Los rostros reflejaban la alegría por el triunfo, pero en muchos casos
también expresaban incredulidad. ¡Habíamos ganado las elecciones en Lima! La
capital peruana tendría un alcalde izquierdista. Aproximadamente a las seis y
media de la tarde del domingo 13 de noviembre de 1983, éramos muchos los que ocupábamos
la sala-comedor de la casa. Representando
al Partido Socialista Revolucionario, PSR, nos encontrábamos el senador Enrique
Bernales, secretario general del partido, y yo. Otros dirigentes izquierdistas continuaron
llegando y todos preguntaban por el candidato triunfante. “Está descansando”,
era la respuesta en voz baja como no queriendo despertarlo, aunque era evidente
que más de veinte personas conversando hacían bastante ruido.
Cerca de las siete de la noche estallaron los aplausos cuando apareció
con la tranquilidad de siempre Alfonso Barrantes, quien sería el alcalde de
Lima en los siguientes tres años. Ya algunos lo habíamos felicitado y un par de
cajas de vino habían servido para un brindis austero por el triunfo, cuando
hora y media antes llegaron los informes de los distintos medios de
comunicación y comprobamos que todos coincidían en el triunfo. Era la misma versión
también que una fuente vinculada a un servicio de inteligencia le había hecho
llegar al candidato. Alfonso sonriente hizo un brindis corto y se retiró al
interior de la casa con el anfitrión que luego de un par de minutos regresó y
nos dijo que le había pedido que lo dejemos descansar una hora.
EN MOMENTOS IMPORTANTES CON ANTIGUOS AMIGOS
El dueño de casa era el periodista Efraín Ruiz Caro, muy amigo de
Barrantes desde la segunda mitad de los años cincuenta, cuando Efraín era
diputado por el Cusco elegido en 1956 a los 26 años y Alfonso presidente de la
Federación Universitaria de San Marcos elegido en 1957 a los 29 años siendo
militante del Partido Aprista y expulsado a la par que renunciante de esa
agrupación en mayo de 1958 ocho días después de encabezar las protestas
estudiantiles por la presencia del vicepresidente norteamericano Richard Nixon
en la Casona de San Marcos.
Efraín tenía pocos años de haber regresado a vivir en el Perú luego de
residir alrededor de siete años en Praga como Secretario para América Latina de
la Organización Internacional de Periodistas. Durante unos minutos recordamos
con él y su esposa Carmen nuestro encuentro en Paris seis años atrás cuando yo
integraba una delegación del PSR y las inquietudes que a todos nos generaba un
paisano de Efraín (Ver
crónica “Trastadas de un cusqueño en París” del 25 de julio de 2014).
Poco después de las dos de la tarde habíamos acompañado a Barrantes a
votar en el centro de Lima y luego de anunciar que declararía luego en el local
central de Izquierda Unida, mientras que algunos se dirigían hacia ahí seguidos
de decenas de periodistas, otros con Alfonso eludimos cualquier seguimiento
para dirigirnos a casa de Efraín. Era de un solo piso situada en el
recientemente creado distrito de San Borja -que justamente ese día elegía a su
primer alcalde distrital- y durante las cuatro o cinco horas que permanecimos,
los ingresos a la casa fueron tan discretos que nadie en el barrio pudo notar
mayores movimientos.
ALCALDÍA PARECÍA MÁS DISPUTADA
A finales de octubre no se notaba la misma alegría que esa tarde en
casa de Ruiz Caro. Había preocupación. Si bien era cierto que Barrantes había
logrado una buena votación tres años antes, a sólo dos meses de la fundación de
Izquierda Unida, conglomerado de seis organizaciones política (Ver crónica “Necesidad de unidad venció a la desconfianza” del 26 de mayo de 2017), desde el inicio de esta nueva campaña
electoral para muchos la posibilidad del triunfo izquierdista era difícil. Por
distintos motivos sus tres principales rivales podían generarle dificultades.
Acción Popular sintiendo el desgaste de tres años de gobierno y con
dificultad para manejar la crisis económica del país, optó por jugar la carta
de su ministro estrella, Alfonso Grados Bertorini, reconocido por todos por sus
esfuerzos por concertar opiniones encontradas, quien dejó la cartera de Trabajo
para postular. Por su parte, el Partido Popular Cristiano insistió en la
candidatura de Richard Amiel Meza, quien había obtenido un 11% en las
elecciones anteriores cuando recién se le conoció y había mantenido una imagen de
técnico capaz de enfrentar los problemas municipales. Por otro lado, desde
octubre de 1982 había un “relanzamiento” del Partido Aprista Peruano, con la
elección como secretario general del partido del diputado Alan García un líder
muy joven para un partido a cuya dirigencia muchos calificaban de
“gerontocracia” porque sus integrantes más caracterizados tenían más 65, 70 u 80
años. El APRA había escogido como candidato a la alcaldía de la capital a otro
joven, el destacado periodista de televisión Alfredo Barnechea, quien aportaba
una imagen de independencia que contrastaba con el estereotipo de “sectarismo”
aprista.
Pese a que la candidatura de Barrantes estaba cantada desde su excelente
desempeño tres años antes, la campaña tuvo problemas que retrasaron su inicio
hasta mediados de agosto (Ver
crónica “Barrantes, candidato a alcalde de Lima” del 29 de junio de 2018) en pleno despliegue de la campaña de
Barnechea con el apoyo de la entonces reconocida “maquinaria” organizativa del
APRA y descansando en buena parte en el respaldo en movilizaciones de Alan
García, en lo que se consideró un adelanto de su sobrentendida campaña presidencial
de 1985.
UN MES ANTES SE PRONOSTICABA TRIUNFO DEL APRA
Aunque hubo también ocho otros aspirantes, ninguno de ellos destacó ni
en la campaña ni en la votación. La disputa se concentró entre los candidatos
del APRA, PPC, AP e IU. De hecho las encuestas que se conocieron en los meses
previos a la elección se concentraron en los cuatro y hasta bastante cerca de
la fecha de las elecciones se señalaba que el candidato aprista podía ser el
ganador.
A mediados de octubre para la encuestadora DATUM la mayoría de los
limeños pensaban que Barnechea ganaría las elecciones, lo que se reflejaba en su
tendencia creciente que ya alcanzaba el 31.6% de intención de voto. Por su
parte, Inter Gallup daba tres semanas antes de las elecciones un virtual empate
entre Amiel (22.85%) y Barnechea (22.79%), seguido de cerca por Barrantes
(21.20%), mientras que Peruana de Opinión Pública dos semanas antes daba a
Barnechea 25%, a Amiel 22% y a Barrantes 19%.
Quince días antes de las elecciones, el 28 de octubre, hubo un hecho
que fue crucial: el debate entre los cuatro candidatos principales,
inicialmente previsto para que se realizara sólo frente a invitados de los
organizadores y de los candidatos e integrantes de la prensa, pero que ante la
expectativa generada fue difundido por televisión en directo. Creo que no todos
aplacaron sus preocupaciones, pero para mí sí se acabaron ese día, ya que quedé
convencido que Barrantes con su desempeño en el debate -sobre el cual espero
escribir otra crónica- no sólo había reafirmado a sus electores sino había dado
la sensación a partidarios de otros candidatos que sería el ganador.
BARRANTES EN ASCENSO DESPUÉS DE DEBATE
Ya iniciado noviembre, incluso para quienes pensaban que Barnechea
mantenía su primacía, después del debate ya era claro que su principal
competidor era Barrantes y que la disputa final estaba entre ambos. El líder
izquierdista había mostrado su fortaleza en la televisión que hasta ese momento
se consideraba como el terreno donde Barnechea no tenía rival. La inquietud que
teníamos sobre Grados por su inicio auspicioso había disminuido. Por un lado,
generaba aprecio por su campechana personalidad y destacada labor como
ministro. Pero al mismo tiempo, cuando el país en los últimos diez meses había
superado el 100% de inflación, se le consideraba el gran sacrificado por el
presidente Belaunde, después que ningún dirigente del partido de gobierno había
accedido a candidatear. Sobre Amiel existía la sensación que no podría aumentar
más, considerando que en la etapa final de la campaña las mayores declaraciones
de los candidatos eran políticas y su insistencia en el aporte apabullante de
cifras y datos resultaba ya atosigante.
El avance de Alfonso se notaba en las calles, en las entusiastas
movilizaciones de los militantes de izquierda que cargaban cada vez más
banderolas con la sigla de IU en rojo sobre fondo blanco, símbolo que unía a
todos, aunque manteniendo las banderas propias de cada partido o frente,
mayoritariamente rojas aunque matizadas por las naranjas del PSR y las verdes
del Movimiento de Izquierda Revolucionario, integrante de la Unidad Democrático
Popular, UDP. Pero destacaban las que fabricaban los independientes de cada
distrito, que poco conocían de los distintos partidos que integrábamos IU y sólo
distinguían que Barrantes era SU candidato.
Pero las crecientes movilizaciones -incrementadas desde el 28 de
octubre en que se vio el debate- tuvieron su punto más alto cuando el martes 8
de noviembre se realizó el mitin central en la segunda cuadra de la amplia
avenida Grau, frente al local de IU. Sin duda la más importante movilización en
esa campaña y sobre la que la mayoría de la prensa -que estaba en contra de la
candidatura de IU- no pudo dejar de informar. En esos momentos se habló de más
de 150 mil asistentes y algunos llegaron afirmar que hubo 250 mil. Lo cierto es
que visto desde los balcones de la casona sede de IU sólo se podía distinguir
un mar de personas que se extendía desde la Plaza Grau hasta pasar la avenida
José Gálvez y acercándose a la avenida Iquitos cubriendo toda la ancha avenida
Grau.
IDENTIFICACIÓN DE LÍDER CON SU PUEBLO
De la noche del 8 de noviembre tengo muy presente los momentos
iniciales del discurso del candidato, que se convertirían la característica de
sus intervenciones en futuras concentraciones multitudinarias. Anunciado como
orador, los aplausos se extendían por un par de minutos y luego se iba
instalando el silencio, después del cual Barrantes intentaba comenzar al
hablar, pero era interrumpido por nuevos y extensos aplausos. Y se producía el
mismo ritual: aplausos, silencio, intento de comenzar a hablar, nuevos aplausos,
nuevo silencio, nuevo intento de comenzar a hablar y así sucesivamente…
Estos momentos sin palabras, en que se alternaban silencio y aplausos
durante más de diez minutos, generada una situación casi mística de
identificación entre el líder y sus seguidores son los que tengo más presente
hoy, treinta y cinco años después. Además que el discurso se produjo en medio
de arengas de apoyo que incansablemente gritaron los participantes por
alrededor de una hora y que eran continuación del esfuerzo de varias horas
anteriores coreando himnos mientras se dirigían en marchas hacia la
concentración y mientras allí esperaban el inicio del mitin.
Si bien los temas tratados por Barrantes en su discurso son difíciles
de recordar tengo muy claro el planteamiento plebiscitario. Es que esa noche,
como a lo largo de toda esa campaña electoral, invitó a los votantes a hacer de
esas elecciones un plebiscito en contra de la política económica del gobierno,
señalando claramente que votar por IU era la mejor forma de repudiarla. Pero
además de la situación económica, Barrantes fue enfático al afirmar que el
pueblo peruano no aceptaba la violencia y repudiaba el terrorismo.
Hay que destacar que en esta movilización, al igual que en las de las distintas
tiendas políticas, tenía como telón de fondo los atentados terroristas de
Sendero Luminoso en la capital destinados a crear zozobra en la población para
que no participe de la campaña electoral y eventualmente no asista a votar,
campaña de terror que se realizaba en todo el país.
Al día siguiente el mitin aprista fue también masivo y llenó la plaza
San Martín con el entusiasmo propio de quienes estaban seguros que iban a
cobrar la revancha por la derrota en las elecciones presidenciales de 1980, que
ganó Fernando Belaunde Terry cuando todo parecía diseñado para el triunfo de
Armando Villanueva del Campo, primer aprista que reemplazó a Víctor Raúl Haya
de la Torre -fallecido el año anterior- como candidato presidencial. Ante una
enfervorizada concentración -que según distintos observadores pudo ser de 50 a
70 mil personas- Barnechea dedicó parte de su discurso a marcar diferencias
frente a Barrantes, tratando incluso de vincular a IU con Sendero Luminoso.
En la última semana de la campaña el PPC hizo una extensa caravana de
vehículos por distintos distritos porque no tenía previsto ningún el mitin
central. Sí estaba anunciado una concentración en la Plaza San Martín de Acción
Popular para el jueves 10, pero fue suspendida en señal de duelo por el
asesinato de uno de sus candidatos en la provincia de Pasco, aunque para muchos
observadores fue un reconocimiento que no tendrían una concurrencia aceptable.
El viernes ya no se podían realizar las movilizaciones ni concentraciones,
aunque sí se podían expresar opiniones que a 48 horas de las elecciones desde los
periódicos trataban de influir en el ánimo de los electores.
UN TRIUNFO INOBJETABLE
Ese viernes a media tarde, reunidos en el local central de IU varios
dirigentes de los partidos integrantes del frente, comentamos cómo los ataques
a IU tratando de vincular al frente con Sendero Luminoso que se realizaban esos
días era una señal de temor de un triunfo izquierdista debido a que era indudable
que la candidatura de Barrantes seguía día a día incrementando votantes y que
el 28% de votos obtenidos en las elecciones municipales de 1980 podía subir
cuatro o cinco puntos.
Nos quedamos cortos…
El domingo 13 de noviembre cuando se conoció extraoficialmente el
triunfo de Barrantes no imaginábamos su magnitud real, pensando todavía que el
margen de votos podía ser bastante estrecho. Pero conforme pasaban los días se
ampliaba la distancia con los rivales. Y cuando semanas después se dieron los
resultados oficiales, comprobamos que el 36.45% de IU era un tercio más del
27,1% del Partido Aprista, más de dos tercios del 21% del PPC y tres veces más
que AP que sólo logró el 11.88%. Y en la mitad de los distritos de Lima,
particularmente en los populosos donde se encontraban los pueblos jóvenes,
habría alcaldes de IU.
En la noche, sin ninguna convocatoria, miles de entusiastas se
reunieron al igual que cinco días antes en la avenida Grau frente al local de
IU. No sólo hubo vivas y arengas, canciones e himnos, sino también bailes de
distintas regiones del Perú. Fue sin duda el mitin por la victoria. Y cuando a
las nueve y media de la noche, desde el balcón del local, el alcalde electo
dirigió sentidas palabras de agradecimiento a sus partidarios lo que me llamó
la atención es que junto con los aplausos y las amplias sonrisas tanto en los
rostros curtidos como jóvenes… habían no pocos ojos con lágrimas de alegría y
muchos llantos de absoluta felicidad.
De esta identificación de Barrantes con sus electores hablamos cerca
de medianoche en casa de Henry Pease a donde llegamos después de terminado el
mitin. Henry daría muestra de férreo trabajo en los siguientes tres años en que
se desempeñaría como el nuevo teniente alcalde de Lima, con la misma eficiencia
con que hasta ese día había demostrado en la campaña electoral de IU.
En ese domingo intenso, poco antes que comenzara la intervención de
Barrantes me había encontrado cerca del local de IU con Ana María, mi esposa, que
acompañaba a Mary, la esposa de Henry. Más tarde en su casa, luego que las
numerosas personas que habían llegado se retiraron, hablamos los cuatro unos
minutos más como tantas otras veces lo habíamos hecho. Al despedirnos con una
gran sensación de optimismo por el futuro estaba seguro que esas conversaciones
se repetirían decenas de veces, como efectivamente sucedió pero no podía
imaginar que no llegarían a cinco años más por el sorpresivo fallecimiento de
Mary en agosto de 1988…
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