domingo, 25 de noviembre de 2018

BARRANTES TRIUNFANTE EN LIMA (1983)


Los rostros reflejaban la alegría por el triunfo, pero en muchos casos también expresaban incredulidad. ¡Habíamos ganado las elecciones en Lima! La capital peruana tendría un alcalde izquierdista. Aproximadamente a las seis y media de la tarde del domingo 13 de noviembre de 1983, éramos muchos los que ocupábamos la sala-comedor de la casa. Representando al Partido Socialista Revolucionario, PSR, nos encontrábamos el senador Enrique Bernales, secretario general del partido, y yo. Otros dirigentes izquierdistas continuaron llegando y todos preguntaban por el candidato triunfante. “Está descansando”, era la respuesta en voz baja como no queriendo despertarlo, aunque era evidente que más de veinte personas conversando hacían bastante ruido.


Cerca de las siete de la noche estallaron los aplausos cuando apareció con la tranquilidad de siempre Alfonso Barrantes, quien sería el alcalde de Lima en los siguientes tres años. Ya algunos lo habíamos felicitado y un par de cajas de vino habían servido para un brindis austero por el triunfo, cuando hora y media antes llegaron los informes de los distintos medios de comunicación y comprobamos que todos coincidían en el triunfo. Era la misma versión también que una fuente vinculada a un servicio de inteligencia le había hecho llegar al candidato. Alfonso sonriente hizo un brindis corto y se retiró al interior de la casa con el anfitrión que luego de un par de minutos regresó y nos dijo que le había pedido que lo dejemos descansar una hora.

EN MOMENTOS IMPORTANTES CON ANTIGUOS AMIGOS

El dueño de casa era el periodista Efraín Ruiz Caro, muy amigo de Barrantes desde la segunda mitad de los años cincuenta, cuando Efraín era diputado por el Cusco elegido en 1956 a los 26 años y Alfonso presidente de la Federación Universitaria de San Marcos elegido en 1957 a los 29 años siendo militante del Partido Aprista y expulsado a la par que renunciante de esa agrupación en mayo de 1958 ocho días después de encabezar las protestas estudiantiles por la presencia del vicepresidente norteamericano Richard Nixon en la Casona de San Marcos.

Efraín tenía pocos años de haber regresado a vivir en el Perú luego de residir alrededor de siete años en Praga como Secretario para América Latina de la Organización Internacional de Periodistas. Durante unos minutos recordamos con él y su esposa Carmen nuestro encuentro en Paris seis años atrás cuando yo integraba una delegación del PSR y las inquietudes que a todos nos generaba un paisano de Efraín (Ver crónica “Trastadas de un cusqueño en París” del 25 de julio de 2014).

Poco después de las dos de la tarde habíamos acompañado a Barrantes a votar en el centro de Lima y luego de anunciar que declararía luego en el local central de Izquierda Unida, mientras que algunos se dirigían hacia ahí seguidos de decenas de periodistas, otros con Alfonso eludimos cualquier seguimiento para dirigirnos a casa de Efraín. Era de un solo piso situada en el recientemente creado distrito de San Borja -que justamente ese día elegía a su primer alcalde distrital- y durante las cuatro o cinco horas que permanecimos, los ingresos a la casa fueron tan discretos que nadie en el barrio pudo notar mayores movimientos.

ALCALDÍA PARECÍA MÁS DISPUTADA

A finales de octubre no se notaba la misma alegría que esa tarde en casa de Ruiz Caro. Había preocupación. Si bien era cierto que Barrantes había logrado una buena votación tres años antes, a sólo dos meses de la fundación de Izquierda Unida, conglomerado de seis organizaciones política (Ver crónica “Necesidad de unidad venció a la desconfianza” del 26 de mayo de 2017), desde el inicio de esta nueva campaña electoral para muchos la posibilidad del triunfo izquierdista era difícil. Por distintos motivos sus tres principales rivales podían generarle dificultades.

Acción Popular sintiendo el desgaste de tres años de gobierno y con dificultad para manejar la crisis económica del país, optó por jugar la carta de su ministro estrella, Alfonso Grados Bertorini, reconocido por todos por sus esfuerzos por concertar opiniones encontradas, quien dejó la cartera de Trabajo para postular. Por su parte, el Partido Popular Cristiano insistió en la candidatura de Richard Amiel Meza, quien había obtenido un 11% en las elecciones anteriores cuando recién se le conoció y había mantenido una imagen de técnico capaz de enfrentar los problemas municipales. Por otro lado, desde octubre de 1982 había un “relanzamiento” del Partido Aprista Peruano, con la elección como secretario general del partido del diputado Alan García un líder muy joven para un partido a cuya dirigencia muchos calificaban de “gerontocracia” porque sus integrantes más caracterizados tenían más 65, 70 u 80 años. El APRA había escogido como candidato a la alcaldía de la capital a otro joven, el destacado periodista de televisión Alfredo Barnechea, quien aportaba una imagen de independencia que contrastaba con el estereotipo de “sectarismo” aprista.

Pese a que la candidatura de Barrantes estaba cantada desde su excelente desempeño tres años antes, la campaña tuvo problemas que retrasaron su inicio hasta mediados de agosto (Ver crónica “Barrantes, candidato a alcalde de Lima” del 29 de junio de 2018) en pleno despliegue de la campaña de Barnechea con el apoyo de la entonces reconocida “maquinaria” organizativa del APRA y descansando en buena parte en el respaldo en movilizaciones de Alan García, en lo que se consideró un adelanto de su sobrentendida campaña presidencial de 1985.

UN MES ANTES SE PRONOSTICABA TRIUNFO DEL APRA

Aunque hubo también ocho otros aspirantes, ninguno de ellos destacó ni en la campaña ni en la votación. La disputa se concentró entre los candidatos del APRA, PPC, AP e IU. De hecho las encuestas que se conocieron en los meses previos a la elección se concentraron en los cuatro y hasta bastante cerca de la fecha de las elecciones se señalaba que el candidato aprista podía ser el ganador.

A mediados de octubre para la encuestadora DATUM la mayoría de los limeños pensaban que Barnechea ganaría las elecciones, lo que se reflejaba en su tendencia creciente que ya alcanzaba el 31.6% de intención de voto. Por su parte, Inter Gallup daba tres semanas antes de las elecciones un virtual empate entre Amiel (22.85%) y Barnechea (22.79%), seguido de cerca por Barrantes (21.20%), mientras que Peruana de Opinión Pública dos semanas antes daba a Barnechea 25%, a Amiel 22% y a Barrantes 19%.

Quince días antes de las elecciones, el 28 de octubre, hubo un hecho que fue crucial: el debate entre los cuatro candidatos principales, inicialmente previsto para que se realizara sólo frente a invitados de los organizadores y de los candidatos e integrantes de la prensa, pero que ante la expectativa generada fue difundido por televisión en directo. Creo que no todos aplacaron sus preocupaciones, pero para mí sí se acabaron ese día, ya que quedé convencido que Barrantes con su desempeño en el debate -sobre el cual espero escribir otra crónica- no sólo había reafirmado a sus electores sino había dado la sensación a partidarios de otros candidatos que sería el ganador.

BARRANTES EN ASCENSO DESPUÉS DE DEBATE

Ya iniciado noviembre, incluso para quienes pensaban que Barnechea mantenía su primacía, después del debate ya era claro que su principal competidor era Barrantes y que la disputa final estaba entre ambos. El líder izquierdista había mostrado su fortaleza en la televisión que hasta ese momento se consideraba como el terreno donde Barnechea no tenía rival. La inquietud que teníamos sobre Grados por su inicio auspicioso había disminuido. Por un lado, generaba aprecio por su campechana personalidad y destacada labor como ministro. Pero al mismo tiempo, cuando el país en los últimos diez meses había superado el 100% de inflación, se le consideraba el gran sacrificado por el presidente Belaunde, después que ningún dirigente del partido de gobierno había accedido a candidatear. Sobre Amiel existía la sensación que no podría aumentar más, considerando que en la etapa final de la campaña las mayores declaraciones de los candidatos eran políticas y su insistencia en el aporte apabullante de cifras y datos resultaba ya atosigante.

El avance de Alfonso se notaba en las calles, en las entusiastas movilizaciones de los militantes de izquierda que cargaban cada vez más banderolas con la sigla de IU en rojo sobre fondo blanco, símbolo que unía a todos, aunque manteniendo las banderas propias de cada partido o frente, mayoritariamente rojas aunque matizadas por las naranjas del PSR y las verdes del Movimiento de Izquierda Revolucionario, integrante de la Unidad Democrático Popular, UDP. Pero destacaban las que fabricaban los independientes de cada distrito, que poco conocían de los distintos partidos que integrábamos IU y sólo distinguían que Barrantes era SU candidato.

Pero las crecientes movilizaciones -incrementadas desde el 28 de octubre en que se vio el debate- tuvieron su punto más alto cuando el martes 8 de noviembre se realizó el mitin central en la segunda cuadra de la amplia avenida Grau, frente al local de IU. Sin duda la más importante movilización en esa campaña y sobre la que la mayoría de la prensa -que estaba en contra de la candidatura de IU- no pudo dejar de informar. En esos momentos se habló de más de 150 mil asistentes y algunos llegaron afirmar que hubo 250 mil. Lo cierto es que visto desde los balcones de la casona sede de IU sólo se podía distinguir un mar de personas que se extendía desde la Plaza Grau hasta pasar la avenida José Gálvez y acercándose a la avenida Iquitos cubriendo toda la ancha avenida Grau.

IDENTIFICACIÓN DE LÍDER CON SU PUEBLO

De la noche del 8 de noviembre tengo muy presente los momentos iniciales del discurso del candidato, que se convertirían la característica de sus intervenciones en futuras concentraciones multitudinarias. Anunciado como orador, los aplausos se extendían por un par de minutos y luego se iba instalando el silencio, después del cual Barrantes intentaba comenzar al hablar, pero era interrumpido por nuevos y extensos aplausos. Y se producía el mismo ritual: aplausos, silencio, intento de comenzar a hablar, nuevos aplausos, nuevo silencio, nuevo intento de comenzar a hablar y así sucesivamente…

Estos momentos sin palabras, en que se alternaban silencio y aplausos durante más de diez minutos, generada una situación casi mística de identificación entre el líder y sus seguidores son los que tengo más presente hoy, treinta y cinco años después. Además que el discurso se produjo en medio de arengas de apoyo que incansablemente gritaron los participantes por alrededor de una hora y que eran continuación del esfuerzo de varias horas anteriores coreando himnos mientras se dirigían en marchas hacia la concentración y mientras allí esperaban el inicio del mitin.

Si bien los temas tratados por Barrantes en su discurso son difíciles de recordar tengo muy claro el planteamiento plebiscitario. Es que esa noche, como a lo largo de toda esa campaña electoral, invitó a los votantes a hacer de esas elecciones un plebiscito en contra de la política económica del gobierno, señalando claramente que votar por IU era la mejor forma de repudiarla. Pero además de la situación económica, Barrantes fue enfático al afirmar que el pueblo peruano no aceptaba la violencia y repudiaba el terrorismo.

Hay que destacar que en esta movilización, al igual que en las de las distintas tiendas políticas, tenía como telón de fondo los atentados terroristas de Sendero Luminoso en la capital destinados a crear zozobra en la población para que no participe de la campaña electoral y eventualmente no asista a votar, campaña de terror que se realizaba en todo el país.

Al día siguiente el mitin aprista fue también masivo y llenó la plaza San Martín con el entusiasmo propio de quienes estaban seguros que iban a cobrar la revancha por la derrota en las elecciones presidenciales de 1980, que ganó Fernando Belaunde Terry cuando todo parecía diseñado para el triunfo de Armando Villanueva del Campo, primer aprista que reemplazó a Víctor Raúl Haya de la Torre -fallecido el año anterior- como candidato presidencial. Ante una enfervorizada concentración -que según distintos observadores pudo ser de 50 a 70 mil personas- Barnechea dedicó parte de su discurso a marcar diferencias frente a Barrantes, tratando incluso de vincular a IU con Sendero Luminoso.

En la última semana de la campaña el PPC hizo una extensa caravana de vehículos por distintos distritos porque no tenía previsto ningún el mitin central. Sí estaba anunciado una concentración en la Plaza San Martín de Acción Popular para el jueves 10, pero fue suspendida en señal de duelo por el asesinato de uno de sus candidatos en la provincia de Pasco, aunque para muchos observadores fue un reconocimiento que no tendrían una concurrencia aceptable. El viernes ya no se podían realizar las movilizaciones ni concentraciones, aunque sí se podían expresar opiniones que a 48 horas de las elecciones desde los periódicos trataban de influir en el ánimo de los electores.

UN TRIUNFO INOBJETABLE

Ese viernes a media tarde, reunidos en el local central de IU varios dirigentes de los partidos integrantes del frente, comentamos cómo los ataques a IU tratando de vincular al frente con Sendero Luminoso que se realizaban esos días era una señal de temor de un triunfo izquierdista debido a que era indudable que la candidatura de Barrantes seguía día a día incrementando votantes y que el 28% de votos obtenidos en las elecciones municipales de 1980 podía subir cuatro o cinco puntos.

Nos quedamos cortos…

El domingo 13 de noviembre cuando se conoció extraoficialmente el triunfo de Barrantes no imaginábamos su magnitud real, pensando todavía que el margen de votos podía ser bastante estrecho. Pero conforme pasaban los días se ampliaba la distancia con los rivales. Y cuando semanas después se dieron los resultados oficiales, comprobamos que el 36.45% de IU era un tercio más del 27,1% del Partido Aprista, más de dos tercios del 21% del PPC y tres veces más que AP que sólo logró el 11.88%. Y en la mitad de los distritos de Lima, particularmente en los populosos donde se encontraban los pueblos jóvenes, habría alcaldes de IU.

En la noche, sin ninguna convocatoria, miles de entusiastas se reunieron al igual que cinco días antes en la avenida Grau frente al local de IU. No sólo hubo vivas y arengas, canciones e himnos, sino también bailes de distintas regiones del Perú. Fue sin duda el mitin por la victoria. Y cuando a las nueve y media de la noche, desde el balcón del local, el alcalde electo dirigió sentidas palabras de agradecimiento a sus partidarios lo que me llamó la atención es que junto con los aplausos y las amplias sonrisas tanto en los rostros curtidos como jóvenes… habían no pocos ojos con lágrimas de alegría y muchos llantos de absoluta felicidad.

De esta identificación de Barrantes con sus electores hablamos cerca de medianoche en casa de Henry Pease a donde llegamos después de terminado el mitin. Henry daría muestra de férreo trabajo en los siguientes tres años en que se desempeñaría como el nuevo teniente alcalde de Lima, con la misma eficiencia con que hasta ese día había demostrado en la campaña electoral de IU.

En ese domingo intenso, poco antes que comenzara la intervención de Barrantes me había encontrado cerca del local de IU con Ana María, mi esposa, que acompañaba a Mary, la esposa de Henry. Más tarde en su casa, luego que las numerosas personas que habían llegado se retiraron, hablamos los cuatro unos minutos más como tantas otras veces lo habíamos hecho. Al despedirnos con una gran sensación de optimismo por el futuro estaba seguro que esas conversaciones se repetirían decenas de veces, como efectivamente sucedió pero no podía imaginar que no llegarían a cinco años más por el sorpresivo fallecimiento de Mary en agosto de 1988…

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