viernes, 16 de diciembre de 2016

HACE 50 AÑOS: FUNDACIÓN DEL PPC VISTA DESDE LA OTRA VEREDA (1966)

La noche del lunes 19 de diciembre de 1966, en una oficina del local central del Partido Demócrata Cristiano, estábamos reunidos un grupo de dirigentes de la Juventud DC. Serían las ocho de la noche cuando sonó el teléfono. Alguien me dijo que la llamada era para mí. Se trataba de Pedro Morote, periodista amigo que trabajaba en la sección política del diario La Prensa, quien me informó que tenían un comunicado con la renuncia de un grupo de importantes fundadores del PDC para fundar el Partido Popular Cristiano. Le pedí algunos datos adicionales, mientras mis camaradas escuchaban en silencio. El nuevo partido era liderado por Luis Bedoya Reyes alcalde reelecto de Lima, el senador Mario Polar Ugarteche, el diputado Roberto Ramírez del Villar, Ernesto Alayza Grundy, Antonino Espinoza, el ex senador Julio Ernesto Portugal, Augusto Dammert León, unas semanas antes reelecto alcalde del distrito de San Isidro, y Luis Giusti La Rosa, entre otros.

Los lunes a las 9 de la noche se realizaban las reuniones del Comité Ejecutivo Nacional en ese local ubicado en la avenida Alfonso Ugarte 1406, a una cuadra de la Plaza Bolognesi. Ese día estoy casi seguro, que la sesión estaba suspendida considerando que era la semana previa a la Navidad y, sobre todo, teniendo en cuenta que en octubre y noviembre se realizaron numerosas sesiones extraordinarias, para afrontar la crisis interna iniciada a mediados de setiembre, luego que la Juventud Demócrata Cristiana, cuyo secretario general era yo, pidió en comunicado público que el partido le planteara al presidente Fernando Belaunde la remoción del ministro de Justicia, Ramírez del Villar, a quien retirábamos la confianza. Para evitar el asedio periodístico que duró varias semanas dada la gravedad de tal crisis, algunas de esas reuniones del CEN incluso se realizaron en casas particulares (Ver crónica “Jugando fulbito con futuro presidente” del 20 de enero de 2013).
Considerando la tensión existente, los jóvenes DC estábamos convencidos desde meses atrás que las diferencias entre corrientes internas requerirían debatirse ampliamente en la Asamblea Nacional o congreso partidario previsto para marzo de 1967. Aunque no lo deseábamos, no descartábamos que en esa reunión se pudiera producir una ruptura. No nos imaginábamos que el rompimiento se produjera antes ya que en tal caso podría señalarse que parte de la responsabilidad era de nosotros, ya que no se podía negar que un punto crítico del enfrentamiento fue nuestra demanda de cambio del ministro de Justicia.
REFLEXIONANDO SOBRE QUÉ HABÍA OCURRIDO EN LOS ÚLTIMOS AÑOS
Horas después, camino al pequeño departamento que en esa época alquilaba, me acordaba que cuando me inscribí en el partido DC, en febrero de 1959, tuve claro que si bien podía haber distintos enfoques a partir de la misma ideología social cristiana, la mayoría se consideraba en un partido de centro. Incluso recordé cuando pocos meses después integré la comisión organizadora del I congreso Latinoamericano de la Juventud DC, que se reunió paralelamente al V Congreso Internacional de la Democracia Cristiana realizado en Lima entre el 23 y 27 de octubre de 1959, cuyo afiche preparado para la ocasión, no dejaba dudas gráficamente sobre la autopercepción de fuerza equidistante del capitalismo y el comunismo que se tenía.

Logotipo de V Congreso Internacional de la DC
¿Y entonces como llegamos hasta la ruptura?, me preguntaba. En las Asambleas Nacionales de Trujillo en marzo de 1960 y de Lima en marzo de 1961, se daban matices que podía indicar que había diferencia de opiniones entre la posición de centro ligeramente de izquierda de algunos y de centro derecha de otros. Una forma velada de las diferencias entre ambos sectores se expresaba, respectivamente, entre quienes planteaban una candidatura propia para las elecciones generales de 1962 y quienes pensaban que debía buscarse una alianza aunque no precisaban con qué partido o partidos. Incluso planteaban que el papel que correspondía a la DC era “ser el 2% que todo 49% necesita para ser mayoría”.
Quienes pensábamos en candidatura propia más que pensar que habría alguna oportunidad de ganar las elecciones, considerábamos que la campaña serviría para “hacer partido”, es decir montar una organización a nivel nacional, con una bancada parlamentaria que debería mantener el reconocimiento de todos por su solvencia -como ocurría con la que en esos momentos existía- y consolidar el crecimiento que en los sectores juveniles había significado tener la presidencia de tres de las diez federaciones universitarias existentes en esos momentos e incluso la presidencia de la Federación de Estudiantes del Perú que en octubre de 1959 se alcanzó con Oscar Espinosa Bedoya, dirigente máximo de los estudiantes de la Universidad Nacional de Ingeniera. En relación a las elecciones, todos aspirábamos a un mínimo de 10 ó 12 % de la votación. En esta corriente se ubicaban muchos dirigentes nacionales, varias bases departamentales partidarias y la mayoría de los jóvenes DC. Como el diputado Héctor Cornejo Chávez, elegido presidente del partido en 1961, y voceado como futuro candidato presidencial, era líder más caracterizado de esta posición, no tardaron muchos los medios en calificarla como la tendencia “cornejista”.
EL FRACASO DE UNA POSICIÓN PARTIDARIA
Mis recuerdos en esa ya calurosa noche me llevaron a lo que pasó en los quince meses siguientes a la VI Asamblea Nacional de marzo de 1961, cuando en el PDC, triunfó la línea política sostenida por la corriente de centro izquierda, aunque de ninguna manera significó posteriormente exclusión del otro sector partidario en las candidaturas parlamentarias. En la Asamblea Nacional extraordinaria de mayo se eligió la fórmula de Héctor Cornejo Chávez a la presidencia, el diputado y maestro universitario Mario Alzamora Valdez a la primera vicepresidencia y el dirigente regional de Huánuco Rafael Cubas Vinatea a la segunda vicepresidencia. De hecho Alzamora, intelectual brillante, no podía ser calificado como “cornejista”. Luego de una larga campaña, ya que duró desde fines de mayo del 61 a inicios de junio del 62, caracterizada por la falta de recursos, la denodada entrega de jóvenes estudiantes y trabajadores para hacer de activistas viajando por todo el país sacrificando días de estudio y de trabajo, la presencia entusiasmada de la ciudadanía en los mítines y el sacrificado esfuerzo de los candidatos, en especial de Héctor Cornejo Chávez, se llegó al 10 de junio, día de las elecciones. Los primeros resultados que se conocieron de Lima, Callao y los diferentes departamentos, hicieron evidente el fracaso total, sin ninguna posibilidad que los resultados oficiales los variaran: sólo habíamos alcanzado el 2.88 % de los votos válidos.
Al terminar la tarde de ese día de elecciones, me tocó ver la llegada al local de los adoloridos camaradas que ejercieron como personeros. Yo había estado ayudando a los responsables de este trabajo buscando dónde reasignar personeros de acuerdo a las necesidades. Lo hice desde temprano ya que aun no me tocaba votar, porque no alcanzaba los 21 años con los que en esa época se alcanzaba la mayoría de edad. Cuando anocheció se acrecentó la triste llegada, en algunos casos en grupos desde una pre concentración en sus distritos. Si alguno tenía la esperanza que en otras partes los resultados eran mejores sólo ver las caras de quienes ya estaban en el local los devolvía a la realidad. Era una total debacle. Los comentarios se hacían en voz baja, aunque la mayoría estaba en silencio y con la cabeza gacha. Como a las diez de la noche, se hizo presente Cornejo Chávez tratando de mantener la serenidad para dirigir unas palabras de reafirmación partidaria a unos cientos de militantes que en su mayoría tenían la mirada perdida y en un buen número los ojos húmedos…
El fracaso significó la renuncia de la dirigencia y la convocatoria a un congreso extraordinario para octubre o noviembre, que además de tener las características de análisis y crítica de lo realizado en la etapa previa, tuvo adicionalmente un componente electoral no previsto: la preparación para participar en las elecciones generales del 9 de junio de 1963. Es que el 18 de julio a diez días de que finalizara su mandato el presidente Manuel Prado se produjo un golpe militar para evitar que Víctor Raúl Haya de la Torre fuese elegido por el Congreso dado que ni él, ni Fernando Belaunde Terry ni el ex presidente Manuel Odría habían alcanzado el tercio de la votación. En la Constitución entonces vigente se estipulaba que en caso de no alcanzar nadie el tercio de los votos, el Congreso debía elegir entre los tres candidatos con mayor votación. La junta militar alegó fraude y convocó a nuevas elecciones para junio del año siguiente.
ALIANZA ACCIÓN POPULAR - DEMOCRACIA CRISTIANA
Lo que sucedió en esa Asamblea Nacional extraordinaria en agosto o setiembre de 1962 está relatado en otra oportunidad (Ver crónica “La Juventud con Javier Correa Elías” del 31 de diciembre de 2012). Baste señalar en este caso que el sector que era llamado “cornejista” -que en realidad no sólo era los que se autodefinan como tales sino militantes de la Juventud DC, los comités de obreros y empleados integrantes de lo que años después se denominaría Comando laboral DC y la mayoría de comités departamentales- dejando de lado las diferencias de enfoques políticos y los graves calificativos utilizados en la campaña electoral de 1962, estuvo inclinado a una alianza con Acción Popular, mientras el otro sector desconfiaba de AP por impredecible y estaba dispuesto a considerar una alianza con el Partido Aprista. En ese mismo congreso, Javier Correa Elías fue elegido presidente del partido con una lista de consenso que incluyó las tendencias existentes.
Hay que remarcar también que tomada la decisión de ir con AP todos los sectores partidarios asumieron activamente la posición y participaron meses después en la campaña electoral. No es este el espacio para analizar el gobierno de Fernando Belaunde. Sí indicar que hubo en el inicio la percepción que en la Alianza AP-DC la democracia cristiana era la derecha y el partido del presidente la izquierda. Aunque cualquiera que leyera el plan de gobierno de la alianza descubriría que todas las reformas anunciadas –la agraria, la de la empresa, la del sistema tributario, la de la educación, la de la estructura del Estado y la del crédito- eran el aporte a la vez que exigencia de la DC y que estas reformas eran las propuestas “izquierdistas” de la alianza. No por el plan de gobierno al que nunca le dan importancia los sectores amplios de la ciudadanía sino por la actuación de los demócratas cristianos en puestos de responsabilidad en el Ejecutivo y por la defensa de los ministros en el Legislativo, muy rápidamente la percepción cambió: la DC era claramente la izquierda de la Alianza AP-DC.
Curiosamente cerca de cumplirse los dos primeros años de gobierno, los sectores partidarios que habían tenido desconfianza de la alianza con AP terminaron por estar más cerca de las posiciones del presidente Belaunde que la dirigencia oficial del partido, encabezada por Héctor Cornejo Chávez, elegido presidente en la VIII Asamblea Nacional de marzo de 1965. Ya en esos momentos, se cuestionaba si efectivamente el gobierno de Fernando Belaunde buscaba la “renovación” en el país, mientras las posiciones demócratas cristianas expresadas en ese congreso no dejaban dudas: “El Partido cree que es un deber de todos los peruanos participar en la obra de transformación nacional. Juzga que esta meta última de esta empresa histórica es el establecimiento de una sociedad comunitaria, distinta del orden capitalista y del sistema comunista”.
El esfuerzo del PDC fue intenso considerando que, además de la presión dentro de la Alianza AP-DC se cumplieran con empezar las reformas estructurales, se tuvo que enfrentar en el Parlamento la ofensiva de la Coalición Apra - Unión Nacional Odriísta no sólo para mediatizar las tibias medidas reformistas sino para censurar a ocho ministros hasta mediados de diciembre de 1966, entre ellos dos DC: Víctor Ganoza Plaza y Valentín Paniagua.
Las ya prolongadas horas de reflexión sobre lo que había sucedido con las dos posiciones dentro de la DC, que me había motivado enterarme del rompimiento partidario, las culminé recordando que pese a las dificultades de la Alianza, semanas antes había ganado 71 concejos provinciales frente a 66 obtenidos por la Coalición, incluyendo la reelección de Luis Bedoya Reyes a la alcaldía de Lima, debido a que el electorado peruano seguía apostando por una renovación en el país sin caer en cuenta que buena parte del gobierno no estaba dispuesta a llevarla adelante. Ahora tenía más sentido el hecho que Bedoya no se hubiera apoyado en su partido en su campaña electoral, como lo había hecho tres años antes cuando por primera vez fue elegido alcalde de Lima. Era muy posible que ya estuviese en camino la formación del PPC que se oficializó en una reunión en el Callao, en casa de Luis Giusti el domingo 18 de diciembre (Ver crónica “El PPC a poco de nacer y un amigo a punto de morir” del 21 de junio de 2013).
EVALUACIÓN DE LA RUPTURA PARTIDARIA
Dejemos de lado mis largas reflexiones que duraron hasta la madrugada y retrocedamos unas horas, a las 8 de la noche de ese 19 de diciembre en el local de Alfonso Ugarte. Mientras por un teléfono mis camaradas comenzaban a informar a algunos dirigentes nacionales del comunicado que saldría en los diarios al día siguiente anunciando la ruptura partidaria, desde otro teléfono llamé a Javier Correa Elías, ex presidente y figura emblemática del PDC, a quien según sabíamos algunos de los en esos momentos ya renunciantes, habían buscado insistentemente en las últimas semanas. Frente a quienes dudaban de las posiciones principistas de Correa, los jóvenes estábamos seguros cuál sería su decisión en caso de una ruptura partidaria. No dejaría el PDC, permanecería en una posición crítica, discrepando con los dirigentes partidarios, pero manteniéndose dentro de la organización. Cuando me contestó el teléfono le dije: en una lista que se publicará mañana hay ausencias más notorias que algunas presencias. Y añadí: Gracias, don Javier. Al terminar la muy corta conversación, quedamos en que lo visitaríamos dos días después.
Inmediatamente recordé nuestras conversaciones con el veterano dirigente en setiembre, un par de días después de nuestro comunicado. Correa nos dijo que podía entender que plantearemos al CEN la separación de Ramírez del Villar, después que evaluamos que su actuación política como ministro y parlamentario integraba una especie de “peña” propiciada por el mayor magnate pesquero junto con parlamentarios de otras tiendas políticas, generaba una percepción política de contradicción con la renovación en la política peruana que la alianza AP-DC planteaba representar. Pero de ninguna manera el ex presidente del PDC aprobaba que hubiésemos hecho público el planteamiento. Sin embargo tres meses después, producida la escisión, la posición de Correa fue decisiva para que no se admitiera el ingreso del PPC a la Organización Demócrata Cristiana de América, ODCA, tal como lo solicitó al día siguiente de fundarse (ver crónica “El PPC nació sin Correa” del 16 de febrero de 2013).
Cuando un grupo de dirigentes de la JDC nos reunimos dos días después con don Javier hicimos un balance de lo que significaba la formación del PPC, señalando él que por pragmatismo unos y por convicción otros, iba a intentar ser el partido de derecha que en el Perú no existía y, por tanto, no un nuevo partido social cristiano. Así, nos dijo, lo había manifestado al enviado de la ODCA. Por otro lado, como en otras oportunidades, criticó el manejo que de la crisis partidaria había hecho la dirigencia nacional, particularmente el presidente del PDC, Héctor Cornejo Chávez, indicándonos que ese análisis era para hacerlo dentro del partido. No sospechábamos ni Correa Elías ni nosotros que en menos de un mes con ocasión del 11° aniversario partidario, seríamos Cornejo, él y yo los oradores en la cena conmemorativa (ver crónica “Son muy jóvenes, les falta experiencia” del 23 de marzo de 2013).
NO NOS IMAGINÁBAMOS LAS PARADOJAS DEL FUTURO
También hicimos un rápido recuento sobre cómo se había mellado el aparato partidario con la renuncia pública. Polar en el Senado y el ya separado de la militancia Ramírez del Villar en la Cámara de Diputados eran las bajas en el Grupo Parlamentario que integraban un total de cinco senadores y once diputados. De todos los comités departamentales sólo los secretarios generales del Callao, Luis Giusti, y de Arequipa, José Jiménez Mostajo. Si se quería ser necio se podía concluir que era poco lo que orgánicamente se llevaban, pero evidentemente el peso político de varios de los fundadores y el indudable liderazgo ya nacional de Luis Bedoya Reyes le daban fortaleza al nuevo proyecto y afectaban la imagen y principalmente las posibilidades de crecimiento del PDC.
Si en 1966, producida la importante escisión semanas después de una victoria electoral de Bedoya, algún comentarista pudo señalar que el social cristianismo tenía dos expresiones distintas que podían desarrollarse en el futuro, hoy cincuenta años después constatamos que el Partido Demócrata Cristiano hace ya más de 25 años que no tiene presencia en la política nacional, incluso el nombre está en disputa por dos o tres directivas distintas, mientras que el Partido Popular Cristiano celebra sus 50 años sin tener representación parlamentaria por única vez desde su fundación, en medio de la mayor crisis partidaria de su historia… Y por cierto, algunos de los que lograron significativas votaciones en elecciones como integrantes del PPC, encabezaron importantes escisiones para formar otros partidos, como los casos de Alberto Andrade Carmona y Alex Kouri, exitosos alcaldes provinciales de Lima y Callao respectivamente.

4 comentarios:

  1. Suena a cliché, pero tu relato es tan interesante en estos momentos que debería tener más difusión y ser motivo de discusión entre quienes nos llamamos todavía social cristianos.

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  2. Quienes vivimos la experiencia de la ruptura de la DC y aún batallamos por su existencia, sin estar comprometidos con ninguna facción, nos has hecho revivir recuerdos. Buen artículo y muy objetivo.

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  3. Intersante la confirmacio n de que el PPC se formo para ser el partido de derecha que no habia en el Perú, su cantaleta hasta hoy, de que ellos representan el social cristianimos, es falsa. En todo caso representarian al partido nacionaldemocrata de Alemania, de donde reciben financiamiento.

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  4. Muy buena memoria. Gracias por compartirla.

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