viernes, 20 de marzo de 2015

EL PRIMER CENTRO COMERCIAL 60 AÑOS DESPUÉS (1955)

Hace unos días mientras estaba al lado de un ventanal en un noveno piso del Paseo de la República, después de observar el puente Canaval Moreyra que cruza la Vía Expresa, mi mirada se fijó en el edificio de las tiendas Saga Falabella. Mientras lo hacía mi mente retrocedió sesenta años, cuando estaba a punto de comenzar mis estudios de segundo de secundaria en la gran unidad escolar “Tomas Marsano” que un par de años después se denominaría “Ricardo Palma”, nombre con el que nos identificaríamos para siempre. En esa época las clases comenzaban el primero de abril y no en marzo como ahora.

No podría señalar con precisión en qué momento de ese año o el anterior había reparado en una amplia construcción que se estaba levantando al lado derecho de las líneas del tranvía que se dirigía al sur. La construcción resultaba cortando terrenos de cultivo que había  en los alrededores. Estaba en la cuadra 32 del Paseo de la República,  ocupaba un hectárea que comenzaba al finalizar la casa hacienda Limatambo, propiedad de la familia Brescia y terminaba cerca de la avenida que a menos de dos kilómetros más adelante concluía en el Aeropuerto Internacional Limatambo.
 
Desde 1951 que comencé a movilizarme solo, el tranvía fue el medio de transporte que más utilicé tal como ya lo he contado en otras oportunidades (Ver crónica “Los tranvías de mi tiempo” del 16 de febrero de 2013). Y si bien los tranvías pequeños -las líneas 1 y 2- que llegaban hasta el Rímac dónde vivía, eran los que más frecuentaba, entre ese año y 1958 utilice en numerosas oportunidades la línea interurbana que llegaba hasta Barranco y algunos de sus vagones incluso a Chorrillos.
 
El trayecto de esa línea interurbana atravesaba, además del cercado, las zonas aun mayoritariamente rurales de los distritos de Lince, San Isidro y la primera parte de Miraflores, ya que la otra parte sí estaba urbanizada tanto, que su desarrollo había generado en 1949 la necesidad de crear el distrito de Surquillo, al otro lado de la línea del tranvía. Después se dirigía a los ya mencionados distritos de Barranco y Chorrillos.
 
Las líneas de ida y vuelta del tranvía iban a ambos lados del Paseo de la República, anchísima avenida con jardines, una buena cantidad de árboles y una amplia vereda central. Creo que además tenía bancas en algunas partes de sus cinco kilómetros de recorrido.
 
UNA NUEVA FORMA DE VENDER EN EL PERÚ
 
Pero regresemos a los primeros días de abril a la cuadra 32 de esa alameda. Por informaciones periodísticas se sabía que se estaba construyendo una enorme tienda por departamentos similar a las que existían en los Estados Unidos de América. De hecho el nombre de la firma Sears Roebuck corroboraba que era algo distinto a cualquier otra tienda que hubiésemos conocido. Lo de “por departamentos” no quedaba muy claro hasta que las informaciones comenzaron a indicarnos que era porque habría secciones distintas para ropa de mujer, de hombre o de niños, o para zapatería o para juguetes o para adornos o para electrodomésticos. Incluso, no sé si desde el principio, también automóviles y sus repuestos. Es decir, que era una tienda donde se podía comprar de todo.
 
Aunque no utilizaba todos los días tranvías sí pude observar los avances de su construcción en los últimos cinco meses hasta que fue inaugurado a mediados de setiembre de ese año. Creo que por esa época en algún momento se dijo que en Sears se podía comprar desde un alfiler hasta un automóvil, como forma de graficar que una nueva forma de vender se había instalado en el país.
 
No puedo precisar si fue desde su inauguración que Sears implantó el uso de tarjetas de crédito que permitían llevarse los productos adquiridos e irlos pagando por partes. Las tarjetas permitían comprar y pagar varias veces mientras no se superara el monto tope que se asignaba a cada cliente. En todo caso no recuerdo que mi familia la tuviera. Sí tengo claro que por los años 70 el tener tarjeta de Sears era una muestra de solvencia económica, al mismo tiempo que no era algo que la tienda  entregara sin analizar muy bien al aspirante.
 
Semanas después de inaugurado el local fuimos con mi madre y mis hermanas a conocer la tienda. En realidad como muchas otras familias íbamos a ver no a comprar. Y no puedo negar que más que en los productos que se vendían, muchos ojos infantiles y adolescentes, estaban fijos en las escaleras eléctricas que llevaban al segundo piso. En mi memoria son las escaleras eléctricas de Sears las primeras que vi en mi vida. Sin embargo he leído que las primeras fueron las de las Galerías Boza, centro comercial en el centro de Lima a pocos metros de la Plaza San Martín y que une el jirón de la Unión con el jirón Carabaya y en cuyos dos pisos habían diversos y elegantes locales comerciales. Considerando que la inauguración fue un medio año después que Sears me queda la duda. Hay la posibilidad que las escaleras de Sears no hubiesen funcionado desde la inauguración o que en realidad fueran las primeras en instalarse en Lima.
 
AUGE, CAÍDA Y RESURGIMIENTO
 
Regresemos a San Isidro a fines de 1955. Los adornos navideños con presencia de imágenes de Papá Noel llamaban la atención de los pasajeros de los tranvías que pasaban por el costado de la gran tienda. Esa y las siguientes navidades se notó la afluencia de clientes. Otro tanto ocurrió en mayo de 1956 con ocasión del Día de la Madre.  No ocurrió lo mismo con el Día del Padre porque esa fecha no se celebraba por esa época…
 
En los años siguientes nuevas tiendas Sears se instalaron en el centro de Lima, en Miraflores y en el centro comercial San Miguel, uno de los pocos centros que se pudo desarrollar en los 80, época de terrorismo e hiperinflación. En esos años, cuando en el Perú y por cierto en Lima, se sucedían atentados terroristas que muchísimas veces significaran “apagones”, las actividades comerciales declinaron, las actividades de las tiendas Sears disminuyeron. Además, la inflación desbocada hacía dificilísimo cualquier sistema de ventas a crédito. Por esos años la empresa es traspasada a Sociedad Andina de los Grandes Almacenes, que el año 1988 relanza la tienda con las iniciales SAGA, aunque por mucho tiempo los clientes la siguieron llamando con su nombre anterior. Quizás por eso, cuando en 1996 el grupo chileno Falabella adquiere la empresa deciden mantener el nombre al que ya se habían acostumbrado. Nace así Saga Falabella que se mantiene hasta hoy.
 
El antiguo local de San Isidro se mantuvo sin mayores cambios por alrededor de 50 años, salvo la utilización de la amplia zona de estacionamiento por carpas muy grandes donde se realizaba venta de saldos de precio muy barato y mala calidad. Pero a mediados de la década pasada se hace una remodelación que incluye además la construcción del supermercado Tottus, propiedad de la misma empresa y estacionamientos en varios niveles.
 
El edificio que vi construirse hace 60 años ha cambiado completamente de aspecto, lo que podía denominarse elegancia o distinción de la antigua edificación ha dado paso a instalaciones modernas y funcionales. Pero visto hoy desde un noveno piso, el mayor cambio de esta primera tienda por departamentos que tuvo Lima  es su entorno. Ayer se elevaba entre cultivos, mientras hoy su presencia se empequeñece por la cantidad de edificios que la rodean, incluyendo el hotel Westin que con su 30 pisos es el más alto del Perú.
 
Lo único que se mantiene igual, como si el tiempo se hubiese detenido es la casa hacienda de la familia Brescia, reducida prácticamente sólo a la antigua edificación y los jardines adyacentes, aunque debe tener como una hectárea, que permanece como un refugio protegido por las grandes edificaciones que la rodean.

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