Los 28 de julio, cuando celebramos el aniversario de la proclamación de la independencia del Perú, es habitual que los presidentes de la república se dirijan al país. En gobiernos democráticos el mensaje se hace ante el Congreso Nacional dando cuenta de lo realizado en los últimos doce meses. Cada cinco años, antes fue cada seis, cuando un nuevo presidente asume el gobierno, en su mensaje traza las líneas matrices de lo que será su administración. Eso es lo que ocurrirá este año, en el que además se celebra el bicentenario de la independencia.
En esta crónica quiero recordar algunas ocasiones, en la segunda mitad
del siglo pasado, en que el 28 de julio tuvo especial significado para mí
considerando la actividad política que por esos años desarrollaba.
PASO DE GOBIERNO MILITAR A GOBIERNO CIVIL
Me remonto a 1956. A inicios del mes de julio, había participado en la
organización de una huelga escolar en mi colegio la Gran Unidad Escolar Tomás
Marsano, que un año después cambiaría el nombre a Ricardo Palma (Ver crónica “Cuando las lecciones se reciben en casa” del 29 de octubre de 2012). Aunque seguramente yo no era
consciente de ese significado, el impulso a la huelga fue una actividad política
porque se trataba de un acto de protesta contra el gobierno represivo del
general Manuel A. Odría. Fue mi primera actividad política al mes siguiente de cumplir
14 años…
Ese 28 de julio, marcaba el fin del gobierno de Odría y el inicio
después de ocho años de un nuevo gobierno civil encabezado por Manuel Prado. Considerando
que desde que tenía uso de razón sólo había vivido bajo un gobierno dictatorial,
tenía curiosidad en ver cómo funcionaba un país con un gobierno que respetara
las libertades democráticas. Hasta donde recuerdo, en las semanas y meses siguientes
al inicio del gobierno de Prado, lo más significativo en la vida de la gente era
la reaparición de parientes, amigos o vecinos que habían estado en los últimos ocho
años perseguidos, detenidos o exiliados fuera del país.
Algo que me quedó grabado en la memoria fue encontrar en los quioscos de
periódicos y revistas del centro de Lima, la carátula de la revista “Caretas”
con una enorme foto de Prado luciendo un frac casi cubierto por condecoraciones
y saludando -creo- con sombrero de tarro. Un llamativo título acompañaba la
imagen “VOLVIÓ EL CIRCO”. Aunque la frase se refería al regreso de los circos
que todos los años tenían sus temporadas en la época de fiestas patrias, era
evidente que el juego de palabras aludía a la imagen del flamante presidente,
quizás el último gobernante integrante prominente de la oligarquía peruana.
Pocos meses tenía yo de militancia en el Partido Demócrata Cristiano, PDC,
y seguía con atención los sucesos políticos (Ver crónica “Mis primeros años en política” con del 21 de febrero de 2019), cuando el 28 de julio de 1959 Prado dio cuenta ante el Congreso, de la
acción gubernamental en los doce meses anteriores que había sido criticada a lo
largo del año por varios partidos y los principales medios de comunicación. Uno
de los más duros críticos fue Pedro Beltrán Espantoso, director del diario “La Prensa”,
quien había asumido la presidencia del consejo de ministros apenas 11 días
antes. Los periódicos del día siguiente destacaban las fotos que presentaban a
Prado y Beltrán juntos.
Sería a mediados de agosto que Beltrán presentaría sus lineamientos de
gobierno, ortodoxamente liberales alejados de la forma en que sus antecesores
habían actuado. Recuerdo haber concurrido a las galerías de la Cámara de
Diputados para escuchar durante dos o tres días el enjuiciamiento de esos
planteamientos por parte de la oposición, donde destacó ampliamente la bancada
democristiana. Hay que señalar que con el llamamiento a su principal opositor,
Prado logró convertirse en una especie de soberano -más allá del bien o el mal-
mientras que los ataques a su gobierno se dirigían a Beltrán.
PASO DE GOBIERNO CIVIL A GOBIERNO MILITAR Y VICEVERSA
Otro 28 de julio que tengo muy presente fue el de 1962 en que no hubo
mensaje a la nación de ningún presidente porque 10 días antes un golpe militar,
encabezado por el general Ricardo Pérez Godoy, había derrocado a Prado
aduciendo que en las elecciones realizadas el mes anterior se había producido
un fraude.
Un año después tuve ocasión de volver otra vez a las galerías de la
Cámara de Diputados para escuchar el mensaje del arquitecto Fernando Belaunde
Terry, quien había sido el candidato de la Alianza Acción Popular - Democracia
Cristiana, que llegó al gobierno con gran apoyo ciudadano, el respaldo a varios
de sus planteamientos de organizaciones populares y -por qué no decirlo- el
beneplácito de las Fuerzas Armadas que había gobernado el país el año anterior.
El discurso de Belaunde generó grandes expectativas, particularmente en la
juventud peruana. En esa ocasión, Belaunde prometió terminar en noventa días el
problema de la Brea y Pariñas, yacimiento petrolífero que según varios estudios
detentaba indebidamente la International Petroleum Company, IPC.
Integré el Comité Ejecutivo Nacional del PDC desde marzo de 1965 y fui
testigo del alejamiento del gobierno de Belaunde de muchas de sus banderas
iniciales. También viví de cerca el deterioro creciente de la Alianza AP DC, hasta
su rompimiento en noviembre de 1967, no sólo porque la dirigencia democristiana
cuestionaba algunas posiciones del gobierno sino también porque eran igualmente
cuestionadas por la propia dirigencia de Acción Popular. Una de las críticas
era justamente el no definir nada frente a la IPC.
PASO DE GOBIERNO CIVIL A GOBIERNO MILITAR
Aunque la decisión de la Fuerza Armada de tomar el gobierno el 3 de
octubre de 1968 fue criticada por el PDC, tuvimos que admitir que era un
golpe militar distinto pocos días después, cuando el Gobierno Revolucionario
de la Fuerza Armada, encabezado por el general Juan Velasco Alvarado, tomó los
yacimientos de la Brea y Pariñas y expropió a la IPC las instalaciones de la
refinería de Talara. Valga el momento para señalar qué más allá de la
evaluación económica que hoy se pueda tener de esa medida, esencialmente se
trató una medida política teniendo en cuenta que los contratos eran considerados
lesivos para el Perú y repudiados por importantes sectores de la población.
En 1971, había pasado menos de dos meses que, con un amplio grupo de
integrantes de la Juventud y del Comando Laboral, habíamos renunciado al PDC, asumiendo
una posición que calificábamos como “socialismo comunitario”, cuando el 28 de
julio en un mensaje a la nación, el general Velasco señaló que la revolución
peruana se inscribía en “la tradición más ilustre del pensamiento libertario,
socialista y humanista”. Tales palabras sirvieron para que nuestro colectivo se
sintiera comprometido en apoyar muchas de las medidas del gobierno encabezado
por Velasco.
No fue extraño entonces que varios de los renunciantes al PDC en junio
del 71 nos reencontráramos en el Partido Socialista Revolucionario, PSR, fundado
en noviembre de 1976, enfrentando las políticas del gobierno militar que en ese
entonces encabezaba el general Francisco Morales Bermúdez, luego de “relevar”
al general Velasco en agosto de 1975. La llamada “segunda fase” del gobierno
militar tomó una serie de medidas para desarmar muchas de las reformas realizadas
en la “primera fase”. Tampoco resultó extraño que el gobierno fuera
particularmente duro para reprimir a nuestra flamante organización política, incluyendo
la deportación de los militares retirados que eran dirigentes del PSR, apenas cuarenta
días después de fundado el partido.
Con poco más de año y medio de fundado, el PSR participó en las
elecciones a la Asamblea Constituyente, que convocó el gobierno militar en
junio de 1978, como paso previo a dejar el poder. Todos los partidos de
izquierda tuvieron problemas en esa campaña. No sólo porque hubo toque de queda
y suspensión de garantías constitucionales, sino fundamentalmente por la fuerte
represión contra sus dirigentes y candidatos.
El presidente del PSR, general Leonidas Rodríguez, que llegó al Perú a
mediados de abril -cuando se permitió el regreso de los deportados- sólo pudo
actuar como candidato unos treinta y cinco días porque luego se decretó contra él
una nueva orden de deportación. Aunque eludió a las fuerzas al servicio del gobierno
militar varias semanas, el día de las elecciones Leonidas fue capturado al
momento de votar y deportado a la Argentina, para ser internado en un cuartel
militar en Jujuy, lo mismo que había ocurrido semanas antes con 12 dirigentes y
candidatos de izquierda. Pese a todo, el 28 de julio de ese año Leónidas, al
igual que otros cinco candidatos del PSR elegidos, se integró a la Asamblea
Constituyente, al igual que otros más de 20 dirigentes de izquierda. En las
afueras del local del Congreso Nacional, ese 28 de julio importantes contingentes
izquierdistas dieron rienda suelta a su entusiasmo. Aunque en cuatro listas distintas,
la izquierda había colocado a cerca de un tercio de los integrantes de esa
Asamblea.
OTRO PASO DE GOBIERNO MILITAR A GOBIERNO CIVIL
El 28 de julio de 1980, se instaló después de doce años un gobierno
civil, dándose la paradoja que el nuevo presidente fuera Fernando Belaunde
Terry, que en octubre de 1968 había sido depuesto por los militares para ser
embarcado al exilio, inicialmente en la Argentina. Su partido Acción Popular
obtuvo 26 de los 60 integrantes del Senado y 98 de 180 de la Cámara de
Diputados. Ese 28 de julio, el ánimo de la militancia izquierdista de distintos
partidos fue distinto cuando se dio cuenta que habiendo sido casi un tercio de
la Constituyente los representantes izquierdistas eran solamente 7 senadores y
7 diputados. Entonces fue más patente la necesidad de buscar la unidad como se
habían propuesto desde el día siguiente de las elecciones y que se concretaría
mes y medio después con la fundación de Izquierda Unida, IU (ver crónica “Izquierda: encuentros y desencuentros” del 20 de febrero de
2015).
El 28 de julio de 1985 resultaba evidente el contraste con lo sucedido cinco
años antes. Esta vez IU conseguía 15 senadores y 48 diputados. Había realizado
una importante campaña electoral contando con un candidato de indudable respaldo
popular como Alfonso Barrantes Lingán, en ese momento alcalde de Lima
metropolitana. Aunque había pasado a la segunda vuelta, que debía disputar con
el candidato del Partido Aprista Peruano, PAP, Alan García Pérez, crecientes
actividades terroristas que ponían en riesgo a los electores y el hecho
indudable que García casi lo había doblado en votos en la primera vuelta, hizo
que Barrantes declinara participar en la segunda, inmediatamente después de
producirse un criminal atentado terrorista que casi le cuesta la vida al
presidente del Jurado Nacional de Elecciones, Domingo García Rada.
La declinación no fue bien vista por todos los integrantes de IU, por lo
que como miembro alterno del Comité Directivo Nacional de Izquierda Unida,
participé en las reuniones en que finalmente se respaldó la decisión de
Barrantes. El representante titular del PSR era el senador Enrique Bernales, en
ese momento secretario general del partido, que no participó de las discusiones
debido a que como integrante de la plancha presidencial de IU había acompañado
a Barrantes en la decisión.
La asunción de la presidencia de Alan García Pérez a los 36 años, fue un
histórico hito en la vida del PAP que en casi 50 años de existencia, nunca había
logrado obtener la máxima magistratura del país. Su fundador y jefe Víctor Raúl
Haya de la Torre, había sido candidato en varios procesos electorales desde la
década del 30.
Cinco años después la situación política había cambiado dramáticamente.
Se vivía una terrible inflación absolutamente inmanejable. Para no hacer una
extensa explicación, ilustraré la situación recurriendo a la moneda peruana de
ese entonces, el inti, en circulación desde el inicio de 1986. En 1990 el inti
había sido rebasado en la práctica, en las tiendas y mercados se utilizaba como
unidad monetaria el “inti-millón”, ya que resultaba más práctico decir tres
inti-millones que tres millones de intis. Luego de terminar ese año, se pondría
en circulación el nuevo sol que equivalente a un millón de intis, moneda que
unos cinco años antes a su vez reemplazó a mil soles de los antiguos.
Por otro lado, las actividades terroristas habían ido en aumento a lo
largo del gobierno de García y a los múltiples atentados de Sendero Luminoso se
habían añadido los del Movimiento Revolucionario Tupac Amaru, MRTA. Eran
reiteradas las noticias sobre atentados terroristas, como denuncias por excesos
de las fuerzas militares y policiales contra la población civil. Aunque en ese
momento no lo sabíamos, la Comisión de la Verdad y Reconciliación que se
instaló al comienzo del 2001 calcularía en más de 70000 muertos las víctimas de
la violencia terrorista principalmente, aunque también incluyendo a las
víctimas civiles del fuego cruzado y a los civiles víctimas de las fuerzas del
orden.
Con una situación económica desastrosa y con
la acción terrorista aparentemente imposible de controlar por el gobierno, es
que se realizaron las elecciones presidenciales. Para esa ocasión, después que
en el Congreso de IU de enero de 1989 se produjo una ruptura, ya que en el PSR
y otros sectores pensamos que era inviable un gobierno con una forzada unidad porque
se corría el riesgo de tener a la oposición en sus propias filas (Ver
crónica “Cuando la unidad no fue posible” del 29 de enero de 2019). Fuimos a elecciones confiados en la
fuerza de la candidatura de Barrantes, en la preparación de nuestros técnicos
de plan de gobierno y en la organización de nuestros partidos y movimientos.
Nadie advirtió hasta la semana anterior a las elecciones que frente a la
aparente fortaleza de la candidatura de Mario Vargas Llosa del FREDEMO,
integrado por AP y el Partido Popular Cristiano y el novísimo Movimiento
Libertad, a la debilidad de la izquierda por llevar dos candidatos, Barrantes
por un lado y Henry Pease por el otro y la debacle del gobierno aprista
afectando la candidatura del diputado y ex ministro Luis Alva Castro, había aparecido
un candidato absolutamente fuera de las esferas políticas de ese entonces y que
si bien había tenido una presencia como rector de la Universidad Nacional Agraria
aparentemente no se le conocía fuera del ámbito universitario. Pocos días antes
de las elecciones, recibimos las encuestas y los últimos estudios: el desconocido
“chinito”, aunque era de origen japonés, había generado adhesiones crecientes a
tal punto que en las elecciones no sólo sobrepasaría a los candidatos de la
Izquierda Unida e Izquierda Socialista y del PAP y que incluso se acercaría a
la votación del FREDEMO.
GOBIERNO CONSTITUCIONAL SE VUELVE ANTICONSTITUCIONAL
Ese 28 de julio -el último que viví como militante partidario- cuando
vimos juramentar a Fujimori lo sentimos débil, sin mayor apoyo en el Parlamento.
Pensamos que podría ser avasallado por el Congreso, incluso que quizás no
terminaría su mandato. Nos equivocamos,
Fujimori no sólo disolvió el Congreso el 5 de abril de 1992 e hizo una
constitución a su medida, sino fue reelecto en abril de 1995 y re-reelecto en
mayo de 2000…
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