Cuando el viernes 21 de octubre de 1977 recibí una llamada telefónica de
una línea aérea indicándome que tenían un pasaje a mi nombre, quedé muy
sorprendido. Unos doce o quince días antes en reunión de la dirigencia del
Partido Socialista Revolucionario, PSR, habíamos decidido que debería unirme a
la delegación partidaria compuesta por tres exiliados residentes en México quienes
viajarían a fines de ese mes a Europa. Pero lo que me informaron por teléfono
era que tenía un pasaje de ida y vuelta a… Guayaquil.
Mi designación fue luego de considerar la disponibilidad que podría
tener, considerando que otros dirigentes tenían muchas dificultades para pedir
vacaciones en sus trabajos. Pero también se tuvo en cuenta que durante mi militancia
en el Partido Demócrata Cristiano había tenido experiencia en el trabajo
partidario internacional, lo que conocían varios de los integrantes del PSR con
los que en 1971 habíamos renunciado a ese partido cuando comprobamos que era
imposible que asumiera la tesis de socialismo comunitario que nosotros
defendíamos.
Al día siguiente, al recoger el pasaje, me enteré que saldría de Lima
el sábado siguiente. Llamé para informárselo a Antonio Meza Cuadra, secretario
general del PSR, quien me dijo que independientemente de coincidir en otras
reuniones partidarias, debíamos conversar ambos sobre la gira europea.
PRESENTACIÓN PARTIDARIA EN DIEZ PAÍSES
El viaje lo había planificado en México Rafael Roncagliolo, asilado
desde poco más de un año antes, en coordinación con el presidente del PSR,
general Leonidas Rodríguez Figueroa, deportado desde enero de ese año. Viajarían
ambos y otro residente en México: el general Arturo Valdés deportado junto con
Leonidas. La idea era presentar al PSR
en Europa, principalmente a partidos social demócratas y socialistas,
pero también euro comunistas, además de realizar actividades de divulgación de
la situación política peruana con periodistas y académicos.
Cuando a inicios de octubre, a través de un amigo que había estado en
México, enviaron una carta a Meza Cuadra, informándole de esa gira que duraría
cuarenta días y abarcaría diez países, le señalaron por otro lado, que era
importantísimo que se sumara un dirigente que viviera en el país. Serviría para
completar la presentación de la situación política que ellos no vivían
directamente. Además por cierto, de intercambiar información sobre el avance
partidario en el país, por un lado, y sobre relaciones con fuerzas políticas latinoamericanas
que venían desarrollando aprovechando que en México se encontraban numerosos
dirigentes obligados a dejar sus países.
Aunque nuestros compañeros no lo planificaron así, en varios de los
países que visitamos semanas después era muy importante que las delegaciones de
partidos políticos latinoamericanas incluyeran a algún “dirigente del
interior”. Y es que a finales de la década del 70 era común hablar de
dirigentes del exterior y del interior para distinguir a aquellos dirigentes
políticos latinoamericanos que habían sido obligados al exilio de los otros que
permanecían clandestinos en sus países. Ciertamente que si bien esto era
aplicable a Brasil, Uruguay, Argentina, Bolivia y Chile resultaba exagerado en
el caso peruano. Había quizá unos treinta compatriotas obligados a vivir en el
exilo, frente a cientos o miles de los otros países mencionados. Y en el país, indudablemente
con grandes limitaciones, no estábamos en una etapa de total clandestinidad ni
mucho menos, Incluso acabábamos de reunirnos en palacio de Gobierno con el general Carlos Quevedo Farfán, jefe del Comité de Asesores de la Presidencia (COAP), en relación a las anunciadas elecciones de
una Asamblea Constituyente.
CUIDADOS POR INTERVENCIÓN TELEFÓNICA
La carta de nuestros compañeros en México también indicaba que en la
comunicación telefónica de la siguiente semana, mencionara sin mucho énfasis los
saludos que enviaban tres dirigentes del PSR y que el designado para
acompañarlos fuera el primero en ser nombrado, para que ellos pudieran enviar
el pasaje. Días después al contestarles la llamada, Antonio los saludó
entusiasmado y les contó brevemente que estábamos analizando nuestra entrevista
con el jefe del COAP realizada el 3 de octubre (Ver crónica “Constituyente: carrera con obstáculos” del 26 de septiembre
de 2017). Poco
antes de terminar la conversación dijo que les mandaban saludos Alfredo, Chema y Marcial... Si alguien
había estado escuchando la conversación no se enteraría que acababa de
informarles que yo sería quien los acompañaría en el viaje a Europa, a pesar
incluso que Antonio medio minuto después y antes de colgar, repitió a su
interlocutor -en tono que denotaba nerviosismo- que no se olvidara de los
saludos de Alfredo, Chema y Marcial.
Cada semana o dos semanas -no recuerdo bien- llamaban de México a casa
de Antonio para tener novedades políticas. Lógicamente no se revelaba ninguna
información confidencial o que pudiera dañar alguna acción partidaria,
considerando que dábamos por descontado que ese teléfono estaba intervenido por
agentes de seguridad.
Poco antes de las nueve de la noche del 26 de octubre pasé por el
consultorio de Antonio. Al entrar al ascensor me crucé con una pareja que
llevaba a una niña de unos cuatro años que se caía de sueño. Como Antonio era
pediatra, calculé que sería su penúltimo paciente. Acerté, ya que unos quince
minutos un cansado pero sonriente Antonio despedía a otro paciente. Se asomó a
la sala de espera y me dijo que acomodaba unos papeles y salíamos.
EL MONARCA: TESTIGO DE NUESTRAS CONVERSACIONES
Minutos después bajábamos desde el piso 14 del edificio ubicado en la
segunda cuadra de la avenida Guzmán Blanco en un extremo del cercado de Lima,
ya que la primera cuadra queda a menos de cien metros del distrito de Breña y
la quinta limita con el distrito de Jesús María. Caminamos algo más de cien
metros por la misma avenida, cruzamos la pista y en la cuarta cuadra entramos
al Bar Café Monarca. Nos instalamos en la zona que estaba al ingreso, utilizada
por quienes tomábamos café, antes de pasar delante de la caja para ingresar al
ambiente mayor donde sólo se bebía licor, generalmente cerveza y ocasionalmente
ron.
Desde el 8 de enero de ese año visitaba yo con frecuencia el Monarca. La
noche anterior en una reunión de emergencia de la dirección nacional del PSR,
se me había designado como sub secretario general del partido, pocas horas
antes que Leonidas y Arturo salieran deportados (Ver crónica “Durmiendo en camas ajenas” del
25 de julio de 2014). Allí
me citó Antonio a media mañana y llegué luego de pasar una noche fuera de casa,
la primera de unas cincuenta noches de clandestinidad entre 1977 y 1979, por
precaución en esa como en otras oportunidades y presagiando capturas en la
mayoría de veces.
En esa primera reunión caí en cuenta que era un lugar habitual para Antonio
desde antes que se fundara el PSR. De hecho cerca de mediodía comenzaron a
llegar varios de sus colegas, todos integrantes de la asociación de médicos
progresistas y varios de ellos identificados con el PSR. Con su consultorio a
dos cuadras y a menos de un kilómetro del Hospital del Niño, donde estaba su
oficina de la cátedra de pediatría de la Universidad Nacional Mayor de San
Marcos, el Monarca le resultaba a Antonio un lugar conveniente para sus
reuniones docentes, académicas e incluso sociales, a las que en los últimos
meses había añadido reuniones políticas.
En muchas ocasiones en los últimos diez meses en que había llegado al
Monarca para coordinar asuntos con Antonio -generalmente a mediodía- fuimos
interrumpidos por saludos y comentarios de personas conocidas. Pero esa noche
de octubre no tuvimos mayores perturbaciones, salvo el ruido proveniente de la
parte interior del bar de donde se escuchaba el eco de múltiples y sonoras conversaciones
entre quienes disfrutaban bebiendo ingentes cantidades, matizado por el ruido
de los dados golpeando el cuero de los cubiletes o corriendo por las mesas de fórmica.
MI ROL EN GIRA PARTIDARIA
Sobre lo que trataríamos en Europa, convinimos con Antonio que la
distinción entre la primera y segunda fase del Gobierno Revolucionario de la
Fuerza Armada, la trascendencia de las medidas de transformación realizadas por
el gobierno del general Juan Velasco Alvarado, el desmontaje de las reformas
que venía realizando el gobierno del general Francisco Morales Bermúdez, el
nacimiento del PSR estimulado en gran medida por sectores que había adquirido
sensibilidad política “al calor” del gobierno de Velasco, así como la represión
contra nuestra organización, eran temas que nuestros compañeros conocían
plenamente, ya que incluso habían resultado víctimas de la mencionada
represión.
Mi participación en esa gira, entonces, debíamos pensarla para tratar
los cambios en la situación política en los últimos meses, tanto para que
nuestros compañeros actualizaran su apreciación como para conversarlo con los
interlocutores europeos. El auge del movimiento popular, la decisión de la
cúpula militar de dejar el gobierno y la convocatoria a una Asamblea Constituyente
previa a unas elecciones generales había cambiado el panorama político en los
últimos tres meses en el país.
UNIDAD EN ENFRENTAMIENTO A MORALES BERMÚDEZ
La fortaleza que le daba su unidad fue clave en el enfrentamiento del
movimiento popular al gobierno, cuyo momento cumbre fue la realización del
exitoso paro nacional del 19 de julio. En esa ocasión los dirigentes de distintas
organizaciones populares -independientemente de la particular militancia partidaria
de cada uno- habían logrado concretar una plataforma común para enfrentar unidos
al gobierno de Morales Bermúdez. Pero paralelamente, en las coordinaciones de
medidas de apoyo por parte los partidos políticos con presencia en dichas organizaciones -en que fui uno de
los dirigentes del PSR que participó- se encontró en todos espíritu unitario,
aunque fuera exclusivamente para impulsar el paro.
Valga la oportunidad para señalar que en julio de 1977 participamos en
distintas coordinaciones, afirmando “no reconocemos enemigos en la izquierda”,
que -además de lema- constituía una práctica política ya que reflejaba nuestra
seguridad que pese a diferencias ideológicas y programáticas, al ser
representativos de sectores populares pertenecíamos todos al campo popular y
por tanto no podíamos ser enemigos, ya que ningún sector del pueblo podía
serlo. A partir de esa posición en esa importante coyuntura persistimos en el
diálogo con varios partidos e insistimos en buscarlo con los que no querían
hacerlo.
Puedo ahora decir que para respaldar ese paro nacional en esa
oportunidad logramos hablar con todas las fuerzas, aunque es claro que en
ningún caso se pudo lograr una reunión en la que todos participaran. Eso solo
se lograría tres años después, entre agosto y setiembre de 1980, en las
reuniones que concluyeron con la formación de Izquierda Unida y de las que
participaron –aunque finalmente se retiraron- incluso los grupos trotskistas.
Pero eso es otra historia.
DECÍAN QUERER ELECCIONES PERO PERSEGUÍAN A LA OPOSICIÓN
Si el paro nacional resultaba un punto importante de los últimos meses,
otro era sin duda la decisión del gobierno de la Fuerza Armada de iniciar el
proceso de transferencia del poder a la civilidad. Esta decisión, que
seguramente ya se venían planteando, fue anunciada el 28 de julio -¡sólo nueve
días después del paro!- en el mensaje presidencial por Fiestas Patrias del
general Francisco Morales Bermúdez, señalándose que tenían previsto realizar
elecciones generales “indefectiblemente” en 1980, previa Asamblea Constituyente
a instalarse en el segundo semestre de 1978.
Sin duda que el anuncio se apresuró debido al contundente paro ya que en
el mismo discurso, Morales Bermúdez señaló que la estructura y la forma de
elección de la asamblea estaban aún en estudio. Por otro lado, las condiciones
políticas existentes no eran las apropiadas como lo señalarían muchos
dirigentes políticos en declaraciones en los días siguientes del anuncio. Por
parte del PSR, Meza Cuadra exigió amnistía política, regreso de los deportados,
reposición de los trabajadores despedidos y el cese del decreto que amparaba
tales despidos por participar del último paro, así como la libertad de los
trabajadores detenidos por la misma razón. También exigió el cese de estado de
emergencia, levantamiento de la suspensión de garantías constitucionales y el
respeto a libertad de expresión, incluyendo la anulación de la clausura de
órganos de prensa realizada por el gobierno el año anterior.
Tuvo que pasar todo un mes para que el 28 de agosto desde Tacna -al
celebrar el segundo aniversario de su gobierno- Morales Bermúdez anunciara la
restitución de las garantías, el cese del estado de emergencia así como la
suspensión del decreto que permitía despidos. Paralelamente, el ministro del
Interior informó que los órganos prensa clausurados podían reaparecer “siempre
que se adecuen a las reglas de juego que el gobierno ha establecido”. Como para
indicar que la “liberalidad” del gobierno no era para todos, al día siguiente
Meza Cuadra fue detenido sin razón aparente y dos días después puesto en
libertad, sin ninguna declaración del gobierno explicando la medida.
NO TENÍAN CLARO LAS REGLAS PARA ELEGIR CONSTITUYENTE
Un tercer punto importante estaba referido a los avances en relación a
la Asamblea Constituyente. Después de habernos reunido con el general Quevedo
estábamos seguros que el gobierno no terminaba de delinear un proyecto preciso
para la transición democrática. Nuestra impresión se corroboró cuando al día
siguiente el gobierno hizo la convocatoria a las elecciones para dicha asamblea,
redactada en términos muy generales, ya que sólo establecía que todo el
territorio nacional se consideraría como único distrito electoral y que las
elecciones se realizarían el 4 de junio de 1978 -aunque luego se aplazarían dos
semanas- y que la Asamblea se instalaría el 28 de julio de ese año y concluiría
en la primera quincena de julio de 1979. Pero lo que generó gran discusión en
las siguientes semanas fue que se indicaba que la Constituyente se dedicaría
“exclusivamente” a aprobar una nueva constitución que contendría esencialmente
disposiciones “que institucionalicen las transformaciones estructurales” realizadas
por el Gobierno Revolucionario. Pasaría casi mes y medio de la convocatoria
para que el gobierno recién promulgara la ley de elecciones para la Asamblea
Constituyente.
Esa noche en el Monarca, con Antonio, dimos vuelta a los tres temas y
concluimos en que el gobierno tenía que dar paso a un gobierno civil porque el
desgaste para la Fuerza Armada era cada día mayor por la constante elevación
del costo de vida, junto a la decepción que sectores muy amplios de la
población sentían ante el retroceso de lo que significaron importantes medidas
del gobierno de Velasco, como la reforma agraria o la de la empresa.
Necesitaban dejar el gobierno, pero ordenadamente por lo que consideraban la
Asamblea Constituyente como un paso importante. Frente a las dudas de muchos,
estábamos seguros que habría elecciones para la Constituyente y que nuestro
partido podría participar aunque con muchas limitaciones porque la represión,
tratando de guardar las formas, seguiría dirigiéndose a nosotros. No nos
imaginábamos cuán duras podrían ser las restricciones y cuán poco harían por
cuidar las apariencias… (Ver crónica “Hace 35 años fui un papá de la calle” del 24 de mayo de 2013).
Luego de darle
vueltas a lo que seguramente trataría con los compañeros, coincidimos en que
antes de medio año debían estar de regreso al Perú. Al despedirse me dijo que
les diera sus saludos a Leonidas, Arturo y Rafo. También me preguntó en qué país
europeo los encontraría. Considerando el único dato que tengo será… en Ecuador,
contesté riendo. Sesenta horas después, en Guayaquil, me enteraría que mi viaje
a Europa comenzaría en una ciudad cuyo nombre no había escuchado nunca (Ver crónica
“Llegué a Lund en avión, bus, barco, tren y auto” del 20 de enero de 2013).
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