La noche
del lunes 19 de diciembre de 1966, en una oficina del local central del Partido
Demócrata Cristiano, estábamos reunidos un grupo de dirigentes de la Juventud
DC. Serían las ocho de la noche cuando sonó el teléfono. Alguien me dijo que la
llamada era para mí. Se trataba de Pedro Morote, periodista amigo que trabajaba
en la sección política del diario La
Prensa, quien me informó que tenían un comunicado con la renuncia de un
grupo de importantes fundadores del PDC para fundar el Partido Popular
Cristiano. Le pedí algunos datos adicionales, mientras mis camaradas escuchaban
en silencio. El nuevo partido era liderado por Luis Bedoya Reyes alcalde
reelecto de Lima, el senador Mario Polar Ugarteche, el diputado Roberto Ramírez
del Villar, Ernesto Alayza Grundy, Antonino Espinoza, el ex senador Julio
Ernesto Portugal, Augusto Dammert León, unas semanas antes reelecto alcalde del
distrito de San Isidro, y Luis Giusti La Rosa, entre otros.
Los lunes a las 9 de la noche se realizaban las
reuniones del Comité Ejecutivo Nacional en ese local ubicado en la avenida
Alfonso Ugarte 1406, a una cuadra de la Plaza Bolognesi. Ese día estoy casi
seguro, que la sesión estaba suspendida considerando que era la semana previa a
la Navidad y, sobre todo, teniendo en cuenta que en octubre y noviembre se
realizaron numerosas sesiones extraordinarias, para afrontar la crisis interna iniciada
a mediados de setiembre, luego que la Juventud Demócrata Cristiana, cuyo
secretario general era yo, pidió en comunicado público que el partido le planteara
al presidente Fernando Belaunde la remoción del ministro de Justicia, Ramírez
del Villar, a quien retirábamos la confianza. Para evitar el asedio
periodístico que duró varias semanas dada la gravedad de tal crisis, algunas de
esas reuniones del CEN incluso se realizaron en casas particulares (Ver crónica “Jugando fulbito con futuro presidente” del 20 de enero de 2013).
Considerando
la tensión existente, los jóvenes DC estábamos convencidos desde meses atrás
que las diferencias entre corrientes internas requerirían debatirse ampliamente
en la Asamblea Nacional o congreso
partidario previsto para marzo de 1967. Aunque no lo deseábamos, no
descartábamos que en esa reunión se pudiera producir una ruptura. No nos imaginábamos
que el rompimiento se produjera antes ya que en tal caso podría señalarse que
parte de la responsabilidad era de nosotros, ya que no se podía negar que un
punto crítico del enfrentamiento fue nuestra demanda de cambio del ministro de
Justicia.
REFLEXIONANDO
SOBRE QUÉ HABÍA OCURRIDO EN LOS ÚLTIMOS AÑOS
Horas
después, camino al pequeño departamento que en esa época alquilaba, me acordaba
que cuando me inscribí en el partido DC, en febrero de 1959, tuve claro que si
bien podía haber distintos enfoques a partir de la misma ideología social
cristiana, la mayoría se consideraba en un partido de centro. Incluso recordé
cuando pocos meses después integré la comisión organizadora del I congreso
Latinoamericano de la Juventud DC, que se reunió paralelamente al V Congreso
Internacional de la Democracia Cristiana realizado en Lima entre el 23 y 27 de
octubre de 1959, cuyo afiche preparado para la ocasión, no dejaba dudas gráficamente
sobre la autopercepción de fuerza equidistante del capitalismo y el comunismo
que se tenía.
¿Y entonces
como llegamos hasta la ruptura?, me preguntaba. En las Asambleas Nacionales de Trujillo
en marzo de 1960 y de Lima en marzo de 1961, se daban matices que podía indicar
que había diferencia de opiniones entre la posición de centro ligeramente de izquierda
de algunos y de centro derecha de otros. Una forma velada de las diferencias
entre ambos sectores se expresaba, respectivamente, entre quienes planteaban
una candidatura propia para las elecciones generales de 1962 y quienes pensaban
que debía buscarse una alianza aunque no precisaban con qué partido o partidos.
Incluso planteaban que el papel que correspondía a la DC era “ser el 2% que
todo 49% necesita para ser mayoría”.
Logotipo de V Congreso Internacional de la DC |
Quienes
pensábamos en candidatura propia más que pensar que habría alguna oportunidad
de ganar las elecciones, considerábamos que la campaña serviría para “hacer
partido”, es decir montar una organización a nivel nacional, con una bancada
parlamentaria que debería mantener el reconocimiento de todos por su solvencia -como
ocurría con la que en esos momentos existía- y consolidar el crecimiento que en
los sectores juveniles había significado tener la presidencia de tres de las
diez federaciones universitarias existentes en esos momentos e incluso la
presidencia de la Federación de Estudiantes del Perú que en octubre de 1959 se alcanzó
con Oscar Espinosa Bedoya, dirigente máximo de los estudiantes de la
Universidad Nacional de Ingeniera. En relación a las elecciones, todos
aspirábamos a un mínimo de 10 ó 12 % de la votación. En esta corriente se
ubicaban muchos dirigentes nacionales, varias bases departamentales partidarias
y la mayoría de los jóvenes DC. Como el diputado Héctor Cornejo Chávez, elegido
presidente del partido en 1961, y voceado como futuro candidato presidencial,
era líder más caracterizado de esta posición, no tardaron muchos los medios en
calificarla como la tendencia “cornejista”.
EL FRACASO
DE UNA POSICIÓN PARTIDARIA
Mis
recuerdos en esa ya calurosa noche me llevaron a lo que pasó en los quince
meses siguientes a la VI Asamblea
Nacional de marzo de 1961, cuando en el PDC, triunfó la línea
política sostenida por la corriente de centro izquierda, aunque de ninguna
manera significó posteriormente exclusión del otro sector partidario en las
candidaturas parlamentarias. En la Asamblea Nacional extraordinaria de mayo se eligió la fórmula de Héctor
Cornejo Chávez a la presidencia, el diputado y maestro universitario Mario
Alzamora Valdez a la primera vicepresidencia y el dirigente regional de Huánuco
Rafael Cubas Vinatea a la segunda vicepresidencia. De hecho Alzamora,
intelectual brillante, no podía ser calificado como “cornejista”. Luego de una
larga campaña, ya que duró desde fines de mayo del 61 a inicios de junio del
62, caracterizada por la falta de recursos, la denodada entrega de jóvenes
estudiantes y trabajadores para hacer de activistas viajando por todo el país
sacrificando días de estudio y de trabajo, la presencia entusiasmada de la ciudadanía
en los mítines y el sacrificado esfuerzo de los candidatos, en especial de
Héctor Cornejo Chávez, se llegó al 10 de junio, día de las elecciones. Los
primeros resultados que se conocieron de Lima, Callao y los diferentes departamentos,
hicieron evidente el fracaso total, sin ninguna posibilidad que los resultados
oficiales los variaran: sólo habíamos alcanzado el 2.88 % de los votos válidos.
Al terminar
la tarde de ese día de elecciones, me tocó ver la llegada al local de los adoloridos
camaradas que ejercieron como personeros. Yo había estado ayudando a los
responsables de este trabajo buscando dónde reasignar personeros de acuerdo a
las necesidades. Lo hice desde temprano ya que aun no me tocaba votar, porque
no alcanzaba los 21 años con los que en esa época se alcanzaba la mayoría de
edad. Cuando anocheció se acrecentó la triste llegada, en algunos casos en
grupos desde una pre concentración en sus distritos. Si alguno tenía la
esperanza que en otras partes los resultados eran mejores sólo ver las caras de
quienes ya estaban en el local los devolvía a la realidad. Era una total
debacle. Los comentarios se hacían en voz baja, aunque la mayoría estaba en
silencio y con la cabeza gacha. Como a las diez de la noche, se hizo presente
Cornejo Chávez tratando de mantener la serenidad para dirigir unas palabras de reafirmación
partidaria a unos cientos de militantes que en su mayoría tenían la mirada
perdida y en un buen número los ojos húmedos…
El fracaso
significó la renuncia de la dirigencia y la convocatoria a un congreso extraordinario
para octubre o noviembre, que además de tener las características de análisis y
crítica de lo realizado en la etapa previa, tuvo adicionalmente un componente
electoral no previsto: la preparación para participar en las elecciones
generales del 9 de junio de 1963. Es que el 18 de julio a diez días de que
finalizara su mandato el presidente Manuel Prado se produjo un golpe militar
para evitar que Víctor Raúl Haya de la Torre fuese elegido por el Congreso dado
que ni él, ni Fernando Belaunde Terry ni el ex presidente Manuel Odría habían
alcanzado el tercio de la votación. En la Constitución entonces vigente se
estipulaba que en caso de no alcanzar nadie el tercio de los votos, el Congreso
debía elegir entre los tres candidatos con mayor votación. La junta militar
alegó fraude y convocó a nuevas elecciones para junio del año siguiente.
ALIANZA
ACCIÓN POPULAR - DEMOCRACIA CRISTIANA
Lo que sucedió en esa Asamblea Nacional extraordinaria en agosto o setiembre de 1962 está relatado en otra
oportunidad (Ver crónica “La Juventud con Javier Correa Elías” del 31 de diciembre de 2012). Baste señalar en este caso que el sector que
era llamado “cornejista” -que en realidad no sólo era los que se autodefinan
como tales sino militantes de la Juventud DC, los comités de obreros y
empleados integrantes de lo que años después se denominaría Comando laboral DC
y la mayoría de comités departamentales- dejando de lado las diferencias de
enfoques políticos y los graves calificativos utilizados en la campaña
electoral de 1962, estuvo inclinado a una alianza con Acción Popular, mientras
el otro sector desconfiaba de AP por impredecible y estaba dispuesto a
considerar una alianza con el Partido Aprista. En ese mismo congreso, Javier
Correa Elías fue elegido presidente del partido con una lista de consenso que
incluyó las tendencias existentes.
Hay que remarcar también que tomada la
decisión de ir con AP todos los sectores partidarios asumieron activamente la
posición y participaron meses después en la campaña electoral. No es este el
espacio para analizar el gobierno de Fernando Belaunde. Sí indicar que hubo en
el inicio la percepción que en la Alianza AP-DC la democracia cristiana era la
derecha y el partido del presidente la izquierda. Aunque cualquiera que leyera
el plan de gobierno de la alianza descubriría que todas las reformas anunciadas
–la agraria, la de la empresa, la del sistema tributario, la de la educación,
la de la estructura del Estado y la del crédito- eran el aporte a la vez que
exigencia de la DC y que estas reformas eran las propuestas “izquierdistas” de
la alianza. No por el plan de gobierno al que nunca le dan importancia los
sectores amplios de la ciudadanía sino por la actuación de los demócratas
cristianos en puestos de responsabilidad en el Ejecutivo y por la defensa de
los ministros en el Legislativo, muy rápidamente la percepción cambió: la DC
era claramente la izquierda de la Alianza AP-DC.
Curiosamente cerca de cumplirse los dos
primeros años de gobierno, los sectores partidarios que habían tenido
desconfianza de la alianza con AP terminaron por estar más cerca de las
posiciones del presidente Belaunde que la dirigencia oficial del partido,
encabezada por Héctor Cornejo Chávez, elegido presidente en la VIII Asamblea
Nacional de marzo de 1965. Ya en esos momentos, se cuestionaba si efectivamente
el gobierno de Fernando Belaunde buscaba la “renovación” en el país, mientras
las posiciones demócratas cristianas expresadas en ese congreso no dejaban dudas:
“El Partido cree que es un deber de todos los peruanos participar en la obra de
transformación nacional. Juzga que esta meta última de esta empresa histórica
es el establecimiento de una sociedad comunitaria, distinta del orden
capitalista y del sistema comunista”.
El esfuerzo del PDC fue intenso considerando
que, además de la presión dentro de la Alianza AP-DC se cumplieran con empezar
las reformas estructurales, se tuvo que enfrentar en el Parlamento la ofensiva
de la Coalición Apra - Unión Nacional Odriísta no sólo para mediatizar las tibias
medidas reformistas sino para censurar a ocho ministros hasta mediados de
diciembre de 1966, entre ellos dos DC: Víctor Ganoza Plaza y Valentín Paniagua.
Las ya prolongadas horas de reflexión sobre
lo que había sucedido con las dos posiciones dentro de la DC, que me había
motivado enterarme del rompimiento partidario, las culminé recordando que pese
a las dificultades de la Alianza, semanas antes había ganado 71 concejos
provinciales frente a 66 obtenidos por la Coalición, incluyendo la reelección
de Luis Bedoya Reyes a la alcaldía de Lima, debido a que el electorado peruano
seguía apostando por una renovación en el país sin caer en cuenta que buena
parte del gobierno no estaba dispuesta a llevarla adelante. Ahora tenía más
sentido el hecho que Bedoya no se hubiera apoyado en su partido en su campaña
electoral, como lo había hecho tres años antes cuando por primera vez fue
elegido alcalde de Lima. Era muy posible que ya estuviese en camino la
formación del PPC que se oficializó en una reunión en el Callao, en casa de
Luis Giusti el domingo 18 de diciembre (Ver crónica “El PPC a poco de nacer y un amigo a punto de morir” del
21 de junio de 2013).
EVALUACIÓN DE LA RUPTURA PARTIDARIA
Dejemos de
lado mis largas reflexiones que duraron hasta la madrugada y retrocedamos unas
horas, a las 8 de la noche de ese 19 de diciembre en el local de Alfonso Ugarte.
Mientras por un teléfono mis camaradas comenzaban a informar a algunos dirigentes
nacionales del comunicado que saldría en los diarios al día siguiente anunciando
la ruptura partidaria, desde otro teléfono llamé a Javier Correa Elías, ex
presidente y figura emblemática del PDC, a quien según sabíamos algunos de los en
esos momentos ya renunciantes, habían buscado insistentemente en las últimas
semanas. Frente a quienes dudaban de las posiciones principistas de Correa, los
jóvenes estábamos seguros cuál sería su decisión en caso de una ruptura
partidaria. No dejaría el PDC, permanecería en una posición crítica,
discrepando con los dirigentes partidarios, pero manteniéndose dentro de la
organización. Cuando me contestó el teléfono le dije: en una lista que se
publicará mañana hay ausencias más notorias que algunas presencias. Y añadí:
Gracias, don Javier. Al terminar la muy corta conversación, quedamos en que lo
visitaríamos dos días después.
Inmediatamente
recordé nuestras conversaciones con el veterano dirigente en setiembre, un par
de días después de nuestro comunicado. Correa nos dijo que podía entender que
plantearemos al CEN la separación de Ramírez del Villar, después que evaluamos que
su actuación política como ministro y parlamentario integraba una especie de
“peña” propiciada por el mayor magnate pesquero junto con parlamentarios de
otras tiendas políticas, generaba una percepción política de contradicción con
la renovación en la política
peruana que la
alianza AP-DC planteaba representar. Pero de ninguna manera el ex presidente del PDC
aprobaba que hubiésemos hecho público el planteamiento. Sin embargo tres meses
después, producida la escisión, la posición de Correa fue decisiva para que no
se admitiera el ingreso del PPC a la Organización Demócrata Cristiana de
América, ODCA, tal como lo solicitó al día siguiente de fundarse (ver crónica “El PPC nació sin Correa” del 16 de febrero
de 2013).
Cuando un
grupo de dirigentes de la JDC nos reunimos dos días después con don Javier
hicimos un balance de lo que significaba la formación del PPC, señalando él que
por pragmatismo unos y por convicción otros, iba a intentar ser el partido de
derecha que en el Perú no existía y, por tanto, no un nuevo partido social
cristiano. Así, nos dijo, lo había manifestado al enviado de la ODCA. Por otro
lado, como en otras oportunidades, criticó el manejo que de la crisis
partidaria había hecho la dirigencia nacional, particularmente el presidente
del PDC, Héctor Cornejo Chávez, indicándonos que ese análisis era para hacerlo
dentro del partido. No sospechábamos ni Correa Elías ni nosotros que en menos
de un mes con ocasión del 11° aniversario partidario, seríamos Cornejo, él y yo
los oradores en la cena conmemorativa (ver crónica “Son muy jóvenes, les falta experiencia” del 23
de marzo de 2013).
NO NOS
IMAGINÁBAMOS LAS PARADOJAS DEL FUTURO
También
hicimos un rápido recuento sobre cómo se había mellado el aparato partidario
con la renuncia pública. Polar en el Senado y el ya separado de la militancia
Ramírez del Villar en la Cámara de Diputados eran las bajas en el Grupo
Parlamentario que integraban un total de cinco senadores y once diputados. De
todos los comités departamentales sólo los secretarios generales del Callao,
Luis Giusti, y de Arequipa, José Jiménez
Mostajo. Si se quería ser necio se podía concluir que era poco lo que
orgánicamente se llevaban, pero evidentemente el peso político de varios de los
fundadores y el indudable liderazgo ya nacional de Luis Bedoya Reyes le daban
fortaleza al nuevo proyecto y afectaban la imagen y principalmente las
posibilidades de crecimiento del PDC.
Si en 1966,
producida la importante escisión semanas después de una victoria electoral de
Bedoya, algún comentarista pudo señalar que el social cristianismo tenía dos
expresiones distintas que podían desarrollarse en el futuro, hoy cincuenta años
después constatamos que el Partido Demócrata Cristiano hace ya más de 25 años
que no tiene presencia en la política nacional, incluso el nombre está en
disputa por dos o tres directivas distintas, mientras que el Partido Popular
Cristiano celebra sus 50 años sin tener representación parlamentaria por única
vez desde su fundación, en medio de la mayor crisis partidaria de su historia…
Y por cierto, algunos de los que lograron significativas votaciones en elecciones
como integrantes del PPC, encabezaron importantes escisiones para formar otros
partidos, como los casos de Alberto Andrade Carmona y Alex Kouri, exitosos
alcaldes provinciales de Lima y Callao respectivamente.
Suena a cliché, pero tu relato es tan interesante en estos momentos que debería tener más difusión y ser motivo de discusión entre quienes nos llamamos todavía social cristianos.
ResponderBorrarQuienes vivimos la experiencia de la ruptura de la DC y aún batallamos por su existencia, sin estar comprometidos con ninguna facción, nos has hecho revivir recuerdos. Buen artículo y muy objetivo.
ResponderBorrarIntersante la confirmacio n de que el PPC se formo para ser el partido de derecha que no habia en el Perú, su cantaleta hasta hoy, de que ellos representan el social cristianimos, es falsa. En todo caso representarian al partido nacionaldemocrata de Alemania, de donde reciben financiamiento.
ResponderBorrarMuy buena memoria. Gracias por compartirla.
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