Con
el mismo título, esta crónica fue publicada hace seis meses, a finales de abril,
en el número 297 de la Revista Ideele, dos semanas después de las elecciones
generales que determinaron que habría una segunda vuelta para la elección presidencial
y a poco más de un mes de que ésta se realizara. Por esa razón he modificado el
primer párrafo escrito cuando aún no se sabía quién sería ganador y también aumentado
unas palabras en el último párrafo. Además, he añadido las referencias a otras
crónicas como normalmente hago en el blog.
Ninguno de los cinco presidentes elegidos
desde el año 2001 fue electo en primera vuelta, al no alcanzar la mitad más uno
de los votos válidos. Aunque durante la segunda mitad del siglo pasado, debimos vivir también cinco
votaciones de segunda vuelta, contando las que debían hacerse en el ámbito del
Congreso, sólo tuvimos dos…
¿Qué sucedió? Un golpe de estado, una disposición transitoria y una
renuncia evitaron la segunda vuelta en 1962, 1980 y 1985.
El 10 de junio de
1962 se realizaron elecciones presidenciales para reemplazar a Manuel Prado,
elegido seis años antes con el 45.5% de la votación. Después de más de un mes
de complicado y lento conteo de votos, además de denuncias de fraude en varias
localidades del país, los resultados oficiales señalaban que el primer lugar lo
ocupaba Víctor Raúl Haya de la Torre, fundador y jefe del Partido Aprista
Peruano, sobrepasando ajustadamente a Fernando Belaunde Terry, quien después de
las elecciones de 1956 había fundado Acción Popular, un nuevo partido que lo
tenía como jefe. El líder aprista alcanzaba el 32.98% de los votos válidos,
Belaunde el 32.13% y el candidato de la Unión Nacional Odriísta, el exdictador
Manuel A. Odría, distanciado de ambos, el 28.44%. Los otros cuatro candidatos
juntos no llegaban al 7 % (Ver crónica “Belaunde era el jefe indiscutido” del 29 de octubre de 2012).
SE
ESPERABA ELECCIÓN EN EL CONGRESO, PERO…
Nadie había alcanzado
el 33% de los votos, mínimo requerido según la Constitución vigente en esos
años para declarar presidente electo a un candidato, por lo que correspondería
al nuevo congreso elegir entre los tres candidatos más votados. Es decir, la
“segunda vuelta” consistiría en lograr la mayoría de votos de los nuevos
senadores y diputados…
Por esos días corrían numerosos rumores en el país. El más
preocupante era que las Fuerzas Armadas habían advertido que no tolerarían la
presidencia de Haya de la Torre y que su elección en el Congreso motivaría un
golpe de Estado. Hay que considerar que, con los resultados oficiales
concluidos en casi todos los departamentos del país, ya se conocía que
los apristas tenían bastante más parlamentarios elegidos que los de otras
fuerzas políticas. Por otro lado, Belaunde argumentaba fraude e instaba un
pronunciamiento de la Fuerza Armada.
El 17 de julio,
asumiendo amargamente la existencia de un “veto” militar y para evitar un golpe
de estado, el Partido Aprista -a pedido del propio Haya- decidió que sus
parlamentarios votaran por Odría. Este acuerdo se haría efectivo luego de la
juramentación de todos los parlamentarios electos, que resultaba dificultoso
debido a que los acciopopulistas no querían hacerlo alegando fraude en las
elecciones presidenciales.
Mientras se esperaba la
instalación del Congreso para proceder a elegir a Odría, en las primeras horas
del 18 de julio, a escasos diez días de finalizar su mandato, el presidente
Prado fue depuesto por los militares, en lo que se denominó golpe
“institucional”, ya que el presidente del Comando Conjunto de la Fuerza Armada,
general Ricardo Pérez Godoy, asumió la presidencia y los comandantes generales
del Ejército, la Marina y la Aviación fueron designados copresidentes. Justificaron
la decisión señalando que hubo fraude y anunciaron nuevas elecciones para un
año después. Fue notoria la asistencia de algunos dirigentes acciopopulistas en
la juramentación del nuevo gobierno. El pronunciamiento militar impidió la
“segunda vuelta” en el Congreso en 1962.
Un año después, el 9
de junio de 1963, en nuevas elecciones y como candidato de la Alianza Acción
Popular - Democracia Cristiana, Belaunde superó ampliamente el mínimo de votos requerido
al alcanzar 39.1% con lo que superó a Haya que logró el 34.4% y a Odría que
retrocedió al 25.5%.
DIEZ
AÑOS SIN ELECCIONES
Pero si la llegada al
gobierno de Belaunde fue tras un golpe institucional, el fin de su gobierno fue
debido a otro golpe similar que en octubre de 1968 instauró el Gobierno
Revolucionario de las Fuerzas Armadas, encabezado por el general Juan Velasco
Alvarado. Diez años después, ya bajo la conducción del general Francisco
Morales Bermúdez, el gobierno militar para regresar a un régimen democrático planteó la necesidad de una nueva Constitución que redactaron los cien
integrantes elegidos de la Asamblea Constituyente, que presidió Haya de la
Torre el constituyente más votado. La Asamblea estuvo constituida por 37
apristas, 25 integrantes del Partido Popular Cristiano, 28 de cuatro
agrupaciones de izquierda, 6 de organizaciones de centro y dos de cada una de las
agrupaciones de los partidarios de los expresidentes Odría y Prado. Acción
Popular decidió no participar de esas elecciones.
En la nueva
Constitución se estableció que, si ningún candidato presidencial lograba la
mitad más uno de los votos, debía realizarse una segunda vuelta entre los dos
que obtuvieran mayor votación. Pero seguros que triunfarían, aunque sin
alcanzar la mayoría absoluta, los apristas incluyeron una disposición
transitoria que señalaba que para 1980 sólo se consideraría el 33% de los
votos. De esa forma -creían- estaba asegurado lograr el gobierno después de
casi cincuenta años de vida partidaria.
Para las elecciones
del 18 de mayo de 1980, Haya de la Torre había fallecido poco menos de un año
antes y el partido aprista presentó a Armando Villanueva del Campo, por primera
vez un candidato distinto a su jefe, pero sólo alcanzó 27.4%. Belaunde lo
superó ampliamente al alcanzar el 45.4% de los votos válidos. La disposición
transitoria evitó la segunda vuelta en 1980.
Para las elecciones del 14 de abril de 1985, una
interpretación de la ley electoral consideró que era necesario la mitad más uno
de los votos emitidos. Por esa razón el joven candidato aprista Alan García pese
a haber llegado al 53.1% de los votos válidos, tenía 45.5% de los emitidos y
debía ir a segunda vuelta rivalizando con Alfonso Barrantes a pesar de que lo
había doblado en votos, ya que éste como candidato de Izquierda Unida, sólo
había llegado al 21.3% de los votos depositados.
Las elecciones de 1985 se realizaron en un clima de
violencia desatada por las acciones terroristas. Diez días después de la
votación se produjo un ataque terrorista contra
el presidente del Jurado Nacional de Elecciones, Domingo García Rada, quien
quedó muy grave con tres heridas de bala, dos de ellas en la cabeza. Al día
siguiente, Barrantes anunció la renuncia de su candidatura para evitar darle
ocasión al terrorismo de nuevos atentados (Ver crónica “Barrantes renuncia a la presidencia de Izquierda Unida” del
23 de abril de 2018). Semanas después, Alan García fue oficialmente declarado triunfador en
esas elecciones. La dimisión de Barrantes evitó la
segunda vuelta en 1985.
LLEGÓ
SORPRESIVAMENTE Y QUISO QUEDARSE INDEFINIDAMENTE
Recién sería en 1990 cuando los peruanos
participaríamos en una segunda vuelta electoral, en unas elecciones con
resultados absolutamente sorpresivos. El prácticamente desconocido candidato
Alberto Fujimori -que en las encuestas aparecía en el rubro “otros” a principio
de marzo- ganó silenciosamente creciente apoyo popular y el 8 de abril llegó al
29.1% de los votos y pasó a la segunda vuelta junto con el afamado escritor
Mario Vargas Llosa -que algunos incluso pronosticaban ganaría en primera
vuelta- quien logró el 32.7%. Fujimori siguió creciendo y dos meses después en
segunda vuelta, ganó las elecciones con 62.5% de los votos frente al 37.5% de
su mundialmente conocido rival.
A menos de dos años de su gobierno, Fujimori dio un
“autogolpe” disolviendo el Congreso en que sus partidarios estaban en minoría y,
pocos meses después, convocó a unas elecciones para un Congreso Constituyente
Democrático en que sí tuvo mayoritaria representación. En la nueva Constitución
se cambió la prohibición de la reelección presidencial inmediata, estableciendo
que podía hacerse por una vez.
Respaldado en la nueva Constitución, el 10 de abril de
1995 ganó holgadamente las elecciones en que su principal competidor fue el ex secretario
general de las Naciones Unidas, embajador Javier Pérez de Cuéllar. Con un
fuerte control de varios niveles del Estado, resultó fácil para el fujimorismo
lograr el 64.4 % de los votos frente al 21.8% del diplomático.
En el segundo período presidencial, fue más evidente
el copamiento de las instituciones por parte del fujimorismo, tanto que optaron
porque se reeligiera a Fujimori a partir de una “interpretación auténtica” que indicaba
que recién su segundo gobierno se había regido por la nueva Constitución por lo
que aún no era una reelección…
Fue bastante dura la campaña electoral que dio 49.9%
como resultado oficial en las
elecciones del 9 de abril para el presidente en ejercicio y 40.24% para
Alejandro Toledo. Hubo fuertes cuestionamiento a estas elecciones, incluso por
observadores internacionales que para la segunda vuelta se negaron a supervisar.
El propio Toledo renunció a participar, pero su nombre se mantuvo en las cédulas
de votación que finalmente arrojaron 74.3% para Fujimori y 25.7% para Toledo.
LOS DOS PRIMEROS NO BAJARON DEL 60%
La segunda vuelta del año 2000 -el límite de dos
siglos- tuvo en la práctica un solo candidato por renuncia del otro. Cincuenta
años antes, al inicio del medio siglo, hubo también elecciones con un solo
candidato… aunque en primera vuelta. En este caso no fue por renuncia de otro
candidato sino simplemente porque el dictador Manuel A. Odría decidió
encarcelar a su rival, el también general Ernesto Montagne. Odría había “bajado
al llano” para postular a convertirse en presidente constitucional, después de
dirigir el país como presidente de una junta militar de gobierno, luego de
encabezar un golpe contra el presidente José Luis Bustamante y Rivero.
Para terminar estas líneas, habría que señalar
que la suma de los dos primeros candidatos en la segunda mitad del siglo 20 fue
más del 80% en las elecciones de 1956, más del 65% en las elecciones de 1962 y
más del 73% en las de 1963. En 1980 la suma de los votos de Belaunde y
Villanueva superó el 70% y cinco años después los de García y Barrantes se acercaron
al 80%. Los votos de los dos más votados en primera vuelta superaron el 60% en 1990,
el 80% en 1995 y el 90% el año 2000. Huelga decir que Odría obtuvo el 100% de
los votos en 1950…
Es evidente que todas estas cifras son
bastante superiores a los 32.4% que sumaron los dos candidatos más votados en la
primera vuelta de las elecciones de 2021.
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