Realizadas las elecciones generales del 18 de mayo de 1980 después de
las cuales se restablecería el régimen democrático en el Perú, no era nada
alentador el panorama que se nos presentaba a quienes integrábamos el Partido
Socialista Revolucionario. Su presidente, el general Leonidas Rodríguez, había
quedado sexto entre los candidatos presidenciales, con apenas 2.9% de los votos
válidos.
Además del ganador y presidente electo, Fernando Belaunde Terry,
fundador y líder de Acción Popular que había obtenido el 44,9%, habían
superado a Leonidas: Armando Villanueva del Partido Aprista con un 27.2%, Luis Bedoya Reyes
de Partido Popular Cristiano con 9.6%, el trotskista Hugo Blanco con un 4% y
Horacio Zevallos de la Unión de Izquierda Revolucionaria con 3,4%.
No era mucho consuelo haber superado a Carlos Malpica de la Unidad
Democrática Popular que obtuvo el 2.5 %, a Roger Cáceres Velásquez del Frente
Nacional de Trabajadores y Campesinos que llegó a 2 % y a Genaro Ledesma del
Frente Obrero Campesino, Estudiantil y Popular, FOCEP, que alcanzó a 1.5%.
También a Carlos Carrillo Smith de la Unión Nacional Odriísta, Javier Tantaleán
Vanini de la Organización Política de la Revolución Peruana, Gustavo Mohme Llona
de Acción Política Socialista, Alejandro Tudela Garland del Movimiento
Democrático Peruano, Waldo Fernández del Movimiento Popular de Acción e
Integración Social y Luciano Castillo del viejo Partido Socialista del Perú,
todos ellos por debajo del 0.5 %.
DURO REVÉS PARTIDARIO
El resultado electoral era más grave aún. El PSR había ido aliado con
el Partido Comunista Peruano y otros partidos menores que no tenían
inscripción. En las elecciones de la Constituyente, el PSR había alcanzado el
6.6% y el PCP el 5.9% de los votos. Es decir, en las elecciones presidenciales
obtuvimos juntos menos de la cuarta parte de lo que habíamos conseguido por
separado. Sólo conseguimos la elección de Enrique Bernales como senador y
Antonio Meza Cuadra –secretario general del PSR en esos momentos- como
diputado. La alianza entre ambos partidos con inscripción en el Jurado Nacional
de Elecciones se denominó Unidad de Izquierda y tuvo como símbolo electoral una
bandera, que meses después fue propuesta y aceptada para ser el símbolo de
Izquierda Unida.
La sensación de haber quedado muy golpeados obedecía a varias razones.
En primer lugar, nuestro partido de casi el 7% había bajado a compartir menos
del 3%. En segundo lugar, nuestra alianza con el PCP había desdibujado nuestro
perfil de partido de izquierda nacional, por más que nosotros tratamos en todo
momento de señalar que con ese partido teníamos objetivos comunes pero no
identificación ideológica. En tercer lugar, a los ataques que recibíamos por
ser “velasquistas” se unieron las afirmaciones que éramos utilizados como
“tontos útiles” por los comunistas. En cuarto lugar, el enfrentamiento de toda
una década al PC –con calificativos como revisionistas o socialimperialistas-
de los partidos de la llamada “nueva izquierda”, agrupados principalmente en la
UDP, se extendió a nosotros señalándonos despectivamente como reformistas. En
quinto lugar, previamente al inicio de la campaña electoral cuando se
realizaban esfuerzos para tener un único candidato de la izquierda, Hugo Blanco
nos marginó de cualquier conversación con el lema “sin patrones ni generales” y esa era una posición que se repetía
pasadas ya las elecciones a pesar que el fenómeno electoral que significó
Blanco en las elecciones para la Asamblea Constituyente, se había diluido en
las elecciones presidenciales.
NECESIDAD DE CONVERSACIONES Y PERSISTIR EN EL DIÁLOGO
Pero independientemente de lo golpeado que había quedado nuestro
partido, el resultado electoral obligaba a sumar esfuerzos entre las
agrupaciones del campo popular. Justamente, el PSR había levantado el lema de
“no reconocemos enemigos en la izquierda” como manera de señalar que con todas
las grandes diferencias ideológicas y programáticas con los otros partidos de izquierda,
se podían ventilar diferencias de enfoque pero, al ser representativos de
diversos sectores populares, pertenecíamos todos al campo popular y por lo
tanto no podían ser enemigos porque ningún sector del pueblo podía serlo. El
adversario político estaba al frente entre quienes privilegiaban la defensa de
los grandes intereses. A partir de esta definición, considerábamos muy
importante encontrar la confluencia de los distintos sectores populares. Pero
¿cómo hacerlo con las limitaciones que hemos enumerado líneas antes? Había una
sola forma: el diálogo. Había que tratar de hablar con todos, profundizar el
diálogo con aquellos en que se encontraba acogida e insistir con aquellos que
no querían hacerlo.
En la Comisión Política del PSR tomamos varias decisiones. En primer
lugar, dar por terminada también la alianza Unidad de Izquierda, no sólo en los
términos legales como estaba establecido, al haberse realizado las elecciones,
sino políticamente. Es decir, conservando las buenas relaciones con el PCP nuestro
partido decidía su propia política de relaciones con otros partidos. En segundo
lugar, establecer puentes de comunicación con todos los otros partidos de
izquierda que en alianzas o por separado, habían participado en las elecciones
presidenciales. Quedamos encargados de mantener las conversaciones, el secretario
general del partido Antonio Meza Cuadra, Manuel Benza y yo. En tercer lugar,
dar por sentado que era inútil plantear conversaciones con los tres partidos
trotskistas ya que habían manifestado en todos los tonos que para ellos
nosotros no debíamos ser incluidos en ninguna coordinación de izquierda. Y por
último, defender nuestro derecho a participar en las mencionadas coordinaciones
sin aceptar vetos ni tampoco plantearlos.
DIALOGANDO SE ENCUENTRAN COINCIDENCIAS
Una de las primeras reuniones que concretamos fue con la dirigencia
del Partido Comunista Revolucionario, cuyo secretario general era Manuel Dammert,
diputado electo por Lima. De unos 31 años, ostentaba ese cargo desde la
fundación de su partido unos 6 años antes. La mayoría de sus otros dirigentes
era de la misma generación. Ellos también requerían retomar su propio perfil.
Después de integrar la UDP hasta inicios de ese año, luego de fracasar el
intento de formar ARI, Alianza Revolucionaria de Izquierda, entre UDP, Patria
Roja, los trotskistas y el FOCEP, habían participado en las elecciones en las
listas de la agrupación que Patria Roja inscribió en el Jurado Nacional de
Elecciones: la Unión de Izquierda Revolucionaria, UNIR. Cuando el PCR consiguió
su propia inscripción, ya se había cerrado la etapa de formar alianzas e
incluso de inscribir candidatos. Era entonces importante para ellos,
manteniendo la buena relación con Patria Roja, hacer su propia política de
alianzas.
El diálogo se realizó en una oficina que ellos tenían en el centro de
Lima creo que en el jirón Ica muy cerca de la avenida Tacna. La reunión fue muy
cordial. A partir de la aceptación de no haber tenido una buena relación desde
el nacimiento del PSR, señaló Dammert que correspondía a una etapa anterior con
un gobierno militar que ahora se encontraba de salida. Añadió que nos
encontrábamos ingresando a una nueva etapa donde había que privilegiar lo que
nos acercaba y no lo que nos alejaba.
Durante la conversación posterior hubo una coincidencia total en que
tendríamos que tratar de lograr un frente muy amplio, que no se deberían
aceptar vetos por parte de nadie y que había que evitar que los esfuerzos unitarios
estallaran por el enfrentamiento entre el PCP y Patria Roja, cuya enemistad se
había originado a inicios de 1964 como consecuencia de la ruptura de los
partidos comunistas de la Unión Soviética y China.
De alguna manera creo que esa reunión, en junio o julio de 1980, marcó
una excelente relación partidaria y personal en los años siguientes. De hecho
nuestros partidos tuvieron coincidencias a lo largo de los siguientes diez
años.
No logramos una conversación con la dirigencia de UNIR como frente, ni
tampoco con el Partido Comunista del Perú – Patria Roja su principal
integrante. Tampoco con el Frente de Liberación Nacional y ni el MIR - Perú
-uno de los varios existentes en esa época- que también eran parte de UNIR. Sí
con la dirigencia de otro de sus integrantes: Vanguardia Revolucionaria
–Proletario Comunista, que más allá de lo rimbombante que hoy suena su nombre,
fue un diálogo donde encontramos preocupaciones que significaban un abandono de
las posiciones que en los 70 habían servido para ser catalogadas de
ultraizquierdistas, para sostener posiciones bastante cercanas a las nuestras,
que valoraban la democracia en sí y no como escenario puramente táctico.
Hablar con los diferentes grupos de la UDP resultaba más complicado
porque eran varios partidos, entre ellos Vanguardia Revolucionaria, el
Movimiento de Izquierda Revolucionaria -que en octubre del año anterior había
reunido a cinco agrupaciones de la UDP que se consideraban continuación del MIR
histórico fundado por Luis de la Puente Uceda-, PCR-Trinchera Roja, el MIR – El
Militante y PC-Mayoría, entre otros. Pero eran VR, el MIR y PCR- Trinchera Roja
los más significativos. Conversar con el secretario general de VR, el senador
electo Edmundo Murrugarra, resultó ser una buena experiencia, ya que al igual
que la gente de VR-PC venía de regreso de las posiciones ultraizquierdistas.
Pero era conocido que su liderazgo partidario venía sufriendo desgaste por el
crecimiento de la figura del diputado electo y ex constituyente Javier Diez
Canseco de posiciones más radicales. En el caso de Carlos Tapia y otros
dirigentes del MIR fue un descubrimiento mutuo, ya que nuestras posiciones eran
bastante más cercanas de lo que hubiésemos imaginado. En mi caso, además,
conocía a Carlos desde más de 15 años atrás. Agustín Haya de la Torre, Alberto
Adrianzén, Jorge Nieto y otros dirigentes de Trinchera Roja ya apuntaban a un
cuestionamiento de las posiciones ultraizquierdista de la UDP.
Mantuvimos también las buenas relaciones con el PCP, quedando claro
para ambas organizaciones que el frente que habíamos conformado para las
elecciones generales, Unidad de Izquierda, había cumplido su ciclo y que era
necesaria una visión mucho más amplia de la unidad de los partidos de
izquierda.
NECESIDAD DE UNIDAD
Pero además de las conversaciones bilaterales, entre junio y julio se
habían realizado varias reuniones entre todas las fuerzas para plantearle
exigencias al gobierno de Morales Bermúdez en sus últimos meses de gobierno y
para coordinar una plataforma común para el trabajo parlamentario (ver crónica “Izquierda: encuentros y desencuentros” del 20 de febrero de
2015). Por cierto que en la
primera reunión realizada el 3 de junio, se reconoce “la exigencia de las masas
por la acción unitaria…” y se señala que se buscará “superar la división”. En
esos encuentros muy amplios, aprovechamos para tratar de hablar con los
partidos con los que no habíamos logrado conversar individualmente.
Puedo señalar que las coincidencias encontradas con algunas organizaciones
políticas en esos meses previos, permitió que a inicios de agosto cuando
comenzaron las reuniones para buscar una solución unitaria con el fin de enfrentar
las elecciones municipales del mes de noviembre, nos sintiéramos con mayor
confianza. De hecho ayudó a avanzar en las conversaciones para ir juntos en las
mencionadas elecciones. En esas reuniones, los sectores trotskistas insistían
en nuestra marginación pero no encontraban ningún eco y terminaron por
autoexcluirse.
Recuerdo claramente que en la segunda quincena de agosto, en una de
las tantas reuniones que terminaban de madrugada y que se alargaban enormemente
por la insistencia de alguno de los delegados trotskistas. En un extremo de un
enorme salón del local de UNIR donde en esa ocasión estábamos sesionando, nos
encontrábamos conversando Carlos Tapia y yo. Alguien se acercó y nos comentó
que no entendía la posición de los “trotskos” que parecía que no querían llegar
a la unidad. De eso se trata no se pueden juntar con nosotros, dijo Carlos y
añadió “todos nosotros somos distintos, incluso muy distintos pero de la misma
clase de vertebrados, como perro, gato, tigre, toro, conejo, elefante, caballo
o jirafa, es decir todos somos mamíferos. En cambio ellos son peces, son de
otra clase…”
Fue en esos afanes unitarios en que justamente con el PCR y el MIR
decidimos proclamar la candidatura de Alfonso Barrantes a la alcaldía de Lima (ver crónica “Lanzamiento de Barrantes para forzar la unidad” del 28 de
enero de 2014)
forzando a una definición que no sólo terminó con la proclamación de la
candidatura por todos, sino el 12 de setiembre de 1980, nos llevó a formar
Izquierda Unida, frente político más que electoral, que tuvo un importantísimo
rol en la vida política del país durante toda la década que se iniciaba.
Faltaban demasiados años para darnos cuenta que la unidad es relativamente más
fácil para oponerse a un gobierno -en la medida que hay diferencias que
importan poco- que para intentar ser gobierno, caso en que las diferencias
importan mucho y pueden ser las que determinen la inviabilidad de un proyecto…
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