El lunes 23 de enero de 1989 fue uno de los días más intensos que viví
en más de treinta años de actividad política. Tenía más de treinta horas sin
dormir, cuando a las dos y media de la tarde llegamos al local del Partido
Socialista Revolucionario frente al Parque de la Reserva. Necesitábamos
evaluar la situación. Nos
habíamos retirado del I Congreso Nacional de Izquierda Unida y estaba seguro
que era un camino sin retorno. Si bien racionalmente me sentía seguro de los
pasos tomados en las últimas horas, me sentía emocionalmente bastante afectado.
Era el único de los presentes que en los últimos ocho años y medio había
participado permanentemente del Comité Directivo Nacional de IU, como
secretario general del PSR desde fines de julio de 1986 y antes como delegado
alterno. Incluso mi firma era una de las ocho en la declaración de fundación de
IU.
Un día antes pensábamos que al ganar las tesis políticas que
compartíamos con la mayoría de los partidos integrantes de Izquierda Unida y la
mayor parte de los militantes independientes presentes en el congreso, se
darían las condiciones para el retiro de los sectores que calificábamos de
ultraizquierdistas. Estábamos convencidos que si se ganaban las elecciones de
abril de 1990 sería muy difícil gobernar de subsistir dentro de IU posiciones tan
disímiles.
Es muy difícil treinta años después recordar detalles de los
conflictos que hubo en ese congreso desarrollado en el Centro Vacacional de
Huampaní. Múltiples actores, sinnúmero de hechos, demasiadas contradicciones en
juego, resulta imposible sintetizarlos en una crónica. Sin pretender agotar los
temas, trataré algunos que precipitaron la quiebra de Izquierda Unida desde la
visión de quien si bien fue espectador fundamentalmente fue actor y por lo
tanto narra los hechos desde su propia perspectiva.
TODOS CONDENABAN EL TERRORISMO
Creo que es importante aclarar algo que se ha comentado
insistentemente sosteniendo que una de las principales diferencias en IU era
que los radicales no estaban dispuestos a hacer un deslinde con Sendero
Luminoso. Esto no es cierto, hubo condenas al grupo terrorista desde sus
inicios, como es cierto que conforme se fue incrementando el accionar
terrorista militantes de IU estuvieron en la mira de Sendero, particularmente
aquellos que lograron cargos públicos en las elecciones municipales, entre
ellos varios alcaldes provinciales (Ver crónica “Asesinato en Huancayo, infierno en el Infiernillo” del 22
de agosto de 2014). No,
aunque con estilos distintos, todos habíamos condenado a Sendero Luminoso desde
muchos años atrás.
De hecho para el día 19 en que los delegados se trasladarían al local
del Congreso, Sendero Luminoso había programado un “paro armado” en las zonas
industriales de Lima y Callao que incluía la zona industrial de la carretera
central por donde arribarían a la capital quienes venían de la sierra e incluso
la selva central, pero principalmente era la única vía para el traslado a
Huampaní. Como en ocasiones similares, la Policía Nacional desplegó sus fuerzas
en todas las zonas implicadas, incluyendo los exteriores del centro vacacional
que, desde el día anterior y hasta el final del congreso, estaba custodiado por
grupos de seguridad de los partidos integrantes de IU.
La diferencia no era por transigir con Sendero Luminoso sino por otra
razón: la imposibilidad de desterrar del discurso -y del pensamiento- la
hipotética utilización futura de la “violencia revolucionaria”. No era fácil
para algunos que habían usado como eslogan el dicho maoísta que “el poder nace
del fusil”, que además resultaba absolutamente contradictorio para un frente
que gobernaba cientos de municipios en el país y que era la segunda fuerza del
Parlamento con quince senadores y 48 diputados.
El caso es que gran parte de los militantes de partidos de izquierda, debido
a su formación, asumían la inevitabilidad de la violencia revolucionaria como
forma de enfrentar la violencia reaccionaria de los regímenes derechistas. Pero
si IU había nacido como frente electoral y consolidado como frente político
participando de la vida democrática el país, no tenía sentido hacer la salvedad
que “por si acaso” no se renunciaba a enfrentar con violencia a la violencia
que hipotéticamente viniera del Estado. Pero se usaba y se abusaba del término
de “utilizar todas las formas de lucha” dejando entender que eran las
movilizaciones populares, las huelgas, el fortalecimiento de las organizaciones
populares, “entre otras”. La discrepancia que algunos sectores teníamos con tal
ambigüedad era uno de los temas que mayor tensión suscitaba.
PLANTEÁBAMOS AFIRMAR LA DEMOCRACIA
En el PSR habíamos insistido en remarcar nuestra posición en relación
a la democracia. En un extenso documento, a mediados de abril del año anterior,
habíamos señalado que nuestro socialismo tendría a la democracia como
componente esencial y “respetará todas
las libertades constitucionales” y que el sistema político tendrá el
carácter popular “que hoy, las abismales
desigualdades económicas y sociales que el país padece suele negarle en la
práctica”. Pero también sosteníamos que “el
socialismo peruano no debe expresarse en el gigantismo estatal, ni sacralizar el
papel del Estado”, por lo que planteábamos “el pluralismo empresarial reservando para el Estado las actividades de
carácter estratégico y los servicios públicos esenciales”, reconociendo que
”la eficiencia económica resulta
fundamental” y que “sin descuidar la
necesaria regulación de la actividad económica, nuestro socialismo no podrá
ignorar los mecanismos del mercado para la satisfacción de las necesidades de
los consumidores, pero cautelando sus deformaciones monopólicas y oligopólicas”.
Afirmaciones que hoy pueden no llamar la atención, pero que hace más de treinta
años marcaban diferencias de enfoque muy claras.
Aunque estaba previsto inaugurar el congreso en la noche del jueves
19, el retraso en la llegada de la mayoría de las delegaciones lo hizo
imposible. El Comité Directivo Nacional estuvo reunido en la tarde en una
oficina del senador Gustavo Mohme en la Cámara Peruana de la Construcción,
abordando algunos problemas pendientes, como la postergación de la inauguración
hasta el día siguiente. Mohme como secretario general de Acción Política
Socialista, APS, era el coordinador de turno del CDN de IU. Esa oficina tenía
la ventaja de ser muy discreta y estaba a unas cinco o seis cuadras del local
central de IU que en esos momentos era escenario de conflictos menores por
parte de algunos de los delegados que arribaban.
APLAUSOS Y RECHIFLAS EN INAUGURACIÓN
La inauguración realizada el viernes 20 cerca del mediodía, se realizó
en un ambiente de gran alegría, sin dejar de lado diferencias que se expresaban
en los eslóganes coreados. Henry Pease, como presidente de la comisión
organizadora, hizo un rápido recuento de su labor y resaltó el trabajo en equipo
de un colectivo que funcionó eficientemente aun cuando sus integrantes tenían
militancias distintas. Hizo hincapié en que las tres cuartas partes de los más
de tres mil delegados habían sido elegidos por las bases a lo largo y lo ancho
de todo el país. Su presentación fue merecidamente aplaudida por los delegados
presentes.
Quien tuvo problemas en su intervención, que dio por inaugurado el
congreso, fue Mohme cuando en algún momento mencionó la labor como alcalde de
Lima de Alfonso Barrantes, que arrancó aplausos
de centenares de asistentes pero generó rechiflas de un buen grupo.
Un Congreso de más de 3000 delegados fue inmanejable en aspectos
prácticos. Hubo problemas para acomodar en los pabellones y bungalós que sólo
podían albergar unas 1500 personas. Se tuvo que añadir carpas. La distribución
de alimentos fue caótica, contribuyendo a ello el primer día la total
irresponsabilidad de un militante de nuestro partido. Los lugares de reunión
para las plenarias y las comisiones también fueron carpas.
Al terminar el primer día del congreso, me dirigí a uno de los ocho bungalós
reservados para el CDN y que algunos delegados con sentido de humor habían
bautizado como la “Zona VIP” del congreso. Un compañero me dijo que Henry me
esperaba en su alojamiento. Atravesé el ancho pasadizo y avancé unos metros
para encontrarlo sentado en el saloncito del bungaló. Alzando una taza me
ofreció otra sonriendo mientras me preguntaba ¿el té solo o con agua? Olí la
taza y como no había hielo, preferí añadir un
poco de agua al whisky. Tú indicaste que en la entrada la gente de seguridad
debía decomisar todo botella de alcohol, le dije. Si me las confiscaban hubiera
aceptado, pero a nadie se le ocurrió revisarme, me contestó en tono burlón. Esa
noche me tomé un par de tazas de “té” con él y otro tanto la noche siguiente…
Conversamos sobre cómo se habían superado las dificultades para llegar
finalmente al Congreso Nacional y sobre las posiciones ultraizquierdistas que
algunos sectores sostenían. Como lo habíamos hecho desde setiembre del año
anterior (Ver crónica
"Setiembre tenso” del 27 de setiembre de 2018), coincidíamos en que las tesis políticas que se aprobaran podía
consolidar a IU como un frente político de una izquierda moderna y responsable
capaz de asumir el reto de gobernar el país a partir de 1990, pero yo veía
inviable que sucediera si permanecían en IU sectores que nuestra corriente de
opinión consideraban vanguardistas y militaristas. A esa corriente
pertenecíamos el PSR, el Partido Comunista Revolucionario, PCR, la Convergencia
Socialista, el sector escindido del PUM que encabezaba Carlos Tapia y,
estábamos seguros, numerosos independientes. Henry pensaba que todos eran
necesarios en el proyecto.
En esos momentos Henry valoraba más la unidad que yo, aunque en el PSR
me había dedicado desde la fundación a representarlo frente a otras fuerzas tratando
de acortar diferencias en aras de la unidad. Sin embargo sabía que la unidad no
era un fin sino un medio. Se requería de unidad para tareas comunes y había
sido vital, para fortalecer las organizaciones populares, para participar de
las luchas reivindicativas, para oponerse a medidas gubernamentales que
atentaban contra el país, etc. Pero cuando, desde año y medio antes, en varias
de las encuestas se considerara a Alfonso Barrantes como el candidato con
mayores posibilidades de ser elegido presidente en abril de 1990, la unidad que
se requería era para gobernar y era evidente que para eso no había posibilidad
de un programa común entre quienes integraban el frente. Esto era una certeza
para el propio Barrantes quien me había manifestado su temor a ser gobierno con
el “ultra izquierdismo (…como…) principal enemigo” (Ver crónica “Con Barrantes en Moscú” del 20 de enero
de 2017).
BLOQUES EN PUGNA EN EL
CONGRESO
En el congreso gruesamente se podía hablar de tres bloques. Uno en el que
estaba el PSR y cuya composición ya he descrito párrafos antes, que sostenía la
necesidad de un “socialismo en democracia”. Un segundo bloque considerado el
más radical, conformado básicamente por el Partido Unificado Mariateguista,
PUM, la Unión de Izquierda Revolucionaria, UNIR, que a esas alturas más que un
frente era la denominación electoral del Partido Comunista del Perú - Patria
Roja y el Frente Obrero Campesino Estudiantil y Popular, FOCEP. Estos dos
sectores eran los que se encontraban claramente enfrentados en todo el
congreso. Un tercer sector que podríamos llamar intermedio lo constituían el
Partido Comunista Peruano, PCP, APS, el sector independiente conocido como cristianos
de izquierda que representaba Pease y también el senador Rolando Ames -que a
principios de abril de ese mismo año formarían el Movimiento al Socialismo,
MAS- y el Partido Mariateguista Revolucionario, PMR, constituido por ex
dirigentes del PUM que había roto con su partido y -como me enteraría doce años
después- habían manifestado su interés en ingresar al PCP. Este sector buscaba
mantener la unidad, aunque cuando en las votaciones en el congreso no lo
hicieron uniformemente.
Deben haber sido muchas las ocasiones en que hubo discrepancia entre los
bloques mencionados. Evidentemente muchas de las diferencias que seguramente
consideramos muy importantes en ese momento resultan hoy difíciles recordar.
Sin embargo quiero referirme a dos: la concepción de lo que esperábamos como IU
y la estructura de dirección del frente.
Mientras unos pensábamos que IU debía tratar de ganar las elecciones
de 1990, considerando que estábamos en condiciones de gobernar, otros sostenían
que había que asegurar el poder por lo que no descartaban el uso de la fuerza.
Esto fue expresado en mociones que fueron votadas y mayoritariamente triunfó la
posición que compartíamos nuestro bloque y el sector que he llamado intermedio.
Sin embargo, varios delegados del PCP votaron también a favor de la moción que
perdió…
La composición del CDN de IU fue otro punto de discrepancia.
Pensábamos que las bases debían tener una mayor participación en la elección de
sus dirigentes, coincidiendo con una posición que tenía Pease y compartía APS
mientras que el bloque radical acompañado por el PCP pensaba que el hecho de
ser un frente de partidos debía expresarse en la composición de su máxima
dirección. Mientras la posición que apoyábamos planteaba que el CDN lo
integraran los siete secretarios generales como miembros natos y 14 miembros
elegidos por el congreso, la otra posición -que resultó mayoritaria- sostenía
que además de los secretarios generales fueran ocho los que se eligieran. En la
votación en la plenaria hubo otra discrepancia en el PCP: su secretario general
votó por nuestra posición ante el desconcierto de sus delegados muy pocos de
los cuales lo siguieron. Pease que dirigía el debate incluso llegó a decir a
los delegados que se fijaran cómo votaban sus dirigentes.
EL FIEL DE LA BALANZA SE INCLINÓ AL LADO OPUESTO
La noche del sábado o madrugada del domingo, había conversado con
Pease sobre cómo sería la futura composición del CDN y me di cuenta que estaba
preocupado porque la fórmula que ambos compartíamos podía perder. Le dije que
aun así representaba un avance en la democratización de IU y que el problema
era cómo la actitud del PCP podía darles a los perdedores en las tesis
políticas el manejo del CDN. Y es que a lo largo del congreso había quedado
demostrado que el PCP podía inclinar la balanza hacia quienes planteábamos un
“socialismo en democracia” o hacia los sectores radicales.
En la última plenaria del congreso que se prolongó hasta entrada la
mañana del lunes, cuando todo estaba entrampado, se procedió a un cuarto
intermedio que duró una eternidad para el grueso de los delegados instalados en
la carpa principal esperando por horas el acuerdo de sus dirigentes.
Reunidos en un ambiente algo lejos, los miembros del CDN tratamos de
encontrar salidas que expresaran orgánicamente lo aprobado en el congreso. Hubo
toda clase de desencuentros. Creo que incluso se replanteó lo que en algún
momento -poco antes o poco después de la inauguración- Henry había propuesto: que
el CDN fuera transitorio hasta la realización de un nuevo congreso. Al final el
PCP sacó adelante un acuerdo que no sólo dejó de lado el voto secreto para
elegir a los miembros del nuevo CDN, sino nos dejaba de lado en un secretariado
permanente donde tendrían mayoría quienes habían sido minoría en las tesis políticas.
Quedó claro que el PCP priorizaba compartir la conducción de IU con el PUM y
UNIR y en esas condiciones era imposible pensar en IU como alternativa seria
para 1990.
Aunque prácticamente en la mayoría de lo tratado en el congreso
habíamos coincidido con Pease, Ames y quienes conformarían dos meses después el
MAS y también con APS y su secretario general Gustavo Mohme, finalmente se
mantuvieron en congreso y estuvieron de acuerdo con la forma de elección que se
haría. Poco antes, según versión de Guillermo Herrera uno de sus dirigentes, el
PCP que había considerado que el secretariado permanente que se crearía para
dirigir el CDN fuera integrado por el presidente de turno, Henry Pease, los
secretarios generales del PUM, UNIR y PCP, añadió también a Mohme. Es claro que
el PCP que había jugado un papel de “bisagra” en el congreso tuvo mucha
influencia en las posiciones que finalmente tomaron APS y principalmente los
cristianos de izquierda.
La decisión del PCP tuvo que ver con sus problemas internos, ya que
tenía sectores que estaban más cercanos a las posiciones del PUM e incluso eran
más radicales. Y si en enero de 1964 con el alejamiento de amplios sectores que
se alinearon con los planteamientos maoístas -cuando se enfrentaron los
partidos comunistas de la Unión Soviética y China- el PCP quedó golpeado y en
enero de 1978 sufrieron con la formación del PCP Mayoría, en enero de 1989 el
PCP no estaba dispuesto a soportar otra escisión…
NO HUBO POSIBILIDAD DE ENTENDIMIENTO
Días después, el 28, en el PSR tuvimos
una reunión de la Dirección Nacional que consideró que lo aprobado mayoritariamente en el congreso de IU, había
“reafirmado la línea democrática y
popular de IU, derrotando a las posiciones vanguardistas y militaristas que no
hacen sino provocar el fracaso del movimiento popular”, pero que la
nominación de siete de los miembros del CDN “no ha reunido las condiciones democráticas y de consenso para el inicio
eficaz de esta nueva etapa de la vida de IU” por lo pidió un replanteo de
la situación, exigiendo que esos siete miembros fueran elegidos en votación
secreta y universal.
Como consecuencia de esa
posición, no asistimos a la instalación pública del CDN de IU el 30 de enero y
cuando el primero de febrero este organismo decidió la legitimidad de todos sus
integrantes estuvimos ausentes yo como representante del PSR y Manuel Dammert,
secretario general del PCR. Previamente, como partido y también por encargo de la Convergencia Socialista, habíamos
comunicado que podríamos asistir a las sesiones de la Presidencia Colegiada de
IU, constituida por los miembros natos del CDN, es decir los secretarios
generales de los partidos, pero no a las instancias en que participaran
miembros “cuya representatividad
desconocemos”.
Los dos partidos no nos
integramos al CDN en los meses siguientes y continuaron desde ambos lados las declaraciones y
comunicados que expresaban un cada vez mayor distanciamiento. El 18 de abril se
renovó ante el Jurado Nacional de Elecciones la alianza electoral Izquierda
Unida sin las firmas de nuestros personeros. Como dato importante, hay que
señalar que la bancada parlamentaria se mantuvo unida, aunque las posibilidades
de un triunfo electoral de la izquierda en 1990 fueron desapareciendo…
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