El
Frente de la Patria de Bulgaria mantenía relaciones de amistad con Izquierda
Unida y con uno de sus integrantes, el Partido Socialista Revolucionario. Por
otro lado, el Partido Comunista Peruano mantenía relaciones de hermandad con el
Partido Comunista Búlgaro, el más importante integrante de ese Frente de la
Patria fundado por Jorge Dimitrov, líder comunista búlgaro que entendió la
importancia de incorporar a otras fuerzas en las tareas de enfrentar al
fascismo, primero, y luego al asumir las tareas de reconstrucción y gobierno.
No es este el espacio y creo no tener la preparación para hablar de este tipo
de opciones políticas de la post guerra en Europa al finalizar la primera mitad
del siglo XX.
Tanto IU
como el PSR fueron invitados a Sofia, capital de Bulgaria, para participar en
un congreso del Frente, en mayo de 1987. Alfonso Barrantes encabezaba la
delegación de IU, acompañado del senador Rolando Breña, de UNIR. Yo encabezaba
la delegación del PSR y me acompañaba Juan Borea.
Resultó un viaje agotador, ya que salimos en la mañana de un domingo y llegamos al mediodía del martes a Sofia, la capital del país. Claro que habíamos tenido una refrescante escala de unas 20 horas en Paris (Ver crónica “Un carajo en Paris” del 1° de noviembre de 2012).
E L MUNDO
AL REVÉS
Resultó un viaje agotador, ya que salimos en la mañana de un domingo y llegamos al mediodía del martes a Sofia, la capital del país. Claro que habíamos tenido una refrescante escala de unas 20 horas en Paris (Ver crónica “Un carajo en Paris” del 1° de noviembre de 2012).
Nos
instalamos en un acogedor hotel de Sofia que pese a ser muy antigua, no era una
ciudad impresionante. Quizás su principal característica es haber sido centro
de conflictos de civilizaciones. En algunos momentos fue posesión de los
macedonios, incluido Alejandro Magno, fue parte también del Imperio Romano,
destruida por los hunos, centro importante del Imperio Bizantino, conquistada
por los búlgaros, convertida en ciudad turca durante más de cuatro siglos,
tomada por los rusos, capital de una Bulgaria independiente a finales del siglo
XIX, bombardeada por los aliados en la Segunda Guerra Mundial, pasó al final de
la guerra a enfrentar a la Alemania nazi.
Desde el día siguiente, asistimos como todas las delegaciones a las sesiones del congreso, siguiendo con audífonos los discursos de los integrantes. Algunos puntos resultaban interesantes, pero otros francamente curiosos, como los planteamientos reivindicativos de una madre calificada como heroína porque tenía tres hijos, en un país donde como en otros lugares de Europa el promedio es de uno. Sus reclamos eran tan puntuales como por qué en los restaurantes habían mesas con sólo cuatro sillas o por qué en los taxis podían subir sólo cuatro pasajeros, cuando con su esposo e hijos conformaban una familia de cinco.
Alfredo Filomeno, Alfonso Barrantes, Pencho Kubadinski presidente del Frente de la Patria de Bulgaria, Rolando Breña y Juan Borea
Desde el día siguiente, asistimos como todas las delegaciones a las sesiones del congreso, siguiendo con audífonos los discursos de los integrantes. Algunos puntos resultaban interesantes, pero otros francamente curiosos, como los planteamientos reivindicativos de una madre calificada como heroína porque tenía tres hijos, en un país donde como en otros lugares de Europa el promedio es de uno. Sus reclamos eran tan puntuales como por qué en los restaurantes habían mesas con sólo cuatro sillas o por qué en los taxis podían subir sólo cuatro pasajeros, cuando con su esposo e hijos conformaban una familia de cinco.
El
segundo día en la tarde, la directiva del congreso del Frente de la Patria
invitó a los delegados extranjeros a presentar nuestros saludos en distintos
lugares donde había militantes de base de ese frente, como fábricas, escuelas,
academias, etc. Se dividieron las delegaciones en grupos de tres. A la del PSR
del Perú, le tocó compartir la visita a una fábrica con la delegación del
Partido Comunista Colombiano y de algún partido europeo. En un auditorio
pequeño nos esperaban unos cien o ciento veinte trabajadores, bastante mayores,
tanto que nos parecía que todos ellos estaban al borde de la jubilación.
La
mecánica para la traducción en ese tipo de intervenciones ya yo la conocía. Se hacía
un saludo inicial de medio minuto más o menos, que era traducido casi
literalmente. Luego uno hablaba tres, cuatro o cinco minutos y el traductor
resumía lo dicho en no más de un minuto. Finalmente se hablaba para terminar en
otro medio minuto que era traducido una vez más casi literalmente. Era una
forma de ahorrar algo de tiempo.
Habló el
europeo, siguiendo más o menos la mecánica descrita y unos 8 minutos después
terminó entre aplausos de los asistentes. Vino luego el colombiano que hizo su
intervención inicial, indicando que traía el saludo de los trabajadores de un
país muy lejano, donde se luchaba diariamente contra la explotación del capitalismo.
E inmediatamente hubo la consiguiente traducción. Pero, a partir de ahí, le
dijo a la joven traductora que iba a decir frases cortas y que quería que fuera
traduciéndolas una a una. Esa indicación resultaría el inicio de los malos
entendidos que vendrían después.
"Creen
ustedes que es justo que en mi país haya millones de niños desnutridos”, decía
el colombiano. Traducía la chica al búlgaro y cuando terminaba todos los
asistentes movían la cabeza de arriba a abajo. En ese momento supe que las cosas
iban a ser muy complicadas para el amigo colombiano, pero teniéndolo en un
atril a unos ocho metros delante no había forma de advertirle. “Creen ustedes
que es justo que en mi país haya cientos de miles de desocupados”, decía el
orador, traducía la chica y los trabajadores volvían a mover la cabeza de
arriba a abajo. “Creen ustedes que es justo que en mi país no haya suficiente
cobertura médica y que los niños mueran por falta de atención”, decía ya medio
desesperado el disertante, traducía la búlgara y los trabajadores insistían en
mover la cabeza de arriba abajo. Y los “Creen ustedes que es justo que en mi
país……”, continuaron así como siguieron las movidas de cabeza de arriba
abajo, aunque con los rostros cada vez más serios.
Desesperado
el dirigente sudamericano, optó por buscar la entrada contraria. “No les parece
a ustedes que ha llegado el momento en que las cosas cambien”, casi grito y la
traducción terminó con los asistentes moviendo la cabeza de izquierda a
derecha. “No les parece a ustedes que ha llegado el momento en que los derechos
laborales sean respetados”, decía y luego de la traducción el gesto era igual
al anterior, movida de cabeza de un lado a otro. Y añadía “No les parece a
ustedes que ha llegado el momento en que los niños puedan comer y estudiar
bien”, y la misma señal como reacción del público. Y a las dos o tres frases
que comenzaban con “No les parece a ustedes que ha llegado el momento…..”, la
misma acción de los participantes, incluso parecía que cada vez movían la
cabeza de un lado a otro con mayor ímpetu.
Terminó
el colombiano, recibió grandes aplausos de un público que él miraba sin
entender. Nos cruzamos mientras que yo me dirigía a hablar al atril. “Estos
viejos indolentes son unos pendejos” me dijo al pasar, mientras yo le decía al
vuelo “Luego te explico”. Y comencé mi discurso, cuidándome de no hacer ningún
tipo de interrogante en mi disertación. Como era el último orador, cuando acabé
terminó el acto con los respectivos aplausos.
Valga la
oportunidad para decir, según mi propia experiencia, que en el Perú el término
“pendejo” tiene un sentido exactamente contrario al que se le da en otros
países. Aquí el “pendejo” es el vivo, el aprovechador, el que trata siempre de
sacar ventaja, mientras que en otros países es el tonto, el bobo, el incapaz de
entender las cosas, etc. Como esta no es la única palabra con distinto
significado en cada uno de nuestros países, siempre hay que tener cuidado con
el vocabulario que uno usa.
Salimos
al pequeño bus en que nos habíamos trasladado y pude explicarle al aun indignado
amigo colombiano, algo que era sorpresa no sólo para nosotros los
latinoamericanos, sino para asiáticos, africanos, norteamericanos y hasta
europeos. Los búlgaros cuando quieren decir NO mueven la cabeza de arriba abajo y para decir SI
lo hacen de lado a lado. Es
decir, exactamente al contrario de lo que sucede en todas las partes del mundo.
La
explicación que alguna vez me dieron fue que, durante la dominación del Imperio
Otomano, los búlgaros fueron entrenados desde niños a invertir los gestos para
confundir a los turcos, particularmente cuando pretendían hacerlos renunciar a
su religión, ya que daban la impresión que asentían cuando en realidad estaban
diciendo que no.
El
colombiano sonrió primero y se carcajeó después. Al fin y al cabo, no eran unos
“indolentes pendejos” y más bien por el contrario, lo habían acompañado
asintiendo y negando cada vez que él los había invitado a serlo. Claro que sus afirmaciones
y negaciones habían sido hechas al modo búlgaro, es decir al revés que en el
resto del mundo.
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