Mientras todavía no sabemos cuál será el resultado final de las elecciones presidenciales, cuya segunda vuelta está prevista para el próximo 6 de junio, muchos se preguntan si alguna vez unas elecciones fueron tan tensas, considerando además que vivimos amenazados por una mortal pandemia, que puede atacar sorpresivamente a cualquier peruano. Recordamos que en la década de los 80 y a principios de los 90, varias de nuestras elecciones se vivieron con gran tensión ya que vivíamos amenazados por el mortal terrorismo que podía atacar sorpresivamente a cualquier peruano…
En esta ocasión voy a referirme a la espera del resultado final de las
elecciones municipales de Lima realizadas el 9 de noviembre de 1986, en las que
Alfonso Barrantes Lingán, presidente de Izquierda Unida -IU- y alcalde provincial en ejercicio, buscaba la
reelección, considerando que fueron políticamente muy complicadas debido a las
denuncias contra el presidente de la república de ese entonces, Alan García
Pérez, por su intervención “tramposa” en la campaña electoral, para ayudar al
candidato de su partido, Jorge del Castillo.
ESTÁBAMOS SEGUROS DE GANAR
Esas elecciones municipales se realizaron con “toque de queda”
iniciado el 8 de febrero de ese año y que se prolongaría hasta el 28 de julio
de 1987 y, por tanto, la campaña electoral tuvo bastantes limitaciones. Por cierto,
que las restricciones se establecieron considerando el aumento de atentados
terroristas en todo el país y que acompañarían trágicamente toda la campaña.
Elegido el 27 de julio de 1986 como secretario
general del Partido Socialista Revolucionario -PSR- en su III congreso nacional,
me tocó asumir cinco días después la coordinación de turno del Comité Directivo
Nacional de IU, responsabilidad
que se rotaba cada mes entre los secretarios generales de las organizaciones
integrantes del frente político, que estaba a pocas semanas de cumplir seis
años de fundado. Tuve a mi cargo las coordinaciones y negociaciones que
terminaron por estructurar los criterios para la confección de las listas para
los municipios distritales y provinciales que no sólo debían reflejar las posiciones
entre los partidos integrantes sino también de los crecientes sectores
independientes o no partidarizados de los distintos comités territoriales.
Pero sin duda lo más significativo mientras cumplía con la coordinación
de turno, fue lograr a mediados de ese mes de agosto, la inscripción de la
lista provincial de Lima encabezada por Alfonso Barrantes Lingán con un conjunto
de candidatos a regidores encabezados por Henry Pease García, quien justamente
ejercía el cargo de teniente alcalde en ese periodo.
Al momento de inscribirse la lista de IU, muchos teníamos fundadas
expectativas en el triunfo, no solamente porque la gestión edil había sido
bastante eficiente -gracias en gran medida a Pease- sino porque también reflejaba
una clara identificación con el electorado -gracias al liderazgo y carisma de
Barrantes- así como también porque se había podido avanzar en la organización
de IU en los distintos distritos limeños.
UN CANDIDATO PROHIJADO POR UN PRESIDENTE
El candidato elegido por el Partido Aprista, Jorge del Castillo, estaba
lejos de ser el dirigente con capacidad de liderazgo partidario que tendría diez
o quince años después, que incluso lo llevó a ser elegido secretario general
del APRA, ni tampoco había demostrado aun la capacidad de diálogo y
concertación que fueron muy útiles en los momentos finales del fujimorismo,
cuando hubo necesidad de construir consensos para asegurar el gobierno de
transición y las nuevas elecciones. En 1986, Del Castillo aparecía como un
dirigente intermedio, distante de la calidad de muchos parlamentarios apristas
y por cierto, totalmente opacado por la figura del presidente García. No fueron pocas las oportunidades en que el
presidente aparecía como figura principal en actos en que se suponía que Del
Castillo como candidato debía ser quien más destacara.
Quizás por eso, Barrantes que había enfrentado a García en la campaña
presidencial de 1985, no veía a Del Castillo como un rival a su altura y consideraba
que enfrentarlo podía darle una importancia que no tenía. Por esos días, se
comentó que después de una presentación conjunta de candidatos a la alcaldía,
le dijo a Luis Bedoya Reyes, candidato del Partido Popular Cristiano, PPC, que
los dos eran gallos con bastante más peso que el pollo, aludiendo a Del
Castillo.
UNA CAMPAÑA ELECTORAL COMPLICADA
En las pocas semanas de campaña hubo un factor adicional: la actitud de
Barrantes. Seguro como estaba de haber hecho un buen gobierno municipal, consideraba
que las obras realizadas eran la mejor presentación de su candidatura. Quizás
por eso, participó en menos actividades de la campaña electoral que las que
hubiesen resultado necesarias. Alguna vez me comentó que había realizado obras
que le correspondía hacer por ser alcalde y le fastidiaba realizar propaganda por
hacer lo que debía. Pero creo que ese cierto reparo ético, fue interpretado
como desgano en participar en la campaña.
Recuerdo particularmente la tarde que se inició la campaña con un mitin
en el distrito de Pucusana, a la que concurrí y a la que no llegó Barrantes.
Henry tuvo que disculparlo y fue bastante bien recibido por los congregados,
pero resultaba evidente que hubo decepción de los dirigentes locales por la
ausencia de su líder. Como me enteraría al final de la campaña, la ausencia de
Barrantes se repitió en varias otras concentraciones en distritos de Lima.
De todas formas, cuando faltaba un par de semanas para las elecciones,
aunque había preocupación entre los dirigentes de los distintos partidos de IU
y no pocos reclamos de las bases por la ausencia de Barrantes a mítines y
concentraciones, teníamos la esperanza que las evaluaciones previas que habían coincidido
en que Barrantes debía ganar se cumplieran, pese al amplio respaldo que Alan
García brindaba a Del Castillo.
UNA AMISTAD QUE SÓLO BENEFICIÓ A UNO
El apoyo de García a su candidato se acentuó en los últimos días de la
campaña donde no solamente apoyó públicamente a Jorge del Castillo sino también
incluyó la colocación de la primera piedra del proyecto de la construcción de
un tren eléctrico que cruzaría la ciudad desde
Carabayllo hasta Villa El Salvador anunciado al inicio de esa campaña y
que, si bien resultaba una suplantación de las funciones municipales por parte del
gobierno nacional, daba el mensaje a la ciudadanía que el gobierno municipal de
Lima, en manos de un aprista, contaría con el apoyo político y presupuestal del
Poder Ejecutivo. Cuando se conocieron los resultados finales de las elecciones
todos coincidimos en que el tren eléctrico ofrecido por García había sido el
causante de la derrota de Barrantes.
La noche del 9 de noviembre las proyecciones del resultado electoral en
Lima señalaban muy estrechas diferencias, aunque algunos aseguraban ya, que Del
Castillo había ganado. A partir de esa fecha y durante varias semanas hubo un
tedioso recuento de votos y observaciones de todo calibre a los resultados en
las mesas electorales. La
discusión legal ante los organismos electorales fue tan intensa que el nuevo
gobierno municipal no se pudo instalar como estaba establecido el primero de
enero sino tres semanas después, el 21 de enero de 1987.
Es importante recordar que el líder de IU desde meses antes de estas
elecciones y durante muchos meses después, sería cuestionado por la amistad que
mantenía con Alan García. Si bien Barrantes aclaraba que eso no tenía que ver
con el ámbito político, para muchos la amistad entre ambos sí fue muy bien
aprovechada por el líder aprista.
TENSIONES INTERNAS EN IZQUIERDA UNIDA
Los últimos cincuenta días del año 1987 fueron de mucha tensión y
enfrentamientos en el CDN de IU. Como representante del PSR, coincidía con
todos los integrantes del colegiado en la condena a las maniobras realizadas
por el APRA para evitar el triunfo de Barrantes, pero me diferenciaba claramente
de actitudes de otros que querían achacar a nuestro candidato la
responsabilidad de una posible derrota por ser “demasiado blando con su amigo
García”.
Desde el día siguiente a las elecciones, la militancia de IU se movilizó
advirtiendo la posibilidad que en el recuento de votos se produjera un fraude,
al mismo tiempo que reiterando la denuncia por la intervención del presidente
García con medidas gubernamentales a favor del candidato aprista. El 11 de
noviembre el CDN de IU convocó una concentración frente a su local central,
pero ante la resuelta solicitud de unos treinta mil entusiasmados simpatizantes,
tuvimos que improvisar una marcha colocándonos los dirigentes a la cabeza y
recorrimos varias calles del centro de Lima proclamando el triunfo de Barrantes.
Pero el candidato vitoreado no apareció.
La ausencia de Barrantes en esa marcha, que trataron de resaltar algunos
dirigentes del CDN de IU pertenecientes al Frente Obrero Campesino Estudiantil y Popular, FOCEP, al Partido Unificado Mariateguista, PUM,
y a la Unión Nacional de Izquierda Revolucionaria, UNIR, mientras que otros tratamos de
disimularla. Nuestra actitud se reforzó cuando se supo que el propio Barrantes
había hecho público que se convocaba a un mitin tres días después en la Plaza
San Martín.
OVACIONES Y SILBIDOS EN LA PLAZA SAN MARTÍN
Valga como paréntesis señalar que la candidatura de Barrantes, sobre la
cual no había duda, sí enfrentó una serie de cuestionamientos sobre la forma de
encarar la situación política que hizo que tanto UNIR como el PUM se abstuvieran
en la votación del CDN de IU que decidió la candidatura. Y aunque Genaro
Ledesma, presidente del FOCEP, la aprobó, tuvo reiteradas declaraciones que
ponían en cuestión el liderazgo de Barrantes (Ver
crónica “Campaña electoral con toque de queda” del 29 de agosto de 2020).
Regresemos al mitin del 14 de noviembre con la
figura de Barrantes ampliamente ovacionado por decenas de miles de asistentes
al mitin en la Plaza San Martín. Fueron varias las oportunidades en que cuando iba
a iniciar sus palabras, era interrumpido por los aplausos de la multitud. El ambiente
era de amplio y entusiasta respaldo a Barrantes. Muchos habían marchado varios
kilómetros para concentrarse y todos tenían la convicción de que estaba en
camino un intento de favorecer en los cómputos al candidato aprista. Barrantes
comenzó con una frase que enmudeció totalmente a los manifestantes “soy amigo
de Platón, pero soy más amigo de la verdad”. Utilizar una sentencia de Sócrates
para referirse con sutileza a Alan García desconcertó a la masa que esperaba
que el orador se dedicara a atacar frontalmente a García y al Partido Aprista.
Pero del silencio de los manifestantes sorprendidos se pasó a los gritos de “fraude”
que varios sectores comenzaron a corear. Barrantes no se amilanó y volvió a
utilizar la sentencia griega y esta vez no sólo hubo gritos de fraude sino
también fuertes silbatinas, iniciadas por los contingentes de UNIR y el PUM pero
que posteriormente acompañaron gran parte de la multitud.
Barrantes, inicialmente sorprendido, supo
manejar bastante bien la situación y volvió a tomar la palabra para esta vez sí
dedicar fuertes ataques a las maniobras del Partido Aprista y para marcar
claras diferencias con el gobierno de Alan García. Hoy casi 35 años después de
la mención a Platón en la Plaza San Martín, creo que escuchar las silbatinas hizo
pensar a Alfonso Barrantes, por primera vez, en renunciar a la presidencia de
IU, lo que concretó luego de seis meses y medio después de escuchar otras
silbatinas, esta vez cuando asistió a la inauguración de un Congreso del
Partido Comunista Peruano (Ver crónica “Barrantes renuncia a Presidencia de Izquierda Unida” del 23 de abril de 2018).
DOS MESES Y MEDIO DE INCERTIDUMBRE
El mitin del 14 de noviembre fue el inicio de
una serie de denuncias sobre el manejo de las elecciones. La situación era tan
caótica que, una semana después del mitin, el Jurado Nacional de Elecciones,
JNE, destituyó a todos los integrantes del Jurado Provincial de Lima, presidido
por la fiscal Luz Aurea Sáenz, a quien se consideraba vinculada al APRA.
Más de mes y medio después de las elecciones, no se conocían los
resultados y como se acercaba el fin de año, el JNE tuvo que emitir una disposición para que las autoridades municipales en
ejercicio se mantuvieran en los cargos más allá del 31 de diciembre de 1986,
fecha en que debían culminar sus mandatos, mientras no se oficializara la
elección de sus sucesores. Justamente ese día, el último del año, el Jurado
Provincial de Lima dio el triunfo a Del Castillo sobre Barrantes, pero tanto
los personeros de IU como del PPC interpusieron pedidos de anulación de las
elecciones por la serie de irregularidades denunciadas y todo pasó al JNE para una decisión final.
Las tres primeras semanas de 1987 -incluido el aniversario de Lima el 18
de enero- el municipio fue conducido por Henry Pease por delegación de Barrantes,
quién manifestó que habiendo sido elegido por tres años no se quedaría ni un
día más.
DEL CASTILLO, ALCALDE LEGAL PERO NO LEGÍTIMO
Recién el 19 de enero el JNE dio
por terminados todos los reclamos e impugnaciones realizadas y proclamó
finalmente el triunfo de Jorge del Castillo, quien juró como alcalde de Lima el
día 21 en una ceremonia bastante deslucida. Si bien lo acompañó el presidente
de la República y ministros y parlamentarios apristas, no contó con la
presencia de su predecesor y sólo juraron los regidores apristas, ya que no
asistieron a la ceremonia los de IU y del PPC. En un comunicado que aprobamos
en el CDN de IU señalamos que por respeto a las reglas del juego democrático,
aceptábamos la decisión inapelable del JNE, a pesar de las irregularidades en el proceso. Se señaló que se trataba
de “un triunfo pírrico, vergonzoso, que ha dado como resultado un alcalde
legalmente instalado pero sin legitimidad”. También se estableció que los
regidores de IU no iban a aceptar responsabilidades más allá de las que
correspondan a su rol opositor. Similar decisión tomó para sus regidores el
PPC.
Barrantes no asistió a la juramentación de su sucesor. No estoy seguro
si en algún momento felicitó a Del Castillo, ya que semanas antes había
declarado que en el caso hipotético que el aprista le ganara, saludaría a
García. Felicitaré al padrino y no al ahijado, dijo.
VIOLENCIA TERRORISTA PRESENTE EN LA CAMPAÑA
Señalé al inicio de la crónica que la campaña electoral municipal de
1986 se realizó con vigencia del toque de queda, considerando la violencia
terrorista que asolaba al país. No me voy a referir a todos los hechos
terroristas ocurridos durante esa campaña y, sólo para ilustrar la situación
que vivía el país, me voy a referir a atentados ocurridos en la semana previa y
semana posterior a la fecha de la juramentación de Del Castillo. El 16 de enero,
se produjo la destrucción de torres de alta tensión que dejaron sin fluido
eléctrico a Lima y varios departamentos del país, se atacó el local del
Instituto Nacional Penitenciario y se sintieron estallidos en varios lugares de
la ciudad. Días después, el 22, se produjeron nuevas destrucciones de torres y
durante los apagones hubo ataques con explosivos contra tres locales del Partido
Aprista y una agencia bancaria y se incendiaron dos vehículos. En ambos casos,
los apagones afectaron el funcionamiento de radios y estaciones de televisión.
Pocos días después, la violencia continuó afectando la capital. En la
tarde del 26 de enero, un grupo terrorista en tres vehículos, atacó con
granadas y metralletas el local de la embajada de la India, país en que se
encontraba en visita oficial el presidente García y a donde había viajado horas
después de asistir a la juramentación del nuevo alcalde. Tres policías a cargo
de la seguridad de la sede diplomática fueron asesinados. Horas antes otro
policía había sido asesinado en el distrito de El Agustino. Esa misma noche,
comandos terroristas ocuparon casi simultáneamente dos agencias de noticias, la
inglesa Reuters y la cubana Prensa Latina. En ambos casos amenazaron al
personal y exigieron la transmisión de una proclama contra el gobierno y a
favor del líder de Sendero Luminoso Abimael Guzmán.
Treintaicinco años después hay también tensión por razones electorales.
Junto con pavor por la pandemia hoy, por el terrorismo antes…
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