En
los últimos días de octubre de 1977 iniciamos una gira de presentación del
Partido Socialista Revolucionario ante varias fuerzas políticas europeas.
Viajando desde Lima me había encontrado en Suecia con los generales Leonidas
Rodríguez y Arturo Valdés y con Rafael Roncagliolo, gran amigo con quien venía
compartiendo aventuras y desventuras políticas desde fines de 1960 (Ver crónica “Llegué a Lund en avión, bus, barco, tren y auto” del 20 de
enero de 2013).
Los cuatro éramos fundadores del PSR un año antes. Ellos llegaron desde México
donde se encontraban en el exilio. A inicios de diciembre, culminando la gira,
aterrizamos en Madrid, donde se nos unió otro gran amigo y también fundador del
PSR, José María Salcedo, quien se encontraba en España desde dos meses antes
por asuntos personales.
Ambos
generales habían integrado desde el primer momento del equipo del general Juan
Velasco cuando éste asumió el poder en 1968. Eran aun coroneles e inicialmente,
al conocerse las primeras medidas revolucionarias del llamado Gobierno de la
Fuerza Armada, fueron calificados, junto con otros seis u ocho de sus
camaradas, como los “coroneles nasseristas”, en alusión al movimiento de
oficiales egipcios que encabezó Gamal Abdel Nasser y que en 1952 derrocó al Rey
Faruk e instauró la república, aplicando una serie de medidas revolucionarias.
Nasser fundó junto a Tito de Yugoslavia y Nehru
de la India el Movimiento de los Países no Alineados
en 1955. Cuando Velasco fue “relevado” de la presidencia y se inició la llamada
“segunda fase” del gobierno militar, encabezada por el general Francisco
Morales Bermúdez, ambos generales habían sido mantenidos en posiciones importantes
pero meses después fueron alejados del Ejército, al igual que la mayoría de los
altos oficiales considerados progresistas.
Con Rafo
Roncagliolo y Chema Salcedo habíamos renunciado a la Democracia Cristiana en
junio de 1971, después de intentar infructuosamente que en el partido se
asumiera lo que calificábamos como socialismo comunitario, tesis que en otros
países latinoamericanos otros jóvenes DC también habían planteado.
REUNIONES
CON CARACTERIZADOS DIRIGENTES ANTIFRANQUISTAS
En
Madrid teníamos previsto charlas ante público latinoamericano, algunas
entrevistas periodísticas, conversaciones con organizaciones y, principalmente,
reuniones del más alto nivel con el Partido Socialista Obrero Español, PSOE, el
Partido Socialista Popular y el Partido Comunista Español, la mayoría de ellas
coordinadas previamente por Salcedo.
Aunque
José María había llegado a Madrid sólo dos meses antes que nosotros, los otros
cuatro asumimos que conocía todo sobre política española, quizás porque si
bien era peruano y había vivido en el Perú desde los cuatro años, el haber
nacido en Bilbao y ser -como todo vasco- decididamente antifranquista hacia que
estuviese bastante más informado que el resto de nosotros sobre la “transición
democrática” que España vivía en esos años y que se había iniciado con la
muerte de Francisco Franco a mediados de 1975.
No está
demás señalar que con la muerte del “generalísimo” se dio inicio a esa transición
y, sobre todo, al reencuentro de un pueblo que había quedado fracturado
profundamente entre franquistas y republicanos, luego una guerra civil de cerca
de tres años que terminó en abril de 1939 con la instauración del gobierno del
general Francisco Franco -“caudillo de España por la gracia de Dios”, según
había yo leído en sus monedas en 1964- después de la muerte de no menos de
medio millón de españoles y que, según variadas fuentes existentes, pudo llegar
a la cifra de un millón.
Si algo
había marcado también la dictadura de Franco había sido el exilio de muchos
miles, quizás cientos de miles, que tuvieron que salir de España durante la
guerra civil y después de ella, entre los cuales había intelectuales,
académicos y artistas que mayoritariamente eran partidarios de la República.
Por cierto también habían vivido el exilio la mayoría de dirigentes políticos
opuestos al franquismo.
La “transición
democrática” también había significado el paulatino regreso de quienes en cerca
de 40 años no habían pisado su tierra y, en muchos casos, cuando se trataba de
quienes habían iniciado el exilio pasados los 45 o 50 años que regresaban
felices porque querían morir en su propia tierra.
Uno de
los más caracterizados dirigentes que en 1977 podía actuar abierta y
públicamente era Santiago Carrillo, mítico secretario general del Partido
Comunista Español y hombre que había vivido más de las dos terceras partes de
su vida entre la prisión, la guerra civil, el exilio y la clandestinidad. Su
último regreso a su país lo hizo en una forma de “tomar el pulso” al gobierno
de transición, ya que entró clandestinamente sabiendo que lo iban a detener,
como efectivamente sucedió pero para ser liberado doce días después como anuncio
de la legalización del PCE que ocurriría meses después.
La
conversación con Carrillo, nos puso frente a un heterodoxo líder comunista,
lejano de otros dirigentes comunistas que habíamos conocido. Por algo era,
desde hacía casi una década, junto con los dirigentes de los partidos
comunistas de Francia e Italia, un decidido propulsor de la corriente llamada
eurocomunismo. Y años después se me ocurrió que planteamientos como los de él,
como la aceptación clara de los planteamientos de la democracia y del
pluralismo político, estaban contenidos en la corriente renovadora que en el
Partido Comunista de la Unión Soviética comenzó a imponer Mijail Gorbachov.
Recuerdo
que al llegar al local del PCE nos encontramos con policías uniformados en la
puerta lo que nos hizo recelar un poco, pero Salcedo nos explicó que en todos
los locales partidarios íbamos a encontrar lo mismo y que eran medidas de
seguridad que el gobierno había puesto a todos los partidos que hasta poco
meses antes habían vivido en la clandestinidad. En local, al igual que el de
las otras agrupaciones, no lucía afuera signos que lo identificara.
La
reunión con el PSP fue muy cordial. Su presidente, Don Enrique Tierno Galván,
de 59 años al igual que Arturo Valdés, parecía mucho mayor, incluso desde años
atrás se le conocía como “el viejo profesor”. En ese momento era diputado y
meses después su partido se integraría al PSOE, en un congreso en que fue
elegido como presidente honorario a pesar que había sido expulsado años atrás
por discrepancias ideológicas, En abril de 1979 sería elegido alcalde de Madrid
y reelegido cuatro años después. Realizó importantes reformas y alcanzó gran
popularidad. Murió siendo alcalde en enero de 1986 y su entierro se convirtió
en una de las más importantes movilizaciones que se recuerden en la capital
española. La conversación con Tierno Galván fue de más de hora y media, aunque la
sentimos muy corta, ya que era un interlocutor atento, brillante y con gran
sentido de humor.
AVANCES
Y RETROCESOS DE LEONIDAS
Pero la
reunión más importante fue con el PSOE, el principal partido de oposición. Nos
recibieron el secretario general Felipe Gonzales y el responsable de relaciones
internacionales Luis Yañez, diputados sevillanos que integraron con Alfonso
Guerra, sub secretario general, el grupo de jóvenes que en 1974 apenas
sobrepasando los 30 años tomaron el control del partido, en un congreso
realizado en Francia. Ese año ellos que estaban en la oposición a Franco
trabajando clandestinamente en España, desplazaron a la vieja guardia que
estaba en el exilio y ya muy lejos de los problemas cotidianos del país.
Desaparecido el dictador en 1975, viviendo la transición a la democracia, Felipe
Gonzales era el líder más caracterizado de la oposición.
Pero
volvamos a diciembre de 1977. Sentados los cinco peruanos y los dos diputados
españoles, a quienes acompañaba Elena Flores, quien en los siguientes años sería clave en las relaciones internacionales del PSOE. Como había ocho sillas,
quedamos a un lado cuatro de los peruanos y al frente los españoles y José
María. Felipe Gonzales dio a la bienvenida a la delegación y señaló sus
esperanzas en que pudiesen volver al Perú los tres exiliados presentes, dado
que el régimen de Morales Bermúdez había convocado elecciones constituyentes
para junio siguiente. Hizo hincapié en que los españoles conocían lo duro que
era vivir lejos de su país.
Correspondió
a Leonidas Rodríguez iniciar su intervención agradeciendo el recibimiento Y
entonces ocurrió algo que a los otros peruanos nos extrañó sobremanera.
Leonidas comenzó a hacer planteamientos para desdecirse casi inmediatamente.
Señalaba que estábamos seguros que la voluntad del pueblo se expresaría en las
elecciones convocadas, para acto seguido decir que posiblemente el régimen
haría caso omiso al resultado. Indicaba que Morales Bermúdez era un dictador
para poco después señalar que en realidad la represión no era tan dura. Se
refería al Partido Aprista -que había planteado en esos días su ingreso a la
Internacional Socialista a la que ya pertenecía el PSOE- como derechista para
casi inmediatamente después indicar que se le podía calificar de centroderecha.
Y varias otras idas y venidas perturbadoras.
Felizmente
alguien ingresó para decir que la conferencia telefónica con Roma estaba lista,
conversación de la que previamente se nos había advertido, por lo que nuestros
anfitriones nos pidieron que los disculpáramos por algunos minutos.
Una vez
solos -como si nos hubiéramos puesto de acuerdo- los cuatro le preguntamos muy
preocupados a Leonidas cuál era la razón de sus avances y retrocesos verbales.
Es que José María conoce la política española y me está corrigiendo, contestó.
Todos quedamos desconcertados, principalmente el aludido.
Rafo y
yo nos dimos cuenta prácticamente al mismo tiempo y soltamos la risa. Nosotros
que lo conocíamos desde hacía muchos años sabíamos que José María tenía un tic:
cerraba involuntariamente un ojo, pero Leonidas no tenía idea de ello. Por eso,
como en la reunión se encontraba sentado frente a nosotros, cada vez que Chema
cerraba el ojo Leonidas entendía que estaba planteando mal las cosas y las
enfocaba de otra manera.
Felizmente
nuestras risas se habían apagado cuando regresaron los dirigentes del PSOE y
ahí Leonidas terminó su exposición desprovista ya de las idas y vueltas
iniciales y pasamos un diálogo muy cordial con quien ya apuntaba con gran
futuro. En 1977 quizás Felipe Gonzales pensaba que podría ser Presidente del
Gobierno Español como ocurriría en 1982, al ganar el PSOE la mayoría
parlamentaria absoluta en las elecciones, pero seguramente estaba muy lejos de
pensar que mantendría el cargo por más de 13 años hasta 1996, luego de obtener
otra vez la mayoría absoluta en 1986 y 1989 y la mayoría relativa en 1993.
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