El 10 de setiembre
de 1970 a las 6 de la tarde, finalizada la reunión del Comité Mundial de la
Unión de Jóvenes Demócratas Cristianos, UIJDC, salí de Roma. Durante los
noventa minutos de vuelo hasta Bruselas no dejaba de especular cómo cambiaría
mi vida si se convertía en realidad la propuesta hecha por el secretario
general de UIJDC, el ecuatoriano Juan Pablo Moncagatta, para que lo
reemplazara. Tendría que radicar en Roma por los siguientes tres o cuatro años,
coordinando actividades con las juventudes DC de Europa y América Latina. No
era seguro por cierto. Tenía que esperar que hubiese consenso en una consulta
que se haría en los siguientes meses. Probablemente se presentarán dificultades,
pensaba. Pero no hubiera podido imaginar cuál sería el motivo que haría
inviable la propuesta.
Moncagatta dos días
antes había conversado conmigo y con el uruguayo Carlos Baráibar, flamante
secretario general de la Juventud Demócrata Cristiana de América Latina,
JUDCA. En la conversación también participó Gilberto Bonalumi, secretario general de la JDC de Italia, quien al
día siguiente sería elegido presidente de la UIJDC. Como había llegado un cable
del diputado chileno Pedro Felipe Ramírez, delegándome la representación en el
comité mundial de la JDC de su país que además presidía la JUDCA, se
sobreentendía que era una consulta informal a la organización latinoamericana.
OFERTA SORPRESIVA QUE ME HUBIESE LLEVADO A ROMA
Juan Pablo dijo que después de más de cuatro
años ejerciendo el único cargo a tiempo completo en la UIJDC se imponía un
recambio que debía realizarse en los siguientes meses. Añadió que como los
dirigentes europeos estaban de acuerdo que nuevamente fuera latinoamericano,
planteaba que en el viaje a nuestro continente que harían con el presidente y
el vice presidente de la UIJDC en los meses siguientes, presentaran
una terna de candidatos para consultarla con las dirigencias de las juventudes
DC de cada país y, luego de tener todas las opiniones, hacer una propuesta de
consenso a la siguiente reunión del Comité Mundial de la UIJDC. Esa fórmula también sería aprobada al día
siguiente.
El dirigente ecuatoriano -con asentimiento del italiano- nos
sorprendió indicando que ya tenía un nombre para la terna y me señaló. Dijo que
pesaría a mi favor haber sido presidente de la JUDCA cuando se solucionó el problema
de la interrupción del IV Congreso en Quito culminándolo en Santiago. Como lo
relaté anteriormente, me pidió que lo pensara un par de días y le contestara
antes de embarcarme de regreso (Ver crónica “Expulsado de Ecuador, con el Papa en Roma” del 28 de enero
de 2014).
Horas después conversamos Baráibar y yo. Me dijo
que mi candidatura sería bien recibida por las JDC latinoamericanas. No te
olvides que las juventudes DC de Perú y Uruguay son las que han contribuido a
que sus partidos tomen distancia clara de la derecha y, considerando las
renuncias de muchos dirigentes juveniles DC en Chile y Bolivia, tú al igual que
yo representamos a quienes piensan que la lucha se puede ir ganando dentro de
los partidos, me dijo. De hecho haber estado a la cabeza de la JDC peruana al
momento del conflicto con el sector de derecha partidario es tu carta de
presentación para el cargo, añadió (Ver crónica “Hace 50 años; fundación del PPC vista desde la otra vereda” del 16 de diciembre de 2016). Le dije a Baráibar que en todo
caso, cuando regresara a Santiago -donde él residía ya que allí estaban las oficinas de JUDCA- hablara con los dirigentes de la JDC chilena para que la terna asegurara
que cualquiera fuera el escogido hubiera una estrecha relación con la
organización latinoamericana.
ESTUVE EN TERNA PARA
CARGO INTERNACIONAL DC
Después de pensarlo mucho, antes de salir de Roma le dije a Moncagatta
que podía incluirme en la
terna, pero que sólo lo hiciera público cuando hubiese los tres nombres. Por
eso cuando a mi regreso a Lima informé de la reunión del comité mundial de la
UIJDC a la directiva de la JDC del Perú, al hablar sobre la terna no mencione
la propuesta de Juan Pablo. Sí lo hice después que fui informado que en
noviembre de ese mismo año, en una reunión entre dirigentes de JUDCA e UIJDC,
se plantearon y aceptaron los nombres de Gustavo Escobar de la juventud del
COPEI de Venezuela, Jorge Leiva de la JDC de Chile y yo de la JDC del Perú.
Esa información me la trasmitió Luis Badilla, presidente de la JDC de
Chile quien con su predecesor en el cargo, Pedro Felipe Ramírez, venían ocupándose
en las tareas vinculadas a la JUDCA y la UIJDC. Cuando se lo informé a Arnaldo
Ruiz, secretario general de la JDC del Perú, recibió la noticia con genuina
satisfacción y me manifestó que sería significativo para JDC peruana si
finalmente era yo el elegido para reemplazar a Moncagatta.
Como ya acababa el año, en la UIJDC planificaron el viaje a
Latinoamérica para la segunda quincena de enero de 1971. La delegación fue integrada
por Bonalumi, Moncagatta y Marco Antonio Barahona, dirigente de la JDC guatemalteca
que había asumido la vicepresidencia. Habían ya visitado varios países cuando
llegaron a Lima, donde tenían planificado reunirse con la directiva de la JDC
del Perú el 1 de febrero a las ocho de la noche.
POSIBILIDADES REALES FRENTE IMPREVISTOS DUDOSOS
No estoy seguro si Juan Pablo se adelantó algunas horas para tener oportunidad
de visitar a una hermana casada que vivía en Lima desde algunos años antes. En
todo caso tuve contacto telefónico con él en la mañana y pude darle el encargo
de Federico Velarde, Fico, para almorzar juntos ese mismo día, invitación que
aceptó complacido ya que tenían muy buena relación. Se habían tratado mucho en
Santiago de Chile donde Juan Pablo hizo estudios políticos por varios meses
mientras Fico era uno de los responsables de ORMEU, la Oficina Relacionadora de Movimientos Estudiantiles Universitarios,
anodina denominación que permitía dar formación a líderes y núcleos políticos
de inspiración social cristiana de varios países latinoamericanos (Ver crónica "Una foto con más de medio siglo” del 25 de agosto de 2017).
Nos encontramos a la una de la tarde en el restaurante Raimondi, al
costado de la iglesia de La Merced a unos treinta metros del jirón de la Unión,
uno de los lugares en pleno centro de Lima en que mejor se comía en esa época. Era
un establecimiento algo antiguo, cuyo techo y paredes que estaban tallados en
madera impresionaban, no era muy caro y se comía sabroso. Después de
intercambiar datos sobre amigos comunes de distintos países, Fico le preguntó a
Juan Pablo las posibilidades de mi candidatura. El ecuatoriano fue
absolutamente sincero y nos dijo que lo lógico sería que yo lo reemplazara en
la UIJDC. De hecho es el único de los tres que cuenta con apoyo de más de una
organización, pero además en las últimas semanas parece que es el único de la
terna que queda. Y nos explicó que los problemas internos en COPEI determinaban
que los venezolanos no apoyaran a Escobar y la dinámica política chilena obligaba
a que Leiva fuera candidato a la reelección como regidor de Santiago y no pudiera
ser considerado para la UIJDC. Por lo que se piensa en el comité mundial y en varias
juventudes DC latinoamericanas el cargo debe ser de Alfredo, concluyó. Yo conocía
lo de Leiva pero no lo Escobar.
Tomándose un respiro, Juan Pablo añadió que nosotros sabíamos que tenía
amigos en Lima, que había conversado con algunos en las últimas horas y le habían
señalado que la dirigencia de la JDC peruana era imprevisible, Se hizo un gran
silencio… ¿Qué piensas tu flaco?, me dijo Fico. Aunque cuando le informé a
Arnaldo que estaba en la terna lo tomó muy bien y me indicó que iba a conversar
el respaldo con su directiva, efectivamente pueden ser imprevisibles, dije.
¿Incluso si saben que auspiciando tu candidatura prácticamente aseguran un
compatriota en un cargo internacional?, dijo Juan Pablo. Si la gente es
imprevisible no se puede hacer conjeturas, sentenció Fico.
Dejamos de hablar sobre lo que podría pasar esa noche y, pese a las dudas
que habían surgido sobre mi designación, Juan Pablo me dio algunos consejos
para lo que podría ser mi vida en Roma. Incluso me pregunto si viajaría soltero
o casado. Sonriendo le manifesté que tenía previsto con mi novia casarme en uno
o dos años pero si se aprobaba lo de la UIJDC adelantaríamos la boda para
viajar casado. Eso está incluso conversado con su familia y la mía, le dije.
NO FUI EL ÚNICO SORPRENDIDO
Horas después en el local de la Democracia Cristiana, en la cuadra 14
de la avenida Alfonso Ugarte me encontré con los dirigentes de la JDC del Perú
y apenas comenzábamos a conversar cuando llegaron Moncagatta, Bonalumi y
Barahona. Nos saludamos efusivamente con el italiano que por segunda vez
visitaba Lima y a quien además había visto en Roma meses atrás y saludé
cordialmente al guatemalteco a quien recién conocía. Les presenté a los
dirigentes peruanos encabezados por Arnaldo Ruiz, a quien acompañaban Carlos
Bravo Espinosa -secretario de relaciones internacionales- Nelson Shack Koo,
Alfredo Robles y no estoy seguro si alguien más.
Después de la presentación intenté retirarme, pero Arnaldo me invitó a
quedarme. La delegación de la UIJDC hizo una exposición sobre lo preparado como
plan de trabajo para los años siguientes y luego la propuesta para reemplazar a
Moncagatta. Se informó sobre la terna y cómo se había presentado problemas con
Escobar y Leiva y cómo algunas juventudes DC habían manifestado acuerdo con mi
candidatura ¿Alfredo sería candidato único?, preguntó alguien. No, señaló Moncagatta,
porque evidentemente cualquier organización integrante de la UIJDC puede
plantear candidatos y de hecho sabemos que la Juventud Copeyana piensa hacerlo
y la JDC de Panamá también. La idea de la terna conversada con los dirigentes
de la JUDCA busca encontrar un candidato que pueda ser producto del apoyo no
sólo de su organización nacional sino de varias otras, dijo y añadió que su
visita era justamente para conocer la posición de la JDC peruana sobre el tema.
En esos momentos Arnaldo informó que su directiva se encontraba frente
al dilema de respaldar mi candidatura o la de Carlos Bravo, que había solicitado
unas semanas antes el apoyo de la JDC para postular. No sólo fue una sorpresa
para los visitantes sino también para mí que no tenía idea de esa propuesta. Los
integrantes de la delegación de la UIJDC quedaron callados. En ese momento intervine
y manifesté que la JDC del Perú tenía el derecho de presentar una candidatura y
si no había un respaldo a mi postulación evidentemente no participaría en la
elección del secretario general de la organización. En esos momentos Arnaldo
pidió que dejáramos a su directiva debatir en privado para poder dar una
respuesta esa misma noche.
UNA DECISIÓN QUE NADIE ESPERABA
Nos miramos con Juan Pablo y creo que ambos pensamos en una sola
palabra: impredecible… Mientras esperábamos tratamos de hablar de cualquier
otra cosa, particularmente sobre el gobierno del general Juan Velasco Alvarado
que estaba sorprendiendo a todos por medidas audaces que lo alejaban de los
clásicos gobiernos militares. Al mismo tiempo yo me decía que teniendo apoyo de
JDC de algunos otros países era algo insólito no estar seguro del apoyo de la
JDC de mi país.
La reunión se prolongó por una hora más o menos. Cuando la terminaron
a las diez de la noche informaron que la decisión tomada por la JDC del Perú era
apoyar la candidatura de Bravo. Aunque no había necesidad de fundamentar la
decisión, Arnaldo Ruiz explicó que no era ninguna tacha a mi actuación cuando
había participado por delegación de su directiva tanto en la JUDCA desde inicios
de setiembre de 1969, como en la UIJDC desde fines de agosto de 1970, sino se
trataba del otorgar el respaldo expresamente solicitado por quien era miembro
de la directiva frente a quien ya no era en ese momento dirigente de la JDC.
Al final de las palabras de Arnaldo sólo hubo silencio, impactados por
mi “desembarcada”. Poco después nos despedimos todos. Al salir del local le
pedí a Juan Pablo vernos unos minutos al día siguiente, antes que viajaran a
Santiago, para entregarle un par de cartas.
Alrededor de la medianoche comencé la carta para los dirigentes
chilenos Ramírez y Badilla contando lo sucedido, señalándoles que no había
podido adelantarles la decisión de la JDC peruana porque había sido imprevista,
lamentando que la situación dejara a la JUDCA con poco juego, agradeciéndoles
su respaldo ya que cuando resultó inviable lo de Leiva me había hecho llegar su
apoyo e indicándoles que si pasaban por Lima para una próxima reunión en
Caracas podían contar conmigo para analizar la situación y eventualmente
ponerlos en contacto con la directiva de la JDC peruana para que no se perdiera
la necesaria coordinación entre las distintas juventudes DC. Como no me daba el
tiempo para escribir otra carta, también les pedí que mostraran esa a Baráibar.
NO HABÍA YA NADA QUE HACER
Cuándo me encontré al día siguiente con Juan Pablo me dijo moviendo la
cabeza: hasta ahora no le entiendo. Pude notar que la directiva de la JDC te
aprecia, pero ha tomado una decisión por razones internas que va significar que
ningún peruano me reemplace cuando tenían el candidato más fuerte, que eras tú,
dijo. Y luego me señaló que estaba preocupado por lo que tendría que decidir el
próximo comité mundial sobre la secretaria general. Hasta ayer pensé que todo
estaba solucionado porque garantizabas que habría aceptación, dijo, pero ahora
van a surgir varias candidaturas porque las distintas JDC van a sentir que ya
no hay un candidato de peso. Por tanto buscar el consenso será difícil, añadió.
Alejado ya del trabajo internacional juvenil DC, supe que en abril o
mayo cuando el comité mundial debía elegir al secretario general de la UIJDC,
habían surgido varios candidatos que no lograron apoyo salvo de sus propias
organizaciones nacionales. Al final fue elegido Barahona que había logrado ser
reconocido por su capacidad de diálogo justamente en esa gira. No me enteré
como se resolvió el equilibrio geográfico que se trató de plasmar en la
directiva de la organización mundial ya que en setiembre se pensó en la vice
presidencia para un centroamericano porque la secretaria general sería para un
sudamericano.
PUDO SER UNA SITUACIÓN PEOR
Cuando el 2 de febrero de 1971 le entregué a Moncagatta la carta para
los dirigentes chilenos, estaba muy lejos de imaginar que cuatro meses después,
el 6 de junio, entregaría otra carta. Sería la de renuncia al Partido Demócrata
Cristiano de una centena de ex dirigentes y militantes de la JDC, pero también
del Comando Laboral y del Comité Femenino, en que señalábamos que “agotada la
vida democrática del partido, reprimida toda posibilidad de radicalizarlo, no
tiene para nosotros ningún sentido permanecer en él”. Una serie de hechos
sucedidos después de la XI Asamblea Nacional del PDC realizada entre el 12 y 14
de marzo y que espero tratar en una próxima crónica, precipitaron los
acontecimientos que culminaron en tan drástica decisión.
Con la renuncia me sentí anímicamente muy afectado. Eran más de doce
años de militancia intensa en que incluso en dos periodos y por cuatro años en
total había integrado el Comité Ejecutivo Nacional del partido, además de haber
sido secretario general nacional de la Juventud DC y participado en los cargos
internacionales que antes mencioné. Sin embargo, pensando en lo vivido en los
últimos meses comprobé que todo pudo ser peor… Si hubiese sido elegido como
secretario general de la UIJDC, en esos momentos mi situación habría sido harto
complicada. Incluso antes de instalarme en Roma, habría tenido que comunicar a
dirigentes de Europa y América Latina que renunciaba al cargo, ya que por la
evidente identificación con los camaradas de toda mi vida política que estaban renunciando
al PDC peruano yo tenía que hacer lo mismo. Bueno, me dije, al final no fue del
todo desafortunada la “desembarcada”…
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