En el
mes de junio de 1965, el Perú fue conmocionado por la aparición de grupos
guerrilleros en el centro y sur del país. Los integrantes del MIR, Movimiento
de Izquierda Revolucionario, se habían levantado en armas y al estilo de los
triunfantes guerrilleros del Movimiento 26 de julio de Cuba en 1959, intentaban
derrocar al gobierno del presidente Fernando Belaunde, enfrentando al Ejército
Peruano.
El MIR
era liderado por Luis de la Puente Uceda, miembro de una destacada familia
trujillana, líder juvenil aprista de finales de los años cuarenta y que en
octubre de 1959, había encabezado a un pequeño grupo que renunció a la militancia
en plena VI Convención Nacional del Partido Aprista Peruano, abandonando el
evento entre el abucheo de los asistentes. Los disidentes se identificarían en
mayo del año siguiente como Apra Rebelde y luego de un par de años, adoptarían
el nombre de Movimiento de Izquierda Revolucionario.
Comenzaron
a llegar informaciones sobre los enfrentamientos y la muerte de policías e
integrantes del grupo guerrillero, generando una ola de pesadumbre en el país.
Debemos pensar que a mediados de los 60, nadie imaginaba la locura homicida del
terrorismo de los años ochenta, sino en movimientos guerrilleros tratando de
realizar una gesta como la realizada en Cuba de los años cincuenta. Pero al
hacer la comparación, resultaba que en la década anterior en ese país caribeño existía
una férrea dictadura, un tirano caprichoso y un ejército desmoralizado por la
corrupción que lo corroía, mientras que en el Perú, aunque con imperfecciones
ciertamente, había una democracia vigente, un presidente democráticamente elegido
y una Fuerza Armada que poco antes había cumplido con su palabra al tomar el gobierno
sólo por un año, para evitar un fraude y organizar elecciones libres.
FRIVOLIDAD
EN EL PEOR MOMENTO
En medio
de esas informaciones, en la capital se conoció otra noticia: en el exclusivo
Club Nacional el primer sábado de julio se realizaría el “Baile de Debutantes”,
fiesta en la que las jovencitas integrantes de las familias adineradas de la
capital, asistirían a su primera recepción de gala. En algunas informaciones se
puso especial empeño en destacar que las jóvenes lucirían elegantes vestidos especialmente
mandados a confeccionar incluso en el extranjero, el valor de las joyas de las
familias a exhibir, la calidad de los licores importados con los que se
brindaría, etc.
En la
Juventud Demócrata Cristiana nos indignamos por la frivolidad en un ambiente
que sentíamos casi de duelo nacional. Un día antes se corrió rápidamente la
consigna entre los militantes más allegados. El sábado 3 de julio a las 10 de
la noche nos encontraríamos en el portal Pumacahua de la Plaza San Martín.
Aunque en realidad muy pocos conocían el portal por ese nombre, por lo que se
optó por decir al costado del Versalles, café bastante visitado por nosotros en
esa época. Un par de pancartas alusivas al tema y otro par con las siglas de la
DC era lo previsto para una protesta simbólica que pensábamos sería una marcha
relámpago que duraría 5 a 10 minutos.
Pero a
alguien se le ocurrió llevar también un bombo, porque creo recordar había
conocido que se usaba para marchas en algún otro país. Lo compró y ese día llevó
el ruidoso instrumento musical. No estoy seguro si ya se había utilizado
anteriormente, pero aunque así hubiese sido, para los efectos prácticos esa
noche el bombo resultó el principal protagonista del Baile de Debutantes.
LA NOCHE
DEL BOMBO
Hay que
imaginar el escenario. La Plaza San Martín como siempre muy iluminada. Al
costado del cine Colón, la imponente edificación de estilo francés del Club
Nacional -que actualmente se conserva igual- con hermosas lámparas encendidas
en su interior, según se observaba a través de los grandes ventanales, y
totalmente iluminada la terraza exterior, donde los invitados más puntuales se
habían apostado para ver la llegada de los otros. En la puerta principal del
Club, parejas de jóvenes y mayores, ingresando de vestido largo y pieles ellas,
de esmoquin ellos. Una docena de policías tratando de ordenar el tránsito en
esa cuadra del jirón de la Unión, prácticamente interrumpido salvo para los
autos que se detenían para dejar a los invitados. Un grupo de policías, de los
llamados guardias de asalto, en las cercanías y centenares de curiosos formando
un gran semicírculo para ver el espectáculo. Todo mientras se escuchaba a una
orquesta tocar música suave por los altoparlantes instalados en la terraza.
A pocos
metros de la mitad de la plaza, por la pista que termina en el Club Nacional,
alrededor de las diez y media de la noche, unos sesenta jóvenes demócratas
cristianos, encabezados por unas pancartas y sólo con el ruido generado por el
bombo, iniciamos la marcha. En los siguientes dos o tres minutos sucedieron
varias cosas simultáneamente: los curiosos aplaudieron, la guardia de asalto se
quedó mirando más con extrañeza que con afán represivo, varios chillidos y
algún grito destemplado se escucharon en la terraza, los autos que avanzaban para
dejar a los invitados se detuvieron, mientras la marcha seguía avanzando
lentamente. Todo, salvo el sonido del bombo, parecía suceder en cámara lenta.
DEL
BAILE NUNCA MÁS SE HABLÓ
De
pronto hubo una atronadora explosión. Luego se conocería que alguien lanzó un
petardo a un oscuro callejón que quedaba entre el club y el cine, una especie
de escape que nadie utilizaba y que permanecía sin luz. El estallido en un
lugar tan encerrado explica el gran estruendo. Allí se acabó la cámara lenta.
La guardia de asalto se abalanzó con sus varas contra los manifestantes, éstos
comenzaron a gritar consignas, se tiraron bombas lacrimógenas que afectaron
también a los curiosos que iniciaron sostenida silbatina contra la policía, el
grupo de fotógrafos que cubría la entrada del baile corrió a tomar fotos de la
golpiza, en tanto la música cesaba en el club y las jóvenes de vestidos largos
salían corriendo de la terraza. Todo ello, mientras el gas lacrimógeno se
expandía democráticamente en la plaza y en el club.
Ahí
acabó la marcha. No hubo detenidos entre los manifestantes que se retiraron de
la plaza, aunque algunos seríamos detenidos días después. Esa noche sí fue arrestada
Dalmacia Samohod, una
talentosa actriz de teatro que estaba en un café cercano y que salió para ver lo
que pasaba y protestó enérgicamente al ver la paliza que la policía estaba propinando
a los jóvenes.
Entre
los golpeados quien llevó la peor parte fue Luis Montero -que meses antes había
sido candidato a la presidencia de la federación de estudiantes de San Marcos
por el FESC, frente estudiantil social cristiano- que recibió varazos en la
cara.
Una
media hora después los manifestantes se reencontraron en el local de la DC, muy cerca de la Plaza
Bolognesi, en la cuadra 14 de la avenida Alfonso Ugarte. Los jóvenes militantes
celebraban el debut del bombo. Y principalmente felicitaban a su entusiasta
portador, Guillermo Miranda Chávarri, cuya sordera generaría más de un problema
en los días siguientes cuando lo interrogaba la policía sobre la participación
en la marcha. Pero esa es otra historia.
Al día
siguiente, casi todos los periódicos informaron de la protesta, destacando en
algún caso que se trataba de integrantes de uno de los partidos de gobierno. Ni
ese día, ni en los días siguientes, se informó en los medios de comunicación sobre
el desarrollo del Baile de Debutantes.
Buenas noches, estimado Sr Filomeno quisiera poder contactarlo para conversar acerca d este tema que me apasiona muchisimo, gracias.
ResponderBorrarEnvíeme su correo electrónico para ponerme en contacto. Gracias
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