Cuarenta años es poco tiempo para juzgar a un
presidente como el general Juan Velasco Alvarado, considerando que aún hoy su
nombre despierta entusiastas adhesiones o apasionadas condenas. El día de su
entierro, para satisfacción de muchos y asombro de todos, se produjo la más
amplia movilización ciudadana que se recuerde en Lima. Fui uno de los cientos de
miles que en esa ocasión salieron a las calles…
Es el 26 de diciembre de 1977. Estamos cerca del
mediodía y aparentemente se está cumpliendo con el protocolo establecido para
el entierro de Velasco fallecido dos días antes. Terminada la misa en la
catedral de Lima, las autoridades acompañan al féretro por unos ochenta metros
tratando de no oír los lemas que desde la Plaza de Armas corean decenas de
miles de personas. Los vivas a Velasco se intercalan con gritos contra el entonces
presidente, general Francisco Morales Bermúdez, quien no se hizo presente en
ninguno de los actos fúnebres.
En la siguiente cuadra la comitiva hasta ese momento
casi exclusivamente militar, comienza a ser engrosada por pobladores anónimos
que se abren paso con decisión, así como por dirigentes gremiales y políticos
que logramos acceder al cortejo -en nuestro caso ayudados por compañeros de
seguridad partidaria- para llegar a la antigua Estación de Desamparados y
voltear a la segunda cuadra del jirón Ancash.
DE HOMBROS UNIFORMADOS A HOMBROS CIVILES
Recién al dar la vuelta y adelantarme, tengo una
mejor visión de lo que sucede. En hombros de efectivos de distintas armas
avanza el féretro de Velasco, mientras que en las veredas de la estrecha calle
dos compactas filas de soldados rinden homenaje al fallecido, portando sus
rifles al hombro. A menos de tres metros del cajón, siento que la aglomeración
es tal que si me parara el gentío me empujaría hacia el atrio de la Iglesia de
San Francisco, donde según el programa oficial, será pasado a una carroza
fúnebre para que se desplace por quince cuadras de ese jirón hasta el cementerio
El Ángel. Nadie imagina en ese momento que la ruta será tres veces más extensa,
ya que el protocolo establecido por el gobierno sería desbordado por decisión
del pueblo espontáneamente organizado. Menos aún que el ataúd iría en hombros -ya
no uniformados- de cientos de grupos de seis u ocho ciudadanos que
ordenadamente se irían relevando.
Foto tomada de El Jornal de Arequipa
También muy cerca veo a la presidenta de la Unión
Popular de Mujeres del Perú, Eteldrita Humala, militante del Partido Comunista
Peruano, PCP, a cuyo secretario general Jorge del Prado distingo a mi izquierda,
forzando para que no lo alejen del lado del féretro atrás del cual se mantiene imperturbable
el Cardenal Juan Landázuri Ricketts. Dos metros detrás avanzando con dificultad
el Obispo de los Pueblos Jóvenes Luis Bambarén. A mi derecha algo atrás el
general retirado Jorge Fernández Maldonado, quien ocho años después será
senador por el PSR. Y también distingo cinco metros atrás a mi gran amigo
Federico Velarde, Fico, quien en los 35 años siguientes cuando conversábamos y mencionaba
a Velasco decía sonriente “mi general Velasco” mientras realizaba con su mano
derecha el saludo militar.
A unos treinta metros de la siguiente cuadra, a
un costado del atrio mencionado espera una carroza fúnebre y el ataúd es
introducido en ella en medio de gran pugna entre la policía y el gentío que
corea a gritos: “En hombros, en hombros, en hombros…”. Los que estamos
relativamente cerca continuamos apretujados, porque pasado el atrio otra vez se
angosta el trayecto por algo más de cien metros hasta llegar a la avenida
Abancay.
Antes de iniciar el cruce de la ancha avenida,
decenas de mujeres están arrodilladas e impiden el paso de la carroza. El
vehículo se detiene y el chofer luce impotente. Mientras seguimos marchando
distingo muy cerca de la carroza más que un rostro un cuerpo conocido. Es muy
voluminoso, quizás porque responde a dos nombres distintos: Mario Campos cuando
escribe y Diego Mariscal cuando canta. Integra uno de los grupos que corean esa
consigna. De pronto, desde ese sector se desliza la menuda figura de una joven que
saca la llave del contacto apagando el motor de la carroza, aprovechando que el
chofer ha bajado para pedirles a las señoras que se retiren y hacer señas a la
policía para que lo auxilie. Logro ver la cara de desesperación del chofer y la
sonrisa de la mujer mientras lanza la llave para que desaparezca dentro de la
masa que la rodea. Estoy seguro en ese momento que se trata de la joven
cantante criolla Cecilia Barraza, cuya calidad sigue vigente ahora cuarenta años
después.
ENTRE RELEVO Y RELEVO
En la esquina de Ancash con Abancay se produce el
desenlace de la pugna por llevar el féretro. Un mar humano inmóvil viva a
Velasco. El vehículo también permanece inmóvil. Jinetes integrantes de la
escolta presidencial contemplan sobre sus caballos que es imposible avanzar. La
policía es incapaz de controlar la situación y opta por retirarse al constatar
la determinación de los manifestantes. Un grupo rescata el ataúd y lo lleva en
hombros hacia la avenida dejando de lado la ruta oficial prevista. Poco después
un comunicado del gobierno, varias veces repetido en estaciones de radio y
televisión, indica que con la entrega del ataúd a los participantes del cortejo
fúnebre terminaba su participación para luego reiniciarla en la llegada al
cementerio. Sin embargo, varias cuadras después la policía retorna pero sólo para
estar a los flancos de las anchas avenidas por donde es llevado Velasco. Al
extraer el ataúd de la carroza se produce el cambio de protocolo. Pasa de ser
una ceremonia oficial a una ceremonia popular, hay relevo…
Menos de dos años y medio antes, el 29 de agosto
de 1975, hubo otro relevo, ya que el general Velasco había sido “relevado” por
el Comandante General del Ejército, general Francisco Morales Bermúdez, al
final de un mes particularmente tenso donde los civiles fuimos espectadores de una
fuerte pugna entre sectores del Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada. Un
Velasco debilitado en su salud se había aislado de los llamados sectores
progresistas de su institución y éstos habían sido sorprendidos por un Morales
Bermúdez que les aseguró que profundizaría las reformas que se venían
efectuando en el país, pero que en menos de un año, prescindiría de ellos. Por
citar algunos nombres, generales como Leonidas Rodríguez Figueroa y José Graham
Hurtado, primero, y Fernández Maldonado, Luis La Vera Velarde y Arturo Valdés
Palacio después, fueron excluidos por Morales Bermúdez.
Pero si éste pudo iniciar el retroceso de algunas
de las medidas de su antecesor, no pudo reemplazar la identificación que
Velasco tenía con los sectores populares pese a su poca elocuencia. A lo largo
de casi 28 meses Morales Bermúdez no logró ejercer ningún liderazgo y se
acabaron las épocas de grandes movilizaciones de apoyo al gobierno militar.
TODOS SE ENTERARON RÁPIDAMENTE DE LA NOTICIA
Se conocía que Velasco se mantenía prácticamente
recluido y sin mayor actividad desde que dejara la presidencia. Pero poco se
sabía sobre su precaria salud, incluso que estaba hospitalizado, por lo que su
fallecimiento el 24 de diciembre fue una sorpresa. Aun así la noticia trascendió
rápidamente en toda la ciudad. Es bueno indicar a los jóvenes y recordar a los
mayores que no era fácil comunicarse hace cuarenta años. No nos imaginábamos
que existirían teléfonos celulares, menos que estábamos a 20 años del inicio de
su masiva utilización. Tampoco era fácil tener teléfonos fijos, de hecho la
instalación del que tenemos en nuestra casa demoró muchísimo desde que lo
solicitamos (Ver crónica “Quince años esperando teléfono” del 19 de
noviembre de 2015). Nadie podía soñar que antes de fin de siglo nos
llegarían noticias por correo electrónico o las recibiríamos mediante mensajes
de texto. Incluso faltaba más de un año para que Radio Programas del Perú, RPP,
la más importante cadena noticiosa radial del país empezara a convertirse en
emisora informativa.
Hay que añadir además que el gobierno encabezado
por el general Francisco Morales Bermúdez no tenía interés en “levantar” la
noticia, aunque era imposible silenciarla. Resultaba difícil difundir noticias,
ya que las revistas y periódicos no diarios habían estado clausurados buena parte
del año 1977 y cuando fueron autorizados a volver a salir debieron, hasta
mediados de noviembre, someter todas sus publicaciones a una “evaluación”
previa de contenidos.
Pero la noticia corrió de “boca en boca”. Al
momento de intercambiar saludos de Navidad esa medianoche ya se conocía el
fallecimiento de Velasco en miles de hogares y en muchos se hablaba de
concurrir a su velatorio. De tal manera que cuando los periódicos del día 25
informaron del deceso, la mayoría ya lo sabía. De lo que se enteraron es que el
velatorio sería en la Catedral de Lima, a partir de mediodía y que el 26, luego
de una misa de cuerpo presente, partirían los restos al cementerio, señalándose
que el entierro sería con honores de presidente de la república, cumpliéndose
un estricto protocolo.
EL PUEBLO DECIDIÓ MOVILIZARSE
Desde cerca del mediodía del 25 se formaron
larguísimas colas para pasar brevísimamente frente al féretro, mientras que
había ambiente de movilización por el centro de Lima, algo que parecía
inusitado en una ciudad que como todo el país había estado con suspensión de
garantías -que incluía el libre tránsito- durante ocho meses de ese año, pero
que además había sufrido en ese mismo periodo “toque de queda” en las
madrugadas. Aunque era un presagio de lo que sucedería al día siguiente, no
creo que nadie imaginó la magnitud que tendría la movilización popular. Ni el
gobierno, pese a que consideró necesario sacar un comunicado en los diarios del
26 advirtiendo la existencia de agitadores y señalando que no toleraría
desórdenes. Ni quienes nos pasamos la tarde del 25 impulsando acciones para
resaltar la presencia popular en las exequias.
Varios dirigentes del PSR, encabezados por el
secretario general Meza Cuadra, nos encontramos en la tarde de Navidad con algunos
militantes nuestros vinculados a organizaciones gremiales, particularmente con
quienes eran dirigentes y asesores de la CNA, que desde las primeras horas
habían estado coordinando con sus federaciones departamentales, especialmente
con las de Ica y Ancash, que junto con la de Lima podían desplazar a sus bases
a asistir al entierro de Velasco. La CNA había convocado a distintas
organizaciones gremiales y llamado a la población para hacerse presente en los
funerales del 26 para llevar a pie el ataúd, instando al gobierno a declararlo
como día no laborable. Por su parte la Central de Trabajadores de la Revolución
Peruana, base de Lima, señaló que si no se declaraba convocaría un paro de 24
horas para que sus bases asistieran a la movilización de despedida al ex
mandatario. En la noche se conoció que el gobierno declaraba el día siguiente
como no laborable para Lima y el Callao.
Al final de la tarde dispusimos cómo sería la
movilización de nuestras bases partidarias a la plaza de Armas -hoy Plaza
Mayor- y decidimos llevar una extensa pancarta con el nombre del partido. Al
día siguiente comprobaríamos que estuvimos acertados, al distinguir una
pancarta ligeramente menos grande del PCP. Pero amplias como eran, se perdían
junto a las de diversas organizaciones populares, entre las que destacaban las
de la CNA y de la Confederación General de Trabajadores del Perú, CGTP, pero
sobre todo la enorme cantidad de pancartas pequeñas hechas artesanalmente por
quienes las portaban y que mostraban su identificación con el desaparecido.
Cuando luego de dejar a mis hijos en casa de mis
suegros en el Callao, llegué con mi esposa Ana María a la Plaza de Armas poco
después de las 9 de la mañana, nos encontramos con una enfervorizada
concentración que coreaba el nombre de Velasco. Nos ubicamos dentro de un gran
contingente de compañeros del PSR mientras en el interior de la Catedral se
iniciaba la misa de cuerpo presente oficiaba por el Cardenal Landázuri. En los
minutos siguientes vi cómo seguían llegando amplios grupo de pobladores. Alrededor
de las diez terminó la ceremonia y cuando el féretro apareció saliendo de la
catedral fue recibido con un atronador aplauso que duró varios minutos por una
plaza ya repleta. Antes de dirigirme a darle alcance, quedé con mi esposa en
reencontrarnos donde mis suegros cuando terminara el entierro, sin saber ni
aproximadamente a qué hora sería.
NUNCA SE VIO TANTA GENTE EN LAS CALLES
Fue al salir el féretro de la Plaza de Armas que
comenzó lo que estaba previsto como una estricta ceremonia oficial y que luego
de unas cuatro cuadras al intentar cruzar la avenida Abancay, como señalé en
líneas anteriores, la población espontáneamente convirtió en una ceremonia
popular. Hice todo el recorrido hasta llegar al cementerio y en ningún momento
el numeroso cortejo dejó de tener a ambos lados a atribuladas personas que
trataban de ver pasar el féretro mientras aplaudían todos, lloraban no pocos y
muchos gritaban eslóganes uno de los cuales reflejaba una cruda realidad:
“Chino, contigo hasta la muerte…”
Los cálculos en los despachos de las agencias
noticiosas variaron entre 300 y 800 mil personas movilizadas, ya que
consideraron no sólo a las que estuvieron en la Plaza de Armas y en las
primeras cuatro cuadras del recorrido sino a cientos de miles que se
movilizaron en las amplias avenidas Abancay, Grau y De los Incas -hoy Sebastián
Lorente- y en el ancho tramo final del jirón Ancash entre los cementerios
Presbítero Maestro y El Ángel.
En todo el largo camino, después del féretro iba
una fila donde caminamos con los brazos entrelazados veintitantas personas,
entre ellas dirigentes sindicales, campesinos, así como el Obispo Bambarén, Del
Prado, el vicealmirante Guillermo Faura, Meza Cuadra y yo. Tuvimos ocasión de
ser espectadores privilegiados de cómo se iba produciendo el relevo ordenado de
cargadores dentro de una especie de cordón humano formado alrededor del féretro
y que tenían el suficiente criterio para dejar pasar a algunas personas, como a
algunos adultos que se acercaban con sus hijos y los cargaban para que tocaran
la bandera que cubría el ataúd o a militares uniformados que respetuosamente
alzaban sus manos para hacer lo mismo. Incluso en algunos momento éstos
cargaron el ataúd pero claramente por decisión propia y no cumpliendo órdenes
de sus superiores. Posteriormente circularía la versión que un grupo de
oficiales salieron de los cuarteles -donde se les ordenó permanecieran- para participar
del entierro de Velasco.
Valga como paréntesis recordar que días después
Bambarén -a quien sus detractores llamaban “obispo rojo”- le preguntó a
Federico Velarde si conocía al “viejito” que no se había despegado de su lado
en todo el trayecto al cementerio. Fico se lo informó riéndose. Recién en ese
momento se enteró que era Jorge del Prado. Al Cardenal Landázuri, que se retiró
del cortejo a la altura de San Francisco, no le hubiese ocurrido lo mismo:
conocía a Del Prado desde que eran niños y vecinos en su Arequipa natal.
Regresemos al cortejo. A unos cien metros de la
entrada al cementerio, la policía para encarrillar el tramo final del recorrido
mientras pasaba el ataúd, emprendió a varazos con quienes veníamos detrás. En
algún momento sentí un golpe en la muñeca y vi salir disparado mi buen reloj
Seiko, regalado siete años antes por una de mis hermanas que vivía en Iquitos,
ciudad selvática liberada de impuestos a la que ingresaban numerosos productos
extranjeros. Muy pocos de los que habían acompañados la larga marcha lograron cruzar
antes que cerraran el portón. Adentro se realizó una ceremonia breve con
presencia de los familiares directos y algunos amigos a nombre de los cuales
habló el ex parlamentario y futuro constituyente, Héctor Cornejo Chávez, líder
demócrata cristiano. El Presidente del Consejo de Ministros, General Guillermo
Arbulú Galliani hizo un corto discurso en representación del gobierno, mientras
a nombre de la familia agradeció las muestras de solidaridad el general Anibal
Meza Cuadra, el único del grupo de los coroneles que había acompañado a Velasco
a tomar el poder en 1968 que no confió en la palabras de Morales Bermúdez cuando
afirmó que el “relevo” era para profundizar lo hecho por Velasco.
Después de guardar silencio mientras se realizaba
el acto dentro del cementerio, alrededor de las cuatro y media de la tarde se
escucharon los breves discursos de quienes hablaron afuera: el vicealmirante
Faura, Del Prado, Avelino Mar y otro Meza Cuadra: Antonio. Tuvieron que subirse
a un árbol para dirigirse a los manifestantes cansados pero satisfechos que
habían llegado hasta ahí.
Serían cerca de las cinco de la tarde cuando, aplaudiendo,
coreando lemas y gritando vivas, se produjo el masivo retiro de las calles culminando
la ferviente despedida popular al general Juan Velasco Alvarado…
Con Velasco se cerró una etapa del Perú.
Prácticamente todos los analistas, incluidos sus detractores, coinciden en que su
gobierno acabó con el poder oligárquico y agotó las banderas que los partidos
políticos habían enarbolado en los anteriores 30 ó 40 años. Pero además,
señalan no pocos, al desaparecer la servidumbre en el campo, hizo más difícil
el accionar terrorista que Sendero Luminoso iniciaría dos años y medio después.
Aunque seguramente ninguno fue consciente en ese
momento, quizá asistimos al entierro de un viejo Perú y al nacimiento de uno
nuevo que aun hoy no termina de configurarse.
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Indudablemente Alfredo, a Velasco, no lo podrán ocultar con un dedo. Poco a poco, se irá conociendo lo que hizo por y para la mayoría. Estos momentos que vive el País, es una clara muestra del fracaso, de la nueva política, que lo iniciara el felón Francisco Morales, hoy condenado en Italia, a cadena perpetua, por crimen de lesa humanidad. En claro,para la futura historia: Un General honesto y un Un general traidor y criminal. Los jóvenes del futuro, lo sabrán aquilatar. Saludos.
ResponderBorrarLa verdadera historia se escribe lentamente y va creciendo con el tiempo como el crepúsculo al declinar el sol , Velasco sigue viviendo en el corazón del pueblo y renacerá con la revolución popular
ResponderBorrarA mi opinión, Velasco fue y será el único militar que tuvo ideas y principios socialistas que algo pudo hacer por nuestra patria. Es evidente que la institución castrense no estaba alienado con ese principio, es por eso abundaron los traidores en sus propia fila, porque se sabe que los generales por clase son oligárquicos y servidores de los ricos, con talque a buen sueldo son sumisos y se congratulan a los poderes de los gobiernos de turno.
ResponderBorrarTambién, todo gobierno primero se asegura el respaldo de las FFAA, porque ellos son los que protegen con el uso de las armas.
Es así, hoy en día los generales son valientes para dar orden, en disolver a las marchas de protestas con el uso de bombas y perdigones que los da la ventaja, mientras que los gobiernos no tienen la creatividad para resolver las demandas sociales, más solo recurren a terruquear a los marchantes...
Por otro lado, si hoy no hemos recuperado nuestros territorios de Arica y Tarapacá es por el traidor Fco. Morales Bermúdez.
Muy interesante crónica. Sin duda Velasco dejo huella, lamentablemente en la primaria no se habla de Velasco y muchos de mi generación toman a Velasco como a alguien que destruyó al país. Nada más lejos de la realidad.
ResponderBorrarEl General Juan Velazco Alvarado dejo una huella profunda durante sus siete a~os de gobierno de facto. Hombre polemico para muchos un revolucionario con cojones para otros un resentido social que arruino al pais por varias decadas, con las reformas agraria, educativa, y la nacionalizacion de la IPC de de la refineria deTalara marca un antes y un despues de la historia politica del Peru como lo afirma el articulo. Fue el lider de la conspiracion que derroco al presidente constitucional Fernando Belaunde Terry, que por ironia de la vida regresaria 12 a~os mas tarde a la presidencia del Peru. Aun el impacto de las reformas de Velazco se ven, desaparecieron los grandes latifundios y el gamonalismo fue remplazado pero con el regreso de los civiles al poder se deshizo mucho de lo andado y ahora es otro sistema sutilmente opresivo el que rige la agricultura que beneficia a un grupo de empresarios y como siempre los trabajadores viven con sueldos minimos y sin beneficios. Parece que el lema "El patron ya no comera del sudor de tu frente" o el otro famoso "La tierra es de quien la trabaja" ahora es lo opuesto pues los nuevos patrones hacen sudar la gota gorda a sus trabajadores y la tierra es de los nuevos due~os del Peru. Que ironia no?
ResponderBorrarHombres cómo Velazco nacen cada 100 años en tampoco tiempo hizo tanto: la reforma agraria, la nacionalización de la Cerro de Pasco que era dueño de más del 50% de la superficia de la región de Junín; había determinado la hora y el día que invadiría Chile para recuperar Arica, Tarapacá y el Huascar pero a pedido del felón Morales Bermudez suspendió.
ResponderBorrarHasta hoy me estremezco recordando ese entierro. Luis Lumbreras mi esposo y yo Marcela Ríos fuimos de los que acompañamos el cortejo desde la Catedral hasta el cementerio. Encontrando a amigos de todas las banderas. Ese día fuimos un pueblo doliente que sabía que el hombre que hubiera podido cambiar el país había muerto y que el felón de Morales Bermudez atisbaba por una rendija de Palacio un homenaje que ningun otro Presidente en mis 76 años ha merecido , caras acongojada. Un feretro que parecía que volaba en no hubo dividipneshubo un pueblo doliente de todas las banderas.
ResponderBorrarEn mi casa paterna mi padre y mi abuela materna lloraban como si un familiar hubiera muerto.
Muchas gracias, Alfredo, por esta linda descripción del entierro de Velasco. A mí, y a mis amigos setentonos, nos han hecho muy bien leerlo en estes momentos del velorio de Fujimori. También tristeza porque nos parece que aquella época de Velasco, que trajo tantos cambios, abrió tantas posibilidades, quizás nunca más se repite. Por otro lado, espero que hayas asegurado que tus tan valiosos testimonios estarán siempre disponible a los historiadores. Saludos cordiales a los dos.
ResponderBorrarGracias por tus comentarios. Tuvimos mucho gusto en saber de ti. Saludos de Ana María y míos.
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