“Abimael Guzmán está encabezando todas esas acciones…” me dijo terminantemente Carlos Tapia. Calculo que era una tarde de la segunda quincena de setiembre de 1980 cuando nos tomamos un café en el Dominó, en las galerías Boza en el centro de Lima. Hacíamos tiempo porque se había postergado el inicio de una reunión del Comité Directivo de Izquierda Unida, frente político y alianza electoral que sólo días antes se había fundado. Estábamos a un par de cuadras del local de la Unión de la Izquierda Revolucionaria, UNIR, donde debía realizarse la reunión, con la natural tensión que existía entre organizaciones que iniciaban el trabajo en un proyecto común, pese a los múltiples enfrentamientos tenidos durante muchos años (Ver crónica “Necesidad de unidad venció a la desconfianza” del 26 de mayo de 2017).
Me había reencontrado con Carlos después de más de quince años. Cuando
conversaba con él en Ayacucho en 1963 y 1964, aunque en posiciones políticas
distintas, siempre nuestras charlas eran cordiales. Fue muy fácil retomar la
buena relación que sirvió mucho cuando -junto con Manuel Dammert- encontramos
la manera de obligar a unirse a seis agrupaciones de izquierda para formar el
mencionado frente (Ver crónica "Lanzamiento de Barrantes para forzar la unidad” del 28 de enero de 2014). Y su forma de ser -y por cierto la cercanía de posiciones de
nuestras organizaciones políticas- determinaría que esas buenas relaciones se
mantuvieran e incluso se acrecentaran hasta 1991, año en que dejé la actividad
política partidaria.
NO SE SUPO QUE LA LUCHA ARMADA SE HABÍA INICIADO
Cuatro meses antes, en víspera de las elecciones generales, se había
producido la quema de las ánforas que debían utilizarse en el distrito
ayacuchano de Chuschi, que inicialmente había pasado desapercibida. Sin embargo,
otras acciones a fines de junio como el incendio en la capital de Ayacucho del
local de Acción Popular, cuyo candidato Fernando Belaunde Terry había ganado la
presidencia de la república, así como el estallido de petardos de dinamita en
los locales de los municipios en las provincias ayacuchanas de Huamanga,
Cangallo y Víctor Fajardo y los intentos de producir otros estallidos en las subprefecturas
y en las oficinas de correo de esas mismas provincias, descartaban que fueran
actos aislados sino un plan bastante coordinado. Al terminar julio, sectores
vinculados al ministerio del Interior atribuían la autoría de estos ataques a
estudiantes vinculados a un Partido Comunista del Perú con importante presencia
en ese departamento y conocido como Sendero Luminoso.
Pero además de los atentados en Ayacucho, a tres semanas y
medio de lo de Chuschi, en el distrito limeño de San Martín de Porres, un grupo
de personas ingresó sorpresivamente al local del municipio lanzando “bombas
molotov” que provocaron un incendio que destruyó la mitad de las instalaciones
y casi todos los documentos. Al huir, distribuyeron volantes del Movimiento de
Obreros y Trabajadores Clasistas, vinculado a Sendero Luminoso. Dos días
después, en el Cementerio El Ángel, estalló un artefacto explosivo en la tumba
del expresidente Juan Velasco Alvarado, aparentemente por acción de los que
atacaron el municipio.
Nadie
se imaginaba, a mes y medio de la instalación del nuevo gobierno, que Sendero Luminoso había iniciado sus primeras
acciones armadas y que habían comenzado ya los más de doce años de violencia
terrorista en el país, con un saldo de varias decenas de miles de muertos,
millones de personas aterrorizadas que temían por su vida y la de sus
familiares, graves daños a la economía peruana y una situación de casi
inviabilidad para el país.
EL NACIMIENTO DE SENDERO LUMINOSO
Aunque
para varios analistas políticos resultaba algo exótico hablar de un
partido denominado Sendero Luminoso, éste existía y en los últimos años había
intentado imponer sus reglas no sólo entre los integrantes de la Universidad
Nacional San Cristóbal de Huamanga, sino en buena parte de las organizaciones
sociales e incluso comerciantes y profesionales de la ciudad y provincias
aledañas que tenían que interactuar con la universidad.
Los orígenes de esta agrupación política los encontramos a fines de
1963 cuando se produjo la ruptura entre el Partido Comunista de la Unión
Soviética y el Partido Comunista de China, que como partidos únicos, gobernaban
sus enormes países. Esta ruptura generó fuertes polémicas internas en los
partidos comunistas de distintos países, entre pro soviéticos y pro chinos. A
inicios de enero de 1964 durante la cuarta Conferencia Nacional del Partido
Comunista Peruano, PCP, se produjo una importante escisión -quizás la más
significativa en los países latinoamericanos- y el sector pro chino se separó
para conformar el Partido Comunista del Perú que sería conocido como PC del P -
Bandera Roja por ser el nombre de la publicación que comenzaron a difundir.
Esta nueva agrupación estaba liderada por Saturnino Paredes y José Sotomayor,
pero ya tenía algún liderazgo Abimael Guzmán, debido a que encabezaba el comité
regional de Ayacucho que gracias a su vinculación con la universidad, se había
convertido en muy pocos años en uno de los principales comités regionales del
partido. También había un equipo de la Juventud Comunista que se mantendría muy
cohesionado por los cincuenta años posteriores y que lideraban entre otros,
Rolando Breña, Alberto Moreno y Jorge Hurtado, “Ludovico”.
A finales de los años sesenta, Bandera Roja vivió sucesivas crisis y
para 1970 el sector que encabezaban los ex dirigentes de la juventud comunista formó el PC del P - Patria Roja, que en las siguientes décadas participaría
activamente en la política peruana y mantendría casi desde su inicio, una
presencia significativa entre los profesores del Perú y controlaría su
principal agrupación, el SUTEP, Sindicato Único de Trabajadores en la Educación
del Perú, creado en 1972. Poco después, también abandonó Bandera Roja el sector
encabezado por el comité regional de Ayacucho liderado por Abimael Guzmán y formaron
otro partido que sería conocido como PC del P - Sendero Luminoso, aludiendo a su
lema que señalaba que seguirían el “sendero luminoso” de José Carlos Mariátegui.
POCOS CONOCÍAN EXISTENCIA DE SENDERO LUMINOSO
Aunque diez años después para la mayoría de los peruanos
Sendero Luminoso no significaba nada, era imposible imaginar que, en los
siguientes doce años, el Perú se desangraría a partir de la demencial forma en que
este grupo político intentó tomar el poder, utilizando el terror como método.
La locura homicida costó alrededor de setenta mil muertos en el país.
Regreso a mi conversación con Carlos Tapia en un café del centro de
Lima hace más de cuarenta años, justamente analizando los atentados explosivos
producidos en los meses anteriores. Él estaba convencido que, iniciado el
proyecto de Sendero, buscaría torpedear el reinicio del régimen democrático.
Carlos conocía bastante a Sendero Luminoso ya que era parte del grupo de
profesores izquierdistas que durante toda la década anterior había debatido con
sus colegas que habían sido formados por Abimael Guzmán. Y por cierto, conocía
los peligros que podía correr por mantener esa posición, tanto que en 1978 tuvo
que enviar a su esposa e hijos para que vivieran en Lima y comenzó a caminar
armado por si sufría algún ataque. Después de hablarme sobre los métodos de coacción
de Sendero, Carlos me dijo que finalmente tuvo que abandonar Ayacucho.
Había escuchado con atención a mi interlocutor vaticinando el gran
peligro que una agrupación como Sendero significaba para el país. Y me remarcó
algo que nos tocaría vivir en los siguientes años, sosteniendo que Sendero no
sólo se iba a enfrentar a los partidos de derecha sino también y sobre todo, a
los de izquierda y al APRA, porque eran organizaciones que contaban entre su
militancia con significativos sectores del pueblo organizado, con dirigentes
sindicales, dirigentes campesinos, dirigentes estudiantiles y con dirigentes
populares en general. Carlos conocía muy bien a Sendero Luminoso, tanto que a
finales de esa década y en las siguientes, sería conocido como “senderólogo”. Había
conocido, discutido y enfrentado a los senderistas, pero también los había sufrido…
VI A ABIMAEL A MEDIADOS DEL 80
Estábamos terminando la conversación cuando me dijo qué hacía cuatro o cinco
meses que Abimael había desaparecido de Ayacucho. En ese momento lo interrumpí
para decirle que yo lo había visto pocos meses antes. Dónde, me preguntó
sorprendido. En el Ovni, un café en la
esquina de Pershing con Gregorio Escobedo, donde lo había visto también algunas
veces en los últimos años. Yo solía ir a ese café porque mis padres vivían al
frente, en la primera etapa de San Felipe, añadí. Claro, a tres o cuatro
cuadras viven sus suegros, comentó y me preguntó si había hablado con él. No,
en realidad nunca he hablado con él, pero las cinco o seis veces que nos hemos
cruzado en Lima en los últimos 15 años no hemos pasado de intercambiar ligeras inclinaciones
de cabeza, contesté. Y añadí que seguramente debía acordarse de mi cara.
Claro que debe tenerte perfectamente ubicado, por algo en la época que
armaste el frente democristiano en la universidad le generaste preocupación no
sólo a él y a Bandera Roja, sino en general a todos los que integrábamos el
FER, Frente Estudiantil Revolucionario, concluyó sonriente mientras nos dirigíamos
a nuestra reunión.
MOVIMIENTO ESTUDIANTIL EN AYACUCHO, CASI 60 AÑOS ATRÁS
La conversación con Carlos me hizo retroceder a 1963 y 1964 cuando me
dediqué a hacer trabajo político para armar el Frente Estudiantil Social Cristiano en Ayacucho, iniciándolo con un pequeño grupo de
jóvenes democristianos y varios independientes. A fines de 1963, para las
elecciones estudiantiles en la universidad, cuando no teníamos la fuerza
necesaria para oponernos al FER, optamos por coordinaciones con dirigentes del
APRA y Acción Popular, partido con el cual la Democracia Cristiana estaba aliada
y gobernando el país. No había posibilidad de un frente porque muchos de los
acciopopulistas eran integrantes del FER y las posiciones de los apristas en la
política nacional eran indefendibles para nosotros. Planteamos y nos aceptaron
una fórmula que no comprometía a ninguna de las tres fuerzas: el voto en
blanco. Resultó tan acertada que el FER yendo solo, no pudo cumplir con el
requisito de mayoría requerida en primera vuelta y el FER pudo ganar en segunda
vuelta con mayoría simple. Pero no ganar yendo solos los golpeó mucho.
En 1964 sí se logró la aparición pública del FESC, que hizo la pelea en
las elecciones dejando atrás a apristas y acciopopulistas. Y un año después,
aunque el FER ganó la federación universitaria, el FESC ganó tres de los ocho
centros federados, hasta donde me acuerdo, con Víctor Pacheco presidiendo el
centro federal de Educación, Jesús Flores el de Biología y Juana Canchis el de Enfermería.
No trataré en esta crónica la presencia social cristiana en la universidad
ayacuchana, aunque duró solo unos cinco años.
ERA USUAL TOPARSE CON ABIMAEL
Ayacucho era una ciudad pequeña que en esa época no llegaría a
cincuenta mil habitantes y que se había revitalizado con la reapertura de la
universidad en 1959. Viviendo allí era imposible no toparse con Abimael en la
plaza de armas donde había dos locales de la universidad. En los primeros días
de mi llegada a la ciudad, me lo señalaron indicándome que era uno de los
profesores más activos vinculados al PCP. Cercano a los treinta años, de abundante
pelo negro y gruesas cejas, con grandes anteojos de carey, vestido siempre con
terno oscuro, caminaba siempre con gesto preocupado y hasta adusto. Se le podía
ver en horas de la mañana o noche, cuando dictaba clase, también cerca del
mediodía cuando se dirigía de un local de la universidad al otro… Pero también
se sabía que participaba en las noches en sesiones del Consejo Universitario en
el local del rectorado en la avenida 28 de julio. Los múltiples desplazamientos
de Guzmán darían lugar a una cierta leyenda que relataré más adelante.
Pocos días después que identifiqué a Guzmán, uno de mis camaradas me
hizo un gesto cuando pasó cerca de nosotros una joven estudiante que lucía muy
apurada. Luego me dijo que era Augusta La Torre, de quien se decía era novia de
Abimael. También era fácil cruzarse con ella, no sólo por la cercanía de los
locales universitarios sino porque vivía a una cuadra de la plaza. Era una
muchacha de unos 18 años, bastante guapa, con rostro a veces sonriente, casi
sin pintura y sin ninguna vestimenta que llamara la atención. Su andar era resuelto
y siempre apurado.
Fueron muchas las veces que vi o me crucé con Guzmán el año 63, como
sin duda lo hicieron cientos de personas que pasaban casi diariamente por la plaza
de armas.
NADIE IMAGINÓ QUE SERÍA UNA PAREJA LETAL
Cuando en marzo de 1964, después de estar los meses de verano en reuniones
en Lima regresé a Ayacucho, me enteré de dos novedades que tenían que ver con
Guzmán. Una de ellas de tipo político que ya la imaginaba. En enero, al constituirse
el PC del P - Bandera Roja, el de Ayacucho resultó su principal comité regional,
ya que prácticamente todos sus integrantes se habían plegado al sector pro
chino. La otra noticia era de tipo personal: en febrero se había casado con
Augusta La Torre en ceremonia absolutamente privada, ya que los asistentes no
llegaban a diez.
Fue frecuente ver en los meses siguientes por la plaza de armas a la
pareja, juntos o separados, siempre él con rostro pensativo y siempre ella muy
apurada. En la ciudad se sabía del intenso trabajo de formación y organización de
lo que serían los nuevos cuadros comunistas.
En esos años la percepción que muchos tenían era que ambos estaban
dedicados básicamente al trabajo político con intensidad, Se podía suponer que
jugaban roles distintos pero complementarios, uno el pensamiento, otra la
acción. El ideólogo, ella organizadora. Pero evidentemente nadie imaginaba a
mediados de los años 60 que este dúo decretaría en 1980 que había llegado el
momento de lo que ellos llamaban la ILA, el inicio de la lucha armada, encabezada
por el presidente Gonzalo.
EL MITO DEL HOMBRE QUE NO DORMÍA
En esa época Ayacucho era casi una gran ciudad universitaria, por lo
que siempre trascendían algunas cosas, más allá del secretismo que lógicamente guardaban
los estudiantes afines al flamante PC del P - Bandera Roja.
Recuerdo en particular que hubo unos días en que un rumor generalizado
era que Abimael estaba tan entregado a la revolución, que incluso no dormía. Muchos
estudiantes estaban convencidos de eso. El camarada Álvaro no duerme, decían.
En esos años, el nombre partidario con el que se le conocía no era todavía Gonzalo
sino Álvaro. Guzmán dictaba clases a las 7 u 8 de la mañana y además a las 9 o
10, se le veía pasar por alguna oficina administrativa cerca al mediodía y
también daba clases a las 6 o 7 de la tarde. Y muchas veces estaba en reuniones
en la universidad hasta las 9 o 10 de la noche. Y los estudiantes sabían que
tenía reuniones con distintas células cerca de medianoche o en la madrugada. Trascendía
que algún grupo había sido citado alguna vez a la una de las mañana, otro a las
3 o a las 11 de la noche. La conclusión era muy clara, Álvaro durante el día
enseñaba o cumplía tareas en la universidad y durante la noche y madrugada
formaba políticamente a los estudiantes.
Aunque estamos hablando de algo que recuerdo de hace cerca de 60 años,
lo cierto es que en ese momento nos dimos cuenta de que el rumor no fue
originado por un descuido, al revelarse las horas de reuniones políticas. Todo
lo contrario: fue fomentado expresamente para presentar a Guzmán como una
persona excepcional, totalmente diferente al resto.
Evidentemente había una explicación sobre el aparentemente insomne. Mientras
lo mínimo que una persona duerme diariamente son cinco o seis horas, lo usual
es que lo haga entre las 11 o 12 de la noche y las 5 o 6 de la mañana. Por tanto,
a nadie se le ocurre que se puede hacer lo mismo entre las 12 del día o la 1 de
la tarde y las 5 o 6 de la tarde. Esas eran las horas en que había muy poca
actividad universitaria y en que por lo tanto, no era raro no cruzarse con
Guzmán. Menciono este recuerdo porque ilustra cómo, desde su inicio en el
comité regional de Ayacucho, a la figura de Abimael se le ensalzó.
GLORIFICACIÓN Y MUERTE
Por cierto, que la glorificación de Abimael Guzmán por sus seguidores creció
enormemente a lo largo de la década del 80 y a inicios de los 90 tanto como la
violencia terrorista. El 24 de diciembre de 1980 se produjo el primer muerto
por acción de Sendero en una violenta incursión a un fundo en el distrito
ayacuchano de Vilcas Huamán, en una acción dirigida por Augusta La Torre. En
cada uno de los siguientes años, las víctimas de las acciones violentas y
terroristas dirigidas por Abimael Guzmán irían aumentando hasta sumar decenas
de miles.
Cuando conversamos con Carlos Tapia a mediados de setiembre de 1980,
Sendero aún no cobraba su primera víctima, pero Carlos estaba seguro que
podrían ser miles. Lamentablemente no se equivocó…
Excelente documento. Un aporte a la historia.
ResponderBorrarCuánta falta hace Carlos Tapia y su profundo conocimiento de SL. En estos tiempos ese saber sería invalorable.
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