Al momento de su creación en 1950, la escuela primaria en la Gran Unidad Escolar Tomás Marsano, sólo tenía secciones de quinto y sexto. Cuando a fines del año siguiente, el ministerio de Educación decide que se elimine el sexto, en la Escuela Pre Vocacional N° 358 -que era su nombre oficial- se crearon dos secciones de cuarto para 1952. Yo ingresé a la unidad en ese año.
El colegio destacaba en los desfiles escolares desde su fundación. El 27 de julio participaba en el Gran Desfile Escolar que todos los años se realizaba en el Campo de Marte con la presencia de los colegios de los diferentes distritos de la capital. Allí disputaba honores con otras unidades escolares e incluso con el centenario Colegio Nacional Nuestra Señora de Guadalupe, de cuyo seno había nacido como un anexo en la década del 40.
El colegio destacaba en los desfiles escolares desde su fundación. El 27 de julio participaba en el Gran Desfile Escolar que todos los años se realizaba en el Campo de Marte con la presencia de los colegios de los diferentes distritos de la capital. Allí disputaba honores con otras unidades escolares e incluso con el centenario Colegio Nacional Nuestra Señora de Guadalupe, de cuyo seno había nacido como un anexo en la década del 40.
El 28 de julio se realizaban los desfiles escolares en los distintos distritos de Lima. Evidentemente, en cada uno de ellos sobresalía una unidad escolar. Ricardo Bentín en el Rímac, Pablo Cánepa en La Victoria, Melitón Carvajal en Lince, Emilia Nosiglia en Breña, Alfonso Ugarte en San Isidro o Bartolomé Herrera en Magdalena. Y por cierto, Tomás Marsano en Surquillo, distrito recién fundado a mediados de 1949. Siendo surquillanos un gran número de los estudiantes, la presencia de nuestra unidad escolar ganaba entusiastas aplausos del público que gustaba asistir a esas jornadas. Además en el desfile no tenía competencia, ya que sólo marchaban escuelas primarias y quizá un par de pequeños colegios particulares.
Pero antes de crearse la unidad en el año 1950, su principal integrante, el colegio nacional de secundaria Ricardo Palma, tenía su local en Miraflores. Además todo el flamante distrito de Surquillo había sido parte de Miraflores Por esas razones se hizo costumbre por esos años que terminando el desfile en Surquillo, los estudiantes de la Unidad –buena parte miraflorinos- se dirigieran manteniendo sus agrupamientos y marchando ordenadamente a la avenida Larco de Miraflores para participar en el desfile de ese distrito y rememorar la rivalidad que en esos eventos había tenido con colegios particulares, especialmente el Champagnat.
En todas esas ocasiones, un rasgo característico de nuestra unidad escolar era su excelente banda de música –que contaba con más de 100 integrantes- que no tenía problemas de, además de desfilar con su propio colegio, tocar para todos los demás centros de estudio en Surquillo y marchar también tocando desde Surquillo a Miraflores y de regreso a la Unidad.
En todas esas ocasiones, un rasgo característico de nuestra unidad escolar era su excelente banda de música –que contaba con más de 100 integrantes- que no tenía problemas de, además de desfilar con su propio colegio, tocar para todos los demás centros de estudio en Surquillo y marchar también tocando desde Surquillo a Miraflores y de regreso a la Unidad.
LOS BAJOS NO DESFILÁBAMOS
Las compañías para el desfile sólo las integraban estudiantes de secundaria: común, industrial y comercial. A los alumnos de primaria sólo les quedaba asistir de espectadores debido a que, con buen criterio, se consideraba que no estaban en edad para tolerar las horas de pie, las caminatas y el esfuerzo de marchar con paso marcial en la parte culminante de cada desfile. Y aquellos que fueran simples espectadores por cierto lo tenían que hacer sin uniforme, ya que no se trataba de mal usar un uniforme que era para ir a clases o participar en desfiles, no para pasearse por las calles en días de no asistencia al colegio.
En 1954 y 1955, en los dos primeros años de secundaria, cuando se suponía que ya nos correspondía desfilar, un buen número de escolares no lo hicimos. La razón era que por nuestro escaso tamaño daríamos apariencia menos gallarda a los destacamentos de la Unidad. Sólo quedaba esperar crecer un poco. En el verano del 56 muchos pegaron el “estirón”. Para los ensayos del desfile de junio de ese año ya todos los estudiantes de tercero de secundaria calificamos, aunque algunos sólo lo hicimos para la última fila de las compañías. Pero en todo caso, pensaba yo, después de ingresar a Tomás Marsano cinco años antes podía decir ya que había desfilado para Fiestas Patrias.
Julio de 1956 fue el último mes del gobierno del general Manuel A. Odría. Fue también el momento de su ocaso. El candidato que apoyaba, don Hernando de Lavalle, había perdido las elecciones el mes anterior. Las había ganado el expresidente Manuel Prado Ugarteche con los votos del partido aprista, agrupación a la que Odría había proscrito mientras perseguía y encarcelaba a sus militantes. Por si fuera poco, quedó segundo en esos comicios Fernando Belaunde, a quien se le había pretendido impedir la inscripción como candidato. Y además, Odría no terminaba de recuperarse de la fractura de una pierna que se le había quebrado en una estrepitosa caída. Accidente ocurrido cuando se encontraba en una gran borrachera, según comentaban algunos. En todo caso, esa fractura en la pierna fue la razón que se dio para que el general no acudiera al Congreso a entregar el mando a Prado. El accidente motivó también que en los años siguientes se le denominara como “el general de la alegría”.
En 1954 y 1955, en los dos primeros años de secundaria, cuando se suponía que ya nos correspondía desfilar, un buen número de escolares no lo hicimos. La razón era que por nuestro escaso tamaño daríamos apariencia menos gallarda a los destacamentos de la Unidad. Sólo quedaba esperar crecer un poco. En el verano del 56 muchos pegaron el “estirón”. Para los ensayos del desfile de junio de ese año ya todos los estudiantes de tercero de secundaria calificamos, aunque algunos sólo lo hicimos para la última fila de las compañías. Pero en todo caso, pensaba yo, después de ingresar a Tomás Marsano cinco años antes podía decir ya que había desfilado para Fiestas Patrias.
Julio de 1956 fue el último mes del gobierno del general Manuel A. Odría. Fue también el momento de su ocaso. El candidato que apoyaba, don Hernando de Lavalle, había perdido las elecciones el mes anterior. Las había ganado el expresidente Manuel Prado Ugarteche con los votos del partido aprista, agrupación a la que Odría había proscrito mientras perseguía y encarcelaba a sus militantes. Por si fuera poco, quedó segundo en esos comicios Fernando Belaunde, a quien se le había pretendido impedir la inscripción como candidato. Y además, Odría no terminaba de recuperarse de la fractura de una pierna que se le había quebrado en una estrepitosa caída. Accidente ocurrido cuando se encontraba en una gran borrachera, según comentaban algunos. En todo caso, esa fractura en la pierna fue la razón que se dio para que el general no acudiera al Congreso a entregar el mando a Prado. El accidente motivó también que en los años siguientes se le denominara como “el general de la alegría”.
CUANDO DEBÍ DESFILAR POR PRIMERA VEZ, SE SUSPENDIÓ EL DESFILE
En los primeros días de ese mes de julio hubo una huelga escolar protestando por la anulación del pasaje escolar y aunque poco después se restituyó, se produjeron marchas y contramarchas del gobierno sobre el tema así como muchas movilizaciones escolares en los días posteriores (Ver crónica “Cuando las lecciones se reciben en casa”
del 29 de octubre de 2012). El día 27 se debía realizar el desfile escolar en el Campo de Marte. Era el último día de Odría como presidente y sus incondicionales estaban seguros que, más allá de marcialidad en el paso por la tribuna oficial, los miles de alumnos de todo Lima lo iban a despedir por lo menos con una sostenida silbatina. Y no querían que esa fuera la última imagen con la que el general terminara su gobierno. Por esa razón, dos o tres días antes, el desfile fue oficialmente suspendido.
Esa suspensión fue el motivo por el que nunca desfilé como integrante de la GUE Tomás Marsano. Lo haría recién en 1957 cuando cambió de nombre a Ricardo Palma, aunque siempre en la última fila.
Esa suspensión fue el motivo por el que nunca desfilé como integrante de la GUE Tomás Marsano. Lo haría recién en 1957 cuando cambió de nombre a Ricardo Palma, aunque siempre en la última fila.
Un año después, ya en quinto de secundaria, una parte de mis compañeros y amigos integraban la escolta o eran brigadieres. Es decir, lucían una especie de cordón de hilo trenzado alrededor del hombro derecho y un bastón de mando de color blanco. Los brigadieres dirigían cada compañía y cada sección en que estaba dividido el contingente estudiantil. Creo que eran ocho o nueve compañías y cada una de ellas con tres secciones de nueve filas de a tres cada una. Por cierto que también había un brigadier general.
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