Los últimos años de la década del 80 fueron muy tensos tanto que hoy me resulta difícil imaginar cómo hacía para conjugar la intensa actividad política que realizaba, con mi trabajo como editor del Resumen Semanal de DESCO, la ONG en la que laboraba, así como con los esfuerzos por dedicar tiempo a la familia que había formado en 1972 con Ana María, mi esposa, y a la que se habían sumado nuestros tres hijos.
PAQUETAZOS Y RUMORES
En por lo menos un par de estas crónicas he
recordado a setiembre de 1988, mes en que se produjeron muchos sucesos
políticos significativos (Ver crónica "Setiembre tenso” del 27 de setiembre de 2018). Por mencionar
alguno que golpeó a todos los peruanos: el “paquetazo” de Abel Salinas,
ministro de Economía del gobierno aprista, que hizo que la inflación sólo de
ese mes llegara a 114%, con subidas de precio que hoy resultan inverosímiles
como que el galón de gasolina de 84 octanos subiera de 63 a 250 intis o el kilo
de arroz de 25 a 60 intis.
El inti era la
moneda peruana desde febrero de 1985 y equivalía a 1000 soles de esa época. Por
cierto que los precios seguirían subiendo. Menos de treinta meses después
desapareció el inti como la moneda oficial del Perú. Apareció el nuevo sol -hoy
llamado solamente sol- cuya unidad era equivalente a … un millón de intis. Aunque
parezca increíble un sol de los actuales equivale a mil millones de soles de
1985…
Ese mes de setiembre
hubo rumores indicando que el presidente Alan García había renunciado, según una
agencia de prensa internacional, “abrumado por el costo político y social que
le significó aprobar un traumático aumento en los precios de los combustibles,
alimentos y medicinas”. También circularon rumores sobre intentos de golpe de
estado de parte de sectores de la Fuerza Armada.
Por esos días Alan
García, líder del Partido Aprista Peruano o APRA, había dejado los “balconazos”
como se calificaba a los discursos que solía realizar desde uno de los balcones
de palacio de gobierno que daban a la Plaza Mayor.
VIOLENCIA TERRORISTA
Ese mes de setiembre
a unos cien metros de ese palacio estalló un coche bomba en una playa de
estacionamiento. Un día anterior, en una puerta lateral del edificio del
ministerio de Economía detonó una carretilla de venta ambulatoria con unos doce
kilos de dinamita dejando 19 personas heridas.
Por esos días
también, a cuatro cuadras de ese palacio, en el local del Congreso Nacional, se
presentó un informe de la Comisión Especial de Pacificación del Senado. Se
reveló que, desde el inicio de las demenciales acciones terroristas de Sendero
Luminoso en 1980, hubo 11851 muertos entre civiles, militares, policías y
subversivos. La comisión era presidida por Enrique Bernales excandidato a la
vicepresidencia de la república por Izquierda Unida, IU, en las elecciones de
1985 y secretario general del Partido Socialista Revolucionario, PSR, hasta julio
de 1986, cuando en un congreso partidario fui elegido para reemplazarlo en el
cargo.
CONFUSIONES
SOBRE CONVERGENCIA SOCIALISTA
Justamente en
calidad de secretario general del PSR, adicionalmente a las tareas ordinarias
en la conducción partidaria, participaba como miembro del Comité Directivo
Nacional de IU en sus reuniones, en esa etapa dedicadas prioritariamente a
asegurar la realización del primer congreso nacional del frente, inicialmente
programado para diciembre de ese año. Además luego de haber avanzado en lo que
internamente denominábamos proyecto socialista debía participar en la Coordinadora
Nacional de la Convergencia Socialista, CS, que habíamos formado
un mes antes (Ver crónica "Cuando no se pensaba en ruptura de IU" del 29
de abril de 2022).
Más de 35 años después, leyendo una entrevista
que me hicieron para La República, el 4 de setiembre de 1988, compruebo
lo complicado que era para los periodistas comprender qué era Convergencia
Socialista, así como también evidencio que nuestros cálculos sobre lo que
sucedería en el primer congreso nacional de IU -que finalmente se realizó entre
el 20 y el 23 de enero del año siguiente- fueron bastante equivocados.
Una de las preguntas fue sobre si el Partido
Comunista Revolucionario, PCR, cuyo secretario general era el diputado Manuel
Dammert, se integraría a la CS y otra si lo mismo sucedería con el Partido Comunista Peruano,
PCP. Cuando contestaba que no pensábamos en ninguno de esos partidos, les
llamaba la atención que al mismo tiempo considerara que tendríamos
coincidencias con ellos en el congreso de IU.
Era frecuente en esos días que preguntarán si
la CS se integraría a IU. Cuando contestábamos que no, había caras de sorpresa
asumiendo que no queríamos estar en el frente. Teníamos que aclarar que ya
estábamos en IU, no sólo el PSR sino también los no partidarizados llamados NoPar
de IU y los independientes que a título personal se habían inscrito en IU.
O no me entendían o yo no lo explicaba bien.
No se trataba de enrolar a otros partidos de IU a nuestro proyecto. No. Se
trataba de construir un proyecto común con integrantes de IU que no tuvieran
partido. Por eso, días antes, el comunicado de anuncio del nacimiento de la
Coordinadora Nacional de la CS lo firmábamos yo en representación del PSR,
Tomás Montoya a nombre de los NoPar que en esos meses venían organizándose y
Francisco Guerra García, uno de los independientes más reconocidos del frente
izquierdista.
DISCREPANCIAS CON ULTRAIZQUIERDISMO
En ese documento se señalaba que
mantendríamos e impulsaríamos el carácter abierto del proceso para fuerzas y
personas que quisieran participar. También remarcábamos que la CS tenía como
fin consolidar y desarrollar “una alternativa democrática de transformación de
la sociedad y el estado”. Añadíamos que en lo inmediato la CS tenía como
objetivo “contribuir a que IU conquiste el gobierno del 90”. También remarcábamos
que en IU “no puede haber sitio para posiciones infantiles o ultraizquierdistas”.
Aclarado en entrevista el tema de las
coincidencias que podíamos tener con otros sectores de IU, mi entrevistador
tomando en cuenta que recientemente voceros del Partido Unificado
Mariateguista, PUM, se habían expresado en no muy buenos términos
sobre la CS, me manifestó que seguramente esas coincidencias no la íbamos a
tener con este partido. Mi respuesta fue tajante: “El problema con el PUM es
que es muy difícil entenderse con un partido en donde sectores importantes de
la militancia no coinciden con su propia dirección. Por ahora no encontramos
posibilidades de una coincidencia fundamental con ellos”. También dije que
esperaba que en los siguientes meses y antes de la realización del congreso de
IU, el PUM rectifique algunos de sus recientes acuerdos “porque una línea
insurreccionalista los pone automáticamente fuera de Izquierda Unida”
CONGRESO IU DISTINTO A LO IMAGINADO
Después pasamos a hablar del congreso de IU,
aunque previamente formulé breves respuestas a preguntas sobre eventuales
cercanías con algunas bases del PUM, en las que señalé que “no consideramos
que debemos intervenir en los asuntos internos de otros partidos” y que el sector
minoritario “pertenecía a IU y por lo tanto respetamos y respetaremos
cualquier decisión que ellos puedan tomar y las opiniones que puedan tener”.
Señalé que en el PSR pensábamos que el
congreso de IU: “…va a marcar el cambio de lo que ha sido hasta el momento
un frente electoral por un verdadero frente democrático, un frente de masas,
donde ya no sólo el acuerdo entre los partidos integrantes de Izquierda Unida
defina la línea sino que ésta va a ser definida con la participación de las
bases”.
En la entrevista señalé nuestro acuerdo con
la candidatura presidencial de Alfonso Barrantes para las elecciones generales
de abril de 1990, ratificando lo que en varias oportunidades habíamos
considerado en el PSR y por cierto también en las primeras coordinaciones para
formar Convergencia Socialista.
Inmediatamente se produjo un diálogo,
aparentemente sin mayor trascendencia, sobre un hecho que poco más de un año
después sería totalmente distinto: la candidatura presidencial de IU.
“¿Qué pasaría si se presentan dos
candidaturas?”, me preguntó el periodista y respondí “Yo no creo posible que
haya dos candidatos de Izquierda Unida”. “¿Y
si los hubiera?”, repreguntó y dije “uno no sería de Izquierda Unida
definitivamente y en ese caso, si fuera Alfonso Barrantes uno de los dos
candidatos de la izquierda, el otro no sería de Izquierda Unida”. Y añadí: “Lo que puede suceder es al revés, que
siendo Barrantes el candidato de IU alguna fuerza o alguna persona intente
definir otra candidatura de izquierda“. Al final de la entrevista señalé
que “no pueden a haber dos candidatos, como no puede haber dos estrategias,
como no puede haber dos programas”. Y
remarqué
“La mayoría de Izquierda Unida ha optado por una vía democrática popular y
de masas, quien no esté de acuerdo con esa vía es muy difícil que pueda estar
en el frente”.
Poco más de cuatro meses después, en un
congreso con más de tres mil participantes, se reafirmó “la línea democrática y
popular de IU, derrotando a las posiciones vanguardistas y militaristas que no
hacen sino provocar el fracaso del movimiento popular”, como lo dijo en comunicado
el PSR. Sin embargo, al momento de definir la nueva dirección no sólo se sobrevaloró
a los sectores ultraizquierdistas sino se hizo a costa de quienes habíamos
defendido las posiciones mayoritarias.
El impasse significó la ruptura de Izquierda
Unida. En los días posteriores ni yo, ni Dammert -miembros de la presidencia colegiada
de IU de acuerdo con lo aprobado por el congreso- como secretarios generales del
PSR y el PCR no asumimos nuestros cargos (Ver
crónica “Cuando la unidad no fue posible” del 29 de enero de 2019).
NO PENSABA EN ESAS CANDIDATURAS
Meses después, el 10 de octubre se cerraron
las inscripciones de las fórmulas presidenciales para las elecciones de abril
de 1990. Un año antes pensaba que era un poco difícil que hubiera dos
candidatos presidenciales de izquierda, aunque estaba seguro que el de IU sería
Alfonso Barrantes. Sin embargo, Barrantes fue inscrito como candidato de Izquierda
Socialista que conformamos el PCR y el PSR. El candidato presidencial de IU fue
Henry Pease.
Aunque en años anteriores en varias encuestas Barrantes
aparecida con las mejores posibilidades de ser elegido, el 8 de abril de 1990
sólo sacaría 4.7%, mientras pis lograría el 8.2%. Sumadas ambas candidaturas no
llegaban al 13%, mientras que el candidato aprista Luis Alva Castro -pese al
desastroso gobierno de García- obtenía el 22.5%. La candidatura de Mario Vargas
Llosa que se había consolidado en el último año con el 32.6% pasó a la segunda
vuelta. Un casi desconocido Alberto Fujimori obtuvo el 29.1%.
El 10 de junio Fujimori ganó la segunda vuelta
con un 62.4% frente al 37.6% de Vargas Llosa.
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