domingo, 29 de junio de 2025

UNAS AMISTADES SE INICIAN, OTRAS QUEDAN GOLPEADAS (1966)

Estábamos en noviembre de 1966, el 13 de ese mes se había ratificado en las urnas el liderazgo de Luis Bedoya Reyes, candidato de la Alianza Acción Popular-Democracia Cristiana, Alianza AP-DC, a la alcaldía provincial de Lima. Le había ganado holgadamente a Jorge Grieve, candidato de la coalición del Partido Aprista Peruano y la Unión Nacional Odriísta, Coalición APRA-UNO.

Esa campaña electoral fue la primera en que la televisión cumplió un papel decisivo como medio de propaganda y como escenario de los debates electorales. Para muchos en buena medida el éxito de Bedoya se debió a que era “telegénico” (Ver crónica El PPC a poco de nacer y un amigo a punto de morir” del 21 de junio de 2013).

UN MINISTRO QUEDA FUERA DEL PARTIDO

Aunque los resultados electorales fueron bastante favorables a la Alianza AP-DC, en el Partido Demócrata Cristiano, PDC, en esos días se vivía un ambiente de tensión. Semanas antes de las elecciones, después de una serie de discusiones que incluso habían trascendido a periódicos y revistas, el comité ejecutivo nacional, CEN, del partido había decidido pedirle al diputado Roberto Ramírez del Villar que renunciara al cargo de ministro de Justicia. El parlamentario y ministro no sólo se negó sino dijo públicamente que contaba con el respaldo del presidente de la república, Fernando Belaunde Terry. Después de una serie de intercambios de comunicaciones y declaraciones, el PDC aplicó sus estatutos que señalaban que se perdía la condición de militante cuando se aceptaba cargo político contra expresa disposición partidaria y le comunicó al ministro que con su actitud se había autoexcluido del partido.

A fines de octubre o en los primeros   días de noviembre, se hizo público que Ramírez del Villar había dejado de pertenecer al PDC y se le comunicó formalmente al presidente Belaunde. Como el acuerdo de la Alianza estipulaba que la Democracia Cristiana tendría a su cargo las carteras de Agricultura y Justicia, se le hizo ver que el ministro de Justicia ya no pertenecía al partido… pero Belaunde no se dio por enterado. Más de tres semanas después, el 25 de noviembre, el presidente hizo un cambio parcial del gabinete. Ramírez del Villar fue uno más entre los ministros salientes…

CAMPAÑA ELECTORAL DE PARTIDO CON PROBLEMAS

La campaña municipal había tenido como telón de fondo la crisis interna, iniciada por la Juventud DC -cuyo secretario general era yo- al cuestionar la presencia en el gabinete de Ramírez del Villar por la percepción que se estaba generando cuando se exhibía en reuniones, junto con varios otros parlamentarios, con el magnate pesquero Luis Banchero Rossi, teniendo en cuenta que la alianza AP-DC pretendía ser una renovación en la política peruana. Lo considerábamos un excelente parlamentario, pero al mismo tiempo estábamos seguros que algunas de sus actitudes políticas estaban lejanas a las que debían ser las posiciones de partidos de gobierno.

Estoy casi seguro que en alguna de las presentaciones de Bedoya en esa campaña estuvo acompañado por Ramírez del Villar, pero no había dado cabida en esa su segunda campaña electoral municipal a los militantes del PDC y se negó a participar en eventos partidarios para impulsar su candidatura primero y celebrar su triunfo después.

Aunque en comentarios periodísticos de la época se hablaba de “cornejistas” y “bedoyistas” para identificar las corrientes internas dentro del PDC, lo cierto es que el senador Héctor Cornejo Chávez, presidente del partido desde el año anterior y el alcalde Bedoya eran los líderes demócratas cristianos más reconocidos. En la dinámica interna partidaria, Ramírez del Villar era muy cercano a Bedoya.

Días después de las elecciones municipales se realizó un plenario nacional. Se trataba de una instancia partidaria con presencia de delegados departamentales y que podía reunirse entre cada asamblea nacional o congreso partidario.

El CEN del PDC lo convocó porque era muy importante que la crisis que se había producido alrededor de Ramírez del Villar quedara superada y que fuera dejada de lado la idea que algunos habían hecho correr de que se trataba de una “vendetta” política para anular al sector partidario ubicado a la derecha de la dirigencia encabezada por Cornejo Chávez.

DIALOGOS QUE DEBIERON PRODUCIRSE ANTES

Mientras esperábamos que se completara el quorum del plenario, cuatro dirigentes de la JDC, Rafael -Rafo- Roncagliolo, Julio Da Silva, Carlos Ferrero y yo tuvimos ocasión de conversar con Mario Polar Ugarteche, en ese entonces senador y segundo vicepresidente de la república. Polar era uno de los fundadores del partido en Arequipa y fue su primer presidente cuando oficialmente fue fundado en enero de 1956. Había sido un destacado senador entre ese año y 1962 y venía desempeñándose por segunda vez en el Senado con brillantez.

En la conversación le dijimos claramente que pensábamos que las diferencias sobre la línea política debían discutirse en la asamblea nacional prevista para cuatro meses después, en marzo del siguiente año. Le manifestamos que creíamos que distintos matices debatidos democráticamente enriquecían al conjunto del partido y que queríamos ser parte de la mayoría en la siguiente asamblea nacional, pero si nuestras posiciones eran rechazadas estábamos dispuestos a ser parte de la minoría.

Polar nos preguntó si algunos sectores de la Juventud DC habían discrepado del pedido de retirar a Ramírez del Villar del ministerio de Justicia. Ferrero se adelantó al resto y le dijo que no. Y para darle más fuerza a su respuesta dijo que el 3 de abril la lista que yo encabezaba había ganado las elecciones en nuestra Asamblea Nacional y que él había encabezado la lista perdedora. Añadió que integraba el CEN de la JDC por minoría y que todas las posiciones en los últimos meses habían sido acordadas por unanimidad.

Al finalizar nuestra conversación para ingresar al plenario, porque ya estaba por comenzar la sesión, Polar nos dijo que había pasado demasiado tiempo sin que él y algunos otros fundadores del PDC asistieran a local partidario. Conversaciones como la que hemos tenido con ustedes debieron realizarse hace mucho tiempo, remarcó. Sólo vengo al local para la reunión – almuerzo de los martes cuando se reúne el grupo parlamentario, pero hace años que no converso con los militantes. El destacado senador se despidió repitiendo, como hablándose a sí mismo, “gran error”, “gran error” … Su expresión era de preocupación y quizás de tristeza.

No podría decir si esa tarde de noviembre, el aún no existente Partido Popular Cristiano, PPC, era una idea de pocas personas o un proyecto que ya había comenzado a andar o una organización prácticamente ya consolidada a la espera de la oportunidad para aparecer públicamente como un nuevo partido.

LARGA AMISTAD QUEDA GOLPEADA

Menos de un mes después, en la noche del 19 de diciembre, nos enteramos del nacimiento del PPC liderado por Bedoya Reyes, alcalde reelecto de Lima, Mario Polar y Roberto Ramírez del Villar -los dos únicos parlamentarios renunciantes de los 17 que tenía el PDC- y pudimos comprobar que orgánicamente el golpe había sido menos intenso de lo que algunos titulares periodísticos señalaban (Ver crónica “El PPC nació sin Correa” del 16 de febrero de 2013).

En una de las reuniones posteriores del CEN para evaluar el impacto del PPC en la estructura partidaria, Cornejo nos leyó una nota breve y muy cariñosa que le había enviado Polar, ratificándole su respeto y amistad e informándole que lamentablemente sus caminos partidarios se separaban. Al escucharla, me imaginé que al escribirla Polar tendría la misma expresión de preocupación y hasta de tristeza que me pareció notarle al terminar nuestra conversación un mes antes.

A fines de la década de los 40 y poco más de la mitad de la de los 50, en Arequipa Polar y Cornejo se habían enfrentado a la dictadura del “ochenio” del general Manuel A. Odría, coincidido enseñando derecho en la Universidad San Agustín, escrito artículos editoriales en el diario “El Pueblo” y organizando el Movimiento Demócrata Cristiano en el departamento del mismo nombre.  Incluso fue en Arequipa en las elecciones generales de 1956, donde el PDC ganó la mayoría de los escaños, dos de los tres senadores y cinco de los siete diputados.

LA JUVENTUD DC MOSTRÓ SOLIDEZ

En el repaso de lo que había sido el impacto de la formación del PPC en distintas instancias partidarias, en algún momento se me preguntó si había algún sector de la juventud DC que se había plegado al PPC. Pese a la confianza que teníamos en nuestras bases, de todas maneras habíamos hecho un chequeo telefónico y no había noticias de ninguna disidencia, incluyendo las JDC de los comités departamentales de Arequipa y Callao, cuyos secretarios generales se habían plegado al nuevo partido.

Cuando informé que en la JDC no había ninguna baja, el diputado Alfredo García Llosa -que en marzo siguiente sería elegido nuevo presidente del PDC- recordó que en el último plenario Carlos Ferrero, que podría haber liderado un sector de oposición en la JDC, se manifestó claramente a favor de la posición que yo había sostenido en el CEN en los últimos meses. Recordé que para algunos comités como el de Junín -quizás el más desarrollado de todos los comités departamentales- había sido muy importante escuchar a Carlos dada la desconfianza que me tenían desde julio del año anterior.

El Comité Ejecutivo Departamental de Junín había pedido una reunión extraordinaria con el Comité Ejecutivo Nacional del partido para informar sobre la posible desestabilización que podría producirse por la aparición, en la provincia de Satipo, de uno de los frentes guerrilleros del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR. En la mañana del domingo 4 de julio de 1965 que llegaron a Lima, después de viajar toda la noche para estar en la reunión, se encontraron con que los periódicos informaban del estallido de un petardo en el Club Nacional, cuando se efectuaba una movilización protestando por la realización de un “Baile de Debutantes”. La marcha era organizada por la JDC y la encabezaba justamente un integrante del CEN partidario: yo. Creo que las aclaraciones de varios dirigentes nacionales señalando que la JDC nada tenía que ver con el petardo, fueron aceptadas sin mucha convicción. (Ver crónica "Buscando clínica para el Zambo Montero“ del 31 de diciembre de 2012).

LA JDC MOSTRÓ UNIDAD

Regresemos a fines del año 1966. Una situación peculiar había posibilitado que varios representantes de la JDC participáramos del plenario. El representante de la JDC era yo, pero era parte del plenario como integrante del CEN del partido desde marzo del año anterior, Roncagliolo, subsecretario general de la JDC, también desde el año anterior era secretario nacional de asuntos estudiantiles del partido y Julio Da Silva, otro miembro del CEN de la JDC, era subsecretario nacional de asuntos universitarios del partido igualmente desde el año anterior. Y los secretarios y subsecretarios nacionales integraban el plenario. Es decir tres integrantes del CEN de la Juventud DC éramos integrantes del plenario nacional y todavía no habíamos cubierto su representación formal.

Darle esa plaza a Ferrero aseguraba una imagen de unidad de la JDC en su enfrentamiento a las posiciones de Ramírez del Villar, además de un reconocimiento a su comportamiento leal desde que se había iniciado la gestión de la directiva. Por cierto que el otro dirigente nacional, Ethel Hupiu, no tomó muy bien la decisión y consideró que yo no le tenía confianza. Aunque insistí en que la decisión no había sido de tipo personal sino exclusivamente política, pasarían varios meses para que volviéramos a tener una buena relación.

Al terminar el plenario nacional conversamos con Rafo. Debo indicar que con él ha sido con quien más he coincidido en mi actividad partidaria (Ver crónica “Primeros años de sólida amistad” del 31 de mayo de 2025). Me comentó que las intervenciones de Ferrero habían sido muy claras y habían servido para demostrar el manejo unitario que hacíamos en la JDC. Añadió que incluso si él y Da Silva no hubiesen tenido cupo en esa reunión, hubiese sido necesario que fuera Ferrero quien me acompañara. En momentos como este lo más importante es mostrar a la JDC unida y con posiciones consistentes, remarcó.

CONVERSACIÓN QUE RECUERDO 60 AÑOS DESPUÉS

Mientras hablaba con Rafo me di cuenta que sus últimas palabras ya las había escuchado antes. Retrocedí ocho meses, al domingo 3 de abril, último día de la asamblea nacional de la JDC realizada en el Callao. La lista que yo encabezaba tuvo el 60% de los votos frente al 40% conseguidos por la lista presidida por Ferrero. El estatuto o el reglamento de la asamblea indicaba que las listas llevarían un candidato a la secretaría general y tres integrantes, indicándose que la lista perdedora pondría a un integrante del CEN. El segundo de mi lista era Rafael Roncagliolo que venía de ser integrante por la minoría de la directiva que terminaba su gestión y que, seguros como estábamos de ganar la asamblea, considerábamos que debía ocupar la subsecretaría general. Ferrero llevaba como su segundo a Eduardo Gómez de la Torre, Lalo, por lo que pensábamos que se integraría por la minoría a la directiva. Eso nos satisfacía ya que en esa asamblea en que hubo muchos momentos de tensión, Lalo, había sabido apaciguar ánimos y buscar salidas.

Estaba siguiendo el recuento de los votos cuando justamente se me acercó Lalo. Parece que vamos a estar en la misma directiva, le comenté. De eso quería hablarte, me dijo. Creo que lo principal en esta etapa es afirmar la unidad de la juventud DC y mantener posiciones consistentes, pero también pienso que debe ser expresado en gestos de sus dirigentes. Y me manifestó que si bien estaría muy satisfecho de trabajar con nosotros, pensaba que lo mejor era que fuera Ferrero quien integrara el CEN por minoría. Creo que lo hará complacido, añadió. Pero él es candidato a la secretaría general… dije. Puede interpretarse de las dos maneras, me aseguró, y quien podría reclamar por no ser considerado sería yo que justamente te estoy planteado lo de Carlos…

Este diálogo -cuyo espíritu, aunque seguramente no sus palabras, he tratado de reconstruir- se produjo rápidamente y terminó cuando ya sonaban los aplausos que indicaban el final del conteo y la inmediata proclamación de la lista ganadora. Al pararme para agradecer los aplausos le pregunté ¿si no acepta integrar la directiva? Lalo me contestó sin dudar que me garantizaba que aceptaría.

Como la elección era el último acto de la asamblea nacional, calmado los aplausos y barras, fui llamado a juramentar y luego convoqué a los integrantes del nuevo CEN para tomarles juramento conjuntamente. Llamé a Roncagliolo, Da Silva, Hupiu y… Ferrero y no pude dejar de notar la sorpresa en muchas caras, pero también la satisfacción en la de Carlos. Y los aplausos y las sonrisas eran de todos, particularmente cuando nos abrazamos con Carlos después de su juramentación. Estos son los gestos de los que hablaba Lalo, pensé.

INICIÉ UNA LARGA AMISTAD

Ya en plena Plaza José Gálvez, donde se ubicaba el local del PDC en el Callao, en los momentos de las despedidas rápidas considerando que la mayoría de las delegaciones de provincias saldría poco después de medianoche, pude preguntarle a Lalo Gómez de la Torre por qué estaba tan seguro de que Carlos aceptaría integrar mi directiva. Porque lo conozco, me dijo y añadió que habían estudiado juntos en el colegio desde niños. Pero aclaró que como militante de la JDC consideraba muy importante afianzar la unidad y qué mejor si gestos de unidad servían para cumplir con las expectativas de un amigo de toda la vida.

No imaginaba esa noche aún calurosa en el Callao, que acaba de iniciar una gran amistad con Lalo, que iría creciendo a lo largo de varias décadas y que ahora -seis décadas después- seguiríamos comunicándonos. En los últimos años, más de una vez su casa ha albergado los recuerdos de antiguos integrantes de la JDC.

Más allá de varias coincidencias con otros integrantes de esa JDC de los 60, utilizando un término futbolístico creo que comparto con Lalo la función de mediocampista, aquellos que no meten goles todo el tiempo ni los impiden en la línea del arco, pero que durante todos los partidos corren intensamente el campo para lograr que otros se luzcan y, principalmente, que se beneficie todo el equipo…

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