Todos los que me conocen saben que soy absolutamente negado para la
música y, por tanto, incapaz de identificar una canción por otra cosa que no
sea la letra y sólo si es en español. Más de una vez he dicho que lo único que
reconozco, quizás como acto reflejo, ya que tengo que pararme, es el Himno
Nacional. Así como algunos amigos les falla el sentido de orientación, a mí me
falla el del oído en relación a la música. No es que sea sordo sino que no
distingo distintos tipos de música. Por lo tanto no puedo bailar, ya que no
distingo los ritmos. Las poquísimas veces que lo he hecho generalmente he sido
llevado por mi esposa.
Pero a pesar de mi incapacidad para la música, en el segundo semestre de 1957 y el primero de 1958 me pasé varias noches asistiendo a programas musicales en varias radios existentes en esa época: Radio Central y Radio Libertad en la calle Belén, décima cuadra del Jirón de La Unión, Radio La Crónica en sexta cuadra de la avenida Tacna y Radio Nacional en la cuarta cuadra de la avenida Petit Thouars, esta última emisora en el mismo local que aun hoy ocupa.
Pero a pesar de mi incapacidad para la música, en el segundo semestre de 1957 y el primero de 1958 me pasé varias noches asistiendo a programas musicales en varias radios existentes en esa época: Radio Central y Radio Libertad en la calle Belén, décima cuadra del Jirón de La Unión, Radio La Crónica en sexta cuadra de la avenida Tacna y Radio Nacional en la cuarta cuadra de la avenida Petit Thouars, esta última emisora en el mismo local que aun hoy ocupa.
OYENDO MÚSICA EN AUDITORIOS DE RADIOS LIMEÑAS
Como se trataba de programas de música criolla, muchas veces había que
estar entre las siete de la noche, para lograr conversar con los artistas antes
de sus programas, hasta las 10, 11 y hasta 12 de la noche, si los artistas
habían llegado apresurados y no quedaba más remedio que esperar que terminaran
su actuación.
Con todo lo que he expresado anteriormente, es obvio que no era un
admirador, seguidor o “fan” de algún artista ya que no era capaz de apreciar
las bondades de sus actuaciones. No, mi presencia en los locales de las radios
mencionadas era para comprometer a los artistas a participar en veladas
artísticas organizadas por la comisión formada por la Promoción 1958 de
Secundaria Común con el fin de lograr el viaje promocional a fines de julio y
principios de agosto de 1958.
A mediados de 1957, habíamos tenido los de 4° “A” una reunión en el
salón y se había elegido la comisión integrada por Federico Tobaru, Ricardo
Delgado, Edgardo Maguiña, César Carmelino y yo. Apenas nos constituimos tuvimos
que adoptar una lógica distinta a la que algunos viajes promocionales tenían y
aun hoy tienen. Es decir, fijar fecha y
destino, averiguar costos, dividirlo entre los participantes del viaje y
determinar el monto que le corresponde a cada uno y la forma en que cada padre
lo pagará -en cuotas o al contado, en una cuenta especial abierta para ese fin o
en la cuenta de una agencia especializada- y finalmente decidir cuántos padres
acompañarán a los viajeros.
CONSEGUIR DINERO PARA RECIÉN SABER HASTA DÓNDE IR
Nuestros pasos tenían que ser bastante distintos. Los alumnos de un
colegio nacional proveníamos de sectores populares y medios bajos.
Mayoritariamente hijos de empleados, agricultores, pequeños comerciantes,
técnicos, profesores, obreros o choferes. Nuestros padres no tenían ingresos
salvo para alguna modesta bolsa de viaje. Por tanto, lo primero que nos
planteamos los de la comisión fue conseguir fondos, sabiendo que en función de
lo acumulado recién podríamos saber para llegar hasta dónde nos alcanzaba. Y
los cinco de la comisión llegamos a la conclusión que la primera etapa de
nuestra misión era conseguir fondos de todas las formas posibles. Sirva también
esta crónica para lamentar que Tobaru, Maguiña y Delgado ya no nos acompañen
pues fallecieron entre 1995 y el 2005.
Las ideas para hacernos de dinero eran variadísimas, aunque finalmente
se concretaron en las siguientes acciones: un festival artístico en ese
semestre y otro en el primer semestre del año siguiente, una kermesse y una
rifa de una radio. Nuestra mayor esperanza estaba en los festivales artísticos
considerando que en esa época, en que aun no había televisión, la gente gustaba
de “ver” a sus artistas preferidos dado que sólo los conocían por sus voces a
través de la radio.
Vaya como paréntesis que a finales de 1958 y en los dos o tres años
siguientes, muchas figuras de la radio protagonistas de radionovelas no
pudieron pasar a la televisión porque era evidente que sus figuras no
correspondían a las que de ellos se habían formado por sus voces los
radioescuchas ya convertidos en televidentes.
Pero regresemos a 1957 en que organizamos el primer festival. En
primer lugar conseguimos el local: el Cine Teatro Primavera, situado en la
avenida del mismo nombre hoy denominada Angamos Este. Me parece que lo logramos
gratis, en día que no fuera fin de semana y comprometiéndonos a pagar el
servicio de sonido y limpieza. Y una vez teniendo local y fecha iniciamos la
tarea más difícil: conseguir artistas.
TRASNOCHANDO POR LA PROMOCIÓN
Buscar artistas que aceptaran colaborar gratuitamente con los alumnos
de un colegio de Surquillo no era fácil. De allí que casi siempre con Ricardo
Delgado y varias veces también con César Carmelino, nos convertimos en
visitantes habituales de las radios ya mencionadas, para esperar a los
artistas, tratar de hablar con ellos antes de sus programas, presentarnos,
señalarles nuestro objetivo de viaje promocional y nuestra falta de fondos, la
posibilidad de obtenerlos con festivales artísticos donde participaran artistas
conocidos y, cuando encontrábamos la posibilidad de aceptación, fijar fecha
para confirmar la asistencia. Cuando no lográbamos conversar a la hora de
llegada teníamos que esperar, acomodándonos en las butacas de los auditorios de
las radios para escuchar en vivo a quienes abordaríamos al momento que
terminaran sus programas.
En cualquier caso teníamos que ser breves por el apuro de ellos,
mostrar seguridad cuando afirmábamos que todo estaba organizado y convincentes
para demostrarles que su colaboración gratuita les serviría también de
promoción para sus presentaciones comerciales y venta de discos.
Más de una vez, tuvimos que salir de una radio a otra, ya que nuestros
posibles invitados terminaban su actuación en un lado para irse rápidamente a
otro. En esos casos, dado que ellos se trasladaban siempre en auto mientras que
nosotros teníamos que recurrir a buses o colectivos si se trataba de Radio
Nacional y a pie cuando se trataba de desplazamiento entre las otras radios. En
esos casos, no había posibilidad de esperar la entrada sino dirigirnos de
frente a los auditorios y esperar la salida. Por eso en algunas oportunidades
llegué a mi casa en el Rímac después de las 12 de la noche.
Seguramente mi incapacidad para distinguir la música hace que no haya
guardado en mi memoria la relación de los artistas que colaboraron con nosotros.
Buena parte de ellos lo volvieron a hacer en el segundo festival realizado en
el primer semestre del año siguiente en el Cine Teatro Maximil. En ambos casos
pudimos organizar con todos nuestros compañeros tanto la difusión mediante
volantes de los festivales, la venta de entradas, el control de quienes
entraban, así como el recibimiento a los artistas invitados y una austera
atención –con gaseosas y creo que también empanaditas- a todos ellos en la zona
de camarines de cada teatro.
Aun cuando viéndolo bien, sí se me ha quedado grabado en la memoria una
de las participantes: la joven cantautora Alicia Maguiña de la misma edad que
alguno de los mayores de nuestra promoción. Ella había aceptado gustosa participar
en nuestro primer festival, pero después de una excelente actuación y recibir
el aplauso de los asistentes al Cine Teatro Primavera, se quejó ante los
miembros de la comisión del estado de los camerinos.
Cuando meses después fuimos a solicitarle una vez más su colaboración
nos chocó su negativa. “Esta vez no cuenten conmigo. No es culpa de ustedes,
pero deben exigir a los teatros que les prestan sus locales, que los camerinos aunque
no sean cómodos por lo menos estén limpios” o una frase por el estilo nos dijo
enérgicamente. Lo conversamos entre nosotros y no nos quedó otra cosa que aceptar
su descontento. En ese momento, Alicia Maguiña ya tenía algunas canciones
exitosas como “Viva el Perú y sereno” e “Inocente Amor” y, después de la
inicial sorpresa por la incursión en la música criolla de una muchacha egresada
de un exclusivo colegio e hija de un magistrado, todos coincidían que sería una
gran figura como efectivamente sucedió. Actualmente es todo un símbolo de la
música peruana y el nivel al que ha llegado se refleja en el hecho de haber
incluso recibido la Orden del Sol en grado de Gran Comendador.
TAREA CUMPLIDA A PESAR DE NERVIOSISMO PATERNO
Volvamos a la década del 50. Con los festivales artísticos logramos
juntar lo que para nosotros era una buena cantidad de dinero, que unido a las
otras actividades nos permitió llegar a acumular unos diez mil quinientos soles
para realizar nuestra austera excursión. Pero la espera a los artistas para que
colaboraran con nosotros resultaba un trabajo agotador. Había momentos en que
teníamos más de dos horas entre una y otra gestión. Como Radio Central estaba a
unas tres cuadras del ahora desaparecido pero en esa época concurridísimo “Café
y heladería Palermo” de Colmena Izquierda, propiedad de la familia Kuniyoshi,
varias veces hacíamos tiempo allí. En ocasiones Santiago, nuestro compañero de
aula, nos invitaba una humeante taza de café acompañado por su afamado pan con
jamón del país, si no estaba su padre cerca aunque sospecho que don Santiago
padre más bien se hacía de “la vista gorda”.
Algo que sólo supe después de terminar el colegio fue que cuando mi
demora se prolongaba más de las 11 de la noche, mi padre se ponía muy nervioso.
Extremadamente nervioso por su hijo de 15 años recién cumplidos. Su nerviosismo
lo llevaba a pensar que me había accidentado y comenzaba a llamar a las
asistencias públicas y a hospitales. Pero cuando llegaba a mi casa, me
preguntaba con voz calmada dónde había estado y cómo me había ido y sólo me
advertía que tenía que levantarme temprano para ir al colegio. Las caras de mis
hermanas en esos casos eran una mezcla de tranquilidad, sorpresa y enojo. Lo
entendí cabalmente cuando dejado ya el colegio me contaron las angustias de mi
padre. Mis hermanas se quejaban que ellas y mi madre soportaban el nerviosismo
y terminaban durmiendo mal, mientras que cuando llegaba yo me iba a dormír
tranquilo y mi padre también…
De las angustias de mi padre todavía no sabía y de las varias
trasnochadas para asegurar el éxito de los festivales artísticos me había
olvidado, cuando finalmente logramos concretar la excursión (Ver
crónica “A paso de tortuga de Lima a Arica” del 16 febrero de 2013).
Al iniciar el viaje todos estábamos satisfechos, pero los miembros de la
comisión sólo quedamos tranquilos cuando finalmente regresamos sanos y salvos,
aunque un poco hambrientos, luego de haber consumido nuestros últimos soles en un
almuerzo de pura fruta unas siete horas antes de llegar a Lima. Algo hambrientos
pero enteramente felices…
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