lunes, 26 de agosto de 2019

MILITANCIA POLÍTICA DE OTRA ÉPOCA (1976 -1980)


El teatro estaba ya oscuro y sólo quedaba muy iluminado el telón de fondo del proscenio. Cuando las luces que lo enfocaban se apagaron hubo un silencio total abruptamente interrumpido por el sonido de una sirena policial que se acercaba mientras que luces intermitentes comenzaban a iluminar el escenario que ahora mostraba un panel blanco. De pronto ingresaron una mujer y un hombre jóvenes cargando latas de pintura y empuñando brochas. Apresuradamente pintaron las letras P, S y R que evidentemente por el apuro no salieron perfectas. Mientras las sirenas sonaban más cerca, los dos jóvenes salieron corriendo. Cesó el sonido y se apagaron las luces. Se escuchó una voz que decía que el Partido Socialista Revolucionario, el partido de las pintas, les daba la bienvenida, mientras que en el centro de escenario se iluminaba el panel con las siglas PSR artesanalmente trazadas.

Era el viernes 23 de noviembre de 1979 y se cumplían tres años de la fundación del partido. Éramos una organización nueva y celebrábamos nuestro aniversario en un lugar de antigua tradición como escenario de importantes actos en nuestra historia, además por cierto de espectáculos propiamente teatrales y artísticos. Estábamos en el Teatro Segura en el céntrico jirón Huancavelica, en un local que tiene más de un siglo con su estructura actual, pero en un lugar en el que hubo con diferentes nombres, un anfiteatro importante de Lima desde hace más de cuatro siglos.

Con distintos números de tipo artístico realizado por militantes y discursos políticos, trascurrieron unos noventa minutos del acto partidario que culminó con la intervención del general Leonidas Rodríguez Figueroa, presidente del PSR, quien analizó y condenó las medidas gubernamentales del general Francisco Morales Bermúdez encaminadas a dar marcha atrás a los avances conseguidos en la primera fase del gobierno militar cuando era encabezado por el general Juan Velasco Alvarado. Leonidas también planteó la necesidad que en las elecciones previstas para mayo del siguiente año el pueblo pudiera llevar al gobierno a una opción que garantizara preservar y profundizar los logros obtenidos durante la gestión de Velasco.

EL PARTIDO DE LAS PINTAS

Pero mis recuerdos cuarenta años después están centrados en ese panel iluminado con las siglas PSR rápidamente pintadas y la mención al iniciarse ese acto político al “partido de las pintas”. Es que en los primeros años de existencia del PSR la forma más común de expresarnos fue a través de pintas en las calles de Lima y otras ciudades del país.

Publicado nuestro manifiesto a fines de noviembre de 1976, las seis o siete semanas siguientes fueron intensas en comenzar a organizar nuestro partido a nivel nacional con muchas limitaciones económicas pero además eludiendo el acecho represivo del régimen. En ese período nuestras orientaciones de organización eran bastante simples y apenas comenzábamos a elaborar acciones de propaganda. Pero toda esa etapa inicial se vio cortada abruptamente cuando el gobierno decidió la deportación de Leonidas y otros cuatro fundadores del PSR (Ver crónica “40 días intensos, 40 años atrás” del 19 de noviembre de 2016).

No estoy muy seguro si hubo antes, pero creo que inmediatamente después de las deportaciones es que las pintas partidarias destacaron en las calles de Lima. Como forma de manifestar que pese al duro golpe represivo, seguíamos existiendo, estábamos funcionando. Hubo muchas jornadas de pintas, todas con un desarrollo similar. Normalmente se citaba a los compañeros, a través de sus respectivos Grupos de Acción Política, GAP, a determinada casa o local. Allí llegábamos quienes manejábamos y eran asignados a nuestro vehículo un par de compañeros con balde de pintura, bandeja y brochas. Además se nos indicaba la zona que nos correspondía. Generalmente se pintaba entre las once y doce de la noche.

Además resultó muy fácil trasmitir a la novel dirigencia partidaria de los distintos departamentos del Perú que repitieran lo que estaba funcionando en la capital. Un balde, a veces una bandeja y una brocha y un militante decidido bastaban para que se notara en todo el país a un partido movilizado. Esto también sucedía en diversos lugares de Lima y Callao cuando espontáneamente un Grupo de Acción Política, GAP, realizaba sus pintas guardando todos los cuidados e informando luego a la instancia partidaria bajo cuya coordinación actuaba. Las pintas resultaban muy baratas. Por cierto que la mano de obra era gratis. La movilidad también. El balde y la bandeja generalmente eran material ya desechado por muy usado de nuestras casas y la pintura que se compraba era la más barata. Incluso, si mal no recuerdo, se recurría al carburo de los talleres de mecánica, unos trozos blancos que caían después de las soldaduras y se botaban. Ese material mezclado con agua producía una especie de pintura blanca prácticamente sin costo.

LA “PANZA” DESCALIFICÓ UN MINISTRO

No estoy seguro en qué momento -quizás en marzo o abril de ese año 1977- se hizo una enorme pinta en un altísimo muro curvo de una bajada desde la Avenida Javier Prado a la Vía Expresa en dirección al norte, a la altura de donde se ubica actualmente el edificio principal de Interbanc. Con esa ubicación era imposible que no la vieran los miles de chóferes y pasajeros que circularon por esa concurridísima vía. Un par de días después había casi desaparecido -aunque se lograba ver como una tenue sombra- después que le pasaran agua de cemento para cubrir la pintura. Desde allí prácticamente se inició un torneo entre el PSR que insistía en pintar su siglas en ese muro y el gobierno que las borraba. Sucedió en repetidas oportunidades, pese a la vigilancia que se estableció en la zona.

La particular curvatura del muro hizo que la denomináramos “la panza” que se convirtió en un objetivo propagandístico. Se buscó variadas maneras para eludir a la policía, incluyendo una serie de postas en que uno o a veces dos vehículos “jalaban” a los vigilantes para que un tercero apareciera rápidamente a dejar pintada la “panza”. Otras veces se comenzó a pintar en los muros de la vía en sentido contrario para atraer a la policía que acudía presurosa convencida que capturaría a los pintores mientras dejaban libre “nuestra” pared.

A mediados de mayo, luego de ser borradas por enésima vez, nuestras siglas aparecieron al costado de una nueva inscripción con letras enormes: “Piazza Hambre”. Esas dos palabras sintetizaban la posición del PSR frente a Walter Piazza, quien había jurado horas antes como ministro de Economía y reflejaban también lo que diversas organizaciones sindicales y populares pensaban sobre las medidas económicas elaboradas por su antecesor Luis Barúa Castañeda.

Me parece no exagerar si digo que pocas veces una consigna tan corta tuvo tanta repercusión política. Las palabras “Piazza Hambre” fueron contundentes y se convirtieron en lema movilizador en todo el país. El nuevo ministro apenas duró 50 días ya que abrumado por el rechazo tuvo que renunciar. Si el gobierno de Morales Bermúdez pensaba que un cambio de ministro serviría para implementar sus medidas, se equivocó.

UNA JORNADA DE PINTAS EN QUE NO PARTICIPÉ

A pocos días del 28 de agosto, fecha en que 1975 se produjo el golpe institucional contra el presidente Velasco, me acordé que en esa fecha en 1977 Morales Bermúdez anunció desde la ciudad de Tacna la restitución de las garantías y el cese del Estado de Emergencia, lógico complemento de la convocatoria a elecciones de una Asamblea Constituyente en 1978 y a elecciones generales en 1980 que había realizado un mes antes presionado por el movimiento popular. Pero a la mañana siguiente de su anuncio se produjo la detención del secretario general del PSR, Antonio Meza Cuadra. (Ver crónica "Durmiendo en camas ajenas del 25 de julio de 2014). Para protestar por esa medida represiva organizamos una jornada de pintas, donde a nuestras siglas se añadió “MEZA CUADRA LIBERTAD”. Pero esa noche del 29 de agosto de 1977 se consideró que yo no debía salir para evitar riesgos ya que no teníamos cómo evaluar el alcance represivo que tendría la detención de nuestro secretario general. Y es que ante la ausencia de Antonio, me correspondía reemplazarlo.

El asunto no era que el secretario general del partido no salía de pintas, sino que ese día se tuviera especial precaución. Lo cierto es que en las múltiples jornadas de pintura participábamos decenas de militantes y por cierto la mayoría de los integrantes de la dirección nacional, incluyendo a Meza Cuadra.

TAREAS DE TODOS LOS MILITANTES

Generalmente éramos tres por auto y al terminar la jornada nos íbamos a tomar emoliente o algo de comida en puestos ambulantes en diversos barrios de Lima. Los dueños de los autos generalmente corríamos con los gastos considerando que nuestros dos acompañantes generalmente eran estudiantes o compañeros de menor ingreso que el nuestro.

Excepcionalmente, cuando alguno de los acompañantes también trabajaba, la jornada terminaba en algún restaurante de los que abrían hasta la madrugada. Recuerdo en una oportunidad que terminamos en el “Superba” de la cuadra 28 de Petit Thouars en San Isidro -a treinta metros de la avenida Javier Prado- coincidimos con tres o cuatro equipos que habían tenido la misma idea. Guardando las normas de seguridad prácticamente no nos mirábamos entre nosotros, mientras esperábamos la comida en nuestras mesas cubiertas con manteles a cuadros. Para cualquier observador los parroquianos de cuatro de las mesas no tenían nada en común… salvo los zapatos salpicados de pintura que lucían todos. Y le sería muy fácil acertar que entre ellos estaban los propietarios de los cuatro Volkswagen estacionados en las afueras del restaurante con sus asientos con periódicos manchados de pintura.

Reparo ahora lo difícil que debe haber sido hacer los operativos en esos “escarabajos” de dos puertas y sin ventanas que se abrieran en el asiento trasero. Pero se hicieron con entusiasmo, poquísimo dinero y con suma incomodidad. La única etapa en que la tarea de pintar los muros fue fácil y sin mayor preocupación fue en junio de 1978, cuando los partidos de fútbol de la selección peruana mantuvo a la mayoría de los peruanos -incluidos represores- frente a los televisores (Ver crónica “Expulsado, clandestino e intranquilo: cómo viví tres mundiales” del 24 de noviembre de 2017).

Serían las pintas el principal medio de propaganda que seguiría haciendo el PSR hasta unos ocho o nueve meses después de ese acto en el Segura. Pasadas las elecciones de mayo de 1980, con representantes en el Parlamento que eran referentes del partido y la necesidad que hubo cuatro meses después de impulsar las candidaturas de Izquierda Unida para las elecciones municipales, las pintas exclusivamente con las siglas partidarias disminuyeron sensiblemente.

Los pintores improvisados en esos años eran militantes del PSR, quienes podían ser dirigentes partidarios o en algunos casos simpatizantes. Militantes o simpatizantes eran también quienes repartían volantes en las calles o en los mítines, los que cargaban banderolas en las movilizaciones o las colocaban entre postes cruzando calles o avenidas. Aunque se pintaba menos, las campañas presidenciales de 1985 y 1990 y las municipales de 1983, 1986 y 1989 se hicieron también con militantes a cargo del reparto de volantes, pegado de afiches, colocación de banderolas, etc. No nos imaginábamos que en la década del 90 habría especialistas en pintas callejeras que prestaban sus servicios a distintas agrupaciones siempre que les pagaran las tarifas por ellos establecidas.

ÉPOCAS ABSOLUTAMENTE DISTINTAS

Referirse a los militantes partidarios de hace treinta o cuarenta años en una época como la actual llama mucho la atención porque son una especie en extinción. O intenten imaginar a una persona que da su tiempo para reuniones, su dinero para colaborar en los gastos, su automóvil para movilizaciones y su esfuerzo físico para tareas de propaganda, a cambio de sentir que participa de un partido, entendido como esfuerzo colectivo por sacar adelante un proyecto político y del cual se considera parte y por tanto se siente comprometido y guarda lealtad.

Hoy que se discute sobre si existen o no partidos políticos en el país, evidentemente es difícil que se entienda que antes hubo militantes así. Si la mayoría de los integrantes del Parlamento no son militantes políticos, si incluso ministros en los últimos años han manifestado que no son políticos, es difícil entender cómo se legisla y cómo se gobierna en el Perú, dado que esas son actividades esencialmente políticas.

Para terminar algunas muestras de no militancia en la actualidad. Hace poco más de un año se veía como normal la propaganda de candidatos a alcaldes que sólo mostraban nombre y foto y varios meses después, el símbolo del partido que finalmente los había invitado a postular. Incluso alguna vez borraban un símbolo para poner otro, señal que había conseguido un partido mejor o que el partido había enrolado a otro candidato con más posibilidades. Es natural en los últimos tiempos que una persona diga que piensa ser parlamentario, pero que aún está analizando de qué partido será candidato dado que tiene varias propuestas. La gran mayoría de los veintitantos partidos oficialmente inscritos en el Jurado Nacional de Elecciones no tienen vida orgánica y sirven para que independientes puedan ser candidatos, como ocurrió en las elecciones municipales del año pasado.

No sabemos cómo serán los partidos de acuerdo a las nuevas normas aprobadas en los últimos años y en estos días, pero está claro que sus integrantes estarán muy lejos de asemejarse a los militantes de antaño.

2 comentarios:

  1. Militancia entregada a la causa. Cómo se extraña eso en nuestra política actual

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  2. Eran otros tiempos, forjados con idealismo, lealtad, deseos de servir y de trabajar por el bien común. No queda nada de eso en las agrupaciones políticas actuales.

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