martes, 29 de enero de 2019

CUANDO LA UNIDAD NO FUE POSIBLE (1989)


El lunes 23 de enero de 1989 fue uno de los días más intensos que viví en más de treinta años de actividad política. Tenía más de treinta horas sin dormir, cuando a las dos y media de la tarde llegamos al local del Partido Socialista Revolucionario frente al Parque de la Reserva. Necesitábamos evaluar la situación. Nos habíamos retirado del I Congreso Nacional de Izquierda Unida y estaba seguro que era un camino sin retorno. Si bien racionalmente me sentía seguro de los pasos tomados en las últimas horas, me sentía emocionalmente bastante afectado. Era el único de los presentes que en los últimos ocho años y medio había participado permanentemente del Comité Directivo Nacional de IU, como secretario general del PSR desde fines de julio de 1986 y antes como delegado alterno. Incluso mi firma era una de las ocho en la declaración de fundación de IU.

Un día antes pensábamos que al ganar las tesis políticas que compartíamos con la mayoría de los partidos integrantes de Izquierda Unida y la mayor parte de los militantes independientes presentes en el congreso, se darían las condiciones para el retiro de los sectores que calificábamos de ultraizquierdistas. Estábamos convencidos que si se ganaban las elecciones de abril de 1990 sería muy difícil gobernar de subsistir dentro de IU posiciones tan disímiles.

Es muy difícil treinta años después recordar detalles de los conflictos que hubo en ese congreso desarrollado en el Centro Vacacional de Huampaní. Múltiples actores, sinnúmero de hechos, demasiadas contradicciones en juego, resulta imposible sintetizarlos en una crónica. Sin pretender agotar los temas, trataré algunos que precipitaron la quiebra de Izquierda Unida desde la visión de quien si bien fue espectador fundamentalmente fue actor y por lo tanto narra los hechos desde su propia perspectiva.

TODOS CONDENABAN EL TERRORISMO

Creo que es importante aclarar algo que se ha comentado insistentemente sosteniendo que una de las principales diferencias en IU era que los radicales no estaban dispuestos a hacer un deslinde con Sendero Luminoso. Esto no es cierto, hubo condenas al grupo terrorista desde sus inicios, como es cierto que conforme se fue incrementando el accionar terrorista militantes de IU estuvieron en la mira de Sendero, particularmente aquellos que lograron cargos públicos en las elecciones municipales, entre ellos varios alcaldes provinciales (Ver crónica “Asesinato en Huancayo, infierno en el Infiernillo” del 22 de agosto de 2014). No, aunque con estilos distintos, todos habíamos condenado a Sendero Luminoso desde muchos años atrás.

De hecho para el día 19 en que los delegados se trasladarían al local del Congreso, Sendero Luminoso había programado un “paro armado” en las zonas industriales de Lima y Callao que incluía la zona industrial de la carretera central por donde arribarían a la capital quienes venían de la sierra e incluso la selva central, pero principalmente era la única vía para el traslado a Huampaní. Como en ocasiones similares, la Policía Nacional desplegó sus fuerzas en todas las zonas implicadas, incluyendo los exteriores del centro vacacional que, desde el día anterior y hasta el final del congreso, estaba custodiado por grupos de seguridad de los partidos integrantes de IU.

La diferencia no era por transigir con Sendero Luminoso sino por otra razón: la imposibilidad de desterrar del discurso -y del pensamiento- la hipotética utilización futura de la “violencia revolucionaria”. No era fácil para algunos que habían usado como eslogan el dicho maoísta que “el poder nace del fusil”, que además resultaba absolutamente contradictorio para un frente que gobernaba cientos de municipios en el país y que era la segunda fuerza del Parlamento con quince senadores y 48 diputados.

El caso es que gran parte de los militantes de partidos de izquierda, debido a su formación, asumían la inevitabilidad de la violencia revolucionaria como forma de enfrentar la violencia reaccionaria de los regímenes derechistas. Pero si IU había nacido como frente electoral y consolidado como frente político participando de la vida democrática el país, no tenía sentido hacer la salvedad que “por si acaso” no se renunciaba a enfrentar con violencia a la violencia que hipotéticamente viniera del Estado. Pero se usaba y se abusaba del término de “utilizar todas las formas de lucha” dejando entender que eran las movilizaciones populares, las huelgas, el fortalecimiento de las organizaciones populares, “entre otras”. La discrepancia que algunos sectores teníamos con tal ambigüedad era uno de los temas que mayor tensión suscitaba.

PLANTEÁBAMOS AFIRMAR LA DEMOCRACIA

En el PSR habíamos insistido en remarcar nuestra posición en relación a la democracia. En un extenso documento, a mediados de abril del año anterior, habíamos señalado que nuestro socialismo tendría a la democracia como componente esencial y “respetará todas las libertades constitucionales” y que el sistema político tendrá el carácter popular “que hoy, las abismales desigualdades económicas y sociales que el país padece suele negarle en la práctica”. Pero también sosteníamos que “el socialismo peruano no debe expresarse en el gigantismo estatal, ni sacralizar el papel del Estado”, por lo que planteábamos “el pluralismo empresarial reservando para el Estado las actividades de carácter estratégico y los servicios públicos esenciales”, reconociendo que ”la eficiencia económica resulta fundamental” y que “sin descuidar la necesaria regulación de la actividad económica, nuestro socialismo no podrá ignorar los mecanismos del mercado para la satisfacción de las necesidades de los consumidores, pero cautelando sus deformaciones monopólicas y oligopólicas”. Afirmaciones que hoy pueden no llamar la atención, pero que hace más de treinta años marcaban diferencias de enfoque muy claras.

Aunque estaba previsto inaugurar el congreso en la noche del jueves 19, el retraso en la llegada de la mayoría de las delegaciones lo hizo imposible. El Comité Directivo Nacional estuvo reunido en la tarde en una oficina del senador Gustavo Mohme en la Cámara Peruana de la Construcción, abordando algunos problemas pendientes, como la postergación de la inauguración hasta el día siguiente. Mohme como secretario general de Acción Política Socialista, APS, era el coordinador de turno del CDN de IU. Esa oficina tenía la ventaja de ser muy discreta y estaba a unas cinco o seis cuadras del local central de IU que en esos momentos era escenario de conflictos menores por parte de algunos de los delegados que arribaban.

APLAUSOS Y RECHIFLAS EN INAUGURACIÓN

La inauguración realizada el viernes 20 cerca del mediodía, se realizó en un ambiente de gran alegría, sin dejar de lado diferencias que se expresaban en los eslóganes coreados. Henry Pease, como presidente de la comisión organizadora, hizo un rápido recuento de su labor y resaltó el trabajo en equipo de un colectivo que funcionó eficientemente aun cuando sus integrantes tenían militancias distintas. Hizo hincapié en que las tres cuartas partes de los más de tres mil delegados habían sido elegidos por las bases a lo largo y lo ancho de todo el país. Su presentación fue merecidamente aplaudida por los delegados presentes.

Quien tuvo problemas en su intervención, que dio por inaugurado el congreso, fue Mohme cuando en algún momento mencionó la labor como alcalde de Lima de Alfonso Barrantes, que arrancó aplausos de centenares de asistentes pero generó rechiflas de un buen grupo.

Un Congreso de más de 3000 delegados fue inmanejable en aspectos prácticos. Hubo problemas para acomodar en los pabellones y bungalós que sólo podían albergar unas 1500 personas. Se tuvo que añadir carpas. La distribución de alimentos fue caótica, contribuyendo a ello el primer día la total irresponsabilidad de un militante de nuestro partido. Los lugares de reunión para las plenarias y las comisiones también fueron carpas.

Al terminar el primer día del congreso, me dirigí a uno de los ocho bungalós reservados para el CDN y que algunos delegados con sentido de humor habían bautizado como la “Zona VIP” del congreso. Un compañero me dijo que Henry me esperaba en su alojamiento. Atravesé el ancho pasadizo y avancé unos metros para encontrarlo sentado en el saloncito del bungaló. Alzando una taza me ofreció otra sonriendo mientras me preguntaba ¿el té solo o con agua? Olí la taza y como no había hielo, preferí añadir un poco de agua al whisky. Tú indicaste que en la entrada la gente de seguridad debía decomisar todo botella de alcohol, le dije. Si me las confiscaban hubiera aceptado, pero a nadie se le ocurrió revisarme, me contestó en tono burlón. Esa noche me tomé un par de tazas de “té” con él y otro tanto la noche siguiente…

Conversamos sobre cómo se habían superado las dificultades para llegar finalmente al Congreso Nacional y sobre las posiciones ultraizquierdistas que algunos sectores sostenían. Como lo habíamos hecho desde setiembre del año anterior (Ver crónica "Setiembre tenso del 27 de setiembre de 2018), coincidíamos en que las tesis políticas que se aprobaran podía consolidar a IU como un frente político de una izquierda moderna y responsable capaz de asumir el reto de gobernar el país a partir de 1990, pero yo veía inviable que sucediera si permanecían en IU sectores que nuestra corriente de opinión consideraban vanguardistas y militaristas. A esa corriente pertenecíamos el PSR, el Partido Comunista Revolucionario, PCR, la Convergencia Socialista, el sector escindido del PUM que encabezaba Carlos Tapia y, estábamos seguros, numerosos independientes. Henry pensaba que todos eran necesarios en el proyecto.

En esos momentos Henry valoraba más la unidad que yo, aunque en el PSR me había dedicado desde la fundación a representarlo frente a otras fuerzas tratando de acortar diferencias en aras de la unidad. Sin embargo sabía que la unidad no era un fin sino un medio. Se requería de unidad para tareas comunes y había sido vital, para fortalecer las organizaciones populares, para participar de las luchas reivindicativas, para oponerse a medidas gubernamentales que atentaban contra el país, etc. Pero cuando, desde año y medio antes, en varias de las encuestas se considerara a Alfonso Barrantes como el candidato con mayores posibilidades de ser elegido presidente en abril de 1990, la unidad que se requería era para gobernar y era evidente que para eso no había posibilidad de un programa común entre quienes integraban el frente. Esto era una certeza para el propio Barrantes quien me había manifestado su temor a ser gobierno con el “ultra izquierdismo (…como…) principal enemigo” (Ver crónica “Con Barrantes en Moscú” del 20 de enero de 2017).

BLOQUES EN PUGNA EN EL CONGRESO

En el congreso gruesamente se podía hablar de tres bloques. Uno en el que estaba el PSR y cuya composición ya he descrito párrafos antes, que sostenía la necesidad de un “socialismo en democracia”. Un segundo bloque considerado el más radical, conformado básicamente por el Partido Unificado Mariateguista, PUM, la Unión de Izquierda Revolucionaria, UNIR, que a esas alturas más que un frente era la denominación electoral del Partido Comunista del Perú - Patria Roja y el Frente Obrero Campesino Estudiantil y Popular, FOCEP. Estos dos sectores eran los que se encontraban claramente enfrentados en todo el congreso. Un tercer sector que podríamos llamar intermedio lo constituían el Partido Comunista Peruano, PCP, APS, el sector independiente conocido como cristianos de izquierda que representaba Pease y también el senador Rolando Ames -que a principios de abril de ese mismo año formarían el Movimiento al Socialismo, MAS- y el Partido Mariateguista Revolucionario, PMR, constituido por ex dirigentes del PUM que había roto con su partido y -como me enteraría doce años después- habían manifestado su interés en ingresar al PCP. Este sector buscaba mantener la unidad, aunque cuando en las votaciones en el congreso no lo hicieron uniformemente.

Deben haber sido muchas las ocasiones en que hubo discrepancia entre los bloques mencionados. Evidentemente muchas de las diferencias que seguramente consideramos muy importantes en ese momento resultan hoy difíciles recordar. Sin embargo quiero referirme a dos: la concepción de lo que esperábamos como IU y la estructura de dirección del frente.

Mientras unos pensábamos que IU debía tratar de ganar las elecciones de 1990, considerando que estábamos en condiciones de gobernar, otros sostenían que había que asegurar el poder por lo que no descartaban el uso de la fuerza. Esto fue expresado en mociones que fueron votadas y mayoritariamente triunfó la posición que compartíamos nuestro bloque y el sector que he llamado intermedio. Sin embargo, varios delegados del PCP votaron también a favor de la moción que perdió…

La composición del CDN de IU fue otro punto de discrepancia. Pensábamos que las bases debían tener una mayor participación en la elección de sus dirigentes, coincidiendo con una posición que tenía Pease y compartía APS mientras que el bloque radical acompañado por el PCP pensaba que el hecho de ser un frente de partidos debía expresarse en la composición de su máxima dirección. Mientras la posición que apoyábamos planteaba que el CDN lo integraran los siete secretarios generales como miembros natos y 14 miembros elegidos por el congreso, la otra posición -que resultó mayoritaria- sostenía que además de los secretarios generales fueran ocho los que se eligieran. En la votación en la plenaria hubo otra discrepancia en el PCP: su secretario general votó por nuestra posición ante el desconcierto de sus delegados muy pocos de los cuales lo siguieron. Pease que dirigía el debate incluso llegó a decir a los delegados que se fijaran cómo votaban sus dirigentes.

EL FIEL DE LA BALANZA SE INCLINÓ AL LADO OPUESTO

La noche del sábado o madrugada del domingo, había conversado con Pease sobre cómo sería la futura composición del CDN y me di cuenta que estaba preocupado porque la fórmula que ambos compartíamos podía perder. Le dije que aun así representaba un avance en la democratización de IU y que el problema era cómo la actitud del PCP podía darles a los perdedores en las tesis políticas el manejo del CDN. Y es que a lo largo del congreso había quedado demostrado que el PCP podía inclinar la balanza hacia quienes planteábamos un “socialismo en democracia” o hacia los sectores radicales.

En la última plenaria del congreso que se prolongó hasta entrada la mañana del lunes, cuando todo estaba entrampado, se procedió a un cuarto intermedio que duró una eternidad para el grueso de los delegados instalados en la carpa principal esperando por horas el acuerdo de sus dirigentes.

Reunidos en un ambiente algo lejos, los miembros del CDN tratamos de encontrar salidas que expresaran orgánicamente lo aprobado en el congreso. Hubo toda clase de desencuentros. Creo que incluso se replanteó lo que en algún momento -poco antes o poco después de la inauguración- Henry había propuesto: que el CDN fuera transitorio hasta la realización de un nuevo congreso. Al final el PCP sacó adelante un acuerdo que no sólo dejó de lado el voto secreto para elegir a los miembros del nuevo CDN, sino nos dejaba de lado en un secretariado permanente donde tendrían mayoría quienes habían sido minoría en las tesis políticas. Quedó claro que el PCP priorizaba compartir la conducción de IU con el PUM y UNIR y en esas condiciones era imposible pensar en IU como alternativa seria para 1990.

Aunque prácticamente en la mayoría de lo tratado en el congreso habíamos coincidido con Pease, Ames y quienes conformarían dos meses después el MAS y también con APS y su secretario general Gustavo Mohme, finalmente se mantuvieron en congreso y estuvieron de acuerdo con la forma de elección que se haría. Poco antes, según versión de Guillermo Herrera uno de sus dirigentes, el PCP que había considerado que el secretariado permanente que se crearía para dirigir el CDN fuera integrado por el presidente de turno, Henry Pease, los secretarios generales del PUM, UNIR y PCP, añadió también a Mohme. Es claro que el PCP que había jugado un papel de “bisagra” en el congreso tuvo mucha influencia en las posiciones que finalmente tomaron APS y principalmente los cristianos de izquierda.

La decisión del PCP tuvo que ver con sus problemas internos, ya que tenía sectores que estaban más cercanos a las posiciones del PUM e incluso eran más radicales. Y si en enero de 1964 con el alejamiento de amplios sectores que se alinearon con los planteamientos maoístas -cuando se enfrentaron los partidos comunistas de la Unión Soviética y China- el PCP quedó golpeado y en enero de 1978 sufrieron con la formación del PCP Mayoría, en enero de 1989 el PCP no estaba dispuesto a soportar otra escisión…

NO HUBO POSIBILIDAD DE ENTENDIMIENTO

Días después, el 28, en el PSR tuvimos una reunión de la Dirección Nacional que consideró que lo aprobado mayoritariamente en el congreso de IU, había “reafirmado la línea democrática y popular de IU, derrotando a las posiciones vanguardistas y militaristas que no hacen sino provocar el fracaso del movimiento popular”, pero que la nominación de siete de los miembros del CDN “no ha reunido las condiciones democráticas y de consenso para el inicio eficaz de esta nueva etapa de la vida de IU” por lo pidió un replanteo de la situación, exigiendo que esos siete miembros fueran elegidos en votación secreta y universal.

Como consecuencia de esa posición, no asistimos a la instalación pública del CDN de IU el 30 de enero y cuando el primero de febrero este organismo decidió la legitimidad de todos sus integrantes estuvimos ausentes yo como representante del PSR y Manuel Dammert, secretario general del PCR. Previamente, como partido y también por encargo de la Convergencia Socialista, habíamos comunicado que podríamos asistir a las sesiones de la Presidencia Colegiada de IU, constituida por los miembros natos del CDN, es decir los secretarios generales de los partidos, pero no a las instancias en que participaran miembros “cuya representatividad desconocemos”.

Los dos partidos no nos integramos al CDN en los meses siguientes y continuaron desde ambos lados las declaraciones y comunicados que expresaban un cada vez mayor distanciamiento. El 18 de abril se renovó ante el Jurado Nacional de Elecciones la alianza electoral Izquierda Unida sin las firmas de nuestros personeros. Como dato importante, hay que señalar que la bancada parlamentaria se mantuvo unida, aunque las posibilidades de un triunfo electoral de la izquierda en 1990 fueron desapareciendo…

No hay comentarios.:

Publicar un comentario