lunes, 30 de agosto de 2021

CARA Y SELLO DEL VOTO PREFERENCIAL (1978 - 1990)

Algunos de los actuales ciudadanos peruanos o los jóvenes que están a punto de serlo -especialmente aquellos que tienen interés sobre el acontecer político del país- están enterados que la reciente elección parlamentaria realizada en abril fue la última oportunidad en que hubo “voto preferencial”. Ellos han escuchado, como una de las razones para su eliminación, que el financiamiento de la propaganda electoral ha determinado que quienes tienen mayores recursos logren ser electos. Aunque lamentablemente tal situación ha sido una constante en los últimos procesos, no siempre fue así…

Cuando en 1977 el régimen militar encabezado por el general Morales Bermúdez, como primer paso para dejar el gobierno, convocó a elecciones de una Asamblea Constituyente para junio del año siguiente (Ver crónica “Constituyente: carrera con obstáculos” del 26 de septiembre de 2017), determinó que ese organismo tendría cien miembros que serían elegidos de listas completas presentadas por las organizaciones políticas. Se estableció una modalidad que no se había utilizado nunca antes: el “voto preferencial”, innovación que consistía en que al votar los electores escogieran una lista, pero que además -sin que fuera obligatorio- podían marcar cuál de los candidatos de esa lista tenía su preferencia.

CANDIDATURAS EN PLENA REPRESIÓN

Era yo en esa época subsecretario general del Partido Socialista Revolucionario, PSR, al que la convocatoria gubernamental tomó con apenas nueve meses de existencia y sufriendo medidas represivas por parte del gobierno. Hubo que intensificar los viajes para las coordinaciones con las bases e, incluso, realizar en Chosica en marzo de 1978 la Primera Conferencia Nacional del PSR, para discutir varios documentos programáticos y asumir el reto de una campaña electoral con nuestra todavía incipiente organización.

Como paréntesis, hay que señalar que cuarenta y tres años atrás, nadie podía imaginar que en algún momento existiría el correo electrónico que podía facilitar las coordinaciones sin necesidad de viajar, ni que se podrían enviar documentos desde computadoras personales y menos desde teléfonos celulares, ya que las únicas computadoras que habían comenzado a utilizarse eran enormes aparatos que requerían instalaciones especiales herméticamente cerradas y con muy baja temperatura. Tampoco había celulares y si alguien pensaba en conversaciones inalámbricas en el futuro, nadie imaginaba que podría haber videoconferencias con varios participantes.

LISTA RESALTANDO PRIMEROS Y ÚLTIMOS LUGARES

Volvamos al voto preferencial de finales de los 70. Sirvió principalmente para reafirmar los liderazgos partidarios ya que sus figuras principales encabezaron las listas y consiguieron los mejores resultados, pero también permitió que algunos candidatos invitados o incluso militantes de los partidos que tenían un respaldo especial por su labor profesional o gremial pudiesen salir elegidos más allá del número asignado en la lista de candidatos de su agrupación política.

La novísima modalidad permitió una mayor flexibilidad al momento de armar listas. En el caso del PSR nos permitió además de poner en los primeros puestos a los principales dirigentes del partido, así como a militantes del PSR que eran dirigentes de gremios importantes y a dirigentes regionales partidarios. Pero también invitar a personalidades con destacado perfil profesional o gremial que, sin ser militantes, simpatizaban con nuestros planteamientos.

Para tener mayor cantidad de candidatos con números destacados, decidimos que los últimos ocho o diez números tuvieran un peso político equivalente a aquellos que tenían asignados los primeros números. Estoy casi seguro que nuestra lista fue la única de las doce que se presentaron, en que se dio importancia a los últimos números.

Hasta donde me acuerdo entre los números 90 y 99, aparecieron dos veteranos dirigentes partidarios como David Tejada Mercado y Francisco Moncloa Fry, el primero había sido fundador del APRA casi 50 años antes y el otro el más importante comentarista político en prensa escrita durante la época del gobierno del general Juan Velasco Alvarado. También en el tramo final de nuestra lista aparecieron un destacadísimo intelectual como César Arróspide de la Flor y un afamado periodista que mantendría vigencia en los siguientes 40 años como Raúl Vargas Vega. En ese grupo además se encontraba el ex ministro de Marina, vicealmirante retirado Guillermo Faura, quien el mes anterior a las elecciones sería detenido y deportado para ser internado en la prisión militar de Jujuy en Argentina junto con el también candidato a constituyente del PSR y ex ministro de Marina, vicealmirante retirado José Arce Larco y otros once dirigentes y candidatos de izquierda (Ver crónica “Hace 35 años fui un papá de la calle” del 24 de mayo de 2013). El número 100 con el que salió elegido constituyente lo tuvo el jurista Alberto Ruiz Eldredge, quien incluso había sido candidato presidencial por el desaparecido Movimiento Social Progresista en las elecciones de 1962.

NO A LA PROPAGANDA PERSONAL

La poquísima propaganda se centró en quien encabezaba la lista con el número 1, el general Leonidas Rodríguez Figueroa, presidente del PSR, llegado del exilio a mediados de abril para poco más de un mes después pasar a la clandestinidad cuando se decretó nuevamente su deportación. Leonidas Rodríguez sólo fue apresado cuando se presentó a votar frente a la atónita mirada de decenas de periodistas, principalmente enviados de prensa extranjera, para horas después ser embarcado a Argentina e internado también en Jujuy (Ver crónica “Clandestinidad y deportación” del 24 de junio de 2016).

Para esas elecciones a cada lista partidaria se le asignó una letra. Al PSR le correspondió la K. La decisión partidaria fue que la propaganda que con sus limitados medios hicieran los comités regionales y provinciales, así como los candidatos para pedir votos se limitaran a “K 1”, es decir que la propaganda se centrara en Leonidas. Dirigentes partidarios como el general Arturo Valdés, Rafael Roncagliolo, Marcial Rubio, Manuel Benza, Enrique Bernales o yo no hicimos ninguna publicidad a nuestros números porque el objetivo era que Leonidas alcanzara la mayor cantidad de votos posibles.

ESPERADOS Y SORPRESIVOS LIDERAZGOS

La decisión de centrar la propaganda electoral en quien encabezaba la lista no sólo fue nuestra. La difusión de avisos publicitarios del Partido Aprista Peruano, APRA, fue básicamente para su fundador y líder por casi cinco décadas Víctor Raúl Haya de la Torre, así como la del Partido Popular Cristiano, PPC, por su líder Luis Bedoya Reyes. La del Partido Comunista Peruano, PCP, fue por su secretario general y veterano dirigente Jorge del Prado. En el Frente Nacional de Trabajadores y Campesinos, FRENATRACA, el primer número lo tenía su presidente y fundador Roger Cáceres Velázquez, mientras que en el Partido Demócrata Cristiano, PDC, encabezaba la lista su indiscutible líder Héctor Cornejo Chávez, en ambos casos sus nombres fueron los que sus agrupaciones divulgaron. En el caso del Frente Obrero Campesino Estudiantil y Popular, FOCEP, como de la Unidad Democrático Popular, UDP, siendo frentes electorales la publicidad se dividió ya que cada agrupación que los integraba la hacía por sus dirigentes, aunque en ambos casos salieron elegidos quienes encabezaban la lista.

Fue notorio sin embargo en el caso de FOCEP que el candidato de uno de los partidos trotskistas -Hugo Blanco- prácticamente cuadriplicó a Genaro Ledesma, presidente y líder de esa agrupación que había invitado a integrar su lista a varios partidos, entre ellos tres agrupaciones trotskistas.

De hecho, la gran votación de Blanco -286 mil votos- lo ubicó con la tercera preferencia individual en esas elecciones, sólo superado por Haya de la Torre que logró poco más de un millón de votos y Bedoya que alcanzó 644 mil. Inmediatamente después, con la cuarta votación individual, quedó nuestro candidato Leonidas Rodríguez, quien consiguió 169 mil.

VOTO PREFERENCIAL PARA EQUILIBRAR LAS LISTAS

Además de Leonidas, nuestro secretario general Antonio Meza Cuadra alcanzó una importante votación debido no sólo a que fue la cara visible del PSR mientras Leonidas se encontraba en el exilio, sino también por su destacada labor como dirigente gremial entre los médicos, liderazgo que se había iniciado en su época de dirigente estudiantil. El presidente de la Confederación Nacional Agraria, CNA, Avelino Mar logró ser elegido ya que su candidatura tuvo el apoyo de dirigentes e integrantes de las federaciones agrarias bases de la CNA. Algo parecido sucedió con los dirigentes gremiales Antonio “Chango” Aragón, vinculado a las luchas que dieron origen a la Comunidad Autogestionaria de Villa El Salvador, y Miguel Echeandía, invitado a integrar la lista debido a su amplia trayectoria como dirigente en el gremio de los trabajadores marítimos y además por su vinculación al movimiento sindical cristiano.

En esas elecciones hubo quince constituyentes que no alcanzaron los mil votos pero que fueron elegidos gracias a la gran votación de Haya de la Torre y Blanco: diez apristas y cinco del FOCEP. Aunque en el caso de Blanco es posible que su gran votación no lograra la elección sólo de candidatos trotskistas ya que integraba un frente electoral, es claro que la votación de Haya ayudó a militantes de su partido. Uno de ellos -de los que tuvieron sólo centenas de votos- fue Alan García Pérez, quien en 1980 sería elegido diputado por Lima y cinco años después presidente de la república.

En las elecciones parlamentarias de 1980 no hubo voto preferencial, pero la experiencia de la Constituyente sirvió para que los propios parlamentarios lo aprobaran para las futuras elecciones de senadores y diputados, con una variante: en lugar de poder votar por uno se podría votar por dos candidatos. Esto sirvió para que en 1985 se pudiera equilibrar la influencia de las dirigencias partidarias con la opinión de las bases, así como el caudal propio de algunos de sus candidatos, particularmente aquellos que dirigían algún tipo de organización popular o que habían tenido destacada participación como voceros de algunas reivindicaciones de tipo regional o local. En el caso de Izquierda Unida -frente que se había formado en septiembre de 1980 y que el PSR integraba- sirvió para ponerse de acuerdo las distintas fuerzas políticas sabiendo que cada agrupación podía, además de hacer campaña por la lista, pedir el voto preferencial para sus candidatos.

VOTO PREFERENCIAL EN CUESTIÓN

Sin entrar en muchos detalles habría que decir que en las elecciones de 1990 hubo una desnaturalización de esta forma de elegir. Meses antes se había formado el Frente Democrático, FREDEMO, que llevó como candidato a la presidencia de la República al afamado escritor Mario Vargas Llosa. Lo integraban Acción Popular, AP, partido formado en 1956 por quien sería dos veces presidente de la república Fernando Belaunde Terry, el PPC y el novísimo Movimiento Libertad creado meses antes por Vargas Llosa. En esa campaña electoral, si bien existió una costosa publicidad por el candidato presidencial, hubo derroche de dinero para la campaña individual de gran parte de los candidatos parlamentarios. Se dijo que lo gastado por ellos más que duplicaba lo gastado por todos los candidatos de los otros partidos que participaban en esas elecciones. Con la salvedad que en las otras listas había mayor número de avisos publicitarios para el conjunto de la lista, mientras que en FREDEMO primaba la publicidad personal. Eran avisos que sólo se dedicaba a levantar un nombre, un símbolo y un número, con omisión de algún mensaje colectivo que diera la sensación de la existencia de un equipo decidido a gobernar el país.

Para muchos observadores entre los factores que influyeron en la derrota de Vargas Llosa -candidato al que se consideraba largamente favorito- está la percepción de gran parte de los peruanos que tomaron como un insulto el derroche de grandes cantidades de dinero en propaganda, en un país que vivía una gran crisis económica producto del pésimo gobierno de Alan García. El despilfarro se produjo desde el día mismo que se inscribieron las listas. La dura y reñida competencia entre candidatos del FREDEMO era más intensa que con los candidatos de las otras agrupaciones políticas.

En esas elecciones parlamentarias del 8 de abril de 1990, ocurrió otro hecho que puso a prueba la validez del voto preferencial. El sorprendente avance del hasta un par de semanas antes desconocido Alberto Fujimori, candidato presidencial de Cambio-90, que lo llevó a la segunda vuelta con apenas 3% de votos menos que Vargas Llosa, tuvo como consecuencia una importante votación para sus listas parlamentarias. Una buena parte de los votantes atraídos por “el chinito” marcaba también el símbolo de su agrupación para el Senado y la Cámara de Diputados, aunque sin usar el voto preferencial, por lo que fue sorprendente cómo con relativamente pocos votos algunos candidatos se convirtieron en parlamentarios. No sería ni la primera ni la última vez que una votación sorpresiva y de última hora llevara al Parlamento a candidatos poco representativos. Sin embargo, el exceso de dinero en un caso y la votación aluvional en el otro, no indicaban que el voto preferencial debía desaparecer.

MI EXPERIENCIA CON EL VOTO PREFERENCIAL

No estaría completa esta crónica, que como la mayoría que he escrito es parte de mis memorias políticas, si no cuento mi experiencia con el voto preferencial. En las elecciones de la Constituyente obtuve unos 500 o 600 votos sin ninguna propaganda por mi número que era el 8. Tampoco hubo publicidad por varios de los dirigentes del PSR como ya he señalado en párrafos anteriores. En 1985 fui candidato al Senado en las listas de Izquierda Unida con el número 18 y conseguí alrededor de diez mil votos. Para el Senado se consideraba la votación de todo el país e IU logró quince escaños. Después de computar los votos de Lima y Callao yo lograba la undécima votación de la lista. Pero la llegada de los cómputos en otros departamentos me fue desplazando hasta quedar en el puesto 20 o 21 en el conjunto de la votación.

Para esas elecciones, acepté disciplinadamente la decisión partidaria de que me encargara de la jefatura de la campaña electoral del PSR y continuara en la coordinación con las otras fuerzas de IU, considerando que no había otro dirigente que podía hacer mejor dichas tareas. Ese hecho me impidió hacer campaña individual en ninguno de los otros departamentos del Perú.

En 1990 habíamos formado Izquierda Socialista, IS, después de nuestro rompimiento el año anterior con IU por importantísimas diferencias de enfoque político (Ver crónica “Cuando la unidad no fue posible” del 29 de enero de 2019). En ese frente con el liderazgo y la candidatura presidencial de Alfonso Barrantes, fui candidato a diputado por Lima con el número 3. A dos semanas de las elecciones las encuestas daban por lo menos cinco escaños para nuestra lista, con una primera votación bastante holgada para Manuel Dammert que era diputado desde 1980. A bastante distancia yo ocupaba la segunda votación, seguido muy de cerca de José Luis Alvarado quién también era diputado desde 1985 y a bastante distancia Esther Moreno con una muy reconocida gestión como alcaldesa del distrito limeño de Independencia durante dos periodos.

El fenómeno de la votación aluvional para Cambio-90, que he mencionado en párrafos anteriores, hizo que se redujera a solo dos los escaños conseguidos por IS. Esa reducida votación en Lima metropolitana y la concentración de votos en Independencia y otros distritos de Lima Norte conseguido por Esther Moreno la llevaron a ser elegida en esa oportunidad junto con Dammert. Los más de cinco mil votos obtenidos me sirvieron muy poco a pesar de que varios de los elegidos por el partido de Fujimori habían alcanzado bastante menos votos.

Quiero añadir que entre 1978 y 1990 fui candidato en cuatro oportunidades. Por el PSR en las elecciones de la Constituyente y por Unidad de Izquierda, Izquierda Unida e Izquierda Socialista en las elecciones parlamentarias de 1980, 1985 y 1990. En estos casos, los frentes correspondían a alianzas electorales que el PSR integraba, de manera tal que en realidad las cuatro veces que fui candidato lo hice por decisión del PSR únicamente.

VOTO PREFERENCIAL NO GENERA MAYOR DEMOCRATIZACIÓN

Lo último me permite hacer una reflexión final en relación con lo que ha pasado con el voto preferencial en las últimas dos décadas. Ahora candidatear por un partido no significa necesariamente que se va a postular por la misma agrupación en las siguientes elecciones, aunque entre una y otra sólo hayan pasado quince meses. Antes existían los partidos que definían a sus candidatos y hoy suele suceder que los candidatos definan en qué partido se enrolan. No es raro que un candidato declare que tiene varias propuestas y que está pensando a cuál de los partidos le aceptará postular. Algo más, no es raro encontrar propaganda electoral para candidatos al Parlamento en que se destaque únicamente el nombre del postulante y meses después aparezca el símbolo del partido por el que postula. Todo esto se debe a que, gracias al voto preferencial, cada candidato se preocupa de financiar su propia campaña personal, independientemente de la lista por la que postula.

Es casi natural en los últimos tiempos que, a pocos días del cierre de las inscripciones para las elecciones internas de los partidos políticos aparezcan, como si de un campeonato de fútbol se tratara, los últimos “jales” de quienes se integran al partido o que son invitados a candidatear. Así, la convocatoria a independientes a última hora ha llegado a extremos como que la amplia mayoría de elegidos no sean integrantes de un partido sino invitados. Esto obedece a que el interés del candidato presidencial -que suele ser el dueño de la franquicia en que se han convertido gran parte de los partidos- le interesa que los candidatos más que coincidir con los planteamientos de la agrupación -en el caso que los tuviera- sirvan para sumar votos al conjunto y así poder mantener la vigencia legal de la agrupación. Omito, aunque no ignoro la importancia que para el voto preferencial tiene los llamados cupos o donaciones de los postulantes que quieren candidatear.

En estas circunstancias, definitivamente el voto preferencial no asegura la democratización, sino todo lo contrario…


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