sábado, 23 de marzo de 2013

CUANDO NO SIGNIFICA SI Y VICEVERSA (1987)

El Frente de la Patria de Bulgaria mantenía relaciones de amistad con Izquierda Unida y con uno de sus integrantes, el Partido Socialista Revolucionario. Por otro lado, el Partido Comunista Peruano mantenía relaciones de hermandad con el Partido Comunista Búlgaro, el más importante integrante de ese Frente de la Patria fundado por Jorge Dimitrov, líder comunista búlgaro que entendió la importancia de incorporar a otras fuerzas en las tareas de enfrentar al fascismo, primero, y luego al asumir las tareas de reconstrucción y gobierno. No es este el espacio y creo no tener la preparación para hablar de este tipo de opciones políticas de la post guerra en Europa al finalizar la primera mitad del siglo XX.

Tanto IU como el PSR fueron invitados a Sofia, capital de Bulgaria, para participar en un congreso del Frente, en mayo de 1987. Alfonso Barrantes encabezaba la delegación de IU, acompañado del senador Rolando Breña, de UNIR. Yo encabezaba la delegación del PSR y me acompañaba Juan Borea.

Resultó un viaje agotador, ya que salimos en la mañana de un domingo y llegamos al mediodía del martes a Sofia, la capital del país. Claro que habíamos tenido una refrescante escala de unas 20 horas en Paris (Ver crónica “Un carajo en Paris” del 1° de noviembre de 2012).

Nos instalamos en un acogedor hotel de Sofia que pese a ser muy antigua, no era una ciudad impresionante. Quizás su principal característica es haber sido centro de conflictos de civilizaciones. En algunos momentos fue posesión de los macedonios, incluido Alejandro Magno, fue parte también del Imperio Romano, destruida por los hunos, centro importante del Imperio Bizantino, conquistada por los búlgaros, convertida en ciudad turca durante más de cuatro siglos, tomada por los rusos, capital de una Bulgaria independiente a finales del siglo XIX, bombardeada por los aliados en la Segunda Guerra Mundial, pasó al final de la guerra a enfrentar a la Alemania nazi.
 
Alfredo Filomeno, Alfonso Barrantes, Pencho Kubadinski presidente del Frente de la Patria de Bulgaria, Rolando Breña y Juan Borea

Desde el día siguiente, asistimos como todas las delegaciones a las sesiones del congreso, siguiendo con audífonos los discursos de los integrantes. Algunos puntos resultaban interesantes, pero otros francamente curiosos, como los planteamientos reivindicativos de una madre calificada como heroína porque tenía tres hijos, en un país donde como en otros lugares de Europa el promedio es de uno. Sus reclamos eran tan puntuales como por qué en los restaurantes habían mesas con sólo cuatro sillas o por qué en los taxis podían subir sólo cuatro pasajeros, cuando con su esposo e hijos conformaban una familia de cinco.

 EL MUNDO AL REVÉS
El segundo día en la tarde, la directiva del congreso del Frente de la Patria invitó a los delegados extranjeros a presentar nuestros saludos en distintos lugares donde había militantes de base de ese frente, como fábricas, escuelas, academias, etc. Se dividieron las delegaciones en grupos de tres. A la del PSR del Perú, le tocó compartir la visita a una fábrica con la delegación del Partido Comunista Colombiano y de algún partido europeo. En un auditorio pequeño nos esperaban unos cien o ciento veinte trabajadores, bastante mayores, tanto que nos parecía que todos ellos estaban al borde de la jubilación.

La mecánica para la traducción en ese tipo de intervenciones ya yo la conocía. Se hacía un saludo inicial de medio minuto más o menos, que era traducido casi literalmente. Luego uno hablaba tres, cuatro o cinco minutos y el traductor resumía lo dicho en no más de un minuto. Finalmente se hablaba para terminar en otro medio minuto que era traducido una vez más casi literalmente. Era una forma de ahorrar algo de tiempo.

Habló el europeo, siguiendo más o menos la mecánica descrita y unos 8 minutos después terminó entre aplausos de los asistentes. Vino luego el colombiano que hizo su intervención inicial, indicando que traía el saludo de los trabajadores de un país muy lejano, donde se luchaba diariamente contra la explotación del capitalismo. E inmediatamente hubo la consiguiente traducción. Pero, a partir de ahí, le dijo a la joven traductora que iba a decir frases cortas y que quería que fuera traduciéndolas una a una. Esa indicación resultaría el inicio de los malos entendidos que vendrían después.

"Creen ustedes que es justo que en mi país haya millones de niños desnutridos”, decía el colombiano. Traducía la chica al búlgaro y cuando terminaba todos los asistentes movían la cabeza de arriba a abajo. En ese momento supe que las cosas iban a ser muy complicadas para el amigo colombiano, pero teniéndolo en un atril a unos ocho metros delante no había forma de advertirle. “Creen ustedes que es justo que en mi país haya cientos de miles de desocupados”, decía el orador, traducía la chica y los trabajadores volvían a mover la cabeza de arriba a abajo. “Creen ustedes que es justo que en mi país no haya suficiente cobertura médica y que los niños mueran por falta de atención”, decía ya medio desesperado el disertante, traducía la búlgara y los trabajadores insistían en mover la cabeza de arriba abajo. Y los “Creen ustedes que es justo que en mi país……”, continuaron así como siguieron las movidas de cabeza de arriba abajo, aunque con los rostros cada vez más serios.

Desesperado el dirigente sudamericano, optó por buscar la entrada contraria. “No les parece a ustedes que ha llegado el momento en que las cosas cambien”, casi grito y la traducción terminó con los asistentes moviendo la cabeza de izquierda a derecha. “No les parece a ustedes que ha llegado el momento en que los derechos laborales sean respetados”, decía y luego de la traducción el gesto era igual al anterior, movida de cabeza de un lado a otro. Y añadía “No les parece a ustedes que ha llegado el momento en que los niños puedan comer y estudiar bien”, y la misma señal como reacción del público. Y a las dos o tres frases que comenzaban con “No les parece a ustedes que ha llegado el momento…..”, la misma acción de los participantes, incluso parecía que cada vez movían la cabeza de un lado a otro con mayor ímpetu.

Terminó el colombiano, recibió grandes aplausos de un público que él miraba sin entender. Nos cruzamos mientras que yo me dirigía a hablar al atril. “Estos viejos indolentes son unos pendejos” me dijo al pasar, mientras yo le decía al vuelo “Luego te explico”. Y comencé mi discurso, cuidándome de no hacer ningún tipo de interrogante en mi disertación. Como era el último orador, cuando acabé terminó el acto con los respectivos aplausos.

Valga la oportunidad para decir, según mi propia experiencia, que en el Perú el término “pendejo” tiene un sentido exactamente contrario al que se le da en otros países. Aquí el “pendejo” es el vivo, el aprovechador, el que trata siempre de sacar ventaja, mientras que en otros países es el tonto, el bobo, el incapaz de entender las cosas, etc. Como esta no es la única palabra con distinto significado en cada uno de nuestros países, siempre hay que tener cuidado con el vocabulario que uno usa.

Salimos al pequeño bus en que nos habíamos trasladado y pude explicarle al aun indignado amigo colombiano, algo que era sorpresa no sólo para nosotros los latinoamericanos, sino para asiáticos, africanos, norteamericanos y hasta europeos. Los búlgaros cuando quieren decir NO mueven la cabeza de arriba abajo y para decir SI lo hacen de lado a lado. Es decir, exactamente al contrario de lo que sucede en todas las partes del mundo.

La explicación que alguna vez me dieron fue que, durante la dominación del Imperio Otomano, los búlgaros fueron entrenados desde niños a invertir los gestos para confundir a los turcos, particularmente cuando pretendían hacerlos renunciar a su religión, ya que daban la impresión que asentían cuando en realidad estaban diciendo que no.

El colombiano sonrió primero y se carcajeó después. Al fin y al cabo, no eran unos “indolentes pendejos” y más bien por el contrario, lo habían acompañado asintiendo y negando cada vez que él los había invitado a serlo. Claro que sus afirmaciones y negaciones habían sido hechas al modo búlgaro, es decir al revés que en el resto del mundo.

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