lunes, 18 de diciembre de 2017

VELASCO EN HOMBROS (1977)

Cuarenta años es poco tiempo para juzgar a un presidente como el general Juan Velasco Alvarado, considerando que aún hoy su nombre despierta entusiastas adhesiones o apasionadas condenas. El día de su entierro, para satisfacción de muchos y asombro de todos, se produjo la más amplia movilización ciudadana que se recuerde en Lima. Fui uno de los cientos de miles que en esa ocasión salieron a las calles…

Es el 26 de diciembre de 1977. Estamos cerca del mediodía y aparentemente se está cumpliendo con el protocolo establecido para el entierro de Velasco fallecido dos días antes. Terminada la misa en la catedral de Lima, las autoridades acompañan al féretro por unos ochenta metros tratando de no oír los lemas que desde la Plaza de Armas corean decenas de miles de personas. Los vivas a Velasco se intercalan con gritos contra el entonces presidente, general Francisco Morales Bermúdez, quien no se hizo presente en ninguno de los actos fúnebres.

En la siguiente cuadra la comitiva hasta ese momento casi exclusivamente militar, comienza a ser engrosada por pobladores anónimos que se abren paso con decisión, así como por dirigentes gremiales y políticos que logramos acceder al cortejo -en nuestro caso ayudados por compañeros de seguridad partidaria- para llegar a la antigua Estación de Desamparados y voltear a la segunda cuadra del jirón Ancash.

DE HOMBROS UNIFORMADOS A HOMBROS CIVILES

Recién al dar la vuelta y adelantarme, tengo una mejor visión de lo que sucede. En hombros de efectivos de distintas armas avanza el féretro de Velasco, mientras que en las veredas de la estrecha calle dos compactas filas de soldados rinden homenaje al fallecido, portando sus rifles al hombro. A menos de tres metros del cajón, siento que la aglomeración es tal que si me parara el gentío me empujaría hacia el atrio de la Iglesia de San Francisco, donde según el programa oficial, será pasado a una carroza fúnebre para que se desplace por quince cuadras de ese jirón hasta el cementerio El Ángel. Nadie imagina en ese momento que la ruta será tres veces más extensa, ya que el protocolo establecido por el gobierno sería desbordado por decisión del pueblo espontáneamente organizado. Menos aún que el ataúd iría en hombros -ya no uniformados- de cientos de grupos de seis u ocho ciudadanos que ordenadamente se irían relevando.

Mientras avanzo y miro alrededor me veo sucesivamente al lado, detrás o adelante de Antonio Meza Cuadra. Ambos somos dirigentes del Partido Socialista Revolucionario, PSR. Pese a lo compacta de la movilización, distingo algunos rostros conocidos. A un par de metros al periodista Luis Rodríguez Aranguren, a quien conocí años atrás en la Juventud Demócrata Cristiana. También a Exaltación Díaz de la Cruz, dirigente de la Confederación Nacional Agraria, quien luego me diría que al lado izquierdo del féretro iba Avelino Mar, presidente de la CNA. Un poco más allá a mi amigo José Luis Alvarado, ex secretario general de la Federación de Empleados Bancarios. 


Foto tomada de El Jornal de Arequipa

También muy cerca veo a la presidenta de la Unión Popular de Mujeres del Perú, Eteldrita Humala, militante del Partido Comunista Peruano, PCP, a cuyo secretario general Jorge del Prado distingo a mi izquierda, forzando para que no lo alejen del lado del féretro atrás del cual se mantiene imperturbable el Cardenal Juan Landázuri Ricketts. Dos metros detrás avanzando con dificultad el Obispo de los Pueblos Jóvenes Luis Bambarén. A mi derecha algo atrás el general retirado Jorge Fernández Maldonado, quien ocho años después será senador por el PSR. Y también distingo cinco metros atrás a mi gran amigo Federico Velarde, Fico, quien en los 35 años siguientes cuando conversábamos y mencionaba a Velasco decía sonriente “mi general Velasco” mientras realizaba con su mano derecha el saludo militar.

A unos treinta metros de la siguiente cuadra, a un costado del atrio mencionado espera una carroza fúnebre y el ataúd es introducido en ella en medio de gran pugna entre la policía y el gentío que corea a gritos: “En hombros, en hombros, en hombros…”. Los que estamos relativamente cerca continuamos apretujados, porque pasado el atrio otra vez se angosta el trayecto por algo más de cien metros hasta llegar a la avenida Abancay.

Antes de iniciar el cruce de la ancha avenida, decenas de mujeres están arrodilladas e impiden el paso de la carroza. El vehículo se detiene y el chofer luce impotente. Mientras seguimos marchando distingo muy cerca de la carroza más que un rostro un cuerpo conocido. Es muy voluminoso, quizás porque responde a dos nombres distintos: Mario Campos cuando escribe y Diego Mariscal cuando canta. Integra uno de los grupos que corean esa consigna. De pronto, desde ese sector se desliza la menuda figura de una joven que saca la llave del contacto apagando el motor de la carroza, aprovechando que el chofer ha bajado para pedirles a las señoras que se retiren y hacer señas a la policía para que lo auxilie. Logro ver la cara de desesperación del chofer y la sonrisa de la mujer mientras lanza la llave para que desaparezca dentro de la masa que la rodea. Estoy seguro en ese momento que se trata de la joven cantante criolla Cecilia Barraza, cuya calidad sigue vigente ahora cuarenta años después.

ENTRE RELEVO Y RELEVO

En la esquina de Ancash con Abancay se produce el desenlace de la pugna por llevar el féretro. Un mar humano inmóvil viva a Velasco. El vehículo también permanece inmóvil. Jinetes integrantes de la escolta presidencial contemplan sobre sus caballos que es imposible avanzar. La policía es incapaz de controlar la situación y opta por retirarse al constatar la determinación de los manifestantes. Un grupo rescata el ataúd y lo lleva en hombros hacia la avenida dejando de lado la ruta oficial prevista. Poco después un comunicado del gobierno, varias veces repetido en estaciones de radio y televisión, indica que con la entrega del ataúd a los participantes del cortejo fúnebre terminaba su participación para luego reiniciarla en la llegada al cementerio. Sin embargo, varias cuadras después la policía retorna pero sólo para estar a los flancos de las anchas avenidas por donde es llevado Velasco. Al extraer el ataúd de la carroza se produce el cambio de protocolo. Pasa de ser una ceremonia oficial a una ceremonia popular, hay relevo…

Menos de dos años y medio antes, el 29 de agosto de 1975, hubo otro relevo, ya que el general Velasco había sido “relevado” por el Comandante General del Ejército, general Francisco Morales Bermúdez, al final de un mes particularmente tenso donde los civiles fuimos espectadores de una fuerte pugna entre sectores del Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada. Un Velasco debilitado en su salud se había aislado de los llamados sectores progresistas de su institución y éstos habían sido sorprendidos por un Morales Bermúdez que les aseguró que profundizaría las reformas que se venían efectuando en el país, pero que en menos de un año, prescindiría de ellos. Por citar algunos nombres, generales como Leonidas Rodríguez Figueroa y José Graham Hurtado, primero, y Fernández Maldonado, Luis La Vera Velarde y Arturo Valdés Palacio después, fueron excluidos por Morales Bermúdez.

Pero si éste pudo iniciar el retroceso de algunas de las medidas de su antecesor, no pudo reemplazar la identificación que Velasco tenía con los sectores populares pese a su poca elocuencia. A lo largo de casi 28 meses Morales Bermúdez no logró ejercer ningún liderazgo y se acabaron las épocas de grandes movilizaciones de apoyo al gobierno militar.

TODOS SE ENTERARON RÁPIDAMENTE DE LA NOTICIA

Se conocía que Velasco se mantenía prácticamente recluido y sin mayor actividad desde que dejara la presidencia. Pero poco se sabía sobre su precaria salud, incluso que estaba hospitalizado, por lo que su fallecimiento el 24 de diciembre fue una sorpresa. Aun así la noticia trascendió rápidamente en toda la ciudad. Es bueno indicar a los jóvenes y recordar a los mayores que no era fácil comunicarse hace cuarenta años. No nos imaginábamos que existirían teléfonos celulares, menos que estábamos a 20 años del inicio de su masiva utilización. Tampoco era fácil tener teléfonos fijos, de hecho la instalación del que tenemos en nuestra casa demoró muchísimo desde que lo solicitamos (Ver crónica “Quince años esperando teléfono” del 19 de noviembre de 2015). Nadie podía soñar que antes de fin de siglo nos llegarían noticias por correo electrónico o las recibiríamos mediante mensajes de texto. Incluso faltaba más de un año para que Radio Programas del Perú, RPP, la más importante cadena noticiosa radial del país empezara a convertirse en emisora informativa.

Hay que añadir además que el gobierno encabezado por el general Francisco Morales Bermúdez no tenía interés en “levantar” la noticia, aunque era imposible silenciarla. Resultaba difícil difundir noticias, ya que las revistas y periódicos no diarios habían estado clausurados buena parte del año 1977 y cuando fueron autorizados a volver a salir debieron, hasta mediados de noviembre, someter todas sus publicaciones a una “evaluación” previa de contenidos.

Pero la noticia corrió de “boca en boca”. Al momento de intercambiar saludos de Navidad esa medianoche ya se conocía el fallecimiento de Velasco en miles de hogares y en muchos se hablaba de concurrir a su velatorio. De tal manera que cuando los periódicos del día 25 informaron del deceso, la mayoría ya lo sabía. De lo que se enteraron es que el velatorio sería en la Catedral de Lima, a partir de mediodía y que el 26, luego de una misa de cuerpo presente, partirían los restos al cementerio, señalándose que el entierro sería con honores de presidente de la república, cumpliéndose un estricto protocolo.

EL PUEBLO DECIDIÓ MOVILIZARSE

Desde cerca del mediodía del 25 se formaron larguísimas colas para pasar brevísimamente frente al féretro, mientras que había ambiente de movilización por el centro de Lima, algo que parecía inusitado en una ciudad que como todo el país había estado con suspensión de garantías -que incluía el libre tránsito- durante ocho meses de ese año, pero que además había sufrido en ese mismo periodo “toque de queda” en las madrugadas. Aunque era un presagio de lo que sucedería al día siguiente, no creo que nadie imaginó la magnitud que tendría la movilización popular. Ni el gobierno, pese a que consideró necesario sacar un comunicado en los diarios del 26 advirtiendo la existencia de agitadores y señalando que no toleraría desórdenes. Ni quienes nos pasamos la tarde del 25 impulsando acciones para resaltar la presencia popular en las exequias.

Varios dirigentes del PSR, encabezados por el secretario general Meza Cuadra, nos encontramos en la tarde de Navidad con algunos militantes nuestros vinculados a organizaciones gremiales, particularmente con quienes eran dirigentes y asesores de la CNA, que desde las primeras horas habían estado coordinando con sus federaciones departamentales, especialmente con las de Ica y Ancash, que junto con la de Lima podían desplazar a sus bases a asistir al entierro de Velasco. La CNA había convocado a distintas organizaciones gremiales y llamado a la población para hacerse presente en los funerales del 26 para llevar a pie el ataúd, instando al gobierno a declararlo como día no laborable. Por su parte la Central de Trabajadores de la Revolución Peruana, base de Lima, señaló que si no se declaraba convocaría un paro de 24 horas para que sus bases asistieran a la movilización de despedida al ex mandatario. En la noche se conoció que el gobierno declaraba el día siguiente como no laborable para Lima y el Callao.

Al final de la tarde dispusimos cómo sería la movilización de nuestras bases partidarias a la plaza de Armas -hoy Plaza Mayor- y decidimos llevar una extensa pancarta con el nombre del partido. Al día siguiente comprobaríamos que estuvimos acertados, al distinguir una pancarta ligeramente menos grande del PCP. Pero amplias como eran, se perdían junto a las de diversas organizaciones populares, entre las que destacaban las de la CNA y de la Confederación General de Trabajadores del Perú, CGTP, pero sobre todo la enorme cantidad de pancartas pequeñas hechas artesanalmente por quienes las portaban y que mostraban su identificación con el desaparecido.

Cuando luego de dejar a mis hijos en casa de mis suegros en el Callao, llegué con mi esposa Ana María a la Plaza de Armas poco después de las 9 de la mañana, nos encontramos con una enfervorizada concentración que coreaba el nombre de Velasco. Nos ubicamos dentro de un gran contingente de compañeros del PSR mientras en el interior de la Catedral se iniciaba la misa de cuerpo presente oficiaba por el Cardenal Landázuri. En los minutos siguientes vi cómo seguían llegando amplios grupo de pobladores. Alrededor de las diez terminó la ceremonia y cuando el féretro apareció saliendo de la catedral fue recibido con un atronador aplauso que duró varios minutos por una plaza ya repleta. Antes de dirigirme a darle alcance, quedé con mi esposa en reencontrarnos donde mis suegros cuando terminara el entierro, sin saber ni aproximadamente a qué hora sería.

NUNCA SE VIO TANTA GENTE EN LAS CALLES

Fue al salir el féretro de la Plaza de Armas que comenzó lo que estaba previsto como una estricta ceremonia oficial y que luego de unas cuatro cuadras al intentar cruzar la avenida Abancay, como señalé en líneas anteriores, la población espontáneamente convirtió en una ceremonia popular. Hice todo el recorrido hasta llegar al cementerio y en ningún momento el numeroso cortejo dejó de tener a ambos lados a atribuladas personas que trataban de ver pasar el féretro mientras aplaudían todos, lloraban no pocos y muchos gritaban eslóganes uno de los cuales reflejaba una cruda realidad: “Chino, contigo hasta la muerte…”

Los cálculos en los despachos de las agencias noticiosas variaron entre 300 y 800 mil personas movilizadas, ya que consideraron no sólo a las que estuvieron en la Plaza de Armas y en las primeras cuatro cuadras del recorrido sino a cientos de miles que se movilizaron en las amplias avenidas Abancay, Grau y De los Incas -hoy Sebastián Lorente- y en el ancho tramo final del jirón Ancash entre los cementerios Presbítero Maestro y El Ángel.

En todo el largo camino, después del féretro iba una fila donde caminamos con los brazos entrelazados veintitantas personas, entre ellas dirigentes sindicales, campesinos, así como el Obispo Bambarén, Del Prado, el vicealmirante Guillermo Faura, Meza Cuadra y yo. Tuvimos ocasión de ser espectadores privilegiados de cómo se iba produciendo el relevo ordenado de cargadores dentro de una especie de cordón humano formado alrededor del féretro y que tenían el suficiente criterio para dejar pasar a algunas personas, como a algunos adultos que se acercaban con sus hijos y los cargaban para que tocaran la bandera que cubría el ataúd o a militares uniformados que respetuosamente alzaban sus manos para hacer lo mismo. Incluso en algunos momento éstos cargaron el ataúd pero claramente por decisión propia y no cumpliendo órdenes de sus superiores. Posteriormente circularía la versión que un grupo de oficiales salieron de los cuarteles -donde se les ordenó permanecieran- para participar del entierro de Velasco.

Valga como paréntesis recordar que días después Bambarén -a quien sus detractores llamaban “obispo rojo”- le preguntó a Federico Velarde si conocía al “viejito” que no se había despegado de su lado en todo el trayecto al cementerio. Fico se lo informó riéndose. Recién en ese momento se enteró que era Jorge del Prado. Al Cardenal Landázuri, que se retiró del cortejo a la altura de San Francisco, no le hubiese ocurrido lo mismo: conocía a Del Prado desde que eran niños y vecinos en su Arequipa natal.

Regresemos al cortejo. A unos cien metros de la entrada al cementerio, la policía para encarrillar el tramo final del recorrido mientras pasaba el ataúd, emprendió a varazos con quienes veníamos detrás. En algún momento sentí un golpe en la muñeca y vi salir disparado mi buen reloj Seiko, regalado siete años antes por una de mis hermanas que vivía en Iquitos, ciudad selvática liberada de impuestos a la que ingresaban numerosos productos extranjeros. Muy pocos de los que habían acompañados la larga marcha lograron cruzar antes que cerraran el portón. Adentro se realizó una ceremonia breve con presencia de los familiares directos y algunos amigos a nombre de los cuales habló el ex parlamentario y futuro constituyente, Héctor Cornejo Chávez, líder demócrata cristiano. El Presidente del Consejo de Ministros, General Guillermo Arbulú Galliani hizo un corto discurso en representación del gobierno, mientras a nombre de la familia agradeció las muestras de solidaridad el general Anibal Meza Cuadra, el único del grupo de los coroneles que había acompañado a Velasco a tomar el poder en 1968 que no confió en la palabras de Morales Bermúdez cuando afirmó que el “relevo” era para profundizar lo hecho por Velasco.

Después de guardar silencio mientras se realizaba el acto dentro del cementerio, alrededor de las cuatro y media de la tarde se escucharon los breves discursos de quienes hablaron afuera: el vicealmirante Faura, Del Prado, Avelino Mar y otro Meza Cuadra: Antonio. Tuvieron que subirse a un árbol para dirigirse a los manifestantes cansados pero satisfechos que habían llegado hasta ahí.

Serían cerca de las cinco de la tarde cuando, aplaudiendo, coreando lemas y gritando vivas, se produjo el masivo retiro de las calles culminando la ferviente despedida popular al general Juan Velasco Alvarado…

Con Velasco se cerró una etapa del Perú. Prácticamente todos los analistas, incluidos sus detractores, coinciden en que su gobierno acabó con el poder oligárquico y agotó las banderas que los partidos políticos habían enarbolado en los anteriores 30 ó 40 años. Pero además, señalan no pocos, al desaparecer la servidumbre en el campo, hizo más difícil el accionar terrorista que Sendero Luminoso iniciaría dos años y medio después.

Aunque seguramente ninguno fue consciente en ese momento, quizá asistimos al entierro de un viejo Perú y al nacimiento de uno nuevo que aun hoy no termina de configurarse.





9 comentarios:

  1. Indudablemente Alfredo, a Velasco, no lo podrán ocultar con un dedo. Poco a poco, se irá conociendo lo que hizo por y para la mayoría. Estos momentos que vive el País, es una clara muestra del fracaso, de la nueva política, que lo iniciara el felón Francisco Morales, hoy condenado en Italia, a cadena perpetua, por crimen de lesa humanidad. En claro,para la futura historia: Un General honesto y un Un general traidor y criminal. Los jóvenes del futuro, lo sabrán aquilatar. Saludos.

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  2. La verdadera historia se escribe lentamente y va creciendo con el tiempo como el crepúsculo al declinar el sol , Velasco sigue viviendo en el corazón del pueblo y renacerá con la revolución popular

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  3. A mi opinión, Velasco fue y será el único militar que tuvo ideas y principios socialistas que algo pudo hacer por nuestra patria. Es evidente que la institución castrense no estaba alienado con ese principio, es por eso abundaron los traidores en sus propia fila, porque se sabe que los generales por clase son oligárquicos y servidores de los ricos, con talque a buen sueldo son sumisos y se congratulan a los poderes de los gobiernos de turno.
    También, todo gobierno primero se asegura el respaldo de las FFAA, porque ellos son los que protegen con el uso de las armas.
    Es así, hoy en día los generales son valientes para dar orden, en disolver a las marchas de protestas con el uso de bombas y perdigones que los da la ventaja, mientras que los gobiernos no tienen la creatividad para resolver las demandas sociales, más solo recurren a terruquear a los marchantes...
    Por otro lado, si hoy no hemos recuperado nuestros territorios de Arica y Tarapacá es por el traidor Fco. Morales Bermúdez.

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  4. Muy interesante crónica. Sin duda Velasco dejo huella, lamentablemente en la primaria no se habla de Velasco y muchos de mi generación toman a Velasco como a alguien que destruyó al país. Nada más lejos de la realidad.

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  5. El General Juan Velazco Alvarado dejo una huella profunda durante sus siete a~os de gobierno de facto. Hombre polemico para muchos un revolucionario con cojones para otros un resentido social que arruino al pais por varias decadas, con las reformas agraria, educativa, y la nacionalizacion de la IPC de de la refineria deTalara marca un antes y un despues de la historia politica del Peru como lo afirma el articulo. Fue el lider de la conspiracion que derroco al presidente constitucional Fernando Belaunde Terry, que por ironia de la vida regresaria 12 a~os mas tarde a la presidencia del Peru. Aun el impacto de las reformas de Velazco se ven, desaparecieron los grandes latifundios y el gamonalismo fue remplazado pero con el regreso de los civiles al poder se deshizo mucho de lo andado y ahora es otro sistema sutilmente opresivo el que rige la agricultura que beneficia a un grupo de empresarios y como siempre los trabajadores viven con sueldos minimos y sin beneficios. Parece que el lema "El patron ya no comera del sudor de tu frente" o el otro famoso "La tierra es de quien la trabaja" ahora es lo opuesto pues los nuevos patrones hacen sudar la gota gorda a sus trabajadores y la tierra es de los nuevos due~os del Peru. Que ironia no?

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  6. Hombres cómo Velazco nacen cada 100 años en tampoco tiempo hizo tanto: la reforma agraria, la nacionalización de la Cerro de Pasco que era dueño de más del 50% de la superficia de la región de Junín; había determinado la hora y el día que invadiría Chile para recuperar Arica, Tarapacá y el Huascar pero a pedido del felón Morales Bermudez suspendió.

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  7. Hasta hoy me estremezco recordando ese entierro. Luis Lumbreras mi esposo y yo Marcela Ríos fuimos de los que acompañamos el cortejo desde la Catedral hasta el cementerio. Encontrando a amigos de todas las banderas. Ese día fuimos un pueblo doliente que sabía que el hombre que hubiera podido cambiar el país había muerto y que el felón de Morales Bermudez atisbaba por una rendija de Palacio un homenaje que ningun otro Presidente en mis 76 años ha merecido , caras acongojada. Un feretro que parecía que volaba en no hubo dividipneshubo un pueblo doliente de todas las banderas.
    En mi casa paterna mi padre y mi abuela materna lloraban como si un familiar hubiera muerto.

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  8. Muchas gracias, Alfredo, por esta linda descripción del entierro de Velasco. A mí, y a mis amigos setentonos, nos han hecho muy bien leerlo en estes momentos del velorio de Fujimori. También tristeza porque nos parece que aquella época de Velasco, que trajo tantos cambios, abrió tantas posibilidades, quizás nunca más se repite. Por otro lado, espero que hayas asegurado que tus tan valiosos testimonios estarán siempre disponible a los historiadores. Saludos cordiales a los dos.

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    1. Gracias por tus comentarios. Tuvimos mucho gusto en saber de ti. Saludos de Ana María y míos.

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