sábado, 29 de junio de 2024

LOS VETOS RECIBIDOS CON HUMOR (1980)

Retrocedo casi 45 años, a mediados de 1980. Se habían realizado las elecciones generales el 18 de mayo y Fernando Belaunde Terry -derrocado doce años antes por la Fuerza Armada, encabezada por el general Juan Velasco Alvarado- había sido elegido nuevamente como presidente de la república. Estaban previstos el cambio de gobierno el 28 de julio y las elecciones municipales en noviembre. La izquierda cuya presencia electoral para la Asamblea Constituyente, sólo dos años antes, llegó al 30% había disminuido a menos de la mitad, al 14% de los votos.

Hubo cinco listas de partidos de izquierda que se presentaron para las elecciones constituyentes de 1978 y fue un sentimiento generalizado que se debía buscar la unidad para llevar un solo candidato presidencial, una sola lista para el Senado y también listas unificadas para diputados en cada uno de los departamentos en 1980. Hubo múltiples conversaciones entre los dirigentes izquierdistas, pero al final se llegaron a presentar seis candidatos presidenciales. Solo dos de los siete partidos de izquierda legalmente habilitados para participar en las elecciones lograron concretar una alianza. Ante los resultados de las elecciones generales, varios comentaristas políticos sostuvieron que la significativa disminución de los votos de la izquierda era un “castigo” por la incapacidad demostrada para lograr la unidad.

LA UNIDAD ERA IMPERATIVA EN 1980

Junto con el Partido Comunista Peruano, PCP, el Partido Socialista Revolucionario, PSR, había registrado ante el Jurado Nacional de Elecciones una alianza electoral que se denominó Unidad de Izquierda y que integraron también -aunque no tenían inscripción legal- el Partido Vanguardia Revolucionaria, PVR, el MIR por el Socialismo y el Comité de Orientación Revolucionaria, COR. Inicialmente la alianza también la conformó el Frente Obrero, Campesino, Estudiantil y Popular, FOCEP, pero la abandonó menos de 45 días después de fundada. Esa alianza de sólo dos partidos fue la única que participó las elecciones generales. Debo recordar que en los cuatro o cinco meses que duró la alianza electoral, salvo algunas fricciones al momento de definir las listas de parlamentarios, no hubo mayores conflictos internos. La crisis mayor se produjo con el inesperado abandono de la alianza por parte del FOCEP, que rápidamente superamos (Ver crónica “Candidato nos avisó por los diarios que se iba” del 29 de noviembre de 2019).

Conocido el resultado de las elecciones, la mayoría de los dirigentes de las distintas agrupaciones izquierdistas fuimos conscientes del mensaje del electorado y, antes que terminara ese mes de mayo, comenzaron los contactos entre las distintas agrupaciones, iniciándose conversaciones para coordinar algunas acciones de protesta en la parte final de la “segunda fase” del gobierno militar que encabezaba el general Francisco Morales Bermúdez, así como para intentar organizar conjuntamente el trabajo parlamentario en el cual prácticamente no se tenía experiencia y buscar la mejor forma para enfrentar los comicios municipales que Belaunde convocó para el 23 de noviembre.

En otras crónicas he relatado mis experiencias en las reuniones que culminaron en la fundación de Izquierda Unida, IU, en el mes de septiembre. Visto más de cuatro décadas después el logro más recordado de la existencia de este frente político fue el triunfo en las elecciones municipales de 1983, que llevó a la alcaldía de Lima a Alfonso Barrantes Lingán, el indiscutible líder de IU (Ver crónica “Barrantes triunfante en Lima” del 25 de noviembre de 2018).

Al momento de fundarse se instituyó el Comité Directivo Nacional de Izquierda Unida, CDN-IU, con un representante por cada partido y dos por cada frente. Los fundadores fueron cuatro partidos:  FOCEP, el PCP, el Partido Comunista Revolucionario (PCR) y el PSR, junto con dos frentes: Unidad Democrático Popular, UDP, y Unión de Izquierda Revolucionaria, UNIR. Por el PSR integraba ese comité el diputado Antonio Meza Cuadra, secretario general del partido, y yo era su alterno. Desde marzo de 1982 lo relevó el senador Enrique Bernales, nuevo secretario general del partido, y se me mantuve como alterno. Años después en julio de 1986, al ser electo como secretario general del PSR, asumí como miembro titular del CDN-IU.

ME ESPECIALICÉ EN DIALOGAR CON OTROS PARTIDOS

Como en noviembre de 1976, al momento de la fundación del PSR, con mis 34 años era uno de los que más experiencia política tenían -había sido militante del Partido Demócrata Cristiano desde 1959 hasta 1971, integrando su comité ejecutivo nacional durante cuatro años- fue casi natural que desde las primeras oportunidades en que hubo que buscar coordinar con otras fuerzas políticas se me considerara para integrar la delegación partidaria. Esto se realizó con mayor asiduidad cuando se estaba organizando el paro nacional del 19 de julio de 1977 (Ver crónica “Izquierda: encuentros y desencuentros” del 20 de febrero de 2015). Los otros dirigentes del PSR consideraban que tenía capacidad de dialogar para buscar consensos, además de bastante paciencia para pasarme horas escuchando a otros, a pesar de mi total discrepancia con lo que sostenían. Por otro lado, en la etapa inaugural de IU una cierta incomodidad para participar en reuniones con otros partidos, junto con una total confianza en mi desempeño por parte de Meza Cuadra, hizo que muchas veces fuera yo el que firmara acuerdos multipartidarios, incluyendo la fundación del frente izquierdista.

Para todos los efectos en las conversaciones posteriores a las elecciones presidenciales, participamos como PSR y no como integrantes de Unidad de Izquierda, que quedó legalmente disuelta concluido ese proceso electoral. Desde inicios de junio hasta la segunda semana de setiembre en que se fundó IU asistí a no menos de cuarenta reuniones en que algunas veces participaron cerca de treinta organizaciones. Considerando que en algunos casos se trataba de frentes con varios integrantes e iban representantes de todos. Algunas veces acompañé a Meza Cuadra, otras veces asistí con otro dirigente nacional del PSR, Manuel Benza, alguna otra con Enrique Bernales y gran parte de las ocasiones asistí solo. Con varios de los partidos tuvimos reuniones bilaterales en la que participamos además de los nombrados otros dirigentes del PSR. Pero en general todas las conversaciones bilaterales sirvieron para llegar al acuerdo de fundar IU como en más de una ocasión he narrado (Ver crónica “Dialogar para buscar la unidad” del 21 de agosto de 2015).

TOMAR TIEMPO PERDIDO CON BUEN HUMOR

En esta oportunidad quiero referirme a una insistencia inexplicable que percibí para que participaran en las reuniones tres organizaciones trotskistas: el Partido Revolucionario de los Trabajadores, PRT, el Partido Obrero Marxista Revolucionario, POMR, y el Partido Socialista de los Trabajadores, PST. Habían ido juntas en las elecciones presidenciales llevando a sus principales líderes en la fórmula presidencial. A Hugo Blanco (PRT) como candidato a la presidencia y a Ricardo Napurí (POMR) y a Enrique Fernández Chacón (PST) como candidatos a las vicepresidencias. Habían logrado elegir dos senadores (Napurí e Hipólito Enríquez del PRT) y tres diputados: Blanco y Fernández Chacón por Lima y Emeterio Tacuri (PRT) por Puno.

La mayoría de los convocados en las reuniones para analizar la participación en las elecciones municipales, ya a inicios de agosto, insistía que había que intentar la participación de los agrupaciones trotskistas. Nosotros evitábamos tocar el punto en las reuniones porque con nosotros ni siquiera intercambiaban palabras. De hecho para los trotskistas todo frente era “sin patrones ni generales” y el presidente del PSR era el general Leonidas Rodríguez que había sido deportado por Morales Bermúdez junto con otro dirigente del partido, el también general Arturo Valdés, y otros militares retirados.

Los del PSR no entendíamos que se hiciera esfuerzos para lograr la participación de agrupaciones que no estaban dispuestas a trabajar unitariamente. Integrantes de otras agrupaciones como UDP y UNIR así como también el PCR, nos habían comentado que el intento de formar un gran frente para las elecciones presidenciales recientes, denominado Alianza Revolucionaria de Izquierda, ARI, había estallado a fines de febrero por culpa del juego desde dentro y desde fuera de los sectores trotskistas. Puedo decir que por lo menos una tercera parte de las reuniones las hubiéramos ahorrado sin la participación de partidos que prácticamente todos sabíamos no iban a quedar hasta el final. Eran principalmente algunos de las agrupaciones que integraban UDP dónde se insistía más en tratar de que se integraran a la alianza en formación.

Los largos discursos, la oposición a cualquier asomo de consenso o los vetos explícitos no los tomaba en serio, más bien con buen humor. Debo admitir que en las reuniones en las que los trotskistas lanzaban peroratas para justificar sus posiciones, señalando directamente que ellos no podían estar en un frente con patrones o generales, yo sólo sonreía o hacía una breve interrupción. Alguna vez pregunté si podía añadirse al lema de “sin patrones ni generales” la frase “ni tampoco con sus hijos” haciendo referencia a algunos de los presentes hijos de comerciantes de provincias o de integrantes de los altos mandos de las fuerzas armadas o policiales. Mi tono fue siempre de frases burlonas aunque respetuosas, como forma de manifestar que hablar con ellos era poco serio. Incluso en alguna oportunidad, cuando uno de sus jóvenes dirigentes con acento bonaerense reiteraba argumentos ya dichos, pedí hacerle una consulta y señalándole su impecable vestimenta le pregunté por la dirección del sastre que tan elegantemente lo vestía. Las carcajadas fueron generales.

Nunca entendí por qué perdíamos tanto tiempo en dialogar con un sector que no estaba dispuesto al llegar a ningún acuerdo. Más de una vez he recordado una madrugada, en que en un sector alejado de un amplio salón donde se estaba debatiendo, conversábamos con Carlos Tapia -dirigente de un MIR, integrante de la UDP- mientras al otro extremo un dirigente trotskista alargaba una reunión. Alguien se nos acercó y nos comentó que eran incomprensibles los “trotskos”, ya que parecía que no querían llegar a la unidad. De eso se trata no se pueden juntar con nosotros, dijo Carlos y añadió “todos nosotros somos distintos, incluso muy distintos pero de la misma clase de vertebrados, como perro, gato, tigre, toro, conejo, elefante, caballo o jirafa, es decir todos somos mamíferos. En cambio ellos son peces, son de otra clase…” Esa fue la mejor explicación que escuché para el rechazo de los trotskistas a unirse con todas las agrupaciones de izquierda…

DISTINTA SERÍA LA UNIDAD PARA GOBERNAR

Justamente en esos días, un comunicado firmado por Tapia y yo junto con Manuel Dammert, secretario general del PCR, proclamando la candidatura de Barrantes a la alcaldía de Lima había desatado discusiones que en realidad desbloquearon las conversaciones que eran repetidamente trabadas (ver crónica “Lanzamiento de Barrantes para forzar la unidad” del 28 de enero de 2014). Como dije en esa crónica, faltaban demasiados años para darnos cuenta de que la unidad es relativamente más fácil para oponerse a un gobierno -en la medida que hay diferencias que importan poco- que para intentar ser gobierno, caso en que las diferencias importan mucho y pueden ser las que determinen la inviabilidad de un proyecto…


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