lunes, 20 de mayo de 2019

GOBIERNO QUERÍA IRSE, NO SABÍA CÓMO (1977)

Cuando el viernes 21 de octubre de 1977 recibí una llamada telefónica de una línea aérea indicándome que tenían un pasaje a mi nombre, quedé muy sorprendido. Unos doce o quince días antes en reunión de la dirigencia del Partido Socialista Revolucionario, PSR, habíamos decidido que debería unirme a la delegación partidaria compuesta por tres exiliados residentes en México quienes viajarían a fines de ese mes a Europa. Pero lo que me informaron por teléfono era que tenía un pasaje de ida y vuelta a… Guayaquil.

Mi designación fue luego de considerar la disponibilidad que podría tener, considerando que otros dirigentes tenían muchas dificultades para pedir vacaciones en sus trabajos. Pero también se tuvo en cuenta que durante mi militancia en el Partido Demócrata Cristiano había tenido experiencia en el trabajo partidario internacional, lo que conocían varios de los integrantes del PSR con los que en 1971 habíamos renunciado a ese partido cuando comprobamos que era imposible que asumiera la tesis de socialismo comunitario que nosotros defendíamos.

Al día siguiente, al recoger el pasaje, me enteré que saldría de Lima el sábado siguiente. Llamé para informárselo a Antonio Meza Cuadra, secretario general del PSR, quien me dijo que independientemente de coincidir en otras reuniones partidarias, debíamos conversar ambos sobre la gira europea.

PRESENTACIÓN PARTIDARIA EN DIEZ PAÍSES

El viaje lo había planificado en México Rafael Roncagliolo, asilado desde poco más de un año antes, en coordinación con el presidente del PSR, general Leonidas Rodríguez Figueroa, deportado desde enero de ese año. Viajarían ambos y otro residente en México: el general Arturo Valdés deportado junto con Leonidas. La idea era presentar al PSR en Europa, principalmente a partidos social demócratas y socialistas, pero también euro comunistas, además de realizar actividades de divulgación de la situación política peruana con periodistas y académicos.

Cuando a inicios de octubre, a través de un amigo que había estado en México, enviaron una carta a Meza Cuadra, informándole de esa gira que duraría cuarenta días y abarcaría diez países, le señalaron por otro lado, que era importantísimo que se sumara un dirigente que viviera en el país. Serviría para completar la presentación de la situación política que ellos no vivían directamente. Además por cierto, de intercambiar información sobre el avance partidario en el país, por un lado, y sobre relaciones con fuerzas políticas latinoamericanas que venían desarrollando aprovechando que en México se encontraban numerosos dirigentes obligados a dejar sus países.

Aunque nuestros compañeros no lo planificaron así, en varios de los países que visitamos semanas después era muy importante que las delegaciones de partidos políticos latinoamericanas incluyeran a algún “dirigente del interior”. Y es que a finales de la década del 70 era común hablar de dirigentes del exterior y del interior para distinguir a aquellos dirigentes políticos latinoamericanos que habían sido obligados al exilio de los otros que permanecían clandestinos en sus países. Ciertamente que si bien esto era aplicable a Brasil, Uruguay, Argentina, Bolivia y Chile resultaba exagerado en el caso peruano. Había quizá unos treinta compatriotas obligados a vivir en el exilo, frente a cientos o miles de los otros países mencionados. Y en el país, indudablemente con grandes limitaciones, no estábamos en una etapa de total clandestinidad ni mucho menos, Incluso acabábamos de reunirnos en palacio de Gobierno con el general Carlos Quevedo Farfán, jefe del Comité de Asesores de la Presidencia (COAP), en relación a las anunciadas elecciones de una Asamblea Constituyente.

CUIDADOS POR INTERVENCIÓN TELEFÓNICA

La carta de nuestros compañeros en México también indicaba que en la comunicación telefónica de la siguiente semana, mencionara sin mucho énfasis los saludos que enviaban tres dirigentes del PSR y que el designado para acompañarlos fuera el primero en ser nombrado, para que ellos pudieran enviar el pasaje. Días después al contestarles la llamada, Antonio los saludó entusiasmado y les contó brevemente que estábamos analizando nuestra entrevista con el jefe del COAP realizada el 3 de octubre (Ver crónica “Constituyente: carrera con obstáculos” del 26 de septiembre de 2017). Poco antes de terminar la conversación dijo que les mandaban saludos Alfredo, Chema y Marcial... Si alguien había estado escuchando la conversación no se enteraría que acababa de informarles que yo sería quien los acompañaría en el viaje a Europa, a pesar incluso que Antonio medio minuto después y antes de colgar, repitió a su interlocutor -en tono que denotaba nerviosismo- que no se olvidara de los saludos de Alfredo, Chema y Marcial.

Cada semana o dos semanas -no recuerdo bien- llamaban de México a casa de Antonio para tener novedades políticas. Lógicamente no se revelaba ninguna información confidencial o que pudiera dañar alguna acción partidaria, considerando que dábamos por descontado que ese teléfono estaba intervenido por agentes de seguridad.

Poco antes de las nueve de la noche del 26 de octubre pasé por el consultorio de Antonio. Al entrar al ascensor me crucé con una pareja que llevaba a una niña de unos cuatro años que se caía de sueño. Como Antonio era pediatra, calculé que sería su penúltimo paciente. Acerté, ya que unos quince minutos un cansado pero sonriente Antonio despedía a otro paciente. Se asomó a la sala de espera y me dijo que acomodaba unos papeles y salíamos.

EL MONARCA: TESTIGO DE NUESTRAS CONVERSACIONES

Minutos después bajábamos desde el piso 14 del edificio ubicado en la segunda cuadra de la avenida Guzmán Blanco en un extremo del cercado de Lima, ya que la primera cuadra queda a menos de cien metros del distrito de Breña y la quinta limita con el distrito de Jesús María. Caminamos algo más de cien metros por la misma avenida, cruzamos la pista y en la cuarta cuadra entramos al Bar Café Monarca. Nos instalamos en la zona que estaba al ingreso, utilizada por quienes tomábamos café, antes de pasar delante de la caja para ingresar al ambiente mayor donde sólo se bebía licor, generalmente cerveza y ocasionalmente ron.

Desde el 8 de enero de ese año visitaba yo con frecuencia el Monarca. La noche anterior en una reunión de emergencia de la dirección nacional del PSR, se me había designado como sub secretario general del partido, pocas horas antes que Leonidas y Arturo salieran deportados (Ver crónica “Durmiendo en camas ajenas” del 25 de julio de 2014). Allí me citó Antonio a media mañana y llegué luego de pasar una noche fuera de casa, la primera de unas cincuenta noches de clandestinidad entre 1977 y 1979, por precaución en esa como en otras oportunidades y presagiando capturas en la mayoría de veces.

En esa primera reunión caí en cuenta que era un lugar habitual para Antonio desde antes que se fundara el PSR. De hecho cerca de mediodía comenzaron a llegar varios de sus colegas, todos integrantes de la asociación de médicos progresistas y varios de ellos identificados con el PSR. Con su consultorio a dos cuadras y a menos de un kilómetro del Hospital del Niño, donde estaba su oficina de la cátedra de pediatría de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, el Monarca le resultaba a Antonio un lugar conveniente para sus reuniones docentes, académicas e incluso sociales, a las que en los últimos meses había añadido reuniones políticas.

En muchas ocasiones en los últimos diez meses en que había llegado al Monarca para coordinar asuntos con Antonio -generalmente a mediodía- fuimos interrumpidos por saludos y comentarios de personas conocidas. Pero esa noche de octubre no tuvimos mayores perturbaciones, salvo el ruido proveniente de la parte interior del bar de donde se escuchaba el eco de múltiples y sonoras conversaciones entre quienes disfrutaban bebiendo ingentes cantidades, matizado por el ruido de los dados golpeando el cuero de los cubiletes o corriendo por las mesas de fórmica.

MI ROL EN GIRA PARTIDARIA

Sobre lo que trataríamos en Europa, convinimos con Antonio que la distinción entre la primera y segunda fase del Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada, la trascendencia de las medidas de transformación realizadas por el gobierno del general Juan Velasco Alvarado, el desmontaje de las reformas que venía realizando el gobierno del general Francisco Morales Bermúdez, el nacimiento del PSR estimulado en gran medida por sectores que había adquirido sensibilidad política “al calor” del gobierno de Velasco, así como la represión contra nuestra organización, eran temas que nuestros compañeros conocían plenamente, ya que incluso habían resultado víctimas de la mencionada represión.

Mi participación en esa gira, entonces, debíamos pensarla para tratar los cambios en la situación política en los últimos meses, tanto para que nuestros compañeros actualizaran su apreciación como para conversarlo con los interlocutores europeos. El auge del movimiento popular, la decisión de la cúpula militar de dejar el gobierno y la convocatoria a una Asamblea Constituyente previa a unas elecciones generales había cambiado el panorama político en los últimos tres meses en el país.

UNIDAD EN ENFRENTAMIENTO A MORALES BERMÚDEZ

La fortaleza que le daba su unidad fue clave en el enfrentamiento del movimiento popular al gobierno, cuyo momento cumbre fue la realización del exitoso paro nacional del 19 de julio. En esa ocasión los dirigentes de distintas organizaciones populares -independientemente de la particular militancia partidaria de cada uno- habían logrado concretar una plataforma común para enfrentar unidos al gobierno de Morales Bermúdez. Pero paralelamente, en las coordinaciones de medidas de apoyo por parte los partidos políticos con presencia en dichas organizaciones -en que fui uno de los dirigentes del PSR que participó- se encontró en todos espíritu unitario, aunque fuera exclusivamente para impulsar el paro.

Valga la oportunidad para señalar que en julio de 1977 participamos en distintas coordinaciones, afirmando “no reconocemos enemigos en la izquierda”, que -además de lema- constituía una práctica política ya que reflejaba nuestra seguridad que pese a diferencias ideológicas y programáticas, al ser representativos de sectores populares pertenecíamos todos al campo popular y por tanto no podíamos ser enemigos, ya que ningún sector del pueblo podía serlo. A partir de esa posición en esa importante coyuntura persistimos en el diálogo con varios partidos e insistimos en buscarlo con los que no querían hacerlo.

Puedo ahora decir que para respaldar ese paro nacional en esa oportunidad logramos hablar con todas las fuerzas, aunque es claro que en ningún caso se pudo lograr una reunión en la que todos participaran. Eso solo se lograría tres años después, entre agosto y setiembre de 1980, en las reuniones que concluyeron con la formación de Izquierda Unida y de las que participaron –aunque finalmente se retiraron- incluso los grupos trotskistas. Pero eso es otra historia.

DECÍAN QUERER ELECCIONES PERO PERSEGUÍAN A LA OPOSICIÓN

Si el paro nacional resultaba un punto importante de los últimos meses, otro era sin duda la decisión del gobierno de la Fuerza Armada de iniciar el proceso de transferencia del poder a la civilidad. Esta decisión, que seguramente ya se venían planteando, fue anunciada el 28 de julio -¡sólo nueve días después del paro!- en el mensaje presidencial por Fiestas Patrias del general Francisco Morales Bermúdez, señalándose que tenían previsto realizar elecciones generales “indefectiblemente” en 1980, previa Asamblea Constituyente a instalarse en el segundo semestre de 1978.

Sin duda que el anuncio se apresuró debido al contundente paro ya que en el mismo discurso, Morales Bermúdez señaló que la estructura y la forma de elección de la asamblea estaban aún en estudio. Por otro lado, las condiciones políticas existentes no eran las apropiadas como lo señalarían muchos dirigentes políticos en declaraciones en los días siguientes del anuncio. Por parte del PSR, Meza Cuadra exigió amnistía política, regreso de los deportados, reposición de los trabajadores despedidos y el cese del decreto que amparaba tales despidos por participar del último paro, así como la libertad de los trabajadores detenidos por la misma razón. También exigió el cese de estado de emergencia, levantamiento de la suspensión de garantías constitucionales y el respeto a libertad de expresión, incluyendo la anulación de la clausura de órganos de prensa realizada por el gobierno el año anterior.

Tuvo que pasar todo un mes para que el 28 de agosto desde Tacna -al celebrar el segundo aniversario de su gobierno- Morales Bermúdez anunciara la restitución de las garantías, el cese del estado de emergencia así como la suspensión del decreto que permitía despidos. Paralelamente, el ministro del Interior informó que los órganos prensa clausurados podían reaparecer “siempre que se adecuen a las reglas de juego que el gobierno ha establecido”. Como para indicar que la “liberalidad” del gobierno no era para todos, al día siguiente Meza Cuadra fue detenido sin razón aparente y dos días después puesto en libertad, sin ninguna declaración del gobierno explicando la medida.

NO TENÍAN CLARO LAS REGLAS PARA ELEGIR CONSTITUYENTE

Un tercer punto importante estaba referido a los avances en relación a la Asamblea Constituyente. Después de habernos reunido con el general Quevedo estábamos seguros que el gobierno no terminaba de delinear un proyecto preciso para la transición democrática. Nuestra impresión se corroboró cuando al día siguiente el gobierno hizo la convocatoria a las elecciones para dicha asamblea, redactada en términos muy generales, ya que sólo establecía que todo el territorio nacional se consideraría como único distrito electoral y que las elecciones se realizarían el 4 de junio de 1978 -aunque luego se aplazarían dos semanas- y que la Asamblea se instalaría el 28 de julio de ese año y concluiría en la primera quincena de julio de 1979. Pero lo que generó gran discusión en las siguientes semanas fue que se indicaba que la Constituyente se dedicaría “exclusivamente” a aprobar una nueva constitución que contendría esencialmente disposiciones “que institucionalicen las transformaciones estructurales” realizadas por el Gobierno Revolucionario. Pasaría casi mes y medio de la convocatoria para que el gobierno recién promulgara la ley de elecciones para la Asamblea Constituyente.

Esa noche en el Monarca, con Antonio, dimos vuelta a los tres temas y concluimos en que el gobierno tenía que dar paso a un gobierno civil porque el desgaste para la Fuerza Armada era cada día mayor por la constante elevación del costo de vida, junto a la decepción que sectores muy amplios de la población sentían ante el retroceso de lo que significaron importantes medidas del gobierno de Velasco, como la reforma agraria o la de la empresa. Necesitaban dejar el gobierno, pero ordenadamente por lo que consideraban la Asamblea Constituyente como un paso importante. Frente a las dudas de muchos, estábamos seguros que habría elecciones para la Constituyente y que nuestro partido podría participar aunque con muchas limitaciones porque la represión, tratando de guardar las formas, seguiría dirigiéndose a nosotros. No nos imaginábamos cuán duras podrían ser las restricciones y cuán poco harían por cuidar las apariencias… (Ver crónica “Hace 35 años fui un papá de la calle” del 24 de mayo de 2013).

Luego de darle vueltas a lo que seguramente trataría con los compañeros, coincidimos en que antes de medio año debían estar de regreso al Perú. Al despedirse me dijo que les diera sus saludos a Leonidas, Arturo y Rafo. También me preguntó en qué país europeo los encontraría. Considerando el único dato que tengo será… en Ecuador, contesté riendo. Sesenta horas después, en Guayaquil, me enteraría que mi viaje a Europa comenzaría en una ciudad cuyo nombre no había escuchado nunca (Ver crónica “Llegué a Lund en avión, bus, barco, tren y auto” del 20 de enero de 2013).

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