viernes, 27 de mayo de 2016

EL PRIMER TOQUE DE QUEDA QUE VIVÍ (1973)

En noviembre de 1973 trabajaba en el Área Laboral del Sistema Nacional de Apoyo a la Movilización Social, SINAMOS. Era jefe de la Unidad de Organizaciones Sindicales, una de las tres que conformaban esa área que dirigía José Luis Alvarado quien años atrás había sido secretario general de la Federación de Empleados Bancarios del Perú. Justamente fue José Luis -o Pepe Lucho, como le decíamos- quien me llamó en la tarde del día 16. “Leonidas quiere darte un encargo delicado” me dijo y nos encaminamos a buscarlo.

Ingresamos a la oficina y nos recibió con la franca sonrisa que lo acompañaba siempre. A sus 52 años, Leonidas Rodríguez Figueroa era considerado uno de los puntales del Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada y uno de los cuatro integrantes del grupo inicial de coroneles progresistas que con el general Juan Velasco Alvarado decidió el golpe de estado contra el gobierno de Fernando Belaunde el 3 de octubre de 1968. Sabíamos que estaba al final de su gestión en SINAMOS, organismo que había impulsado crear y del cual era el primer jefe. También conocíamos que desde el primero de enero siguiente ocuparía un cargo militar, ya que ese día dejaría de ser general de brigada para convertirse en general de división, el más alto grado en la carrera del Ejército.

CONSEJERO DE UN GENERAL

El encargo de Leonidas fue preciso: “Mañana viajas a Arequipa para asesorar al general Augusto Freyre, Comandante General de la III Región Militar y Director Regional de SINAMOS”. Como sabes, me dijo Leonidas, hoy se ha iniciado un paro que compromete a varios sindicatos pero es posible que logre la adhesión de muchos más. Me advirtió que no iba para representar a SINAMOS porque el ministerio de Trabajo representaba al gobierno. Remarcó: “Lo que quiere el general es tener una persona con criterio que pueda evaluar con él la situación, sugerirle acciones a tomar, asistir para escuchar a reuniones con dirigentes sindicales, evaluar esas conversaciones y apoyarlo en fórmulas de solución”.

A las dos de la tarde del día siguiente llegó mi vuelo a Arequipa, dejé mi equipaje en el hotel Crismar y a las tres estaba en la sala de espera de la oficina del general. En algún lado leí una placa: General de División EP Augusto Freyre García. Sonreí y recordé que cuando se enviaban cartas de Leonidas a los directores regionales siempre una era distinta. En la mayoría se decía algo así como “tengo el agrado de dirigirme a usted”, pero la dirigida a Freyre decía: “tengo el honor de dirigirme a usted”. Salvo en los casos de Lima y Ancash –a cargo de civiles: Federico Velarde y Oscar Balbuena, ambos ex democristianos- en todos los demás era un general o almirante -en el caso de Loreto- a cargo de la oficina regional. Pero era Arequipa la única región de SINAMOS que coincidía con la sede de una región militar que tenía como jefe a un general de división. Y para un general de brigada -como era Leonidas- era un “honor” poder dirigirse a un general de división, aunque fuera jefe de un organismo nacional y el otro jefe de una de sus dependencias regionales. ¡Cosas de los militares que los civiles no entendíamos!

HUELGA PARA CONDENAR REPRESIÓN A PROFESORES

El día anterior se había iniciado una huelga indefinida convocada por el Comité del Fuero Sindical de Arequipa. No hubo participación masiva de los sindicatos agrupados en la poderosa Federación Departamental de Trabajadores de Arequipa, FDTA, base de la Confederación General de Trabajadores del Perú, CGTP. Pero varios de los sindicatos eran muy significativos como los bancarios, los trabajadores de construcción civil, transportistas de diversos gremios como camioneros, microbuseros, choferes, así como gremios universitarios. Pertenecían a distintas centrales, aunque sus direcciones nacionales no estaban respaldando la medida.

Por cierto que eran los profesores del Sindicato Único de Trabajadores de la Educación del Perú, SUTEP, los más decididos impulsores de la huelga ya que los reclamos planteados en su plataforma de lucha tenían que ver con ellos: exigencia de liberación de profesores detenidos y la derogatoria del Decreto Ley 20201 que permitía despedir a profesores y personal administrativo.

Un mes antes, el 16 de octubre, el ministerio de Educación había declarado improcedente el reconocimiento del SUTEP, lo que fue contestado por la dirigencia con el anuncio de un paro de 24 horas si en los siguientes días no se le reconocía, se ordenaba la libertad de ocho dirigentes detenidos y se aumentaban los sueldos y salarios. Al no acceder a sus demandas, el SUTEP realizó un paro el 24 de octubre con relativo éxito y al día siguiente fueron detenidos varios de sus dirigentes en Tacna, Ayacucho y Huancayo. En los últimos días del mes, el ministerio del Interior en comunicado público señaló haber dispuesto “la destitución, detención y enjuiciamiento de los extremistas del denominado SUTEP, por propiciar en el país una situación subversiva…”. El SUTEP, por su parte indicó que habían sido detenidos 31 profesores, entre ellos su secretario general Horacio Zevallos.

Muy poco después, el 31, se publicó el Decreto Ley 20201 autorizando por un año al ministerio de Educación “a separar definitivamente del servicio sin proceso administrativo previo, al personal docente y administrativo que propicie acciones subversivas dentro y fuera del magisterio, inculcando ideas contrarias al espíritu de la Reforma de la Educación”.

Este decreto ley generó rechazo generalizado no sólo en el magisterio y en el caso de Arequipa, hizo que los sectores más radicales constituyeran el Comité del Fuero Sindical que convocó la huelga que se inició el 16 de noviembre y que cuando arribé a esa ciudad estaba presionando para que la  FDTA se pliegue a la huelga. También habían logrado que los trabajadores ferrocarrileros de todo el sur anunciaran su incorporación a la medida de fuerza.

SIEMPRE HA SIDO NECESARIO DIALOGAR

No pretendo en esta crónica pormenorizar y analizar lo sucedido en esos días en Arequipa, pasados ya más de 40 años, no sólo porque fue un episodio muy complejo sino considerando además que es un hecho sobre el cual hay diversas versiones. Quiero más bien presentar algunos aspectos muy puntuales como la relación con algunos protagonistas de ese episodio y la sensación de vivir por primera vez el “toque de queda”.

Vuelvo entonces a la salita donde esperaba hablar con el general Freyre. Fue muy cordial la reunión que tuvimos durante dos horas. Estaba él seguro que la huelga podía crecer y las protestas que ya existían aumentar. No quiero examinar partes policiales sobre cómo marcha la situación sino poder analizar con criterio político el avance de la medida de fuerza, pero principalmente qué hay que hacer para hallar una solución a las demandas, me dijo. Antes de retirarme quedamos en que, considerando que era sábado, me dedicaría el resto ese fin de semana en conversar con distintos contactos que tenía en Arequipa para hacerme un cuadro de la situación.

Después de la reunión con el general Freyre, con quien primero conversé, ya que desde el día anterior le había adelantado mi llegada, fue con Melitón Torres, quien estaba a cargo del Área Laboral del SINAMOS, tanto para que me diera una visión rápida de lo que estaba ocurriendo como para que me facilitara movilidad para algunos desplazamientos.

En esos años Alfredo Lazo Peralta ya era conocido como “el viejo Lazo” por tener los cabellos totalmente blancos aunque tendría cuarenta y pocos años. Ya era muy canoso cuando lo conocí unos doce años antes cuando era dirigente ferrocarrilero arequipeño y militante del Partido Demócrata Cristiano. Con el transcurso de los años Alfredo se había convertido  en dirigente ferrocarrilero de todo el sur del país. Hablando sobre él, me dijo el general Freyre que lo consideraba un dirigente sindical serio con quien le hubiera gustado hablar para ver salidas para el conflicto, pero que su gente no lo había logrado localizar. Sólo le dije que yo conocía bien a Lazo. Poco después de despedirme, utilice una camioneta proporcionada por Melitón para dirigirme a la urbanización donde vivía mi tocayo, bajarme una cuadra antes y dirigirme a una “canchita” de fulbito donde lo encontré jugando con un grupo de familiares y amigos. Conversamos unos minutos y quedamos en seguir hablando al día siguiente.

Ese mismo sábado conversé con un hasta hoy gran amigo: Simón Balbuena Marroquín. Periodista profesional vinculado al importante diario arequipeño “El Pueblo” me permitió tener una información objetiva. Con un año menos que yo, nos habíamos conocido en el Partido Demócrata Cristiano en la campaña electoral de 1962. Simón también me organizó esa noche una conversación con algunos amigos que había conocido cuando eran universitarios vinculados al PDC, partido al que yo había renunciado más de dos años antes, aunque sin romper vínculos amicales.

En el hotel me encontré y conversé un rato con él, con Gustavo Espinoza Montesinos, secretario general de la CGTP, quien también estaba alojado ahí y se encontraba coordinando con los dirigentes de la FDTA que hasta ese momento se mantenía al margen de la huelga pero que estaba presionado por varias de sus bases. Con Gustavo teníamos muy buena relación desde más de 10 años antes, cuando era dirigente de la Juventud Comunista y presidente de la Federación de Estudiantes del Perú y yo era dirigente de la Juventud DC. En 1973 era, además de dirigente sindical, integrante de la Comisión Política del Partido Comunista Peruano. Espinoza estaba evaluando decisiones a tomar, considerando el real problema generado con la represión a los profesores y la posibilidad de quitarle estabilidad al régimen que el PCP consideraba progresista, más aun cuando apenas dos meses antes se había producido el sangriento golpe militar contra Salvador Allende en Chile.

El domingo tuve múltiples conversaciones, entre otros nuevamente con Espinoza, Lazo y Balbuena, así como con Torres quien me puso en contacto con varios de sus promotores que se desenvolvían en distintos ambientes y que me ayudaron a tener mayor información…

Casi al final del día me comuniqué telefónicamente con Leonidas. Le dije que al día siguiente, después de hacerle un informe de la situación al General Freyre y de tener algunas conversaciones regresaría en la tarde a Lima para dirigirme directamente a su despacho para dar mis opiniones sobre las medidas a tomar por el gobierno.

La conversación con Freyre alrededor de las diez de la mañana me reafirmó en que, si las decisiones pasaban a estar en sus manos, buscaría una solución consensuada con los trabajadores. En la misma línea, conservando su propia autonomía estaban Gustavo Espinoza, que me dijo que la FDTA tendría que sumarse a la huelga en cualquier momento, y Alfredo Lazo, cuyas bases ferrocarrileras ya estaban en huelga. Esa tarde viajé a Lima y del aeropuerto me dirigí directamente a SINAMOS.

En reunión con Leonidas y José Luis Alvarado di mi opinión sobre la necesidad de encontrar soluciones, así como que si la FDTA se plegaba a la huelga abría la posibilidad de interlocutores dispuestos a encontrar soluciones. Leonidas se dedicó a conversar con los ministros del Interior, general de brigada EP Pedro Richter Prada y de Trabajo, teniente general FAP Pedro Sala Orozco, que más bien estaban en una línea dura. Ya para entonces Leonidas había apoyado la posición de quienes integrábamos el área laboral de SINAMOS de no convertirnos en impulsores de la Central de Trabajadores de la Revolución Peruana, CTRP, organización que recibía pleno apoyo de esos ministros.

Con instrucciones precisas  y para ponerme en contacto con el general Freyre regresé al mediodía del 20 de noviembre a Arequipa. Sin embargo ese día se había producido graves enfrentamientos entre huelguistas y la policía con el trágico saldo de dos muertos y 19 heridos y las calles de la ciudad se mostraban casi sin movimiento. Me comuniqué telefónicamente con Freyre quien quedó en llamarme a la mañana siguiente, pues se encontraba evaluando de la situación de violencia de ese día. Al final de la tarde y en la noche conversé con mis interlocutores de días anteriores. Gustavo Espinoza me adelantó que la FDTA se plegaba a la huelga al día siguiente.

LOS TANQUES EN LAS CALLES

El 21 el gobierno declaró a la ciudad de Arequipa en Estado de Emergencia, que incluía la suspensión de garantías constitucionales y que el Comandante General de la III Región Militar asumiera el mando político-militar. A media mañana recibí una llamada: Freyre me esperaba a las dos de la tarde. Hicimos un largo análisis de la situación y me dijo que tenía previsto reunirse con los dirigentes de los huelguistas a partir de la una de la tarde del día siguiente. Al despedirme me dijo que para evitar disturbios, se implantaría el toque de queda, comentario que no entendí en ese momento. Pero también me dijo en tono de confidencia: me faltan menos de 40 días para dejar la región, si no arreglo esto y se me va de las manos soy hombre muerto para mi institución y yo quiero salir vivo de Arequipa.

Llegué de regreso al hotel y por comentarios que escuché entendí qué era el toque de queda. A partir de las 9 de la noche y hasta las cinco de la mañana nadie podía circular por las calles ya que podía ser arrestado y abaleado si trataba de huir. Tragué saliva y recordé los noticieros de televisión de muy poco antes informando sobre el toque de queda en Chile y el hallazgo de cadáveres al aclarar el día.

Comí en el hotel. A través de los ventanales se veía que no había movimiento. Sólo transitaban vehículos militares. Subí a mi habitación cerca de las diez de la noche. Ya leyendo en la cama sentí ruidos extraños en la calle. Me asomé con cuidado a la ventana: eran un par de tanques avanzando por la calle. Había mucho movimiento militar frente al hotel, considerando que por ahí estaba la oficina de correos y telégrafo que en esa época resultaba un servicio vital. ¡Estábamos muy lejos de los correos electrónicos y los escaneados, pero también del fax o los “Courier”!.

Me llamó mucho la atención tanto movimiento de tropas.  En esos momentos sonó el teléfono de la habitación y al contestar reconocí la voz de Gustavo Espinoza y se produjo el diálogo siguiente:

-        Sabes quién te habla…
-        Si.
-        No he ido al hotel por seguridad. Estoy en casa de unos camaradas
-       
-        ¿Has visto los desplazamientos de los tanques?
-        Si
-        ¿Son nuestros?
-        No... del Pacto de Varsovia.
-        No es para bromear, ¿no será un intento golpista contra Velasco?
-        No, entiendo que el toque de queda incluye toda esta parafernalia.
-        Me quedo más tranquilo. Nos vemos mañana que voy al hotel.
-        Desayunemos juntos a las 7 y media.

La lógica preocupación de Gustavo tenía como telón de fondo los sangrientos sucesos de Chile y que habían significado la desaparición y asesinato de dirigentes sindicales. Al día siguiente en el desayuno, me dijo que viajaba a Lima a reunirse esa tarde con el ministro Sala Orozco. Iba a exigirle soluciones mínimas a lo planteado por los huelguistas.

CONVERSANDO SIEMPRE ES POSIBLE ENCONTRAR SALIDAS

Desde la una de la tarde de ese día se inició una maratónica reunión entre los dirigentes sindicales, algunos funcionarios públicos y el general Freyre. Destacaron las intervenciones de varios dirigentes de la FDTA, entre ellos el dirigente de construcción civil Valentín Pacho. También por cierto del experimentado Alfredo Lazo. El dirigente de los transportistas Justiniano Apaza, cercano a Patria Roja, en ese momento de 31 años, fue muy rotundo en sus intervenciones. El general Freyre demostró desde el primer momento que quería encontrar soluciones. Yo seguía desde el fondo de la sala los acontecimientos. En un par de intermedios algo conversé con Freyre pero él tenía las cosas muy claras. Aunque hizo alguna consulta telefónica con el ministro Sala. A las 9 de la noche las bases del acuerdo estaban definidas. Quedó pendiente sólo ultimar detalles de redacción.

Alrededor del mediodía del 23 se levantó oficialmente la huelga. Los despedidos podrían pedir su reposición, no habrían más profesores despedidos y los detenidos serían puestos en libertad previo determinados trámites judiciales.

Me despedí del general Freyre quien me dijo sonriente: “Ahora sí puedo salir vivo de Arequipa”. Poco después de almorzar, fui al aeropuerto para embarcarme a Lima y a las seis de la tarde estaba una vez más con Leonidas y Pepe Lucho para informar de la solución final del problema en Arequipa. Estábamos satisfechos por la culminación del conflicto, aunque lamentando las muertes producidas. Era 23 de noviembre. Lo que no podía imaginar es que esa misma fecha tendría el manifiesto público que exactamente tres años después firmaríamos Leonidas y yo junto con otros 58 fundadores del Partido Socialista Revolucionario (ver crónica “Nace un nuevo partido” del 21 de noviembre de 2014). Tampoco que cinco años después integraríamos los tres la lista de candidatos a la Asamblea Constituyente del PSR en unas elecciones convocadas por un régimen militar con conducción distinta, ni que Leonidas y Pepe Lucho serían deportados con ocasión de esas elecciones.

A partir de 1983, Pacho tendría el cargo de secretario general de la CGTP que en esos momentos tenía Espinoza, quien sería diputado por Lima en 1985 mientras Pacho sería senador el mismo año. Apaza asumió el cargo de diputado por Arequipa para completar el periodo del fallecido Horacio Zevallos en 1984, fue reelecto en 1985 y ha sido elegido congresista en 2011 y 2016. Lazo sería por varios años secretario general de la Confederación Nacional de Trabajadores. Simón Balbuena 20 años después sería elegido alcalde de un distrito que en esa época no existía: Jacobo Hunter, reelecto por tres veces consecutivas, después elegido alcalde provincial de Arequipa y, luego de un periodo “sabático” actualmente alcalde de Hunter por quinta vez. El general Freyre no salió vivo de Arequipa, murió en un accidente aéreo cuando realizaba sus últimas actividades como Comandante General de la III Región Militar… 

1 comentario:

  1. Recordar a Leonidas Rodríguez es recordar también al SINAMOS y a lo que él, aun con su capacidad de estratega, no pudo evitar (la traición de algunos de sus allegados). En 1970 me encontraba aun en París pero muy interesado en los acontecimientos en Perú; sobre todo porque, a través de la prensa, sabía de los programas de Reforma Agraria, y de las expropiaciones de empresas transnacionales (IPC, Cerro de Paco, etc). Eso me animó dejar la UNESCO (ya había culminado mi programa de estudio en la Sorbona)para -como sociólogo rural- apoyar. Mis amigos de los grupos de estudios, me aconsejaron estudiar mejor la posibilidad porque, al parecer, era un programa nada revolucionario. Ya en el Perú, luego de entrar al sector agrario y conocer a varios militares y allegados, me di cuenta que, efectivamente, había una finta del Tio Sam. Los militares habían ya ingresado a las refinerías y todo seguía sin reacción, cuando era normal -en esa época- la intervención de los "mariners" en defensa de las transnacionales. La cooperación técnica daba generosamente becas a muchos "izquierdistas", en SINAMOS con su logo publicaba toda clase de documentos para "concientizar", etc. pero todo ello, al decir de un técnico de la cooperación internacional se debía a que en SINAMOS podían estar todos los que quieran decir algo; así se los conoce y controla y, a veces, es necesario darles una beca. Por mi parte, en el sector agrario casi me botan por escribir un libro sobre las SAIS (Sociedades Agrícolas de Interés Social) publicado por ESAN donde mostraba el germen de su fracaso. En ese momento no tenía a la mano lo que después me llegó de Francia. Me llegó, el Tercer Capítulo del Código Rural Francés, que trata sobre las Sociedades de Interés Social Agrícola (sic). Con ello sustenté que la famosa SAIS no era un "modelo original creado por la revolución peruana". Lógicamente, como ya había sido "personal nombrado", mis jueces en el COAMA no pudieron botarme, pero me arrinconaron a una oficina sin labor alguna; situación que aproveché para escribir boletines y folletos hasta que, en 1983 fui contactado por la FAO y dejé mi nombramiento (por el cual sólo me daban un año de licencia). La "revolución" de Velasco no fue sino un programa bien elaborado para acabar totalmente con los grupos guerrilleros y sus bandera de lucha (Reforma Agraria, Nacionalizaciones, etc); pues, el Sistema ya había fracasado con otros programas como "la revolución verde", Alianza para el Progreso", etc. hasta que decidieron hacer, en Punta del Este 1961, los cambios que ya conocemos. Hay mucho más.

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