En
diciembre de 1966 se había separado un importante grupo de figuras de la
Democracia Cristiana para formar tienda aparte, el Partido Popular Cristiano
liderado por Luis Bedoya Reyes sólo semanas antes reelecto alcalde de Lima (Ver crónica “El PPC nació sin Correa” del 16
de febrero de 2013). Entre
sus fundadores estaban el senador Mario Polar Ugarteche, el diputado y ex
ministro Roberto Ramírez del Villar y otros significativos dirigentes como
Ernesto Alayza Grundy y Antonino Espinoza, tan destacados que 12 años después
todos serian miembros de la Asamblea Constituyente.
Las renuncias no afectaron en el sentido orgánico al Comité Ejecutivo Nacional de la DC. En el grupo parlamentario sólo se restó uno de los cinco senadores y un diputado ya antes separado. Y salvo José Jiménez Mostajo de Arequipa y Luis Guisti La Rosa del Callao, no hubo secretarios generales departamentales que renunciaran. Sin embargo, más allá de lo formal, la mayoría de los renunciantes eran fundadores del partido y sus nombres políticamente pesaban mucho.
Las renuncias no afectaron en el sentido orgánico al Comité Ejecutivo Nacional de la DC. En el grupo parlamentario sólo se restó uno de los cinco senadores y un diputado ya antes separado. Y salvo José Jiménez Mostajo de Arequipa y Luis Guisti La Rosa del Callao, no hubo secretarios generales departamentales que renunciaran. Sin embargo, más allá de lo formal, la mayoría de los renunciantes eran fundadores del partido y sus nombres políticamente pesaban mucho.
En esa
época, las relaciones entre Acción Popular y el Partido Demócrata Cristiano se
encontraban bastante tensas debido a la mayor afinidad del presidente Belaunde
con quienes, antes de formar el PPC, representaban una corriente de opinión
interna distinta a la liderada por el senador Héctor Cornejo Chávez, elegido
presidente de la agrupación en 1965. Esta situación había resentido el
funcionamiento del llamado CEAN, Comité de Enlace de Alto Nivel, conformado por
cinco dirigentes de ambos partidos, que había dejado de reunirse semanalmente
y, más bien, lo hacía esporádicamente.
Unos
quince días después de producida la ruptura, a inicios del año 1967, la
dirigencia democristiana procedió a gestionar una reunión del CEAN para
analizar cómo encarar los meses siguientes considerando los resultados
electorales municipales de noviembre de 1966. Pero sobre todo, para plantear el
tema del petróleo de Talara, cuya ilegal explotación por la IPC había prometido
acabar Belaunde en tres meses, el día que asumió la presidencia del país. Ya
había pasado más de tres años sin que se tomara ninguna medida sobre el asunto
y la Democracia Cristiana consideraba que la promesa incumplida se había
convertido en un flanco débil que afectaba la credibilidad del gobierno.
Paralelamente,
se decidió también reestructurar la delegación DC al CEAN, ya que dos de sus
integrantes habían dejado el partido. Permanecieron Cornejo Chávez, el
secretario general Guillermo Roose Campos y el diputado Alfredo García Llosa y
se incorporó al diputado Federico Hurtado y a mí, integrante del mencionado CEN
además de secretario general de la Juventud DC, de alguna manera causante
indirecto de la ruptura.
CON BELAUNDE
EN EL YATE PRESIDENCIAL
Siendo
verano, desde Palacio se comunicó que el almuerzo sería en el yate
presidencial. En el día y hora señalados, llegamos en un par de autos a la Base
Naval del Callao, en cuyo muelle estaba acoderada la embarcación. Poco después
llegó el presidente acompañado por Oscar Trelles, quien había sido Primer
Ministro en los primeros cinco meses de gobierno hasta que fue censurado por el
Parlamento. No estoy seguro si Trelles era en ese momento dirigente de Acción
Popular, sí que había estado durante un par de años como embajador del Perú en
Francia. Pero ya los demócratas cristianos estaban acostumbrados a que en la
instancia de coordinación entre ambos partidos, la delegación de AP estuviera
integrada por los populistas que ese día invitara Belaunde (Ver crónica “Belaunde era el jefe indiscutido”
del 29 de octubre de 2012).
Casi
inmediatamente después de llegar y cumplidos los saludos de rigor, el
presidente ordenó que el yate partiera. Luego de unos minutos, se sirvieron
refrescos en la cubierta. Belaunde dijo que iría a cambiarse para darse un baño
en el mar y que luego, durante el almuerzo, conversaríamos. Cuando el yate se
acercaba a la isla San Lorenzo, el presidente bajó a una lancha con motor fuera
de borda que lo acercó aún más a la isla y se lanzó a nadar un buen rato
seguido a prudente distancia por la lancha. Luego regresó al yate y subió
secándose rápidamente y colocándose una bata de felpa.
EL
SILENCIO FUE TOTAL
En esos
momentos, se interrumpió la conversación que todos teníamos sobre cubierta,
mientras que el presidente Belaunde se dirigía al grupo. Mientras avanzaba
sonriente los pocos metros que lo separaban de nosotros, se produjo un breve
silencio que de pronto interrumpió la voz de Oscar Trelles quien, dirigiendo su
mirada hacia la costa dijo: ¡Qué tal distancia que hay hasta la costa, sólo un
loco nadaría hasta el Callao!
No
acababa de pronunciar esas palabras, cuando se instaló un silencio sepulcral…
Ocho
años antes, Belaunde había sido detenido por el gobierno de Manuel Prado en la
ciudad de Arequipa, acusado de disociador al intentar realizar un mitin no
autorizado y fue llevado detenido a la isla penal de El Frontón, vecina de San
Lorenzo. Desde allí intentó fugarse a nado, siendo detenido cuando había
avanzado unos trescientos metros en el mar por Miguel Dammert Muelle, entonces senador
de su partido, quien justamente se dirigía en una lancha a visitarlo y que lo
convenció de regresar, según el mismo parlamentario contó a los medios de
comunicación.
Por esos
días, en 1959, los acciopopulistas afirmaban que Belaunde había desistido en su
empeño de seguir nadando sólo después que Dammert le indicó que como el
gobierno no podía seguir soportando el rechazo nacional e internacionalmente
que había despertado la detención ya había decidido dejarlo en libertad. Y
recalcaban que Belaunde había regresado a la isla en la lancha a pesar de estar
seguro de que coronaría con éxito su recorrido a nado.
Los
detractores del jefe de Acción Popular sostenían que lo único cierto de esa
versión era el rechazo generalizado a la absurda detención del líder opositor,
pero que en realidad Belaunde conocía la hora de la llegada de Dammert y por
eso se lanzó a nadar sabiendo que en muy poco tiempo se encontraría con él.
Y
resultaba que en 1967, uno de los más caracterizados seguidores de Belaunde, líder
partidario, ex primer ministro y considerado como uno de los mejores neurólogos
del país, venía a afirmar que esa travesía sólo se le podía ocurrir a un loco…
Hay que
tomar en cuenta además que actitudes de Fernando Belaunde durante el gobierno
de Prado, incluyendo una batida a duelo con sable a inicios de 1957 con el
diputado pradista Eduardo Watson Cisneros, habían motivado que en esos años algunos
medios lo tildaran como un inmaduro, un “loco” que sería peligroso como
gobernante…
En la
cubierta del yate presidencial, después del largo silencio, sólo interrumpido
por el rumor del mar y los graznidos de las aves que por allí circulaban,
Belaunde serio y sin pronunciar palabra alguna dio media vuelta y se dirigió a
su camarote a cambiarse. A su regreso pasamos a la cabina donde se sirvió el
almuerzo. En la hora y media siguiente se habló de muchas cosas, pero casi nada
sobre lo del petróleo y la IPC, que quedó en verse más adelante.
No hubo
otra reunión del CEAN en los meses siguientes… En noviembre de ese año se
rompió la Alianza AP-DC.
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