Aunque me había inscrito en el Partido
Demócrata Cristiano el 23 de febrero de 1959, recién egresado del colegio, con
16 años de edad y 17 centímetros menos de la estatura que alcanzaría en los siguientes
dos años, fue la década de los 60 la primera que, al igual que mi generación,
viví plenamente consciente de lo que sucedía en nuestro país y en el mundo.
No quiero caer en la arrogancia de referirme a la mía como una generación especial. Sí creo que se puede decir que se trata de una distinta a las anteriores y posteriores por múltiples razones.
No quiero caer en la arrogancia de referirme a la mía como una generación especial. Sí creo que se puede decir que se trata de una distinta a las anteriores y posteriores por múltiples razones.
UNA DÉCADA DE CASI QUINCE AÑOS
Esa primera década completa de actividad
política, en términos figurados, no tuvo diez sino casi quince años. Se inició en
enero de 1959 y terminó en setiembre de 1973…
El primer día de 1959, cuando se celebraba
el Año Nuevo, con el triunfo del Movimiento 26 de julio en Cuba, muchos tomamos
conciencia con orgullo de nuestra pertenencia a Latinoamérica como colectividad
en la que estábamos involucrados. Los jóvenes sentimos como propias la gesta de
Sierra Maestra, la anhelada caída del dictador Fulgencio Batista, la llegada a
La Habana y a Santiago de Cuba de los barbudos guerrilleros, la celebración en
las calles del pueblo cubano al ver avanzar ya triunfantes a los jóvenes
revolucionarios cuyo principal líder y mayor de todos ellos era Fidel Castro de
apenas 33 años. Y nos sentimos dolorosamente latinoamericanos cuando vimos en
las pantallas de los televisores los aviones bombardeando el Palacio de La
Moneda el 11 de setiembre de 1973 con el golpe contra Allende en Chile, la
noticia de su muerte y la secuela sangrienta de asesinatos y detenciones en las
calles de dirigentes y militantes de la Unidad Popular que habían llegado al
gobierno mediante las urnas. Al ver las imágenes del Estadio Nacional de Chile
convertido en un enorme presidio, se nos antojaba más grande, tan inmenso como
era nuestra propia frustración.
Otros sucesos lejanos a nuestro continente
también influyeron a nuestra generación. Las luchas por la liberación en África
y Asia marcaron toda la década. En 1959 el general De Gaulle que había retomado
el poder en Francia como primer ministro como defensor de la "Argelia
Francesa", tuvo que aceptar el reclamo de autodeterminación de los
argelinos y luego de enfrentamientos y atentados terroristas por parte de los
colonos a lo largo de casi tres años, las negociaciones emprendidas acordaron
un referéndum en el que participaron más de 6 millones de votantes. Se realizó
en julio de 1962 y una apabullante mayoría se pronunció por la independencia mientras
que apenas un 0.25% estuvo en contra. Argelia proclamó entonces su
independencia.
EL GIGANTE NO ERA INVENCIBLE
Pero poco después, la guerra de Vietnam ocupó la atención de todo el
mundo y marcó definitivamente a nuestra generación. Esa nación estaba dividida prácticamente
después de su independencia de Francia en 1954, entre la República Democrática
de Vietnam, conocida periodísticamente como Vietnam del Norte gobernada por
comunistas que bajo el liderazgo Ho Chi Min habían encabezado la lucha por independizarse
de Francia y el provisionalmente constituido gobierno con sede en Saigón,
conocido como Vietnam del Sur, gobernado por sectores pro occidentales, aunque
muy divididos entre sí. En 1956 debía haber elecciones para lograr la
reunificación del país. El incumplimiento del gobierno de Vietnam del Sur
motivó que la oposición comunista, conocidos como Vietcong, iniciara un enfrentamiento
armado. Muy pronto el enfrentamiento se incrementó con el apoyo abierto del
Vietnam del Norte al Vietcong y por parte de los Estados Unidos en asesoría
militar y ayuda con armas a Vietnam del Sur, así como apoyo en servicios a la
población civil. Lo que comenzó como un enfrentamiento dentro de un país,
pronto se convirtió en una guerra entre los dos Vietnam.
Pero todo lo relatado, que sucedía
exactamente al otro lado del mundo, no llamó la atención hasta 1964 cuando el
presidente norteamericano Lyndon B. Johnson autorizó el bombardeo constante a
Vietnam del Norte y el envío de tropas para apoyar a Vietnam del Sur. El
ingreso de los Estados Unidos a la guerra generó protestas cada vez más grandes
en todo el mundo, incluyendo un amplísimo movimiento por la paz en ese país.
Estas protestas por cierto se dieron también en el Perú, primero desde el
movimiento universitario pero luego en sectores más amplios, incluyendo una
marcha realizada en las calles de Lima en mayo de 1972.
Cuando en enero de 1973 se firman los
acuerdos de paz entre ambos Vietnam y los Estados Unidos, estableciendo el alto
al fuego y el retiro de los estadounidenses en 60 días, todo el mundo celebró
el triunfo de David frente a Goliat, el triunfo de los métodos no
convencionales y hasta artesanales de las guerrillas vietnamitas frente al
poderío de armas sofisticadas de los norteamericanos. Aunque pasarían aun tres
años para la unificación definitivamente del país como República Democrática de
Vietnam, los mencionados acuerdos firmados en París fueron el público
reconocimiento de la primera potencia mundial de su derrota.
Hay otros dos temas ocurridos lejos de
nuestras fronteras, que sólo mencionaré, pues marcaron la situación política de nuestro país. El primero, el
rompimiento en 1963 entre los dos partidos comunistas más grandes del mundo que
encabezaban además los gobiernos de sus países: el Partido Comunista de la
Unión Soviética y el Partido Comunista Chino. Esta división tuvo consecuencias
en todo el mundo –y por cierto en el Perú- produciéndose divisiones partidarias.
El segundo, “Mayo del 68”, una serie de protestas “contra la sociedad de
consumo” realizadas en toda Francia inicialmente por los universitarios a los
que se unieron trabajadores, produciéndose la mayor huelga general de Francia y
quizás de Europa al movilizar nueve millones de personas.
CINCO PRESIDENTES, TRES GOLPES…
Pero regresemos a nuestro país. Las primeras actividades políticas de
mi generación se vivieron en una década particularmente movida, tanto en la
conducción del gobierno como en el movimiento político. Así como la década del
20 prácticamente sólo tuvo un presidente, la del 60 fue la década en que más
presidentes tuvimos: Prado, Pérez Godoy, Lindley, Belaunde y Velasco. Pero la
década no sólo tuvo cinco presidentes sino se dieron varios golpes militares.
Hubo dos contra presidentes constitucionales, pero también hubo uno contra un
presidente de facto originada en el propio colegiado que integraba.
Manuel Prado, elegido en 1956, fue destituido el 18 de julio de 1962
–a sólo 10 días de culminar su mandato- por un golpe militar, el primero de
tipo institucional, encabezado por el general Ricardo Pérez Godoy y tres
copresidentes que representaban a las tres fuerzas armadas. Los miembros de la
Junta Militar declararon que se levantaban para impedir el fraude electoral y
que convocaría a elecciones ya que se quedarían sólo un año. Aparentemente
Pérez Godoy pensó en prolongar el mandato, por lo que en marzo de 1963, fue
relevado en la presidencia por el general Nicolás Lindley quien cumplió con
entregar el poder al elegido en las elecciones realizadas en junio.
El 28 de julio juramentó como presidente constitucional de la
república Fernando Belaunde Terry, que
había obtenido la mayoría de más del tercio de los electores que indicaba la
constitución de la época. Era el primer caso de una alianza electoral expresa
entre dos partidos legalmente inscritos: Acción Popular, cuyo jefe era el
propio Belaunde, y el Partido Demócrata Cristiano. La alianza AP-DC no logró mayoría
parlamentaria, aunque era la que más parlamentarios tenía. Sin embargo por un
pacto postelectoral que se conformó entre el Partido Aprista y la Unión
Nacional Odriísta, con el nombre de Coalición, las fuerzas de oposición
obtuvieron la mayoría en ambas Cámaras. La Alianza AP-DC se rompió a finales de
1967 y el 3 de octubre de 1968 se dio otro golpe institucional para instalar el
denominado Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada, encabezado por el
general Juan Velasco Alvarado.
La década del 60 nos mostró, en la etapa de Prado, cómo se gobernaba
con mayoría parlamentaria, mientras que los poco más de cinco años de Belaunde
fue una muestra de las dificultades de gobernar sin mayoría parlamentaria y
cuando estuvieron de presidentes Pérez Godoy, Lindley y Velasco mostraron la
forma en que se gobierna sin parlamento.
TRES GUERRILLAS…
También en los 60 hubo tres intentos
guerrilleros, el primero prácticamente abortado antes de iniciarse. Y si la
ampliamos hasta 1959, sería la década en que los dos partidos más antiguos se
dividieron y dos bastantes más jóvenes pero que habían alcanzado el gobierno,
también.
Como consecuencia de la Revolución Cubana, en
varios países incluido el nuestro, se produjeron intentos guerrilleros que no
tomaron en cuenta las condiciones distintas que existían. Un primer intento
fracasado antes de iniciarse fue el protagonizado por el poeta Javier Heraud
acribillado a balazos en el río Madre de Dios frente a la ciudad de Puerto
Maldonado (Ver
crónica “Mucho más que el padre de Javier Heraud” del 23 de mayo de 2014). Años después me enteraría que había sido
el primer intento del llamado Ejército de Liberación Nacional, ELN. Este
movimiento planteaba la formación de un ejército a partir del desarrollo de
varios movimientos guerrilleros en todo el país.
A fines de setiembre de 1965, justamente con
el nombre del poeta fallecido, se instala en la provincia ayacuchana de La Mar un
frente guerrillero que comenzó a actuar a pesar que ellos mismos habían
decidido que esa era una etapa de investigación y preparación. Su accionar
apenas duró tres meses hasta que en un enfrentamiento murió uno de sus líderes,
Edgardo Tello, mientras quizá el más significativo de sus líderes, Héctor
Béjar, fue apresado.
El prematuro inicio de las acciones por
parte del ELN se debió aparentemente a que el Movimiento de Izquierda
Revolucionaria, MIR, había iniciado sus
acciones en dos de los tres frentes en que pretendía actuar. El accionar del
MIR duró de junio de 1965 hasta enero de 1966 en que murió Guillermo Lobatón,
quien comandaba el frente guerrillero Túpac Amaru en Junín, sierra central del
país. Antes, en octubre, había muerto su principal líder, Luis de la Puente
Uceda, quien encabezaba el frente guerrillero Pachacútec en Cusco, sierra sur
del Perú.
Trascendió que poco antes que el ELN
iniciara sus acciones hubo una reunión en Lima entre esta organización y el MIR
con la idea de coordinar acciones futuras. Sin embargo aparentemente nunca
funcionó, entre otras cosas, por lo rápidamente que sus operaciones fueron
detectadas y sus fuerzas guerrilleras derrotadas.
CUATRO DIVISIONES PARTIDARIAS
El origen del MIR se remontaba a octubre de
1959 cuando en una convención nacional del partido aprista, un sector encabezado
por De la Puente, cuestionó la alianza con el gobierno derechista de Manuel
Prado, conocida por la “convivencia” y pidió retomar los postulados primigenios
del partido. Junto a él se encontraban una treintena de dirigentes apristas de
Trujillo, ciudad considerada cuna del Partido Aprista por ser lugar de
nacimiento de su fundador y jefe Víctor Raúl haya de la Torre. Luego de una agria
y hasta violenta discusión, los disidentes –a los que se había unido el joven
diputado por Cajamarca Carlos Malpica- fueron expulsados. Poco después se
constituyeron en Apra Rebelde y en 1962 cambiaron su nombre a MIR.
En enero o febrero de 1964, como producto
del rompimiento ideológico entre los partidos comunistas de la Unión Soviética
y de China, mencionado párrafos atrás, se produjo la división del Partido
Comunista Peruano apareciendo una nueva agrupación denominada Partido Comunista
del Perú pero más conocida como PC- Bandera Roja por el nombre de su
publicación.
En diciembre de 1966 se produjo
la creación del Partido Popular Cristiano con un importante sector de personalidades que
renunciaron al Partido Demócrata Cristiano en ese momento integrante de la
alianza de gobierno (Ver
crónica “El PPC nació sin Correa” del 16 de febrero de 2013). La reelección semanas antes de Luis
Bedoya Reyes, principal figura de la naciente agrupación, generó gran impacto.
Su alejamiento de la DC no significó que los dos parlamentarios que tenían
dejaran de apoyar al gobierno de la Alianza AP-DC.
Un año después, el
vicepresidente de la república y secretario general de Acción Popular Edgardo
Seoane, así como un importante grupo de dirigentes de ese partido, fueron
destituidos de sus cargos partidarios por el presidente de la república y jefe
de Acción Popular, Fernando Belaunde. Posteriormente, los defenestrados se constituyeron
en Acción Popular Socialista.
LA
MIGRACIÓN SE CONVIERTE EN AVALANCHA
Pero independientemente de la complicada
situación política y partidaria de la época, hay que considerar en esa década el
cambio social que se estaba realizando en los alrededores de la capital con el Inicio
de un pujante proceso de urbanización. Como lo he señalado en otras ocasiones,
sin tener plena conciencia del fenómeno, nuestra generación asistía al inicio
de la ola migratoria que a finales de los años 50 y en las décadas sucesivas se
hizo incontenible y que cambió definitivamente nuestra ciudad y nuestro país. Sin
ninguna duda que vivimos la etapa en que más cambió nuestro país en términos
demográficos.
Pero en los años 60 al comprobar que la migración básicamente por razones
económicas, que trajo cientos de miles de compatriotas de la sierra a la costa,
particularmente a Lima, desde finales de los 40, no podíamos imaginar que en
los 80 se produciría el éxodo -también de cientos de miles- de quienes fueron
víctimas del terrorismo homicida que asoló los departamentos de la sierra
central del Perú y que originó una ola de violencia que incluso fue
incrementada por acciones también violentas de algunos elementos del orden que
debían más bien pacificar el país. En estos momentos que el crecimiento demográfico
de la capital se ha estabilizado, es muy difícil que otra generación asista a
un crecimiento tan espectacular en el futuro.
LIMA
CRECE Y SE TRANSFORMA ACELERADAMEMTE
Pero Lima no sólo creció en habitantes. La necesidad de vivienda
fomentó la autoconstrucción en las inicialmente llamadas barriadas y
posteriormente conocidas como pueblos jóvenes, donde vivían las clases
populares, fundamentalmente migrantes que por oleadas llegaban a la capital. Y
el olfato para los negocios de las urbanizadoras que brindaban terrenos para
determinadas construcciones públicas, como las grandes unidades escolares a
inicios de los cincuenta, lograron luego que el Estado extendiera los servicios
a las zonas aledañas donde impulsaron la construcción de urbanizaciones nuevas
para las clases medias.
A inicios de los años 60, el llamado Cono Norte no existía, ya que
poco después de la Universidad Nacional de Ingeniería comenzaba la carretera
norte y en la carretera central, después de la Parada y los cerros San Cosme y
El Agustino y antes de Chaclacayo, sólo existía el pequeño pueblo de Vitarte.
En el sur de la capital, después del cementerio y estadio municipales de
Surquillo, había chacras, granjas y haciendas y entre altos y frondosos árboles
se iniciaba la carretera que llevaba a la Panamericana Sur.
Todavía a inicios de los años 60, entre Miraflores y Lince como entre
Lima y el Callao, veíamos desde los tranvías cultivos de algodón o maíz. Y por
cierto, si uno se trasladaba por diversas zonas de Lima encontraba “bolsones”
de cultivos como en Maranga o Santa Cruz, entre otras zonas que recuerdo.
Muy cerca de las fábricas que paulatinamente se habían instalado en la
hoy avenida República de Panamá se cruzaba la avenida Corpac que terminaba en
el aeropuerto internacional de Limatambo, donde hoy queda el ministerio del
Interior, cuyas pistas de aterrizaje quedaban en lo que hoy es parte de San
Borja, lo que explica lo absurdo de sus avenidas que son a la vez
perpendiculares y paralelas entre sí.
UNA GENERACIÓN COMPROMETIDA
Esta referencia demográfica y geográfica de la Lima que existía en la
década de los 60 no es casual. Nos puede dar una medida de la mirada que en
esos momentos teníamos, desde una Lima en que si bien, debido al centralismo se
tomaban la gran mayoría de las decisiones administrativas que afectaban a todo
el país, no tenía la agobiante hegemonía de hoy en que prácticamente todas las
élites intelectuales han dejado sus departamentos de origen para instalarse en
Lima.
Por eso, no resultaba demasiado extraño que entre 1956 y 1962, la
mejor representación parlamentaria fuera la de Arequipa, con los senadores
demócratas cristianos Mario Polar y Julio Ernesto Portugal y el acciopopulista
Alfonso Montesinos y Montesinos y los diputados democristianos Héctor Cornejo
Chávez, Javier de Belaunde, Jaime Rey de Castro, Roberto Ramírez del Villar y
Jorge Bolaños, el acciopopulista Antonio Rodríguez del Valle y Germán Tito Gutiérrez
del Movimiento Social Progresista.
Y es que había importantes élites intelectuales, con clara influencia
universitaria por la calidad de sus autoridades y dirigentes estudiantiles,
considerando que al inicio de los sesenta sólo existían universidades en Trujillo,
Arequipa y Cusco. No está demás señalar que la Federación Universitaria del
Cusco fue presidida en 1959 por Valentín Paniagua, que sería elegido diputado
cuatro años después, cuando tenía 26 años. Y que su sucesor en la dirigencia
estudiantil fue José Tamayo Herrera, ex director de la Biblioteca Nacional del
Perú, un reconocido intelectual e historiador que hasta hoy sigue produciendo
importantes libros.
Así era la política y la sociedad en que vivió y participó mi
generación hace cinco décadas. Intensa a pesar que no existían los elementos
tecnológicos que hoy nos ayudan. Con comunicación entre nosotros a pesar de no soñar
con que habría teléfonos celulares, con amplia información sin imaginar
siquiera que treinta años después existiría Internet, trasmitiendo eficazmente
mensajes sin suponer que habría alguna vez correo electrónico. Se trató -y
trata- de una generación que se comprometió políticamente antes de llegar a la
edad en que legalmente se adquiría la ciudadanía y que lo hizo pensando
colectivamente, asumiendo utopías y reformulándolas cada vez que fuera necesario
porque nunca creyó en dogmas inamovibles.
Maestro:
ResponderBorrarMe impresiona la evolución y el final de tú articulo. Sólo pregunto, con la fraternidad de siempre,,¿ el daño causado ´por los locos, timoratos o equivocados de ideología, a quien se lo atribuimos? A quien, a quien.Para ser mas directos Quien es el causante de los daños del Perú de nuestra generación. Tiene que haber culpables, de todas maneras.Pero no con las respuestas consabidas y de clich+e. En el fondo, no quiero ser una generckion perdida.. Por eso te escribo. Un fuerte abrazo