El 29 de
agosto de 1961 resultó muy largo, demasiado largo. Levantarse muy temprano
después de un exitoso mitin la noche anterior en la Plaza de Armas de Puquio,
con el diputado Héctor Cornejo Chávez y el ingeniero Rafael Cubas Vinatea como
oradores de fondo. Cornejo Chávez era candidato a la Presidencia para las
elecciones de 1962, mientras que Cubas -ingeniero agrónomo afincado desde unos
diez años atrás en Huánuco- era candidato a la segunda vicepresidencia. Después
de tomar desayuno en uno de los dos o tres hoteles de Puquio, ciudad a más de
3800 metros sobre el nivel del mar, salimos rumbo a Chalhuanca donde se debía
hacer un mitin a las cinco de la tarde.
En el camino por enésima vez más le dijimos de todo a Efraín Lévano, quien se había encargado de contratar los automóviles en que nos movilizábamos. Eran dos excelentes vehículos y dos experimentados pilotos, pero pertenecían a la ruta de colectivos de Lima a Tacna, es decir, habitualmente viajaban a lo largo de toda la pavimentada carretera Panamericana Sur, por lo que ambos vehículos no estaban preparados para los caminos afirmados de la sierra. Cada vez que nos encontrábamos con un trecho del camino que los pesados camiones habían hundido con sus llantas en la época de lluvias, la parte inferior de los automóviles rozaba el montículo que había quedado al centro y teníamos que bajarnos para aliviarlos de peso y caminar ese trecho. Y eso ocurrió no un par de veces sino doce o quince en el trayecto a Chalhuanca.
En el camino por enésima vez más le dijimos de todo a Efraín Lévano, quien se había encargado de contratar los automóviles en que nos movilizábamos. Eran dos excelentes vehículos y dos experimentados pilotos, pero pertenecían a la ruta de colectivos de Lima a Tacna, es decir, habitualmente viajaban a lo largo de toda la pavimentada carretera Panamericana Sur, por lo que ambos vehículos no estaban preparados para los caminos afirmados de la sierra. Cada vez que nos encontrábamos con un trecho del camino que los pesados camiones habían hundido con sus llantas en la época de lluvias, la parte inferior de los automóviles rozaba el montículo que había quedado al centro y teníamos que bajarnos para aliviarlos de peso y caminar ese trecho. Y eso ocurrió no un par de veces sino doce o quince en el trayecto a Chalhuanca.
Al
mediodía, en un solitario tambo en medio de la
desolada vía, paramos para almorzar lo único que allí se servía: arroz con
huevo. Si bien el hambre nos daba para devorar cualquier plato, esos huevos nos
parecieron raros aunque igual los comimos. Eran más grandes y con yema menos
amarilla que lo habitual, aparte que el aceite en que estaban fritos era
sobreviviente de decenas de usos previos. Al mirar por la única ventana que
daba hacia afuera y buscar qué gallinas los habían puesto, comprobamos que las patas,
aun las semisalvajes, también ponen huevos…
Llegamos a Chalhuanca con bastante retraso, el intenso frio hizo que el mitin fuera relativamente rápido y luego de comer algo que los pocos simpatizantes nos invitaron, seguimos viaje a Abancay, capital del departamento de Apurímac, ciudad que con sus 2300 metros de altitud y el abrigo de altas montañas, nos resultó aun a cerca de la medianoche, bastante agradable.
Dejamos
instalados a Cornejo y Cubas en el Hotel de Turistas de la ciudad y comenzamos
a buscar algún tipo de alojamiento más económico para el resto: Federico
Velarde, Luis Alarco, Efraín Lévano, Remigio Pérez, César Carmelino y yo. Tarea
inútil. En esa época, los ómnibus que hacían la ruta del Cusco a Lima,
realizaban una parada para que los pasajeros durmieran en Abancay y copaban los
pocos hoteles existentes. La respuesta en los tres o cuatro hotelitos de media
estrella o estrellados que encontramos fue siempre la misma: regresen a las
seis y media de la mañana, luego que se desocupan las camas porque los viajeros
continúan su ruta. Así un par se acomodó en los automóviles estacionados frente
al hotel que parecía tener tres cuartos de estrella y en los que ya dormitaban
los choferes.
Llegamos a Chalhuanca con bastante retraso, el intenso frio hizo que el mitin fuera relativamente rápido y luego de comer algo que los pocos simpatizantes nos invitaron, seguimos viaje a Abancay, capital del departamento de Apurímac, ciudad que con sus 2300 metros de altitud y el abrigo de altas montañas, nos resultó aun a cerca de la medianoche, bastante agradable.
PINTANDO
PAREDES MIENTRAS SE DESOCUPABA HOTEL
La noche se presentaba larga para el resto. Para disipar el sueño, distraernos y entrar en calor, decidimos sacar algo de pintura de la maletera de un carro y ponernos a pintar paredes con los lemas partidarios. Eran ya como las dos de la mañana y quedamos en encontrarnos a las seis. Total, pensamos, la ciudad no era tan grande y tendríamos la oportunidad de recorrerla casi toda.
Después de un par de pintas lentamente plasmadas en paredes de las calles desiertas y silenciosas, terminé en la Plaza de Armas frente a una pared blanca y grande. Como deben saberlo quienes hayan tenido experiencia en estos trajines, una pared así resultaba irresistible. Terminaba ya con la pinta, cuando sentí que alguien estaba muy cerca. Era un guardia civil. Y creo que fue la única vez que sentí satisfacción que me hubiesen sorprendido. Ya la hice, pensé, en la comisaría tendré por lo menos dónde dormir bajo techo y no se me ocurrió ni siquiera discutir con el policía.
Cuando llegamos a la comisaria escuché voces y carcajadas muy altas y cuando miré en una oficinita de la entrada un escritorio lleno de botellas de cerveza, recién reparé que se iniciaba el 30 de agosto, día de Santa Rosa de Lima, Patrona de la Benemérita Guardia Civil del Perú. Al mismo tiempo me di cuenta que en las oficinas situadas en el interior se había comenzado a celebrar bastante antes. No había llegado en el mejor momento, ni mucho menos.
LIBRE
DIEZ MINUTOS DESPUÉS DE SER DETENIDO
El
guardia que me había llevado se acercó a hablar con un joven teniente y
seguramente contarle que “el menor de edad de 19 años, que dice ser natural de
Lima, de ocupación estudiante y sin más identificación que una partida de
nacimiento, ha sido sorprendido en circunstancias que….”.
El oficial se me
acercó y se produjo el siguiente diálogo:
-
Qué
estaba pintando….
-
Propaganda
electoral.
-
Propaganda
sediciosa querrá decir….
-
No,
electoral del Partido Demócrata Cristiano.
-
Demócrata
¿qué?
-
Demócrata
Cristiano.
-
Imposible,
no puede ser.
-
Como
que no…
-
Le digo
que eso no es posible.
-
Pero si
he escrito Cornejo Chávez, presidente 1962, Partido Demócrata Cristiano.
-
Le he
dicho que no puede ser….
-
Oiga si
quiere mande un guardia para que lea la pinta.
-
Seguro
que ha escrito la palabra cristiano
-
Segurísimo
-
Oiga y
si es cristiano por qué carajo ha malogrado la pared del Obispado….
Después de lo cual, dijo que debido a que era el día de la Benemérita Guardia Civil iba a pasar por alto mi falta y que podía irme incluso llevándome mi pintura, pero que no se me ocurriera meterme con las instalaciones eclesiásticas. Luego de lo cual, regresó a seguir celebrando.
Mientras yo caía en cuenta que por algo esa pared blanca me había parecido tan hermosa, también se diluía mi esperanza de pasar bajo techo las siguientes tres o cuatro horas…
Quienes con Alfredo, y otros personajes de la política peruana, hemos pintado paredes en cumplimientode nuestro compromiso militante nos ha ocurrido anécdotas diversas. Hoy, a la distancia, no queda mas que sonreír al recordar escenas semejantes. Un abrazo Flaco!!
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