sábado, 16 de febrero de 2013

EL PPC NACIÓ SIN CORREA (1966)

En el segundo semestre de 1966, don Javier Correa Elías –considerado un patriarca en la Democracia Cristiana- estaba acercándose a los 70 años y si bien era miembro del Consejo Nacional del partido, estaba prácticamente retirado de la vida política activa, después de haber sido hasta un año y medio antes su presidente.

Ese Consejo se reunía cuando mucho un par de veces al año y, como su nombre señala, era un órgano consultivo. Creo además que la Notaría que tenía ya estaba a cargo de su hijo Gustavo. Si bien no hacía la vida de un hombre jubilado, dedicaba más tiempo a su familia, a su esposa y a sus nietos. Pero, por otro lado, por vocación –y siendo consciente del importante papel que había cumplido en la creación de la Alianza de Acción Popular con la DC- vivía muy interesado por lo que pasaba en el país, cuando se cumplía la mitad del gobierno de la Alianza presidido por quien sería cinco años después el esposo de su hija Violeta, Fernando Belaunde Terry.

UN PATRIARCA MUY BIEN INFORMADO

Correa también mantenía conversaciones personales o telefónicas con sus contemporáneos social cristianos del país y por correspondencia con los de fuera. Don Javier estaba al día de lo que pasaba en el mundo, particularmente sobre los avances de las corrientes más progresistas del pensamiento social cristiano, ya que desde muy joven había participado en ellas y era amigo personal de Eduardo Frei Montalva, en esos momentos presidente de Chile, así como también del venezolano Rafael Caldera, quien sería elegido presidente de Venezuela pocos años después.

Al mismo tiempo, mantenía también un diálogo permanente –con reuniones por lo menos mensuales- con quienes éramos dirigentes juveniles del partido para tratar, entre otras cosas, del impulso a COFESC (Coordinadora de Frentes Estudiantiles Social Cristianos). De hecho, aunque nunca estuve a cargo de la administración de esos fondos, sabía que don Javier, a través de sus múltiples contactos, lograba aportes significativos para ese coordinadora, verdadero semillero de cuadros partidarios para la Democracia Cristiana.

Pero por cierto que en esas reuniones se hablaba de la marcha del partido. Por ello fue inevitable conversar con él sobre el planteamiento que la Juventud DC había hecho para que el diputado Roberto Ramírez del Villar fuera apartado del gabinete ministerial, donde ejercía como ministro de Justicia. La JDC había planteado esa medida después de enterarse de las estrechas relaciones entre el ministro y el magnate de la pesca del Perú en ese entonces, Luis Banchero Rossi.

La ofensiva de la oposición del APRA y los odriístas en el Congreso, se expresaba censurando reiteradamente a los ministros de la Alianza. Este hecho motivó que Belaunde, a mediados de 1965, buscara formar un gabinete integrado por parlamentarios, como forma de evitar una oposición tan intensa. La DC propuso a los diputados Rafael Cubas Vinatea y Valentín Paniagua para las dos carteras a su cargo: Agricultura y Justicia. Sin embargo meses después Paniagua fue censurado en el Senado, razón por la cual la DC propuso a Ramírez del Villar en su reemplazo.

La juventud DC reconocía en Ramírez del Villar, que ya había sido diputado de 1956 a 1962, su calidad de brillante parlamentario y aunque no era una persona que hacia vida partidaria, se le consideraba muy importante en la defensa que del gobierno tenía que hacerse en el Congreso, particularmente cuando la oposición enfilaba contra los ministros. Sin embargo, la relación con Banchero Rossi, en una etapa en que se comenzaba a hablar de la existencia de un bloque parlamentario pesquero, fue un factor determinante para pedir que dejara el gabinete.

SORPRESA EN EL HOTEL CRILLÓN

Siendo yo secretario general de la JDC, un día que debía viajar a Huancayo en un colectivo a las seis de la mañana, después de despedirme de varios de mis camaradas como a la una, para no correr el riesgo de quedarme dormido si me iba a acostar decidí irme a hacer tiempo a la cafetería del Hotel Crillón. La idea era estar allí hasta las cuatro y media –no conocía otro lugar de Lima donde tomarme tranquilo un par de cafés en la madrugada- para irme después a pegarme un duchazo, agarrar mi maletín e irme a la estación de colectivos en el Parque Universitario. Ya tendría unas seis o siete horas para dormir en el camino.

Estando en esa cafetería vi una reunión de una especie de peña de amigos entre quienes estaba Banchero con varios de los parlamentarios señalados como integrantes del anteriormente mencionado bloque. A mi regreso de Huancayo un par de días después, lo comenté con miembros de mi directiva y con algunos de esos dirigentes de la juventud pocos días después comprobamos las reuniones yendo al Crillón. Nadie nos lo contó. Lo habíamos visto. Y por eso, en un escueto comunicado, retiramos públicamente la confianza en él y pedimos al partido su remoción del gabinete.

Como era lógico nuestro pedido generó un terremoto político, más aun cuando unos quince días después –y luego de escuchar a Ramírez del Villar- el comité ejecutivo nacional –CEN- de la DC le pidió que renunciara al ministerio, a lo que él se negó aduciendo tener la confianza del presidente de la república. En esa instancia partidaria, había sostenido a nombre de la JDC que nuestro pedido no implicaba ningún tipo de juicio moral sobre una persona como Ramírez del Villar, a quien respetábamos, sino un juicio político por la percepción que se estaba generando, dado que justamente la alianza AP-DC se presentaba como una renovación en la política peruana.

Ante la insistencia del partido porque renunciara y la negativa del ministro, dos o tres semanas después, el CEN interpretó un artículo de los estatutos, que señalaba que se perdía la condición de afiliado cuando se aceptaba un cargo político contra expresa disposición del partido, considerando que eso era válido también cuando se mantenía un cargo político a pesar de la decisión en contrario del partido. Por lo tanto, se hizo público que Ramírez del Villar, por su propia decisión al negarse a dejar el ministerio, había perdido su condición de integrante de la DC.

La crisis duró un mes y medio y motivó pronunciamientos a favor y en contra de la decisión. Hubo todo tipo de reuniones formales e informales. En ese tiempo visité junto con algunos camaradas, tres o cuatro veces a don Javier Correa Elías. Él no discutía los motivos de nuestro planteamiento sino insistía en la forma: no pueden ustedes lanzarse públicamente a hacer un pedido de esa naturaleza sin antes haberlo planteado por los canales internos, nos reiteraba. Por otro lado, debido a la evidente existencia de tendencias en el partido, nos advertía que podríamos estar utilizados por los “picapiedra” –apelativo que se le daba a los cornejistas incondicionales pero con limitado criterio político que existían- que querían librarse de cualquiera que pudiera hacerle sombra a su líder o que no estuviera dispuesto a seguirlo incondicionalmente.

De este último asunto habíamos hablado en más de una ocasión con Correa, ya que mientras nosotros pensábamos que los “picapiedra” eran militantes de cuya conducta no era responsable Héctor Cornejo Chávez, don Javier señalaba que lo que sí podía hacer era desautorizarlos, ya que era más el daño que causaban no sólo al partido sino incluso al propio Cornejo. Nosotros mismos habíamos sido mal vistos por ese grupo de incondicionales porque no consultamos nuestro pronunciamiento sobre Ramírez del Villar, le explicábamos a Correa, como demostración que no éramos parte de ninguna maniobra de los “picapiedra”.

FINALMENTE SE CAMBIÓ AL MINISTRO DE JUSTICIA

Luego de la separación o autoexclusión del ministro de Justicia, la dirigencia DC le hizo saber formalmente al presidente Belaunde que en uno de los dos ministerios que se le había asignado ya no había un militante DC. Sin darse mucho por enterado, Belaunde esperó unas semanas y después de las elecciones municipales de noviembre de 1966, hizo una recomposición parcial del gabinete, aprovechando para pedirle al partido sus propuestas. Al ministerio de Agricultura, se propuso a Javier Silva Ruete, quien ya había sido ministro entre 1964 y 1965 y para el ministerio de Justicia al diputado Javier de Belaunde.

Poco después de la juramentación del nuevo gabinete, visitamos a Correa. ¿Cómo salió el nombre de Javier de Belaunde?, preguntó. Yo lo plantee, respondí. Sonrió y me dijo ¿cómo te hicieron caso? Porque me parece que lo fundamenté bien le dije y repetí los argumentos que, con otros dirigentes de la JDC, habíamos preparado y que yo había usado en el CEN de la DC: Javier de Belaunde era un parlamentario veterano, elegido en 1939, 1945, 1956 y 1963, por lo que integrar un gabinete parlamentario resultaba un justo reconocimiento a su trayectoria. Por otro lado, había estado preso junto con algunos dirigentes apristas por ser opositor a Odría, por lo que los parlamentarios apristas algunos meses de tregua podrían darle. Para efectos partidarios internos era un hombre de más de 55 años lo que demostraría que era absolutamente falso aquellas afirmaciones que insinuaban que lo que se buscaba es que quedara Cornejo sólo con los jóvenes y finalmente no era una persona que se le identificara con ninguna corriente interna de la DC. Mientras yo hablaba, don Javier asentía sonriendo, pero soltó una carcajada cuando añadí: no dije que conociendo su independencia de criterio, a Javier de Belaunde no se le puede acusar de cornejista.

Después don Javier Correa nos contó que varios ex dirigentes lo habían visitado durante la crisis, señalando que la ofensiva cornejista era contra todos los fundadores e incluso instándolo a que, dada su autoridad moral, interviniera. Luego siguió conversando de otros temas con los tres o cuatro que estábamos en la sala de su casa. Al despedirse, sonrió y me dijo: muy bien lo de Javier de Belaunde.

NACE EL PARTIDO POPULAR CRISTIANO

Pocas semanas más tarde, el 19 de diciembre, un periodista amigo me llamó al local para decirme que había llegado a redacción un comunicado con la renuncia de un grupo de destacados fundadores de la DC para formar el Partido Popular Cristiano. Era liderado por Luis Bedoya Reyes alcalde reelecto de Lima, el senador Mario Polar Ugarteche y Ramírez del Villar. Le pedí más nombres y me dijo, entre otros Ernesto Alayza Grundy, Antonino Espinoza, Julio Ernesto Portugal, María Rosario Araoz, Augusto Dammert León, José Jiménez Mostajo y Luis Giusti La Rosa. Eran las ocho o nueve de la noche. Tomé el teléfono y llamé a Javier Correa Elías. Cuando me contestó sólo le dije: En la lista que se publicará mañana hay ausencias más notorias que algunas presencias. Y añadí: Gracias, don Javier.

Dos días después fuimos a casa de Correa Elías en la tarde. Nos dijo que lo había visitado a mediodía Sergio Pizarro, enviado especial del senador chileno Tomás Reyes, secretario general de la Organización Demócrata Cristiana de América Latina, ODCA. En la mañana anterior los fundadores del PPC habían enviado un cable solicitando el reconocimiento de la ODCA y Reyes le había dicho a ese hombre de su confianza que se embarcara inmediatamente al Perú y le diera un informe.

LA ORGANIZACIÓN DEMÓCRATA CRISTIANA DE AMÉRICA DICE NO AL PPC

Diplomático de profesión y cercano colaborador de Reyes, Pizarro, a sólo cuatro días de la Navidad, sorteó los problemas de cupos en aviones y el 20 ó 21 de diciembre llegó a Lima. Conversó largo con Correa y le dijo que era la primera persona con la que hablaba del asunto en el Perú. Nosotros supusimos que Tomás Reyes le había indicado a su emisario que no sólo él sino el propio Eduardo Frei Montalva, pensaban que lo decisivo era la opinión de Correa Elías. Pero cuando le pedimos que corroborara nuestra presunción, don Javier se cuidó de confirmar esa hipótesis.

Pizarro se reunió después con los dirigentes del PDC y del PPC. También con los directivos de la juventud DC, que en el caso de Rafo Roncagliolo y el mío fue un reencuentro porque lo habíamos visto en el mes de abril, como secretario general del Senado chileno que Tomás Reyes presidía (Ver crónica “Están con el presidente, ¿es urgente?” del 15 de diciembre de 2012). A su regreso a Santiago, Pizarro dio un informe concluyente: el único partido del Perú que debía estar en la ODCA ya lo estaba y era el Partido Demócrata Cristiano. Y por lo poquísimo que, aprovechando la cercanía generacional, habíamos logrado que nos diera a entender Pizarro, era evidente que la opinión de don Javier había sido definitiva.

Poco después, Tomás Reyes ratificaría –en su calidad de secretario general de la ODCA- que el Partido Demócrata Cristiano era el único integrante peruano de la organización.

Correa había sido muy firme en su conversación con el enviado de Reyes. Dijo lo que él consideraba sus verdades. Que Cornejo Chávez había manejado mal la crisis, pero que un manejo errado se enfrenta en las instancias partidarias, en un plenario o en un congreso y no rompiendo el partido. Que la imagen que daba el recién fundado PPC era de una nueva agrupación de derecha y que no quería hacer transformaciones profundas que en otras latitudes se propugnaban, comenzando por el PDC chileno y su proclamada revolución en libertad. Que no había ninguna manipulación por parte de Cornejo a la Juventud DC, ya que sus dirigentes eran responsables de sus planteamientos y de sus errores. Esto último –lo de errores- nos lo recalcó a Roncagliolo, Julio Da Silva y a mí.

Cuando nos despidió sonriente nos dijo que sabía que era sincera la satisfacción nuestra porque él no hubiera dudado en permanecer en el PDC, aunque –añadió- estaba seguro que algún “picapiedra” hubiese preferido que optara por irse al PPC.

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