Hace cuatro años escribí sobre lo complicado que fue el mes de setiembre de 1988 cuando se lanzó un “paquete” de medidas económicas, que resultó uno de los más duros del primer gobierno de Alan García y que llevó la inflación de ese mes a 114%, mientras que el terrorismo seguía golpeando al país con asesinatos y atentados explosivos incluyendo un “coche-bomba” en una playa de estacionamiento a cien metros del Palacio de Gobierno (Ver crónica "Setiembre tenso” del 27 de setiembre de 2018). Aunque cualquier mes de ese año fue complicado, retrocedo a abril para hablar principalmente de la violencia que entonces se vivía…
Estaba
en mi segundo año como secretario general del Partido Socialista Revolucionario,
PSR y miembro del Comité Directivo Nacional de Izquierda Unida, CDN-IU, por un
lado, y era editor y único redactor del Resumen Semanal de DESCO, por otro. Y
por cierto, tratando que mi vida familiar,
con mi esposa y mis tres hijos, se desenvolviera con tranquilidad y en felicidad,
a pesar de estar amenazada por la violencia terrorista y una cada vez mayor
inflación.
Era
un mes típico del tercer año del primer gobierno de Alan García. Seguía el
ascenso de la violencia iniciada en mayo de 1980 por el Partido Comunista del
Perú, más conocido como Sendero Luminoso, y que se había incrementado con las
acciones armadas del Movimiento Revolucionario Tupac Amaru, MRTA, casi cuatro
años después.
ATENTADOS
DE SENDERO LUMINOSO
En la primera semana de abril hubo cortes en
el servicio eléctrico en Lima, Callao y otras ciudades del país, después que el
30 de marzo se produjera la voladura de varias torres de alta tensión. Pasó más
de una semana para que se normalizara el servicio eléctrico. Pero, además de
estos atentados, Sendero Luminoso
continuó en los primeros días del mes la escalada violentista en el departamento
de Huánuco. Hubo emboscadas contra vehículos oficiales, ataques a puestos
policiales y locales públicos, así como robo de armas y de municiones. Más de
una decena de víctimas mortales tanto civiles como policías, fue el saldo de
estos ataques.
El 13 de abril en el poblado andino de
Andajes, en la provincia limeña de Oyón, senderistas mataron a seis autoridades.
El mismo día, asesinaron a un funcionario de la Sociedad Agrícola de Interés Social -SAIS- Tupac Amaru y a su esposa quienes
viajaban en un ómnibus en la provincia de La Oroya. Días después, en Huancayo,
otro directivo agrario, esta vez de la SAIS Cahuide, fue baleado y quedó
gravemente herido. El 17 en Palmapampa, provincia ayacuchana de La Mar, fueron
asesinados veintiún campesinos y tres días después, en la provincia ayacuchana
de Huanta, otros veintisiete campesinos de la comunidad de Aranhuay, en represalia por haber organizado un
comité de autodefensa. El 20 de abril fue secuestrado un alcalde distrital de
la provincia de Huanta y días después fue encontrado su cadáver. El 22 fueron
asesinados tres alcaldes de distintos distritos arequipeños.
No sólo en localidades de la sierra y selva peruanas
se producían atentados senderistas en esos días. También en la ciudad de Lima.
El 8 de abril un sargento de la policía fue asesinado a balazos y dos personas
quedaron heridas en un atentado terrorista en el parque El Porvenir de La
Victoria. Dos días después tres locales de venta de alimentos del ministerio de
Agricultura fueron atacados y los subversivos instaron a los pobladores al
saqueo antes de poner explosivos. El día 11, en la carretera central en Ate, fue
acribillado por siete senderistas el gerente general de una fábrica de hilados.
Al día siguiente, un funcionario de la municipalidad de Lima fue asesinado,
mientras que una regidora resultó herida de bala en un atentado producido en el
campo ferial Amazonas en el centro de Lima.
MRTA Y COMANDO RODRIGO FRANCO
El 20 de abril en Chanchamayo, provincia del departamento de Junín, un
destacamento de unos 50 integrantes del MRTA tomó la localidad de Pichanaqui,
hizo pintas con amenazas de muerte y arengó a los pobladores a plegarse a sus
filas. Días después, el 24, en Huánuco otro grupo se apoderó de unos 60
cajones de dinamita de un depósito del ministerio de Transportes.
Trascendió a fines de ese mes una noticia a
la que en esos momentos no se dio mayor importancia: habían sido dejados en
libertad “por órdenes superiores” catorce militantes apristas que la policía
había detenido cerca de la ciudad universitaria de San Marcos y que estaban armados
y con explosivos. Creo que algo conversamos de este hecho antes de comenzar
alguna sesión del CDN-IU y se pensó que era algún
grupo de auto defensa del partido de gobierno. Con Carlos Tapia, conversaríamos
sobre este hecho tres meses después, cuando el 28 de julio fue asesinado Manuel
Febres, abogado defensor del recientemente detenido Osmán Morote, sindicado
como el número dos de Sendero Luminoso. Un llamado “Comando Democrático Rodrigo
Franco” reivindicó el hecho y a partir de esa fecha comenzaron a producirse
acciones de violencia y de terrorismo de este grupo claramente identificado con
el Partido Aprista.
Pero hablar de violencia en el mes de abril en
1988, tiene para mí una razón adicional: la experiencia de haber sentido los
balazos de un atentado a pocos metros de donde yo estaba…
ACRIBILLAMIENTO EN EL CENTRO DE LIMA
Alrededor
de las ocho y media de la mañana del sábado 2 de abril llegué al centro de
Lima. Dejé estacionado mi Volkswagen en la calle y entré a un zaguán de una de
las casonas ubicadas en la séptima cuadra del jirón Chancay a unos veinte o
treinta metros del jirón Moquegua. Toqué la puerta de uno de los varios locales
que allí se ubicaban. Era una imprenta pequeña donde se imprimía el Resumen
Semanal y -como lo hacía desde semanas antes- entregué la mitad. El mediodía
anterior ya había entregado la otra mitad. Cuando me estaba despidiendo del operario,
hubo varios sonidos secos que se sintieron muy cercanos. Automáticamente
volteamos hacia el portón del inmueble y vimos dos figuras corriendo con
dirección a la avenida Nicolás de Piérola, más conocida como La Colmena, que
está a unos setenta metros. ¡¡¡Disparos!!!, dijo alarmado mi interlocutor…
Salimos
con mucho cuidado hasta la calle. Sólo tuvimos que recorrer tres o cuatro
metros. Habían pasado menos de un minuto, pero ya había una veintena de
personas asomándose al interior de un pequeño restaurante instalado en una
casona contigua. Está muerta decían algunos, todavía está viva replicaban
otros. Las especulaciones eran de todo tipo y mientras un camarero indicaba que
era una joven que había llegado a tomar desayuno allí, otros aseguraban que se
trataba de un crimen pasional ya que había sido descubierta por su marido en
compañía del amante. Pero, aclaraba el camarero, en los días recientes en que
había comenzado a frecuentar el restaurante, siempre
la había visto sola y callada. Poco después llegó la policía y al comprobar que
la abaleada aún estaba viva, dijeron que había que llevarla de urgencia al
hospital Loayza, ubicado a unas cinco cuadras de allí.
Un par de días más tarde, la revista Cambio informó que le había
llegado un comunicado de la dirección nacional del MRTA con el título “muerte
a los traidores y delatores” que reivindicaba el ataque contra esa mujer a la
que identificaba como Carmen Rosa Cusquén Cabrera y acusaba de haber cometido
“actos de traición y delación”. El comunicado también señalaba que “el brazo
justiciero del MRTA será implacable con los traidores y delatores de la causa
revolucionaria de nuestro pueblo”.
La joven abogada de 32 años no murió en ese
ataque, quedó muy grave y permaneció internada por dos meses, cuando un comando
de aniquilamiento irrumpió en el hospital y la mató a balazos. Trascendió que,
en Chiclayo, dos de sus hermanos fueron muertos por la misma acusación y que
ella había logrado escaparse a Lima, donde finalmente fue alcanzada.
Los
tiros en el jirón Chancay no eran los primeros que sentía tan cerca… Una noche
casi cuatro años antes en la carretera central cuando regresaba de Huancayo luego
de asistir al entierro del alcalde provincial y militante de IU, Saúl Muñoz
Menacho, asesinado por Sendero, escuchamos ráfagas de disparos al borde de la
carretera (Ver crónica “Asesinato en Huancayo, infierno en el Infiernillo” del 22 de agosto de 2014).
RECORDANDO OTRO TIROTEO
Y justamente por la carretera central, me dirigía una vez más a
Huancayo a mediados de ese mes de abril. En esta oportunidad, en que hicimos de
día tanto la ida como la vuelta, pude comprobar cómo había escalado la
situación de violencia en el país. Lugares estratégicos de la carretera o las
líneas del tren que reiteradamente teníamos a la vista, aparecían con no
disimulada custodia militar, pintas en muros propagando la lucha armada,
comisarías fuertemente resguardadas, así como pequeños pueblos con gente mirando
asustada detrás de sus ventanas fue lo que percibí en ese recorrido.
Viajé con Henry Pease -que presidía la
comisión organizadora del primer congreso nacional de IU- para participar en una
masiva reunión con el comité provincial y bases del frente. En las calles de
Huancayo se notaba la tensión de una ciudad que reiteradamente había sufrido
atentados terroristas.
Recién después de pasar al regreso debajo de
puente El Infiernillo, a unos cien kilómetros de Lima, le conté a Henry la
balacera por la que había atravesado en julio de 1984.
SUELDO DE VARIOS CIENTOS DE MILES
Dije al iniciar esta
crónica que en 1988 mi vida familiar estaba amenazada por la violencia
terrorista y una cada vez mayor inflación, pero hasta ahora sólo he hablado de
violencia… ¿Y la inflación? Expliquémoslo con números más que con palabras: al
terminar marzo había cobrado 23,756 intis de sueldo, pero en ese mes de abril
cobraría 37,016. Medio
año después estaría ganando 176,206… Es que cada tres meses
en DESCO -la ONG donde trabajaba- se reajustaban los sueldos de acuerdo con la
inflación y al año siguiente el reajuste sería cada dos meses.
Aunque los números aparentemente muestran un
enorme sueldo, son en realidad reflejo de la tremenda inflación que se vivía
por esos años...
No hay comentarios.:
Publicar un comentario