martes, 30 de agosto de 2022

SENTÍ LOS BALAZOS CERCA (1988)

Hace cuatro años escribí sobre lo complicado que fue el mes de setiembre de 1988 cuando se lanzó un “paquete” de medidas económicas, que resultó uno de los más duros del primer gobierno de Alan García y que llevó la inflación de ese mes a 114%, mientras que el terrorismo seguía golpeando al país con asesinatos y atentados explosivos incluyendo un “coche-bomba” en una playa de estacionamiento a cien metros del Palacio de Gobierno (Ver crónica "Setiembre tenso” del 27 de setiembre de 2018). Aunque cualquier mes de ese año fue complicado, retrocedo a abril para hablar principalmente de la violencia que entonces se vivía…

Estaba en mi segundo año como secretario general del Partido Socialista Revolucionario, PSR y miembro del Comité Directivo Nacional de Izquierda Unida, CDN-IU, por un lado, y era editor y único redactor del Resumen Semanal de DESCO, por otro. Y por cierto, tratando que mi vida familiar, con mi esposa y mis tres hijos, se desenvolviera con tranquilidad y en felicidad, a pesar de estar amenazada por la violencia terrorista y una cada vez mayor inflación.

Era un mes típico del tercer año del primer gobierno de Alan García. Seguía el ascenso de la violencia iniciada en mayo de 1980 por el Partido Comunista del Perú, más conocido como Sendero Luminoso, y que se había incrementado con las acciones armadas del Movimiento Revolucionario Tupac Amaru, MRTA, casi cuatro años después.

ATENTADOS DE SENDERO LUMINOSO

En la primera semana de abril hubo cortes en el servicio eléctrico en Lima, Callao y otras ciudades del país, después que el 30 de marzo se produjera la voladura de varias torres de alta tensión. Pasó más de una semana para que se normalizara el servicio eléctrico. Pero, además de estos atentados, Sendero Luminoso continuó en los primeros días del mes la escalada violentista en el departamento de Huánuco. Hubo emboscadas contra vehículos oficiales, ataques a puestos policiales y locales públicos, así como robo de armas y de municiones. Más de una decena de víctimas mortales tanto civiles como policías, fue el saldo de estos ataques.

El 13 de abril en el poblado andino de Andajes, en la provincia limeña de Oyón, senderistas mataron a seis autoridades. El mismo día, asesinaron a un funcionario de la Sociedad Agrícola de Interés Social -SAIS- Tupac Amaru y a su esposa quienes viajaban en un ómnibus en la provincia de La Oroya. Días después, en Huancayo, otro directivo agrario, esta vez de la SAIS Cahuide, fue baleado y quedó gravemente herido. El 17 en Palmapampa, provincia ayacuchana de La Mar, fueron asesinados veintiún campesinos y tres días después, en la provincia ayacuchana de Huanta, otros veintisiete campesinos de la comunidad de Aranhuay, en represalia por haber organizado un comité de autodefensa. El 20 de abril fue secuestrado un alcalde distrital de la provincia de Huanta y días después fue encontrado su cadáver. El 22 fueron asesinados tres alcaldes de distintos distritos arequipeños.

No sólo en localidades de la sierra y selva peruanas se producían atentados senderistas en esos días. También en la ciudad de Lima. El 8 de abril un sargento de la policía fue asesinado a balazos y dos personas quedaron heridas en un atentado terrorista en el parque El Porvenir de La Victoria. Dos días después tres locales de venta de alimentos del ministerio de Agricultura fueron atacados y los subversivos instaron a los pobladores al saqueo antes de poner explosivos. El día 11, en la carretera central en Ate, fue acribillado por siete senderistas el gerente general de una fábrica de hilados. Al día siguiente, un funcionario de la municipalidad de Lima fue asesinado, mientras que una regidora resultó herida de bala en un atentado producido en el campo ferial Amazonas en el centro de Lima.

MRTA Y COMANDO RODRIGO FRANCO

El 20 de abril en Chanchamayo, provincia del departamento de Junín, un destacamento de unos 50 integrantes del MRTA tomó la localidad de Pichanaqui, hizo pintas con amenazas de muerte y arengó a los pobladores a plegarse a sus filas. Días después, el 24, en Huánuco otro grupo se apoderó de unos 60 cajones de dinamita de un depósito del ministerio de Transportes.

Trascendió a fines de ese mes una noticia a la que en esos momentos no se dio mayor importancia: habían sido dejados en libertad “por órdenes superiores” catorce militantes apristas que la policía había detenido cerca de la ciudad universitaria de San Marcos y que estaban armados y con explosivos. Creo que algo conversamos de este hecho antes de comenzar alguna sesión del CDN-IU y se pensó que era algún grupo de auto defensa del partido de gobierno. Con Carlos Tapia, conversaríamos sobre este hecho tres meses después, cuando el 28 de julio fue asesinado Manuel Febres, abogado defensor del recientemente detenido Osmán Morote, sindicado como el número dos de Sendero Luminoso. Un llamado “Comando Democrático Rodrigo Franco” reivindicó el hecho y a partir de esa fecha comenzaron a producirse acciones de violencia y de terrorismo de este grupo claramente identificado con el Partido Aprista.

Pero hablar de violencia en el mes de abril en 1988, tiene para mí una razón adicional: la experiencia de haber sentido los balazos de un atentado a pocos metros de donde yo estaba…

ACRIBILLAMIENTO EN EL CENTRO DE LIMA

Alrededor de las ocho y media de la mañana del sábado 2 de abril llegué al centro de Lima. Dejé estacionado mi Volkswagen en la calle y entré a un zaguán de una de las casonas ubicadas en la séptima cuadra del jirón Chancay a unos veinte o treinta metros del jirón Moquegua. Toqué la puerta de uno de los varios locales que allí se ubicaban. Era una imprenta pequeña donde se imprimía el Resumen Semanal y -como lo hacía desde semanas antes- entregué la mitad. El mediodía anterior ya había entregado la otra mitad. Cuando me estaba despidiendo del operario, hubo varios sonidos secos que se sintieron muy cercanos. Automáticamente volteamos hacia el portón del inmueble y vimos dos figuras corriendo con dirección a la avenida Nicolás de Piérola, más conocida como La Colmena, que está a unos setenta metros. ¡¡¡Disparos!!!, dijo alarmado mi interlocutor…

Salimos con mucho cuidado hasta la calle. Sólo tuvimos que recorrer tres o cuatro metros. Habían pasado menos de un minuto, pero ya había una veintena de personas asomándose al interior de un pequeño restaurante instalado en una casona contigua. Está muerta decían algunos, todavía está viva replicaban otros. Las especulaciones eran de todo tipo y mientras un camarero indicaba que era una joven que había llegado a tomar desayuno allí, otros aseguraban que se trataba de un crimen pasional ya que había sido descubierta por su marido en compañía del amante. Pero, aclaraba el camarero, en los días recientes en que había comenzado a frecuentar el restaurante, siempre la había visto sola y callada. Poco después llegó la policía y al comprobar que la abaleada aún estaba viva, dijeron que había que llevarla de urgencia al hospital Loayza, ubicado a unas cinco cuadras de allí. 

Un par de días más tarde, la revista Cambio informó que le había llegado un comunicado de la dirección nacional del MRTA con el título “muerte a los traidores y delatores” que reivindicaba el ataque contra esa mujer a la que identificaba como Carmen Rosa Cusquén Cabrera y acusaba de haber cometido “actos de traición y delación”. El comunicado también señalaba que “el brazo justiciero del MRTA será implacable con los traidores y delatores de la causa revolucionaria de nuestro pueblo”.

La joven abogada de 32 años no murió en ese ataque, quedó muy grave y permaneció internada por dos meses, cuando un comando de aniquilamiento irrumpió en el hospital y la mató a balazos. Trascendió que, en Chiclayo, dos de sus hermanos fueron muertos por la misma acusación y que ella había logrado escaparse a Lima, donde finalmente fue alcanzada.

Los tiros en el jirón Chancay no eran los primeros que sentía tan cerca… Una noche casi cuatro años antes en la carretera central cuando regresaba de Huancayo luego de asistir al entierro del alcalde provincial y militante de IU, Saúl Muñoz Menacho, asesinado por Sendero, escuchamos ráfagas de disparos al borde de la carretera (Ver crónica “Asesinato en Huancayo, infierno en el Infiernillo” del 22 de agosto de 2014).

RECORDANDO OTRO TIROTEO

Y justamente por la carretera central, me dirigía una vez más a Huancayo a mediados de ese mes de abril. En esta oportunidad, en que hicimos de día tanto la ida como la vuelta, pude comprobar cómo había escalado la situación de violencia en el país. Lugares estratégicos de la carretera o las líneas del tren que reiteradamente teníamos a la vista, aparecían con no disimulada custodia militar, pintas en muros propagando la lucha armada, comisarías fuertemente resguardadas, así como pequeños pueblos con gente mirando asustada detrás de sus ventanas fue lo que percibí en ese recorrido.

Viajé con Henry Pease -que presidía la comisión organizadora del primer congreso nacional de IU- para participar en una masiva reunión con el comité provincial y bases del frente. En las calles de Huancayo se notaba la tensión de una ciudad que reiteradamente había sufrido atentados terroristas.

Recién después de pasar al regreso debajo de puente El Infiernillo, a unos cien kilómetros de Lima, le conté a Henry la balacera por la que había atravesado en julio de 1984.

SUELDO DE VARIOS CIENTOS DE MILES

Dije al iniciar esta crónica que en 1988 mi vida familiar estaba amenazada por la violencia terrorista y una cada vez mayor inflación, pero hasta ahora sólo he hablado de violencia… ¿Y la inflación? Expliquémoslo con números más que con palabras: al terminar marzo había cobrado 23,756 intis de sueldo, pero en ese mes de abril cobraría 37,016. Medio año después estaría ganando 176,206… Es que cada tres meses en DESCO -la ONG donde trabajaba- se reajustaban los sueldos de acuerdo con la inflación y al año siguiente el reajuste sería cada dos meses.

Aunque los números aparentemente muestran un enorme sueldo, son en realidad reflejo de la tremenda inflación que se vivía por esos años...

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