martes, 29 de noviembre de 2022

PREPARANDO LANZAMIENTO DEL PARTIDO (1976)

Lo habíamos conversado previamente con José María Salcedo, si se nos pedía incorporarnos al proyecto político, aceptaríamos. Por eso no nos sorprendió que se nos planteara una noche de octubre de 1976. Acabábamos de terminar una reunión informativa y nuestra respuesta fue positiva. Sí nos sorprendió que nuestro interlocutor, Antonio Meza Cuadra, nos dijera que esperaba esa respuesta positiva nuestra porque estábamos considerados para integrar la dirección nacional que se estaba comenzando a conformar.

HABÍA SUFRIDO REPRESIÓN RECIENTEMENTE

No era una aceptación fácil. Había vivido recientemente la represión sin estar militando en un partido y no se podía descartar que la represión política pudiese agravarse. El 7 de agosto había sido sacado de mi casa en la madrugada de un sábado para estar encerrado más de 20 horas en una celda de una estación policial. Me detuvieron por haber llegado a la conclusión que era el principal contacto de Rafael Roncagliolo, Rafo, perseguido presidente de una de las facciones de la Federación de Periodistas del Perú y secretario general del sindicato de periodistas y trabajadores del diario Expreso, quien se encontraba en la clandestinidad. Los policías no tenían por qué sospechar que ese mismo día, debíamos ensayar con Rafo un encuentro clandestino con el general Leonidas Rodríguez Figueroa, en el retiro desde octubre anterior (ver crónica “Metralletas en el techo de mi casa” del 19 de julio de 2013).

Al día siguiente de esa primera detención, fui interrogado en una casi desierta dependencia policial -sin duda debido a que era domingo- más conocida en medios políticos como San Quintín (Ver crónica “Interrogatorio en San Quintín” del 23 de agosto de 2013) y una semana después estuve “desaparecido” durante tres días en los que me tuvieron retenido en la agencia funeraria de la Policía de Investigaciones del Perú, PIP (ver crónica “Durmiendo entre ataúdes” del 14 de setiembre de 2013).

REUNIONES CLANDESTINAS

Después de más de tres meses de clandestinidad, Roncagliolo unos días después de haberse presentado en la embajada de México, señalando ser un perseguido político, había viajado a ese país como asilado el 15 de setiembre después de recibir el respectivo salvoconducto del gobierno militar, pese a declaraciones de voceros de ese mismo gobierno negando que lo estuvieran persiguiendo.

Pero yo no sólo había sido un contacto de Rafo para coordinaciones que obviamente no podía realizar dada su clandestinidad. Durante buena parte del año anterior habíamos participado de coordinaciones entre nueve editorialistas de tres diarios que nos conocíamos bastante bien, ya que la mayoría habíamos renunciado juntos al Partido Demócrata Cristiano en 1971. Entre los nueve, Manuel Benza Pflücker, José Antonio Luna, José María, Rafo y yo, aunque todavía no lo sabíamos, seriamos fundadores de un nuevo partido desde finales de noviembre de 1976.

Nuestros encuentros se iniciaron en los meses finales del gobierno de Velasco, para enfrentar los intentos manipuladores de un sector que consideramos autoritario y que era conocido como “La Misión” y continuaron cuando se inició la llamada “segunda fase” encabezada por Morales Bermúdez que muy pronto se reveló como un viraje a la derecha y dispuesta a dar marcha atrás en varias de las reformas iniciadas por Velasco. Esto definió el pase a la oposición de amplios sectores que habían apoyado abierta o críticamente al régimen de la ya llamada “primera fase”.

VARIOS BUSCABAN UN PARTIDO NUEVO

En nuestras reuniones comenzamos a plantearnos la necesidad de un instrumento político para defender los logros que hasta entonces habían conseguido los sectores populares del país. El 8 de noviembre de 1975 comprobamos que había varios grupos que como nosotros, se reunían y buscaban una salida política. Lo tuvimos claro al cruzarnos con muchos de ellos en una concentración que se realizó en la Cooperativa Agraria Caudevilla, en el valle del Chillón en el distrito limeño de Carabayllo. Fue un acto de homenaje al general Rodríguez Figueroa, aunque muchos afirmaban que en realidad era de desagravio. Lo organizaron los dirigentes de la Confederación Nacional Agraria, CNA. Días antes, Rodríguez Figueroa había solicitado su pase al retiro luego que expresamente le quitarán autoridad cuando era comandante general de la segunda región militar, la más importante del país con sede en Lima. El forzado pase al retiro fue considerado una maniobra de los sectores militares conservadores encabezados por el propio Morales Bermúdez.

Después de esa concurrida concentración, la disposición a la formación de diversos núcleos se aceleró. No había una organización centralizada sino brotes espontáneos de grupos que buscaban una nueva estructura partidaria que sabían aún no se había fundado, pero que intuían estaba en un importante momento de gestación. Había grupos formados por dirigentes campesinos y asesores de la CNA, por dirigentes de la Confederación Nacional de Comunidades Industriales, CONACI, por integrantes de la Juventud Revolucionaria del Perú, JRP y de la Central de Trabajadores de la Revolución Peruana, CTRP-Lima que había roto vínculos con la dirigencia nacional alineada con “La Misión”. Funcionarios o ex funcionarios públicos vinculados a una serie de reformas del Estado, igualmente comenzaron a agruparse.

También hubo algunos grupos integrados por periodistas, la mayoría de los cuales serían despedidos entre marzo y abril de 1976, por disposición de los nuevos directores de los diarios de circulación nacional, que habían sido nombrados por el gobierno en una muestra de un total viraje en la llamada socialización de la prensa.

LEONIDAS RODRÍGUEZ: LIDERAZGO EVIDENTE

Prácticamente todos los grupos que espontáneamente estaban surgiendo, valoraban la importancia de la presencia de Leonidas Rodríguez en cualquier proyecto futuro. Era un claro referente para dirigentes y amplios sectores populares que reivindicaban los planteamientos revolucionarios del general Velasco Alvarado.

De hecho, representantes de alguno de esos grupos acudieron a su casa para conversar con él en los meses futuros. Pero cuando en marzo de 1976 fue nombrado asesor de la CNA, la situación se potenció. En el local de la CNA no eran algunas personas sino amplias delegaciones llegadas de todo el país las que visitaban a Leonidas. Sin habérselo propuesto así, se iba constituyendo una red de contactos que serviría más adelante para la formación del nuevo partido.

José María Salcedo y yo -que trabajamos en el Área Laboral de Sistema Nacional de Movilización Social, SINAMOS, cuando era jefaturado por Leonidas en 1972 y 1973- lo habíamos visitado el 25 de junio y después de una larga charla con él, concluimos que estaba sopesando ingresar a la actividad política, lo que conllevaría asumir un papel de liderazgo.

Por su parte, Rafo Roncagliolo que desde fines de junio de 1976 estaba en la clandestinidad, se había convertido en otro referente para sectores más politizados y había planteado abiertamente en alguna entrevista, la necesidad de constituir una nueva organización política. Tenía clara la necesidad de coordinar con Leonidas. Y, como ya he señalado anteriormente, mi primera detención de agosto fue justamente cuando debíamos bosquejar el encuentro con Leonidas quien siempre estaba sometido a seguimiento policial.

Hasta días antes de asilarse en la embajada de México, Rafo había estado impulsando coordinaciones con los grupos en búsqueda de un proyecto político. Estaba yo bastante informado de los avances, aunque ignorando muchos nombres por seguridad, ya que si bien a lo largo de esos dos meses, habíamos participado ambos de algunas reuniones, en la mayoría estaba él solo. Si para nuestros encuentros clandestinos había que tener cuidado, el problema era mayor con más participantes. Con su asilo quedé “descolgado” por algunos días. Pocas semanas después me fue a buscar a mi oficina Antonio Meza Cuadra, al cual conocía prácticamente sólo de vista. Su conversación tuvo que ver con el viaje de Rafo y aunque quedamos en seguir conversando, tuve la convicción que había querido decirme más. Bastantes meses después, me enteraría que Rafo le había cedido la posta para coordinar con Leonidas.

ADHESIÓN A PROYECTO PARTIDARIO

Ya en octubre, Meza Cuadra me invitó a una reunión en su consultorio de pediatra, en el piso 14 de un edificio en la segunda cuadra de la avenida Guzmán Blanco. Me dio indicaciones para ingresar discretamente, e incluso quedé en decir que iba a hacerle una consulta sobre mis hijos si me cruzaba con algún conocido demasiado curioso. Me pidió guardara reserva sobre la reunión, aunque me dijo que José María Salcedo era uno de los invitados y que podíamos llegar juntos.

En la reunión estuvimos presentes unas doce o quince personas. A la mayoría las ubicaba y a algunas las conocía bastante. Ya instalados todos en la amplia sala de espera, Antonio Meza Cuadra ingresó a su consultorio particular y poco después salió de allí con Leonidas Rodríguez quien saludó a cada uno de los presentes y luego hizo una exposición sobre un proyecto político, instándonos a participar en la fundación de un nuevo partido que recogieran los principios de la Revolución Peruana desvirtuados por Morales Bermúdez.

Después de un intercambio de opiniones no muy extenso, Antonio dijo que los que estaban dispuestos a emprender la militancia se lo hiciéramos saber al finalizar la reunión, al momento de salir. Nos despedimos cordialmente de Leonidas y le dijimos a Antonio que contaran con nosotros. Ahí hizo el comentario con que se inició esta crónica y nos dijo que muy pronto se comunicaría.

Pocos días después de esa reunión, fuimos invitados a una siguiente en otro consultorio. Era la primera o segunda reunión de la flamante Dirección Nacional. Éramos nueve los convocados. Leonidas y Antonio -que actuaban como coordinadores- el general Arturo Valdés Palacio, pasado al retiro tres meses antes, el periodista y analista político Francisco Moncloa, Marcial Rubio, destacadísimo académico y que era sub director de DESCO la ONG donde yo trabajaba, el médico Ernesto Velit en cuyo consultorio estábamos reunidos y Benza, Salcedo y yo, que habíamos estado coordinando actividades en periódicos desde el año anterior y que nos conocíamos desde que militábamos en la Democracia Cristiana. Era muy claro para todos que, si no hubiera tenido que asilarse, Rafael Roncagliolo sería parte de ese núcleo inicial.

Faltaba alrededor de un mes para que naciera una nueva organización política. En esas semanas se redactó un manifiesto, se contactaron a posibles adherentes y se definió quienes aparecerían públicamente, se establecieron los primeros contactos en las distintas provincias del país, se complementó la primera dirección nacional que tuvo el partido, entre otras tareas. El 29 de noviembre de 1976 -hace 46 años- se publicó el manifiesto de fundación del Partido Socialista Revolucionario, PSR, como ya lo narré en otra crónica (ver crónica “Nace un nuevo partido” del 21 de noviembre de 2014).

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