Cercano el Año Nuevo, he recordado algunas celebraciones de esa fecha alrededor de cuarenta años atrás -en la década de los 80- cuando los días 31 de diciembre nos preguntábamos si en las festividades familiares o sociales habría luz o se tendría que recurrir a velas o lamparines…
Previamente es necesario señalar como
absolutamente erradas aquellas versiones que señalan que Lima se sintió directamente
golpeada por el terrorismo cuando se produjo el atentado en la calle Tarata en
Miraflores, en julio de 1992. Es posible que, en los primeros dos años de
acciones terroristas del Partido Comunista del Perú - Sendero Luminoso,
mayoritariamente en la sierra del país y particularmente en el departamento de
Ayacucho, su accionar resultara algo lejano para los limeños e incluso para los
habitantes de la costa peruana. Pero, ya hacia 1982, los atentados no sólo se
conocían en todo el país sino comenzaron a afectar crecientemente a todos los
peruanos, incluyendo por cierto a los limeños.
EN LOS 80 HUBO CENTENARES DE APAGONES
No pretendo en esta crónica relatar los
apagones que sufrimos en el Perú y particularmente en Lima en los años 80 que
de hecho superan largamente la centena. En el caso de mi familia, los apagones nos
creaban una dificultad adicional: la falta de agua. Es que el suministro en la
zona no era directamente de la red pública, sino a través de un enorme pozo que
funcionaba muy bien… cuando había electricidad.
No era raro ya por esos años que se produjeran
apagones en diversos lugares del país. Pero al iniciarse 1984 ocurrió un apagón
en Lima y varias otras ciudades, justo en el momento en el que la mayoría de
las personas estaban en cuenta regresiva para vivar la llegada del nuevo año- Se
estaba contando 5… 4… 3… 2… 1… y cuando se comenzaba a gritar Feliz Año, todo
se oscureció…
TODO LISTO PARA CELEBRACIÓN
Es el Año Nuevo con apagón que más recuerdo.
Serían las siete o siete y media de la noche del 31 de diciembre de 1983,
cuando con Ana María, mi esposa, y mis tres hijos íbamos en nuestro Volkswagen
por la avenida La Marina. Cuando pasábamos por la Feria Internacional del
Pacífico, en el distrito de San Miguel, pese a la poca iluminación se notaba
adentro algunos movimientos, lo que resultaba anormal en esa época del año en
que usualmente ese amplísimo local permanecía cerrado. En cuatro o cinco horas
estará todo iluminado, dije. Y allí estaremos el papá y yo, añadió Ana María. Y
ante la cara de sorpresa de los niños, les dijo que habría una fiesta para
celebrar la elección de Barrantes como alcalde de Lima.
En esos momentos nos dirigíamos a
Bellavista, en el Callao, a la casa de mis suegros no sólo para recibir el
nuevo año sino también para dejar a nuestros hijos. Cenaríamos temprano porque
mi suegro tenía que entrar a trabajar poco después. Su horario habitual era de
las 11 de la noche a las 7 de la mañana, pero desde hacía unos años tenía un
acuerdo con un compañero de trabajo que era soltero. En Navidad llegaba dos
horas después del cambio de turno y en Año Nuevo dos horas antes. Nosotros
teníamos previsto estar hasta la una de la mañana y luego dirigirnos al local
de la feria.
En esos días, los militantes de los partidos
integrantes de Izquierda Unida -IU- y los centenares de miles de sus votantes
no dejaban de felicitarse por el contundente resultado de las elecciones
municipales realizadas el 13 de noviembre que habían significado el triunfo de
sus listas en cientos de municipios distritales, decenas de municipios
provinciales, más de quince alcaldes en los distritos de Lima y sobre todo el
municipio provincial de la capital del Perú, que desde el primero de enero
tendría al Presidente de IU Alfonso Barrantes,
como su alcalde (Ver crónica “Barrantes triunfante en Lima”
del 25 de noviembre de 2018).
Yo era miembro alterno del Comité Directivo Nacional de IU, en
representación del Partido Socialista Revolucionario, PSR, y tres años antes
había tenido activa participación en diversas reuniones en búsqueda de avances
unitarios entre fuerzas de izquierda que culminaron en la fundación de IU (Ver crónica “Izquierda: encuentros y desencuentros” del 20 de febrero de 2015).
TENÍAMOS EL MEJOR LOCAL PARA CELEBRAR
En la noche del 25 de diciembre de 1983, como
era habitual desde unos años atrás en los días de Navidad, estaba junto con mi
familia en la casa de Henry Pease, su esposa Mary y sus dos hijas. Hablamos de
varios asuntos vinculados a IU y sobre la administración de la ciudad, pero también
sobre la urgencia de cubrir las deudas que se tenía con varios proveedores que
habían dado sus servicios en la reciente campaña electoral en Lima. Henry
-teniente alcalde electo- había sido responsable de esa campaña y me contó que
se había decidido organizar una gran fiesta popular por la victoria que -además
de servir de esparcimiento para miles de militantes y simpatizantes que habían
colaborado en la campaña- también buscaría recaudar fondos que permitieran
terminar con las deudas. Añadió que se había conseguido el amplio local de la
Feria del Pacífico para realizar la multitudinaria celebración.
Bromeé un poco con Henry. Espero no te
encargues de organizar la fiesta le dije. Has demostrado que eres capaz de
organizar una campaña electoral exitosa y seguramente podrás organizar un
trabajo municipal eficiente, pero estoy seguro de que no puedes decidir qué
música debe interpretarse, qué conjuntos deben participar, cuáles son las
bebidas que generan mayores ingresos y cuáles las comidas aparentes para una
amanecida, añadí sonriente. Riéndose me comentó que su única participación en
la fiesta sería recoger lo recaudado y utilizarlo en pagar las deudas
pendientes.
No recuerdo quiénes colaboraron en la
organización de la masiva concentración por parte del PSR. Posteriormente me
contaron que cientos de participantes llegaron alrededor de las once de la
noche y se sabía que recién después de medianoche llegarían miles de personas
deseosas de participar en la gran fiesta de celebración.
TODO QUEDÓ A OSCURAS
A las cero horas, al momento que los
asistentes comenzaron a abrazarse y desearse un buen año, las luces de la Feria
del Pacífico se apagaron totalmente. Inicialmente
algunos pensaron que podría tratarse de alguna sobrecarga, considerando los
muchos aparatos eléctricos que se habían instalado para animar la fiesta, pero
conforme avanzaron los minutos llegaron al convencimiento que era bastante más
amplio. Alguien logró acercarse a su vehículo y conectar la radio y se enteró
que se trataba de un gran apagón que había dejado a oscuras
toda la ciudad y gran parte del país. No pasó mucho tiempo, quizás unos 15 o 20
minutos, para que se suspendiera el evento.
Habían sido derribadas tres torres de
conducción del fluido eléctrico cercanas a la capital, horas después de la
voladura de otras cuatro que afectaron al centro del país, mientras que en la
costa la oscuridad llegó hasta Marcona a 510 kilómetros al sur de Lima y a Huacho
a 140 al norte de la capital.
Dos horas después de iniciado el apagón, rumbo
a nuestra casa, pasamos por la Feria del Pacífico en el Volkswagen. Todo estaba
oscuro y todavía había centenares de personas conversando en los alrededores,
esperando transporte colectivo e incluso caminando en grupos en distintas
direcciones. Como sucedería en otras oportunidades -aunque nunca en horas de la
madrugada- nos movilizábamos por las avenidas que sólo eran iluminadas por los
faros de otros vehículos.
En los días siguientes, todas las
informaciones coincidían que había sido un enorme operativo terrorista por
parte de Sendero Luminoso que incluyó el derribamiento de veinte torres. Pease,
por su parte, tuvo que buscar otras fórmulas para terminar de cubrir las deudas
de la campaña, que hasta donde me acuerdo, incluyó aportes de los partidos
integrantes de IU.
TENSIÓN A MEDIANOCHE
Después de ese gran apagón, los siete u ocho
años siguientes todos esperábamos con temor el momento del cambio de año. La
noche en qué terminaba 1984 y comenzaba 1985, en Lima se sintió los estallidos
de dinamita lanzados contra el local de una asociación mutualista de
especialistas del ejército. Y en el resto del país hubo múltiples atentados.
Cerca de la medianoche, una carga explosiva en una torre de alta tensión en
Arequipa produjo un apagón de tres horas en esa ciudad. Justo a medianoche,
otro atentado provocó un apagón en la ciudad del Cusco, mientras se hacían
destrozos con dinamita a una agencia bancaria. A la misma hora, en Chiclayo,
otra torre eléctrica fue dinamitada produciéndose apagones en distintos
sectores de la ciudad.
A punto de celebrarse el Año Nuevo de 1986, un
policía en una revisión de rutina descubrió y desactivó una carga explosiva
dispuesta para volar el puente Atocongo, vía de salida de Lima a la
Panamericana Sur.
Cuando los peruanos respirábamos aliviados,
debido a que habían pasado dos semanas de iniciarse el nuevo año sin apagones
significativos, el 15 de enero de 1987 hubo uno muy grande que dejó a oscuras
por varias horas a varias ciudades del país y a Lima, donde paralelamente se
produjeron acciones terroristas en dos fábricas importantes que sufrieron
incendios y contra locales de varias agencias bancarias, un canal de televisión
y el instituto nacional penitenciario.
Entre el 31 de diciembre y el primero de enero
de 1988, más de 30 torres de alta tensión del Sistema Eléctrico Interconectado
del Mantaro fueron voladas con explosivos. Como consecuencia hubo otro gran
apagón que afectó a Lima, el Callao y las ciudades de la costa peruana entre
Chiclayo e Ica. Y en varios lugares de la capital se escucharon explosiones de
dinamita. Quedó claro entonces que 1988 sería un año más de violencia, que viví
de cerca unos noventa días después cuando escuché balazos a menos de 20 metros
de donde me encontraba (Ver crónica “Sentí los balazos cerca” del 30 de
agosto de 2022). Y la total precariedad en que vivíamos sería evidente
en setiembre cuando estalló un coche-bomba a cien metros del Palacio de
Gobierno (Ver
crónica "Setiembre tenso” del 27 de setiembre de 2018).
Un año después, a punto de iniciarse 1989, la
voladura de cinco torres de alta tensión del mismo sistema interconectado produjo
un apagón que afectó amplios sectores de Lima y todo el sur medio hasta Marcona,
así como algunas ciudades de la costa norte y la sierra central del país.
Después de la experiencia de esos años,
resulta explicable que muchos de los que vivimos esa época, esperemos unos
segundos antes de dar y recibir saludos de año nuevo. Inconscientemente
queremos estar seguros de que seguirán las luces encendidas…
Excelente recuerdo de una parte de la historia del PERU , felicitaciones Alfeedo, te saluda Carmen Meza
ResponderBorrarUna suscinta recopilación de un tiempo, que cuando se salía por la noche no sabíamos si se regresaba a casa o no. Cada salida era un adiós. Excelente documento, Alfredo.
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