La
reunión recién había comenzado alrededor de las diez de la noche y faltaba una
hora para que se iniciara el toque de queda. No me había equivocado calculando que no
terminaríamos a tiempo. Estaba preocupado por no poder confirmarle que no
llegaría a Ana María, mi esposa, que en esos momentos estaría ya acostada en mi
casa donde mis tres hijos estarían dormidos. No podía mandarle un mensaje o llamarla
al teléfono celular, ya que estábamos en el segundo semestre de 1986 y esos
aparatos no existían.
Faltaban
aún más de tres años para que viera asombrado en Roma cómo algunas personas
hablaban a través de celulares de entonces que eran más grandes que un zapato. Tampoco
podía llamar al teléfono de la casa, porque la Compañía Peruana de Teléfonos recién
lo instalaría más de dos años después, a pesar de haberlo solicitado en agosto
de 1973… (Ver crónica “Quince años esperando teléfono” del 19 de noviembre de 2015).
SESIÓN DURANTE TOQUE DE QUEDA
Eran
las once de la noche del 28 de agosto de 1986 y estaba en un local en el jirón
Junín de Magdalena. Participaba de una reunión del Comité Directivo Nacional de
Izquierda Unida, a tres días de culminar mi rol como su Coordinador de Turno, encargo
que se renovaba cada mes entre los secretarios generales de las organizaciones
integrantes de ese frente político. Aunque había estado en la coordinación de
turno otras veces, como alterno al secretario general del Partido Socialista
Revolucionario, Enrique Bernales, era la primera vez que lo hacía como titular.
Un mes antes, el 27 de julio, había sido elegido para suceder justamente a
Bernales en la sesión plenaria final de III Congreso Nacional del PSR y una de
mis primeras tareas fue asumir la coordinación del CDN de IU desde el primero
de agosto.
Incluso,
me tocó encabezar la personería colegiada -que completaban los senadores Genero
Ledesma y Rolando Breña, presidentes respectivamente del Frente Obrero,
Campesino, Estudiantil y Popular, FOCEP, y la Unión de Izquierda
Revolucionaria, UNIR- para inscribir la candidatura de Alfonso Barrantes y su
lista al Concejo Provincial de Lima al mediodía del 11 de agosto, para regresar
apresuradamente horas después, al borde del cierre de inscripciones, llevando
las listas de los distintos distritos de Lima sobre las que había costado
bastante ponerse de acuerdo considerando las propuestas votadas por las bases y
las posiciones a veces encontradas entre los partidos integrantes de IU.
Pero
regresemos a la noche del 28 en que debíamos culminar con todo lo pendiente de
las listas para las elecciones municipales que se realizarían el 9 de
noviembre, ya que hasta hubo inscripciones de dos listas de IU para la misma
circunscripción. No intentaré enumerar los temas que tratamos en las más de
seis horas y media que duró esa sesión del CDN. Ni siquiera intentaré
recordarlo, ya que no le encuentro sentido cerca de 35 años después. Nos habíamos
propuesto terminar todos los problemas irresueltos para iniciar con fuerza las
campañas electorales municipales en todo el país y lo hicimos aunque terminamos
la reunión casi a las cinco de la mañana, hora en que se acababa el toque de
queda.
TOQUE
DE QUEDA PARA ENFRENTAR TERRORISMO
Aunque
no se puede decir que, cuando se extendía por varios meses, el toque de queda,
se convertía en algo normal en la vida diaria, lo cierto es que
inconscientemente tomaba en cuenta su vigencia. Estando en una reunión de cualquier
tipo, instintivamente calculaba el tiempo que tomaría en llegar a casa antes de
comenzar la incómoda restricción. No era raro que manejando mi Volkswagen
llegara a casa 10 ó 15 minutos antes de la hora. En algunos casos cuando
existía la posibilidad que las reuniones se prolongaran, mi familia estaba
advertida. Como vivíamos en una etapa de atentados terroristas, lo peor que
podía pasar era la incertidumbre, por lo que advertir disminuía la preocupación
aunque no la desaparecía.
Esa
noche teníamos ya medio año desde que el 8 de febrero el presidente Alan García
anunciara el establecimiento del toque de queda. Creo que ni él mismo se
imaginaría que la medida se extendería por más de año y medio ya que anunciaría
su suspensión recién en su mensaje a la nación al terminar su segundo año de
gobierno, el 28 de julio de 1987. La medida fue precipitada por una serie de
atentados explosivos simultáneos la semana previa en Lima y el Callao, que
afectaron a ocho entidades bancarias, un local carcelario, una oficina gubernamental
de certificaciones pesqueras, siete locales distritales del gobernante Partido
Aprista Peruano y un busto de su fundador, Víctor Raúl Haya de la Torre.
Incluso una de la explosiones ocurrió a sólo cien metros del Palacio de
Gobierno. Pero además en la misma semana, en la ciudad de Lima, un capitán de
la policía y comandante del ejército en retiro fueron asesinados a balazos en
atentados terroristas, mientras un comandante de la policía había logrado
eludir otro.
TOQUE
DE QUEDA A OSCURAS
Ese
toque de queda como en otros más que hubo durante el gobierno de García se
dictó como una medida necesaria para que las fuerzas del orden enfrentaran el
terrorismo subversivo que asolaba el país. Se suponía que servía para localizar
un contingente, mantenerlo inmovilizado para capturarlo y, en todo caso, evitar
su movilización. Pero lo cierto es independientemente de lo que se lograra, se intentaba
transmitir a la población que servía para combatir al terrorismo de Sendero Luminoso
y del MRTA.
El
toque de queda en esas épocas estuvo acompañado no pocas veces del sonido
lejano y a veces cercano de estallidos de bombas contra algunos locales o
vehículos en distintas zonas del país, pero también de ráfagas de disparos. Incluso
podía estar acompañado de penumbra total debido a otras bombas -quizá por
lejanas no escuchadas- que atentaban contra torres de alta tensión del sistema
eléctrico nacional. Estar inmovilizado y a oscuras no era raro para cualquier
familia peruana, pero resultaba angustiante cuando se escuchaban algunas
explosiones que señalaban la cercanía de algún atentado.
También
hubo toques de queda durante el gobierno de Fernando Belaunde Terry, antecesor de
García. Sucedió a finales de 1982, circunscrito inicialmente a las provincias
de Ayacucho pero que luego extendiéndose a otros departamentos. Lo mismo ocurrió
al iniciarse el gobierno de Alberto Fujimori considerando que hasta la captura
de Abimael Guzmán en septiembre de 1992 el accionar de Sendero Luminoso estaba
en pleno apogeo.
TOQUE
DE QUEDA PARA ENFRENTAR MOVILIZACIÓN POPULAR
Distintas
fueron sin duda las razones por la que se implantó el toque de queda en la
segunda mitad de la década del setenta durante el gobierno de Francisco Morales
Bermúdez, conocido también como la “segunda fase” del Gobierno Revolucionario de
la Fuerza Armada. La situación existente a mediados de 1976 cuando Morales
Bermúdez estaba a punto de cumplir su primer año de gobierno era de gran descontento
popular. La creciente elevación del costo de vida hizo que los sectores populares
mejor organizados realizarán movilizaciones exigiendo frenar las alzas de los
productos de primera necesidad y el alza de sueldos y salarios. Adicionalmente en
protesta por algunas de las medidas del gobernante percibidas como “retroceso”
de las reformas realizadas por su antecesor, el general Juan Velasco Alvarado,
quien había calado profundamente en el pueblo peruano como se vería a su muerte
en diciembre del año siguiente (Ver crónica "Velasco en hombros” del 18 de diciembre de
2017).
Las
movilizaciones que se realizaban en distintos puntos del país y las
repercusiones que tenían en la opinión pública preocupaba mucho al gobierno
militar, más aún cuando se comenzó a hablar de medidas de protesta como un paro
nacional. De allí que, junto con la suspensión de garantías constitucionales,
se estableció el primer toque de queda del gobierno de Morales Bermúdez. Fue
bastante largo. Comenzó el 1 de julio de 1976 y culminó el 28 de agosto del año
siguiente, inicialmente se estableció desde las 10 de la noche hasta las 5 de
la mañana pero en sus últimos meses sólo tuvo vigencia entre las dos y las
cinco de la mañana. Implantar el toque de queda no sólo reducía las
posibilidades de reuniones sino también permitía tener ubicados a los
dirigentes y promotores y detenerlos inmovilizados en sus domicilios, como yo
mismo lo comprobaría un mes después (ver crónica “Metralletas en el techo de mi casa” del 19 de julio de
2013).
Esos
catorce meses fueron bastante intensos y coincidieron con intensa actividad
política vinculada a mi estrecha amistad con Rafael Roncagliolo, Rafo, camarada
de actividades políticas desde quince años antes y abiertamente perseguido por
el gobierno. El sábado 7 de agosto en pleno toque de queda, a un mes de iniciarse
su vigencia, fui capturado en mi casa y detenido por unas veinte horas sin
ninguna explicación y una semana después fui llevado y mantenido incomunicado
durante tres días en la agencia funeraria de la policía de investigaciones del
Perú, aparentemente a la espera del momento en que el ministro del interior
general Luis Cisneros Vizquerra decidiera conversar conmigo (ver crónica “Durmiendo entre ataúdes” del 14 de setiembre de 2013).
En ambas oportunidades la razón fue presionar a Roncagliolo para que se
entregara. A mediados de setiembre me tocó ver salir al exilio a Rafo con quién
veníamos coordinando acciones preparatorias a la fundación del Partido
Socialista Revolucionario, PSR.
TOQUE
DE QUEDA MARCÓ PRIMEROS MESES DEL PSR
Dos
meses después integraba la Dirección Nacional Provisional de ese partido cuyo
manifiesto fundacional hicimos público a finales de noviembre y luego que
pasaran sólo cuarenta días, en los primeros días de 1977 fuimos sorprendidos
por la deportación ordenada contra varios de nuestros fundadores incluyendo el
general Leonidas Rodríguez Figueroa, presidente del PSR. Con esa ocasión, en
pleno toque de queda, comencé la primera de unas cincuenta o sesenta noches que
tuve que dormir en casas ajenas, ya que la precaución ante el talante represor
del régimen de Morales Bermúdez obligaba a pasar a la clandestinidad por horas,
días o semanas. Por cierto, creo que alguna vez el mencionado general Cisneros
-el más caracterizado ministro del Interior de ese gobierno- aseguró que el
toque de queda fomentaba la vida familiar de los peruanos.
El
toque de queda sirvió para calcular hasta qué hora se podían realizar las
pintas en las paredes que fue en la característica de los meses iniciales de la
existencia del PSR y con esa medida restrictiva tuvimos que contar para
realizar todas las coordinaciones políticas que acompañaron la organización del
gran esfuerzo popular qué significó el paro del 19 de julio de 1977 que marcó
un punto de quiebre en el gobierno de Morales Bermúdez (Ver crónica
“Después del paro ¿qué?” del 25 de julio de 2018).
Una semana después tuvo que anunciar la convocatoria a una asamblea
Constituyente como primer paso para el retiro de la Fuerza Armada del gobierno
y la instauración de un gobierno producto de elecciones. Un mes después, curiosamente
el mismo día que terminó la vigencia el toque de queda el secretario general
del PSR, Antonio Meza Cuadra, fue detenido y me tocó reemplazarlo por un par de
días (Ver crónica "Durmiendo en camas ajenas" del 25 de julio de 2014).
A
poco más de nueve meses de la fecha escogida por el gobierno militar para
realizar las elecciones a la Asamblea Constituyente resultaba lógico que
dejaran de lado medidas que podrían afectar la imagen de un gobierno que
efectivamente quiere dar paso a una transferencia democrática. Por eso la
eliminación de toque de queda resultaba de necesidad evidente.
TOQUE
DE QUEDA A MENOS DE UN MES DE ELECCIONES
La
izquierda pese a las limitaciones prácticas que encontró, entró de lleno a la
campaña electoral sosteniendo posiciones de oposición al régimen de Morales
Bermúdez. Al mismo tiempo que se seguían deteriorando las condiciones de vida
de la mayoría de los trabajadores peruanos, la situación llegó a un tenso
enfrentamiento con el movimiento popular que a mediados de mayo de 1978 convocó
a un paro nacional.
Las
posiciones de la campaña electoral de la izquierda y la movilización opositora
del movimiento popular terminaron por acabar con los intentos gubernamentales
de vestir atuendos democráticos. A menos de un mes de las elecciones, el 20 de
mayo, se decretó una vez más el estado de emergencia con suspensión de
garantías constitucionales y toque de queda. Hubo cientos de detenidos y doce
dirigentes de izquierda y un periodista de derecha entregados a la custodia
argentina en un cuartel de Jujuy. La campaña no podía realizarse en esas
condiciones. Si bien es cierto que el 8 de junio se levantó el toque de queda y
se restableció varias garantías, como el derecho de reunión, se mantuvo
suspendidas las que impedían la detención sin orden expresa del juez y la que
establecía libertad de entrar y salir del territorio, así como transitar por él.
Las
elecciones se realizaron el 18 de junio, con varias garantías constitucionales suspendidas
y fue detenido al momento de votar el general Rodríguez Figueroa, quien
encabezaba la lista del PSR, para ser enviado al cuartel de Jujuy al que habían
arribado tres semanas antes los otros dirigentes de izquierda. Y una semana
antes que el Jurado Nacional de Elecciones proclamara oficialmente a los 100
constituyentes elegidos, incluyendo varios deportados, el gobierno prorrogó el
8 de julio la suspensión de garantías vigente desde mes anterior. De tal manera,
que la Asamblea Constituyente se instaló el 28 de julio con varias garantías
suspendidas.
No
serían éstas las únicas ocasiones de estados de emergencia, suspensión de
garantías o toques de queda durante el gobierno de Morales Bermúdez, pero sí
las más significativas.
¿CUÁNDO
FUE EL PRIMER TOQUE DE QUEDA?
En
los últimos días se ha destacado que el toque de queda decretado para Lima y
Callao el 5 de febrero de 1975 fue el primero aplicado en el Perú. Ese día en
la mañana, Lima fue una ciudad desguarnecida por una huelga policial rechazando
un nuevo régimen laboral instaurado por el gobierno militar encabezado por el
general Velasco Alvarado. Al final de la mañana y en las primeras horas de la
tarde pandillas de vándalos saquearon más de cien locales comerciales e
incendiaron edificios en el centro de Lima, entre ellos el auditorio del Centro
Cívico y el local del diario Correo. Ante el caos existente en las calles y la
ausencia policial, el Ejército salió a las calles con tanques y vehículos
blindados para poner orden. Por los enfrentamientos murieron cerca de cien
personas, hubo más de 150 heridos y más de mil detenidos.
En
esa ocasión para evitar secuelas de los disturbios se decretó toque de queda en
Lima y Callao de 10 de la noche a 5 de la mañana. Después de un par de noches
no hubo mayores problemas, por lo que antes de tres semanas, la medida quedó
suspendida.
Pero
no fue en febrero de 1975 la primera ocasión de toque de queda en el Perú. Ocurrió
más de un año antes. Fue en Arequipa a fines de noviembre de 1973 en momentos
de un fortísimo paro laboral. Lo recuerdo bien, porque estuve allí. En esa
ocasión me tocó seguir de cerca el conflicto. Fue impactante vivir por primera
vez un toque de queda, cuando mi única referencia era su instauración en Chile dos
meses antes y con sangrientos resultados (Ver
crónica “El primer toque de queda que viví” del 27 de mayo de 2016).
CUANDO LOS TOQUE DE QUEDA AISLABAN
En
la madrugada del 29 de agosto de 1986, quienes nos encontrábamos participando
de la sesión del Comité Directivo Nacional de IU estábamos completamente aislados,
la información que no nos habían entregado a tiempo ya no nos la podrían
acercar, las dudas sobre algún suceso ocurrido en algunas de las provincias del
país no teníamos cómo consultarlas. Nos encontrábamos en pleno toque de queda y
por tanto incomunicados. Pero si en algún intermedio para estirar las piernas,
a alguno se le hubiese ocurrido hablar sobre la inminencia de los cambios tecnológicos
que vendrían ¿Se nos hubiese ocurrido que en el futuro las dudas que teníamos
las podíamos consultar inmediatamente con otro dirigente de nuestro partido o
con varios de ellos al mismo tiempo? O que ante la incertidumbre sobre si alguien
había firmado o no un acta se podía ver dicho documento aunque estuviera a
cientos de kilómetros de distancia. O incluso ¿hubiéramos imaginarnos cómo
sería una sesión virtual, es decir que era posible tener esa reunión sin
reunirnos?
Alfredo que interesantes memorias las narradas en este despacho a propósito de los "toques de queda". Los de ahora son diferentes completamente. Respecto a uno de tus últimos comentarios sobre los siguientes cambios en la tecnología de las comunicaciones, me hace pensar también que a pesar de los increibles saltos tecnológicos luego de la época de los toques de queda, como un virus podría ponernos a media humanidad en cuarentenas extendidas de casi ya dos meses en algunos países como el nuestro.
ResponderBorrarInteresante las memorias de las elecciones a la Asamblea Constituyente. Que épocas mas oscuras en cuanto a represión y supensión de derechos y libertades en pleno proceso de elecciones! Te felicito por este interesante lanzamiento
Sigo aqui querido camarada...Gracias por tu continuidad
ResponderBorrarGran abrazo