Una tarde de mediados de julio de 1984 después
de terminar una reunión de coordinación con un grupo de dirigentes y asesores
de la Confederación Nacional Agraria en su local del jirón Mariscal Miller en
Jesús María, cerca de la puerta de salida conversamos unos minutos Jesús
Oropeza, dirigente de la CNA, Enrique Bernales, senador y secretario general
del Partido Socialista Revolucionario, y yo, secretario de Política del mismo
partido.
Aunque se había hablado de temas gremiales se
trató de una reunión política partidaria. Por el lado de la CNA estuvieron
presentes Felipe Huamán, José Muñante, Luis Aliaga y Oropeza, así como asesores
de la institución como Julio Rejas, Lorenzo Castillo y José Reyes, todos ellos militantes
del partido. Por la dirigencia del PSR estábamos Bernales y yo. Se trataba de
impulsar desde el Parlamento y partidariamente, una serie de planteamientos de
nuestros compañeros que buscaban proteger la propiedad asociativa del agro que sufrían
en esos momentos los embates de sus adversarios, por razones ideológicas en
algunos casos o, por intereses pecuniarios en otros.
POSIBLE DIPUTADO PARA EL SUR AYACUCHANO
También habíamos comenzado a hablar de manera preliminar
cómo para las elecciones de abril del siguiente año, en las candidaturas parlamentarias
de Izquierda Unida, el PSR debía llevar tanto en la lista nacional para el
Senado como en las listas departamentales de diputados a representantes del
campesinado. Aunque no se explicitó, era un sobreentendido tanto para los
dirigentes campesinos como para los dirigentes partidarios, que Huamán debía ir
al Senado y que Jesús Oropeza sería la mejor carta para integrar la lista por
Ayacucho considerando su liderazgo en dos de las provincias de ese departamento:
Lucanas y Parinacochas.
Esas dos provincias sureñas en cuyos
territorios nacerían poco después dos provincias más: Paucar del Sara Sara y
Sucre, tenían sus propias características, bastante distintas que el resto de Ayacucho.
No recuerdo si ya ese año había comunicación directa con la capital del
departamento, pero en la década del 60 se tenía que bajar de Puquio, capital de
la provincia de Lucanas, para llegar a Nazca, trasladarse por la carretera
Panamericana a Lima y desde allí por la carretera Central a Huancayo para luego
seguir por la difícil y estrecha carretera afirmada que unía esa importante capital
con la ciudad de Ayacucho, en la provincia de Huamanga. La otra alternativa
para llegar a Ayacucho, era pasar por Chalhuanca, luego por Abancay y desde
allí seguir a Andahuaylas, todas capitales de provincias del departamento de
Apurímac. Era un tramo bastante más corto en kilómetros, pero el pésimo estado
de los caminos lo convertía en más largo en tiempo y con bastante riesgo de
quedarse atascado en el camino.
ESTABA SEGURO QUE NADA LE PASARÍA
Pero volvamos a la entrada del local de la CNA.
Jesús Oropeza nos informó que unos días después iría a Puquio, donde participaría
en la “Primera Asamblea de Delegados de Comunidades Campesinas y Encuentro
Provincial de Instituciones Representativas de la Provincia de Lucanas” que se
realizaría en el auditorio municipal los días 21 y 22 de julio. Enrique intentó
comentar algo y Jesús se adelantó y le dijo: “ya sé que me van a decir que es
peligroso, pero me he comprometido”. Añadió que era presidente de su comunidad
campesina y vice presidente de la Liga Agraria de Lucanas y en esas ocasiones
no podía fallar. Luego sonriendo, dijo que además era un “cholo terco”. Sí le
dijo Enrique, también sonriendo, un “cholo terco” para quien tengo que
gestionar libertad ante el ministro del Interior cada vez que termina preso por
sus pleitos comunales. No te preocupes, esta vez viajo con dos diputados, dijo
Jesús. Se refería al representante ayacuchano César Galindo Moreano, elegido
por Acción Popular aunque se había retirado de ese partido y coordinaba algunas
acciones en el Parlamento con representantes de Izquierda Unida y de Marcial
Elías Chalco, diputado por Puno de las filas del Frente Nacional de
Trabajadores y Campesinos, FRENATRACA. Ambos estaban también invitados a esa
asamblea en Puquio.
Después de esa información quedamos más
tranquilos y Enrique le dijo que cuando regresara se reportara para no tener a
la dirigencia partidaria preocupada. Tú deberías acompañarme y de paso
conocerías mi tierra, replicó el dirigente campesino. El próximo año con
seguridad, para la campaña electoral, fue la respuesta. Muchos creen que Puquio
está demasiado alto pero está a cincuenta metros menos que Huancayo donde todos
viajan sin problemas, argumentó mientras Enrique y yo terminábamos de dejar el
local de la CNA. Al despedirse de mí, Jesús me dijo señalando con el mentón a
Enrique que ya estaba subiendo al auto: “… de todas maneras lo haré subir a mi
tierra”.
Unos días después, el 26 de julio, estábamos con
Enrique justamente en Huancayo, en la plaza Huamanmarca asistiendo a las
ceremonias previas al sepelio de su alcalde provincial Saúl Muñoz Menacho,
integrante de Izquierda Unida, quien había sido asesinado por Sendero Luminoso dos
días antes (Ver
crónica “Asesinato en Huancayo, infierno en el Infiernillo” del 22 de agosto de
2014). Al entierro del
burgomaestre había acudido un número significativo de parlamentarios y
dirigentes de los partidos de izquierda. Entre otros, nos cruzamos con el diputado
César Galindo con quien intercambiamos saludos a cierta distancia, pero me
acordé de la conversación con Jesús Oropeza días antes por lo que me acerqué y
le pregunté por él. Galindo me contestó que se había quedado en Puquio. Que
viajara contigo era una garantía que no estuviera solo en su tierra dónde está
amenazado, le dije. Terminada la asamblea a la que fuimos y cuando estábamos
por emprender el regreso, insistió en quedarse porque el 28 es cumpleaños de su
padre y lo celebraría en Utec, su pueblo, a una hora de Puquio. Y no hubo forma
que nos acompañara de regreso a Lima. Tú conoces la terquedad del cholo, indicó
Galindo. Espero que no le pase nada, añadió.
El parlamentario contó que el 21, al llegar a
Puquio y antes de presentarse en la asamblea a la que estaban invitados, habían
ido al puesto de la Guardia Civil de la ciudad a solicitar garantías para el
dirigente campesino, las que le habían sido otorgadas verbalmente por un
teniente, jefe de la dependencia policial. Nos quedamos más tranquilos, seguros
que el 30 o 31 de julio veríamos a Jesús y su sonrisa optimista en el local de
la CNA o del PSR para explicarnos que su permanencia había sido para festejar el
cumpleaños de su padre. Pero aunque aquel mediodía en Huancayo no lo sabíamos, Jesús
no celebraría el cumpleaños de su padre ni nosotros lo volveríamos a ver nunca…
DETENIDO DESAPARECIDO…
Justamente en los últimos días de julio,
dirigentes campesinos de Lucanas denunciaron la detención y desaparición de
Jesús Oropeza Chonta. Contaron que el 27 alrededor de las cuatro de la tarde,
cuando se encontraba con un familiar en la plaza de armas de Puquio, se le
acercaron dos guardias civiles indicándole que fuera a la comisaría porque un
sargento deseaba entrevistarlo. Jesús se dirigió al local policial, pero luego
de conversar con el sargento Julio Alva éste ordenó su internamiento en el
calabozo.
Una hora después, una persona que ingresó a
hacer una gestión para liberar a alguien que estaba detenido desde las dos de
la tarde, intercambió saludos con el dirigente campesino y recibió el encargo
de pedirle a la propietaria de un restaurante cercano que le enviara comida y
algo para abrigarse. Un sobrino de ésta fue encargado de llevar lo pedido y lo
entregó en el calabozo a quien respondió “presente” cuando un guardia llamó “Oropeza”.
La persona que estaba detenida desde las dos de la tarde fue liberada a las
ocho de la noche y se despidió de Jesús –quien le expresó que lo habían
detenido debido a un juicio con un señor Puza- y posteriormente contó que había
dejado al dirigente en perfecto estado de salud. Sin embargo, cuando enterados
de la detención el presidente y dirigentes de la Liga Agraria “María Parado de
Bellido” de Lucanas, de la cual Jesús era vicepresidente, fueron a la comisaría,
tuvieron versiones contradictorias. Mientras dos guardias civiles confirmaron
que Jesús Oropeza estaba detenido e incluso pidieron que le llevaran cama y
cena, cuando llegó el Sargento Alva negó la detención y les indicó que regresaran
al día siguiente debido a que ya era tarde…
En la mañana siguiente, cuando los dirigentes
campesinos volvieron al puesto policial señalando que sabían que Oropeza había
ingresado allí la tarde anterior, el mismo sargento les dijo que nunca estuvo
detenido y que se había retirado luego de hablar con él por unos minutos.
MOVILIZACIÓN POR LA APARICIÓN CON VIDA DE
OROPEZA
El 30 de julio nos llegaron a Lima las
primeras noticias sobre la detención de Jesús, pero ya al día siguiente,
resultó evidente que más bien se trataba de una “desaparición”. Bernales
denunció públicamente el hecho y llamó a la solidaridad de todas las
organizaciones políticas para lograr la aparición con vida del dirigente
campesino. El dos de agosto el parlamentario interpuso -vía telegráfica- una
acción de Hábeas Corpus ante el Juez Mixto de Puquio, quien constató que en el
libro de detenidos en la comisaría de Puquio no se encontraba registrada la
detención de Oropeza. Sin embargo, en un par de días, el propio Bernales
informó que el sargento Julio Alva había confesado ante el juez que en la
madrugada del 28 de julio había entregado a Jesús a una patrulla de uniformados
sin distintivos.
Aunque lo ignoraríamos casi por dos semanas,
Jesús ya había sido asesinado bastante antes que se le comenzara a buscar. Su
último día de vida fue el 28 de julio de 1984. En la madrugada fue sacado del
puesto policial de Puquio para ser llevado en camioneta a un cuartel en las
afueras y de allí a un solitario paraje donde lo hicieron bajar con los ojos
vendados para que caminara un trecho antes de ser acribillado a tiros e
impactado por una granada. Las horas vividas en su último día por el combativo
dirigente, el estado de sus restos que demostraron cómo se ensañaron con él,
las múltiples versiones oficiales sobre el hecho, las contradicciones entre los
implicados en el acto criminal, el generalizado repudio a los presuntos
responsables, son sin duda temas para ser desarrollados en otra crónica.
En los días posteriores a la denuncia inicial
de Enrique Bernales, todos los sectores políticos del país se pronunciaron
condenando un hecho que a todas luces constituía, más que un abuso de poder, un
comportamiento que se podía calificar como “terrorismo de estado”. El PSR
señaló la responsabilidad política del hecho del ministro del Interior, Luis
Pércovich, y emplazó al gobierno para la aparición con vida de Oropeza. Por su
parte, la Confederación Nacional Agraria movilizó gremios de trabajadores y de
campesinos que también pedían al gobierno la aparición del dirigente.
Sin tener una respuesta satisfactoria de parte
de los órganos gubernamentales, el 7 de agosto el senador Bernales denunció la
detención y desaparición Jesús Oropeza Chonta ante el Fiscal de la Nación,
Álvaro Rey de Castro, quien designó a un Fiscal Ad-Hoc que se trasladó a
Puquio, para realizar las investigaciones.
BARRANTES Y BERNALES BUSCAN RESPUESTAS SIN
ÉXITO EN PUQUIO
El 9 de agosto tuvimos reunión del Comité
Directivo Nacional de IU. La hicimos en una salita del municipio de Lima debido
a que sabíamos que había que esperar respuestas que podían demorar mucho y a
las múltiples tareas como alcalde de Alfonso Barrantes, quien era también el
presidente de Izquierda Unida, y necesitaba ese día despachar asuntos en su
oficina. Se esperaba la respuesta del gobierno al que se le había solicitado
desde el día anterior un helicóptero para trasladar a Puquio al propio
Barrantes, a Bernales, a dirigentes de la CNA y eventualmente a algún otro
dirigente de IU. La respuesta no llegaba cuando salimos del municipio para
irnos a almorzar a un lugar grato para Alfonso, “El rinconcito Cajamarquino”
situado en el Rímac muy cerca de la Alameda de los Descalzos.
Mientras almorzábamos tratamos sobre el punto
previsto para la agenda de la reunión de ese día que se refería justamente a
otro almuerzo. Alan García Pérez, el
candidato aprista a la presidencia de la república, había invitado a almorzar
en su casa al día siguiente al flamante candidato de Acción Popular, Javier
Alva Orlandini, y los previsibles candidatos del Partido Popular Cristiano,
Luis Bedoya Reyes y de IU, Barrantes. Nuestra conversación fue un análisis
sobre las razones del líder aprista para tomar esa iniciativa y, ya que era
difícil rechazar la invitación, cómo debía encararse ante la prensa la
participación en la reunión. Justamente antes de salir de su oficina, Alfonso
había hablado con Bedoya en relación a lo que podría pretender “el joven”.
De regreso al municipio, quedó claro que no
habría ningún helicóptero para viajar a Puquio. Barrantes, quien desde el
primer día había exigido la aparición con vida de Oropeza, decidió viajar por
tierra con Bernales y dirigentes de la CNA. Llegaron a Nazca alrededor de las
ocho de la noche. Descansaron unas horas en un hostal campestre en la antigua
hacienda de la familia De la Borda y en la madrugada subieron a Puquio.
En esa ciudad se reunieron muy temprano con el
Fiscal Ad-Hoc, el Juez, familiares del dirigente desaparecido, y se
constituyeron en el puesto policial donde negaron saber dónde se encontraba
Jesús. Encabezaron espontáneas movilizaciones que se produjeron al enterarse la
población de su presencia y también hicieron enérgicas declaraciones en torno a
este tema no sólo ante la prensa local, sino ante periodistas que habían llegado
en esos días para averiguar sobre el paradero de Jesús.
Pero no sólo encontraron periodistas llegados
en las últimas horas desde la capital sino grupos de dirigentes de comunidades
campesinas de las provincias sureñas de Ayacucho, así como brigadas de
militantes del PSR llegados desde Ica, donde había residido Jesús unos años
mientras estudiaba Economía en la Universidad San Luis Gonzaga. También habían
viajado hasta Puquio dirigentes intermedios de la CNA y del PSR.
MUTILADO Y QUEMADO…PERO CON TERQUEDAD
SOBREVIVIÉNDOLO
No se encontraban entre quienes dialogaron con
los dirigentes políticos el ya destacado periodista José María “Chema” Salcedo,
quien también era dirigente del PSR, y el consagrado fotógrafo Carlos “Chino”
Domínguez quienes habían salido desde Lima el día anterior y que por problemas
de transporte se habían quedado en Nazca. Ambos estaban a poco de llegar con la
seguridad que ya Jesús estaba muerto.
La convicción que tenían se debía a que
mientras hacían tiempo en Nazca esperando que llegaran en tránsito los buses
nocturnos hacia Puquio, los dos periodistas se dedicaron a conversar con el
párroco de esa ciudad, un cura norteamericano quien los invitó a beber un
whisky Bourbon que le enviaban desde Missouri familiares que lo producían artesanalmente.
Estando con ellos, el párroco recibió una comunicación desde Puquio en el
sentido que Oropeza estaba muerto y se trataba de llevar su cadáver a la morgue
sin que el traslado fuese notorio. El sacerdote les dijo que la noticia aún no
se había difundido pero que sus fuentes de información eran de total confianza.
Esto hizo más urgente la decisión de subir a Puquio y lograsen embarcarse
pugnando con muchos otros pasajeros. El viaje se les hizo interminable a los
periodistas porque no sabían si ya en Puquio la gente estaba enterada del final
de la tragedia de Jesús. Además fue muy lento y por ello no encontraron a
Barrantes y Bernales.
Seguramente se cruzaron con ambos dirigentes
políticos en el camino, que debido a la reunión que Barrantes tenía con otros
candidatos presidenciales, hicieron que su vehículo enrumbara a toda velocidad
hasta llegar a Pisco, donde los esperaba un helicóptero que los trasladó a Lima
donde Barrantes llegó cerca de las cuatro de la tarde a la casa de Alan García.
Cuando el helicóptero aterrizó en Lima,
Enrique Bernales mantenía alguna esperanza que Jesús estuviera con vida en
alguna dependencia policial o militar. Sin embargo, cuando nos reunimos poco
después de su regreso con otros dirigentes del PSR, nos llegó la noticia que
alrededor de una hora luego de su partida, había sido encontrado el cadáver de
Jesús Oropeza. “Chema” Salcedo y el “Chino” Domínguez habían descubierto el
cuerpo mutilado y quemado del dirigente campesino.
Ambos después de llegar a Puquio realizaron varias
rápidas averiguaciones que los llevó a la morgue del Hospital de la ciudad. En
las afueras del local, José María se trepó en unas cajas e inicialmente vio
sobre una camilla un bulto tapado con bolsas de alimento para aves. Sin embargo,
al fijarse bien, distinguió las plantas de dos pies. ¡Habían encontrado el
cadáver de Jesús! Se acercó un enfermero sorprendido por la presencia de dos
extraños. Era quien tenía la llave. Aun hoy recuerda José María que mientras él
trató infructuosamente de lograr que el enfermero les facilitara la entrada
ofreciéndole una propina, el Chino lo consiguió carajeando a gritos y
mentándole la madre al hombre repentinamente asustado. Una vez adentro, el
Chino se subió en un banco mientras le decía a Chema que retirara las bolsas.
Los restos de Jesús fueron captados por el lente fotográfico en lo que Chema
calificaría muchos años después como “la foto más siniestra que he visto en el
país…”
Aunque ya desde hace varios días estábamos
preparados para la noticia, no puedo negar que al confirmarse la muerte de
nuestro compañero a todos los reunidos, se nos hizo un nudo en la garganta y no
pocos ojos lucían húmedos. Yo miré a Enrique vestido aún con la casaca con que
había viajado a Puquio y recordé las palabras de Jesús semanas antes: “… de
todas maneras lo haré subir a mi tierra”. Aun después de morir, su terquedad lo
había sobrevivido…
Es triste saber la verdad textual después de 37 años, Saludos al Cielo vecino don Jesús Oropeza.
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