Estábamos en noviembre de 1966, el 13 de ese mes se había ratificado en las urnas el liderazgo de Luis Bedoya Reyes, candidato de la Alianza Acción Popular-Democracia Cristiana, Alianza AP-DC, a la alcaldía provincial de Lima. Le había ganado holgadamente a Jorge Grieve, candidato de la coalición del Partido Aprista Peruano y la Unión Nacional Odriísta, Coalición APRA-UNO.
Esa
campaña electoral fue la primera en que la televisión cumplió un papel decisivo
como medio de propaganda y como escenario de los debates electorales. Para
muchos en buena medida el éxito de Bedoya se debió a que era “telegénico” (Ver crónica “El PPC a poco de nacer y un amigo a punto de morir” del 21 de junio de 2013).
UN MINISTRO QUEDA FUERA DEL PARTIDO
Aunque los
resultados electorales fueron bastante favorables a la Alianza AP-DC, en el
Partido Demócrata Cristiano, PDC, en esos días se vivía un ambiente de tensión.
Semanas antes de las elecciones, después de una serie de discusiones que
incluso habían trascendido a periódicos y revistas, el comité ejecutivo
nacional, CEN, del partido había decidido pedirle al diputado Roberto Ramírez
del Villar que renunciara al cargo de ministro de Justicia. El parlamentario y
ministro no sólo se negó sino dijo públicamente que contaba con el respaldo del
presidente de la república, Fernando Belaunde Terry. Después de una serie de
intercambios de comunicaciones y declaraciones, el PDC aplicó sus estatutos que
señalaban que se perdía la condición de militante cuando se aceptaba cargo
político contra expresa disposición partidaria y le comunicó al ministro que
con su actitud se había autoexcluido del partido.
A fines de
octubre o en los primeros días de
noviembre, se hizo público que Ramírez del Villar había dejado de pertenecer al
PDC y se le comunicó formalmente al presidente Belaunde. Como el acuerdo de la
Alianza estipulaba que la Democracia Cristiana tendría a su cargo las carteras
de Agricultura y Justicia, se le hizo ver que el ministro de Justicia ya no
pertenecía al partido… pero Belaunde no se dio por enterado. Más de tres
semanas después, el 25 de
noviembre, el presidente hizo un cambio parcial del gabinete. Ramírez del
Villar fue uno más entre los ministros salientes…
CAMPAÑA ELECTORAL DE PARTIDO CON PROBLEMAS
La campaña
municipal había tenido como telón de fondo la crisis interna, iniciada por la Juventud DC -cuyo secretario
general era yo- al cuestionar la presencia en el gabinete de Ramírez del Villar
por
la percepción que se estaba generando cuando se exhibía en reuniones, junto con
varios otros parlamentarios, con el magnate pesquero Luis Banchero Rossi,
teniendo en cuenta que la alianza AP-DC pretendía ser una renovación en la
política peruana. Lo considerábamos un excelente parlamentario, pero al mismo tiempo
estábamos seguros que algunas de sus actitudes políticas estaban lejanas a las
que debían ser las posiciones de partidos de gobierno.
Estoy casi
seguro que en alguna de las presentaciones de Bedoya en esa campaña estuvo
acompañado por Ramírez del Villar, pero no había dado cabida en esa su segunda
campaña electoral municipal a los militantes del PDC y se negó a participar en
eventos partidarios para impulsar su candidatura primero y celebrar su triunfo
después.
Aunque en
comentarios periodísticos de la época se hablaba de “cornejistas” y
“bedoyistas” para identificar las corrientes internas dentro del PDC, lo cierto
es que el senador Héctor Cornejo Chávez, presidente del partido desde el año
anterior y el alcalde Bedoya eran los líderes demócratas cristianos más
reconocidos. En la dinámica interna partidaria, Ramírez del Villar era muy
cercano a Bedoya.
Días después de las elecciones municipales
se realizó un plenario nacional. Se trataba de una instancia partidaria con
presencia de delegados departamentales y que podía reunirse entre cada asamblea
nacional o congreso partidario.
El CEN del PDC lo convocó porque era muy
importante que la crisis que se había producido alrededor de Ramírez del Villar
quedara superada y que fuera dejada de lado la idea que algunos habían hecho
correr de que se trataba de una “vendetta” política para anular al sector
partidario ubicado a la derecha de la dirigencia encabezada por Cornejo Chávez.
DIALOGOS QUE DEBIERON PRODUCIRSE ANTES
Mientras esperábamos que se completara el
quorum del plenario, cuatro dirigentes de la JDC, Rafael -Rafo- Roncagliolo, Julio
Da Silva, Carlos Ferrero y yo tuvimos ocasión de conversar con Mario Polar
Ugarteche, en ese entonces senador y segundo vicepresidente de la república.
Polar era uno de los fundadores del partido en Arequipa y fue su primer
presidente cuando oficialmente fue fundado en enero de 1956. Había sido un
destacado senador entre ese año y 1962 y venía desempeñándose por segunda vez
en el Senado con brillantez.
En la conversación le dijimos claramente
que pensábamos que las diferencias sobre la línea política debían discutirse en
la asamblea nacional prevista para cuatro meses después, en marzo del siguiente
año. Le manifestamos que creíamos que distintos matices debatidos
democráticamente enriquecían al conjunto del partido y que queríamos ser parte
de la mayoría en la siguiente asamblea nacional, pero si nuestras posiciones
eran rechazadas estábamos dispuestos a ser parte de la minoría.
Polar nos preguntó si algunos sectores de
la Juventud DC habían discrepado del pedido de retirar a Ramírez del Villar del
ministerio de Justicia. Ferrero se adelantó al resto y le dijo que no. Y para
darle más fuerza a su respuesta dijo que el 3 de abril la lista que yo encabezaba
había ganado las elecciones en nuestra Asamblea Nacional y que él había
encabezado la lista perdedora. Añadió que integraba el CEN de la JDC por
minoría y que todas las posiciones en los últimos meses habían sido acordadas
por unanimidad.
Al finalizar nuestra conversación para
ingresar al plenario, porque ya estaba por comenzar la sesión, Polar nos dijo
que había pasado demasiado tiempo sin que él y algunos otros fundadores del PDC
asistieran a local partidario. Conversaciones como la que hemos tenido con
ustedes debieron realizarse hace mucho tiempo, remarcó. Sólo vengo al local
para la reunión – almuerzo de los martes cuando se reúne el grupo
parlamentario, pero hace años que no converso con los militantes. El destacado
senador se despidió repitiendo, como hablándose a sí mismo, “gran error”, “gran
error” … Su expresión era de preocupación y quizás de tristeza.
No podría decir si esa tarde de noviembre,
el aún no existente Partido Popular Cristiano, PPC, era una idea de pocas
personas o un proyecto que ya había comenzado a andar o una organización
prácticamente ya consolidada a la espera de la oportunidad para aparecer
públicamente como un nuevo partido.
LARGA AMISTAD QUEDA GOLPEADA
Menos de un mes después, en la noche del
19 de diciembre, nos enteramos del nacimiento del PPC liderado por Bedoya
Reyes, alcalde reelecto de Lima, Mario Polar y Roberto Ramírez del Villar -los
dos únicos parlamentarios renunciantes de los 17 que tenía el PDC- y pudimos
comprobar que orgánicamente el golpe había sido menos intenso de lo que algunos
titulares periodísticos señalaban (Ver crónica “El PPC nació sin Correa” del 16 de febrero de 2013).
En una de las reuniones posteriores del
CEN para evaluar el impacto del PPC en la estructura partidaria, Cornejo nos
leyó una nota breve y muy cariñosa que le había enviado Polar, ratificándole su
respeto y amistad e informándole que lamentablemente sus caminos partidarios se
separaban. Al escucharla, me imaginé que al escribirla Polar tendría la misma
expresión de preocupación y hasta de tristeza que me pareció notarle al
terminar nuestra conversación un mes antes.
A fines de la década de los 40 y poco más
de la mitad de la de los 50, en Arequipa Polar y Cornejo se habían enfrentado a
la dictadura del “ochenio” del general Manuel A. Odría, coincidido enseñando
derecho en la Universidad San Agustín, escrito artículos editoriales en el
diario “El Pueblo” y organizando el Movimiento Demócrata Cristiano en el departamento
del mismo nombre. Incluso fue en
Arequipa en las elecciones generales de 1956, donde el PDC ganó la mayoría de
los escaños, dos de los tres senadores y cinco de los siete diputados.
LA JUVENTUD DC MOSTRÓ SOLIDEZ
En el repaso de lo que había sido el
impacto de la formación del PPC en distintas instancias partidarias, en algún
momento se me preguntó si había algún sector de la juventud DC que se había
plegado al PPC. Pese a la confianza que teníamos en nuestras bases, de todas
maneras habíamos hecho un chequeo telefónico y no había noticias de ninguna
disidencia, incluyendo las JDC de los comités departamentales de Arequipa y
Callao, cuyos secretarios generales se habían plegado al nuevo partido.
Cuando informé que en la JDC no había
ninguna baja, el diputado Alfredo García Llosa -que en marzo siguiente sería
elegido nuevo presidente del PDC- recordó que en el último plenario Carlos
Ferrero, que podría haber liderado un sector de oposición en la JDC, se
manifestó claramente a favor de la posición que yo había sostenido en el CEN en
los últimos meses. Recordé que para algunos comités como el de Junín -quizás el
más desarrollado de todos los comités departamentales- había sido muy
importante escuchar a Carlos dada la desconfianza que me tenían desde julio del
año anterior.
El Comité Ejecutivo Departamental de Junín había pedido una reunión extraordinaria
con el Comité Ejecutivo Nacional del partido para informar sobre la posible
desestabilización que podría producirse por la aparición, en la provincia de
Satipo, de uno de los frentes guerrilleros del Movimiento de Izquierda
Revolucionaria, MIR. En la mañana del domingo 4 de julio de 1965 que llegaron a
Lima, después de viajar toda la noche para estar en la reunión, se encontraron
con que los periódicos informaban del estallido de un petardo en el Club
Nacional, cuando se efectuaba una movilización protestando por la realización
de un “Baile de Debutantes”. La marcha era organizada por la JDC y la
encabezaba justamente un integrante del CEN partidario: yo. Creo que las
aclaraciones de varios dirigentes nacionales señalando que la JDC nada tenía
que ver con el petardo, fueron aceptadas sin mucha convicción. (Ver crónica "Buscando clínica para el Zambo Montero“ del 31 de diciembre de 2012).
LA JDC MOSTRÓ UNIDAD
Regresemos a fines del año 1966. Una
situación peculiar había posibilitado que varios representantes de la JDC
participáramos del plenario. El representante de la JDC era yo, pero era parte
del plenario como integrante del CEN del partido desde marzo del año anterior,
Roncagliolo, subsecretario general de la JDC, también desde el año anterior era
secretario nacional de asuntos estudiantiles del partido y Julio Da Silva, otro
miembro del CEN de la JDC, era subsecretario nacional de asuntos universitarios
del partido igualmente desde el año anterior. Y los secretarios y
subsecretarios nacionales integraban el plenario. Es decir tres integrantes del
CEN de la Juventud DC éramos integrantes del plenario nacional y todavía no habíamos
cubierto su representación formal.
Darle esa plaza a Ferrero aseguraba una
imagen de unidad de la JDC en su enfrentamiento a las posiciones de Ramírez del
Villar, además de un reconocimiento a su comportamiento leal desde que se había
iniciado la gestión de la directiva. Por cierto que el otro dirigente nacional,
Ethel Hupiu, no tomó muy bien la decisión y consideró que yo no le tenía
confianza. Aunque insistí en que la decisión no había sido de tipo personal
sino exclusivamente política, pasarían varios meses para que volviéramos a tener
una buena relación.
Al
terminar el plenario nacional conversamos con Rafo. Debo indicar que con él ha
sido con quien más he coincidido en mi actividad partidaria (Ver crónica “Primeros años de sólida amistad” del 31 de mayo de 2025). Me comentó que las intervenciones de Ferrero habían sido muy claras y
habían servido para demostrar el manejo unitario que hacíamos en la JDC. Añadió
que incluso si él y Da Silva no hubiesen tenido cupo en esa reunión, hubiese
sido necesario que fuera Ferrero quien me acompañara. En momentos como este lo
más importante es mostrar a la JDC unida y con posiciones consistentes,
remarcó.
CONVERSACIÓN QUE RECUERDO 60 AÑOS
DESPUÉS
Mientras hablaba con Rafo me di cuenta que
sus últimas palabras ya las había escuchado antes. Retrocedí ocho meses, al
domingo 3 de abril, último día de la asamblea nacional de la JDC realizada en
el Callao. La lista que yo encabezaba tuvo el 60% de los votos frente al 40%
conseguidos por la lista presidida por Ferrero. El estatuto o el reglamento de
la asamblea indicaba que las listas llevarían un candidato a la secretaría
general y tres integrantes, indicándose que la lista perdedora pondría a un
integrante del CEN. El segundo de mi lista era Rafael Roncagliolo que venía de
ser integrante por la minoría de la directiva que terminaba su gestión y que,
seguros como estábamos de ganar la asamblea, considerábamos que debía ocupar la
subsecretaría general. Ferrero llevaba como su segundo a Eduardo Gómez de la
Torre, Lalo, por lo que pensábamos que se integraría por la minoría a la
directiva. Eso nos satisfacía ya que en esa asamblea en que hubo muchos
momentos de tensión, Lalo, había sabido apaciguar ánimos y buscar salidas.
Estaba siguiendo el recuento de los votos
cuando justamente se me acercó Lalo. Parece que vamos a estar en la misma
directiva, le comenté. De eso quería hablarte, me dijo. Creo que lo principal
en esta etapa es afirmar la unidad de la juventud DC y mantener posiciones
consistentes, pero también pienso que debe ser expresado en gestos de sus
dirigentes. Y me manifestó que si bien estaría muy satisfecho de trabajar con
nosotros, pensaba que lo mejor era que fuera Ferrero quien integrara el CEN por
minoría. Creo que lo hará complacido, añadió. Pero él es candidato a la
secretaría general… dije. Puede interpretarse de las dos maneras, me aseguró, y
quien podría reclamar por no ser considerado sería yo que justamente te estoy
planteado lo de Carlos…
Este diálogo -cuyo espíritu, aunque seguramente
no sus palabras, he tratado de reconstruir- se produjo rápidamente y terminó cuando
ya sonaban los aplausos que indicaban el final del conteo y la inmediata
proclamación de la lista ganadora. Al pararme para agradecer los aplausos le
pregunté ¿si no acepta integrar la directiva? Lalo me contestó sin dudar que me
garantizaba que aceptaría.
Como la elección era el último acto de la
asamblea nacional, calmado los aplausos y barras, fui llamado a juramentar y
luego convoqué a los integrantes del nuevo CEN para tomarles juramento
conjuntamente. Llamé a Roncagliolo, Da Silva, Hupiu y… Ferrero y no pude dejar
de notar la sorpresa en muchas caras, pero también la satisfacción en la de
Carlos. Y los aplausos y las sonrisas eran de todos, particularmente cuando nos
abrazamos con Carlos después de su juramentación. Estos son los gestos de los
que hablaba Lalo, pensé.
INICIÉ UNA LARGA AMISTAD
Ya en plena Plaza José Gálvez, donde se ubicaba el local del PDC en el Callao,
en los
momentos de las despedidas rápidas considerando que la mayoría de las
delegaciones de provincias saldría poco después de medianoche, pude preguntarle
a Lalo Gómez de la Torre por qué estaba tan seguro de que Carlos aceptaría
integrar mi directiva. Porque lo conozco, me dijo y añadió que habían estudiado
juntos en el colegio desde niños. Pero aclaró que como militante de la JDC consideraba
muy importante afianzar la unidad y qué mejor si gestos de unidad servían para
cumplir con las expectativas de un amigo de toda la vida.
No imaginaba esa noche aún calurosa en el
Callao, que acaba de iniciar una gran amistad con Lalo, que iría creciendo a
lo largo de varias décadas y que ahora -seis décadas después- seguiríamos comunicándonos.
En los últimos años, más de una vez su casa ha albergado los recuerdos de antiguos
integrantes de la JDC.
Más allá de varias coincidencias con otros
integrantes de esa JDC de los 60, utilizando un término futbolístico creo que
comparto con Lalo la función de mediocampista, aquellos que no meten goles todo
el tiempo ni los impiden en la línea del arco, pero que durante todos los partidos
corren intensamente el campo para lograr que otros se luzcan y, principalmente,
que se beneficie todo el equipo…
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