En los
primeros días de junio de 1978, en representación del Partido Socialista
Revolucionario, a dos semanas de la fecha en que se debían realizar las elecciones
a la Asamblea Constituyente, tenía
reunión con dos dirigentes del FOCEP, Frente Obrero, Campesino, Estudiantil y
Popular. El motivo: ver la posibilidad de un retiro conjunto de las listas para
esas elecciones. El día anterior no había logrado contactar a Arturo Valdés
para la conversación con el secretario general del Apra (Ver crónica “Hablando con Villanueva del retiro de listas” del 20 de enero de 2013). Pero la noche anterior logré asegurar su presencia para la reunión
que tendría esa mañana.
En una sesión en la clandestinidad de la Dirección Nacional del PSR días antes se había planteado la posibilidad de propiciar el retiro de la mayoría de las listas, considerando que en esa campaña electoral las listas de izquierda no podían realizar campaña alguna e incluso para las otras agrupaciones era sumamente complicada, dado el estado de emergencia y el toque de queda.
En una sesión en la clandestinidad de la Dirección Nacional del PSR días antes se había planteado la posibilidad de propiciar el retiro de la mayoría de las listas, considerando que en esa campaña electoral las listas de izquierda no podían realizar campaña alguna e incluso para las otras agrupaciones era sumamente complicada, dado el estado de emergencia y el toque de queda.
BÚSQUEDA IMPROBABLE DE RETIRO DE LISTAS PARA CONSTITUYENTE
De coordinar
las conversaciones quedamos encargados el secretario general Antonio Meza
Cuadra, yo como subsecretario general y Rafael Roncagliolo con menos de dos
meses de llegado del exilio, pero con habilidad y experiencia reconocida por
todos. Ya en reunión entre los tres acordamos que fuera yo quien asistiera a todas
las conversaciones, acompañado cuando fuera posible de Arturo Valdés, pese a lo
complicado de su situación de clandestinidad, porque sería una demostración de
fortaleza orgánica que participara un general cuya orden de deportación había
sido anunciada semanas atrás por el gobierno de Morales Bermúdez.
No era
poca cosa viviendo en un régimen militar que no se hubiese concretado las órdenes
de deportaciones tanto de Arturo como Leonidas Rodríguez. Se trataba justamente
de dos generales, vigilados desde que regresaron del exilio a mediados de
abril, que habían desaparecido prácticamente en las narices de sus seguidores.
Como he mencionado en otras crónicas y como contaré extensamente en otra
oportunidad la situación de Leonidas -presidente del PSR, con el más alto grado
de la carrera militar: general de división y en línea de carrera a la
comandancia general del Ejército en noviembre de 1975 cuando pasó al retiro-
era de una clandestinidad prácticamente total. En cerca de un mes que duró esa
condición, prácticamente sólo Antonio Meza Cuadra lo veía con frecuencia, mientras
que Rafael Roncagliolo y yo lo vimos algunas veces y sólo en una oportunidad
nos reunimos los tres con Leonidas y Arturo.
Aunque
la situación del general Valdés era igualmente peligrosa, por su temperamento
era muy difícil lograr que no dejara el departamento que se había conseguido
como alojamiento mientras durara su clandestinidad. No sólo era importante para
el PSR que participara de algunas reuniones, sino que él lo demandaba.
EL FOCEP PRÁCTICAMENTE NO TENÍA DIRECCIÓN
Volvamos
a la reunión pactada con el FOCEP. A diferencia de lo que había pasado en
anterior oportunidad y también lo que sucedería en alguna otra posterior, esta
vez no me “entregaron” a Arturo en alguna calle solitaria de Miraflores. Se
presentó directamente en el lugar de la reunión, acompañado de un familiar más
o menos de mi edad, aunque podía parecer mayor por ser algo subido de peso,
además de estar elegantemente vestido. La reunión era en el café Henry´s y yo acababa
de llegar en un auto al estacionamiento.
Cuando lo vi bajar sonreí al recordar que la primera vez que lo había visto
“camuflado” no había logrado reconocerlo. En medio minuto, antes de entrar a la
cafetería le informé mi reunión con el Apra.
Entramos
los tres al café, en una mesa alejada de los ventanales nos esperaban Laura
Caller y Manuel Scorza, dirigentes del FOCEP. Aunque no mucho a ambos los había
tratado anteriormente. Nos saludos afectuosamente. Hice las presentaciones: el
general Arturo Valdés y el compañero Carlos, dije. Comenzamos a conversar y en
ambos encontramos apreciaciones parecidas a las nuestras: cómo con el retiro de
un número significativo de listas se deslegitimaría las elecciones y el
gobierno intentaría que se quedaran.
Scorza a
punto de cumplir 50 años era ya un laureado novelista indigenista o neo
indigenista. Pero además había tenido intensa actividad política que lo había
llevado, en 1948 a los 20 años, al
exilio en México cuando era un universitario que militaba en el Apra. Alejado
de ese partido por la “convivencia” con el gobierno de Manuel Prado en la
segunda mitad de los 50, se comprometió con el movimiento campesino de la
sierra central y había desarrollado en varias novelas sus luchas por sus
reivindicaciones. Como conocedor del Apra y con algunos amigos apristas que
mantenía, estaba seguro que no se retiraría. Su apreciación coincidía –y así se
los dije- con mi conversación con Armando Villanueva el día anterior.
Tanto
Scorza como Laura Caller nos plantearon otro problema. Si bien estaban seguros
que el FOCEP había calado y que su votación sería importante, señalaron que
prácticamente no tenían ninguna dirección política. Deportado su presidente
Genaro Ledesma no había un grupo de dirigente capaz de tomar decisiones y básicamente
cada uno de los partidos que habían sido invitados a integrar la lista
realizaba campaña por sus propios candidatos. Y esa búsqueda de votos eran muy
intensa para los tres partidos trotskistas, compitiendo entre si: el Partido
Revolucionario de los Trabajadores, el Partido Socialista de los Trabajadores y
el Partido Obrero Marxista Revolucionario. De alguna manera pensaban que lo que
consiguieran en las elecciones definiría cuál de ellos lideraría el trotskismo
en el país. Además habían algunos independientes y el pequeño Partido Comunista
del Perú – Bandera Roja, inicialmente importante contingente pro chino
desgajado del Partido Comunista Peruano en 1964, pero que había sufrido varias
escisiones a finales de los 60 cuando los cuadros más jóvenes formaron el PC
del P Patria Roja e inicios de los 70 cuando su comité regional más importante,
el de Ayacucho, formó una fracción que, decía, seguiría un“…luminoso sendero…”.
Era muy
claro que no se podía conseguir del FOCEP ninguna decisión colectiva si bien
nuestros interlocutores consideraban que debían retirarse. De hecho pocos días
después formalizaron ambos su renuncia a la lista ante el Jurado Nacional de
Elecciones. Pese a ello, al estar ya impresos los carteles que se exhibirían en
las cámaras secretas para la votación, ambos obtuvieron votos preferenciales
que les hubiese permitido ocupar una curul en la Asamblea Constituyente.
NO SE DIERON CUENTA QUIÉN ERA EL GENERAL VALDÉS
En la
reunión, Arturo y yo estábamos sentados frente a Laura Caller y Manuel Scorza,
mientras que Carlos acercó una silla y se puso en actitud ensimismada. No dijo una palabra, mientras
que nosotros intercambiamos opiniones con los dirigentes del FOCEP. En la
primera parte de la conversación ellos sin embargo se dirigían a mí y al
cabizbajo Carlos. A Arturo, sentado al extremo apoyado en la pared, casi no lo
miraban En determinado momento, Scorza se acercó a Carlos y le preguntó: ¿Y
usted qué piensa general? Sonriendo, Arturo estiró el brazo y lo tocó para que
volteara y le dijo: Manuel, el general soy yo…
Unas
carcajadas rápidamente sofocadas para no llamar la atención de los en ese
momento pocos comensales, siguieron a la aclaración de Arturo. Hombre con
sentido de humor, Scorza le pidió la receta para quitarse tantos años. Es que en
las apariciones públicas a poco de llegar del exilio, calvo y de barba casi completamente blanca, Arturo
incluso parecía tener más de los 59 años que habíamos celebrado juntos en
noviembre anterior en Suecia. Pero para la clandestinidad se había afeitado
totalmente, había conseguido una cabellera postiza de color negro y vestía con
un conjunto jean. Si a eso se le sumaba colocarse en sitios donde no le llegaba
mucha luz, cualquiera pensaba que se trataba
de un hombre de alrededor de 30 años.
Terminada
la reunión salimos los tres y me subí al auto de Carlos y salimos para
conversar un poco con Arturo. El panorama era cada vez más difícil. Sabíamos
que el Partido Popular Cristiano no se retiraría: era la primera ocasión en que
participaría en elecciones en casi 12 años de existencia y Acción Popular que
ocupaba un espacio electoral cercano al suyo no había presentado lista. El Apra
nos había informado que tampoco. En el FOCEP que en ese momento, según
informaciones que nos llegaban de nuestras bases, aparecía como la fuerza de
izquierda con mayores posibilidades no existía quienes tomaran una decisión de
esa importancia. En realidad, acabada la conversación con las dos excelentes
personas en el Henry´s, sabíamos que en el FOCEP no se podía tomar ni esa ni
ninguna decisión.
No
habíamos logrado hasta ese momento ningún contacto con el centrista Frente
Nacional de Trabajadores y Campesino, FENATRACA, aunque sí teníamos establecido
el contacto con el Partido Demócrata Cristiano para reunirme en un par de días.
De regreso a la zona de la cafetería que minutos antes habíamos abandonado, hice
las coordinaciones con Carlos para poder volver a encontrarnos para esa reunión,
apenas me confirmaran hora y lugar. A un par de cuadras del Henry´s me bajé
para regresar lentamente a recoger mi auto.
¿ARTURO NO PUDO VENIR…?
Aunque
me resultó extraño pedir una reunión con el PDC, partido al que había
pertenecido entre inicios de 1959 y mediados de 1971, el dirigente con quien
contacté era Augusto Velezmoro, persona a la que aprecio mucho hasta hoy, aun
cuando muchas veces hemos pasado más de un año sin vernos (Ver crónica “¿Bombo o bomba?” del 15 de diciembre
de 2012) y fue sumamente receptivo. Cuando
me confirmó la reunión para una mañana a las 10 me dijo que sería en casa de
otro viejo amigo, Guillermo Carrillo Marchand, quien vivía cerca del primer
ovalo de la avenida Pardo en Miraflores. Sólo le pedí que la delegación DC se
encontrara ya en la casa por lo menos 10 minutos antes que llegáramos. Aunque
no me dijo nada le expliqué el motivo. Nosotros estábamos clandestinos, ellos
no. Por tanto era posible que tuvieran algún tipo de seguimiento y no queríamos
que nos detuvieran por “casualidad” los encargados de seguir a otros al
coincidir en la entrada a una casa, más aun cuando yo acudiría con Arturo
Valdés.
El día
de la cita, unos quince minutos ante de las diez, en la segunda cuadra de la
calle Atahualpa, Arturo bajó de un Volkswagen para subir a otro. Avanzamos
hasta la avenida Pardo, llegamos al Ovalo y pasamos poco después por la vivienda
donde sería la reunión. Nos seguimos de largo y después de comprobar que no
había nada sospechoso ni en esa calle ni en los alrededores, cuadré a pocos
metros de la casa de Guillermo Carrillo.
Eran las diez en punto cuando toqué el timbre.
Abrió el propio Guillermo acompañado de
Augusto Velezmoro. Nos abrazamos afectuosamente y los presenté a Arturo.
Cuando ingresamos a la sala estaba quien considero mi maestro en política, Héctor
Cornejo Chávez, quien me saludó con mucha cordialidad y con frialdad a Arturo,
quien lo miró con extrañeza y no dijo una sola palabra. Nos invitaron a
sentarnos y Cornejo me preguntó ¿Arturo no pudo venir…?. Y quién crees que es
este joven contestó riéndose Valdés, mientras Cornejo se levantaba para
abrazarlo y comentar que pensó que era algún miembro del equipo de seguridad
partidaria que me estaba acompañando.
Aunque
bastante menores, los demócratas cristianos también tenían serías limitaciones
en esa inusual campaña electoral con suspensión de garantías constitucionales, candidatos
deportados, estado de emergencia y con toque de queda. Pero tenían confianza en
lograr una buena participación, considerando que desde noviembre anterior su
mensaje había podido difundirse, después que en una polémica televisiva Cornejo
había superado en un debate a Luis Bedoya Reyes, ex alcalde de Lima y líder del
Partido Popular Cristiano. Aunque alguien podía considerarlo como rivalidad
personal, lo cierto es que el PPC se había formado como escisión del PDC en una
etapa en la que justamente Cornejo lo presidía (Ver crónica “El PPC nació sin Correa” del 16 de febrero de 2013).
Después
de la conversación estaba muy claro que la Democracia Cristiana no dejaría la
oportunidad del debate con el PPC y una Asamblea Constituyente era el mejor escenario
para hacerlo, como meses después quedó demostrado cuando Cornejo Chávez se
convirtió en el mejor de los cien constituyentes, pese a que sólo tenía un
acompañante. En esa Asamblea tuvo varios debates con diversos integrantes del
PPC que eran 25, pero en ningún momento se concretó uno con Bedoya y no por
cierto por falta de ganas de Cornejo… Años atrás cuando representó a su
Arequipa natal, entre 1956 y 1962, Cornejo había sido considerado el mejor
diputado. Y el mejor senador entre 1963 y 1968 cuando fue elegido por Lima.
Para muchos fue el mejor parlamentario del siglo XX.
FINALMENTE SE REALIZARON LAS ELECCIONES
El 18 de
junio se realizaron las elecciones para la Asamblea Constituyente. El Apra
obtuvo 37 curules, 25 el PPC, 12 el FOCEP, 6 tanto el PSR como el Partido
Comunista Peruano, 4 la Unidad Democrática Popular que agrupaba a más de una
decena de movimientos de la llamada “nueva izquierda” y 4 también el FENATRACA,
la Democracia Cristiana obtuvo sólo dos asientos al igual que el Movimiento Democrático
Peruano y la Unión Nacional, nombres que usaron para esas elecciones las
agrupaciones en extinción nacidas a la sombra de la figura de dos ex
presidentes ya fallecidos: Movimiento Democrático Pradista y la Unión Nacional
Odriista.
Como se
votaba por una lista con opción de “voto preferencial”, es decir se podía marcar
a uno de los candidatos de la lista escogida, los que las encabezaban
obtuvieron las primeras votaciones preferenciales, salvo en el caso del FOCEP
en el que Hugo Blanco superó largamente a Genaro Ledesma que encabezaba la
lista. El fundador y jefe del Apra, Víctor Raúl Haya de la Torre, logró 1 038
516 votos. El líder del PPC, Luis Bedoya 644 131, Blanco 286 885. El presidente
del PSR Leonidas Rodríguez obtuvo 169 872. El secretario general del Partido
Comunista Peruano Jorge del Prado tuvo 150 960. Ledesma logró 76 377. Y 55 336
el fundador y líder del FRENATRACA, Roger Cáceres (Ver crónica “Votante brasileño nacido en Puno” del 1 de noviembre de 2012). Los
93 constituyentes restantes no llegaron
a 50 mil votos e incluso varios de ellos estuvieron por debajo de los mil.
Leo tu refrescante nota recordando las fuerzas políticas de antaño y al comparar con el panorama que presenta el artículo de Caretas sobre las elecciones del próximo noviembre, me pregunto...por qué no ha podido el Perú consolidar partidos políticos?
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