El 6 de octubre se conmemora el aniversario
de la muerte de Ricardo Palma, escritor
y periodista, famoso por sus tradiciones. Ese es el día en que los ex alumnos
de la Gran Unidad Escolar “Ricardo Palma“ tratamos de concurrir a nuestro
antiguo colegio y reencontrarnos con nuestros compañeros de estudios, incluso
para desfilar como antaño junto con integrantes de otras promociones, tratando
de disimular los achaques que seguramente la mayoría ya tiene.
Este año que cumplimos 55 años de dejar las aulas seguiremos con la tradición, aunque por ser domingo la actuación será el día 4. En la noche tendremos una comida en la que participarán por lo menos dos compañeros que vendrán del extranjero y como viene ocurriendo desde hace treinta años, será ocasión de gratos recuerdos de nuestra primera juventud. En esta ocasión no sólo con presencia de integrantes de Secundaria Industrial como ocurrió para las Bodas de Oro sino también de algunos de Secundaria Comercial y de Secundaria Nocturna.
Este año que cumplimos 55 años de dejar las aulas seguiremos con la tradición, aunque por ser domingo la actuación será el día 4. En la noche tendremos una comida en la que participarán por lo menos dos compañeros que vendrán del extranjero y como viene ocurriendo desde hace treinta años, será ocasión de gratos recuerdos de nuestra primera juventud. En esta ocasión no sólo con presencia de integrantes de Secundaria Industrial como ocurrió para las Bodas de Oro sino también de algunos de Secundaria Comercial y de Secundaria Nocturna.
SE NECESITABA MADUREZ MENTAL PARA
ESTUDIAR EN GRAN UNIDAD ESCOLAR
Se me ocurre que es una buena ocasión para recordar cómo uno lograba ser ex
alumno del Ricardo Palma. Y digo bien: ex alumno. Porque egresar de secundaria
en la unidad resultaba más difícil que
ingresar a ella. A las cifras me remito: dos de cada cuatro de los que aspiraba
a estudiar lograba ingresar a secundaria. Pero sólo dos de cada siete conseguía
terminarla.
Para ingresar a secundaria en la Gran
Unidad Escolar “Tomas Marsano” -que años después cambiaría a “Ricardo Palma”- había
que pasar por un examen denominado “Prueba de Madurez Mental”, me imagino que
una especie de examen psicotécnico que definía no sólo quienes ingresaban, sino
también quienes alcanzaban la gratuidad y quienes ingresaban pero pagando su
educación, aunque como colegio estatal la pensión era asequible a los sectores
populares. Obtenida la gratuidad había que conservarla…
Creo que perdían la gratuidad quienes era aplazados al terminar el año en más de un curso, o quienes no lo lograban aprobar ese curso en el examen de aplazados en marzo y tenían que llevarlo “de cargo”. Mientras que el alumno aprobara todos los cursos tenía asegurada su educación gratuita. Estoy seguro que había alguna forma para que un alumno “pagante” lograra conseguir la gratuidad para el año siguiente, aunque no me aventuro a decir cuáles eran las condiciones para lograr tal cambio.
Constancia de haber aprobado examen de madurez mental |
Creo que perdían la gratuidad quienes era aplazados al terminar el año en más de un curso, o quienes no lo lograban aprobar ese curso en el examen de aplazados en marzo y tenían que llevarlo “de cargo”. Mientras que el alumno aprobara todos los cursos tenía asegurada su educación gratuita. Estoy seguro que había alguna forma para que un alumno “pagante” lograra conseguir la gratuidad para el año siguiente, aunque no me aventuro a decir cuáles eran las condiciones para lograr tal cambio.
También se perdía la gratuidad por mala
conducta. Cada alumno tenía una pequeña libretita de conducta con, creo, 100
puntos iníciales y se le iba descontando de acuerdo a la gravedad de las faltas
personales o colectivas. Menos de 55 puntos significaba mala conducta.
Entiendo que la prueba era concebida con
las últimas técnicas psicopedagógicas y, por tanto, reflejaban la potencialidad
de rendimiento que tenían los postulantes examinados.
Pasé por ese examen en 1954 y logré la
gratuidad. Aunque no estoy muy seguro, me parece que lo normal era que
ingresara la mitad de los que se presentaban. En todo caso ese año no debieron
bajar de 600 los postulantes e ingresamos alrededor de 325. Así como tengo un
número aproximado de los que ingresamos en 1954, sí estoy seguro del número de
los que egresamos: 103.
Mi cálculo de los que comenzamos a estudiar
primero de secundaria se basa en que había 7 secciones y que en mi salón éramos
45. Es posible que en algunas otras hubiese un par más o alguno menos.
LOS
“AJUSTONES” PARA REDUCIR SECCIONES
Pero no se trataba sólo de ingresar sino de
mantenerse. Con todo lo bueno del examen, recuerdo por lo menos dos casos que
tal madurez no se manifestó. Salazar y Quenez, no recuerdo en qué orden, fueron
los que lograron los dos primeros puestos ese año 1954, obteniendo 100 y 99
puntos de nota, sobre un total de 100 puntos posibles. Sin embargo no aprobaron
el primero de secundaria, incluso me parece que uno o los dos abandonaron las
clases bastante antes de terminar el año. ¿Fue producto del azar que acertaran
con todas las preguntas en un caso o que fallara sólo en una en el otro?, ¿la
seguridad en el puntaje obtenido hizo que no se preocuparan por atender a los
profesores? O, más bien, ¿la expectativa familiar por las extraordinarias notas
alcanzadas les generó tal presión que los aplastó?
¿Cómo se produjo la transformación de 325
ingresantes a 103 egresados? A lo largo de un proceso de selección que resultó
muy fuerte en los tres primeros años, al punto que ya en cuarto prácticamente
estaban todos los que acabarían la secundaria. Me explico. Siete secciones de
primero de secundaria se convirtieron en cuatro de segundo. Y estos cuatro
salones se convirtieron en tres para el tercero de secundaria. Y los casi 150
alumnos de tercero terminaron en poco más de 100 en sólo las dos secciones que
hubo para cuarto y quinto de secundaria.
No conocíamos exactamente el procedimiento,
pero siendo bastante grande el número de los desaprobados en las secciones E, F
y G de primero, los aprobados fueron repartidos en las secciones A, B, C y D
para llenar las vacantes de los desaprobados de estas secciones que eran
proporcionalmente bastante menos. Algo por el estilo ocurrió con la sección D
de segundo y la C de tercero. De esa manera, se me ocurre que al terminar,
éramos dos tercios de los que habíamos ingresado a las secciones A y B en 1954,
completados por los mejores de las otras secciones y también por algunos que
habían perdido el año en segundo o tercero pero que continuaron estudiando
poniéndose al mismo ritmo que los otros egresados.
Lo anterior es la experiencia de Secundaría
Común, nombre que ahora puede resultar extraño para gente joven. La explicación
está en que en las grandes unidades escolares se utilizaba ese término para
diferenciarla de la secundaria industrial y la secundaria comercial. Y entiendo
que procesos de selección de acuerdo a sus particularidades también las tuvieron
ambas especialidades, ya que sólo egresaron 24 de comercial y 32 de industrial.
PROMOCIONES
HOMOGÉNEAS CON PROFESORES DE LUJO.
Aunque hace ya 30 años, con ocasión de
nuestras Bodas de Plata, los integrantes de la Promoción 1958 de Secundaria
Común al reencontrarnos por primera vez, comenzamos a olvidar quiénes
terminaron en la A y quiénes en la B, es posible que una de las pocas cosas –vista
a la distancia- que nos faltó, fue una mayor interrelación de todas las
secciones. Aunque quizá el sistema estaba justamente concebido para que hubiese
un par de grupos -las secciones A y B- que asumieran a los mejores de otras secciones y lograr que el
conjunto de egresados fuera bastante homogéneo.
Pero distintos como resultaron los grupos
que conformaron cada sección al inicio, hasta lograr bastante equilibrio en los
últimos años, lo que si hay que rescatar es que la calidad de la enseñanza era
la misma para todas las secciones en todos los años. Y estamos hablando además
de un plantel de profesores de primera calidad, cuya dedicación principal era
la enseñanza en la unidad. Aunque parezca extraño para quienes lamentan la
realidad de la educación en el Perú, particularmente en los colegios públicos,
quienes estudiamos décadas atrás en las unidades escolares podemos recordar que
algunos de nuestros profesores eran autores de los libros con los que
estudiaban los alumnos de los colegios particulares, como los de Física de Juan
Tauro del Pino y de Economía Política de Alberto Rubio Fataccioli. Habrá
momento para escribir extensamente sobre profesores que marcaron el rumbo de
nuestra promoción y otras más, aunque algo he escrito sobre alguno de ellos (ver crónicas
“Carlos Landauro: genio y figura” del 1° de noviembre de 2012, "El viejo era menor que yo” del 15 de diciembre de 2012 y "Todo un maestro de teatro a los 22 años” del 21 de junio de 2013).
En todo caso, valga la cercanía a la
conmemoración del Día de Ricardo Palma para reiterar lo que en más de una
ocasión he señalado: en las unidades escolares de mi época de estudiante se
aprendía a ser peruano, es decir producto de la mezcla de sangres y culturas
llegadas de tres continentes confundidas con la sangre y cultura americana.
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