viernes, 30 de diciembre de 2022

AÑOS NUEVOS A OSCURAS (1983-1989)

Cercano el Año Nuevo, he recordado algunas celebraciones de esa fecha alrededor de cuarenta años atrás -en la década de los 80- cuando los días 31 de diciembre nos preguntábamos si en las festividades familiares o sociales habría luz o se tendría que recurrir a velas o lamparines…

Previamente es necesario señalar como absolutamente erradas aquellas versiones que señalan que Lima se sintió directamente golpeada por el terrorismo cuando se produjo el atentado en la calle Tarata en Miraflores, en julio de 1992. Es posible que, en los primeros dos años de acciones terroristas del Partido Comunista del Perú - Sendero Luminoso, mayoritariamente en la sierra del país y particularmente en el departamento de Ayacucho, su accionar resultara algo lejano para los limeños e incluso para los habitantes de la costa peruana. Pero, ya hacia 1982, los atentados no sólo se conocían en todo el país sino comenzaron a afectar crecientemente a todos los peruanos, incluyendo por cierto a los limeños.

EN LOS 80 HUBO CENTENARES DE APAGONES

No pretendo en esta crónica relatar los apagones que sufrimos en el Perú y particularmente en Lima en los años 80 que de hecho superan largamente la centena. En el caso de mi familia, los apagones nos creaban una dificultad adicional: la falta de agua. Es que el suministro en la zona no era directamente de la red pública, sino a través de un enorme pozo que funcionaba muy bien… cuando había electricidad.

No era raro ya por esos años que se produjeran apagones en diversos lugares del país. Pero al iniciarse 1984 ocurrió un apagón en Lima y varias otras ciudades, justo en el momento en el que la mayoría de las personas estaban en cuenta regresiva para vivar la llegada del nuevo año- Se estaba contando 5… 4… 3… 2… 1… y cuando se comenzaba a gritar Feliz Año, todo se oscureció…

TODO LISTO PARA CELEBRACIÓN

Es el Año Nuevo con apagón que más recuerdo. Serían las siete o siete y media de la noche del 31 de diciembre de 1983, cuando con Ana María, mi esposa, y mis tres hijos íbamos en nuestro Volkswagen por la avenida La Marina. Cuando pasábamos por la Feria Internacional del Pacífico, en el distrito de San Miguel, pese a la poca iluminación se notaba adentro algunos movimientos, lo que resultaba anormal en esa época del año en que usualmente ese amplísimo local permanecía cerrado. En cuatro o cinco horas estará todo iluminado, dije. Y allí estaremos el papá y yo, añadió Ana María. Y ante la cara de sorpresa de los niños, les dijo que habría una fiesta para celebrar la elección de Barrantes como alcalde de Lima.

En esos momentos nos dirigíamos a Bellavista, en el Callao, a la casa de mis suegros no sólo para recibir el nuevo año sino también para dejar a nuestros hijos. Cenaríamos temprano porque mi suegro tenía que entrar a trabajar poco después. Su horario habitual era de las 11 de la noche a las 7 de la mañana, pero desde hacía unos años tenía un acuerdo con un compañero de trabajo que era soltero. En Navidad llegaba dos horas después del cambio de turno y en Año Nuevo dos horas antes. Nosotros teníamos previsto estar hasta la una de la mañana y luego dirigirnos al local de la feria.

En esos días, los militantes de los partidos integrantes de Izquierda Unida -IU- y los centenares de miles de sus votantes no dejaban de felicitarse por el contundente resultado de las elecciones municipales realizadas el 13 de noviembre que habían significado el triunfo de sus listas en cientos de municipios distritales, decenas de municipios provinciales, más de quince alcaldes en los distritos de Lima y sobre todo el municipio provincial de la capital del Perú, que desde el primero de enero tendría al Presidente de IU Alfonso Barrantes, como su alcalde (Ver crónica “Barrantes triunfante en Lima” del 25 de noviembre de 2018).

Yo era miembro alterno del Comité Directivo Nacional de IU, en representación del Partido Socialista Revolucionario, PSR, y tres años antes había tenido activa participación en diversas reuniones en búsqueda de avances unitarios entre fuerzas de izquierda que culminaron en la fundación de IU (Ver crónica “Izquierda: encuentros y desencuentros” del 20 de febrero de 2015).

TENÍAMOS EL MEJOR LOCAL PARA CELEBRAR

En la noche del 25 de diciembre de 1983, como era habitual desde unos años atrás en los días de Navidad, estaba junto con mi familia en la casa de Henry Pease, su esposa Mary y sus dos hijas. Hablamos de varios asuntos vinculados a IU y sobre la administración de la ciudad, pero también sobre la urgencia de cubrir las deudas que se tenía con varios proveedores que habían dado sus servicios en la reciente campaña electoral en Lima. Henry -teniente alcalde electo- había sido responsable de esa campaña y me contó que se había decidido organizar una gran fiesta popular por la victoria que -además de servir de esparcimiento para miles de militantes y simpatizantes que habían colaborado en la campaña- también buscaría recaudar fondos que permitieran terminar con las deudas. Añadió que se había conseguido el amplio local de la Feria del Pacífico para realizar la multitudinaria celebración.

Bromeé un poco con Henry. Espero no te encargues de organizar la fiesta le dije. Has demostrado que eres capaz de organizar una campaña electoral exitosa y seguramente podrás organizar un trabajo municipal eficiente, pero estoy seguro de que no puedes decidir qué música debe interpretarse, qué conjuntos deben participar, cuáles son las bebidas que generan mayores ingresos y cuáles las comidas aparentes para una amanecida, añadí sonriente. Riéndose me comentó que su única participación en la fiesta sería recoger lo recaudado y utilizarlo en pagar las deudas pendientes.

No recuerdo quiénes colaboraron en la organización de la masiva concentración por parte del PSR. Posteriormente me contaron que cientos de participantes llegaron alrededor de las once de la noche y se sabía que recién después de medianoche llegarían miles de personas deseosas de participar en la gran fiesta de celebración.

TODO QUEDÓ A OSCURAS

A las cero horas, al momento que los asistentes comenzaron a abrazarse y desearse un buen año, las luces de la Feria del Pacífico se apagaron totalmente.  Inicialmente algunos pensaron que podría tratarse de alguna sobrecarga, considerando los muchos aparatos eléctricos que se habían instalado para animar la fiesta, pero conforme avanzaron los minutos llegaron al convencimiento que era bastante más amplio. Alguien logró acercarse a su vehículo y conectar la radio y se enteró que se trataba de un gran apagón que había dejado a oscuras toda la ciudad y gran parte del país. No pasó mucho tiempo, quizás unos 15 o 20 minutos, para que se suspendiera el evento.

Habían sido derribadas tres torres de conducción del fluido eléctrico cercanas a la capital, horas después de la voladura de otras cuatro que afectaron al centro del país, mientras que en la costa la oscuridad llegó hasta Marcona a 510 kilómetros al sur de Lima y a Huacho a 140 al norte de la capital.

Dos horas después de iniciado el apagón, rumbo a nuestra casa, pasamos por la Feria del Pacífico en el Volkswagen. Todo estaba oscuro y todavía había centenares de personas conversando en los alrededores, esperando transporte colectivo e incluso caminando en grupos en distintas direcciones. Como sucedería en otras oportunidades -aunque nunca en horas de la madrugada- nos movilizábamos por las avenidas que sólo eran iluminadas por los faros de otros vehículos.

En los días siguientes, todas las informaciones coincidían que había sido un enorme operativo terrorista por parte de Sendero Luminoso que incluyó el derribamiento de veinte torres. Pease, por su parte, tuvo que buscar otras fórmulas para terminar de cubrir las deudas de la campaña, que hasta donde me acuerdo, incluyó aportes de los partidos integrantes de IU.

TENSIÓN A MEDIANOCHE

Después de ese gran apagón, los siete u ocho años siguientes todos esperábamos con temor el momento del cambio de año. La noche en qué terminaba 1984 y comenzaba 1985, en Lima se sintió los estallidos de dinamita lanzados contra el local de una asociación mutualista de especialistas del ejército. Y en el resto del país hubo múltiples atentados. Cerca de la medianoche, una carga explosiva en una torre de alta tensión en Arequipa produjo un apagón de tres horas en esa ciudad. Justo a medianoche, otro atentado provocó un apagón en la ciudad del Cusco, mientras se hacían destrozos con dinamita a una agencia bancaria. A la misma hora, en Chiclayo, otra torre eléctrica fue dinamitada produciéndose apagones en distintos sectores de la ciudad.

A punto de celebrarse el Año Nuevo de 1986, un policía en una revisión de rutina descubrió y desactivó una carga explosiva dispuesta para volar el puente Atocongo, vía de salida de Lima a la Panamericana Sur. 

Cuando los peruanos respirábamos aliviados, debido a que habían pasado dos semanas de iniciarse el nuevo año sin apagones significativos, el 15 de enero de 1987 hubo uno muy grande que dejó a oscuras por varias horas a varias ciudades del país y a Lima, donde paralelamente se produjeron acciones terroristas en dos fábricas importantes que sufrieron incendios y contra locales de varias agencias bancarias, un canal de televisión y el instituto nacional penitenciario.

Entre el 31 de diciembre y el primero de enero de 1988, más de 30 torres de alta tensión del Sistema Eléctrico Interconectado del Mantaro fueron voladas con explosivos. Como consecuencia hubo otro gran apagón que afectó a Lima, el Callao y las ciudades de la costa peruana entre Chiclayo e Ica. Y en varios lugares de la capital se escucharon explosiones de dinamita. Quedó claro entonces que 1988 sería un año más de violencia, que viví de cerca unos noventa días después cuando escuché balazos a menos de 20 metros de donde me encontraba (Ver crónica “Sentí los balazos cerca” del 30 de agosto de 2022). Y la total precariedad en que vivíamos sería evidente en setiembre cuando estalló un coche-bomba a cien metros del Palacio de Gobierno (Ver crónica "Setiembre tenso” del 27 de setiembre de 2018).

Un año después, a punto de iniciarse 1989, la voladura de cinco torres de alta tensión del mismo sistema interconectado produjo un apagón que afectó amplios sectores de Lima y todo el sur medio hasta Marcona, así como algunas ciudades de la costa norte y la sierra central del país.

Después de la experiencia de esos años, resulta explicable que muchos de los que vivimos esa época, esperemos unos segundos antes de dar y recibir saludos de año nuevo. Inconscientemente queremos estar seguros de que seguirán las luces encendidas…

2 comentarios:

  1. Excelente recuerdo de una parte de la historia del PERU , felicitaciones Alfeedo, te saluda Carmen Meza

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  2. Una suscinta recopilación de un tiempo, que cuando se salía por la noche no sabíamos si se regresaba a casa o no. Cada salida era un adiós. Excelente documento, Alfredo.

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