y por cierto que en esas dos oportunidades integró como candidato a la primera vice presidencia las fórmulas izquierdistas que encabezó Alfonso Barrantes Lingán.

Pese a que muchos ponderaban su importante desempeño en el Parlamento como un académico, es evidente que su rol era fundamentalmente político y fue casi natural que el Segundo Congreso Nacional del PSR realizado en marzo de 1982 lo eligiera secretario general, tarea que asumió con total responsabilidad. Al corresponderle integrar el comité directivo nacional de Izquierda Unida, del cual yo era miembro alterno en representación del PSR desde su fundación, tuvimos que coordinar estrechamente. Un momento especial en que Enrique unió su compromiso partidario, su brillantez como parlamentario y su liderazgo político, fue cuando denunció la desaparición del dirigente campesino y del PSR Jesús Oropeza Chonta en agosto de 1984 y no descansó hasta denunciar a los responsables después de la aparición de su cadáver medio calcinado (Ver crónica "… de todas maneras lo haré subir a mi tierra del 17 de julio de 2015).

Después del Tercer Congreso Nacional del PSR, realizado en julio de 1986, cuando fui yo elegido para reemplazarlo como secretario general, seguimos coordinando estrechamente. No obstante su evidente liderazgo, nunca mi autoridad partidaria fue cuestionada sino incluso reforzada. Al mismo tiempo que al ser la figura más conocida del partido su liderazgo público fue fortalecido e impulsado. Aunque de estilos diferentes y sin duda preocupaciones distintas fuera del ámbito político, en el quehacer partidario y político nuestro trabajo fue siempre en equipo.

RUTAS SEPARADAS Y AMISTAD CONSERVADA 

Después que en abril de 1991 cuando la mayoría de figuras públicas, fundadores del partido y prácticamente todos sus cuadros juveniles renunciamos al PSR, “recuperando nuestra independencia” hubo muy pocas oportunidades en que conversamos con Enrique Bernales. Más aun cuando fue disuelto el Senado por el “autogolpe” de Alberto Fujimori el 5 de abril de 1992. Dedicado a la vida académica como docente y estudioso, a su labor como relator especial para el Mercenarismo de la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, que realizó desde 1987 hasta 2004 y dedicándole todo el tiempo libre que le quedaba a la difusión de la ópera y el apoyo de talentos jóvenes en ese arte, hubo varios años que sólo conversamos ocasionalmente cuando nos encontramos en alguna actividad de la Comisión Andina de Juristas -de la que fue director ejecutivo- a la cual me invitara o coincidíamos en reuniones sociales, alegres como matrimonios o tristes como velorios.

Hubo dos momentos de cercanía en los últimos años a raíz de dos libros testimoniales sobre cada uno de nosotros. En setiembre de 2012 estuvo en la presentación del libro “¿PARA QUÉ SIRVE EL PODER? Vida, política y ética a los setenta años de Alfredo Filomeno” (Ver crónica “Presentación de libro por mis 70 años” del 27 de noviembre de 2012). Fue una publicación en la que colaboró con un artículo hecho con mucho cariño y generosidad que relataba experiencias compartidas y aludía a nuestro común origen político. Además de darle las gracias brevemente en esa oportunidad, posteriormente le hablé telefónicamente para reiterarle mi agradecimiento. Años después, en abril de 2017, me llamó para enviarme el texto de sus memorias "60 años en la PUC: una vida universitaria" para que las leyera y dada mi buena memoria le señalara alguna inexactitud. Leí todo el libro, le envié mis sugerencias para tan completo trabajo y le hice llegar un texto que pensaba incluir junto con los de otros de sus conocidos. Con ese motivo hablamos tres o cuatro veces pero sólo telefónicamente. 


CONVERSACIONES SEGUIDAS EN SUS ÚLTIMOS MESES.

Pero a mediados de enero del año pasado ambos fuimos invitados a comer por Germán Rijalba, un entrañable compañero que había trabajado incansablemente por el PSR en los periodos en que tanto Enrique como yo ejercimos la secretaria general del partido. Fue ocasión en que después de muchos años conversamos largamente con la misma franqueza y confianza de las épocas en que nos reuníamos casi a diario. Cuando quedamos en vernos en dos o tres meses, no pensé que sería en un hospital…

Me avisaron a inicios de marzo que estaba internado justamente un día que tenía que recoger unos medicamentos en el hospital Rebagliati por lo que, al comprobar que aun allí se encontraba, subí a visitarlo y pude enterarme que al día siguiente comenzaría radioterapia para combatir el cáncer que lo afectaba.

Hablamos unas semanas después sobre el inicio de su tratamiento. Me invitó a la presentación de sus memorias a principios de mayo pero no pude asistir por encontrarme fuera del país. Pero desde mi regreso, a fines de ese mes, unas tres veces más visité a Enrique en su casa de San Isidro, la que conocía desde más de 40 años. En dos de ellas acompañado de Juan Borea, otro entrañable compañero de la época del PSR. Pero fueron bastantes más las conversaciones telefónicas que tuvimos con Enrique, no sólo recordando viejas épocas sino también comentando hechos políticos sobre cuya validez jurídica no sólo tenía opiniones sino que, a pesar de encontrarse físicamente muy disminuido, las fundamentaba en entrevistas periodísticas e incluso en comisiones parlamentarias.

En todas las conversaciones que tuvimos el año 2018 -que superaron en número a las que habíamos tenido en los 25 años previos- cuando hablaba de su enfermedad lo hacía con serenidad y trasmitía su fe en que podía superarla. La última vez que hablamos fue el 6 de noviembre. Hasta ayer eras un año mayor que yo, pero ahora tienes dos años más, fue lo primero que le dije, luego de enviarle un fuerte abrazo. Nos reímos un buen rato comentando que estábamos en una etapa en que ya nadie distingue no dos sino cuatro o seis años de diferencia. Pregunté por el avance de su enfermedad y me dijo que estaba peleando con ella y esperaba seguir ganándole. Antes de cortar el teléfono, quedamos en que lo visitaría en su casa antes de fin de año...

Mi última visita a Enrique fue dieciocho días después. La hice en su velatorio en el Salón de los Espejos de la Municipalidad de Lima en la noche del 24 de noviembre. Había fallecido poco después de la una de la tarde.

LAS SORPRESAS DE ENRIQUE

Pero regresemos más de 40 años atrás, a 1977 la noche que Enrique se integró orgánicamente al PSR. En esa oportunidad, lo recogí a de su casa en San isidro y nos dirigimos en mi Volkswagen hacia Miraflores. En el trayecto de unos quince minutos estuvimos conversando sobre amigos comunes. En un momento le avisé que tenía que hacer una breve parada para entregar unos papeles de mi trabajo. Llegamos a una casa en la primera cuadra del jirón Elías Aguirre. Bajo por un par de minutos, le dije. Toqué el timbre, me abrió la puerta el dueño de casa, intercambiamos unas pocas frases, miró hacia mi auto, saludó con la mano y se acercó a Enrique haciendo un gesto para que bajara. Me acerqué y le indiqué que teníamos tiempo para pasar unos diez minutos. Enrique no estaba muy convencido. Le dijiste que íbamos a una reunión, me preguntó. Sí pero tú lo conoces, se puede poner terco, le contesté. Bajó del auto algo contrariado y entramos a la casa.

Al momento de cerrar la puerta de su casa, nuestro anfitrión le dijo: bienvenido al GAP Camilo y antes que se recuperara de la sorpresa lo invitó a pasar al escritorio para presentarle a otro integrante del GAP. Sentado en un sofá esperaba un sonriente Marcial Rubio. Enrique no podía creer que ya estaba en su primera reunión partidaria. Le contamos que Malulo era uno de los fundadores del PSR y que se había decidido que no fuera uno de los dirigentes públicos. Antes ver los puntos que nos tocaba analizar en el GAP, le dijimos que cuando insistió en que fuera invitado a la reunión en casa de Garreaud habíamos decidido que Malulo hablara poco porque nuestro interés era que Enrique tuviera el principal papel.

Antes de un año, en la Primera Conferencia Nacional del PSR, realizada en Chosica entre el 10 y 12 de marzo de 1978, Enrique participó en representación del GAP Camilo, mientras Marcial y yo asistimos como miembros de la dirección nacional. A partir de ese momento no sólo la dirigencia nacional sino los dirigentes regionales conocieron de su brillantez y comenzó su carrera política en el PSR que se concretó un mes después con su inclusión en la lista de candidatos a la Asamblea Constituyente y su elección como miembro de la dirección nacional en el Primer Congreso Nacional del PSR realizado en Ica a fines de setiembre del mismo año.

En esa Conferencia de marzo, el coordinador de nuestro GAP no asistió porque era un militante clandestino. Él había sorprendido a Enrique la noche en que se incorporó al PSR, incluso más que encontrarse con Marcial. Fue nuestro anfitrión en esa oportunidad, ya que nos reunimos en su casa. Fue Henry Pease. Pero esa militancia es parte de otra historia…

2 comentarios:

  1. Me parece que fue a finales del año 1980, no estoy seguro del año pero si de la opinión que apareció en la revista Caretas en donde se refieren a Enrique Bernales como al mejor senador y a Javier Valle Riestra como el mejor diputado. Pendiente el artículo sobre la militancia de Henry Pease en el PSR. Lo prometido es deuda.

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  2. Hola Alfredo. Buenas cronicas. Juan Mendoza

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