viernes, 27 de marzo de 2020

HABLEMOS DE TOQUES DE QUEDA (1973 -1992)


La reunión recién había comenzado alrededor de las diez de la noche y faltaba una hora para que se iniciara el toque de queda. No me había equivocado calculando que no terminaríamos a tiempo. Estaba preocupado por no poder confirmarle que no llegaría a Ana María, mi esposa, que en esos momentos estaría ya acostada en mi casa donde mis tres hijos estarían dormidos. No podía mandarle un mensaje o llamarla al teléfono celular, ya que estábamos en el segundo semestre de 1986 y esos aparatos no existían.

Faltaban aún más de tres años para que viera asombrado en Roma cómo algunas personas hablaban a través de celulares de entonces que eran más grandes que un zapato. Tampoco podía llamar al teléfono de la casa, porque la Compañía Peruana de Teléfonos recién lo instalaría más de dos años después, a pesar de haberlo solicitado en agosto de 1973… (Ver crónica “Quince años esperando teléfono” del 19 de noviembre de 2015).

SESIÓN DURANTE TOQUE DE QUEDA

Eran las once de la noche del 28 de agosto de 1986 y estaba en un local en el jirón Junín de Magdalena. Participaba de una reunión del Comité Directivo Nacional de Izquierda Unida, a tres días de culminar mi rol como su Coordinador de Turno, encargo que se renovaba cada mes entre los secretarios generales de las organizaciones integrantes de ese frente político. Aunque había estado en la coordinación de turno otras veces, como alterno al secretario general del Partido Socialista Revolucionario, Enrique Bernales, era la primera vez que lo hacía como titular. Un mes antes, el 27 de julio, había sido elegido para suceder justamente a Bernales en la sesión plenaria final de III Congreso Nacional del PSR y una de mis primeras tareas fue asumir la coordinación del CDN de IU desde el primero de agosto.

Incluso, me tocó encabezar la personería colegiada -que completaban los senadores Genero Ledesma y Rolando Breña, presidentes respectivamente del Frente Obrero, Campesino, Estudiantil y Popular, FOCEP, y la Unión de Izquierda Revolucionaria, UNIR- para inscribir la candidatura de Alfonso Barrantes y su lista al Concejo Provincial de Lima al mediodía del 11 de agosto, para regresar apresuradamente horas después, al borde del cierre de inscripciones, llevando las listas de los distintos distritos de Lima sobre las que había costado bastante ponerse de acuerdo considerando las propuestas votadas por las bases y las posiciones a veces encontradas entre los partidos integrantes de IU.

Pero regresemos a la noche del 28 en que debíamos culminar con todo lo pendiente de las listas para las elecciones municipales que se realizarían el 9 de noviembre, ya que hasta hubo inscripciones de dos listas de IU para la misma circunscripción. No intentaré enumerar los temas que tratamos en las más de seis horas y media que duró esa sesión del CDN. Ni siquiera intentaré recordarlo, ya que no le encuentro sentido cerca de 35 años después. Nos habíamos propuesto terminar todos los problemas irresueltos para iniciar con fuerza las campañas electorales municipales en todo el país y lo hicimos aunque terminamos la reunión casi a las cinco de la mañana, hora en que se acababa el toque de queda.

TOQUE DE QUEDA PARA ENFRENTAR TERRORISMO

Aunque no se puede decir que, cuando se extendía por varios meses, el toque de queda, se convertía en algo normal en la vida diaria, lo cierto es que inconscientemente tomaba en cuenta su vigencia. Estando en una reunión de cualquier tipo, instintivamente calculaba el tiempo que tomaría en llegar a casa antes de comenzar la incómoda restricción. No era raro que manejando mi Volkswagen llegara a casa 10 ó 15 minutos antes de la hora. En algunos casos cuando existía la posibilidad que las reuniones se prolongaran, mi familia estaba advertida. Como vivíamos en una etapa de atentados terroristas, lo peor que podía pasar era la incertidumbre, por lo que advertir disminuía la preocupación aunque no la desaparecía.

Esa noche teníamos ya medio año desde que el 8 de febrero el presidente Alan García anunciara el establecimiento del toque de queda. Creo que ni él mismo se imaginaría que la medida se extendería por más de año y medio ya que anunciaría su suspensión recién en su mensaje a la nación al terminar su segundo año de gobierno, el 28 de julio de 1987. La medida fue precipitada por una serie de atentados explosivos simultáneos la semana previa en Lima y el Callao, que afectaron a ocho entidades bancarias, un local carcelario, una oficina gubernamental de certificaciones pesqueras, siete locales distritales del gobernante Partido Aprista Peruano y un busto de su fundador, Víctor Raúl Haya de la Torre. Incluso una de la explosiones ocurrió a sólo cien metros del Palacio de Gobierno. Pero además en la misma semana, en la ciudad de Lima, un capitán de la policía y comandante del ejército en retiro fueron asesinados a balazos en atentados terroristas, mientras un comandante de la policía había logrado eludir otro.

TOQUE DE QUEDA A OSCURAS

Ese toque de queda como en otros más que hubo durante el gobierno de García se dictó como una medida necesaria para que las fuerzas del orden enfrentaran el terrorismo subversivo que asolaba el país. Se suponía que servía para localizar un contingente, mantenerlo inmovilizado para capturarlo y, en todo caso, evitar su movilización. Pero lo cierto es independientemente de lo que se lograra, se intentaba transmitir a la población que servía para combatir al terrorismo de Sendero Luminoso y del MRTA.

El toque de queda en esas épocas estuvo acompañado no pocas veces del sonido lejano y a veces cercano de estallidos de bombas contra algunos locales o vehículos en distintas zonas del país, pero también de ráfagas de disparos. Incluso podía estar acompañado de penumbra total debido a otras bombas -quizá por lejanas no escuchadas- que atentaban contra torres de alta tensión del sistema eléctrico nacional. Estar inmovilizado y a oscuras no era raro para cualquier familia peruana, pero resultaba angustiante cuando se escuchaban algunas explosiones que señalaban la cercanía de algún atentado.

También hubo toques de queda durante el gobierno de Fernando Belaunde Terry, antecesor de García. Sucedió a finales de 1982, circunscrito inicialmente a las provincias de Ayacucho pero que luego extendiéndose a otros departamentos. Lo mismo ocurrió al iniciarse el gobierno de Alberto Fujimori considerando que hasta la captura de Abimael Guzmán en septiembre de 1992 el accionar de Sendero Luminoso estaba en pleno apogeo.

TOQUE DE QUEDA PARA ENFRENTAR MOVILIZACIÓN POPULAR

Distintas fueron sin duda las razones por la que se implantó el toque de queda en la segunda mitad de la década del setenta durante el gobierno de Francisco Morales Bermúdez, conocido también como la “segunda fase” del Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada. La situación existente a mediados de 1976 cuando Morales Bermúdez estaba a punto de cumplir su primer año de gobierno era de gran descontento popular. La creciente elevación del costo de vida hizo que los sectores populares mejor organizados realizarán movilizaciones exigiendo frenar las alzas de los productos de primera necesidad y el alza de sueldos y salarios. Adicionalmente en protesta por algunas de las medidas del gobernante percibidas como “retroceso” de las reformas realizadas por su antecesor, el general Juan Velasco Alvarado, quien había calado profundamente en el pueblo peruano como se vería a su muerte en diciembre del año siguiente (Ver crónica "Velasco en hombros” del 18 de diciembre de 2017).

Las movilizaciones que se realizaban en distintos puntos del país y las repercusiones que tenían en la opinión pública preocupaba mucho al gobierno militar, más aún cuando se comenzó a hablar de medidas de protesta como un paro nacional. De allí que, junto con la suspensión de garantías constitucionales, se estableció el primer toque de queda del gobierno de Morales Bermúdez. Fue bastante largo. Comenzó el 1 de julio de 1976 y culminó el 28 de agosto del año siguiente, inicialmente se estableció desde las 10 de la noche hasta las 5 de la mañana pero en sus últimos meses sólo tuvo vigencia entre las dos y las cinco de la mañana. Implantar el toque de queda no sólo reducía las posibilidades de reuniones sino también permitía tener ubicados a los dirigentes y promotores y detenerlos inmovilizados en sus domicilios, como yo mismo lo comprobaría un mes después (ver crónica “Metralletas en el techo de mi casa” del 19 de julio de 2013).

Esos catorce meses fueron bastante intensos y coincidieron con intensa actividad política vinculada a mi estrecha amistad con Rafael Roncagliolo, Rafo, camarada de actividades políticas desde quince años antes y abiertamente perseguido por el gobierno. El sábado 7 de agosto en pleno toque de queda, a un mes de iniciarse su vigencia, fui capturado en mi casa y detenido por unas veinte horas sin ninguna explicación y una semana después fui llevado y mantenido incomunicado durante tres días en la agencia funeraria de la policía de investigaciones del Perú, aparentemente a la espera del momento en que el ministro del interior general Luis Cisneros Vizquerra decidiera conversar conmigo (ver crónica “Durmiendo entre ataúdes” del 14 de setiembre de 2013). En ambas oportunidades la razón fue presionar a Roncagliolo para que se entregara. A mediados de setiembre me tocó ver salir al exilio a Rafo con quién veníamos coordinando acciones preparatorias a la fundación del Partido Socialista Revolucionario, PSR.

TOQUE DE QUEDA MARCÓ PRIMEROS MESES DEL PSR

Dos meses después integraba la Dirección Nacional Provisional de ese partido cuyo manifiesto fundacional hicimos público a finales de noviembre y luego que pasaran sólo cuarenta días, en los primeros días de 1977 fuimos sorprendidos por la deportación ordenada contra varios de nuestros fundadores incluyendo el general Leonidas Rodríguez Figueroa, presidente del PSR. Con esa ocasión, en pleno toque de queda, comencé la primera de unas cincuenta o sesenta noches que tuve que dormir en casas ajenas, ya que la precaución ante el talante represor del régimen de Morales Bermúdez obligaba a pasar a la clandestinidad por horas, días o semanas. Por cierto, creo que alguna vez el mencionado general Cisneros -el más caracterizado ministro del Interior de ese gobierno- aseguró que el toque de queda fomentaba la vida familiar de los peruanos.

El toque de queda sirvió para calcular hasta qué hora se podían realizar las pintas en las paredes que fue en la característica de los meses iniciales de la existencia del PSR y con esa medida restrictiva tuvimos que contar para realizar todas las coordinaciones políticas que acompañaron la organización del gran esfuerzo popular qué significó el paro del 19 de julio de 1977 que marcó un punto de quiebre en el gobierno de Morales Bermúdez (Ver crónica “Después del paro ¿qué?” del 25 de julio de 2018). Una semana después tuvo que anunciar la convocatoria a una asamblea Constituyente como primer paso para el retiro de la Fuerza Armada del gobierno y la instauración de un gobierno producto de elecciones. Un mes después, curiosamente el mismo día que terminó la vigencia el toque de queda el secretario general del PSR, Antonio Meza Cuadra, fue detenido y me tocó reemplazarlo por un par de días (Ver crónica "Durmiendo en camas ajenas" del 25 de julio de 2014).

A poco más de nueve meses de la fecha escogida por el gobierno militar para realizar las elecciones a la Asamblea Constituyente resultaba lógico que dejaran de lado medidas que podrían afectar la imagen de un gobierno que efectivamente quiere dar paso a una transferencia democrática. Por eso la eliminación de toque de queda resultaba de necesidad evidente.

TOQUE DE QUEDA A MENOS DE UN MES DE ELECCIONES

La izquierda pese a las limitaciones prácticas que encontró, entró de lleno a la campaña electoral sosteniendo posiciones de oposición al régimen de Morales Bermúdez. Al mismo tiempo que se seguían deteriorando las condiciones de vida de la mayoría de los trabajadores peruanos, la situación llegó a un tenso enfrentamiento con el movimiento popular que a mediados de mayo de 1978 convocó a un paro nacional.

Las posiciones de la campaña electoral de la izquierda y la movilización opositora del movimiento popular terminaron por acabar con los intentos gubernamentales de vestir atuendos democráticos. A menos de un mes de las elecciones, el 20 de mayo, se decretó una vez más el estado de emergencia con suspensión de garantías constitucionales y toque de queda. Hubo cientos de detenidos y doce dirigentes de izquierda y un periodista de derecha entregados a la custodia argentina en un cuartel de Jujuy. La campaña no podía realizarse en esas condiciones. Si bien es cierto que el 8 de junio se levantó el toque de queda y se restableció varias garantías, como el derecho de reunión, se mantuvo suspendidas las que impedían la detención sin orden expresa del juez y la que establecía libertad de entrar y salir del territorio, así como transitar por él.

Las elecciones se realizaron el 18 de junio, con varias garantías constitucionales suspendidas y fue detenido al momento de votar el general Rodríguez Figueroa, quien encabezaba la lista del PSR, para ser enviado al cuartel de Jujuy al que habían arribado tres semanas antes los otros dirigentes de izquierda. Y una semana antes que el Jurado Nacional de Elecciones proclamara oficialmente a los 100 constituyentes elegidos, incluyendo varios deportados, el gobierno prorrogó el 8 de julio la suspensión de garantías vigente desde mes anterior. De tal manera, que la Asamblea Constituyente se instaló el 28 de julio con varias garantías suspendidas.

No serían éstas las únicas ocasiones de estados de emergencia, suspensión de garantías o toques de queda durante el gobierno de Morales Bermúdez, pero sí las más significativas.

¿CUÁNDO FUE EL PRIMER TOQUE DE QUEDA?

En los últimos días se ha destacado que el toque de queda decretado para Lima y Callao el 5 de febrero de 1975 fue el primero aplicado en el Perú. Ese día en la mañana, Lima fue una ciudad desguarnecida por una huelga policial rechazando un nuevo régimen laboral instaurado por el gobierno militar encabezado por el general Velasco Alvarado. Al final de la mañana y en las primeras horas de la tarde pandillas de vándalos saquearon más de cien locales comerciales e incendiaron edificios en el centro de Lima, entre ellos el auditorio del Centro Cívico y el local del diario Correo. Ante el caos existente en las calles y la ausencia policial, el Ejército salió a las calles con tanques y vehículos blindados para poner orden. Por los enfrentamientos murieron cerca de cien personas, hubo más de 150 heridos y más de mil detenidos.

En esa ocasión para evitar secuelas de los disturbios se decretó toque de queda en Lima y Callao de 10 de la noche a 5 de la mañana. Después de un par de noches no hubo mayores problemas, por lo que antes de tres semanas, la medida quedó suspendida.

Pero no fue en febrero de 1975 la primera ocasión de toque de queda en el Perú. Ocurrió más de un año antes. Fue en Arequipa a fines de noviembre de 1973 en momentos de un fortísimo paro laboral. Lo recuerdo bien, porque estuve allí. En esa ocasión me tocó seguir de cerca el conflicto. Fue impactante vivir por primera vez un toque de queda, cuando mi única referencia era su instauración en Chile dos meses antes y con sangrientos resultados (Ver crónica “El primer toque de queda que viví” del 27 de mayo de 2016).

CUANDO LOS TOQUE DE QUEDA AISLABAN

En la madrugada del 29 de agosto de 1986, quienes nos encontrábamos participando de la sesión del Comité Directivo Nacional de IU estábamos completamente aislados, la información que no nos habían entregado a tiempo ya no nos la podrían acercar, las dudas sobre algún suceso ocurrido en algunas de las provincias del país no teníamos cómo consultarlas. Nos encontrábamos en pleno toque de queda y por tanto incomunicados. Pero si en algún intermedio para estirar las piernas, a alguno se le hubiese ocurrido hablar sobre la inminencia de los cambios tecnológicos que vendrían ¿Se nos hubiese ocurrido que en el futuro las dudas que teníamos las podíamos consultar inmediatamente con otro dirigente de nuestro partido o con varios de ellos al mismo tiempo? O que ante la incertidumbre sobre si alguien había firmado o no un acta se podía ver dicho documento aunque estuviera a cientos de kilómetros de distancia. O incluso ¿hubiéramos imaginarnos cómo sería una sesión virtual, es decir que era posible tener esa reunión sin reunirnos?

2 comentarios:

  1. Alfredo que interesantes memorias las narradas en este despacho a propósito de los "toques de queda". Los de ahora son diferentes completamente. Respecto a uno de tus últimos comentarios sobre los siguientes cambios en la tecnología de las comunicaciones, me hace pensar también que a pesar de los increibles saltos tecnológicos luego de la época de los toques de queda, como un virus podría ponernos a media humanidad en cuarentenas extendidas de casi ya dos meses en algunos países como el nuestro.

    Interesante las memorias de las elecciones a la Asamblea Constituyente. Que épocas mas oscuras en cuanto a represión y supensión de derechos y libertades en pleno proceso de elecciones! Te felicito por este interesante lanzamiento

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  2. Sigo aqui querido camarada...Gracias por tu continuidad
    Gran abrazo

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