viernes, 29 de septiembre de 2023

RECORDANDO TRISTEZAS Y ALEGRÍAS (1969/2012)

Era el 11 de setiembre de 1973 pero no podía suponer que esa fecha sería trágicamente recordada en las cinco décadas siguientes, no sólo en todo el continente, sino en todo el mundo. En las primeras horas de la mañana me encontraba en el local del SINAMOS. Una buena cantidad de funcionarios teníamos pasado -o incluso presente- con militancia política. En algún momento un rumor se extendió y puso a todos a la expectativa.

A las nueve de la mañana estaba confirmado: se estaba produciendo un golpe militar en Chile.

BOMBARDEO A PALACIO QUE DEBIERON DEFENDER

Si nos costaba comprobar que las fuerzas armadas consideradas ejemplares en América Latina, habían traicionado su compromiso constitucional, nos pareció imposible lo que observaríamos horas después en las pantallas de televisión: aviones de la Fuerza Aérea chilena bombardeando la sede del gobierno, el Palacio de la Moneda, donde se encontraba el presidente de la república, Salvador Allende, elegido tres años antes cuando era candidato de la Unidad Popular, UP, frente integrado por varios partidos de izquierda.

Había llegado poco antes de las ocho de la mañana al local del SINAMOS -Sistema Nacional de Apoyo a la Movilización Social- situado en el flamante Centro Cívico de Lima. Allí quedaba el local de las dependencias nacionales del sistema. Trabajaba en la Dirección General del Área Laboral, que encabezaba José Luis -Pepe Lucho- Alvarado y estaba yo a cargo de la jefatura de asuntos sindicales. José Luis había convocado al equipo de dirección del área para intercambiar opiniones. Arranca tu Flaco que eres quien más conoce sobre la política chilena ya que has estado en Chile hace menos de un año, me dijo.

DIRIGENTES QUE CONOCÍAMOS DESDE AÑOS ATRÁS

Pepe Lucho hacía alusión al viaje que había realizado a principios de diciembre del año anterior para participar en el II congreso nacional del Movimiento de Acción Popular Unitario, MAPU, uno de los partidos integrantes de la UP. Asistimos invitados Rafael Roncagliolo y yo, ambos dirigentes del Movimiento Socialista Comunitario, efímera organización que en julio de 1971 habíamos formado los renunciantes al Partido Demócrata Cristiano -mayoritariamente de la Juventud DC- para intentar infructuosamente construir en pocos meses, una agrupación más amplia pero que para muchos de nosotros finalmente recién se concretaría cinco años después cuando nació el Partido Socialista Revolucionario (Ver crónica “Nace un nuevo partido” del 21 de noviembre de 2014). El MAPU se había fundado en mayo de 1969, cuando gran parte de los integrantes de la Juventud DC renunció al PDC de Chile.

En esa visita a Santiago habíamos podido conversar principalmente con el sector del MAPU que resultaría vencido en ese congreso en el fuerte enfrentamiento con un sector cercano a posiciones de ultraizquierda y que en marzo siguiente se denominaría MAPU - Obrero Campesino, casi nada habíamos dialogado con quienes quedarían con la dirigencia del MAPU y muy poco habíamos hablado con dirigentes de Izquierda Cristiana, otra agrupación de la Unidad Popular, conformada por el llamado sector “tercerista” del PDC, especialmente de la Juventud DC, renunciante a ese partido a mediados de 1971. Se definía como "un destacamento revolucionario de inspiración cristiana y humanista", por lo que se sumó un sector del MAPU, incluyendo su primer secretario general Jacques Chonchol y los cinco parlamentarios que tenía en esos momentos, que discrepaban de la definición marxista leninista que había adoptado.

POSIBILIDAD DE ACUERDO UP Y DC FRACASÓ

Después de ese viaje, había tratado de seguir la política chilena. Aunque tenía claro que la UP no tenía el respaldo de la mayoría del pueblo, en el último mes de marzo había constatado el crecimiento electoral del frente gobernante que había pasado del 36% de respaldo a Allende en la elección presidencial de setiembre de 1970, al 44% de respaldo en las elecciones parlamentarias a los candidatos de UP. En agosto se informó de conversaciones a solas entre Allende y Patricio Aylwin, quien había presido el Senado y era presidente del PDC en la búsqueda de una solución democrática que evitara la posibilidad de una interrupción de la vida constitucional.

Hay que recordar que el PDC había participado dentro de la Confederación de la Democracia, que obtuvo el 55% en esas elecciones parlamentarias, pero era el partido más importante de ese frente electoral al tener 29%, más de la mitad de los votos. Para muchos, algún entendimiento entre la UP y el PDC podía significar el acuerdo de quienes representaban más del 63% de los votantes chilenos. Lamentablemente las conversaciones no llegaron a un acuerdo. Señalo como paréntesis, que nadie podía imaginar en esa época que Aylwin sería el primero después de Allende, en asumir constitucionalmente la presidencia de Chile… veinte años después.

Seguimos el desarrollo del golpe durante las siguientes horas y días, incluyendo la dolorosa noticia de la muerte de Allende, y comprendí que había terminado una etapa de la vida latinoamericana que habíamos vivido con intensidad (Ver crónica “La del 60: una década intensa” del 20 de marzo de 2015). El sentido de pertenencia a una generación latinoamericana se concretaría en los siguientes meses y años en acciones de solidaridad con los amigos chilenos que sufrieron persecuciones que los obligaron al exilio o, cuando lograban permanecer en su país, a la más reservada clandestinidad.

GOBIERNO DE VELASCO AISLADO

Hay que recordar que en esos momentos gobernaba el Perú el general Juan Velasco Alvarado, encabezando el Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada, iniciado el 3 de octubre de 1968 que venía realizando profundas reformas económicas y sociales en el Perú y que había encontrado coincidencias con el gobierno de Unidad Popular en foros internacionales, incluyendo posiciones similares con relación a la exportación de cobre.

Con la caída de Allende, el gobierno peruano se quedaba sin gobiernos amigos en países limítrofes. En Ecuador el gobierno del general Rodríguez Lara, que comenzó con un golpe militar en febrero de 1972 y que después de iniciales expectativas sobre su progresismo, había derivado a un gobierno dictatorial más. En Colombia, un integrante del Partido Conservador, Misael Pastrana, encabezaba desde 1970 el último gobierno del Frente Nacional, pacto político entre su partido y el Partido Liberal que permitió dieciséis años de gobiernos sucesivos de cuatro presidentes, dos de cada partido. En Brasil, el general Emílio Garrastazu era desde octubre de 1969 el tercer presidente de la dictadura militar instaurada en 1964. Finalmente, en Bolivia gobernaba el general Hugo Banzer Suárez después de un golpe militar en agosto de 1971.

Era claro entonces que la caída de Allende significaba un aislamiento total del gobierno peruano, rodeado de gobiernos de derecha, e incluso dictaduras de ultraderecha. El aislamiento era mayor si se consideraba la total inestabilidad que se vivía en esos años en Argentina y la dictadura del general Alfredo Stroessner en Paraguay, quien gobernaba desde hacía casi veinte años y lo seguiría haciendo más de quince años después. Por si no fuera suficientemente abrumadora la soledad del gobierno militar peruano, dos meses antes el presidente de Uruguay Juan María Bordaberry, había disuelto las dos cámaras del Congreso, creado un Consejo de Estado con funciones legislativas y dado poderes extraordinarios a las fuerzas armadas y policiales.

ACCIONES SOLIDARIAS ERAN INDISPENSABLES

Disuelto en la práctica el Movimiento Socialista Comunitario, los ex DC que nos manteníamos en contacto comenzamos a coordinar actividades de apoyo a los exiliados que comenzaron a llegar. Coordinamos con Roncagliolo y José María Salcedo algunas acciones que permitieron ayudar en conseguir alojamiento no sólo para quienes llegaban huyendo sino también para sus familias. Asimismo, logrando algunos contactos iniciales para buscar empleos. Posteriormente consiguiendo algunos locales para sus reuniones partidarias, incluso en alguna oportunidad brindando mi propia casa (Ver crónica “Mis problemas de memoria” del 25 de noviembre de 2018).

Incluso algunos ex DC sirvieron de “correos” para trasladar información entre dirigentes chilenos en el exilio residentes en distintos países. Entre los muchos compañeros y amigos que ayudaron en las variadas acciones en esa época, particularmente recuerdo el empeño sin pausa de Susana Bedoya en tareas solidarias.

RELACIONES FRATERNALES DE VARIOS AÑOS

En esos primeros años del exilio chileno participé en diversas actividades, particularmente con el MAPU-OC. Y fue natural que luego de la fundación del PSR, si bien se desarrollaron relaciones con la mayoría de las organizaciones de la izquierda chilena, fuese con ese mismo partido que se desarrollaran mayores acciones de coordinación. Tuve ocasión de encontrarme en el Perú la mayoría de las veces, pero también en el extranjero, con muchos de sus dirigentes, entre ellos con Enrique Correa, José Miguel Insulza, Juan Enrique Vega, e incluso en Roma con Jaime Gazmuri, su secretario general, quien permaneció clandestino en su país durante más de tres años después del golpe. Y, por cierto, con Ismael Llona, representante en Lima del MAPU-OC. En otra oportunidad, hice un relato bastante extenso de cómo se desarrollaron esas relaciones en las décadas del 70 y del 80 (Ver crónica “La diáspora chilena” del 14 de septiembre de 2013).

REGRESO A SANTIAGO DESPUÉS DE AÑOS

En esta crónica que escribo a los 50 años del cruento golpe militar de Pinochet, quiero dejar de lado los brutales excesos del dictador para referirme principalmente a hechos que viví una vez restablecida la democracia en el vecino país. Para ello cito a continuación tres párrafos de la última crónica mencionada:

“El 11 de marzo de 1990 quedó reinstaurada la democracia en Chile, luego que la Concertación por la Democracia ganara las elecciones y se instalara el gobierno de Patricio Aylwin, destacado dirigente del Partido Demócrata Cristiano que, junto con el Partido Socialista, el Partido por la Democracia y el Partido Radical conformaban el frente político de centro izquierda triunfante, denominado Concertación de Partidos por la Democracia, pero comúnmente conocido como la Concertación.

En noviembre de ese mismo año, tuve oportunidad de reencontrarme con la mayoría de los amigos del MAPU-OC, el MAPU y la Izquierda Cristiana cuando todos ellos, a la par que terminaban de disolver en la práctica sus propias organizaciones, se integraban en el Partido Socialista, que a su vez dejaba de lado los problemas de facciones enfrentadas. Todo ello ocurría en el primer congreso post Pinochet que realizaba el PS en el local del Parlamento en la ciudad de Valparaíso. Esa importante reunión la presidió Clodomiro Almeyda, a quien también había tenido oportunidad de tratar en Berlín y Madrid.

Asistí a ese congreso como secretario general del PSR. Fue mi última actividad de carácter internacional antes de dejar la política activa. Mi presencia fue saludada por el aplauso fraterno de los delegados al Congreso. Pero lo que resultó emocionante es que por lo menos una docena de los nuevos miembros del Comité Central se levantaran para acercarse a mí y abrazarme. Con todos esos amigos habíamos tenido oportunidad de compartir acciones solidarias y de rechazo a la dictadura de Pinochet. En la mayoría de los casos, las últimas veces que los había visto, estaban en situaciones difíciles para ellos. Pero en esos momentos, poco antes de terminar 1990, varios eran parlamentarios, ministros, embajadores o altos funcionarios de este primer gobierno de la Concertación y tendrían posiciones de gran importancia en la política chilena y latinoamericana en las siguientes dos décadas.”

FAMILIAS AMIGAS

A mediodía del día siguiente, después de la clausura del congreso, los invitados extranjeros comenzamos a identificar nuestras maletas para dirigirnos a Santiago. Señalé la mía y antes que un encargado la llevara a uno de los buses, se escuchó una voz muy clara: deje ahí compañero la maleta del peruano, esa la llevo yo. Inmediatamente identifiqué la voz y me acerqué a abrazar a mi amigo Ismael Llona.  Cuando llegues a Santiago, me dijo, siempre mi casa será también la tuya. Y por cierto me alojé en su casa, como siete años después lo haríamos con Ana María, mi esposa. En esa oportunidad, pude conversar con Tomás, Andrea y Gastón, sus tres hijos que habían llegado a Lima en 1973, de siete, seis y cuatro años después de estar varias semanas en la embajada del Perú en Santiago donde ya se encontraba asilado su padre.  Me fue muy grato también reencontrarme con su esposa Gladys. Las charlas con los Llona fueron largas. Nos parecía imposible estar hablando libremente en Chile…

En los siguientes años, también vería algunas veces a Ismael y Gladys, e incluso a algunos de sus hijos en Lima y en nuestra casa. Y cuando le pidieron que colaborara con un artículo en un libro que por mis setenta años un grupo de amigos generosamente publicó, Ismael no sólo envió su testimonio sino viajó acompañado de su hija Andrea a la presentación del libro en septiembre de 2012 (Ver crónica "Presentación de libro por mis 70 años” del 27 de noviembre de 2012).

AMIGOS EN LAS BUENAS Y EN LAS OTRAS

En ese mes de noviembre de 1990 en que me encontraba en Santiago después de 18 años, tuve también una grata conversación con José Miguel Insulza, quien había retornado al ministerio de Relaciones Exteriores donde en 1973 se desempeñaba como asesor del entonces canciller Clodomiro Almeyda. Aunque tenía altas responsabilidades en el ministerio, no imaginábamos entonces que José Miguel sería Canciller cuatro años después, ni que entre ese cargo y dos carteras más, superaría los diez años como ministro, un verdadero récord en su país.

En 1996 o 1997 cuando José Miguel hizo una visita oficial al Perú, pidió a su embajador que a la recepción que ofrecía la embajada fuéramos invitados Roncagliolo, Salcedo y yo, además de otro gran amigo y también ex DC Federico Velarde. Después de permanecer una media hora recibiendo a los invitados junto con el embajador chileno en el Perú, José Miguel se acercó a nosotros y le dijo al diplomático: embajador los primeros 30 minutos son para mis amigos, que han estado conmigo en las buenas y en las malas y después me tienes a disposición para presentarme a todos tus invitados. La conversación fue muy cordial recordando principalmente momentos de tensión vividos en casi dos décadas de dictadura militar en Chile. No me imaginaba en esa ocasión que diez años después visitaría a José Miguel en Washington donde se desempeñaba como secretario general de la Organización de Estados Americanos. Tampoco podía imaginar que en 2012 sería el encargado de escribir el prólogo del mencionado libro por mis 70 años.

DE ASILADO A MINISTRO

Aunque José Miguel todavía no estaba a cargo de ninguna cartera, en 1990 sí tuve ocasión de conversar con un ministro. Se trataba de Enrique Correa, ministro secretario general de gobierno del primer gabinete de Aylwin. Diecisiete años antes lo había recibido en el Jorge Chávez, el principal aeropuerto peruano, cuando llegó asilado luego de permanecer bastante tiempo en la embajada peruana en Santiago a la espera de salvoconducto. Enrique en momentos del golpe militar de Pinochet, era el sub secretario general del MAPU-OC.

El 5 de abril de 1992, cuando hacía un año que había dejado yo la actividad política, se produjo el autogolpe del presidente Alberto Fujimori. En la noche fue anunciada la disolución del congreso y la intervención del Poder Judicial y el Ministerio Público. Paralelamente, se ocuparon medios de comunicación, así como se disolvieron marchas de protestas de manifestantes opositores. En la tarde del día siguiente, recibí en mi casa una llamada telefónica. Una voz que sentí muy urgida preguntó por Alfredo Filomeno y al identificarme me dijo “le comunico con el ministro Correa”. No terminaba de recuperarme de la sorpresa, cuando escuché la voz de Enrique. Me preguntó por mi situación personal y me dijo que si era necesario en la embajada chilena tenían ya la indicación de recibirme si así lo solicitaba y que en caso de tener que hacerlo, los amigos en Santiago me ayudarían a conseguir empleo. Lo mismo me dijo estaba previsto para Roncagliolo, Salcedo y Velarde, a quienes luego supe también había llamado. Le agradecí mucho y reconociendo la importancia de lo ofrecido le dije que estaba seguro de que no era necesario.

PRIMER AÑO NUEVO EN EL EXILIO

Con Enrique me vería dos o tres veces en los años siguientes en Santiago y Lima, con José Miguel nos veríamos varias veces en Santiago, Lima y Washington. Con Ismael también varias veces en Santiago y en Lima, incluyendo como lo he señalado en líneas anteriores a su familia. Y en más de una ocasión hemos recordado que ellos pasaron su primer Año Nuevo en el exilio con Rafo y conmigo. Estuvo también Juan Enrique Vega, presidente de la Juventud DC en mayo de 1969, quien encabezó la ruptura con la DC y era uno de los más significativos dirigentes del MAPU-OC.  Participaron dos otros amigos chilenos, Gonzalo Falabella y Martín Mujica, militantes también del mismo partido. Todos acompañados de esposas, visitamos la fortaleza de Pachacamac en las afueras de Lima y pasamos unas horas en el balneario de Pucusana el primero de enero de 1974

Varias décadas después, pude constatar que quedaron atrás los años malos y se afrontaron sin ánimo de venganza ni actuando con resentimiento los retos que se plantearon al final de la oscura dictadura.

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