Como conté anteriormente, estuve en Rumania a
fines de noviembre de 1989 como invitado al XIV Congreso del Partido Comunista
Rumano, PCR, en mi condición de secretario general del Partido Socialista
Revolucionario. En esa ocasión también pude conocer algunos aspectos
pertenecientes a la vida cotidiana que hacían evidente el inflexible régimen
imperante, así como también la grave situación económica existente.
En mi habitación del hotel en Bucarest la capital
de ese lejano país, tenía un aparato de televisión y una de las cosas que más
me impresionó fue los programas que se presentaban en el único canal que
existía en el país. Luego me enteraría que hasta cuatro años antes existían más
canales y un mayor número de horas de trasmisión pero que la política de ahorro
de energía hizo que sólo quedara un único canal. Creo no equivocarme si digo
que seguramente la existencia en años anteriores de más canales no significaba
ninguna pluralidad de visiones sobre lo
que pasaba en el país.
UNA PROGRAMACIÓN TELEVISIVA MUY ESPECIAL
Aunque llegué un sábado en la noche y el domingo
sólo vi un rato la televisión, en los siguientes días pude darme cuenta cómo
era la programación. En la mañana, de seis a ocho, noticiero con una sección nacional
donde el 60% eran noticias en las que intervenía Ceausescu y un segmento muy
corto con noticias del exterior pero, no se trataba propiamente de noticias
internacionales sino informaciones desde fuera del país sobre Rumania y su
presidente de la república. Casi todas se referían a asociaciones de amistad
con Rumanía o a viajes de algún miembro del gobierno, aunque fueran noticias
irrelevantes. De 8 a 9 de la mañana algún concierto. Luego se suspendía la
programación hasta el mediodía que se pasaba un noticiero parecido y una
telenovela donde independientemente del argumento, tenía como telón de fondo un
país feliz bajo la conducción de Ceausescu. Alrededor de las 2 de la tarde se
suspendía la programación hasta las 6 o 7 de la noche, cuando nuevamente se
iniciaba la programación con un noticiero similar a los otros dos, una serie de
historia novelada del enfrentamiento contra el fascismo alrededor de 50 años
antes con el rol protagónico del joven Ceausescu. La programación terminaba con
música folclórica rumana hasta las 10 de la noche. Pueden no ser exactos mis
recuerdos pero de ninguna manera exagerados.
Cuando en la noche del tercer día del Congreso
tuvimos una reunión con compañeros de partidos que como el nuestro integraban la
Coordinación Socialista Latinoamericana, comentamos la programación de la televisión.
Nos parecía imposible que pudiera existir tal control de los medios, más aun
cuando en ese año era cada vez más posible que en cada país se
comunicara “en vivo y en directo” lo que sucedía. Incluso, aunque todavía no
existían en el Perú, en la escala que hice en Roma, tuve ocasión de ver a la
gente conversando a través de teléfonos portátiles aunque ciertamente si
consideramos su volumen -podía ser del tamaño de un zapato- eran bastante
distintos a los teléfonos celulares que conoceríamos en los años siguientes.
La televisión era claramente un instrumento de
propaganda de los gobernantes rumanos que permanentemente querían trasmitir la
idea que lo que hacía Ceausescu no sólo era muy importante para los ciudadanos
de ese país, sino que también era considerado muy importante en otros países.
Todo ello dentro del mensaje que el régimen permanentemente trasmitía señalando
que Rumanía sería uno de los países más desarrollados del ya cercano siglo 21.
LA ILUSIÓN DE SER MÁS IMPORTANTES
Fue en esa misma reunión de partidos integrantes
de la Coordinación Socialista Latinoamericana que comentamos el culto a la
personalidad expresado, como ya lo mencioné en otra ocasión, en que el discurso
de Nicolae Ceausescu fue interrumpido 125 veces con aplausos de los delegados
puestos de pie y 124 con aplausos permaneciendo en sus asientos, según la
cuenta que fue llevando uno de los dirigentes socialistas asistente. Nos dijo
que lo hizo para no aburrirse por las más de siete horas que demoró la intervención del presidente rumano.
Ya había llegado a la capital rumana advertido
que la visión oficialista distaba muchas veces de la realidad. Así cuando me
enteré en Lima que viajaría a Madrid con escalas en Bogotá y Caracas en Avianca
y que desde allí a Bucarest en TAROM, le pregunté a algún funcionario de la
embajada rumana por esa la línea aérea y me dijo que era la del Estado rumano. Me
dio a entender que era algo así como la línea soviética Aeroflot, aunque algo
más pequeña. Pero en Barajas, el aeropuerto madrileño, una vez subido en un avión
sin duda el más pequeño de las decenas que se encontraban en las pistas,
mientras nos desplazábamos por tierra desde las ventanas, teníamos que mirar
hacia arriba para ver a los otros aviones estacionados. No era una línea algo
más pequeña sino muchísimo más pequeña y ese avión para menos de 50 pasajeros
distaba bastante de los enormes aviones para más de 300 pasajeros de la línea
soviética.
SE PAGÓ LA DEUDA EXTERNA, SE CREÓ POBREZA INTERNA
Cada vez que he viajado a otros países como
invitado a congresos, seminarios o algún tipo de foros siempre he tratado de
caminar por mi cuenta en las ciudades donde me encontraba. Por cierto que
también lo hice en Bucarest y encontré algo que me impresionó porque nunca lo
había visto en los hasta poco antes llamados “países socialistas”: había
mendigos. No en las calles como podía suceder en ciudades como Lima sino a la
entradas de las iglesias. Tampoco desarrapados como sucedía en nuestro país
sino con abrigos gastados y parchados acorde con el clima ya bastante frio por la
temperatura de esa época del año. Pero que por cierto con gestos absolutamente
entendibles, aunque uno no hablara el idioma, extendían las manos pidiendo
limosna. No pude evitar acordarme de mis tiempos de infancia donde al salir de
cualquier iglesia en el Rímac donde vivía, era común encontrar mendigos…
Lo visto en los alrededores de las dos o tres
iglesias que visité, contrastaba con algunos de los temas de los funcionarios
partidarios se ufanaban en los pasillos del palacio de Congresos donde ser
realizó el evento quienes se enorgullecían que Rumanía no tenía deuda externa a
partir de ese año. Como pude averiguar, esto era estrictamente cierto, como
también lo era que en adelante estaba legalmente prohibido pedir préstamos
internacionales. Sin embargo de lo que no se hablaba era de la política de
austeridad extrema que se impartió para poder hacer frente a las deudas y que
generó un dramático descenso en el nivel de vida de la población que por esos
años superó el 40 % en relación a la década anterior.
MI PASAPORTE EXPEDIDO EN RUMANÍA
Al momento de salir de Lima para ese viaje iba algo
preocupado porque me quedaba solo dos páginas libres en mi pasaporte. Luego del
sello de entrada a Bucarest no quedaba prácticamente espacio libre, considerando
que para regreso era posible hacer escala en Roma o Madrid. Decidí revalidar el
pasaporte en Rumanía. Por eso al día siguiente de llegar llamé al mediodía a nuestra
embajada. El embajador era Guillermo Gerdau O'Connor, antiguo conocido mío
aunque hacía décadas que no lo veía.
Pese a ser domingo me atendió y quedamos en cenar al día siguiente en la
embajada.
La noche siguiente acudimos a la embajada junto
con Pepe Luna, mi compañero de delegación. Fue muy agradable el reencuentro con
Guillermo. Era unos cuatro o cinco años mayor que yo. Nos habíamos conocido en
1959 cuando ingresé a Letras de la Pontificia Universidad Católica, cuando él estaba
terminando estudios creo que de Literatura, además de Derecho. Recordaba que
junto con algunos otros recién ingresados, había apoyado una lista reformista
para el Centro Federado de Letras encabezada por Fernando Lecaros como
candidato a presidente, Guillermo a la vice presidencia y Elba Castañeda a la
Fiscalía. En las elecciones ganó Lecaros, mientras que los otros dos cargos
fueron ganados por la otra lista por lo que el vicepresidente fue Camilo
Carrillo y el Fiscal Enrique Bernales. Curiosamente, Carrillo había sido
ministro de Justicia el año anterior y hasta meses antes ministro de
Transportes del gobierno de Alan García, mientras que Enrique era uno de los más
destacados senadores de oposición a ese gobierno, militaba en el PSR y había
sido secretario general del partido inmediatamente antes que yo.
Pero en la animada charla en la comida con
Guillermo y su esposa, no fue sólo ese tema lo que me remitió a 30 años atrás sino
también la presencia de Jorge Méndez Torres Llosa, consejero de la embajada,
sobrino de Enrique Torres Llosa quien había sido uno de mis primeros
catedráticos y que era un comprometido integrante del Partido Demócrata
Cristiano en el que yo me había inscrito al salir del colegio con sólo 16 años.
En 1963 Enrique Torres Llosa sería el primer ministro de Agricultura del
gobierno de la Alianza de Acción Popular y la Democracia Cristiana encabezado
por Fernando Belaunde Terry. Al terminar la conversación quedé con Jorge Méndez
en acercarme en los días siguientes a la embajada para que se me expidiera el
que sería mi tercer pasaporte, llevando una foto y realizando el abono
respectivo que era de 225 lei. Si bien la moneda rumana era el leu, su plural
era lei.
CAMINÉ POR LO QUE SERÍA ZONA DE ENFRENTAMIENTO
ARMADO
Pero fueron varias las visitas que realicé a la
embajada en esos días, incluyendo un almuerzo con Guillermo y su esposa. El
local quedaba relativamente cerca de la zona del centro histórico donde se realizaba
el Congreso, en un barrio donde se encontraban varias embajadas y que me hacían
recordar algunas zonas tranquilas de San Isidro antes que se comenzara a llenar
de grandes edificios. Aunque los diplomáticos peruanos se cuidaban de aceptar
nuestros comentarios de lo aburrido que debía ser vivir en esa ciudad, era
evidente que no se sentían muy cómodos. Pero lo que no resultaba difícil de
admitir -como ocurría en otros países- es que era prácticamente imposible
convocar a la embajada para eventos protocolares, como la celebración de las
Fiestas Patrias a políticos de partidos distintos al PCR. O estaban detenidos o
no tenían ganas que los detuvieran, pensamos nosotros.
Poco después de un mes nada sería aburrido en el
barrio de las embajadas. La violenta caída del régimen (ver crónica “Vi a Ceausescu un mes antes que fuera fusilado” del 23 de
marzo de 2016) hizo que esa zona fuera lugar de enfrentamiento
con armas de fuego entre fuerzas de seguridad y opositores al régimen que
mantuvo a diplomáticos de diversos países –incluidos nuestros amigos peruanos- aislados
en sus embajadas por varios días. Incluso para su evacuación a lugares más
seguros hubo necesidad de la intervención creo de la Cruz Roja Internacional
para negociar una tregua entre los combatientes.
El correctísimo y talentoso Guillermo Gerdau pasó
al año siguiente de la terrible experiencia, a la embajada de Suiza. Ya
retirado del servicio diplomático murió hace unos cuatro años. Jorge Méndez
Torres Llosa, a quien no tuve ocasión de volver a ver pero de quien tengo el
mejor recuerdo, continúa en el servicio diplomático. Más de un cuarto de siglo
después aún conservo el pasaporte expedido en Bucarest que usé para culminar
ese viaje y realizar un par de viajes más el año siguiente. Lleva la firma de Jorge,
quien cumplía también funciones de encargado de Asuntos Consulares.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario