Soy una persona con muy buena
memoria. Algunos de mis amigos han dicho incluso que tengo una memoria
prodigiosa. Hay oportunidades en que quiero olvidarme de sucesos que me hacen
sentir mal o que me avergüenzan, pero los recuerdo hasta con detalles. En estos
casos busco alguna forma de distorsionarlos para al no encontrar
correspondencia con la realidad pensar que no existieron. Olvidar el número e
identidad de los personajes que participaron de algún evento puede servir para
pensar que el hecho no ocurrió. Pero ocurrió…
Como dije en otra oportunidad,
no tener precisión en la fecha es otra forma de convencerme que quizá los sucesos
no pasaron así. Pero pasaron (Ver crónica
"Salí del hospital llevando un bebe muerto” del 17 de julio de 2015).
Vayamos ahora a un caso que me abochornó.
Ya habrá oportunidad de escribir alguna crónica en el futuro sobre oportunidades
en que fue importante olvidarme de algo y logré hacerlo.
SOLIDARIDAD MAS FIRME CON QUIENES ERAN COMO NOSOTROS
Como ya lo he mencionado en otras ocasiones desde el sangriento golpe
de Pinochet en setiembre de 1973, antes de formar el Partido
Socialista Revolucionario, PSR, varios ex demócratas
cristianos habíamos recibido y ayudado en la medida de nuestras posibilidades a
gente de la izquierda chilena que habíamos conocido cuando militaban en la
Juventud Demócrata Cristiana de su país. Se trataba de solidaridad generacional
con quienes habíamos tenido parecido evolución política desde la DC a
posiciones de izquierda. Por eso desde esa época hubo contacto con exiliados
dirigentes del Movimiento de Acción Popular Unitaria, MAPU, del MAPU-Obrero
Campesino, MAPU-OC y de Izquierda Cristiana, IC, que habían integrado a la
Unidad Popular bajo el liderazgo del presidente Salvador Allende trágicamente
desaparecido (ver crónica ”La diáspora chilena” del 14 de
setiembre de 2013). Debo
reconocer que la relación más estrecha fue con el MAPU-OC, con cuyo responsable
en Lima, Ismael Llona y su familia desarrollamos una fraterna amistad que hasta
hoy se mantiene.
En una ocasión, calculo que en la segunda mitad de 1975, Llona me
pidió mi casa para hacer una reunión un día de semana a las cinco de la tarde.
Accedí porque en esos días mis dos hijos -una con dos o tres meses de nacida- estaban
en casa de mis suegros y Ana María, mi esposa, se iría del trabajo al Callao a
verlos. Estaría garantizada la privacidad de la reunión. Estuve en mi casa unos
minutos antes de la hora señalada para abrirle a Ismael que llegó acompañado
para una reunión formal con Guillermo Herrera Montesinos, miembro de la
comisión política del Partido Comunista Peruano, quien llegó poco después. A
éste lo conocía pero prácticamente nunca había hablado con él. No nos
imaginábamos que en unos cuatro o cinco años después desarrollaríamos una
cordial relación que se estrecharía desde la fundación de Izquierda Unida y
durante más de ocho años que integramos su Comité Directivo Nacional (Ver crónica “Izquierda Unida: testimonio de parte” del 23 de agosto de 2013).
Me di cuenta que Guillermo a poco de entrar miraba con curiosidad un
pequeño jardincito de dos metros por tres rodeado por mamparas de vidrio que
daba a la sala. Sonreí y le dije si mi casa le parecía conocida. Asintió aunque
me dijo que la veía rara. Es el mismo plano, pero al revés del de la casa de tu
hermana Dunia, le dije. Yo tenía un par de años de vivir en esa casa de una
urbanización recién inaugurada de unas mil quinientas casas con cinco modelos,
que puestos al revés se convertían en diez modelos distintos. Y en algún
momento me había cruzado con Dunia que vivía -y vive- a unos cien metros de mi
casa.
Después de servirles un café a los visitantes, me retiré a mi
dormitorio para dejarlos conversar con tranquilidad. Una hora después, Ismael
me pasó la voz que habían terminado. Salí, me despedí de Guillermo y le dije a
Ismael que como me iba hacia el Callao podía dejarlos en Miraflores, lo que
aceptó.
¿FUERON DOS O TRES LOS CHILENOS EN LA REUNIÓN?
Aquí viene mi problema de memoria, ¿con quién o quiénes había llegado
Ismael? Trato de acordarme y no estoy seguro si lo acompañaba uno o dos
dirigentes de la comisión exterior del MAPU-OC de paso por Lima. Pero algo más,
no estoy seguro de quién o quiénes podían ser. Por una serie de datos que
recuerdo, he considerado que podía ser uno o dos entre tres dirigentes que por
esos años llegaron a Lima además que eran amigos desde ocho o diez años antes
cuando todos estábamos en la Juventud DC de nuestros respectivos países. Se
trata de Enrique Correa, José Miguel Insulza y Juan Enrique Vega.
¿Una reunión política en mi casa me abochornó? Por cierto que no. fue
lo que pasó después. Salimos de mi casa y para evitar el tránsito de esa hora
punta -faltaban meses para que se construyera el óvalo de Higuereta y unos
veinte años para que se le añadieran dos túneles para facilitar el tránsito- me
dirigí por la parte antigua de Surco hacia una trayecto sin luces y de pistas
afirmadas en medio de los últimos viñedos del distrito, que era ruta con
bastantes sacudones pero más rápida a esa hora. Antes de llegar al recorrido
entre cultivos, mi desgastado Volkswagen se plantó. El vehículo sólo tenía diez
años de antigüedad pero había pasado por cuatro o cinco propietarios
anteriores, algunos quizás con poca prudencia para manejar. Felizmente quedaban
un par de cuadras asfaltadas y mis acompañantes tuvieron que empujarlo hasta
que logró volver a arrancar.
Empujar un auto destartalado en una zona medio desolada podía llamar a
sospechas ya que podría pensarse que se trataba del robo de un vehículo. Sólo
falta que aparezca un policía, pensaba yo. Estaba seguro que Llona, como
asilado, tenía sus papeles en regla, pero no estaba seguro si quien lo
acompañaba había ingresado con su nombre. Y, en todo caso, si estaba en Lima
para reuniones clandestinas lo peor que podía pasar era frustrarlas por
movilizarse en un auto inseguro que era el mío. Y aun ahora no estoy seguro si
tengo que referirme al acompañante o a los acompañantes de Llona…
NO ME HE ATREVIDO A PREGUNTAR
En las muchas veces que me vi con Llona, hasta 1978 que dejó el país,
creo que no hablamos de incidente, quizás porque desde setiembre de 1976
algunas veces nos desplazamos en mi nuevo auto que ya no se malograba, por lo
menos en los primeros diez años de uso (Ver crónica “El Volkswagen rojo” del 14 de setiembre de 2013). Pero
en los quince años siguientes, en las oportunidades que en Lima o fuera del
país me crucé con Correa,
Insulza o Vega siempre asumí que mi interlocutor no había sido protagonista del
empujón al auto.
La única vez que los vi juntos -al igual que a Llona- fue en noviembre
de 1990 en el congreso del Partido Socialista en Valparaíso, en que la mayoría
de los integrantes del MAPU-OC, el MAPU y la Izquierda Cristiana disolvían en
la práctica sus propias organizaciones para integrarse en el PS y evidentemente
el verlos en su país, formando parte de la Concertación de Partidos por la
Democracia, radiantes de haber reconquistado la democracia en Chile, dejó de
lado cualquier bochornoso recuerdo que en ese momento se me pudiera ocurrir.
VOLKSWAGEN EMPUJADOS POR OPERARIOS DE LUJO
Ese noviembre Correa era ministro del presidente Patricio Aylwin y lo
sería en los cuatro años de su mandato. Insulza sería el ministro con más
tiempo de permanencia entre setiembre de 1994 -como Canciller bajo la presidencia
de Eduardo Frei Ruiz-Tagle- hasta mayo de 2005 -como ministro del Interior de
Ricardo Lagos y de allí pasaría a ocupar la secretaria general de la
Organización de Estados Americanos, OEA, por diez años. En marzo de 2000 Vega y
Llona partieron de Santiago como embajadores ante la oficina de la ONU en
Europa y ante Haití.
Y en más de una oportunidad que he estado con Ismael en los últimos
veinte años en Santiago o Lima estuve a punto de preguntarle quien o quienes lo
acompañaban ese día. No lo he hecho. Porque si bien me he preguntado -aunque
parezca un trabalenguas- si fueron dos futuros embajadores los que empujaron
esa noche el Volkswagen, o un futuro embajador y un futuro ministro, o dos
futuros embajadores y un futuro ministro o un futuro embajador y dos futuros
ministros, también me preguntado en los últimos años si mi memoria no me estaría
jugando una broma y que ninguno de los tres participó de la preocupación
chilena y el bochorno peruano en una solitaria calle del pueblo de Surco…
Tengo claro en el recuerdo que la reunión fue en mi casa, se realizó
con Guillermo Herrera, que hablamos de la casa de su hermana Dunia, que Llona
estaba representando al MAPU-OC, que salimos de mi casa en mi desgastado auto,
que el vehículo se plantó en una oscura y desierta calle de Surco antiguo y que
por el empujón que le dieron volvió a funcionar, ¿importa tanto si fueron dos o
tres chilenos los que empujaron el Volkswagen?
Alfredo, falra un buscador para sacarle el jugo a la publicación.
ResponderBorrarSobre el título del blog, en la parte superior izquierda hay un espacio para buscar palabras. Después de escribirlas se marca “buscar este blog” y aparecen todas las crónicas que contienen esas palabras. Es útil principalmente para buscar nombres. Lo descubrí tiempo después de iniciar estas crónicas
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